• Sebastián
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  • País: Colombia
 
     Lo más agradable de ser niñito es la libertad con la que se cuenta para hacer lo que a uno se le venga en gana y si está mal hecho pues uno llora y no obtiene como castigo sino un aay pobre bebé no sabe lo bueno y lo malo, un pico en la frente y todo se arregla. En mis tranquilos días de verano y de invierno y de otoño y primavera, porque yo como niñito nunca descanso, nunca paro de joderle la vida a mis papis (uno tiene que aprovechar tanto amor), siempre me levanto con unas sexuales ganas de chuparle los pezoncitos marrones a mi mami. Esa también es una ventaja, porque cuando uno está grande tiene que rogar y hacer infinidad de cosas para poderlos lamer, que cariño te invito un café, cariño te invito una soda, cariño ¿quieres fumar?, cariño que bonitos ojos tienes, cariño déjame chupar tus pezones, ¡plas!, una cachetada en todo mi rostrito. Por eso me encanta estar metido en este cuerpo indefinido, todo se me hace más fácil, puedo conseguir lo que se me antoje y chupar sin descanso todo un día los senos de mi mami hasta que se le pongan rojos y me llenen por completo mi boquita con enfiladas armas de lechesita materna. Aclaro que solo me gustan los de mi mami, porque ni por muy bebé que sea le chuparía el arma a mi papi, aunque también dé lechesita. Lo que más me llena de una risa picarona y malvada, es ver como mi mami se calienta en principio con los besitos que le doy en sus téticas, ya después no sabe cómo quitarme.      Cuando no estoy siendo amamantado la cosa también es jodida. Depende de mi estado de ánimo y la calidad de mis alimentos para que me porte bien o mal con los monstruos mil caras que todo el día quieren alzarme, besarme e intentar hacerme reír. Cuando hacen rostros estúpidos, onde ta bebé, arrurú arrurú, me dan más bien lástima. Les regalo una sonrisita para que no se ofusquen y crean que los veo divertidos. Hay ocasiones en que se pasan, me lleno de ira y como no puedo decirles hey pana, déjate de maricadas y no me molestes, suelto un estruendoso llanto que alerta a todo mundo y piensan ay qué le hicieron al nene, no le gustó esa cara que le hiciste, debe estar enfermo, y otros, ay no, debí haberlo asustado, ay no llores bebé, arrurrú arrurú. Yo me cago de risa mentalmente mientras los hago sentir unos criminales de mierda por hacer llorar al nene.     Otra cosa que me pone histérico es que cojan mis juguetitos. Como todo niñito, lo mío es mío y ningún otro jodón tiene por qué venir a apoderarse de mis tesoritos y cuando eso pasa mami dice oye no le cojas eso al nene que él se pone como bravito y dicen ay pero sí es un bebé cómo va a saber qué eso es de él y yo digo para mis adentros cabrón yo sé que es mío porque soy un bebé no un anómalo adefesio como tú, suelta ya mis tesoritos. Y ellos, asustados porque suelto chillidos que se escuchan a cinco cuadras de distancia, los sueltan encolerizados por lo odioso que es ese niñito, ni que me los fuera a robar, y la gente a las cinco cuadras de distancia por allá está llorando ese niñito, o le cogieron los tesoritos o tiene una cagada inmensa. Y sí, también lloro cuando tengo popis. Puedo ser un nene pero respeto mi condición humana y no me gusta estar untadito y me da ira no poder levantarme, ir al excusado, bajarme los pantalonsitos, quitarme el pañal, hacer popis y luego limpiarme, como lo hace la gente normal. Pero como no puedo, y no podré sino hasta quién sabe cuántos años, no me queda sino acostumbrarme y vengarme con el mundo cada vez que me haga popó en el pañal, y sobra decir que no es cualquier pañal, el mío equivale al mayor contaminante del mundo porque mis cagaditas son fenomenales. Así, cuando mi colita está pintada de café o verde según sea el caso y mi genio, mi mami y pocas veces mi papi vienen a cambiarme. A mi mami la amo mucho porque me da tética todo el día, pero cuando sé que es el día en que mi papi tiene que cambiarme, es decir, todos los domingos en que puede descansar, guardo mi pis y no lo mezclo con el chocolatito y cuando papi me quita el pañal, ¡pas!, le disparo mi agüita en su cara y mami dice jaja ese niñito es un travieso y papi limpiándose la cara dice lo que le espera cuando esté más grandecito.     