Cartas para Valentina CCCXXXII
Publicado en Mar 22, 2019
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Estuvo tormentosa aquella noche. Y por más que trataste de sostener el atardecer con tus ojos morochos, los astros fueron esclareciendo el cielo, para que luego se perdieran entre pomposas nubes negras que cubrieron tu universo.Puedo ver el destello de tu alma, cada día de mi vida, sin embargo, hay veces en que leo tu dolor entre las líneas de la palma de tus manos. Adivina, buen adivinador, que desde la tormenta que provocó un naufragio, cuando ya la esperanza estaba perdida, nunca dejaste de nadar en la marea movediza y traviesa. Te estabas ahogando con emociones que no querías sentir, agobiándote con la desesperación de perderte en el olvido.La marea no te dio tregua, más no te quejaste. A medida que la brisa te gritaba en la cara, seguiste remando y nadando. Y varias lágrimas se escaparon gentilmente desde tu ventana. Yo las habría atrapado todas, cada una de ellas para calmar la desesperanza que te dejó desolada, en medio del mar.De pronto, un lucero fue disipando lo espesa de la noche. A lo lejos pudiste contemplar cómo el faro abrió paso al muelle de las ilusiones, y diste los últimos braceos que tu aliento permitió, abrazando con todo el cuerpo la tierra firme que te sostendrá para refugiar esa vida frágil que latía sin parar.
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