• Angel Rojo
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Lo vi en las pupilas de tus ojos cuando surgiste de la niebla y echaron la llave una vez cruzaste el umbral de la locura para regresar a mis brazos pero el caballo venía contigo, y la isla y la casa y la niña que se arrojó por el pozo y sus padres que la arrojaron. Tú lo traías todo en tu seno y quienes creían que ya te habías curado de eso se equivocaban: Me pediste ver la cinta una vez más y ahora cada noche la pasas sentada en el suelo a dos palmos del televisor y lo vuelves a ver todo borrando los rostros.  Narración basada en la trama de la película "The Ring: La Señal".
El caballo
Autor: Angel Rojo  968 Lecturas
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Han desaparecido cuatro, las cuatro... y pueden estar esparcidas a trozos por los lugares más sucios de la ciudad. Las cuatro, atrapadas por el lobo que reside en una calleja, en un piso tarado, sin padre ni madre, solo, realizando un gran puzzle de fotos en su única pared blanca. ¿Lograré atraparlo? se interroga el policía ante su esposa desnuda a medianoche. ¿Nos las traerán en pequeños paquetes? balbucea Martha ante el espejo del lavabo, mientras por el cristal descienden gruesos lagrimones. En el norte del país... en el tiempo del peor frío. Y tú sigues agrupando pistas. Y marcando círculos rojos sobre tu puzzle particular. Tú y el asesino estáis jugando una partida de ajedrez por todo el condado. Pero él te va tumbando las niñas, pieza a pieza.
Lord 74
Autor: Angel Rojo  958 Lecturas
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Hay una calle, es noche cerrada, lugarsolitario, no hay nadie, bueno, si... un hombre,quieto, de pie, apoyado en una muralla,cabeza gacha, el silencio le abraza.O le ahoga. Carraspea, enciende un cigarrillo.Aguarda. ¿O no? Soporta el frio de este invierno,manos en los bolsillos, encogido, figura sombría,misteriosa, opaca, triste, lejana. Un hombre,un paisaje, una calle ciega, un cielo poblado de nubesde tormenta que se han ido acumulando, el bulliciode la ciudad lejos, el rumor de la mar cerca,brisa, segundos que se caen de sus dedos,memoria que rasga su frente. Aguarda,si, aguarda. ¿Qué?Hay una calle, hay una sombra, hay un silencio.  
Cul-de-sac
Autor: Angel Rojo  868 Lecturas
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Como un romper de espejoses un cerebro que dice ya! y revienta.Saltan cristales, salta sangre.Y madera y sesos como vulvaes cuanto queda.
Tres
Autor: Angel Rojo  718 Lecturas
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Aguardo el tren que pasa cada madrugada por mi sueño, que espanta mi pesadilla, que se mete dentro... aguardo un tren, un no sé qué, un sonido que rompe en mil pedazos el silencio sudoroso. Aguardo una voz que me devuelva al tiempo de las luces y la alegría, cuando tu risa dominaba todos los espacios, cuando me dibujabas hermosas estrellas en los pezones con las yemas de tus dedos... que huyeron.Aguardo un tren, aguardo una madrugada más, aguardo un grito salvaje de Dios. O a un ángel que Él me envíe para decirme que viene la tormenta y este tiempo de gran hastío se va a borrar, va a caer vencido como una cometa bajo las nubes repletas de agua, de rayos y de furia concentrada.Aguardo un tren, aguardo un dios, aguardo tu voz... y las pesadillas rompen todos mis lugares, los sitios donde esconderme. Estoy desnudo ante mi mismo, hay un espejo. No hay nada más. 
Acabo de llegar de lejos. Pero ahora me siento seguro aquí. Siempre me sucede lo mismo: los viajes de vuelta son rápidos y dejan secuelas graves. Me observo ante el espejo de mi habitación. Soy hermoso, para qué negarlo!:) Echo hacia atrás los largos cabellos rubios que se confunden sobre mi frente. Besaría mis labios tan gruesos y rojos! O metería mis dedos en la boca y que se menaran allí dentro. Bueno, haría esto, haría aquéllo... Me siento cansado, es madrugada, siempre es madrugada en mi habitación. Me desabrocho la camisa con cuidado, botón a botón. Y luego dejo que caiga suavemente por mis brazos y mi espalda en la ruta hacia donde sepa lo que es el abatimiento total: vencida, en el suelo. Con tan solo la compañía de mis pies desnudos desde que llegué. Mi pecho es pálido. Todo es light en mí. Tengo una apariencia un poco andrógina, algo que gusta tanto a mi madre que se comporta como si fuera mi amante. Me pellizco los pezones pues quiero sentir algo. Con las puntas de dos uñas. Me desabrocho los jeans. Su tela basta y dura se frota con mis piernas. No dejo que caigan del todo y los sujeto cuando quedan tan solo desnudos mis muslos. Me acomodo el paquete en los calzoncillos Calvin Klein de color ébano. Me sonrío a mi mismo, me gusto y hago la misma broma de cada madrugada: miro al interior de los calzoncillos y saludo a mi pene ya medio dormido: ¿Qué hay pequeña? Venga, sal a saludar! Y lo saco por encima, pegado a mi vientre. Digo aquéllo de: Y como estrella invitada.... Me río y nada más se ríe. Dejo que la polla caiga de nuevo sobre sus huevos. Enciendo un cigarrillo y voy hasta la ventana. Miro a la calle. Luego me saco los calzoncillos y completamente a pelo paseo por mi habitación. Como una puta que espera cliente. Me voy acariciando la polla. Por debajo, para así levantarla y que luego oscile en un péndulo de tono dulce. La mojo con un poco de mi propia saliva. Apago la luz de la habitación. Soy una sombra que se agarra a una polla: mi único bien material. Es muy tarde, pero no tengo ningún deseo de dormir. Tampoco de masturbarme. No tengo ningún deseo de nada. Estoy entrando en un vórtice que me llevará a un mundo paralelo. Quizá allí tenga algo más de lo que estar orgulloso. Mi físico caucásico es muy poco. Yo conmigo no me basta. Y a mi alrededor hay muros de hielo que no sé derribar. En un mundo paralelo... PD: Me gustaría que Laura Torless recogiera este beso ante mi espejo y lo convertiera en angustia, en azoramiento. OK Laura?