En ocasiones siento algo de nostalgia con los viejos, por lo general me comporto muy mal y no hago sino porquerías y chupar lo que ya sabemos. He visto a mami llorar que porque soy un trabajo muy duro y que ella ya no puede divertirse y que papi va a terminar consiguiéndose otra con quién pueda disfrutar y yo pienso qué va mami, papi te ama y él no hará eso y si lo hace es un cabrón y le tiraré mi pis todas las veces que tenga durante toda mi vida. Y se me ocurre una idea. Mami no sale a la disco porque como yo hago mi siesta en el día en la noche me da rabia no poder dormir y termino despertando a todas las cinco cuadras, entonces organizaré mi sueño para no molestar de noche y que mami pueda salir con papi a bailar sin preocuparse porque el nene llore. Luego de que aprendo a dormir como los grandes, mami y papi por fin deciden salir a divertirse un poco y llaman una nana a domicilio para que esté pendiente del nene mientras ellos hacen sus cositas y no te preocupes nanita que nosotros no nos demoramos mucho, en el refrigerador hay lechesita en polvo para que le prepares un tete al nene por si se despierta y cualquier cosa nos llamas. Mami me pone su duro pezón en mi boquita y yo lo lamo y cierro los ojos hasta que ella piense que me he quedado dormido para que se puedan ir rápido porque tampoco es que les vaya a dar mucho tiempo, tienen cuatro horas y si no reviento las cuadras con mis lloriqueos. Mami y papi se van y en el instante en que escucho el golpe de la puerta abro mis ojitos para investigar a ver quién es la supuesta nana. Es una rubia alta y esbelta, no le pongo más de 21 años, piel blanca y labios carnosos color sangre. Ella ve que abrí los ojitos y dice ah carajo el nene se despertó me tocó trabajar y ya no podré llamar a Clemente para que me haga compañía. La nana me agarra entre sus brazos y yo siento en mi espaldita sus redonditos senos y empiezo a ponerme inquieto y a pasarle las manitos por encima de su escote y a bajarle la blusita y ella ay que nene tan malo y yo continúo metiendo mis manitos y llego a los pezones de la nana y ella da un brinquito y siento cómo los bellos de sus brazos se levantan y su piel se pone como de gallina y ella sigue diciendo ay pero que nene tan inquieto y me saca las manitos y me da cólera y empiezo a gemir y a gritar y ella se asusta y me trae un biberón pero yo lo que quiero son sus teticas, entonces ella piensa que quizás tengo popis y me quita el pañal para observar y se da cuenta que estoy limpio y me coge la chichita y me dice ay pero qué futuro te espera nene y yo sonrío un poquito y sigo intentando alcanzar su escote nuevamente. Ella se da cuenta de mis deseos y saca una tetica suya y la pone sobre mi boquita y entonces yo me calmo y empiezo a sonreír y ella al mismo tiempo me hace cosquillitas en mi cosita y dice ay pero que nene tan dulce eso sí le gusta ¿no? Me quedo adherido a su seno las 4 horas y papi y mami llegan y ella me quita la boquita bruscamente y yo ya no lloro porque me salí con la mía. La nana se va y yo le hago cariñitos delante de mis papis para que vean cuánto la quiero y sigan contratándola siempre y ellos dicen ay pero que buena eres cuidando nenes, aquí tienes las puertas abiertas para cualquier cosa y yo pienso y ojalá las piernas también.  
Caprichos del nene.
