El Viaje
Publicado en May 12, 2017
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Hoy es el primer día de tu viaje y es extraño que quiera narrar las experiencias de una aventura en la que no estaré presente. Sin embargo, creo que mi preocupación natural, me hace capaz de poder imaginar, describir y narrar tu satisfacción o repulsión a lo que veas, experimentes y por primera vez conozcas. Será interesante.
 Todo es inventado, desde luego, cien por ciento producto de mi imaginación. Las historias, que redactaré a manera de un diario de viaje, en primera persona, serán resultado de mi creatividad, pero con un toque premonitorio de lo que yo creo que tú harías. Escribiré como si estuviera dentro de tu cabeza, como si supiera lo que piensas y lo que sientes. Es un ejercicio muy ambicioso, lo sé, pero lo voy a llevar al cabo con éxito. Espero que te guste.
 
Primer día. Abril 7, 2017.
Ya estoy en el centro de la Ciudad de México, el cual se encuentra tapizado por el sol abrasador que invita a los transeúntes a buscar espacio en las escasas sombras que no están abarrotadas. Son las 4:00 pm, la hora acordad. Llegué a propósito. no quiero arriesgarme a perder la oportunidad de viajar solo por primera vez en mi vida.
Sé que será un viaje extraordinario en todos los sentidos, además de que me servirá para probarme a mí mismo de que soy capaz de hacer lo que quiero como quiero y al mismo tiempo va a tranquilizar, en cierto modo, a un padre excesivamente cauteloso y a una madre desconfiada de todo.
Voy a Roberto Barrios, Chiapas, muy cerca de Palenque y aunque la realidad es que no sé qué esperar, dentro de mí presiento que va a ser una de las mejores experiencias de vida.
Claro que se trata de un viaje con más incógnitas que certezas, eso es lo que lo hace más atractivo, además de la expectativa vivencial y la gran oportunidad de experimentar muchas de las situaciones que más me agradan. Sonrío porque pienso que a nadie he logrado convencer con estos argumentos, pero no pueden hacer nada que desearme que todo resulte como lo espero.
Para mis padres todo esto es una locura, una aventura sin pies ni cabeza y con mucho riesgo, pero no me importa, voy a hacerlo. Ya no quiero ni puedo esperar las condiciones perfectas, estas nunca llegan. Me voy seguro de que la voy a pasar bien y de que todo va a ser como lo imagino.
Al momento en que escribo esto, ya hemos tomado la carretera. Son casi tres horas después de nuestro encuentro en el Zócalo. La idea es viajar de noche, lo cual es fabuloso ya que tengo el don de dormirme de inmediato en cualquier vehículo en movimiento. Antes de cerrar los ojos, reviso discretamente a las personas que componen el grupo con el que conviviré once días, todos parecen agradables, creo que no podía ser de otra manera. Además, para estar aquí, deben tener ideas, creencias y pensamientos similares a los míos.  Va a ser una excelente experiencia.
Segundo día. Abril 8, 2017
            Ya ha amanecido. La luz del día permite ver el verdor de la selva en todo su esplendor. El calor es sofocante, pero no me molesta. Ya estamos muy cerca de Palenque. Podría decirse que ya llegamos, ya que nuestro destino final se encuentra a cuarenta minutos de las ruinas. ¡Fabuloso!
            No he conversado más de la cuenta con nadie. Seguimos en el proceso de conocernos. Todos lo hacemos con cautela. No sé aún con quién congeniaré más o con quién menos. Sólo me limito a actuar como parte del grupo, mostrando mi disposición para cooperar con lo que se me pida. Se parece mucho al primer día de clases en una nueva escuela.
Hemos llegado a Roberto Barrios. Es una comunidad en medio de la naturaleza. Leí que la población es de 1,650 personas. Martina, que es la guía y líder del grupo, nos da las primeras indicaciones respecto a lo que vamos a hacer, los apoyos que vamos a brindar y cómo nos organizaremos para llevarlos al cabo. Después pasa a la logística de acomodo de nuestras pertenencias, cómo dormiremos y dónde dormiremos. Quién nos proporcionará los alimentos y los horarios que tendremos para trabajar, tomar alimentos y recreación. Menciona como aspecto muy importante que es lo que no está permitido dentro de la comunidad. Vamos a ser parte de ellos y tenemos que respetar al cien por ciento sus reglas de convivencia, sociales, higiénicas y de tránsito.
