DESPUS DE LA PATERA continuacin
Publicado en Jun 15, 2015
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En ese momento una nube oscurece más aún sus bellos ojos negros.
Raquel le está diciendo en ese momento. El padre Anselmo me habló mucho de ti. De lo valiente que eres, también de lo buena que fuiste con él.
Quiero que sepas que en esta casa, serás uno más de nuestra familia.
Gracias  señora. Yo haré todo lo posible para no defraudarles.
¿Te vas a quedar con nosotros María?
Sí claro. Os contaré muchos cuentos y jugaré con vosotros.
¡Bien, bien! Gritaban los niños encantados.
Cuando María entró en su habitación para irse a dormir, ya conocía a toda la familia.
Todos habían sido muy amables. Lo que no le acababa de gustar era la mirada del abuelo. Era un señor muy simpático de unos setenta años, pero no sabía por qué  la mirada del anciano no la gustaba. Será que la comparo con la del padre Anselmo. Tenía una mirada tan dulce...
La cama era tan bonita que no se atrevía a deshacerla. Al fin se acuesta. La sensación es maravillosa. El olor a limpio y el cómodo colchón son como un paraíso para Maria.
Mis hermanas tendrán una igual, estoy segura que se sentirán felices. Pensaba la muchacha como si tuviese remordimientos  por ser tan feliz en aquel lecho.
Estaba cansada y muy pronto se quedó dormida.
Llevaba cerca de un año en aquella casa.
La señora  la había enseñado a cocinar y a todo lo que se debe saber para llevar una casa.
También la enseñó a tratar con la gente. Incluso como se debe de defender una mujer. Por eso mismo se dio cuenta por que no la gustaba la mirada del anciano y sus intentos de persuasión.
El anciano señor comprendió enseguida, que no había nada que hacer y desistió del intento.
A pesar de ello su mirada seguía siendo sucia.
Maria era feliz en aquella casa. Pero las pequeñas ¡ le recordaban tanto a sus hermanitas!
¿Qué será de ellas? Se preguntaba a menudo.
Sabía que vivían en Gijón, pero nada más.
Si yo pudiera ir a España se decía. Con eso sería suficiente. Las encontraría.
Pero eso era un sueño imposible. ¿O no tan imposible?
Sabía que muchas personas lograban llegar a España, aunque les costara mucho, y a veces también la vida.
Ya no le parecía una idea tan descabellada como cuando hablaba  con el padre Anselmo.
La idea de ver a sus hermanas ya se había convertido en una obsesión.
Pasó otro año. Ella había oído hablar de las pateras y todo el lío que eso conlleva, pero la idea por dura que fuera ya no la parecía imposible. Día a día se iba adueñando de ella.
Aquí estoy bien. Se decía.
Todos me tratan como a su familia. Pero no lo soy,  y mi única familia son mis hermanas.
Un día se lo dijo a Raquel. Aquí soy muy feliz, pero añoro tanto a mis hermanas. Si pudiera ir a España, estoy segura que las encontraría.
Abandona esa idea. La había dicho Raquel. Es muy difícil y la mayoría lo pagan con la vida.
Tenía algún dinero ahorrado. Ya se había enterado que era suficiente.
¿Qué hacer? Se preguntaba. Si logro llegar con vida ¿Cómo lo hago para pasar inadvertida y que no me detengan?
Lo demás no le preocupaba. Ella sabía como hacerse con comida para subsistir, en eso era una experta.
La idea no se le iba de la cabeza.
Solo te pido que si algún día decides irte me lo digas. Pase lo que pase, nosotros somos como tu familia. Si no lo consigues puedes volver. Le había dicho Raquel. Sabía casi seguro que la muchacha lo intentaría.
Por fin, un día Maria se las arreglo para tomar contacto con los pormenores del asunto. Aunque no estaba muy convencida del método, decidió ir a España.
Así se lo dijo a Raquel.
¡Dios mío! No sabes cuanto lo siento. Tú sabes lo que haces. Intentó convencerla de mil maneras, aunque mirando a los ojos de Maria sabía que sería inútil.