Mi intimidad
Autor: Angel Rojo  846 Lecturas
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Derrama gotas de sangrela idea quebrada, empujadapor los días, hojarasca, pira en el jardín,humo, cenizas, brisa marina, letras quemadas,su vuelo, silencio de folios blancos,pasos hacia atrás, encierro, duele, siempre duele,cansa, mucho. De nuevo gotas, la cabeza heridapor la mente que azota, busca peligro,paseos por los riscos, otear desfiladeros...Queda un penoso rastro en el vacío espacioque ya no ocupa. 
Toma de decisiones
Autor: Angel Rojo  657 Lecturas
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Sentado sobre la arena de la playa ya no la veía. El mar era tan oscuro como cualquier lugar dominado por la noche. Y el saco donde ella se hallaba, a buen seguro que se había hundido por completo. Una vez lo hube lanzado a las aguas con todas mis fuerzas esperé que las olas lo alejaran de mí, me sequé el sudor de la frente con la manga de mi casaca de cuero. Lo lancé con el estilo de quien arroja el martillo en atletismo. Voltée su cuerpo frágil sobre mi cabeza. Había anudado el saco de plástico tan fuerte como me fue posible, tras introducirla con sumo cuidado. Pero no me atreví a mirar su rostro en ningún momento. Había arrastrado su cuerpo por la arena, los tacones de sus zapatos dejaron dos líneas torticeras de mala conducta. La había golpeado aprovechando que se dio la vuelta y procedió a encender un cigarrillo: saqué mi revólver oficial y le dí un golpe seco con la culata. Para asegurarme de su muerte le otorgué el tiro de gracia. Habíamos bajado el terraplén que llevaba desde la carretera hasta la playa sin dejar de discutir. Christina estaba profundamente disgustada conmigo, negaba con la cabeza y repetía la misma frase una vez tras otra: No hay nada que hacer. Yo me di cuenta de que la perdía. Fuera del automóvil, ella sentada en el capote y yo de pie, empezamos a chillar. Yo gritaba para intentar tener razón. Ella lo hacía porque la tenía. En el coche ella había hablado una vez más de nuestro conflicto. Desde que habíamos abandonado la ciudad. Christina estaba decidida a que yo le dejara las cosas claras. Pero, como tantas veces, no me apetecía hablar de aquéllo. Me recordaba demasiado a las peleas que mantuvieron mis padres. Fue al salir del cine, tras ver el film de René Clair, que Christina, cariñosa, se cogió a mi hombro y me susurró deliciosa: Nosotros deberíamos planteárnoslo, ¿no? Yo pensé que se conformaría con una evasiva más.
Tengo sangre en las manos  y hay algún muerto por ahí. Lo peor de todo esto es que conozco profundamente a los cadáveres. Son ellos lo único en que me reconozco de todo lo que me está pasando. Estoy jodido, me arrastro por arena fina, busco mi camino. Pero por ahora tan solo tarnsito una senda que vete a saber de quien diablos es. Escucho el percutor de un pistola en mi nuca. Me temo que no voy a poder seguir contando lo que me pasa. Besos. Os quiero, extraños.
Con extraños
Autor: Angel Rojo  779 Lecturas
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Dos días hace que fui a su entierro,como todos sus amigos fueron,conmocionados aún por su muerte tempranae insospechada...He recibido hoy una cinta de videoenviada por él, el mismo día de su muerte.Ahora estoy sentado en mitad del salónesperando.Está en la cocina, toma un puñado de pastillasy comienza a desnudarse. Se queda en bolasy se echa en el piso. Empieza a masturbarseevocando el nombre de Raquel, mi esposa,no cesa de repetirlo mientrs se desasosiega,cuando de la polla le comienza a surgir el sémensonrie a la cámara: como un niño juguetón,travieso, agradecido, también dulce.Se corre lentamente, unos minutos, se va frotandohasta que parece cansado y entorna los ojos, deja las manos sobre su vientre,entonces debe ser cuando se adentra en el sueño mortal,se queda tan quieto! Parece tan feliz...La cámara ahora filma a un muerto, una habitaciónvacía donde penetran rayos de sol de la mañana.Yo bajo la mirada unos instantes. Y luego grito:Raquel! Ven a ver esto. 
La última paja
Autor: Angel Rojo  628 Lecturas
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