Ojal esta vez hubiese estado equivocado
Publicado en Sep 27, 2015
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Ojalá esta vez hubiese estado equivocado, fue lo primero que se me vino a la mente antes de encontrarme con la habitación vacía. La cama aún guardaba el perfume de tu cuerpo. Del mismo modo que la tibieza de sol no lograba darme cobijo, me daba cuenta que la certeza de tu partida, me dejó sin aliento para continuar. Tres años logramos estar juntos; intensos, demasiados intensos diría yo. Tu partida caló mi alma, me sentí vacío, desvalido, como un libro deshojado, incapaz de enfrentar la vida. El futuro carecía de sentido, los planes que imaginamos juntos, desnudos, una mañana de domingo cuando la vida era deliciosamente grata, me parecían una broma de mal gusto. Siempre fui yo, quien no quería compromiso alguno, pero así como llegaste de improviso a mi vida, no pude darme cuenta como te fuiste impregnando en mi piel como en mis sábanas, no fui consciente de cómo me acostumbré a tu risa chillona, a tu humor matutino, o a la calidez de tus labios. Quizás fue mi ego, el que no soportó tu presencia, atemorizándome  por las noches cuando desvelado te contemplaba y me arrobaba tu figura. La sola idea de pertenecerte de la manera que me sentía atraído hacía ti, hacia que prontamente buscara la coraza y  ocultara la pasión que me inundaba por completo.
Largas reuniones de trabajos así como los viajes eran la excusa perfecta, para distanciarme un tiempo. Esa sensación de incertidumbre no permitía hablar de proyección, y se volvía perfecta en mi esquema racional, pero todo se me derrumbaba con tus besos, tu cálida y coqueta voz, tus juegos de niña que tanto me encantaban y volvía a prometer aquello que no deseaba. La perfecta entrega de nuestros cuerpos al momento de amarnos en forma desenfrenada, me desabotonaba el corazón y las promesas se escapaban como avecillas enjauladas. Cómo si fuera la pesadez de una resaca, la razón me golpeaba de madrugada, y la sensación de huir se apoderaba nuevamente de mí ser. Perder mi libertad me atormentaba, por lo que entregaba las riendas a la razón, y así alejarme del peligro. El compromiso a que me exponía en los momentos de desenfreno me agobiaba tanto como el nudo de mi corbata, y el oasis laboral, era mi único refugio, como un soldado legionario volvía gustoso a mi puesto de trabajo, para perderme en él.
Tus primeros alegatos, me parecieron berrinches y no quise darle importancia. Una invitación a comer, un regalo sorpresa, los mitigaban fácilmente. Así fuimos tejiendo cada uno la relación que deseábamos en nuestros corazones, pero que no se tomaban de la mano, hasta que el dolor fue más fuerte y te permitió dar el paso para abandonarme.
La noche me encontró despierto, discutiendo como mi yo interior que se esforzaba por convencerme que lo mejor era tu partida, cómo un partner de aventuras me instaba a volver a las andanzas, en tanto mi otro yo me decía escuchara mi corazón. Fueron horas sin sentido que terminaron con un insomnio espantoso hasta el amanecer que me empujó a un nuevo día de trabajo. La rutina me abrazó y prometió lograr olvidarte.
Aún vuelvo los martes al café donde nos conocimos y deambulo por los lugares que solías transitar. Tu número lo borré una noche de fastidio y no tengo como ubicarte. Lo cierto es que el trabajo me aburre, y las noches me parecen eternas desde que ya no estás en mi habitación, y aunque no lo creas, mi corazón sigue anhelando volver a latir por ti.
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Foto del autor Esteban Valenzuela Harrington
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Descripción

Una relacin, una mirada, una mujer

Palabras Clave: pareja

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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