Era todo silencio. Las luces estaban apagadas. Las cortinas bajas. La casa no tenia vida. Subí por la escalera para revisar las habitaciones. La escalera de caracol es la que rompe el silencio al rechinar con mis pisadas.
El piano está cubierto por una sábana. Los libros en la biblioteca llenos de polvo, guardan historias pero acompañan al silencio.
Me siento en uno de los cómodos sillones.  El recuerdo florece e interrumpe al silencio. Mi madre gritando no corran se pueden caer. Nosotros escapando al jardín para jugar. No parábamos, vivíamos una carrera desenfrenada por jugar. Terminábamos un juego para iniciar otro,  nos desesperábamos sino sabíamos que juego inventar.  Las obligaciones eran tan importantes como los juegos. Nuestra clase de piano, dos veces por semana. Las tareas escolares a la tarde. Tomar la leche era un acto sagrado.
 Vuelvo al silencio del cuarto. Al presente. Ese silencio da frío. Me debo ir. Cierro la puerta. Me alejo. Que letal es el silencio de esa casa! No se repetirán aquellas navidades.  Me alejo de ese silencio. Me alejo de esa casa. Me alejo de mi infancia.
Diana Decunto. 8-julio-2015