• Carlos Alberto Agudelo Arcila
Carlos Alberto Agudelo Ar
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  • País: Colombia
 
Mueren las palabras, mueren de hombres, de hombres nutriendo sus instintos con palabras falsas, vacías, turbias; de palabras simuladas de hombres cultos mueren las palabras. Cretinos fosforescentes a decir de Borges quienes mueren las palabras. Mueren más las palabras que los hombres mismos. Y saber a diario de palabras resplandecientes de imaginación. Se crean mundos y hasta algún dios extraído a las entrañas del viento, un dios solapado más allá del zarzo del firmamento, del zumo de naranjas.   Mueren las palabras más que el día, hasta un domingo sufriendo la trombosis de ser un martes cualquiera. Mueren las palabras, porque se les abandona su espíritu de SER cebolla, luz, fantasma, sangre y hueso, de la palabra misma.          
Es media noche, una melodía se escucha lejana. El perro de mi casa se despereza, mientras yo sueño que es media noche, que duermo, que escucho una melodía lejana, que tengo una casa, que en la casa hay un perro, que el perro se despereza. Son las tres de la tarde, y como si me levantase con resaca me duelo de que en verdad es media noche, que una melodía lejana escucho, que el perro de mi casa se despereza, mientras yo sueño que duermo, y que estoy escribiendo como si estuviera escribiendo, y me quedan todas las dudas de si aquella abertura es de la puerta de mi casa, o la oportunidad para salir de esta encrucijada.              
   Tiembla viento tiembla Tiembla de verde viento Tiembla entre la quietud de la arboleda Enraízate de viento Florece de viento Viento tiembla Tiembla los colores del viento palpitándote a todo instante Tiembla viento tiembla Musicalízate viento Fatígate de día viento Viento Hazte mujer de viento y desde tu minifalda en viento regálame tus carnes viento. Tiembla viento tiembla.           
Dos sombras se besan. Una tercera sombra observa el acto. Una cuarta sombra arruina el espectáculo. Cae sangre sobre las sombras, el rojo se expande por ellas. Desaparecen porque se levanta sobre la única sombra el cadáver del enamorado. 
      I.    La luciérnaga canta soles,         flores y  silencios.                 ll.     Neruda canta cebollas, barcos y ausencias.     III.       Borges viene  con su ayuda de sombras diamantinas,  con sus animales esféricos,  con la armonía del centauro  a vertebrar el paraíso de la luz.                  
Existe una nube, más caracol que nube; molusco devorando nubes del horizonte. Así el horizonte, reverdece en azul. Por suerte, la nube más caracol que nube, es celeste teñido de firmamento.
1   La noche es clara como agua enlunada.     2   La luna endiurna el doblez encarnado por el firmamento.     3   Es oscura la noche. El cielo no penetra en la luna.     4   Se va la noche. Queda la luna sin camino dónde sembrar sus pies de trigo.     5   La noche y la luna están tejidas en este claro de imágenes.     6   Del vaso de luna se derrama  el cielo.
Ladridos parecidos a moscas. Después de husmear los aires posan sus alas sobre perros muertos. Persisten, ladran, se hacen camaleón, se convierten en corderos ladrándole al lobo descuartizado por Caperucita Roja para extraerle una abuela quien abominaba de la poesía. Un ladrido, un ladrido único, de vez en cuando aparece ante la blancura de un pétalo y en su abismo expele un perro que jamás lanza un ladrido. Así, la poesía. De verdad, la poesía.        
La poesía es trigo, es uva. Quien come de este pan, se embriaga de poesía. Quien bebe de este vino, se embriaga de poesía. Comed y bebed de este pan y de este vino. Quien come y bebe de esta poesía, se embriaga de pan y  vino; se convierte en alucinado sublime.
Tres más tres, nueve. Ocho menos cuatro, seis. Uno por diez, cinco. Un punto seguido más Z, Catorce.   Para desentrañar esta operación surrealista, es necesario ir a una gota de rocío y desde su playa experimentar el placer de observar tiburones copulando con el ladrido de un pájaro moribundo; cerciorarse a través de  dicha versión existencial, luego de unas cuantas centurias de tu existencia, de ver procrear perros metafóricos. 
