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Saramarialuz
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  • País: Argentina
 
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No lo creo.
Autor: Silvana Pressacco  649 Lecturas
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Sin destino
Autor: Silvana Pressacco  898 Lecturas
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Elecciones
Autor: Silvana Pressacco  792 Lecturas
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El día de mi muerte
Autor: doris melo  3865 Lecturas
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¿No es pecado?
Autor: Sara Luz  650 Lecturas
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Sabia anciana
Autor: Silvana Pressacco  661 Lecturas
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Huele a romero
Autor: Silvana Pressacco  1254 Lecturas
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Contracorriente
Autor: Silvana Pressacco  1286 Lecturas
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Espero tu voz
Autor: Silvana Pressacco  1143 Lecturas
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Libre al fin
Autor: Silvana Pressacco  992 Lecturas
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El culpable
Autor: Silvana Pressacco  1131 Lecturas
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Lavar tu nombre
Autor: Silvana Pressacco  1243 Lecturas
El amor tiene doble personalidad; algunas veces pega, azota, desangra tus heridas, succiona de ellas y goza tus lamentos en silencio, pero con sonrisas de ironías. Otras, te arropa entre sus brazos y te muestra desde arriba lo que pierdes llorando, atiende tus caprichos y te enseña de ellos mientras seca tus lágrimas con temblorosos dedos, llenos de compasión. Como intruso atrevido se introduce en tus adentros y recorre los mil recovecos, impulsa la sangre en el viaje y te hace florecer aun creyendo en los eternos inviernos. Genera inquietos remolinos o sacude con temblores a todo tu cuerpo, trae calma con sonrisas dibujadas y paz en el alma que creíamos enredada o acabada. Egoísta en su tiempo acapara los pensamientos y cuando  quiere ser libre, rápidamente se escapa… dejando en la memoria trozos de su cola que quedará  eternamente atrapada. Enseña  a volar en su compañía, presta sus alas mientras  eleva y  presenta los cielos. Lleva bien alto y allí aloja, a la mayoría de los mortales por un tiempo. Parece que le place ver el encuentro con la realidad abrupta cuando sin su presencia no hay sustento y la caída es inevitable. Se habla de él con mucho conocimiento, los poetas, enamorados, vos, yo…todos somos expertos; más llegado el momento no podemos explicarle a la razón porqué lo queremos si provoca tanto sufrimiento, porqué le dimos la llave de nuestro corazón si cargado de recuerdos y nostalgias apenas  lo deja latiendo. El amor. El de carne, el de sangre, el que se pinta con nombre propio o es un ideal, una creencia, un arte. Estrellas fugaces, cometas ligeros sobre universos oscuros; la luz eterna, el calor del sol.   Tantas causas y consecuencias  en su honor. Tantas injusticias se justifican usando la palabra como si fuera escudo o salvación. Tantas historias sangrientas y tristes en su nombre o con su perdón.  El amor.  A veces hace liberar batallas; es el amo, y sumisos  llevamos  las espadas en su defensa. No hay nada mejor. En otras sentimos los coletazos que aún pegan en nuestros cerebros viejas historias y lo insultamos, lo queremos lejos, lo tachamos con una gran cruz en nuestro interior. Castiga, acaricia, cura y lastima. Nos alejamos, lo buscamos, lo queremos, nos liberamos y de nuevo, con esperanzas lo esperamos. Es necesario, un vicio del que no te liberas tan fácil cuando lo pruebas. Un verdugo que bajará la guillotina mientras pronuncia hermosas promesas y aun así nos robará una sonrisa, una ilusión… Un cómplice delincuente que logrará de vos lo que nunca creías, un transgresor de principios que arrastra y que convence con verdades que paralizan o que movilizan con la misma intensidad; una simple palabra por la que seguimos día a día, la que nos da sencillos o extraños objetivos, la que impulsa cada mañana aún con pereza a levantarse, poner el pecho y lucharla. El que lo conoce, padece de inviernos y de otoños pero también se maravilla por conocer los brotes verdes en cualquier paisaje de hielo. Sabe de alturas y de abismos, de caricias y bofetadas; sabe que nada se valora si no se tiene.  El amor a tanto y por tanto… ¡pobre mortal aquel que nunca lo sintió!
La palabra amor
Autor: Silvana Pressacco  1352 Lecturas
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LIBRE...!