Nos disponemos a bajar del camión ya con todas las indicaciones en mente. Pisar esta tierra tan lejana y recóndita me hace sentir como un conquistador. No sé si los demás sientan lo mismo, pero el pensamiento se me hace petulante, desde luego, no lo externo.
Me ha tocado estar en el grupo con Samuel, si supiera que se llama como mi perro y con Claudio. Ambos son mayores que yo, Samuel debe tener treinta años y platica que hace dos años se unió a algo similar, pero con los tarahumaras en Chihuahua. “Esos si están muy jodidos. Se mueren literalmente de hambre y frío. Es vergonzoso que en pleno siglo XXI, en México, la economía décimo quinta o sexta del mundo, su población siga muriendo de hambre.”. Le pregunto, si cree que su esfuerzo no valió la pena. “No lo sé”, responde, para después continuar, “Puse mi grano de arena, que de algo debe haber servido.”. Su respuesta me vuelve los pies a la tierra. Sé que no vamos a terminar con las penurias del mundo, pero al menos tal vez contribuyamos para resolver una o dos de todas las que existen.
Mi otro compañero, Claudio, no ha vivido nunca esta experiencia. Su meta es totalmente altruista y en cierto modo, percibo que puede llevar un tinte religioso con estas acciones. No pregunto más para no abrir una discusión. Voy a respetar todas las perspectivas de este proyecto, que al final persigue lo mismo, el beneficio de comunidades desamparadas.        
La noche está a punto de cubrirlo todo. Nunca había visto una tan obscura ni tan naturalmente ruidosa. Sí, así es, miles de seres aparecen con sus sonidos. Al caer la noche, la selva se convierte en una sinfonía espectacular, que sólo se puede apreciar y describir estando aquí. Es una noche decisiva para el arrepentimiento o la aceptación, en mi caso, ya es totalmente de aceptación.
 
Tercer día. Abril 9, 2017.
Despierto tranquilo y descansado. Todos parecen estar en las mismas condiciones que yo. El objetivo es levantar una clínica para esta comunidad la cual tendrá la finalidad de atender a tiempo varias enfermedades no graves, pero cuyos síntomas son incómodos para quienes las padecen. Voy a aprender a hacer trabajos de albañilería, quién me viera. No pegaré ladrillos, seré asistente de quién sabe hacerlo. Ojalá una semana baste para concluir la clínica.
Por primera vez estoy involucrado en lo que se conoce como trabajo comunitario. El título lo dice todo, pero considero que la definición va más allá del verbo colaboración, que desde luego está implícito. La subjetividad del concepto dispara los sentimientos altruistas y de compromiso de las personas. No hay más, definitivamente tienes que estar convencido completamente de por qué estás aquí y con toda la disposición de llevarlo al cabo con toda tu convicción.
Mientras me reporto con Jacinto que es líder de la construcción observo todo lo que me rodea. Sonrisas por todos lados, lo que podría titular una postal como “¡Ganas de hacer!”. Sólo con ver este ambiente sé que vamos a tener éxito.
Mi primera contribución es acercar unos tabiques y ponerlos cerca de Jacinto. La cimentación y aplanado del piso fue hecha antes de que llegáramos por los habitantes del pueblo. Nuestra meta es levantar al menos tres consultorios de tres por tres metros y dejarlos funcionales. En principio, no tendrán techo, los habitantes se encargarán en las próximas semanas de colocarlos con hojas, ramas y madera, tal como lo tienen en sus chozas.
He acomodado los tabiques tal como me lo ha indicado Jacinto.  Mientras él prepara la plomada, la antiquísima técnica para que no haya ninguna desviación en el levantamiento de los muros.  
El calor podría considerarse insoportable, pero gracias a la original conversación de Jacinto y comentarios sarcásticos de los miembros de los demás grupos el trabajo se hace muy llevadero al grado que cuando menos los espero ya estamos en el primer descanso.
