Nyanko Constantine y la Invacion de la Via Lactea (CAPITULO 10)
Publicado en Apr 20, 2014
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Nyanko se alegró mucho al escuchar una respuesta positiva. La ofreció una gran suma de dinero, varios cuartos para todos sus aparatos y hospedaje por tiempo indefinido. El señor Azdan y Lord Kelvin dijeron que en unas semanas terminarían de agrupar todas sus maquinarias y se trasladarían a su palacio. Nyanko sonrió ampliamente y estrecho las manos de ambos caballeros. Názer se fue a atender un problema con un androide  y Nyanko se había dado media vuelta para salir de esas instalaciones, pero antes de que diera un par de pasos, Lord Kelvin la tomo del brazo.
-¿No quiere que la acompañe, Madame Nyanko?- pregunto con un tono amable.
 Nyanko asintió afirmativamente  y caminaron por el pasillo hacia las escaleras y de ahí salieron por la pared donde estaba el cuadro falso.
-Fue un gusto conocerle, reina Nyanko. Yo… creo haber conocido a sus padres, o tal vez eran familiares de usted… se llamaban Edgar y Acacia Constantine, ¿si eran ellos?-
-¿Usted vivió cuando estaban mis padres? ¿Los conoció? Yo no recuerdo mucho de ellos, solo he escuchado que hablan muchas cosas positivas de ellos-
Lord Kelvin se quejó cuando llegaron a la puerta que conducía a la casa. De la mano de Kelvin salía un poco de humo, pero la oculto tras de el para que Nyanko no lograra ver su quemadura.
-¿Le ocurre algo, Lord Kelvin?-
-No se preocupe, no es nada-
-De acuerdo… gracias por acompañarme hasta la salida. Ha sido muy amable. Nos veremos pronto, señor Kelvin-
Nyanko trono los dedos y desapareció en una espesa nube de huno rosa. Nyanko había regresado a su palacio con mucho sueño. Le pidió a uno de los sirvientes que por favor la despertara cuando llegaran todos de su entrenamiento. Pero a unos metros de llegar a su habitación, su vista se nublaba y todo se tornaba borroso. Nyanko abrió los ojos y noto enseguida que no estaba en su palacio. Estaba de nuevo en aquella feria abandonada, pero esta vez se veía más diabólica. Los juegos estaban igual de despintados, pero casi todos tenían sangre o algunos trozos de ropa o incluso la prenda completa con sangre. No había nadie, solo sangre por todos lados y una respiración cercana a un gruñido. Se escuchaba muy fuerte y a lo lejos se escuchaba una musiquita como la de una caja de música. Pero esta se escuchaba diferente; se escuchaba bien y luego se entrecortaba. Nyanko no se atrevía a moverse, solo temblaba. Moviendo la cabeza muy lentamente se dio cuenta que los premios embolsados que estaban colgados de algunos puestos se comenzaban a mover produciendo un ruido bastante fuerte. De pronto el rugido ceso. Ahora solo se escuchaba el ruido de las pisadas de una criatura gigantesca. Nyanko volteo hacia atrás de ella pero no lograba ver a la criatura por ningún lado. Solo el ruido que producían sus pisadas y el temblor que producían en el suelo. Nyanko echó a correr, pero se detuvo al escuchar la voz de la criatura atrás de ella.
-Constantine… por fin nos volvemos a ver… ya hace, ¿Cuánto? ¿7 años?-  dijo una voz gruesa y fuerte.
Nyanko sentía que su corazón iba a salir de su pecho, pero se armó de valor y se dio media vuelta de frente a la criatura. Tuvo que voltear hacia arriba para poder ver a la criatura a la cara. Medios aproximadamente 10 metros, tenía el aspecto similar al de un hombre, pero se veía a la vez como un monstruo. Tenía el cabello negro largo, de su cabeza sobresalían unos cuernos similares a los de una cabra, pero aún más largos, tenía los dientes muy filosos, sus piernas tenían la curvatura como el de las patas de los gatos y tenía un aspecto muy siniestro.
- Exactamente 7 años, Makárion. ¿Por qué apareciste esta vez? No estoy furiosa como para que aparezcas...- dijo Nyanko intentando ser un poco más valiente y no mostrar su miedo.
Pero como si lo pudiera ver,  Makárion le dijo acercándose más a Nyanko:
-No ocultes tu miedo… yo puedo saber a la perfección cuando esas furiosa, o cuando tienes miedo, o cuando estas enojada. Y aparecí para mostrarte algo-
Makárion extendió su mano a un par de metros de la cara de Nyanko, mostrándole una esfera color perla.
