Rodeado de experiencias,
tengo el presentimiento del recuerdo;
en tu reflejo pintado,
como mujer desnuda,
a quien suplicaba,
en el borde de tu boca,
la danza de mi tiempo,
esculpido en mi cerebro
de mis movimientos eróticos,
en nuestras noches de fábulas
donde entendí que me buscabas,
por mi amor vivo,
que descubría tu silueta;
mientras avanzaba sobre ti
con mis huellas,
con mi boca,
con mi erección,
que en segundos te dejaban callada,
que en segundos te hacían gemir,
entre nuestros alientos,
entre nuestros aromas,
pues la seducción ya no importaba,
ante ese torrente sexual
que desprendía dos cuerpos,
a veces abajo,
a veces arriba
embadurnados de caricias
que, sin censura,
agonizaron varias veces,
como la vida misma,
en donde, más allá del tiempo,
te quedaste un pasado
porque tú no quisiste
cambiar mi destino.