3.- El primer encuentro
Publicado en Feb 09, 2012
Prev
Next
Image
Llegó el día de la misa, en honor a un superior muy querido por la comunidad dominica, el abad Pierre Amici, fundador del convento de Santo Tomás de Aquino del Este.
Sin duda alguna el réquiem de Antoine Brumel  sería una de las mejores interpretaciones de Isaac Demetrio Mena, después de varios años de haber abandonado el papel de solista.
El fervor con que el coro acompañó el aniversario de la muerte del hermano Pierre Amici inundó a toda la comarca presente.
Posteriormente, Isaac pasó al refectorio, ya que se le negaría participar en el resto de la celebración.
Caminaba por los pasillos del convento, cuando escuchó extraños sonidos alrededor de su cabeza. Alcanzó a percibir voces que iban y venían, voces humanas y no humanas.
Se detuvo en seco sin atreverse a dar un paso. Entonces vio salir a uno de los postulantes justo en el patio de enfrente, tambaleándose de la capilla. Se trataba de Eleazar Adeba, uno de los postulantes a la vida religiosa.
- ¿Eleazar? ¿Qué te sucede?                                                          
El joven se apoyó con dificultad en una banca. Su frente sudaba copiosamente y podía percibirse su respiración agitada.
- Necesito agua...
- Quizá debieras ir a la enfermería.
- Estoy bien- dijo Eleazar Adeba, aunque se veía profundamente demacrado -acabo de confesarme y sólo tengo qué hacer mis oraciones para cumplir la penitencia. Ve a la cocina y trae un vaso con agua, por favor.
Isaac se apresuró a ir por agua a la cocina. Nuevamente extrañas voces se agolpaban en su cabeza y apenas alcanzaba a entender lo que decían.
Trajo el agua tan pronto como pudo pero lo que vio lo dejó paralizado. Un monje estaba reclinado observando a Eleazar, que ya parecía haberse desmayado. Le tocaba la frente absorto y silencioso, pero Isaac escuchaba claramente una extraña voz en un dialecto desconocido.
Aquel hombre pareció percibirlo y se volvió hacia él. Isaac entonces quedó impactado.
Juraría que tenía la misma mirada de Eleazar Adeba. No cabía la menor duda, eran sus ojos, con su peculiar iris grisáceo y aquella expresión de nostalgia que le caracterizaba.
A aquel hombre no pareció agradarle en lo absoluto la presencia del chico.
Antes de que pudiera hacer algo, una fuerte ráfaga de viento lo arrebató de golpe, arrastrándolo con una fuerza impresionante por todo el pasillo.
Su espalda golpeó violentamente contra el muro y cayó de bruces.
No se atrevía a abrir los ojos, aterrado. Estaba seguro de que, si no había muerto, tenía todos los huesos rotos debido al impacto de su cuerpo contra la enorme losa del convento. Además, no podía creerlo, todo aquello parecía una absurda pesadilla.
Fue entonces que escuchó voces a su alrededor. El padre Juan ordenaba que lo pusieran en una camilla y varias personas alrededor de él se movilizaban.
- ¡Isaac... Isaac...!
Por fin abrió los ojos. Se encontraba en la enfermería, el padre Juan, el padre Anselmo y uno de los enfermeros lo observaban confundidos.
- ¿Estás bien?- preguntó el padre Juan -pareciera que sufriste un desmayo.
Fue entonces que se dio cuenta de que estaba completamente ileso. No podía creerlo. Sentía la espalda adolorida y el vértigo de aquel extraño suceso aún palpitaba en su corazón. Pero fuera de eso, no tenía un solo rasguño.
Azorado, Isaac se incorporó mirando hacia todas partes de la sala.
- Adeba... ¿no está aquí?
- ¿A qué te refieres?
- Lo atendía cuando me arrastró el viento... se había desmayado en el patio de la capilla.
- ¿Te arrastró el viento...?
Isaac calló de pronto. No habría sufrido ningún percance, y la historia de que el viento lo había estrellado contra el muro le resultaba inverosímil a él mismo.
- Eleazar está perfectamente bien- le dijo el padre Juan -de hecho, él fue quien nos notificó que tú te habías desvanecido.
Luego hizo salir a todos sus acompañantes para quedarse a solas con el chico al que se aprestó a interrogar.
- Isaac, no me has respondido ¿Qué es lo que te sucede?
- Nada, padre... quizá el ayuno, el encierro... no lo sé. Creo que empiezo a perder la noción de la realidad.
El anciano lo miró compadecido. Sin embargo, no dejaba de tomarse preocupaciones con su protegido.
- Anda, ve a comer algo. Luego regresa a tu celda y toma un descanso.
Página 1 / 1
Foto del autor El...vi...ra
Textos Publicados: 53
Miembro desde: May 21, 2009
12 Comentarios 1661 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Isaac es el solista provicional del coro, y lo hace bastante bien. Sin embargo, su castigo an no se levanta y es enviado a continuar con sus oraciones mientras la celebracin contina. Es en ese momento que presencia un evento por dems increble.

Palabras Clave: convento canto coro solista adolescente misterio terror

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



Comentarios (12)add comment
menos espacio | mas espacio
 1 2
 1 2

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy