Tengo ladrillos de vida gritando ayuda
que cuando caen, se quebran dejando mi alma muda
temo por cada uno de ellos a que revelen más de lo que pienso
cada vez que intento pegarlos con aromas de incienso.
 
Detesto el sándalo y su fragancia tan corriente
destesto  el popurrí que se brota de la dulce fuente
prefiero el agitado viento en la pálida veleta 
y quisiera ser por siempre púrpura violeta.
 
Más no tengo el poder de hacer crecer de vuelta
todo aquello que yace en el fondo de mi cáscara muerta
quisiera encontrar la balanza de lo justo y medido
acariciar la sombra, la luz y lo bello que he perdido.
 
Detesto el almíbar de donde brota la sustancia
 amarga, serena y su escuálida mancia
que me hace sentir que no volveré en mi maleta
de recuerdos y anhelos púrpura violeta.
 
 Bastidores, pinceles y trazos para dibujar
aquello nuevo que se ha borrado para volver a comenzar
Me detienen un segundo cuando escurre en la garganta
la témpera untuosa de la pena que canta 
 
Detesto la brisa cuando húmeda se inserta
en lo hondo de los huesos, la piel y la vida incierta
sí pretendo levantar de mi castillo la pandereta
sentir, mirar púrpura violeta
 
Más confuso está hoy aquello que me hace vivir
aquello que un día no, sentir y luego sí
No entenderían lo que en mi arraiga la soledad
peor que raíces, cadenas y sogas se imanta la infelicidad
 
No puede haber más que la esencia del ánima desnuda
calándose  en lo infinito, lo profundo y la carne cruda
que refulge el bermellón de la fresa, el ocre de una trompeta
y la flor más  bella mi púrpura violeta.