EL FUTURO DORADO
Publicado en May 14, 2016
Había un cielo azul, a pesar de estar cubierto por una carpa, solo la línea de un rayo lo cruzaba. Era DORADO y bastante fino como para poder pasear en él, pero Alessandro y María lo hacían, caminaban seguros, como si lo hubieran hecho toda la vida, pues tenían la misma destreza que todos los hermanos nacidos en el mismo día. En cada amanecer daban mil piruetas, sin esfuerzo ni mucho ensayo que la improvisación destruyera, porque empezaron a andar a la vez sobre una cuerda, adquiriendo el equilibrio y la responsabilidad que no todos los niños heredan, desarrollando así el arte con belleza y sutileza.
Eran rubios y guapos como su padre, alegres y buenos como lo fue la madre de pequeña; quien los abandonó ahí, donde creyó que la realidad sería tan Mágica como en el Cuento que a ellos les gustaba que les leyera; y nunca le preguntaron al Payaso porque no podían verla. Un mes de Mayo, cuando las flores ya estaban despiertas, llegaron a una ciudad nueva, la ciudad que su madre describía como la más bella. Lo recordaban porque se QUIERE a quien sabe que te espera, y cuando el camino les llevo a Roma, como todos en la Tierra, se miraron con los ojos llenos de nostalgia, como si la conocieran. Salieron a pasear y en una Fuente inmensa tiraron su moneda fetiche cogidos de la mano, sin mencionar qué deseaban, a pesar de ser Feliz al lado de tanta entrega. Esa noche se pusieron las mayas más lujosas, ella el traje de bailarina que de ORO parecía bordado por una lagartera, y volaron por los aires como cualquier pájaro errante con vuelo elegante hacia otras tierras. Se levantó todo el público, y eran grandes las gradas, como las de Colisseo en la principal Fiesta. Al finalizar saltaron a la red, como siempre se debe hacer por si el peligro acecha, y otra vez cogidos de la mano saludaron a los espectadores con orgullo, por si alguien importante los viera. Les vitorearon y aplaudieron como estrellas de ese cielo particular que eran, y entonces se acercaron a coger un ramo de rosas que una mujer les quiso dar a pesar de las barreras. María le acarició el brazo para agradecer la ofrenda, y el calor en su corazón hacía que este casi se derritiera, al ver los mismos ojos que reconocía cada noche cuando hablaba sola sin que nadie la oyera. Alessandro fue por ella, era hombre, no presentía las cosas como las mujeres que rodeaban su vida, aunque él no lo supiera. María no quería marcharse, quería abrazar al olor de su recuerdo ya en tinieblas, y una dulce voz le dijo “lee mis ojos pero también las palabras que quizás entre las flores se escondieran”. Se hizo la noche sin la luz de la Luna para ver el traje que vistiera, se marchó al camerino casi llorando y sin que Alessandro supiera saber qué pasaba en esa cabeza. Esa vez no compartió, leyó a escondidas la carta como si de un secreto de una amiga descubriera, y sintió la misma Felicidad que se tiene al saber que te AMAN, aunque nunca la duda existiera. Su hermano la interrumpió, y como buen familiar quería saber qué pasaba para protegerla, como lo haría a lo largo de su vida, pues era la pequeña. Él no fue intuitivo, pero sí inteligente y supo saber de quién era esa letra tan ilegible como su dueña. Abrazó a su hermana y fuera apareció un coche lujoso y blindado como si una Princesa se escondiera. Se subieron con esas mismas ropas DORADAS, como el amanecer que verían los tres, si es que su padre no se uniera, y los llevó a un Gran Hotel, porque no podían imaginar que fuera un Hogar por su gran ornamenta. Bajaron del vehículo, y con los mismos pasos distinguidos con los que bailaban en la cuerda, entraron donde esa misteriosa dama, con una sonrisa como prenda, los recibiera. Ya no eran importantes los motivos de tanta ausencia, sino el DORADO FUTURO que les esperaba juntos, pues tuvieron una INFANCIA FELIZ como en cualquier Cuento de la Alta Nobleza...
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