Conozco una ciudad donde los perros se llaman Carlos Los Carlos tienen una tienda las tiendas están en una esquina Las esquinas quedan más allá de alguien de nombre Juan o Pedro Las esquinas caminan hacia el perro tienda surtida de ladridos   En este pueblo no hay personas ni perros ni tiendas ni esquinas ni Juan ni Pedro alguno   Es un pueblo merodeando por el mundo acostumbrado a embriagarse en el mesón de las apariciones Allí el único personaje real es la imaginación el cual por pura imaginación se deja llamar Carlos y no ladra.   II   En esta guerra sufrida por mi ciudad nada me asombra Nada Ni los hombres un día asesinados ni los ladridos de los perros muertos   Nada me asombra Algo si podría asustarme los fantasmas de mi ciudad dejando de existir.    
I La imagen en el espejo de mi casa es igual a mí, lo curioso es verla un poco deforme, o sino por qué trato de arreglarla más de lo necesario, por qué me miro con insistencia en el cristal, en últimas haciéndome ver ridículo, por qué pierdo la cabeza de tanto echarme vistazos como si fuera un chimpancé admirándose en la fuente de narciso, me será urgente una cirugía plástica o es mi cerebro funcionando como el de un imbécil maniático por la belleza. No obstante reflexiono respecto a la figura de mi cuerpo como algo no deforme, no urge de exagerado arreglo, asimismo pienso: de vez en cuando es bueno y necesario tirarme una canita al aire frente a este vidrio, por ejemplo, yo como mujer, observar con ternura y una pizca de vanidad mi persona, ocurrencia nada equivoca, sin embargo, eso de estar más de los justo frente al espejo me postra en la estupidez… Como hombre, darle una ojeada a mi figura corporal está dentro de los convencionalismos aceptables, además es justo conmigo mismo, porque el milagro de haber nacido lo merece, más no el de llegar al extra límite de mirarme hasta malgastar mis ojos en alguien, según dictamina este acto, no deja entrever ninguna otra virtud, en mi mismo, a la de ser el hazme reír del discernimiento en el espejo. Con cerebro megalómano me admiro en esta tramoya sin fin, no alcanzo a comprender el arribo de los años, sinónimo de arrugas, las cuales flirtearan con mis propios huesos en la antesala de mi nada, he de espantarme, desde la poca luz del rabillo de mi vista, con mi rostro masillado de fealdad. Fanfarronadas de mi cuerpo, apresurado en extinguirse, generadoras de una pérdida de tiempo por lo mucho a realizarse a través de la inteligencia. Ese embelesarme conmigo mismo, como si yo fuera una incorporación de alguna deidad, enrosca mi estolidez sobre mis sentidos, hasta caer en una alucinación donde yo soy un príncipe azul y el horizonte el reino adorándome, hasta la existencia esclarecer la realidad de mi organismo como simple transporte al paraje de mi polvo eres, a la vez mostrando el espejo sin reflejo, porque soy un espectro.  II Reflejos atrapados para siempre en el universo de cristal. Allí existe un mundo no revelado, del cual sólo se hace alusión en el tomo XVI, de la enciclopedia ULTRA MUNDOS, página ochocientos cuarenta y tres, del novelista persa Ardaván M`barek Aldesoro, quien afirma haber accedido a tratados apócrifos sobre la versatilidad de infinitos paralelos, de ulteriores existencias en un artilugio habido en la periferia de la casa, de la oficina, dentro de una cartera, en un bolsillo, en el tocador o en un lugar cualquiera, en el agua: El espejo. Orbe misterioso donde se observa la aquiescencia de la vanidad. En uno de los enunciados de dicha obra se lee: “Dentro de esta naturaleza, “instrumento de mirada”, sus habitantes tienen gestos y comportamientos similares a los nuestros. Quizás ellos son los originarios y nosotros la silueta, variante en carne y hueso, respecto a los “seres” del fondo cristalino. Aquí se aloja la realidad de los quintos infiernos. En este lugar perdura el arácnido supremo. El espejo es una telaraña, el orbe externo un insecto para ser devorado por la incidencia de su luz. Allí existe otra dimensión con todos sus equilibrios. Su extensión embauca a través de una de las máximas sincronías del universo. Cualquiera está presto a ser el gran imitador: De pronto la imagen, tal vez quien se mira”. Es decir, aquí todo es principio y fin a la vez. Universos para ser desmenuzados por injerencias matemáticas o por pensamientos objetivos sin atavíos religiosos o filosóficos de ninguna índole.         III Cuando nos miramos en el espejo una imagen está lista en la puerta de este singular artefacto. No obstante nunca creemos en la existencia real de una trampa, venida de los subterráneos traslúcidos. Algo, no del todo sobrenatural, apresa. A la ciencia no le ha interesado investigar sobre el engranaje subyacente en la profundidad del espejo, sobre las fuerzas inciertas las cuales hacen imperar otros mundos de manera encubierta.  Siempre las imágenes atraviesan un resquicio, ellas cierran la abertura, están confabuladas con quien da las ordenes desde el más allá de este absoluto. La imagen salta con puntualidad de esa dimensión hermética para imitar nuestras posturas, remeda con exactitud, nada se transfigura, la imagen parece más limpia en relación al cuerpo reflejado. No obstante el hecho es la verdad, semblante de la palabra sin tono trivial. Si bien las siluetas tienen su propio lenguaje y entre ellas se entienden desde su esencia silenciosa, con vocablos renovados, el hombre es la máxima expresión de la inteligencia, la imagen no lo es todo aunque la escala de valores turbios y fútiles afirme lo contrario.        IV   El lago es un espejo, refulgente como agua resplandeciente en el espejo. El hombre es espejo, semejante a un hombre en la llanura: espejo de aire reflejando el pastizal. Espejos de todas las dimensiones saltan a la vista de un rojo presuroso en el espejo. El ego es espejo a imagen y semejanza del hombre en el espejo, el cual es siempre reflejo, jamás el hombre haciendo presencia en el espejo.              
Se propuso ser uno de los mejores escritores de realismo mágico. Utilizó una hoja, diez, cien, un millón, millones de millones de hojas. Sus obras jamás gustaron y, menos, se vendieron. La cantidad de bosque derribado, para suministrarle los pliegos necesarios, dejó la vida a punto de acabarse. Aquí fue donde este escritor cobró importancia, porque se le ve escribiendo sobre piedras y cadáveres.   
Alguien me propone creer en Diosal afirmarle sobre el pronto abandono de mi mujer  yo respondo con mi alma interrogante si el amor siendo el amor no se sostiene por sí soloHablo con mis pensamientos en mi corazóncon mi corazón en la cabeza   mi esposa con sus maletas empacadascon su cabeza en el corazón con el corazón en la palma de la mano izquierda se va sin despedirse dejando la puerta abierta porque su mano derecha la tiene ocupada con un ladrido de suplica derramado por Luna la perra de mi casa. A Dios crucificado en la pared de entrada le es imposible interceder por nuestro amor El ojo de mi corazón avizora la sombra abandonadade un hombre.
Si no hubiese Dios existiría la Caceldenasilícica como las entrañas de la granadillajirafa como la mañana cuando Diosnombró el cuello largo o misteriosa igual a la hora del cuerpode Cristo emprendiendo vuelo hacia el evangeliode la piedra.Si hubiese Dios existiría el hombre posible en el amor por el hombre caminando con el costal al hombro donde carga las úlceras del mundoSi no existiese DiosSi existiese Diosel sin amor y el sin odioserían axioma en cada uno de los hombresde la tierraSe encarnaría Dios del hombreel hombre de Diosy podríamos disfrutar la Caceldena como aguja que toca el alma.      
