Dictare sentencia de mano a mano y no te cantare más. Tarare las sonatas firmes de tu cuerpo aquellas no tan afinadas cuerdas que soportan tu velo... negro, oscuro solitario como la noche abundante como la noche fresco y liso como la noche. Pero, no seré canto no serás tú, canto ya no escribiré así, ni al revés pues e dictado sentencia de mano a mano y cada una destiñe su dolor y alegrías en gotas de sudor escurriendo sobe cada dedo pues àn dictado sentencia una vez más. Habrás de recordar estas dos manos ni una, muy lejos de la otra; la buena y la mala las dos; ¡todas mías! os las compartí y que no dejaron de trabajar. Cada callo que se reposa en estas manos aprisiona el caparazón de un anhelo ya póstumo un desaliento acechante para trabajar en nuevo barro, Oh! Vertiginosos y deslumbrantes dedos ¡Como bastaba, con un dedo de mi mano derecha para poder redimir, toda maldad de la mano izquierda! Ahora... Nada me basta ni siquiera las plantas, ni los colores nada me basta. Aun todavía nada me basta y solo porque yo quiero porque lo necesito así. De mí, para obras de mí, para futuros tintes, olores, sabores, canciones, moldes Uno precursor de agonías envuelto en telarañas tejidas por mí, Un paralelo de sentimientos reflejado en dos manos que ahora dictan sentencia. ¿Qué voy hacer ahora? Más que cumplir mi condena. Cesario Lopez C.R.L.