• Mar
Aliosha
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  • País: Argentina
 
  Te señalo con mi dedo torcido absurdo   a vos   te bendigo a sorbos en un movimiento de columpio perturbado.   Hay un Dios artificial que protege tus palabras está la letanía en todo lo que tocas impureza mástil en tu frente cuando no comprende y se arruga paralela al suelo, siempre y sufro.   Sólo queda observarte y llorar de angustia hacer un racimo seco con las manos limpias guardarse en un cajón implorando ceguera oruga solitaria baldosa fría inexistencia.   
Inexistencia
Autor: Mar  603 Lecturas
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  Aspiro miserias de papel. Me ahogo en un yo ísmo trascen dentalista re currente has tiado.     Ciertas figuras atemporales se repiten (ten, ten) saben de memoria sus líneas de amor poco originales y las exponen                                                        con el corazón sangrando en una mano.                                                            Ya no pueden llorar porque han crecido.     Se reconocen una en la otra sintiendo vergüenza ajena                                por tanta                                imploración implícita implicada                                por tanta s            rodillas machucadas sobre piedras desnudas de invierno.       Pero sienten.                                (Sienten. Sienten. Matan. Blasfeman. Gritan en cuartos vacíos                                                            de violencia)       Cuando tiran del hilo de símismas                sufren sienten                siguen tira a  ndo                  ((y un rictus (de placer) en los labios (inertes))) hasta que alguna conciencia viene a socorrerlas con ojos clavados eternamente en sus frentes                                                                                         (sutil heroísmo que las conmueve   pero):     Responden a un amor Divino                                                        tergiversado, inventado, ado, ado, ado a palabras irracionales que dicen llamarse jitanjáforas a otros ojos                             ajenos y          lejanos en los que necesitan reconocerse                                                   vacías e in cmplets.    
Ciertas figuras
Autor: Mar  785 Lecturas
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  Temm blo ress sempiternoss murmurantess como una                                                                 sentencia fatídica.       Desde este < ángulo >                          abis mal las palabras no llegan                                                                                  ro las palabras son   casi   como                       ja       s. balas              en la frente de todos los  pá                                                                                                  (Derroche de pólvora                                                                                                  para tanta volatilidad       alejá andose)       pero, déja me decir te, Mi Amor (y retengo tus ojos atigrados míos un segundo tuyo en mis manos):     el tiempo, las balas no matan       tan sólo apartan                 los pensamientos a                                                                                           un costado negro sin intenciones.                                                                                            (postergando)     Engañan vilmente como sólo lo haría una madre, arropan conternura una desnudez latente que se                                               des                                                      vis                                                            te  a des horas.      
Temblores sempiternos
Autor: Mar  865 Lecturas
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 Qué mujer no ha sido capazde enamorarse de otra mujer,de la continuación enfermiza de su propia imagen inacabada,de la secuencia atemporalde intencionescerteras.  ///////////////////////////////////////  Solemos morirapenasde un lado del cuerpo,para descubrir la putrefacción de nuestra otra mitad empedernida,vacilantemente hermosaenla plenitud ciega de la superviviencia.  ////////////////////////////////////////  Me encanta romperte la cabeza con un martillo y ver tu sonrisa intacta, los ojos con brillo; esa indiferencia de los árboles a la desgracia.    
El reinado del azar
Autor: Mar  503 Lecturas
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 He necesitado, como hace tiempo, vomitar cada espacio de verdad en el ensimismamiento de ser uno solo, frente a la pared, si fuera posible, rodeada de espejos, masticando humedad en el acto mecánico de saberse humano sin opción ni sexo.Tu felicidad no es precisamente la mía, ni tiene por qué serlo. Sucede que mi felicidad es tan indefinida que difícilmente llegue a la condición de sustantivo abstracto. Nada en su naturaleza es comparable. Pero por qué la miseria repetible, difícilmente aislable, tan poco personal como para merecer ser nombrada; por qué si soy una persona sola, en el abismo de la asimilación tardía, debo negarme a ciertas construcciones, como: te amo, me duele, no quiero superar esto. No puedo. En el afán de qué. Si no es esto más que un acto terapéutico, entrañable y patético. So cute. Tan extremo y cobarde como la razón que me obliga hoy a quedarme aquí entre murmullos huérfanos como una viuda inventada. Respondo entonces.La razón, oh, la razón iluminada del positivismo y sus pruebas, las razones que hoy dispersas son presas de un nombre vacío. Significante carente de significado en su condición biplánica abominable.No me dejes. No me dejes acercarme repetirme mascullarme ser yo carente de orgullo por un fin mejor. Optemos por los paralelismos mediocres sin dar vuelta los ojos al otro, prestando los oídos sordos a la vida ajena deslizándose rozando muriendo de tan propia de sí. Pero yo te pido, por favor, dejame funcionar más allá de mi ausencia como una marca más allá de la muerte.03-09-08
So cute
Autor: Mar  516 Lecturas
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Lo encontró en la calle en una esquina decente mirando una vidriera agachando la cabeza con toda la plenitud expresiva que su espíritu le permitía. Se acercó lentamente, como lo hacen ciertos fantasmas sin que nadie intente verlos apenas casi así, y le dijo: me enteré de que vas a ser padre, y de que va a ser una nena, nena; una nena con un padre como el que nunca tuviste. Él la miró oyéndola casi cantar sin temor a ser oída. Lucrecia, Lucrecia, repitió entonces ella su nombre vacío, supe, y esta vez sí va a llevar tu piel oscura como un río oscuro. Entonces él le dijo: es verdad, pero yo ya tengo otra hija. Seremos cuatro bajo un techo los días de lluvia. Sin necesidad de mirar por los resquicios de la ventana en presencia de un universo tan nuestro. Ella levantó la cabeza por un segundo anclada en el asfalto monótono y quieto y una lágrima tocó su piel quemando cualquier borde, cualquiera, cualquiera. La propia materialidad resultaba un defecto. Y entonces. Ya lo sé, mi amor, ya lo sé, repitió en una quietud exacerbada temblando hasta la superficie. Siempre, en el fondo, supe toda la verdad de tu vida como un Dios en silencio. Sólo quería decirte una cosa tan simple que da lástima, se tuerce en sí misma sin lograr hallarse, enterneciéndose casi como la foto colgada en la pared vista mil veces tachada mil veces muerta nunca aún todavía. Ignorémonos como siempre después en todas las malditas calles de este mundo-pañuelo, pero. Lo miró a un punto extraño que parecía extenderse, desde el centro de sus ojos a un yo más lejano abriéndose paso a través de su frente. Lo tocó sintiendo el ardor de una piel siempre nueva a través del tiempo y de los tiempos. Y le dijo, perdiendo noción del espacio del presente del aire y de las cosas: sé feliz. Me estará doliendo del otro lado y sin embargo reiré como ahora en una ausencia permitida. (La palabra lejana se retorcía en su cabeza como un trueno autónomo y esparcía restos de recuerdos de letras, de cierto relato infantil para su infantil vida y consecuente abandono resistido. Pero sintió el dolor adelantándose a su primer pensamiento como un de javoù conciente de sí mismo y de un cuerpo tal vez remoto, externo; hastiado y ajeno a la misma esencia de ser en sí un centro tan concentrado, capaz de contener la nada). Él extendió la mano dirigiéndose a sus ojos siempre ciegos, entonces ella dijo, conteniendo el gesto de cinco dedos de orquesta sola como una piedra del tiempo: no, nunca, gracias, adiós.  
Ciertas jaulas
Autor: Mar  458 Lecturas
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