He venido a sumergirme en el alma del mundo, he venido a bucear en los mares de aguas bravas y revoltosas sin cauce alguno, aquellas que en la superficie se aprecia la alegría los placeres, los triunfos, prometiendo tener una existencia perfecta, pero en sus marejadas de pasiones desenfrenadas causadas por la misma naturaleza humana, encierran un sinfín de secretos oscuros, que se pierden entre peces de todas las clases y arrecifes llenos de corales, moluscos y erizos indefensos a simple vista, pero es su efecto embelesador el que arrastra hacia ellos, lanzando sus filosas espinas hiriéndonos de muerte sin ser conscientes...
Baje desde la fuente emanante de vida que me servía de hábitat, en ella no existían otros seres, ni buenos, ni malos, solo ella y yo en una condición sublime, casi divina, donde yo cada segundo tenía un cielo lleno de estrellas que iluminaban a mis ojos dormidos y su voz de ángel susurrando a mi oído me hacían sentir las bellezas de aquel paraíso, aquellas aguas tenues eran el símbolo de paz, solo reinaba alegría y felicidad...
Me pregunto en qué momento me despertaron de tan prodigioso sueño, en qué momento hirió la luz a mis ojos, cuando fue que baje a esos mares contaminados, aguas malas donde navego sin brújula alguna...
Porque no viviremos cada uno en nuestras respectivas fuentes, que nos abrigan y nos protegen, en lugar de los mares confusos donde la especie los contamina...
Voy en busca de un muelle seguro, donde pueda incrustar mis anclas, ya que esta inmensidad resplandece yerta, con navíos de todo tipo, algunos son pequeños botes, casi imperceptibles, pero que en su interior resplandece esa magia llena de luz que las vuelve únicas, los otros son grandes yates que presumen de portentosas velas, pero la oscuridad de su interior contrasta con la frivolidad de su belleza...