Autor: Sebastián  962 Lecturas
Afuera la noche está apagada y el viento sopla intermitente. Veo cómo una cabecita se asoma por el marco de la ventana y se queda mirándome con sus par de inmensas canicas negras. Mira como fumo, mira como empiezo a detestarla. Ahora arrastra su cuerpito y entra para detallarme fija sobre la pared. Es una mediana lagartija que mueve sus patitas rápidamente. Me mira, mira el humo del cigarrillo y yo la veo que me muestra sus tripas a través de su cuerpito transparente. Mueve su cola y me asusto. Me quedo tiritando. No me muevo. Me asusta el animal. Ahora ve cómo tiene la ventaja y corre por toda la pared agitando su colita rayada. Se detiene cerca al librero. Ya está lejos de mí, ya puedo moverme. Tiro el cigarro y me levanto de la cama. Busco una escoba tras la puerta y voy acercándome poco a ese par de ojos negros que ya me miran aturdidos. Voy apuntando con mi arma y ella no se mueve, sigue quieta, como analizándome. Empieza a respirar aceleradamente y yo la copio, me ahogo de los nervios. Ahora apunto con el palo directo a su cabecita y disparo, ¡pum! ¡No le pego¡ Ella corre por su vida tras el librero y aparece nuevamente junto a la puerta. Vuelvo a disparar y siento cómo la punta de la escoba aplasta el cuerpito transparente y lo aniquila, lo mata, lo remata. La lagartija cae y en el piso se desprende de su cola que sigue moviéndose, me quiere atacar y está desesperada, pero yo la piso hasta que deja ese trauma inmundo de resistir y vengarse.   Pobres animales, no saben lo curiosos que se ven afuera. No sé porqué entran en mi cuarto, ya sea para hastiarme o porque buscan calor dentro cuando hace frío en la calle.     
Herpetofobia
Autor: Sebastián  827 Lecturas
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     El hombre acostumbrado a viajar por el cielo de la carpa estaba ese día indispuesto y no por ello el show del Hombre Bala podía cancelarse. El director del circo, al percatarse del problema, no tuvo otra opción que ordenar a uno de los payasos que cambiara la peluca y los chistes por el casco de protección hecho como en acrílico. Para la función de esa noche, el circo se vio inundado de un público expectante por lo novedoso que podía ser un payaso bala. En cada gradería de madera vieja y rechinante no había espacio para uno más, así fuese tan delgado como el lazo por el que caminan los equilibristas. Mientras la gente iba metiendo una a una las palomitas de maíz en su boca y bebía casualmente sorbos de gaseosa, fueron pasando los actos. El del señor que come agujas, el del toro que habla, los trapecistas que se balancean en hilos y la guapa hija del director capaz de adivinar la composición genética de cada uno de los espectadores. Cuando llegó el turno del Hombre Bala, la multitud se levantó de sus asientos y aplaudió con tal euforia que un viento perdido sopló en el interior de la carpa  cerrada casi herméticamente. El cañón disparahombres fue acercándose conforme el fervor y en él se introdujo el payaso, no se sabe si nervioso o excitado. Acto seguido, del público fue elegido un niñito de botitas de caucho para que encendiera la mecha e iniciara el espectáculo, pero faltando unos pocos milímetros para el tope, se apagó por los suspiros absortos de los asistentes. Volvió a encenderse la llama y salió el hombre siendo más bala que nunca, traspasó la carpa dejando entrar la luz azul al circo y un aire pesado que confundió a los visitantes. El hombre siguió volando y ya se vio cómo el circo se hacía minúsculo para luego desaparecer de su panorama; se vio también una manada de patos que emigraban hacia el horizonte como dibujando su itinerario y su destino. Ya en unos minutos estaba lejos de la ciudad y en otros más observó cómo descansaban las estatuas de San Agustín allá abajo, más tarde el inmenso Amazonas, luego un mar azul que bien se podía confundir con el mismo cielo, un cerco colonial en Lisboa, Cibeles, El Arco del Triunfo, las ruinas de un muro que dividía aún más las diferencias,  inmensos castillos con forma de muffins, otro muro divisor, canguros llenos de crías, leones, tigres, cebras y otros animales salvajes; ora un tal Santiago, ora un aire bueno en asunción, ya no un muro sino una línea limitante, nuevamente las estatuas de San Agustín y, por fin, la carpa del circo. Ingresó por el mismo agujero que horas antes había hecho y cayó ya sin impulso en una débil red para pescar, no se sabe si peces u hombres bala. Allí, levantose el acongojado y mareado payaso pensando en lo plausible de su acto, pero ya el circo sólo estaba ocupado por vestigios de viento y una que otra soledad. -¿Dónde te la has pasado, condenado payaso?-dijo el director del circo-. Mejor hubiese puesto al comeagujas que a ti. -Creo que es necesario reparar el cañón- respondió el payaso bala.  
