TERCILIO (Biografía de un hombre senc illo) PARTE III Lita
Publicado en Sep 03, 2009
LITA
Dinarte Domínguez, apretó fuerte la cincha del caballo overo que había comprado con unos pesos ganados en la dura faena del campo correntino, tenía 19 años y ensillaba el overo con un basto que su padre le regaló al estilo de la zona: basto, jerga, pellón, una montura cómoda para andar el día entero arriba del caballo. Su ropa de paisano: bombacha oscura, botas de cuero, rastra sobre la faja negra apretada, camisa clara y un sombrero de paño. Pocas pertenencias llevaba Dinarte: un revólver calibre 44; un facón con hoja "Solinger" ropa de trabajo y la que usaría para el baile que se cuadrase en su camino, como así unos pocos pesos fruto de su ahorro. Entró a la casa de "La Cruz", Corrientes saludó a sus padres y cuando al sol le faltaba mucho aún para asomar su cara de oro por el horizonte montó al overo, se levantó el ala del sombrero para recibir la brisa fresca de la madrugada encendió un cigarro de hoja de tabaco hecho a mano; apoyó la guacha en la cintura, apretó en el ijar del caballo las espuelas y tomó rumbo al norte; por la rastrillada principal, hacia la provincia de Misiones. Ya entrando en la tierra colorada se hizo un juramento de progreso que sostendría con el trabajo duro de sus fuertes brazos. Leandro N. Alem era apenas un lugar poblado de inmigrantes y algunos criollos corajudos que se aventuraron a venir. Dinarte calculó con maestría de comerciante que intuye el negocio que aquel lugar ubicado entre Bonpland; San Javier y Oberá sería con sus nuevas colonias un buen enclave para el comercio. Al llegar a Alem traía enancada en el overo a Doña Ramona Pico su esposa y fiel compañera. Acomodaron sus cosas y Dinarte compró su primera vaca: la que carneó y vendió bajo un frondoso árbol; de allí en más se instaló con éxito como comerciante ganadero, minorista y mayorista. Fundó una empresa sólida que albergó a parientes y conocidos como peones; todo en torno a su recia figura patronal. Si bien tenía para transitar las polvorientas calles del pueblo hacia la década del 30 camioneta y para pasear un flamante Phymontt negro último modelo, una casa digna y plata en el bolsillo no olvidaba sus orígenes y solía andar a caballo con la misma traza que lo vio salir de su pago natal: botas de cuero; sombrero de paño negro con el ala levantada, el cigarro de hoja de tabaco en los labios; la guacha hincada en la cintura, el facón y el revolver ahora un 38 S W que certificaba su condición de patrón. Una mañana como tantas se levantó Dinarte a hacer su oración con el mate viendo venir el alba con el sol a caballo del horizonte; cuando una de sus hermanas le dice que deben llevar al médico a Doña Ramona que estaba esperando su cuarto hijo. Con la misma agilidad de siempre subió al auto a Doña Ramona y a su hermana que llevaba un complicado ajuar para el futuro bebé. Al llegar a la clínica los - "Buenos Días Don Dinarte" se multiplicaron y de inmediato estuvo lista la pieza ventilada con grandes ventanas y lujosas cortinas. La esposa del médico que la auxiliaría en el parto iba y venía. La familia Domínguez eran buenos clientes y pagaban bien hacia la mañana se escuchó un llanto, no era el varón tan esperado sino la cuarta hija del matrimonio y tercera mujer. De inmediato cundió la noticia por el pequeño pueblo y se supo del natalicio de Delicia Aurora Domínguez ocurrido un 3 de mayo de 1933. A la que Dinarte llamó Aurora, pues vino con el amanecer, tiempo del día que tanto quería y disfrutaba, diciendo incluso que recibir la brisa fresca de la mañana, era darse claridad pensamiento y buena salud.
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