-Esto que vez, es tu reino siendo atacado por Annej Coldwell. Mientras tú estás inconsciente, todos tus amigos y tus tropas están siendo aplastados por tu enemiga-
Nyanko no podía dar crédito a lo que veía. No, no podía ser posible. Efectivamente, Annej había llegado finalmente a Júpiter y atacaba sin piedad a todos, fueran mujeres o fueran niños. Nyanko sentía un dolor de cabeza muy fuerte y punzante. Fue tanto su dolor que se arrodillo.
-Vuelve a observar. Contémplalo, porque tú misma acabaras con todos. Y estoy seguro de que no esperabas esto-
Nyanko levanto la vista hacia la esfera otra vez. Vio como Annej apuñalaba a Shane. Eso si debía ser imposible. Miraba como caía al suelo junto con Nyra.
 Nyanko comenzaba a perder el control de su mente, hasta que sintió que la perdía completamente.
-Ya has perdido todo control que tenías con tu mente, Constantine. Ahora te ordeno que regreses en sí y acabes con todos por igual. Quiero inaugurar mi regreso y quiero que sea algo inolvidable.
Nyanko abrió los ojos y vio que estaba en el piso de su palacio. Vio que la rodeaban algunos de sus sirvientes, Shane, Nyra, Vaknor, sus hermanos, Cornelia y Elena. Ya no tenía control absoluto de sus acciones o de su mente. Se puso de pie y se quedó viendo hacia ningún lado.
-aléjense de mi… se los pido… por favor aléjense lo más que puedan de mi-
“Mátalos a todos. Resistirte no hará que yo los mate” dijo la voz de Makárion en su cabeza.
-¡Eres un mentiroso! Dijiste que estaban invadiendo Júpiter-
“Eso ya no importa… lo importante es que ya regrese a tu cuerpo y que cada vez que te enfurezcas apareceré… no importa donde estés”
Nyanko se arrodillo, sujetando su cabeza con ambas manos de una manera desesperada. Todos permanecieron en sus lugares originales, solo viendo con expresiones asombradas. Shane es el único que parecía moverse de su lugar, y dicho y hecho corrió hacia donde esta Nyanko arrodillada.  Finalmente, el cuerpo de Nyanko se transformó en lo que más temía: se había transformado en una mezcla de ella con el aspecto y cuerpo de Makárion. Shane permaneció donde había llegado. Los otros le gritaban que corriera lo más lejos posible, pero Shane no se movió, se volvió hacia donde estaban los otros y les dijo:
-Yo no me voy a mover de mi sitio hasta que regrese mi amada Nyanko… yo permaneceré a su lado-
Los demás corrieron escalera arriba, hacia el cuarto donde se encontraba la esfera que los llevaba al castillo.  El monstruo aun no parecía recobrar su conciencia, tenía los ojos cerrados. Pero cuando los abrió, miro directamente hacia donde estaba parado Shane. Firme como un caballero, serio como un Guardia Real.
-Es demasiado tarde, tu preciada Nyanko ya no tiene control en su mente ni en sus acciones. No puede recordarte, así que me será más fácil eliminarte y aun así ella no sentirá remordimiento hacia nadie- dijo la fuerte voz de Makárion.
Shane podía ver que en el interior de Makárion se encontraba Nyanko, intentando salir de una prisión. Pero, ¿Cómo iba a liberarla Shane sin hacerle daño? No tenía ningún plan en mente, pero tenía que pensar en uno inmediatamente si quería salvar a Nyanko. Shane pensó rápidamente que los demonios eran ahuyentados con el Símbolo Sagrado de Malganator. Si lograba invocar la ayuda de la Gran Diosa, podría ahuyentar al demonio, pero solo temporalmente, ya que había nacido con esa maldición y hacer que Nyanko volviera a ser como antes. Corrió rápidamente a la Sala principal y tomo el Símbolo Sagrado que estaba en lo más alto de una de las paredes. Pero en eso, el demonio había logrado llegar a la Sala. Shane puso el Símbolo frente a su cara y con los ojos cerrados empezó a decir oraciones en el idioma antiguo en forma de susurros. Del techo comenzaba a salir una luz amarilla muy fuerte y de esta empezaba a formarse la silueta de una mujer de cabellos negros azabache, de una longitud impresionante y muy lacio. En esos cabellos se veía todo el universo, las estrellas y el Sol. La mujer era nada menos que  la misma Malganator en persona. Se acercó un poco al demonio y le arranco algo que parecía ser el alma. Y después de eso, la luz se apagó y Malganator se fue. Cuando Shane abrió los ojos, estaba Nyanko tirada en el piso, tal y como era antes. Shane se acercó a ella corriendo. La sostuvo en sus brazos esperando que ella despertara, pero no fue