El talento puede tener distintos origenes, desde esforzado trabajo hasta habilidades innatas. Pero sólo hay dos formas de canalizarlo. Dos caminos que otorgan un ímpetu que lleva a la brillantez.

En primer lugar, la curiosidad. Ésta es sin duda la piedra angular de la cuestión. es el motor primitivo del pensamiento humano. Es el amor al saber, el afán de avanzar, es la motivación por excelencia que convierte en sabios a los profanos que saben darle correcto uso.
No hace falta ser especialmente inteligente si se es lo suficientemente curioso. Es la cualidad más importante del genio.

En segundo y último lugar, nos encontramos con un concepto más específico, aquello a lo que podríamos denominar el tormento, tiene causas múltiples, por tanto consecuencias diversas. Pero el tormento suele llevarse en soledad, lo que le permite al individuo ser pasional desde ciertas emociones y profundizar más en uno mismo y en las oscuridades de su mundo. Sin duda soledad y tormento van unidas a varios genios de nuestra historia, a veces con obsesión, un objetivo a cumplir. Otras veces el propio dolor adquiere poder creador y permite crear obras genuinas que de ninguna otra forma pudieran haber nacido. Al genio siempre le hace falta sentimiento, hay que tener tormento.