Reviso a todos los personajes a mi alrededor. Es increíble que todo sea tan relajado en estos lugares tan recónditos. Me pasa por la cabeza dejar todo (¿qué es todo?) y no regresar a la jungla, pero de asfalto. ¿Podría vivir así el resto de mis días? No lo sé, tal vez si me pudieran garantizar que voy a estar sano siempre…porque enfermarse aquí, en medio de la nada, debe ser terrible.
Me di cuenta de que llevaba al menos diez minutos imaginando una vida selvática.  Jacinto no estaba en su lugar, por eso nadie había interrumpido mi sueño. No pasó mucho antes de que lo viera acercarse. Traía dos cocos, me entregó uno de estos. Bebí el agua helada con un poco de ansiedad. Estaba deliciosa y en ese momento era lo mejor de lo mejor. Agradecí el detalle con una sonrisa y me animé a preguntar, “¿Desde cuándo estás aquí?”. No respondió. Me miró con seriedad, como si buscara que ese gesto fuera la respuesta, “No es de tu incumbencia.”. Sin embargo, no me di por aludido y permanecí impasible esperando su respuesta. “Voy a cumplir tres años este verano.”, respondió escuetamente, pero antes de que le hiciera otra pregunta, añadió, “Y no tengo intenciones de irme en mucho tiempo. Esta es la vida que me gusta.”. No pregunté más. Entendí que no venía al caso averiguar más, incluso podría tomarse como una intromisión a su intimidad.
Terminé el agua, con arrepentimiento, porque ya no tendría más y el calor iba en aumento. Reanudamos el trabajo y los avances logrados al final del día fueron de orgullo, ya que fuimos los únicos que logramos levantar dos muros completos.
La noche se apoderó del pueblo y de mí. El agotamiento apareció con la obscuridad y me hizo, sin mayor esfuerzo acurrucarme sobre mi sleeping y dormir de inmediato teniendo un árbol del hule como techo.                
Cuarto día. Abril 10, 2017.
Despierto antes de que amanezca. No veo nada, pero de nuevo la combinación de los sonidos de la selva con la obscuridad, me cautiva. Permanezco en silencio, sólo escucho los ruidos irreconocibles de insectos y aves que seguramente presienten que se acerca un nuevo amanecer.
Es increíble estar aquí. Poco a poco empiezo a distinguir figuras que van emergiendo una a una de la obscuridad, un árbol, un arbusto, una choza, pastizales. “Surge la vida”, así lo describiría si lo estuviera filmando. Cuando pienso en esto, recuerdo la petición que me hizo mi padre, de que tomara fotografías. No he tomado una sola. “Será increíble y muy original captar esto. Intento captar el horizonte, pero no veo nada, todo sigue muy obscuro. Sin embargo, tomo la foto esperando que pueda verse algo después.
Al parecer soy el único que ya ha despertado. No sé dónde están Claudio y Samuel, ayer cuando me fui a dormir, ya no los vi. Falta un minuto para las siete de la mañana, ya puedo distinguir perfectamente todo lo que me rodea. “Sí viviría aquí”, me digo, recordando al mismo tiempo la idea que tiene mi mamá de irse a vivir a Campeche y de mi papá de vivir en Progreso, Yucatán. “Sería fabuloso.”, me digo a mí mismo en voz muy baja.
Cuando vuelvo a la realidad, veo a lo lejos que se acerca Martina. Le veo el rostro sonriente como si fuera a darme muy buenas noticias. Parada frente a mí, me saluda con unos buenos días muy atolondrados, como si quisiera salir de los formalismos e ir directo al grano. “Te han elegido…”, me dice sonriendo. La observo con un gesto que sólo puede interpretarse con una gigantesca incógnita. Intenta proseguir, pero no puede, la risa no se lo permite. Sonrío y sólo le digo, “Respira hondo. Ahora sí, dime, me eligieron para…”. Sigue mi recomendación, respira profundamente y continúa, “…para que les des pláticas…”, vuelve a surgir la risa, pero ahora son carcajadas. Yo sólo la observo dejándola que se desahogue completamente. Me mira con una sonrisa, vuelve a respirar profundamente, se limpia las lágrimas provocadas por la risa y vuelve a intentar terminar la oración, “…de educación sexual para las adolescentes y alguna que otra mayorcita.”. La miro con cara de sorpresa, aún sin entender, mejor dicho, ¡incrédulo totalmente! Ahora el que inhala profundamente el denso aire de la selva antes de hablar, soy yo. Sin embargo, me he comprometido a apoyar el proyecto y sencillamente acepto lo que me encomiendan con una sonrisa y confirmando, “Perfecto, ¿a qué hora inicio?”.
            Para la hora del desayuno ya todos saben cuál es mi asignación para ese día. No estoy nervioso ni preocupado, lo que realmente es un reto, es lograr transmitir y convencer sobre conceptos, prácticas y costumbres de sexualidad del siglo XXI en una comunidad que ha basado y justificado su progreso en la práctica y seguimiento de principios respetados por más de cinco siglos.
            Después del desayuno cada uno de nosotros nos dirigimos a cumplir con las asignaciones de ese día. En mi caso, Martina me conduce hasta una choza en el perímetro del pueblo que hace las veces de un salón de clases. Al entrar, me encuentro sólo con mujeres con edades entre trece y sesenta años, tal vez. Son veinte o veinticinco mujeres las cuales están sentadas en el piso de tierra.
            Pasamos al frente del salón, el cual queda libre para Martina y para mí. Martina voltea verme solicitando mi consentimiento para iniciar. Me presenta y suelta la pregunta sin ninguna red, “¿Quiénes de aquí saben cómo se hacen los niños? Por favor levanten la mano.”. Para mí sorpresa y supongo que para Martina también, en el salón sólo se ven diez o doce manos levantadas. Desde luego ninguna de las niñas presentes la ha levantado, pero la mayoría de las jóvenes mayores de dieciocho, tampoco. “Esto va a ser más difícil de lo que pensé.”, me digo a mí mismo en voz baja.
            Después de la sorpresiva encuesta, Martina ya no hace más preguntas y para mi gigantesca sorpresa, pasa directamente a presentarme. Doy un paso al frente, me limpio la garganta y me mantengo en silencio observando las caras de mi auditorio. Todas me están mirando fijamente. Me siento cohibido y nervioso porque no tengo idea por dónde iniciar una plática como estas.
            Inicio mi discurso, “La pregunta de Martina es de suma importancia…” afirmo, “ya que, en todo lo que hacemos, el no contar con la información completa puede llevarnos a equivocarnos con mucha facilidad.”. Mi afirmación deja impasibles a mis oyentes, lo cual me hace dudar sobre la claridad de mi exposición. Volteo buscando a Martina, pero esta, ya se ha marchado. Estoy solo a merced de veinticinco mujeres a las cuales debo asesorar en referencia a su sexualidad. Intento obtener su atención siguiendo la estrategia de preguntar a alguna de ellas lo que espera de mi plática. Silencio absoluto y tenso que me obliga a iniciar mi exposición describiendo las complicaciones de tener hijos antes de siquiera cumplir los dieciocho. Las mujeres mayores, las que parecen mayores de treinta hacen un gesto de extrañeza, pero se mantienen en silencio. Sin embargo, me atemoriza el que mi plática pueda tocar algún tema “tabú”.
            Me vienen a la mente infinidad de tópicos, placer sexual, relaciones no sólo para reproducirnos, aborto, anticonceptivos, pero no me atrevo ni siquiera a insinuarlos.  Cleotilde, una de las mujeres de mayor edad y partera oficial de Roberto Barrios, que ha traído a este mundo a la mitad de sus habitantes pregunta, “¿La clínica va a atender a las mujeres preñadas?”. La pregunta me saca de balance, primero porque desvía mi atención de lo que considero debe ser una plática formal de educación sexual y segundo porque no sé la respuesta, Otro silencio más, lo cual está convirtiendo mi exposición en una verdadera pesadilla.
            Llevo casi cuarenta minutos parado al frente y no le he aportado nada. El calor empieza a incrementarse y junto con este, que acelera mi nerviosismo y además me hace sudar como nunca. Las ventanas y la puerta están abiertas, pero siento que la temperatura ya ha rebasado los cuarenta grados. Sin embargo, cuando me acerco a la ventana buscando un poco de frescura y veo a Martina acercándose a la choza, siento un gran alivio. Entra y antes de que diga nada, le pregunto, “¿La clínica va a atender a mujeres embarazadas?”. “Desde luego”, responde con toda seguridad y tranquilidad, sin darse cuenta del gesto de enojo que ha provocado en Cleotilde. Trato de advertir a Martina que Cleotilde se ha molestado, pero no está viéndome. Intervendría, pero no sé qué decir.
            Martina, pregunta a manera de retroalimentación, “¿Cómo va todo?”. En primera instancia no hay respuesta, pero antes de que prosiga, Cleotilde ya ha levantado la mano, Martina le concede la palabra. “¿Qué se creen ustedes?”, pregunta Cleotilde con altanería manifiesta. Aunque había percibido la molestia de Cleotilde, me sorprendo, igual que Martina, que de inmediato voltea a verme con un gesto que denota la única pregunta que cabría en una circunstancia así, “¿Qué has hecho?”.
            Tomé el toro por los cuernos y abiertamente informé a Cleotilde que no estábamos ahí para perjudicar a nadie. “Si usted es la experta en partos en el pueblo, seguramente la nueva clínica requerirá de su apoyo. Más allá de los conocimientos requeridos, que los tiene, está la confianza que las personas de este pueblo tienen en usted.”. Martina me volteó nuevamente, pero ahora destacando un gesto de abierta aceptación. Cleotilde se había tranquilizado y se limitó a decir. “Muchas gracias por la aclaración.”. Para este momento llevábamos ya casi dos horas empapados en un sudor pegajoso y no había ningún avance en cuestiones sexuales, por lo que, sin consenso y sin esperar el consentimiento de nadie, decidí tomar un receso de diez minutos para refrescarnos.
            Platico con Martina sobre la situación. Desde luego no hay ningún reclamo, pero coincidimos que tocar los temas de la sexualidad, política y de sociedad, no nos compete. Lo más que podemos hacer es dejar por escrito lo que pretendíamos exponer y que cada quien decida acatarlo o desecharlo. “No es lo más efectivo, pero es lo más seguro para que no nos echen de pueblo a las primeras de cambio.”. Martina está de acuerdo y me pide que haga un bosquejo para que lo revisemos juntos.
 
Quinto día. Abril 11, 2017.
Aunque suspendimos las pláticas de educación sexual, no se desaprovechó el día y pudimos platicar un largo rato con las mujeres del pueblo, conocer un poco más su forma de pensar y de sentir y así, ganar un poco más de su confianza.
Después de estar con ellas, concluí que estas mujeres aun con sus limitaciones culturales y sociales, no se diferenciaban mucho de la forma de pensar de muchas mujeres citadinas, en este del siglo XXI y del nivel socioeconómico bajo. Se menosprecian de facto, porque han sido educadas para servir y sus opciones de felicidad se reducen a hacer felices a otros, principalmente a sus hijos y cónyuge. Esa es su máxima satisfacción, lograr la felicidad de su familia, aunque sea a costa de la suya. 
Preparé un bosquejo de Educación Sexual ridículo. Si lo hubiera hecho para alumnos de primaria, sería ofensivo de su inteligencia, pero no puedo ir más allá de lo permitido por una sociedad desconocida y que muy fácilmente puede sentirse ofendida. Las costumbres hay que respetarlas y aunque se quiera que estos pueblos olvidados de la ciencia, las comunicaciones y tecnología empiecen a ser parte del siglo XXI y en algunos casos aunque sea del siglo XX, debe hacerse con mucha cautela respetando sus creencias, costumbres y tradiciones.
Le muestro el bosquejo a Martina, está de acuerdo en que no podemos hacer más. Concluimos que el portavoz de esto debe ser Cleotilde y dejar que decida a quién debe darse este material y cómo debe ser difundido y explicado. Solo nos queda la esperanza de que sirva para despertar el interés de algunas mujeres para conocer más del tema.
 
Sexto día. Abril 12, 2017.