así. Aun respiraba, pero muy lento y profundo. Shane pronunciaba muchas veces su nombre, pero ella aún permanecía con los ojos cerrados y con la respiración profunda. Pocos minutos después llegaron los demás, junto con muchos caballeros y guarias del palacio esperando ver al demonio gigante del que habían hablado, pero no fue así; Se encontraron a la Nyanko de siempre y a Shane abrazándola mientras por sus mejillas corrían lágrimas de desesperación. Enseguida llamaron a las enfermeras y se llevaron a Nyanko a la sala de urgencias ahí mismo en el palacio. La colocaron en su camilla y las enfermeras junto con todos los demás se pusieron a rezarle a Malganator para que la protegiera y a Keff para que la dejara en el Mundo de los Vivos y no se la llevara al Inframundo. Pero aun así, Nyanko no abría los ojos. Todos tenían caras largas y en algunas corrían lágrimas. Segundos después llegaron casi todos los guardias del palacio y también rezaron por Nyanko. Mientras que esos guardias se iban, llegaban otros. Esto lo hacían para no descuidar sus puestos y no dejar el palacio desprotegido. Ya después de que todos los guardias habían llegado a rezar, los amigos de Nyanko, junto con sus hermanos y Shane se quedaron un rato más, pero al final solo quedo Shane. Solo estaba cabizbajo, sentado en una silla junto a Nyanko. De sus mejillas aun corrían unas cuantas lágrimas.
¿Cuánto tiempo estaría así? ¿Días, meses? Las enfermeras ni los médicos podían hacer nada. Tan solo podían cuidarla de que no pescar alguna enfermedad. Los días siguieron como eran antes. Iban al castillo a entrenar casi todo el día, solo que esta vez estaban más preocupados por el transcurso de los días. Ya habían pasado semanas y Nyanko seguía en las mismas condiciones. No había despertado para nada. Shane se quedaba con ella cada que podía. Rezaba todos los días por su salud y seguridad. Pero un día, después de un mes ocurrió algo a lo que las enfermeras llamaban milagro, Nyanko abrió los ojos. Parecía estar desorientada y llena de energía. Le dio gracias a los médicos y a las enfermeras por lo cuidados y los rezos que habían hecho por ella y salió de la sala. Se dirigió a una de las habitaciones vacías en uno de los pisos altos y construyó su propio tiro al blanco.
Bajo hasta el sótano y tomo lanzas, un arco, una ballesta y un carcaj. Subió de nuevo a la habitación y dejo todas las armas recargadas sobre la pared y con lo primero que practico fue con las lanzas. Al lazar la primera se dio cuenta de que tenía una vista más certera. Podía apuntar al centro y justamente atinarle sin ningún esfuerzo. A decir verdad, ella misma se sentía diferente; se sentía más llena de energía y sus habilidades habían cambiado a otras más útiles para la guerra. Lo único que no sabía es que solo faltaba un mes para esa guerra tan temida por todos. Se la paso entrenando el tiro con las lanzas, seguido por el arco y al final con la ballesta. Estaba tan impresionada de que a pesar de que estuvo ahí en la habitación por horas no estaba casi cansada y seguía sorprendida por su vista certera.  Al final, su entrenamiento se vio interrumpido por la visita de Lord Kelvin. Cuando abrió la puerta se quedó bastante sorprendido al ver a Nyanko otra vez despierta.
-Señora Nyanko… debe ser un milagro de Malganator- dijo con un tono feliz.
Nyanko solo se limitó a sonreír ampliamente. No sabía que decir, estaba sorprendida al ver a Lord Kelvin en el palacio.
-Lord Kelvin, no quiero sonar grosera, pero ¿Qué hace aquí?-
- Bueno, ya nos instalamos en una habitación que nos recomendó uno de sus sirvientes y desde hace 2 semanas comenzamos a trabajar arduamente-
-¿Cuántas semanas estuve dormida?-
-Fueron exactamente… un mes. Y tampoco quiero arruinar su felicidad, pero se merece ser informada… solo queda un mes para la guerra-
Esta noticia dejo a Nyanko en shock. Un mes dormida y la guerra estaba cada vez más cerca. Con mayor razón se pondría a entrenar más duro que nunca y con su energía más elevada y su vista certera tendría más ventaja. Le agradeció a Lord Kelvin por informarle sobre la guerra y siguió tirando con la ballesta en sobre el tiro al blanco. Así continúo hasta la que la tarde cayó. Alguien había llamado a la puerta. Nyanko se detuvo y la abrió. Eran sus amigos y sus hermanos. Algunos tenían rostros de asombro y otros sonreían ampliamente.
-¡Los rezos funcionaron… la Gran reina Nyanko ha vuelto a la vida!- gritaron todos y seguido de estos abrazaron a Nyanko hasta casi tirarla. Nyanko se sentía muy feliz de poder estar con sus seres queridos. Pero Nyanko se dio cuenta de que entre todas las personas que la abrazaban no estaba Shane. Intento ocultar su desilusión y siguió con la sonrisa que se dibujaba en sus labios. Bajaron y celebraron en el comedor. Era un festejo bastante grande. Había muchos platillos y muchos de esos eran los favoritos de Nyanko, y había muchas bebidas, entre ellas estaba el famosos Fuego de Dragón, que era una bebida alcohólica que cuando la bebías dejaba una sensación caliente en la garganta, también había otra bebida que era llamada Hidra debido a su color verdoso, pero esta bebida no era alcohólica era de un sabor dulce con un toque agrio. Al final, casi todos terminaron un poco ebrios. Nyanko aprovecho ese momento y se desapareció del comedor. Salió del palacio y se dirigió al jardín de enfrente. Y ahí, arriba de unos de los arboles más altos de color verde bandera, se encontraba Shane. Estaba sentado en las ramas más altas del árbol jugueteando con unas estrellas que había invocado del cielo nocturno. Nyanko al verlo se llenó de una felicidad inmensa. Trepo el árbol sigilosamente hasta llegar a rama donde estaba Shane. El pareció no percatarse de que Nyanko estaba frente a él. Nyanko se acercó más a él y justo cuando él había levantado la vista hacia el adelante, Nyanko lo abrazo. Shane parecía no creer que fuera Nyanko quien lo estaba abrazando. Las estrellas se habían escapado de la mano de Shane para retomar su posición en el cielo y este le devolvió el abrazo a Nyanko.
-Pensé que nunca te volvería a ver…- dijo Shane con un tono de voz entrecortado. Por sus mejillas corrían lágrimas de felicidad.
-Yo pensé lo mismo, Shane… pero lo logre gracias a sus rezos. Vi a Malganator en mis sueños diciéndome que muchas personas habían estado rezando por mí y que había un joven que se quedaba más tiempo a mi lado… supe al  instante que se trataba de ti-
Shane metió la mano a uno de los bolsillos de su traje y saco algo brillante de él. Nyanko no logro distinguir que era hasta que Shane lo coloco en su cabeza. Era su corona y esa corona a su vez había sido hace muchos años de Acacia. Bajaron de gran árbol y se dirigieron adentro del palacio. Justo cuando entraron se acercó a ellos uno de los guardias y, haciendo una reverencia, le entrego una carta a Nyanko. Estaba doblada perfectamente y atada con un lazo de oro. Nyanko desato el lazo y desdoblo la hoja. Esta estaba doblada de tal manera que formaba una cuadricula perfecta y la escritura en los símbolos antiguos era hacia abajo. Era una carta de la Corte Real, eso significaba que era ya un problema más serio. La Corte Civil, así era llamada por los aldeanos, era la corte donde se trataban problemas como robos, pleitos entre la gente, choques, entre otros problemas un tanto más simples. En la Corte Real se trataban con problemas un tanto más serios, como secuestros, asesinatos, robo a mano armada, violaciones, matrimonios arreglados, etc.
La carta decía;
Estimada y honorable Reina:
La Corte Real citaba a Nyanko A. Constantine  a tratar con el caso # 230 con un NG de 5. Requerimos que se presente el día de mañana 60 de Lioj a las 25. Esperamos contar con su honorable presencia.
                                                                                       Alexander Maxwell
 
Nyanko suspiro. A veces odiaba tener que ir a la Corte Real y ver los rostros de las pobres personas, algunas golpeadas gravemente. Y eso no era lo peor, lo peor eran los años de condena que veces les daban a los acusados. De acuerdo con el NG que significaba nivel de gravedad eran los años de condena y a veces cuando era muy grave el estado de la víctima, les daban cadena perpetua. En este caso, el acusado iba a recibir bastantes años, ya que el NG era de 5, o sea el más alto. Y cuando la prisión estaba saturada, les aplicaban la “Ley Fuga”, que consistía en que los BloodRavens les daban la falsa idea de que eran libres y cuando corrían los prisioneros, les disparaban con arcos o ballestas. Nyanko fue a la Sala principal y justo al entrar se percató de algo que había cambiado en ella. Podía leer los pensamientos de los  presentes que en la sala estaban. Se escuchaban raros; las voces disminuían de volumen y los pensamientos se hacían más fuertes. Tenía que hacer un esfuerzo muy grande para concentrarse en las voces y hacer a un lado los pensamientos.