Luego de convertirse en rey de la selva, el gato maulló exigiendo gatos para limpiar de ratones su palacio. Un día cualquiera, solo en su habitación real, encontró un ratón frente a frente y el divino soberano se tragó al pequeño roedor, sin pudor alguno.     
Le decían manzana a la pera, pera a la manzana. En la región hubo desconcierto. Alguien dijo: estas extrañas denominaciones son consecuencias del estrolibido, he abordado la hermenéutica de la fisiología y descubrí que el estrolibido, a través de mensajes de energía psíquica, fisiológica y emocional, revestía el estro en la libido de la savia y, por lo tanto, generaba estrabismo en el lenguaje. El pueblo quedó convencido ante dichas evidencias. Ahora consumen estrolibos, aunque les dejen sabor a manzana, a pera y a palabra sin entender.          
Todo lo blanco, para el vampiro, es tan triste…
Era infructuoso buscarlo, pensé.  Fuimos a la policía. A los hospitales. A los moteles. A las morgues. A los bares de cada pueblo. De cada ciudad. De cada país del mundo. No lo encontramos. Lo buscamos en las profundidades del agua. En lo insondable de la selva. Detrás de las ventanas. Debajo de las piedras. Tras la careta puesta de cada persona de nuestro planeta. En todo rincón existente, sin resultado alguno. Preguntamos a Narciso si lo había visto, respondiéndonos, averígüelo bajo la cornisa de la sala de los espejos. Tocamos en portones de cristal. En cada uno dijeron no haberlo visto desde hace varios siglos. Cansado de la búsqueda, abandoné la muchedumbre con la cual andaba en la pesquisa. Al quinto día de estar en mi residencia descansando, algo o alguien desde dentro de mí, insinuó buscarlo en la última estancia de mí ser. En lo insoslayable de mi alma. Fui en su rastreo. En un rincón de mi insustancialidad lo hallé cabizbajo, con sus ojos alerta. Al verme se aproximó  sereno, compenetrándose conmigo. Cada instante nos unimos más. Somos buenos amigos. Compartimos las mismas mujeres. Los mismos gustos. La misma copa para bebernos el mundo.      
Los huevos de plata, puestos en las últimas jornadas por la gallina de los huevos de oro, no son resultado del cambio de ave como se comenta en los mentideros. Especialistas han estudiado la historia clínica genética, el árbol genealógico, el tamiz neonatal para detectar las causas metabólicas de este subdesarrollo mineral, haciéndose un estudio cromosómico en ripios periféricos de la médula de esta estructura; además de análisis moleculares de DNA para detectar el porqué de la baja calidad de los huevos. La hipótesis menos especulativa se refiere a la forma como el escritor anónimo dudó respecto al estilo de vida llevado en un futuro por dicho animal. No se anticipó a la desintegración radiactiva  cuyos efectos de las “radiaciones ionizantes” absorbidas por las células y los tejidos produjeron la descomposición química de las moléculas de la gallina de los huevos de oro. Por esto los efectos biológicos son catastróficos, es decir, la disminución en la calidad del producto vaticina desde huevos de cobre, de aluminio, hasta producirse la involución de ponerlos con cáscara común, al partirlos la clara y la yema tienen un sabor a plutonio.                               
-  Cuando te sueño, vives. -   Pero si estoy viva, aún en tu vigilia. -    No, anoche te maté en mis sueños. -    Seguro, estoy viva: me palpo, te palpo. -    Está bien, engáñate. Al terminar el diálogo, ella se esfumó entre el aroma de las flores del jarrón, mientras él, sonriente, se deshizo en una sombra por la rendija conduciéndolo al mundo donde pertenecía.  
Se ha abierto la convocatoria para la construcción de una guillotina moderna. Una de las principales cláusulas consiste en demostrar sus excelentes beneficios sin utilizar cabezas ajenas. Tampoco se permite para esta demostración personas con impulsos suicidas. El premio para quien fabrique y demuestre la eficacia de la mejor guillotina consiste en una pensión vitalicia con altos ingresos monetarios.      
