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almadangel
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  • País: Argentina
 
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Noche.
Autor: claudia  558 Lecturas
Me gusta entrar a tú cuerpo, andar por el hueco de la sangre, desnuda.Sentir el almanaque como un olvido y besar la curva de tu cuello, el paisaje de tus lunares.Emerger de tú beso como una revelación de  las estrellas.Hacer del olvido un abismo en común y corriente, aventurarme a tú sexo maduro para morderlo con el mío.No, la noche no nos atrapará en el desconsuelo, yo estaré tibia, vos estarás tibio, enredados.Asistiremos a las fiestas con la complicidad de las almohadas.No soporto que me mires con tono de reproche, apenas miré la columna de otro abrazo, vos has mirado de cerca la carne de todas otras noches.No me dejes, no respiro, si te dejo, asistiré al derrumbe de tus ojos.Pero antes de todos mis reproches tocas el timbre y una parada antes que la mía te bajas, sin siquiera haber cruzado tu mirada con la mía.
Fugaz.
Autor: claudia  404 Lecturas
Tengo en pedacitos los dedos secándose al sol. Al anochecer me los pondré de nuevo, espero que crezcan luminosos y suaves para trepar bien arriba, hasta tu cuello.Y un beso, si, uno que se divide en millares de contracciones de labios que al chocar contra la suavidad de su piel, hacen un ruido de ola en la orilla.Un par, de ojos en el cajón de los recuerdos, que miran una foto constante que no saqué.Tengo la culpa de su  cuerpo cálido. Doy vueltas al insomnio para ver la borra del café y en secreto sé, que los brujos no bailan.Shhh… no haga ruido, a mi cuerpo tiene que entrar despacio, sigiloso, escapando casi de mis huesos.Abrirse paso con palabras con palabras, insistir en pulir las estrellas que caen a pique hacia su casa. Pasito apurado de viento, estrellas, fugaz como un mensaje en el teléfono, fugaz como el agua en la boca.Sé que es una garrita suave cortando de a poco la piel del capullo, los ojos hermosos del espejo puestos en la punta de mí abismo.Yo tengo unas divertidas manías de llegar hasta la punta del cielo y ahí decir… por ejemplo.Cartas en las tazas de té, flores en el mate, la noche en la ventana.Mis manos haciéndose de cada pedazo de mis células lunares. A la espera de tú soplo.Y si no viene se aguara el ropero, mientras  invento la forma en que se desmayan las flores.,Sensación de esperar en el cordón de la vereda, esperar a que se levante el viento y se llene de polvo la casa, que apacigüe el calor, que se balancee el foco, conmueva tu boca la estrella aquella y me la envíes de regalo suspendida entre las cosas, a tiempo de ponerme los dedos, de cargar el pelo, de alimentar mi mirada , de dejarte el cuerpo, a tiempo del sexo, la comida, la risa, a tiempo de cerrar las pestañas y escribir de nuevo con la yema de la boca que yo … los sabores de nuestros cuerpos.Pensó rápido en todas estas cosas, el deseo cayó ahí cerquita, la luz fulgurante de la estrella, y detrás tan nítido como la luna, el anuncio de su cuerpo Justo a tiempo para beberme los ojos, para peinarme los dedos, para jugar dentro de mí cuerpo.Cuando la estrella fugaz de las fugaces, la que no podemos ver, la que cae a escondidas, venga a dar sobre el techo del viento, Yo, diré tu nombreNada o todo se va con el viento justo a tiempo, dentro del espejo.Las palabras que guarda el cuerpo, la fugacidad del pestañeó, abro los ojos, una estrella fugaz hecha trizas en el suelo.
Parpadear.
Autor: claudia  394 Lecturas
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Ocurrencias.
Autor: claudia  388 Lecturas
El amor le picaba en las escamas, le ardía en las branquias.Todas las siestas en la orilla, mordisqueando la misma planta,  los ojos fijos en las ramas, alejándose del Cardumen.El zumbido, inalcanzable, las patas aferradas al árbol, chupando la savia del árbol, sus ojos fijos en la chicharra.El cardumen entero nadando cerca, atado a una porción  de río.Cuando estaba por emprender el vuelo, la ve, una Mojarra irrespetuosa, los ojos rojizos y vivos en su llamado.El amor no tardó en clavarse en las alas, el canto se transformó de la alegría a la tristeza, el cardumen entero palideció, las culebras se confundían en la siesta.El aire litoral se llenó de tristeza, los habitantes de la ciudad ya no dormían la siesta, caían en llantos larguísimos, los gurises lloraban hasta quedar sin voz, los helados se volvieron amargos, las orillas del río, se poblaron de suicidas de amor que llegaban de todas partes, atraídos por el zumbido.Las naranjas, los limones y mandarinas que latían en los azahares no nacidos, se llenaban de un amargo que no endulzaría ni el rocío, ni las heladas mas profundas.Las mujeres, se juntaban en la orilla, el calor atenazaba sus cuerpos, el río amenazaba con la sequía y ellas  entregaban a los suicidas un cuerpo no correspondido.Tanto llanto, tanta sequía, la mojarra mirando la chicharra, la chicharra zumbando, siestas enteras de Enero, calor y calor cargando de tristeza el cielo.Al fin, el cielo se volvió cobrizo, el aire se puso tenso, los suicidas se dieron a vivir, a amar sin compasión por las esquinas de la ciudad…La chicharra miro la boca implorante del pez, cómo quería cantar con tantas ganas, como quería querer con tantas ansías, una mujer que abre la boca para la música de sus alas.Y de un solo aleteo se desprendió del árbol, la mojarra dio un salto con la boca bien abierta, entonces la lluvia azoto sin piedad la ciudad, como si lloviera el río entero…A la mojarra le crecieron las alas y la música… la ciudad se baño de un zumbido atronador y delicioso, las mujeres y los suicidas se correspondieron a cuerpo y orgías en cualquier lugar, el pez con alas se alejó volando el cielo.La ciudad para siempre se quedo en celo.
Por eso...
Autor: claudia  371 Lecturas
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Reencuentro
Autor: claudia  356 Lecturas
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Trastos.
Autor: claudia  353 Lecturas
¿Me lees? ¿Me miras con tus ojos pequeños? Te estoy mirando, en el borde del agua que se junta entre los baldes.Tus pies andan por el sereno, el verano es suave, tú piel se vuelve morena de sol, yo no quiero verte más con los ojos cerrados, te respiro así los ojos bien abiertos a la maravilla del rocío.¿Me elevas en el borde de tus besos pálidos? Te estoy susurrando cuentos, en el zumbido de la noche, lumínico compás de grillos.¿Me navegas? ¿Me acaricias? Te estoy  atrapando las alas minúsculas de tú espalda, en el vaivén de tu vestido, en el impuso de tú dedo gordo que balancea el cuerpo.Escucho tu risa, escucho que caes como la lluvia en la siesta veraniega.Los ojos enormes que me sirven para reflejarte, tú cuerpo ahí exacto sin decirme nada, tú cuerpo que acaricia la superficie de las cosas, cada tanto nos miramos¿Me llamas? Creo que escucho tu voz, cantas mientras amasas el pan, cantas mientras andas por la casa.Al sol resplandeces, veo el brillo de tú pelo, la piel que dejas acariciar por el sol.¿Me lees? Ay la tristeza de los que no tenemos palabras, de los que lloramos, de los que nos quedamos con los ojos abiertos hasta que se nos llenan de migajas de la luna.Estoy acá esperando que tú cuerpo se acerque al mío, que tu mano se deslice por mi lomo, que mi sonido no te asuste.Ay de los dolores que me arden en las pezuñas, del presagio de la lanza que me desgarrará.Tus ojos, el aroma brutal de tú cuerpo desnudo, tan cercano, tan preciso.Tú mirada en la mía y hablas de él, de aquel minotauro,  de la bendición de Pasifae enamorada del toro, hablas y me rozas  con los ojos, te asusta mi cuerpo, el filo fatal de mis cuernos.Yo debajo de este cuerpo, de la tensión de mis cuatro patas, aturdido por la música, yo enloquecido por el aroma de la arena y la memoria de tus ojos, de tú pelo.Ahora viene Él, su cuerpo  en tensión, estamos  frente a frente, me mira a los ojos.No sabe que yo envidio sus manos, no sabe que yo ansío que él me desgarre, no sabe, no sabe…Yo no sé, tú cuerpo preciso al refugio del sol, la sangre caliente sobre mi testuz, tú cuerpo  preciso que se pone de pie… Yo no sé ¿Me lees? Debajo de esta piel se me abren los huesos, él  me sobrevuela.Y después  me quede buscándote ¿Me ves? Estoy asustado, rogando que Pasifae me espere a la vuelta de este ardor.Y la noche, el día, la noche, el día todo igual todo triste,  triste todo.Ahora  después de después , esta piel que huele como aquella, manos que pueden besar , el vaivén del vestido  y una nostalgia de animal tan lejana, tan ajena como el presagio de una cornada.¿Me lees? Escribo para vos un cuento de reencarnaciones, un augurio de tú piel, un desahogo de mí cuerpo que te mira a palabras.
Cuentos.
Autor: claudia  342 Lecturas

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