Se quedó parada algunos segundos en el marco de la puerta a la Sala principal y después corrió escalera arriba hacia su despacho. El fuerte esfuerzo de concentrarse en los pensamientos la desesperaba mucho. Al llegar al despacho cerró la puerta tras ella de un portazo. Se dirigió a la silla que estaba atrás del escritorio, pero chocaba con los diferentes objetos que estaban en el camino, uno de ellos es escritorio. Con ambas manos sostenía su cabeza con desesperación. Oía los pensamientos de  alguien que se acercaba a su despacho. Sonaba a la voz de Shane. Cada vez se acercaba más. Alguien llamaba a la puerta. Nyanko Grito que se podía pasar. La puerta se abrió lentamente ocasionando un rechinido bastante molesto para Nyanko. Era Lord Kelvin. Se veía como si hubiese envejecido en tan solo algunas horas.
-¿Le ocurre algo malo Lord Kelvin?- dijo Nyanko con un todo preocupado-¿No quiere ir a la sala de emergencias?-
Lord Kelvin no dijo nada. Solo negó con la cabeza. No se movió del marco de la puerta. Miraba adentro de la habitación, pero no entraba a esta.
-¿No desea pasar, Lord Kelvin?- dijo Nyanko un tanto extrañado.
Lord Kelvin pasó a la habitación y Nyanko le indico que se sentara en uno de los sillones cerca de la chimenea donde solo ardían unas tenues llamas. Nyanko trono los dedos y el fuego se avivo. Se sentó en uno de los sillones cerca de Lord Kelvin y le volvió a preguntar a Kelvin si se sentía bien. Lord Kelvin no respondió. Tenía la vista pedida en las grandes llamas de la chimenea. Nyanko tomo la mano de Lord Kelvin y la envolvió entre las suyas. La mano de Kelvin estaba fría como el hielo. Nyanko la soltó. No por su rara frialdad, sino porque le había brotado una nueva herida en la muñeca. La cubrió con su  otra mano, pero aun así corrían gotas carmesí por entre sus dedos. Lord Kelvin dirigió su mirada hacia las gotas carmesí que manchaban el hermoso traje de Nyanko. Tomo la muñeca herida de Nyanko y la observo. Parecía estar encantado por la sangre que corría y caía a la alfombra. Y luego de observar la sangre por algunos segundos, inclino su cabeza a la altura de la muñeca y la mordió. A Nyanko se le nublo la vista y se comenzaba a sentir débil. Después de eso, cayó en un profundo sueño.
Estaba Nyanko en un mundo bastante raro. Había caracoles de más de 3 metros de altura y su caparazón tenía colores muy vivos y  ventanas con diferentes cortinas. Los carteros eran perros que caminaban en dos patas y los aldeanos eran gatos, peces que volaban, puercos que también volaban, vacas que nadaban, entre otros.
Nyanko se acercó a un perro que entrego una carta a un buzón que, de lejos parecía un buzón común y corriente, pero cuando Nyanko se hubo acercado lo suficiente, se dio cuenta de que era un pelicano.
-Disculpe, señor Perro… ¿Me puede decir dónde estoy?-
El perro se no mostro ninguna expresión facial. A fin de cuantas era solo un perro. Hasta que halo.
-Lo siento, señorita… pero le tengo que entregar su carta al gato, sino el oso se va a enojar-
Nyanko se quedó perpleja por cuatro cosas; uno, el perro hablaba, dos, era un cartero, tres, ¿Quién era el gato? Y cuatro, ¿Quién era el oso y por qué se iba a enojar?
El perro se disculpó y siguió con su entrega de cartas en los buzones de pelicanos.  Nyanko camino por las calles a paso lento, viendo para todas partes con cierto aire perplejo. La calle desapareció y se transformó en una biblioteca bastante pequeña.
-Estando aquí no vas a regresar a tu mundo- dijo una voz siseaste de un hombre.
Nyanko volteo al piso y vio a un gato con una cara bastante humanoide. Nyanko lo observo por algunos segundos y le respondió:
 -¿Disculpe? ¿Me habla a mí?-
-Claro que te hablo a ti, criatura tonta. Te he dicho que estando aquí no te vas a poder regresar a tu mundo. Y gracias a ti, mi carta llego tarde. Y además tu cara está muy pálida y demacrada-
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Foto del autor Nina Munguia D.
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Descripción

Palabras Clave: Nyanko

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa


Creditos: Nina M.D

Derechos de Autor: Nina Munguia D.


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