Me reúno con Samuel y Claudio para desayunar. Al parecer la forma en que concilié el desacuerdo con Cleotilde ya es del conocimiento del grupo, lo cual me hace sentir bien y me da nuevos ánimos para continuar mi trabajo con Jacinto en la construcción de la clínica. Sin embargo, justo cuando me preparo para ir hacia allá, aparece Martina y me pide que la acompañe a visitar a varias familias. Nuestra misión es que las visitas periódicas de nuestro grupo no sean vistas o consideradas una intromisión. Me resume, “Deben confiar en nosotros y no pensar que de alguna forma los vamos a chingar. Son comunidades a las que les han prometido mucho, cumplido poco y chingado en el proceso. Por la forma como te desenvolviste y atajaste el reclamo de Cleotilde, creo que eres el indicado para negociar, ya no con viejas argüenderas si lo quieres ver así, pero con los verdaderos representantes el pueblo, el presidente municipal, representantes religiosos, representantes de los nativos, etcétera. Veo que tienes mucha idea de qué se trata todo esto. Tu vocación altruista es natural y la transmisión de tus ideas convence. Creen en ti y en lo que les dices y eso es lo más importante, contar con su confianza. Que estén seguros, que lo que estamos haciendo por ellos, es totalmente desinteresado y no esperamos nada a cambio, sólo comprobar que lo que pretendemos, se ha conseguido.”      
Séptimo día. Abril 13, 2017.
Pienso en el séptimo día como una fecha de transición, de cambio. No tengo ninguna base para afirmar que pudiera ser así, simplemente así lo percibo. De cierta manera me siento motivado por ser reconocido como una persona con buena argumentación como negociador. Lo que me ha dicho Martina lo considero trascendente para mis actividades futuras. Ha rellenado mi tanque de confianza haciendo que me sienta muy capaz de conseguir lo que busco al través del debate limpio, argumentativo y que tenga como única finalidad el beneficio de estas comunidades.
Cuando Martina me anuncia que hoy tenemos una reunión con el presidente municipal de Roberto Barrios, se devela el misterio de porque percibo que el séptimo día en Roberto Barrios puede traer consigo muchos cambios para mí. La cita será en la tarde, “¿Preparo algo en particular?”, pregunto. “Te lo dejo a tu criterio. Vas a conversar con un ser extremadamente machista. Tú sabrás cómo controlarlo y por dónde llevar la conversación.” Es la única información que recibo, lo cual equivale a si tan sólo me hubiera dicho, “Estas por tu cuenta cabrón”.
Llegamos al Palacio de Gobierno con el sol de la tarde cayendo a plomo, todo parece tan oficial, tan formal, que me imagino como un embajador de las que denominaré íntimamente, “Tierras Civilizadas”, que viene a negociar con estos aborígenes la adopción de todas las maravillas que el siglo XXI puede ofrecerles. Recapacito sobre lo que estoy imaginando, mejor dicho, alucinando y me doy cuenta de que la realidad es que ni siquiera sé dónde estoy parado. Voy a conversar el emperador, que además tiene fama de comportarse como una bestia machista y que seguramente ya sabe que yo soy el promotor de una de las modas citadinas, la llamada “educación sexual”.
Entramos por la puerta principal sin más trámite y subimos por unas escaleras. Sigo a Martina que a su vez sigue a un empleado muy joven, Inocencio, que incluso es más joven que yo. Nos trata con exagerada amabilidad y respeto. Me imagino como Cortés camino a reunirse por primera vez con Moctezuma Xocoyotzin. Lo único que falta que es nos llenen de regalos, desde luego no llega a tanto.
Entramos en una pequeña estancia, quedando frente a un portón de madera que, aunque está cerrado no aísla la conversación de las personas que están adentro. En este caso, parece ser que el presidente está en una llamada telefónica. Me imagino que sabe que todo lo que dice se escucha en su sala de espera. Sin embargo, no se limita con las groserías e incluso llega a referirse a Martina y a mí como “Unos latosos de la ciudad con los que me voy a reunir.”. Martina y yo nos volteamos a ver al escucharlo y sonreímos. Toca otros temas de los que no tenemos ideas y termina colgando la bocina. Escuchamos perfectamente todos sus movimientos. Supongo que es nuestro turno. Oímos sus pasos como se dirigen a la puerta. “No te vayas a reír”, me advierte Martina un segundo antes de que se abra la puerta y aparezca el presidente. No sé qué pensar, pero sé qué si hay algún motivo para reír, no me voy a controlar.  Se abre la puerta y de inmediato aparece un ser que con el rostro de Sam Bigotes e incluso de su tamaño. Muerdo con fuerza mi dedo índice derecho para evitar reírme abiertamente. “Buenas tardes coronel”, le dice Martina mientras extiende la mano y este la toma para besarla. Muerdo con más fuerza. Es mi turno, “Buenos días co…”, no puedo. Respiro hondo y simulo que voy a estornudar, vuelvo a inhalar con fuerza y continuo, “…coronel”.
