Es parte del sarcasmo tal vez, o de la crueldad cotidiana el hecho de que el ultimo que llega debe sentarse en el asiento trasero.
Pero a este ritmo de vida entonces se mala acostumbra aquel que ocupa ese lugar, y "mal acostumbra" digo porque se forma diferente, no posee ventanas donde mirar el mundo que parece moverse con prontitud porque está condenado al asiento trasero.
Aquel que se sienta en el asiento trasero, asume un mundo sin culpa, solo con temor, el cumplir las reglas por deber, el que salta siempre con cada lomo de toro mal amortiguado.
Y solo ese entiende entonces que apreciar mas allá que el pasillo es entonces de mucha sabiduria, el mirar cada zapato mal lustrado o cada zapatilla mal abrochada, es parte del detalle que desarrolla aquel que se sienta en el asiento trasero.
Se vuelve buho en la penumbra y aguila en el brillo, se vuelve ágil entre el zoologico abordo y se vuelve rígido ante el area reducida en el asiento trasero.
Comprende de ocupaciones con calma, de llamadas no contestadas, de libros inecesariamente leídos y de vestidos mal cocidos, en su mente genera respuestas imposibles, a preguntas imposibles, sabe muy bien que corre riesgo sin seguro en el asiento trasero.
Y aunque siempre es aquel que con paciencia viaja, en su mente y corazon un desespero le gana por salir huyendo de toda maldición por muy pequeño, por muy lerdo, por muy inútil, por muy paciente y por muy bueno. Porque nadie se detiene a ceder un asiento diferente ni explorar cosas nuevas, la vida está en el asiento trasero.
Y aquel que se sienta en él, aprende viviendo y no vive aprendiendo, porque el asiento trasero solo deja de serlo, cuando aquel que se sienta mira por la ventana que está detrás...