Dicho está, hermosa musa de la canción,que el silencio de la nocheme perturba sin clemenciaporque es cuando el viento sopla para dentro,rebota en mi esenciay sale disparado con un disfrazde pensamiento.Luego, esos altísonosno dicen más que tu nombre,se dibujan en el vacío como si fuera tu rostro,para después deformarsecon el humo inconexo del cigarrilloque me muestra unos ojos,no de perlas,sino de ti, ......Un abrazo y el beso que te daré.
De amores
Autor: Sebastián  722 Lecturas
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Un joven compraba corazones de todo tipo. En los días festivos, se paraba frente al teatro de la ciudad, en la esquina de la calle San Juan, y anunciaba a los espectadores gustosos que no importaba el tamaño, la patología o el dueño: Él, compraba corazones. Y la gente no sabía para qué quería el joven los corazones de otros, porque no era normal en esta parte del mundo ese tipo de mercado. Para algunos, el chico sencillamente estaba loco. Para otros, algo tramaba.      El primer corazón que logró comprar, lo adquirió de un señor de no más de 60 años. Era alto, robusto, aún sonreía el cabello en su cabeza y la barba le tapaba la manzana de Adán. Lo que dijo el señor fue: Si en realidad comprás corazones, ofrecé por el mío, chico. Negociaron. El joven, por fin, compró el corazón del mayor a un precio considerable e inmediatamente lo guardó en su mochila Totto cargada al hombro diestro. Una bella mujer de cabellos lacios y castaños, al ver el infalible negocio, se acercó también al joven para ofertar su bomba de vida. A diferencia del trato anterior, la bella mujer se mostró más exigente y le solicitó al joven el doble de la suma que este le había otorgado al primer cliente. Sin más, el joven extrajo el corazón de la dama, cuidándose de no tocar su seno o dañarlo con la pequeña incisión, y lo puso en su mochila junto al primer producto. Asimismo, el tercero, cuarto, quinto, sexto y séptimo  que el joven logró comprar, fueron duplicándose en costos progresivamente; él seguía guardando sus corazones en la misma mochila puesta ahora sobre ambos hombros, porque tanta vida pesaba bastante.      Del mismo modo pasaron algunos meses. La gente salía del teatro luego de sonreír con las ocurrencias de Pep Demons o llorar por el amor impreciso de Vincent y María, veían al joven parado en la misma esquina y quienes aún tenían corazón se acercaban ofertándolo. Sin duda lo hacían porque quienes ya lo habían vendido seguían sus vidas con normalidad. Asombraba de sobremanera la capacidad económica del joven, pues comprar más de un centenar de corazones a precios impagables no era propiamente algo común.      Un día de esos de verano en que las gaviotas parecen levitar y las gardenias deslumbran por su fastuosidad, sucedieron a las afueras del teatro dos cosas asombrosas: Luego de la presentación de la comedia romántica estelarizada por Anita de la Rivera, y que era la más aclamada en el mundo entero, ninguno de los espectadores se mostró melancólico o feliz, como si el diablo les hubiese quitado el carácter innato de sonreír o llorar; además, inextricablemente, el joven comerciante de corazones gastados y mal usados, no estaba dando peroratas en la esquina de la calle San Juan. Pese a que todos notaron la extraña ausencia, le atribuyeron una ruina total al joven y olvidaron inmediatamente su excesiva frialdad luego de la obra. Del mismo modo pasaron algunas cuantas semanas: Ellos salían como entraron. Él no estaba. Y otras semanas más: Él no estaba. Ellos salían como entraron. Todo así, hasta que uno de los días alguien se percató del motivo verdadero y gritó “ese cabrón nos robó los sentimientos”. Al instante, la multitud expectante se mostró inquieta y la impotencia por no poder sentir ira se apoderó de sus cabezas. Formaron carteles enormes con el rostro dibujado del joven y atravesado por un cuchillo filudo