Autor: Silvana Pressacco  1379 Lecturas
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Te dejé ir
Autor: Silvana Pressacco  1416 Lecturas
Brindame el calor y el aire de la tarde,no antes de haberlo contaminado con tu cuerpo desnudo,no antes de haberlo besado con tu boca que condena. Hoy es verano y la tarde parece un oasis en el tiempo,una gota de sangre baja ardiendo de mi nariz hacia mi boca Ylos dientes parecían claustrofóbicos intentando pulverizarseen la seca y eterna espera. La sombra era negra,la sombra del cordón, íntensa se balanceaba negra en el suelo áspero, gélido e impaciente de la terraza,parecía la saeta rota  que se mueve entre los dos mismos segundos una y otra vez. Entonces un ruido a metal viejo cortó el slencioen un prolongado e inacabable zumbido,era un gorrión aturdido que se había estrellado contra la oxidada berja del muro. Salí a prisa, de un bocado arranqué la cabeza del gorrión desplumado y la mastiqué,de paso aspiré el aire y el calor agobiante del mediodía,esperaba encontrar el brindis de tus tan escandalosos y deseados encantos.(No era la tarde... todavía,era mediodía ...y... la tarde... nunca llegaría)   
Eran fiestas de vida enardecida. Al olor y sabor de las castañas se reunía toda la familia en unos conciliábulos que podrían titularse algo así como "conversaciones alrededor del brasero". Allí alimentábamos nuestra más tierna infancia mientras mi padre fabricaba sus propios cartuchos de caza, recargándolos de pólvora y perdigones, para salir el domingo en busca de conejos, palomas, perdices y codornices. Por aquel entonces nosotros disfrutábamos de juegos aprendidos en los Tambores Lejanos o El Puente sobre el río Kwai y sólo los vecinos de enfrente tenían un televisor en blanco y negro. Mientras yo oía las voces de los locutores de la radio, la Escala en Hi Fi me sonaba a lejana música hawaiana retrotraída desde Nueva York, una ciudad tan lejana como el famoso paralelo asiático de las Coreas.Cuando mi madre asaba las castañas nosotros coloreábamos con nuestros lapiceros "Alpino" dibujos de aventuras extraterrestres en tiempos en que Diego Valor luchaba contra los "mekones" y las chicas eran algo así como fantasmagorías mistéricas... excepto La Toti y la Piluchi que luchaban entre sí por ser el foco de atención de toda la chavalería del barrio; aquel barrio colgado entre el parque del Retiro y la avenida del Doctor Esquerdo en un Madrid lleno de árboles de "pan y quesillo" hacia cuyas ramas saltábamos con afán de sentir que estábamos creciendo...Cuando mi madre asaba las castañas nosotros nos lanzábamos cuesta abajo hacia la barriada de Vallecas montados en patinetas de madera confeccionadas con la artesanía de la "buena memoria" y arrastrábamos la melancolía de los cánticos escolares mientras escuchábamos a los niños de San Ildefonso "cantarinear" las bolas del Gordo... un Gordo que nunca se asomó por el barrio mientras todos nuestros padres (y los tíos venidos del pueblo) se desmigajaban la vista recorriendo las largas series de la "pedrea".Al olor y sabor de las castañas entonábamos villancicos mientras tocábamos zambombas, panderetas y botellas de anís del mono mientras el tío Pedro "El Olivos" siempre se emborrachaba y daba muestras de su excelente humor a la par que hacía equilibrios circenses sobre aquellas sillas de madera en donde yo emulaba a Federico Martín Bahamontes cuando iniciaba mi particular Tour por los acontecimientos cotidianos.Entonces, cuando mi madre asaba las castañas, la vida era tan hermosa que sólo era necesario amarla... al igual que a aquella princesa nacida en el río Amazonas que me tenía desvelado todas las noches en que yo soñaba con peces de colores nadando en las abruptas aguas donde nadaban los animales cocodrilianos que yo había estudiado en los libritos de la colección Pulga. Y los vecinos de enfrente, para darnos en las narices con su "artefacto" televisivo en blanco y negro, nos contaban que acababan de ver el último gol de tacón de Alfredo Distéfano y que el Real Madrid acababa de golear al Stade de Reims, ciudad que por entonces a nosotros nos sonaba a queso "gruyere" y "foia gras".Cuando mi madre asaba las castañas la vida era tan bella que sólo se llamaba Infancia...
Para ser una persona hay que dejarse de teorías. Las teorías no nos salvarán jamás de las zozobras amorosas. Todos sabemos qué es eso de las zozobras amorosas. De repente, un día despiertas y te ves rodeado de chavalas por todas partes. Entonces comienzas a darte cuenta de que o nos convertimos en animales o nos mantenemos como personas. Empiezas a medir las distancias que existen entre el peligro que representan y las posibilidades que tienes de escapar vivo. Has cambiado mucho. Ya no eres el niño que juega solamente con el balón sino que, de repente y sin previo aviso, te das cuenta, en ese momento en que te rodean todas ellas por todas partes, que debes participar en los duelos. Enfrentarse a todas ellas es algo que o aprendes de inmediato o te hundes para siempre en medio de las zozobras nerviosas y amorosas al mismo tiempo. Es necesario no perder los nervios. Necesario y fundamental para sobrevivir. Es cuando te preguntas a ti mismo ¿me estoy haciendo joven? Cuando levantas la cabeza observas que todas ellas te observan. Estás empezando a iniciarte en el oficio de observador observado. Curiosa paradoja. Las zozobras amorosas son esas oleadas que te llegan cuando todavía no estás totalmente despierto; pero es urgente despertar porque hay que mantener la resistencia para no hundirte por culpa de sus embates. Y, como si estuvieras jugando al mus, envidas a las chicas. Las chicas confunden el verbo envidar con el verbo invitar y entonces, si no espabilas lo suficiente, no te queda más remedio que sacar la billetera. Es un momento trascendental de tu vida. ¿Sucumbes o no sucumbes? La respuesta sólo depende de si te funcionan bien y a tiempo las neuronas o enloqueces sin remedio alguno.  Las cosas creídas durante todo el tiempo de tu infancia ya no te pueden servir nada más que para intentar escapar del asedio. O te muestras espartano y sales vivo o te conviertes en víctima propiciatoria. Es en esos momentos cuando comienzas a generar tal cantidad de ideas liberadoras que te dedicas a ponerlas a todas en su correspondiente lugar; las vas seleccionando lentamente pero sin pausa y, en esa labor, es cuando aprendes a distinguir y a diferenciar entra las que están buenas y son buenas y las que no.  Te entra, a continuación, una crisis profunda tanto en la estética como en la oratoria. Quieres hablar y no puedes. Quieres dirigirte a las que te gustan pero hay algo que resulta angustioso: las teorías no sirven y hay que ser prácticos. Recuerdas tus estrategias futbolísticas y comienzas a comportarte intentando ser persona en medio de las batallas de esa zozobra amorosa que te puede hundir para siempre si no estás ya despierto del todo. Buscas una tabla de salvación que no es otra cosa sino intentar caerle simpático a todas. Eso es un error. Lo que debes hacer es templar tus nervios y ser selectivo.  Descubres que no estás ahora jugando al fútbol sino enfrentándote a todo un ejército de chicas y te viene a la memoria lo de "las chicas son guerreras". ¿Qué hacer? ¿Cómo poder driblar a las que quieren construír su futuro contigo pero con las que no estás de acuerdo? Debemos entender que no todo el campo es orégano y que venimos a este mundo para ser felices y, en medio de todas las zozobras amorosas, debes buscar la verdadera ruta que te guíe hacia la meta de los sobrevivientes. Ardua labor. Arduo trabajo. Arduo oficio. Ardua resistencia.  Sabes que, irremediablemente, algún día vas a caer y que nadie te va a ayudar cuando necesitas la ayuda de tus amigos. Es necesario, en esos momentos, en primer lugar saber que a tus amigos les está sucediendo lo mismo que a ti y, por lo tanto, en segundo lugar aprendes que ninguno de ellos te ayudará y que todos, incluído tú mismo, han de luchar en solitario. En esos momentos tan trágicos de tu vida es importante desarrollar estrategias bien sólidas y consolidadas. La indiferencia no sirve, así que lo mejor es no ser indiferente sino diferente. Elimina el "in" y encontrarás el camino. Lo demás depende de las habilidades de cada uno de nosotros y eso no proviene de ninguna teoría salvadora; así que crea tu propio axioma de vida. Puede ser, por ejemplo, "las chicas son guerreras pero ten cuidado con las perras" porque si quieres ser complaciente con todas ellas, tanto con las que te gustan como con las que no te gustan, terminas más empobrecido y con más hambre que "Carpanta".  Así que elige la que más te guste y deja que la vida siga fluyendo por tus venas. Sobrevivir en épocas de zozobras amorosas es, ante todo, un arte. Tu superviviencia depende sólo de ello y de cómo actúas con tu arte, porque nadie puede sacarte las castañas del fuego y, en ese sentido, te aconsejo que no te acerques demasiado a las hogueras femeninas porque puedes terminar totalmemnte quemado y quedar inservible para cuando te llegue la ocasión con la que tanto sueñas desde que tienes conciencia y razón humana. Es lo mejor que puedes hacer para tener todas tus condiciones físicas y espirituales en perfecta forma caundo te llegue la que tanto llevas esperando dentro de tu sueño. Entonces sí. Entonces, como dice la Biblia, esfuérzate y sé valiente.         
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Atreverse
Autor: Silvana Pressacco  692 Lecturas
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