La crisis ha pasado. Estamos sentados frente al coronel Maximino Plancarte, presidente municipal de Roberto Barrios desde 2016. El coronel empieza hablar y expresa con la monótona retórica de todos los políticos mexicanos lo que espera de nuestra presencia y de paso también, lo que no espera.   
“Les agradezco mucho a nombre de Roberto Barrios todo lo que van a hacer por nuestra comunidad, pero una cosa se refiere a curar “gripitas” y otra buscar cambiar costumbres”. Volteo a ver a Martina, esperando que responda algo, pero no dice nada.”. El coronel continua su letanía, “Esta es una comunidad pacífica que por muchos años ha vivido en santa paz. La modernidad, lo acepto, se ha dilatado más que en otros pueblos de Chiapas, pero vieran que no lo extrañamos.”. Se detuvo tres segundos esperando algún comentario de nuestra parte, pero ninguno de los dos abrió la boca, sabíamos que era mucho mejor quedarnos callados.
Yo empezaba a desesperarme y más ahora que ya estaba encarnado como el negociador del grupo y además con una confianza desbordada para rebatir cualquier tema con el que no estuviera de acuerdo. Sin embargo, me controlé. Sólo escuché y no refuté ninguno de sus inverosímiles argumentos.  
 
 
 
Octavo día. Abril 14, 2017.
Estoy desayunando con Martina y con todos los demás del grupo, hablamos de diferentes temas, no se toca el de nuestra visita al presidente hasta que Samuel me pregunta, “¿Cómo les fue con el preciso?”. Cedo la palabra a Martina, pero me indica que conteste yo. Parece muy interesada en mi perspectiva de la reunión. “Fue un monólogo político de los años sesenta y setenta.”, respondo. “Presentamos un bosquejo de educación sexual para idiotas, qué además, le pareció escandaloso”. “¿El que me enseñaste?”, pregunta Samuel. “Ese mismo.” “Sí, es para retrasados,”. Me río de su comentario.
            Martina y yo hemos llegado a la conclusión de que nuestra única aportación que podemos hacer a Roberto Barrios es en materia de infraestructura. No hay posibilidad de ninguna acción social o educativa. Sin embargo, no me desanimo, aunque reconozco que me hubiera gustado muchísimo continuar en mi papel de negociador y aportar más a la sociedad de Roberto Barrios.
            Continúo con mi desayuno y cuando me estiro para buscar la jarra de jugo, me topo con el rostro de Samuel lleno sorpresa. Martina y yo volteamos al mismo tiempo para ver la causa de su sorpresa. Observamos que el presidente municipal viene hacia nosotros acompañado por tres policías y Cleotilde. Marina me voltea a ver con cara de preocupación, casi segura de que vienen por mí por decir o hacer algo indebido, pero en realidad no tengo idea de lo que sucede y esta situación, más que darme la tranquilidad “del que nada debe nada teme”, acelera mi angustia.
            “Buenos días”, saluda el presidente municipal, saludo que es correspondido por todos los que ocupamos la mesa con un escueto “buenos” o simplemente con un ademán. Después directamente se dirige a Martina y a mí, “Quisiera hablar con ustedes cuando terminen de desayunar”. El lapso que nos da para terminar de desayunar me tranquiliza casi por completo, ya que, reflexiono, si viniera a detenernos, le hubiera importado un comino lo que estuviéramos haciendo.   
Aunque nos ha dado tiempo para terminar de desayunar, tenerlo frente a mí, me obliga a apurarme y terminar antes de lo previsto. Martina lo toma con calma, como si le divirtiera verme angustiado y hasta cierto punto, preocupado por saber, lo antes posible, qué es lo que quiere con nosotros. Por fin Martina ha terminado. Jalo la silla para que se levante y nos vamos caminando con el presidente y sus acompañantes.    