en protesta al hurto masivo. Gritaron sin emoción por todo el centro del pueblo y quemaron un muñeco hecho de tela en la esquina de la calle San Juan. Pero la multitud además de no sentir, tampoco pensaba y terminaron incendiando también el teatro del pueblo junto con algunas de las estrellas dentro. La consigna era: “Queremos sentir”. No obstante, el inasible desespero de la multitud pululante a lo largo de la calle San Juan y la avenida de Pedro el Santo, estalló aún más cuando desde la esquina de la calle de las Guabinas el joven caminaba inadvertido fumando un Marlboro a medio quemar y con una diadema en sus oídos escuchando seguramente las melodías de Ella Fitzgerald o de Bilye Holiday. Y tan desprevenido estaba que lo único que logró aterrizarlo a lo complejo de la situación fue el golpe de una roca en su cráneo, entonces sangrante. De inmediato la multitud cercó al joven y le proporcionó tamaña golpiza que ni siquiera hubo espacios para sentimentalismos o raciocinios. Fue allí cuando la voz copiada de la arenga inicial se hizo presente por segunda ocasión con un desespero apremiante: “Si el chico muere, nuestros corazones se perderán en el tiempo”. Ya era tarde. Como no podían sentir arrepentimiento buscaron desmedidamente el escondite de los corazones comprados por el joven por todo el pueblo, destruyendo alocadamente cuanto escombro se les cruzara por el camino. Finalmente, la Villa del Valle de las Espadas, como se llamaba el pueblo, ardió sin clemencia bajo el plenilunio recién salido y no habiendo algo más que destruir, se masacraron unos a otros, enceguecidos por el desconcierto y el miedo de no poder amar u odiar en adelante mientras una mochila Totto se incineraba junto a la estatua libertadora.
¿Y dónde están los jóvenes de este país?Jaime Garzón¿Qué les queda a los jóvenes?Mario Benedetti¿Dónde estamos, jóvenes? ¿Dónde estamos cuando el cielo se cae a pedacitos? Tantos pies juntos que debieran caminar y caminar, moverse en busca de un aire suave y fresco donde sonreír. Tantas manos inquietas que debieran disparar charcos de pintura sobre las ciudadelas blancas o negras, da lo mismo. Tantos ojos que parece, a veces, solo sirven para ver esa caja poco mágica que nos roba hasta a los hermanos. Tantas bocas sucias y embutidas de mentiras en esta tierra de mentiras probables, de verdades inseguras, de corazones sagrados. ¿Dónde estamos, jóvenes? Acaso pareciera que debajo de la cama, escondiéndonos de esas botas mojadas que buscan rostros indignados o simplemente distintos para marcarlos con huellas de lodo. ¿O en ese cuarto obscuro donde ni siquiera la utopía rompe con el silencio? Es posible. Probablemente, y bajo la consciencia perdida de las lágrimas maternas, estemos sentados a la diestra del señor que olvidó cómo mover las manos, cómo enseñarnos que libertad y amor no son imposibles, que fervor y cambio van de la mano, que uno es tácito en otro y otro es tácito en uno. También, es posible que nos encontremos de pie donde descansan los mártires y donde el perro alza la pata para sentir un alivio muy humano, muy animal. Ora ya está temblando el mundo, y todos sabemos que cuando eso pasa lo mejor es correr, pero no a la deriva, sino a un lugar seguro; ora ya los omnipotentes empiezan a tener oídos y nosotros con la boca ocupada.¿En qué lugar, qué parque, qué andén, se inscribió que la vergüenza del orden lidera la fila del bienestar? Igual que el niño grita rebeldía, es hora de exigirle a la luna que nos muestre esa otra cara que sólo se ve al otro lado de las aguas. Es hora de entender que en el diccionario la palabra ‘joven’ no figura como sinónimo de adaptado. Es tiempo de gritar que somos desadaptados y que no nos vemos en ese espejo tan pequeño donde yace lascivo el signo de los pesos, con sus patitas abiertas y su anatomía cambiante. Ya las palabras necias pasarán como viento helado que no precisa