Por fin una mañana, dejó una nota encima de la cama y se fue.
La nota les daba las gracias por todo lo buenos que habían sido con ella, y les rogaba que no dijeran la verdad a los niños.
Dos lágrimas habían emborronado su firma.
A partir de ese día todo había sido espantoso. Nervios, angustia, frío. El  recuerdo de un mar interminable y una noche de horrible y eterna pesadilla, que se adueñaba de todos los ocupantes de aquella rústica embarcación que más bien parecía una hoja seca a la deriva.
Por fin la costa. Faltaban pocos metros, estaba bastante oscuro. Era una noche perfecta para ocultarse. Todos creían haberlo conseguido.
De pronto una ola volcó la patera y todos sus ocupantes salieron despedidos.
Maria recordaba que otra ola la había arrastrado.
Sabía nadar, pero en esos casos poco se puede hacer.
Luego recordaba que un fuerte golpe, y nada más.
El cuerpo de Maria entre las rocas donde el mar la había depositado estaba dolorido,  ¿Dónde estaré?
Abrió los ojos y los cerró al mismo tiempo. El Sol  la cegaba, no sabía donde estaba, pero si que estaba viva y en tierra. Eso de momento era mucho.
Tengo que esconderme hasta que se haga de noche. Pensó.
Esta vez abre los ojos lentamente y mira a su alrededor. Estoy a salvo se dice nada mas divisar la encrucijada de rocas que la rodean. Me esconderé e cualquiera de esas cuevas.
El paraje era inhóspito. No pasaría nadie por allí. Detrás de ella, una de aquellas cuevas en las rocas la invitaba  entrar.
Tenía un hambre atroz. Estaba acostumbrada a pasarlo mal.
De pronto recordó la faltriquera. En ella había metido unos frutos secos.
Gracias a Dios no la había perdido, seguía sujeta a su cintura.
Unos cuantos frutos secos serían suficiente. Estaban mojados pero eso era lo de menos.
Sintiéndose un poco más fuerte, miró a su alrededor.
A lo lejos divisaba algo que debía de ser los restos de la patera. Había gente y un coche de la policía. Su débil cuerpo, sintió un escalofrío. ¡Dios mío que no me encuentren por favor!
Comenzó  a rezar las oraciones que el padre Anselmo le había enseñado.
La policía no parecía tener mucho interés y enseguida se fue.
Maria seguía acurrucada en el hueco de la cueva que parecía hecho a su medida.
Un poco más tranquila después de ver marchar a la policía pensó. Bueno ahora tengo que trazarme un plan. No puedo moverme de aquí hasta que se haga de noche. Después que Dios me ayude, porque no sé que va a ser de mí.
El mundo se le venía encima, pero acordarse de sus hermanas la levantaba el animo.
El padre Anselmo la había enseñado muchas más cosas que rezar y la había convertido en una persona muy fuerte.
Sé que puedo lograrlo se dijo.
No sabía lo difícil que le resultaría, ni siquiera que pudiese lograrlo. Pero de momento esa era su meta.
Haciendo planes de cómo llegaría hasta el norte, pasó todo el día. Le vino bien porque se recuperó de su cansancio y cuando cayó la noche ya lo tenía todo planeado.
Se dirige al muelle. La complicidad de la noche es su aliada.
Primero, colocándose en un lugar donde no podía ser vista, examina el panorama.
Hay mucha gente, es una zona de carga y descarga.
Ella podría esconderse en cualquiera de aquellos camiones.
En el puerto hay muchas personas de color, lo que le servirá para pasar desapercibida.
Con todo el sigilo del mundo pasa de un lugar a otro buscando la ocasión de poder colarse en cualquier vehículo de carga que esté abierto.
 
