El ngel de la muerte 2
Publicado en Jul 16, 2014
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Cerilia y yo llegamos a un sitio oscuro y baldio. El sitio de mi muerte.
-¿Esto es necesario?- pregunté.
-Para ser la Muerte debes destruir todos tus sentimientos y llenarte solo con la reconfortante frialdad de la oscuridad. Y eso solo se logra al presenciar la muerte propia.
Avanzamos a buen paso por el terreno escarpado hasta llegar a una parte oculta por matorrales, detrás de los cuales se divisaba el brillo de una fogata.
-Vamos- dijo Cerilia.
Nos acercamos hasta cruzar los matorrales. Ahí estaban Julieta y Brady, junto con otras tres personas, dos hombres y una mujer. A uno de los dos hombres lo conozco, se suponía que estaba preso. Los cinco miraban un punto cerca de la fogata.
Y ahí estaba yo, desmayada a causa de alguna droga oculta en mi bebida, el truco más viejo de todos.
-Aquí esta- dijo Brady-. Cumplimos nuestra parte.
-Cumplan con la suya- dijo Julieta. Me miro con maldad y añadió-: Maténla.
La mujer sonrió.
-Recuerdan que deben quedarse a mirar, ¿cierto?
-Sí, lo sabemos- dijo Brady, hastíado-. Hagan lo que deben hacer.
-¿También recuerdan como deben verlo?
Julieta asintió, molesta. Por el contrario, Brady estaba ansioso.
-En cuanto a mí, ¿solo será la apariencia?-preguntó Julieta.-¿No me pasará nada?
-No te haremos nada, lindura- dijo uno de los hombres-. Eso te lo hara tu novio, esta charada debe resultar lo más creíble posible.
No comprendía a que se referían. ¿Una charada? Miré a Cerilia en busca de respuestas, pero ella no dijo nada. Volví a mirar la escena y comprendí a que se referían.
Habían atado a Julieta a un árbol, con los brazos sobre su cabeza, y la habían amordazado. Uno de los sujetos le estaba desgarrando la ropa hasta dejarla prácticamente en harapos, cuando terminó, fue el turno de Brady. Le arracó la ropa interior y la penetró repetidas veces mientras ella se revolvía. Cuando terminó, los dos sujetos lo golpearon y lo ataron a otro árbol cercano, arrodillado y con los brazos detrás, y también lo amordazaron.
Volví a sentir como la rabia me inundaba. Era así como se libraron de toda sospecha. Sentí el frío tacto de Cerilia en mi hombro, y me tranquilice.
En ese momento, los dos hombres y la mujer me miraron. Había llegado el momento de dejar de fingir. Fue inevitable preguntar:
-¿Qué pasará ahora?
-Ya lo verás- dijo Cerilia.
La mujer se acercó a mí y me arrastró hasta otro árbol, donde los dos hombres me ataron de las manos y me colgaron de una de las ramas.
Entonces uno de los hombres comenzó a rasgar mi ropa y yo desperté. Fue una mala decisión. El sujeto que había ayudado a encarcelar me miró.
-Nos volvemos a ver, lindura- dijo.
Me agarró por la barbilla y me obligó a abrir la boca, y el otro sujeto se acercó y me cortó la lengua.
Grité, incongruentemente. Recordar vagamente mi muerte era una cosa, ver como empezaba mi suplicio con claridad era desmoralizador en extremo.
Mi muerte fue un proceso largo y doloroso. La mujer tomó una brasa de la fogata con un guante y lo usó para quemarme los párpados, después los dos hombres me golpearon con cualquier objeto que encontraban: piedras, ramas carbonizadas todavía calientes, hiedras...me golpeaban por todas partes. Me sorprendió el hecho de que, conforme la paliza avanzaba, empezaba a relajarme hasta el punto de que me parecía ver una película de terror. Luego de que se cansaron de golpearme, uno de los hombres me violó, mientras el otro me hacía cortes en la espalda, después ese mismo hombre me sodomizó con una rama ardiente.
Cuando terminó, me miró el rostro y dijo:
-¿Por qué tan triste, cielo?
Me sujetó de la barbilla y metió su navaja en mi boca.
-Deberías tener una bella...-cortó las comisuras de mis labios, abriendolas hasta las mejillas y dibujando una sonrisa sangrienta-...sonrisa. Muy bien, así les sonreíras a todos en tu funeral.
La mujer comenzó a lanzarme brasas calientes al rostro, y luego me golpeó con una rama astillada.
-Bien, ya fue suficiente- dijo-. Maténla de una buena vez.
El hombre con la navaja volvió a acercarse, y esta vez me hizo un corte profundo en la pierna.
-Es hora de irnos- dijo Cerilia mientras me miraba agonizar, y volvimos a la sala con el escritorio.
-Hay algo que debes saber- dijo, y se sentó detrás del escritorio.
Esperó a que me sentara frente a ella y dijo:
-Como el ángel de la muerte, debes llevar un estigma, la menos lastimosa de tus heridas mortales.
-¿Y esa cuál sería?- pregunte con indiferencia.
Cerilia abrió un cajón y sacó un pequeño látigo, entonces sin que yo me lo esperara, me golpeó con él en el rostro. Inmediatamente me palpé, y sentí las cicatrices en mis mejillas de la espantosa sonrisa grabada en mi piel con el arma que me había arrebatado la vida.
Cerilia sonrió, satisfecha.
-Estás lista para ser la Muerte- sentenció.
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Foto del autor Ana Fernandez
Textos Publicados: 63
Miembro desde: Nov 21, 2012
2 Comentarios 650 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Gente sensible no leer. En caso contrario no criticar ni molestar

Palabras Clave: cuento muerte heridas

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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Selva Medina

GUAooo....lograste captar mi atención....venía tan interesante que no me di cta....además lo narras tan bien que me pareció ver la película...y dónde sigue esto??? xq me quedé con las ganas de saber el desenlace.......tienes la tercera parte???
Responder
July 17, 2014
 

Ana Fernandez

Hola, me alegra que te haya gustado. La tercera parte estara en un dia o dos. Saludos
Responder
July 17, 2014

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busy