Al llegar a la oficina de la presidencia, me sorprende lo que afirma el coronel Plancarte, “Cleotilde está muy interesada en el programa de educación sexual. Reconozco que no la entiendo, porque si de alguien esperaba un rotundo rechazo era de ella, pero me mejor que ella les explique, mejor dicho, nos explique.”.
Cleotilde se pone de pie como una alumna a la que el maestro a pedido que resuma la clase anterior. Se aclara la garganta y nos dice con voz firme, “Leí lo que escribieron y de plano sí creo que nos consideran muy inferiores a ustedes o estúpidos, ¿verdad?”. Martina y yo, abrimos los ojos tanto que nuestro gesto se asemeja más a una expresión de espanto que de sorpresa. Cleotilde nos ve, pero no se inmuta y continúa, “Sólo les faltó decirnos, A ver inditos, deben tener agua y alimento para cuando llegue la cigüeña.”. Sonrió como un gesto para calmar la situación y sin esperar ninguna autorización para hablar, le digo, “Para nada señora, nunca fue nuestra intención rebajarlos. Comprenderá que preferimos parecer estúpidos a que nuestras buenas intenciones sean mal interpretadas y crean que buscamos sus principios escudados en una modernidad que ni siquiera sabemos si les gustara o les será benéfica.”
Don Maximino me observa complacido con una gran sonrisa. Por un momento, pienso que, fiel a su tradición política, va a aplaudir. Volteo a ver a Martina, pero para variar, no comenta nada. Cleotilde por su parte agradece la aclaración y después en una forma más tranquila me solicita que nos reunamos para revisar juntos mi panfleto y lo convirtamos en algo que sea realmente útil para el pueblo. Volteo a ver, primero a Martina y después al coronel, ambos mueven la cabeza afirmativamente aprobando la propuesta. “Claro que sí señora Cleotilde, usted dígame cuándo.” “Hoy mismo, después de comer. Nos vemos en la choza que ya conoces a las tres de la tarde. Si es necesario nos quedamos hasta que terminemos. Tengo entendido que mañana se van.”. Queda cerrada la reunión.
Salimos de la presidencia en silencio. Me extraña, que Martina no haya comentado nada. “¿Qué opinas?”, le pregunto. “No sé qué pensar”, me contesta con una sonrisa de preocupación de por medio. Cleotilde es una mujer muy influyente en el pueblo. No sé qué pretende.”, afirma con seriedad. “¿Crees que tiene una doble intención su petición?”, le pregunto con cara de extrañamiento, como diciendo “Aquí no puedo ocurrir eso”. No tengo que hablar para que Martina me entienda. Sólo responde, “Lo sabremos, después de tu reunión.”.
Llegué a las tres en punto. La “choza – salón” está vacía. A lo lejos veo a Cleotilde y a los tres policías que los acompañaban en la mañana caminando hacia donde me encuentro. “Buenas tardes. Voy a ser directa, quiero que no se vaya y que se encargue de difundir todo lo que había planeado originalmente enseñarnos sin cambiar una coma. Quiero…”. Levanto la mano derecha indicándole que se detenga, “Lo siento, yo no puedo quedarme. Tengo que regresar. Mi familia me espera. Estudio y tengo otras obligaciones.” Observo su cara de decepción, entonces añado, “Sin embargo, puedo dejarle escrito lo que considero que les puede servir, sólo que alguien más tendrá que encargarse de difundirlo.”. Detengo de golpe mi explicación al verla sonreír. De inmediato me dice, “Ustedes creen qué porque han leído un poco y usan teléfonos como esos, son más que nosotros ¿no?” “Desde luego que no.”, respondo sin saber qué esperar, Cleotilde continúa, “¿Sabes qué si me empeño en que te quedes, te quedas? No respondo. La angustia y la preocupación me han dejado mudo. No sé qué hacer y mucho menos qué decir. Iba a suplicarle que me dejara salir de ahí cuando la alarma de mi teléfono empezó a sonar, me extrañó en principio, hasta que me di cuenta que seguía en mi cama y aún no había partido hacia Roberto Barrios.
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Foto del autor Juan Carlos Maldonado Garca
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Descripción

Diario de un joven con alma altruista que por primera vez viajar solo, eligiendo ir a una comunidad recndita en la selva chiapaneca para ah llevar al cabo trabajos comunitarios.

Palabras Clave: diario viaje aventura sorpresa

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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