La ocasión está ante sus ojos. En un furgón están cargando unas cajas que trasladan hasta el interior del vehículo por medio de una carretilla mecánica.
Espera muy cerca. Ese será su destino.
Lo primero es salir de aquí luego ya veremos.
Las cajas fueron ocupando el camión.
En un santiamén, mientras los hombres se dirigían a por más mercancía. Maria se cuela como un bello reptil dentro del camión. Se coloca detrás de unas cajas y contiene la respiración.
Por fin terminan de cargar y el conductor cierra el furgón.
¡Buen viaje! Escucha decir a los obreros despidiéndose del conductor.
Gracias, contesta este.
El camión se pone en marcha. Maria piensa. Este es el comienzo de mi nueva vida.
No tenía ni idea de lo que contenían las cajas, pero olían muy bien. Metió la mano entre ellas y un escalofrío de placer inundo su cuerpo. Era fruta.
Consigue sacar una pieza, no sabe que es pero tampoco la importa. Es comida. Devora tres frutas que resultan ser melocotones. Están un poco verdes, pero eso tampoco importa.
Después de varias horas el camión frena. Maria se echa a temblar.
Si me descubre llamara a la policía y todo estará perdido. Me devolverán a mí país y todo habrá sido inútil.
Sintió cerrarse la puerta del camión y escuchó. No podía oír nada, solo algún que otro vehículo que también se paraba allí.
Era un restaurante donde  los camioneros solían parar para descansar y reponer fuerzas para enfrentarse a las largas horas de carretera.
Por fin escucha voces. ¿Adónde vas a descargar? Pregunta alguien.
Voy al norte responde una voz.
Te queda mucho camino. Que tangas suerte amigo.
Gracias lo mismo digo.
Al Norte se repite Maria. ¿Será este el que se dirige al Norte?
¡Dios lo quiera!
El camión vuelve a ponerse en marcha. Una música llega a sus oídos. Procede de la cabina y es muy dulce. Maria se duerme.
Un movimiento brusco despierta a la muchacha. A continuación toda la carga se movió hacía un lado dejando a Maria al descubierto.
El vehículo había pisado suelo blando y quedado medio volcado en la cuneta.
La música cesó y solo se oían los juramentos que salían como llamaradas de la boca del conductor.
A Maria no le había dado tiempo a esconderse. Se abrió la puerta del  furgón. El conductor no la vio, solo se fijo en la carga que estaba colocada a un solo lado del camión.
Bueno por lo menos no se ha estropeado la carga. Dijo hablando para sí mismo.
Dejó la puerta abierta y sacó un teléfono móvil del bolsillo. Estaba llamando a la grúa para que lo sacara de allí.
Nada más que desaparezca de ahí me escapo. Pensaba Maria.
No tardo en darse cuenta que esta vez no sería posible. El camionero había vuelto a cerrar la puerta.
Pasaron como dos horas.
El hombre en la cabina había hablado por teléfono con su familia. Por lo que María oyó, tenía dos hijos y una esposa. Les mandaba besos y decía cosas bonitas a su esposa. La llamaba cariño.
No le decía nada del accidente, seguro que no la quería preocupar.
María sacó en consecuencia que debía de ser creyente, por que decía muchas veces. Gracias a Dios.
¿Cómo será? Debe de ser viejo.
Bueno lo importante es que no me descubra.
Si logro llegar al norte será todo muy fácil.
María era muy animosa pero una voz en su interior le decía. No tan fácil María.
Luego pensaba. Será difícil pero no imposible. Tengo que encontrarlas.
Sintió llegar la grúa. Se sujeta por instinto a una anilla que hay en la pared del camión y empieza a rezar para que no la descubran.
El camión se va poniendo derecho y María contiene la respiración. Una vez levantado el camión. El de la grúa y el conductor se disponen a  colocar de nuevo la carga.
Alguien se acerca peligrosamente al lugar donde esta ella. Se enrosca sobre si misma y espera lo peor.
En ese momento el conductor mueve las cajas que ocultan a Maria.
Dios mío. Se dice la pobre. ¡Estoy perdida!
El hombre enfoca la linterna hacía el rincón en el que se oculta la muchacha, y la ve. La mira fijamente. Cuando Maria cree que  va a delatarla  o  a echarla de allí por lo menos. El conductor de la grúa pregunta ¿Qué todo bien?
Sí, sí todo bien, gracias a Dios.
La mira de nuevo y la vuelve a tapar con las cajas. Luego sale del camión cerrando las puertas tras de él.
Maria no sale de su asombro. Esta segura que la ha visto.
¿Qué pasará ahora? Me llevará a la policía, eso debe de ser. O pensará aprovecharse de mí cuando esté solo.
¡Dios mío ayúdame por favor!
Por otro lado María pensaba. Tiene una esposa e hijos y parece un hombre bueno.
De todas formas se le ocurre que intentará abrir la puerta.
El furgón circula por una carretera tranquila, tiene pocas curvas. María está acoplada en su rincón. No sabe como salir de allí. Lo ha intentado pero son muchas cajas y están muy bien colocadas.
De todas maneras, sigue intentándolo.
Habrían recorrido unos tres kilómetros, cuando se da cuenta que el camión se detiene.
