La historia de Sandra
Publicado en Nov 17, 2013
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Sandra era una alumna como muchos, mostraba hacia mi asignatura una real apatía. Acostumbrada a esa situación, uno se va endureciendo y ya no busca explicaciones a las renuncias tempranas, a esa convicción que conlleva la afirmación “no puedo” o la tan repetida “matemática es muy difícil”.
 En los momentos de práctica me detenía junto a su banco e intentaba llegar a ella, pero su mirada sin emociones o las respuestas cortantes me marcaban la distancia. Después de comprobar una y otra vez “que no valía la pena” justifiqué mi alejamiento y mi desinterés por ella  cuando me convencí de que había hecho  lo suficiente; “preocuparme” porque aprendiera “fracciones” y no insistí.
Después de compartir los resultados de rendimientos con mis colegas descubrí que Sandra no demostraba interés en ninguna asignatura, no cumplía con deberes, ni materiales,  faltaba mucho y desde una semana ya no aparecía en el colegio. Sus  compañeros  entre sonrisas cómplices e ironías me pusieron al tanto de que la calle le ofrecía a Sandra más atracciones.
Los directivos tomaron carta en el asunto  y así fue como me mandaron a averiguar qué sucedía; debía conseguir que retornara a las aulas. Confieso que la misión me produjo enojo, no concebía lógico regresar a alguien que no quería estar allí y por más argumentos sociales y culturales que se repetían en mi cabeza sabía que no lograría nada con ella; nunca lo había logrado.
El barrio de casitas estaba atestado de perros hambrientos en las veredas, metían sus hocicos en los tachos de basura y corrían con bolsas plásticas hilachentas en su poder como si se tratara de un botín, para terminar de desparramar su contenido en cualquier parte. Niños, en su mayoría descalzos, jugaban con una pelota en un sitio baldío. En una de las esquinas, encontré la casa que buscaba. Tenía las ventanas sin los postigos de madera y los vidrios habían sido sustituidos por bolsas negras de plástico.
La desconfianza me acompañó hasta la puerta; escapar de allí era lo único que deseaba. La mamá era una señora obesa, llevaba lentes de aumento y  no comprendió para qué me presentaba. Me hizo pasar para que esperara a su marido.
 Recuerdo la impresión que me produjo ver todo lo que se amontonaba en la sala de estar que tenía las paredes negras de hollín.  Leña, cartones, ropa secándose, un colchón tirado en el suelo, la mesa atestada de herramientas y dos sillas distintas con poca estabilidad. La señora sonrió cuando pregunté por Sandra, pero no respondió. Creo que nunca comprendió quién era ni lo que buscaba.
Cuando apareció el padre  agradecí que se tratara de un borracho alegre; de esos que subestiman la vida y que la violencia no dirige a sus actos. Golpeó mi espalda con fuerza cuando la señora me presentó. Lo hizo en cada ocasión en que tomaba la palabra para darme una respuesta. En un lenguaje poco ordenado hilvané los capítulos y conocí la realidad de Sandra. Eso era su vida. La mamá necesitaba una operación porque perdía la vista día a día, su padre hacía changas de albañil y antes de regresar a su casa consumía la ganancia de la jornada en el bar de la esquina. No tenían luz, por eso hacían fogatas dentro de su casa y como tampoco tenían gas cocinaban dentro del bidet del baño donde habían improvisado una parrilla. Las paredes oscuras y el olor rancio, las bolsas plásticas inflándose en las ventanas y los perros masticando sobre el colchón; son imágenes que aún hoy me duelen. Salí cuando estuve convencida de que no tenían ningún control sobre su hija, que ya ni la veían, que andaba con juntas raras y que solo pedía y pedía.
Cuando conté a mis superiores los resultados de mi visita lo hice llorando. Fue tal la impotencia y comprendí tanto a la muchacha que en mi enojo quería hacer de todo. Le llevé ropa, zapatillas; hasta  propuse pagarle el colegio, hacerme cargo de los útiles que nunca había tenido,  pero el  padre sólo me pidió dinero, comida y trabajo para su nena. Sandra resignada me miraba llegar a su casa con una expresión triste en los ojos delineados exageradamente. Sacudía la cabeza cuando dejaba sobre la mesa lo que había logrado juntar para ellos.
Desde mi familia me intentaron convencer en más de una oportunidad que lo que estaba haciendo no lograba nada, que no me correspondía a mí, que como Sandra eran cientos, miles… que el Estado, que la asistente social, que el municipio, que el hospital, que el psicólogo… no se  logró nada porque nadie hizo nada. Le conseguí un trabajo de niñera pero Sandra nunca se presentó,  la veía en la calle con más frecuencia, acompañada de muchachos mayores, con ropas ajustadas y mirada de desafío.
Dejé  las hojas de ese capítulo y volví a las rutinas de mi vida. Pasaron algunos meses y me encontré con el padre que volvió a golpearme con un saludo en la espalda. Pregunté cuál era la situación casi en un murmullo y el hombre festejó exageradamente a los gritos cuando me contó que su hija de 13 años estaba embarazada, que estaba viviendo en pareja a unos cuántos kilómetros, en un campo. Creo que adivinó mi pregunta  y me dijo “despreocúpese patroncita, la Sandra está re bien… tiene el freezer lleno”
Esta re bien, repetí mientras caminaba hacia mi casa. Unas lágrimas redondas y pesadas fueron acompañándome sin quejas, nacían así, como si fueran incontrolables.
La vida no es justa; mil pruebas hay de ello. Ni con lo que te entrega cuando naces, ni con lo que mereces mientras la transitas.
En mi desempeño como docente puedo experimentar esa sensación de disconformidad en varias oportunidades y con mi antigüedad en la profesión comprendí que el discurso no puede ser homogéneo, que así como se debe atender la diversidad en el proceso de enseñanza, también hay que ser frío al momento de fijar los mínimos objetivos que uno persigue con cada uno. Jamás podría decir que lo bueno para uno, sea bueno para todos después que tuve a Sandra en la 2da división.
Ser feliz para el padre era tener el freezer lleno. Para Sandra, haber logrado salir de su casa… no importaba cómo y a costa de qué.
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Foto del autor Silvana Pressacco
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Descripción