retornar. Ya construiremos esa voz de todos que no es de nadie y que arenga valores básicos, no de cantidades vacías, sino de cualidades perdidas en este mar de éxito que se respira contaminado. Quizá, la pasión nos exija fe de erratas, pero es probable que también usurpe el lugar del invisible. Y con esto no podemos pretender que hasta el ajeno nos escuche, pero sí que la memoria retorne como un derecho colectivo. ¿Dónde estamos, jóvenes?, debe ser una pregunta que se pelee con la existencia, con la resistencia.Vamos a decirle a los que brillan la muerte que somos inmortales, y que la basura de la indiferencia está en peligro de extinción. Amaremos el recuerdo de ese árbol donde jugábamos de chicos al columpio, y al árbol también. Odiaremos ese sol que nos obliga a escondernos en la cálida manta de la comodidad: porque estaremos incómodos e incomodaremos. Vamos a levantar el puño con dirección al infinito y vamos a hacer que el señor infinito se extienda aún más cuando lo alcancemos. Nos reuniremos sobre esa escarcha que dejó el llanto para cubrirla de besos, y por antonomasia nos dirán re-evolucionados y enemigos del olvido.¿Dónde estamos, jóvenes? Aquí y allá y en todas partes. ¿Qué nos queda? Pregunta Marioesperanzado. Y podríamos responder: Lo mismo que a vos: esperanza. 
Cuando me dicen: “Descansa, mañana será un nuevo día”, no puedo evitar oponerme mentalmente a tal afirmación, así esté de acuerdo con que en nuevos tiempos nuevas bonanzas. Cuando uno duerme, guarda en un baúl no perecedero todos aquellos recuerdos, situaciones y problemas, no sólo del día, sino de su inmediata conciencia, y, automáticamente, tales tópicos, recorren un camino sesgado hacia sus camarotes y todo aquello que uno ni siquiera determina (propio de una naturaleza vampiresca) viene a reemplazarlos. En el preciso instante en que se cierran los ojos, se pierde cualquier forma de razonamiento, todo se vuelve mágico y abstracto: Irracional. Tal acto, sin duda alguna, es la mejor aerolínea existente, pues logra trasladarte de este mundo a no sé donde en no sé cuánto tiempo; de verdad es increíble. En ese destino, que tal vez sea el mismo dominio infinito de hectáreas de la huesuda de la hoz, no se sabe si se está viviendo o no. Allí, todo aquello que se anhela se vuelve realidad,  y lo que nunca se cruzó por la cabeza cobra vida. Es difícil establecer ese maquiavélico juego del subconsciente, uno nunca logra entender si su fin es dar gusto o molestar. Por otra parte, tengo que aseverar que me resulta fastidioso escuchar comentarios de gente que dice luchar por sus sueños, cuando simplemente basta con cerrar los ojos para conseguir cumplirlos: ¡No se deben confundir los sueños con las metas! También tengo que decir, o mejor, aclarar, que no es que descansar sea malo, la crítica va exclusivamente para la connotación tan equivocada que se le tiene, pues soy fiel partidario de lo exquisito que es pernoctar. Difiriendo, dormir, sólo es un camino para los cobardes y una opción para los timoratos porque sólo ese acto natural los aleja de su realidad, la única que hay que vivir. Pero eso no es lo peor; lo más arduo es tener que despertar. Al despertar, todos aquellos caracteres que uno guarda antes de dormir regresan a la mente, desplazando lo maravilloso y lo gratificante al tétrico baúl hasta una nueva oportunidad, hasta la próxima noche; por eso, cuando uno se levanta, mitad consiente y mitad no, es porque aquellas entidades se encuentran en un veloz intercambio de lugares y por esos segundos en nuestra cabeza no hay más que aire. Luego, nuevamente, todos los problemas, preocupaciones, remordimientos y recuerdos se apoderan de nuestra cotidianidad, dando así el inicio a un nuevo día. Por esto y más, valoro con desdén mis sueños: Cuando vivo, existo; cuando sueño, soy.Dormir no es descansar, dormir es morir en vida pero con el don de la resurrección. 