Busco tu nombre en todas partes En el nombre mismo de tu sangre de tu espíritu Busco tu nombre en la una de la tarde En la salida de la iglesia En tu carnalidad En el nombre de Dios y en el de mi destino Nombre perdido Nombre pasando Nombre incognito Nombre en el aislamiento Nombre imposible Nombre alrededor del aire Nombre desgarrado Nombre taciturno Nombre dirigiéndose agua arriba y declina tu nombre Nombre plasmado en todos tus nombres Nombre en la rosa Nombre de todas las vidas Busco tu nombre y sólo lo encuentro en la sombra de tu nombre Nombre tu nombre en Martha Nombre tu nombre en Lucía Nombre tu nombre en Margarita Nombre en la tempestad Nombre en la gota Busco tu nombre en la unidad y en el asfalto Nombre en el penúltimo sentido Nombre en la nada Nombre en las alturas Nombre en el gesto y la admonición hacia la uva Nombre en el bautismo aún sin confirmar Nombre que no en el ventanal Nombre que sí en la puerta cerrada Busco tu nombre en la procesión de árboles abriéndo su tragaluz de ojos Busco tu nombre en tu rostro y en la máscara anónima de tu alma buena Busco tu nombre y no lo encuentro hasta encontrar tu nombre en el nombre de cada día que pasa.
La ciudad, sentada en el andén, espera la llegada del día final, antes de ver terminado el más alto edificio del mundo en el centro de sus propias entrañas, agitadas de maleantes, oficinistas y de tres ancianas ingresando a la iglesia, de arquitectura excéntrica, donde Dios mismo no ha logrado entrar. De forma espontánea, el aquí y ahora se enclaustra en el absurdo. Si bien un huracán agujerea el límite del día, hoy los árboles están en silencio. Sí, los árboles guardan silencio. Guardan silencio… Hoy, como nunca, los árboles están en silencio. ¿Qué más da si ayer los árboles eran viento encortinado de hojas y aroma tenso? Son sombras. Las sombras de los árboles se mecen, se siente una algarabía arrasando la mañana silenciosa. La mañana es otra sombra, hechizada por árboles en el viento.   En la llanura la deducción se aleja sombra abajo. Alguien, en el peñasco, se queda en silencio. El silencio termina en sombra, dejándose ir entre el pedregal del río. Palabra y sombra coinciden. La palabra es una piedra, quien la escucha su sombra. Ayer Él recibió una palabra en la frente, ahora se encuentra en el hospital de los crepúsculos con sus pensamientos heridos. De sol a sol todo está a media luz. Brilla la sombra de las once de la noche. La sombra del cuerpo completo de la noche es centelleo interpuesto en la cuadra del silencio, floreciendo al lado del duraznero. El gallo canta a la una de la mañana, alguien lo descabeza por no cantar a la hora exacta del tercer canto del gallo. La rutina engendra una  despreocupación irracional en la multitud. La sombra de la mujer de setenta y tres años, desde hace setenta y tres años, mantiene sus piernas fijas sobre la sombra de la  pared, y es feliz.   Certidumbre acá y allá. En la zahúrda dos hombres, absortos en la penumbra, esperan desde el inicio de los siglos la naranja mesiánica, donde se presume cuelga el zumo de la luz. Catan, en el vaso de la vida, el río más caudaloso del planeta. La rana bebe, en el tamarindo, la sombra moribunda del hombre sediento. Queda cierto desamparo en las inmediaciones. Alguien espera a alguien. Nadie aparece por ningún costado. De improviso una luz surge en el centro de la calle empedrada. Las esquinas fulguran. La sombra de la luz explosiona. Se abren ventanas en el paraje. Ningún ser humano asoma en ellas. Quien aguarda, como evadiendo la perplejidad, evoca su existencia. Sonidos emergen de lo más hondo de la tierra negra. Bramidos de toros blancos germinan redondos, igual a la cubeta en la cual se asienta la leche verde, consumida en su niñez. El tiempo de este hombre, es nada en el tiempo. Su nada, tiempo en todo. ¿La sombra y la luz en la nada, en el tiempo, merecen vivir su inherencia a la vez, sin poder postergarle al mundo un haz de sombra y luz In memoriam del abedul muerto? El hombre comenta para sí mismo, se siente vacío. Con sentimiento apesadumbrado opina: Pronuncio la vida a las cinco de la tarde. Expreso la muerte un poco antes. No hay sombra, no hay luz, a las cuatro de un tiempo cualquiera, en el intermedio de nacer, de morir. No se da respuesta alguna. Asoman nudos de sombra y luz. La sombra se deshila. La luz permanece lejos del teléfono. Alguien se escucha en el auricular, nadie contesta, la luz interfiere, la sombra cuelga.      