El corazón de Maria ya no tiene sitio para latir.
No le da tiempo a pensar, cuando la puerta del camión se abre de nuevo.
Una voz enérgica dice: Sal inmediatamente. Empezó a mover cajas. Debía de ser muy fuerte porque las movía con mucha facilidad.
Cuando la muchacha estuvo al descubierto, el hombre dijo:
Levántate y no intentes nada, enséñame las manos.
Maria se levanta despacio, tan despacio que parece que se moviera en cámara lenta.
Su cabeza era un revoltijo de cosas pero lo que más sentía, era miedo.
El hombre la mira de arriba abajo. Si eres una mujer. Dice asombrado.
El silencio se hace durante unos segundos.
Menudo problema. ¿Y qué hago yo ahora con esta criatura?
Piensa el pobre hombre, mesándose los cabellos.
Un par de veces había encontrado polizones en su camión, pero eran chicos jóvenes que se escapaban de sus casas. Los dejaba en una gasolinera y eso era todo.
Pero esta vez era muna mujer, y de raza negra. Seguro que es una inmigrante. Se dijo.
Sin salir de su espanto. Pregunta ¿Sabes mi idioma, cómo te llamas?
La muchacha traga saliva con dificultad y responde casi sin voz: María me llamo María.
Menos mal. Dice el camionero con alivio, por lo menos me entenderá.
Se sentó junto a ella y le preguntó ¿Tienes papeles? No. Contesta Maria. Vine en una patera.
¡Dios mío! Dice el conductor, echando las manos a la cabeza, ¿Y ahora qué hago yo contigo?
Déjame marchar. No me entregues a la policía.
La policía precisamente acababa de llegar y asomándose al interior del camión pregunta amablemente ¿Tiene algún problema,  amigo?
El hombre se levanta simulando estar muy tranquilo.
María piensa. Ahora me entregará y sabe Dios que será de mí. Si me devuelven a mi país volveré a la casa de Raquel, pero mi aventura habrá terminado aquí. No veré jamás a mis hermanas
Luego pensó. Jamás es mucho tiempo. Lo intentaría otra vez.
En la carretera, los policías hablan con el camionero. Este les da las gracias y sube a la cabina del camión.
Las puertas del furgón eran otra frontera para Maria. No podía escapar, pero por lo menos el camionero parecía un hombre bueno. No la haría daño. Un hombre que invoca tanto a Dios no puede ser muy malo.
En eso Maria tenía razón.
Alfonso. Que así se llamaba el camionero; se había criado con sus padres que eran muy católicos. Él no era un beato, pero si creía en Dios y respetaba a las personas. No se pasaba el día rezando, pero en su camión siempre se podía ver una imagen de la Virgen de Covadonga. Para él era como una compañera que la protegía de todo mal.
Llevaba muchos años recorriendo el mundo con su camión, y nunca había tenido un accidente grave. Solo pequeñas cosas como la de hoy. Eso también se lo atribuía a su querida "Santina"
A su "Santina" le pedía ahora que le ayudará a salir de este apuro.
No sabía qué hacer con la muchacha.
Para dejarla en la carretera tenía que ser un canalla. Si por lo menos fuera un chico...
Pero era una mujer y una mujer muy guapa.
Alfonso, contando con la experiencia de veinte años en la carretera, sabía donde iría a parar una chica como esta, tan joven y sin papeles. Buenos complementos para que cualquier sinvergüenza que la echara la vista encima.
Alfonso pensaba que era mejor que fuese devuelta a su país.
Decidió hablar con ella.
Los frenos sonaron de nuevo. María rezaba.
¿Qué pasara ahora?
Se volvieron abrir las puertas del camión. María se puso en pie cuando Alfonso la alumbró con la linterna.
Ven. Le dijo. No podemos pararnos aquí. Vendría de nuevo la policía. Tengo que hablar contigo. Te llevaré a la cabina.
La ayuda a bajar. Ya en la carretera le dice:
Si nos para la policía diré que eres mi novia. La mayoría de los camioneros tienen muchas novias. No les extrañará. La muchacha sube al camión con el alma en vilo. No se atreve ni a respirar. Se coloca en el asiento tan tiesa como un palo. No las tiene todas consigo. Lo de las novias de los camioneros, no la tranquiliza mucho.
Él  se da cuenta cuando María tira de su falda, que se le ha quedado un poco enganchada en el asiento, dejando un poco al descubierto sus hermosas piernas.
Alfonso soltó una risa que lejos de una amenaza a Maria la parece tranquilizadora.
Puedes estar tranquila. Yo no soy de los camioneros que tienen novias. Le dice con orgullo. Tengo una mujer maravillosa que no cambiaría por nada del mundo. Además, tengo un hijo y una hija más o menos de tu edad.
¿Cuántos años tienes? 
  CONTINUARÁ
 
 
 
 
  
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NOVELA POR ENTREGAS

Palabras Clave: AMOR PASION INTRIGA Y MUCHA REALIDAD

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



Comentarios (1)add comment
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Mara Vallejo D.-

Muy buena segunda parte, me encantan esos retos.
Responder
June 16, 2015
 

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busy