Sátira al sueño.
Autor: Sebastián  631 Lecturas
A ella.Existo porque te quieroporque en esta confusa nochede nubes terrestres y tierras por los airespienso en que te piensoy más aún, que si no te piensoes porque debo estar enloqueciendoes porque ya no estoy existiendoy estos latidos que sientoy estas manos que veoy estas memorias que perpetuoson sólo un tétrico oasis vacioque aparece cuando no te recuerdo.Porque te quiero existocuando el cielo estrellado ya no puede mostrar más tonos azulesporque todo su contrastete pertenece a tiporque tú eres dueña de míde todo y de mi todoporque no sólo brillas porque te quieroporque brillas aún cuando no te quieroporque tus risas opacan mi mala suerteporque tu rostro en mi rutina intervieneporque tus besos son anhelosporque tus abrazos son sueñosy aunque odio vivir de sueñosme siento completo porque te quieroy sé que tú también me quieresno porque brilleno por mis risasni por mis besosni por mis abrazos sino porque entiendes que de ti dependoy que sólo existo cuando te quiero.
Mi existir.
Autor: Sebastián  624 Lecturas
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Oigo nombres en las paredes.La cal mojada se irrumpe por el espejo:laguna llana donde crepita el silenciode los pasos perdidos de la muchacha.He vuelto a mi espalda sobre la estepa sucia.Cálida sonrisa que despierta al alba,¿cuán loada será tu amargura?La soledad se esconde entre los robles ylos pálidos finales de mis susurros:entona álgida en tus dichosas felonías.Muchacha, no camines por los suelos mojadosni tumbes el vacío espectral de la montaña-Infinita, polvorienta-¿Acaso ya no preguntas?La gélida corriente del ríono podría remolcarte los caprichos.¡Qué difícil suponer el resplandor de la sorpresa!En ella harán parada los vestigios del lenguaje,y el canto indeleble-ceniza entre los dedos-huirá del viento como una gaviota muerta.Y, entonces, yo no sabré los nombres de los nombres.
                                                      (Los colombianos entienden) Las sonrisas se nos fueronjunto al hombre malo.Nosotros las guardábamosdebajo de la cama,entre los labios,debajo del fervorde nuestros hermanos pobres.Nosotros solíamos lucharcontra el hambre yla desazón.Los más tristes,dibujaban pequeñas alegríasfrente al televisor.Los indiferentes,posaban su cara melancólicaen los espejos,y ya no parecían tan ciegos.Nosotros jugábamos a la pelota,o a las almas muertas,que era lo mismo.En esos días,ellos tenían país, ynosotros llorábamoslas últimas bajas.Ellos se peleabancon todas las uñas,como gatos en celo,mientras nosotrosbuscábamos el olor perdidode la esperanza.A nosotros nos hurtaron la fe,nos destruyeron el amor,nos cortaron las alitas de humoy nos acostumbrarona las botas.Cuando apenasdespertaba el siglo,todas las sonrisasse nos fueronjunto al hombre malo.

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