Los vinos irrumpen la claridad. Vinos de excelente cepa, vinos de mesa simple, vinos del vino más humano, guiando la sombra asceta de los abuelos, la sombra cruel de los abuelos, la sombra limpia de los abuelos, la sombra niña de los abuelos, la sombra terminando de ser sombra de los abuelos, mientras un anciano, abandonado por su sombra, consume la noche en el cristal del aire. Su longeva esposa entra al cuarto, él le ordena: Desnúdate, hace años no rozo tu piel, solo vago por tú sombra, estoy ansioso de revivir tus orgasmos. Quizá mañana tu cuerpo ya no esté a mí lado. Apresurémonos, hagamos el amor antes de cerrarle a la lluvia el grifo y de contenerse la luz del sexo. La anciana salta por la ventana. Él no cabe de contento. Muchos años después una preciosa joven emerge de la oscuridad, la respiración del octogenario evoluciona a ritmo acelerado. Con tartamudeos, hurtados al colofón de su vida, insinúa: Leamos un poema erótico, acostados en el lecho de mis deseos. Déjame Profanar la libido. Desviste tu cuerpo. Quiero amarte, inmiscuirme en tus entrañas. Más tarde ojea la página siete del libro INJERENCIAS SEXUALES, escrito por un hombre de edad relativa, allí vas a leer un verso insinuando el júbilo de ser penetrada en el ámbito de tú sangre, centelleante de sexo. Ven, en mi mundo sombrío eres carnalidad reveladora de luz.     El día se reduce al canto mimetizado entre la brisa. A un felino en la sombra viendo huir su propia sombra, como roedor alcanzado por los primeros relámpagos de miel, encima de la hoja de plátano. Hay desánimo. Sombras de herraduras, en la estación, observan alejarse el caballo sin herraduras, entre la maleza de rieles abandonados. Trotes de caballo se escuchan como lluvia en tintineo, es el instante de la carroza fúnebre. Mucho después la luz del sol danza entre la ventisca. Un paraguas resplandece en las afueras del pueblo. Tres hermosas mujeres ríen bajo la sombra perfumada de mirto. La tarde persiste el peregrinaje de sus horas. La noche llega a ser parte del paisaje diurno. Un sinnúmero de sombras van y vienen entre el lindero del cereal recién espigado.   Al abrir las ventanas de la alcoba se observa una persona meditando las cuatro orillas de su universo. Está cabizbajo, semejante a un espantapájaros a medio degollar. Una gota, sobre la cerámica, brilla en el desértico ámbito, como agua prometida. Quizá sea la efigie de Ítaca reflejando el destino. Cadáveres de sombrillas solitarias, echadas abajo por la lluvia, se dirigen a sus tumbas. La racha persigue su denuedo de cristalino impasible. Una hormiga, comensal del almíbar, hace sombra a millones de acompañantes de los quitasoles extintos. Perdura el mutismo: Hoy los árboles están en silencio…    
Credo de mi soledad y mi angustia del pan pan y del vino vino de llanos y montes desnudos de luciérnagas del día final y del principio de la hoguera Credo de los mil pedazos de la unidad y de Dios en el asfalto del milagro y la sustancia del ojo observando la penuria humana Credo del silencio y la palabra en el paredón del latifundista y el cadáver de Lucifer tendido sobre la ceniza del cigarrillo del beso y la joven desahuciada Credo de mis linfas y mi humor sarcástico de mis zapatos rotos y del roto de la capa de ozono del diluvio universal y la gota en el arca de Noé Credo del cancerbero y los mil demonios de la codorniz y el gato envenenado en sus siete vidas del siglo y el instante cuando nace el