Lo bueno para mi no lo es para los demás, por lo menos, no para todos.

Palabras Clave: vida injusticia hambre necesidades

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Silvana Pressacco

Derechos de Autor: reservados


Comentarios (10)add comment
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Lucy reyes

Silvana, cuando elijo autores que me interese leer y te encuentro, no dudo en leer tus temas, porque sé que escribes bien. En éste real relato que conmueve, que es recurrente y doloroso, valoro a las personas que como tú se interesan en ayudar en alguna forma a quienes lo necesitan. Los profesores enfrentan todo tipo de situaciones en sus alumnos, unos inteligentes, otros indisciplinados, algunos con problemas, otros felices y es el profesor quien conoce lo bueno y lo malo de los alumnos, es el que siente, analiza, reflexiona, corrige y resuelve problemas. Admiro a los docentes y agradezco lo que de ellos se aprende.
Me encanta volver a leerte. Cordial saludo.


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November 19, 2013
 

Silvana

Qué lindo lo que me dejas Lucy. La labor del docente es hermosa, en oportunidades el acercamiento con nuestros alumnos es como si se tratara de cientos de hijos más pero también es ingrata y te aseguro que desgasta. Pero tiene esos momentitos de alegría que son suficiente para levantarnos de nuevo.
Estoy cerrando promedios y leyendo sus producciones y resoluciones son de terror!!! pero bué... hay que lucharla.
Cariños amiga y gracias
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November 22, 2013

Enrique Gonzlez Matas

COMPRENDO PERFECTAMENTE TU HISTORIA, SILVANA, YA SABES QUE SOY PROFESOR Y ADEMÁS EN UN CENTRO ESCOLAR CERCA DE BARRIADAS DEPRIMIDAS DONDE EXISTEN ALUMNOS Y ALUMNAS CON PROBLEMAS SEMEJANTES A LOS QUE TÚ CUENTAS. LA CLAVE, COMO SABES, ESTÁ EN EL AMBIENTE FAMILIAR. HACEMOS LO QUE PODEMOS, PERO EN OCASIONES OCURRE LO QUE TU CUENTAS: QUE CADA CUAL SIGUE SU CAMINO.
TE FELICITO POR EL REALISMO Y LA JUSTA EXPRESIÓN DE TU RELATO.
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November 18, 2013
 

Silvana

Gracias amigo Enrique... hermoso Karma, te dejé mi paso sin comentario... entro con poco tiempo pero los leo.
y en cuanto a la historia es real, tu sabes que es así, pero me preocupa que cada vez son más los motivos por los que tenemos jóvenes sin iniciativa, sin interés, lejos de las áulas, lejos del conocimiento... lejos, metidos en lo poco que les dio la vida... y no hacen nada para cambiarla.
Cariños amigo, ya me pondré al día, es una promesa.
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November 19, 2013

MARIA VALLEJO D.

Hola Silvana.
Decirte que soy felíz por volver a leer tus historias, es poco
que te extrañé a montones, no me ceerías,
entonces amiga mía . . . dejaré que el sol brille, ¡todo el día!
Hermosa y conmovedora historia.
Buen texto.
Abrazos felicessss
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November 18, 2013
 

Silvana

eh!!! claro!!!! yo también me tomo mis minivacaciones jajajajaj aunque hayan sido en la página... mucho trabajo en esta época amiga, evaluaciones y cierre de promedios. Actos y reuniones, reuniones, reuniones y la casa que se viene abajo...
Me alegra tu recibimiento, pero no pasaré con la frecuencia que quiero... ya me pondré al día con las publicaciones de ustedes.
Me alegro que te guste mi historia, es un caso real.
Cariños amiga, eres un sol y Sarita me contó de tu cumple.... un beso enorme por eso también!!!
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November 19, 2013

MARIA VALLEJO D.

Oh! gracias amiga, me hzo falta tu presencia en las letras que Gloria ese día me regaló.
Pero hoy, recibo ese enorme beso, que borra tu ausencia. Vale?
Amiga, si necesitas ayuda, no más dime, que ahí estaré. (risas)
Abrazo con olor a semi-verano.
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November 19, 2013

virgos

tienes una enorme capacidad para hilar historias, trasporta al lector a sentirlas.
deja un gran sabor leerte
saludos
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November 18, 2013
 

Silvana

Gracias virgos... me alegra llegar. Cariños!
Responder
November 19, 2013

soadora

Esta historia es la de muchas mujeres, mi corazón se contrista por que es una situación dolorosa pero real, Silvana con tus palabras y tu relato tan palpable me han conmovido. Como siempre buenas letras las tuyas. Recuerdos.
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November 18, 2013
 

Silvana

Gracias Soñadora... espero conmover a más; es necesario que hagamos algo con los chicos de la calle. Estoy horrorizada... mi ciudad es pequeña y pululan... el hambre es la primera necesidad que tienen, lo que les preocupa es solo el tener... a costa de cualquier cosa. Triste, muy...
Saludos amiga.
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November 19, 2013

Romn Romani

Casos como ese y otros peores hay muchos. Lo que se hace por ayudar se hace con toda honestidad y consciencia. Hay quienes la valoran, hay quienes la aprecian y quienes la aprovechan, pero también están los que la rechazan, pues la vida les enseña que hay diferentes caminos, y a veces cuando se vive en un estado de decrepitud económica y emocional, un poco de felicidad (tal vez fingida) es suficiente.

Buen relato Silvana.
la vivencia, la experiencia, la enseñanza todo llega.
saludos
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November 18, 2013
 

Silvana

Gracias Román, a través del relato tal vez se logre también algo... aprender a mirar lo realmente importante. A dejar de hacerse problemas solamente por los mios, a mirar que hay gente alrededor que los padece y en grandes dimensiones... y los nuestros, pequeños e insignificantes a veces, hablan de lo vanidosos que somos cuando no tenemos otro tema del que hablar.
El otro día renegaba en un curso de geometría, llegué a la sala de profesores enojadísima con los pocos logros, que son vagos, que no estudian, que no trabajan... etc y allí nomás veo un video de Africa y sus niños, los soldados niños... se me vino la estructura en la que me encasillo abajo de un soplo... y pensé ¡qué importan si se sabe o no Pitágoras!!! problemas como esos son los que urgen y nadie mira.
Por eso, desde mi lugar, intento acercarme a los chicos; saber de ellos como personas no como alumnos porque allí fallan casi todos, pero tienen un mar de fundamentos para eso.
Cariños amigo, me alegro que te haya gustado.
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November 19, 2013

Sara

Por ahí acabo de poner que la vida no es justa, lamentablemente situaciones como la que cuentas se suceden a diario en todos los ámbitos y la impotencia es enorme. Pero el peor pecado sería pasarlas por alto, indiferentes. Cada uno desde su lugar algo puede hacer, aunque parezca insuficiente Silvana, un poquito cada uno, todos los días, tal vez contagiemos.
un besote!
Responder
November 18, 2013
 

Silvana

Así es mi Sarita... buena aprendiz, te quiero!
Responder
November 19, 2013

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