UNA DULCE NOCHE DE HALLOWEEN
Publicado en Jun 21, 2018
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UNA DULCE NOCHE DE HALLOWEEN
 
 
Llevaba todo el día nerviosa, era mi primer Halloween en Inglaterra. Mi madre me había hecho un gran disfraz de Bruja, y aunque hubiera preferido de Princesa, ella siempre me decía que era mejor tener poderes a cualquier otra cosa, porque hacía que no tuviera que depender de la fuerza de otra persona; y que cuando me lo pusiera, dejaría de ser una niña llamada Celia, para pasar a ser una Bruja Buena llamada Lilibeth, como la que existió en la Gran Guerra. Le advertí que esa fue la Reina, y ni siquiera fue traviesa, que no se conocía a ninguna Bruja en estas Tierras, y ella  sonrió aclarando que no todo se escribió en los libros que se comentan. Me cogió la mano, y nos fuimos al cuarto, allí estaba la calabaza que había que llenar con caramelos, y mi disfraz. No era muy bonito, seguía prefiriendo el de Princesa. Se dio cuenta, y me dijo: “el año que viene te haré uno hasta con cristales, si es que lo sigues prefiriendo, después de vestirte así para la Fiesta”. Me puse una maya y unas medias negras para que no me diera frío, aunque llevaba hasta una capa un poco de franela. Luego me colocó la túnica también del mismo color, atada con una especie de cuerda, un sombrero horrible, y me dio una escoba como las que tenía mi abuela en la casa de campo para quitar las ramas revueltas. Me pintó los labios de rojo, me pintó incluso el lunar que tenía encima de los labios,  y me puso con el rímel pestañas con las que podía tocar hasta a la puerta. Y salí no muy contenta, pero la veía tan ilusionada, que decidí hacerlo por ella, me había hecho siempre disfraces a mi gusto, éste sería al de ella. Mi madre no trabajaba lejos, pero ese día lo cogió libre, como si fuera un gran acontecimiento, y se lo agradecí porque para mí todavía era importante estar con ella. Hizo una llamada, se tapó la boca. Me estaba resultando todo un poco extraño, tanta trama encubierta, pero si  quería darme una sorpresa, la dejaría, era mi Hada Madrina, mi Amada Madre y mi Bruja Buena. Salimos por la puerta y nos cruzamos con un gato negro, pensé “lo que faltaba para la sorpresa”, nos maulló asustado, a ella le gustó y a mí se me erizó la piel, aún me daban miedo las fieras. En ese momento se paró y dijo : “ se me olvidaba una cosa”, y me puso un antifaz negro, donde mis pestañas casi no cabían, pero las achuchó con ganas, por lo visto ya estaba preparada. Nos pasamos la casa del vecino, no protesté porque era un poco seco, y tampoco me apetecía, seguro que no tendría caramelos ricos, ni piruletas. Nos volvimos a pasar otra casa, y nos dirigimos a un Parque lleno también de niñas disfrazadas de Brujas como yo, con sus madres, aunque ellas no llevaban un antifaz. Mi madre saludó a todas, y contestaron que también estaban preparadas. Nos mirábamos asombradas, sin saber muy bien qué era lo que pasaba. Nos adentramos en el Parque, que en Inglaterra parecían Bosques. Y en medio de la nada, salió una gran casa, que parecía de chocolate, donde esperaba que no hubiera ninguna Bruja Mala, aunque si iba con mi madre, nada horrible pasaría, ella siempre ganaba, a pesar de que llorase algunas noches, cuando creía que nadie la escuchaba. Todas nos mirábamos y sonreíamos, como si no supiéramos que tramaban, pero nos gustaba, era muy emocionante para unas niñas, que aunque despiertas, aún no adivinaban nada. Nos colocamos frente a la puerta, y mientras esperábamos que la abriesen, mi madre me preguntó si me había gustado encontrarme con mis hermanas. Contesté que no eran ni amigas, como iban a ser hermanas. Entonces me tocó el pelo, que llevaba recogido en una gran trenza, y me dijo que llevaban mi misma sangre, que ya habría tiempo para que las conociera, y actuásemos como personas con la misma raza y rarezas. Cada vez comprendía menos, pero me dejé llevar como pasaba cuando me contaba los cuentos  por las noches en la cama. Entramos una a una en la casa, mientras la dueña nos arrancaba un pelo de la frente. Dentro había más niñas como yo vestida, y solo una llevaba esa misma especie de máscara. Había ponche sin alcohol, comida, caramelos para todas, con las que poco a poco hablaba. Me fui a quitar el antifaz, pero  mi madre insistió que aún no era el momento para que conocieran mis pestañas. La niña con la otra máscara me miraba, yo a ella, como extrañada, no entendía muy bien el juego, la verdad, no me hacía mucha gracia, pero como éramos pequeñas, nos dedicamos a jugar, incluso a Brujas con escoba y vara. Coincidía con ella en algunos juegos,  le sonreía, me agradaba, aunque ella permanecía tímida, yo era la espabilada. Nuestras madres continuaban reunidas, charlando sin que la escuchásemos, bebiendo una especie de pócima caliente, echando polvos y los pelos arrancados, cogidos con un lazo, en la chimenea, mientras decían alguna frase en un extraño idioma, como si fueran ellas las verdaderas Brujas de esa Noche tan Mágica.  Entonces la que parecía que mandaba nos preguntó si nos había gustado la sorpresa, todas contestamos que sí, nos lo estábamos pasando en grande. Y de repente se hizo un silencio, de esos en los que siempre suceden cosas, se escuchó un gran aullido, de lo que yo creía que era un perro, y  se empezaron a marchar, sin casi despedirse, solo cogiendo todas sus escobas, y diciéndose un adiós que no comprendí hasta tener los quince años, cuando comenzó a funcionar mi verdadero nombre y cambió mi vida. Parecía que la Fiesta terminaba, estaba cansada, pedí si podía quitarme ya el antifaz, solo quedábamos la niña, que también lo llevaba, y yo. Mi madre me colocó frente a ella, y sin mucha intervención, dijo:” ahora os lo quitaréis las dos”. Así lo hicimos, a la vez, sin ninguna premonición, y frente a mi descubrí a mi doble, con mi mismo pelo, mis ojos, mi  lunar, era como yo, una copia exacta. Ella se asustó, se abrazó a su madre, quién sonrió, la separó y me dijo : “ Te presento a tu hermana Dorothy, aunque en casa la llamamos Cintia”. Pensé que hasta el nombre lo tenía parecido al mío, no llegaba a comprender muy bien qué estaba ocurriendo, pero estaba claro que era mi hermana, y aunque ella tuvo al principio miedo de tener una gemela, yo supe lo que significaba: desde ese mismo instante tendría con quien compartir Mi Vida, incluso cuando llegase el verdadero Amor, si es que existía, tendría otra mano amiga en el incierto futuro, que dicen que se leía. La dura soledad ya no sería parte de mí, que por suerte no la conocí, ni la conocería. Y entonces decidí que prefería el disfraz de Bruja al de Princesa, aunque brillase menos y aparentemente me hiciera menos bonita, porque esa oscura vestimenta me había dado la más bella de las alegrías, y quizás, con esa misma suerte, otras me traería…
 
                                                                
                                                                      MARISA MONTE
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Foto del autor Sandra María Pérez Blázquez
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Descripción

Una noche de Halloween, donde se conocen dos personas...

Palabras Clave: Halloween

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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