NINFAS EN EL BOSQUE
 
Es difícil dejar de cavilar sobre la belleza de las mujeres, resulta pretencioso el intentar comprender lo que ellas piensan, tienen similitudes pero son diferentes en su totalidad, pueden ser copos de nieve, sedosas perlas, frios y húmedos ébanos, dulces cañas mojadas con sabor a ron, brisas del viento, diluvios del cielo, tempestades de melancolía y nostalgia. Se mantienen cerca y no tan cerca, para poder marcharse cuando haga falta, tienen en su espíritu a Atenea y Ares en sus venas pues como no den vida, asesinan, Te arrebatan, de golpe te arrastran al infierno, te rodean con sutil deseo, colisionan en tu cuerpo y te vuelven esclavo de un placer que se toca dulce y sabe a pradera. ¿Qué seremos para ellas? ¿Entes itifálicos que sólo mueven sin control sus caderas? ¿Máquinas de vapor que vienen y van cuando hagan falta? ¿Placebos atemporales innecesarios?. Es angustioso en sí, el intentar saber que es una mujer, que es este cuerpo, que irradiaba de calor y ahora yace helado cerca de mío, ser que me arrancaba los ojos al mirarme, me calcinaba al tocarme y me llevaba lejos al adentrarse, al deslizarse en mi cuerpo. ¿Qué son?, Baco quizá tampoco sabe y por ello nos brinda el vino, la substancia ardiente que nos vuelve mansedumbres y al igual que ellas, nos convierte en seres extraños de sí. Verdugos del momento, reyes temporales de un micro reino.
Aquí, delante de mí, se encuentra ella, con el fuego eterno pero sin la habilidad del fénix, está aquí pero ausente como en todos sus momentos, con un mundo en su cuerpo, helado y desolado, lleno de frío calcinante cuál purgatorio. No hay peor sentido que el oído, que nos hace saber lo que está alrededor de nosotros, que nos golpea con el desprecio, el abandono y la desolación de las palabras. Quiero olvidar mi presente y mi pasado, el ron ya no me permite permanecer con el justo de Morfeo, deshacerme de mi cuerpo y llegar a encontrarme a ninfas en el bosque, dejar atrás las modestas maquinaras, la sociedad nefasta y caminar entre hierbas secas, correr rápido hasta ver la luz del sol entre los árboles y sentir su roce delicado. Desespero por llegar mientras cojo la sabana que alguna vez anhelé, blanca y carmesí, para tomarla por mi cuello y arrogarme a lo profundo de la noche para llegar al alba y abrazar auras, austerias, alseides y napeas.
 
Emman.