El Deseo
Publicado en Jan 25, 2017
Prev
Next
Roy pidió en voz alta un deseo y Jan aprovechó para hablarle,
“Aquí, apréndelo de una vez, todo lo que pidas puede volverse en tu contra.”, le dijo con un tono burlón.
Era claro que su inocentada no era nada nuevo para Jan y seguro pasaría directo a formar parte del anecdotario de los recién llegados.
 A Roy le sorprendía que hubiera emitido un deseo en voz alta, pero más, que Jan se hubiera atrevido a comentar algo al respecto. Sin embargo, no le dijo nada. Siguió caminando detrás de Jan y se metió a su habitación en silencio.
Cuando llegó la noche, Roy ya llevaba recostado al menos cuatro horas. No se había dormido, había malgastado su tiempo de reposo en un plan para evitar  lo ineludible, la convocatoria para cenar. Estaba a punto de ahogarse en su propia desesperación porque esa noche no quería salir. No quería ver a nadie y mucho menos intercambiar desdichas con desconocidos, pero ya había llegado a la conclusión de que no tenía elección, tenía que presentarse forzosamente y ya le quedaba poco tiempo. Jan le había reiterado, tres veces por lo menos, las penurias de la impuntualidad.
Salió de su cuarto y avanzó con un desgano evidente. Ni siquiera sabía si caminaba en la dirección correcta. Sin embargo, sentía como una buena señal el que todos lo rebasaran a toda prisa, era la carrera contra la impuntualidad, la cual ya muchos, entre ellos Roy, estaban a punto de perder.
No pasó mucho para que, al final del pasillo, distinguiera un salón medianamente iluminado cuya entrada, por ser tan angosta, estaba saturada. La multitud formó una sola fila que de inmediato empezó a moverse. Gracias a eso, Roy y  todos los retrasados, lograron entrar justo a tiempo.
Sin siquiera mirar al frente Roy se sentó en una de las mesas del fondo del salón. Aunque la mesa elegida estaba muy alejada del pódium, ya estaba ocupada por tres personas. Sin preguntar se sentó y no hizo por saludar a los que ya estaban sentados. Se acomodó en la silla y guardó silencio al igual que los otros tres que ahí se encontraban.
En el salón nadie hablaba, no puedo afirmar que había un silencio absoluto porque lo rompía el sonido del movimiento de las sillas al acomodarse y los pasos de quienes se dirigían a ocupar sus lugares. Sin embargo, todos actuaban como si estuvieran distraídos, desinteresados de lo que ocurría y de lo que ocurriría, además de que lo ignoraban. Roy, lo prefería así.
Aunque no era necesaria, una luz blanca muy brillante iluminó todo el escenario y otra de color rojo, se dirigió a un personaje barbado, muy bajito y regordete, vestido con uniforme de militar de alto rango. Al mismo tiempo, detrás de Roy, se escuchó como cerraban la puerta de la entrada al salón.
 Roy no tenía idea de lo que iba a suceder y al parecer nadie. El hombre vestido de militar se acercó al micrófono, dio tres golpes a este para comprobar que estaba conectado y después de carraspear moderadamente dijo,
“Están soñando”.
Hizo una pausa mientras revisaba con la mirada los confines del salón. Volvió a carraspear, ahora con más fuerza y continuó,
“Sé que no lo creen, pero tampoco creerían si les dijera que están muertos. Siguen siendo fieles a sentir y ver para creer. Escuchar, oír la verdad, aunque esta sea absoluta, tienen que comprobarla.”, una nueva pausa.
El orador se retiró del micrófono un momento y  Roy aprovechó para revisar a los tres seres que lo acompañaban en la mesa. Quería comprobar, por algún gesto, si comprendían lo que pasaba o, al igual que él, no tenían la más remota idea de lo que estaba sucediendo. Observó primero el rostro de la joven sentada exactamente enfrente de él, parecía ida, como si nada de lo que se estuvieran diciendo o haciendo a su alrededor fuera de su incumbencia. Ni siquiera se percató de que Roy la observaba. Continuó su indagación, ahora fijando la mirada en el personaje que estaba a la derecha de la “ida”. Este lo volteó a ver, pero sin expresión alguna, tampoco le aportó nada. Siguió, ahora intentando hacer más evidente que buscaba una respuesta. Volteó a ver directamente al personaje que tenía a su derecha. Este estaba recostado sobre la mesa cubriéndose el rostro. En su desesperación, Roy le tocó el hombro para que se incorporara. Levantó la cabeza de inmediato. Era Jan, pero en ese momento, su gesto confiado, ya no existía.
Roy iba a preguntarle sobre lo que estaba sucediendo, pero antes de que pudiera decir una sola palabra, habló de nueva cuenta el hombre con uniforme,
“Esas grandes dudas ante lo evidente los hundirán. ¡Están soñando, créanme!”, volvió a reiterar con más énfasis que la primera vez.
Para ese momento, Roy ya empezaba a creerle porque, todo era tan extraño y tan fuera de lugar, que sólo podía ocurrir en un sueño. Para comprobarlo se pellizco el brazo derecho y de inmediato sintió un leve dolor.
“No estoy soñando.”, se dijo.
Todos en la mesa voltearon a verlo con sorpresa. Roy dudó si lo había pensado o de nueva cuenta había cometido el error de expresarlo en voz alta.
“No lo di…”, iba a confirmárselo, pero como seguían mirándolo fijamente. Desechó de inmediato el  pensamiento que lo justificaba.
Sintió temor, por eso  guardó silencio, tanto oral como mental. Sin embargo, su mente empezó a escuchar la pregunta,
“¿Así que tú eres el que aún deseas?”
Roy no entendía que sucedía. Volteó a ver a Jan esperando este pudiera explicarle, pero este de nuevo estaba recostado y con el rostro cubierto. Iba a tocarlo para que se incorporara de nuevo, pero al sentir la mirada del personaje vestido de militar, volteó al pódium. Era él quien esperaba la respuesta a la pregunta que había escuchado. Roy asintió moviendo la cabeza.
“¡Es un sueño o están muertos!”, volvió a gritar el hombre vestido de militar e inspeccionó la reacción del auditorio. No hubo ninguna respuesta. Volvió a recorrer el auditorio con la mirada, pero esta vez se detuvo y vio directamente a Roy,
“¿Sigues deseando?”, le preguntó mentalmente.
Roy ya no respondió. Se levantó y salió del salón a toda prisa. Una vez fuera, empezó a correr. Huía aunque nadie lo amenazara o persiguiera. Llegó hasta su habitación solo y exhausto. Se sentó en la cama, cerró los ojos y volvió a repetir su deseo en voz alta,
“¡Quiero despertar!”.
Abrió los ojos, esperanzado en que su deseo había sido concedido, pero no hubo ningún cambió, seguía sentado a la orilla de la cama, solo.
Pasaron diez segundos antes de que en su mente apareciera la pregunta,
“¿Ahora me crees que estás soñando?”
Volvió a cerrar los ojos, pero ya no dijo nada.    
              
Página 1 / 1
Foto del autor Juan Carlos Maldonado Garca
Textos Publicados: 109
Miembro desde: Jul 09, 2009
0 Comentarios 223 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Ficcin mental. Una alucinacin con poco misterio, pero que puede atrapar al lector por la situacin inusual que describe.

Palabras Clave: sueo muerte alucinacin deseo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy