Legado carmes
Publicado en Jan 27, 2015
Han pasado ya 50 años y sigo arrepintiéndome de aquel día en el que decidí no soportar más los azotes de las personas contra mí y probar mi suerte en el bosque. Son dos semanas ya las que no se ha presentado él. Quizá mi cuerpo viejo, mutilado, ya no parece serle útil. Los recuerdos lucidos de aquellos primeros años a su merced me vienen a mí a cada instante; el comerme y no hacerlo por completo me pasan de un instante a otro sin comprenderlo, todos los recuerdos se encuentran en el aire que respiro, en la tenue luz que se escabulle por el tejado, en el rechinar de esta cama maltratada, en el olor ácido que desprende la chosa en la que cautiva eternamente me encuentro, en el sabor metálico que posee mi cuerpo. Atardece. lo sé por el tenue carmesí que sigiloso entra por la desgastada chosa. Cierro los ojos por un instante y un fuerte crujido me pronostica su llegada.
Con una amenazante y desgarradora sonrisa que le permite resaltar sus filosos colmillos, me platica orgullosa y valerosamente, que una niña de nombre Caperucita Roja, quien de forma confusa es mi nieta, la cuál fue criada por uno de sus amigos, un leñador. Ha tomado por iniciativa propia el mismo juicio que hace 50 años tuve Un fuerte dolor en mi pecho me derrumbo al momento, mi cuerpo se debilita, se siente cansado. Mientras él se aproxima, con esos enormes y asfixiantes ojos a realizar una vez más lo que ya no había hecho... Mientras trascurre la tarde, vislumbro por un hueco del tejado, a un ave que ágil vuela. Libre en el cielo...
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