pedregal Credo de la hiedra y la pared por construirse del mosco en la cabeza y el pensamiento escalofriante del hocico y el sangrado de luz en el colmillo de la diestra de la tarde y el manco de Lepanto Credo del vidrio y el vaso comunicante de la poesía con el papel donde se envuelve la panela Credo de la nada y el blanco de la palabra que da en el centro de su todo de la mujer pensativa y del hombre afilando con el sudor de su frente el día Credo de las tres de la tarde proferida por el tartamudo demorándose en articular las diez de la mañana a la andarina sin destino Credo del cataplasma y la herida en el costado derecho del demiurgo de quien nunca llega y de la casa abandonada Credo de la noche encabritada en silencios y del grito deshidratándose en la garganta del plagiario de la soga y el bramar que se resquebraja en el desierto Credo del viento que impele contra la torre de babel y el mito que desmorona el sermón de Pedro Credo del avaro y la ballena en el colchón del lingüista y el rostro que se macilla en la ventana del duermevela y la pesadilla de haber nacido Credo del paralítico y el cuerpo exuberante que con sus senos vírgenes alimenta la lujuria del hombre probo Credo del cura y el alma proscrita a la bujía encendida con el cero y el logaritmo del uno hasta sus últimas consecuencias del jardín colgante y sus espinas que ornamentaron la corona con que Jesucristo se hizo Rey de nadie Credo de la uva y la sombra embriagada que va hasta el rocío a beberse el último sorbo de la centuria del misterio en la noche soberana y la máscara en tertulia con el rostro de Turín Credo del sifilítico y el alpiste que golondrinea la calle del tiempo perdido del médico y el formol que sujeta al moribundo a la nada de la puntilla con que se clava el recuerdo del perro que partió hacia el palpitar de los sapos y el martillo que cuelga en el portal de Belén del arrecife y el avanzar fructuoso de Ícaro junto al sol en el estanque Credo de la basura y el político que con insolencia reclama para sí el firmamento descumbrado de nubes del fruto y la cáscara donde resbala la perdiz cuya alma se dirige al cielo desnudo de vuelos Credo del canto tres veces del gallo y la frialdad de las treinta monedas que a través de los siglos le han besado la mejilla a mi padre muerto Credo del gerundio y el verbo de tu carne del sí y de la gota que vacila en la llave cerrada del verde de la aurora Credo del gitano que nunca viaja y de la escalera por la que baja fruta a fruta la madurez de la vida Credo del creo en vano por todos los santos de los santos en nombre de mi alma confinada en el líquido orgánico con el desdén de mi fe amén.
Miro la casa. De nuevo observo y es la casa. Sin embargo es sólo su nombre. Me embruja, penetro en ella y termino sintiendo lo inmemorial del tiempo. Nadie la habita. Pertenece a la brega del recuerdo. Anciana de madera, con ojos que son clavos sosteniendo años de entradas y salidas. Su mundo es cadáver de luciérnaga, sin sepultar. Casa donde los recuerdos son semillas arrojadas a diestra y siniestra sobre el suelo, con huellas de pasos despavoridos. Semillas germinando en el reflejo roto, bajo el techo en ruinas por donde exhaló su alma la ceniza, por donde flotan ánimas de nubes, estrellas y firmamento. Casa de trajín sin meta alguna. El fantasma de la abuela, canguro saltando el recuerdo de sus hijos y sus nietos. Pasan espectros: El perro, el hermano cojo, el mundo que vivió. La habitan, miles que ingresaron a ella. Tropiezan. Uñas invisibles escarban el hombre que fueron. Casa construida con sombras de memoria a la deriva por sus pasillos. Muertos por todo lado, rebujo de dioses. Muertos brotando de paredes, cuelgan como cuadros sin sentido alguno. No hay quien resuma una gota de sudor. No hay manos que sangren nostalgias, no hay quien empuñe esperanzas de nuevos amaneceres. La casa. Sólo paredes de una casa. Una casa de una casa, la casa. ¿Dónde está la casa?          
