los recuerdos eran su Dios
Publicado en Sep 26, 2013
[...] extrañaba su sonrisa, extrañaba disponerla en cada agobiante desvelo, lo absurdo era que, el recuerdo sedentario humedecía sus pies, y es que, de la planta de sus pies no florecían más que hongos. El hedor solía compararse con ver su reflejo en el agua clara, nunca se iba, nunca se quedaba. Enamorado de la sensación de sentirse enamorado, era sesenta veces eternamente feliz con cada minuto, con cada minuto enraizado a sus recuerdos. Hallaba en el desvelo el sosiego de su infierno, así como la abeja halla el sosiego en su primera y última picadura, es que en cuestión de su locura, de notoria demencia, toda reacción es instintiva. El placer, no lo conocía, pero creía sentirlo, creía vivirlos en los instantes en que cada instante le prometía una perpetua compañía. Ellos, recuerdos inertes con formas vivientes, eran su Dios. El, en posición fetal, ensanchando sus hombros y abriendo su espalda, como buen creyente, gritaba mudamente su esperanzada plegaria, - Dios, no me des alas, sin antes no darme un motivo para volar- y quebrándose en llanto, extrañando su sonrisa, hacia de cada desvelo siempre la misma espera. (Extracto: perdiendo la razón y algo más)
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