El río Bío Bío, pía pía, río pollo de agua; el pollo que pía pía, bío bía, agua de carne y plumas. Océano del lenguaje, palabra que cacarea, cacareo que palabrea de gota en gota el nombre del río, de la piedra, de la sangre, de un elemento por ocurrir, lo ocurrido en el número que ondea a través del caracol, del mar, que la sed de un diminuto y solitario pez se bebe. Río Bío Bío, tu nombre es estrella, estrella de mar y cielo, luz que bío bía y pío pía. Un gallo anuncia a los hombres del mundo que es hora de prepararle a la palabra el maíz y el sudor con que se amasa la música que acontece en la arepa y en su nombre propio. *Río chileno
La noche tendida en su recámara esperando para darle asilo a los amantes del sexo.  
Una sombra fuma recostada a un poste Siluetas de perros orinan en el poste La humanidad entera ríe al mirar el poste Las viviendas de la ciudad se aferran al poste Millones de hombres observan cómo un barco es arrastrado por el poste Un niño carga al hombro la parte más escurridiza del poste La temporada se paraliza al transcurrir el poste Años después la sombra renuncia a fumar recostada en un poste Las siluetas de perros no vuelven a orinar en el poste La humanidad se niega a reír mientras mira el poste Las viviendas de la ciudad evitan aferrarse al poste Millones de hombres rehúsan observar cuando el barco es arrastrado por el poste Un niño no echa al hombro la parte más escurridiza del poste La temporada avanza con el transcurso del poste Así concluye este episodio del poste como si fuese un poste para no ser mencionado en el trepidar del poema.            
Si Oliva no hubiese muerto hoy sería lunes o quizás un día distinto Día de hoy de hoy sin nombre de luna incubada en el cristal del ayer donde bebo gota a gota la tormenta que recuerda el viernes de vino en que ella murió con los ojos abiertos al filo que cortó en dos mi infancia antes y después del loco Uno el del tiempo en que reconocía frente a frente   a Oliva con su mirada de Oliva Dos la época en que recuerdo el cuchillo en manos del loco Benjamín con su demagogia de no ser el loco Benjamín Espontaneidades de la noche donde la historia del hoy sin nombre es sombra de sombra en mi alma yerbamarga    De esto hace el tiempo de la uva cuando mis pies recorridos por los siglos de los siglos  maceren el día de hoy como si fuese lunes: Lunes de Olivaviva. 
La tarde está hecha de  la ventana donde una mujer observa la calle por donde pasa un hombre con silueta de ánima bendita. Es el mismo hombre que un día de tiempos lejanos se dejó amar por aquella mujer de la ventana en que está hecha la tarde. De Dios está tejida la tarde en que un hombre se pudre sobre el tejado del pueblo de los fantasmas. En la tarde maduran los años de un anciano que junto a los árboles enraíza el recuerdo del primer acento que lo incitó a recorrer la columna desnuda de una doncella que con su lascivia conquistó sus manos de alabastro. La tarde está creada de todas las fábulas  de hoy del jueves del “martes de nunca llegar” la tarde ahora trasluce el rostro vivo que el dolor de la mujer peregrina desde la ventana hasta la calle empedrada observa en pasos inocentes de la nada. Hoy es el día en que los muertos preguntan por ella la de los ojos perfilados en el verde en que las hojas de eucalipto salmodian el grito de angustia cuando el verano repica en la tarde. Tarde del tercer canto Tarde azul Tarde verde Tarde de la amada Tarde espectral Tarde que deja de acontecer Tarde de la hostia desde el umbral donde el cancerbero gruñe al ángel que cuida   la tarde de la tarde. La vela en el candelabro se enciende mientras la tarde apaga la tarde.         
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