• javier castillo esteban
raskolnikov
-
  • País: -
 
Diario de una lágrimaEscojo a mis victimas al azar,no discrimino conforme a la razónAunque siento apego por los más míserosCompuestos de pieles tersas y orejas de asnoMi trabajo es sordo y sucumbe atronador Cuando modelo apacibles cascadasDe ignotos abismosSoy tan clara como inesperada Y en noches frías engendro escarchaGusto arrullarme por sábanas blancas En ocasiones esponjosas otras, ásperas como el melgacho no tengo fronteras y soy peregrina erranteconfidente del mar y los océanostan alegre  como quebrada me descubropues mi patria ampara ambos cursosy ninguno envidia al otromi edad no la conozco ni yomas con vaguedad  y añoranzaaludo a tiempos gloriosos donde el afecto no era sucesoy a mis audiencias acudían auténticas voluntades Ahora  el trayecto es intrincado Agua de laguna seca Y Mis caminos han quedado obstruidos por la materia Engolada y postizaque no vierte sino hiel
  Dentro del salón la ventana está rota y su cuerpo cristalino esparcido como la tierra, infinitamente removida. El claro de mayo  penetra y Su brillo choca contra las paredes formando punzantes  rayos  que alcanzan todos los objetos La calma exhibe los escombros de sombras interminables que lindan el episodio Sentado sobre la fría mañana, contempla los ribetes nacarados del sol y bate sus recuerdos en un ingrato esfuerzo por retener la vida En su mente el ermitaño acoge una sucesión de colores en fila que visten las alfombras indias de cuadrados y rombos entreverados, resaltando el contraste del lugar  bajo una luz  eternamente pálida Lucia, con una bandeja dorada en su mano izquierda, camina  descalza  y apremia su paso epicúreo, abordando el suelo de terciopelo donde sus pies olvidan los resquicios del invierno.  La taza exhala su aroma  denso que empaña los cristales de té, y aíslan la habitación de puñales advenedizos. El  hombre y su bastón que no ven más que negro lo imaginan diferente cada día. Después de escuchar los diálogos del silencio, su dedo recorre el espacio invisible trazando cuidadosamente el contorno , saturándolo de color .y con espacio suficiente para el simulacro 
el ciego
Autor: javier castillo esteban  383 Lecturas
Qué haces mirando al frente osada fundadora del horizonte escarbando en tus delirios de refulgentes líneas Escondida amiga Que yerras nuestra guía Y conspiras acerca de ti Sobre si no alcanzas fin Compuesta de jugo tu verdor explosionas ornando la falda de lagrimas mojadas Alterada por la música de tus versos En tu fondo desconsolada Por los s años del olvido La corteza queda retenida Por estrellas que guardan Corales tan distantes Sirena errante Faro maldito Con tu penetrante trago Cual vórtice se lleva La savia  de una vida Junto a un sol renombrado Queda sumergido El despido de tus reflejos Piélago perdido
mar
Autor: javier castillo esteban  381 Lecturas
Recuerdo una gran pupila que de derecha a izquierda se movía frenéticamente sin perder pista de mis movimientos. Quise desandar mi paso, era tarde y el ruido escandaloso de cristales me detuvo, saturando el rellano con mi respiración La pupila había desaparecido y la mirilla se presentaba ahora blanca. Giré la cabeza , atenazado, escudriñando palmo a palmo  sendas escaleras que envolvían su camino hacia un abismo azul oscuro. La pupila se mostró una vez más, sospechosamente tranquila, y mis pestañas comenzaron a crepitar. Me eché hacia atrás, posándome sobre el pasamanos, mientras una espiral eléctrica  venía por mi escupiendo chispas en sus extremos  La luz se apagó y quedé a oscuras, escuchando el reventón de las arterias forzosamente dilatadas, irisado por la ruleta verbenera que como un aspersor de sangre regaba las paredes de mi cuerpo. En mi intento por escarpar, tropecé y caí rodando al primer descansillo donde aquel fuego albino deshizo mi llanto retorciéndome de dolor hasta perder el conocimiento, Cuando desperté, María preocupada me condujo a su casa y cogió el teléfono dispuesta a llamar a un médico. Las imágenes distorsionaban el contorno del salón tornándolo diminuto, con un leve empujón me sentó en el sofá . Incapaz de reaccionar, y consumido por un demoledor cansancio, cerré los ojos para descansar   Su silueta gris se esmeraba  por ser discreta y cuidarse de no ser escuchada, pero en mi sueño fingido desmenucé los susurros. -No sé qué le ha pasado doctor, habíamos quedado para cenar y después de. Media hora escuché un golpe en el pasillo, estaba hablando solo y decía algo sobre un ojo. (silencio) Me desabroché el primer botón de la camisa y en forma de rayo una herida todavía rusiente cruzaba mi pecho. Cuando levanté la cabeza una enorme y vieja ruleta giraba violentamente sus aspas, y María con el teléfono en la mano reía a carcajadas.
VISIONES
Autor: javier castillo esteban  393 Lecturas
Demasiado tiempo encerrado en estas calles sin nombre, En este desierto interminable de ilusiones veladas y malos pensamientos Con el mentón caliente de las heces que flotan hasta la superficie y lo embarra todo con su hedor, pisando llano He dedicado mi vida a recopilar recuerdos desvanecidos sin hallar la manera de cubrir tan hondo vacío y Ya no se si caminan hombres con cuatro ruedas o es el giro de mi errabunda mirada lo que muta con la alucinación Te he buscado en días secos y lluviosos desenredando las cortinas de la noche, sometido a la hipnosis de la luna real y majestuosa que me contempla rebosante de la bondad secuestrada el episodio regresa como en mas de una ocasión serpenteante, cuando la soga a mi cuello no era tan mordaz y sentado recorría la englanada alegria que llenaban mis horas, arrastrado, inmaculado de la vida que quedaba por vivir, necio sabelotodo de la mancha incipiente que en mi pecho se ha fraguado  irremisiblemente. TRANGO 
Sobre su ausencia esperas encantada Buscando el halo de sus reflejos oblicuos Desesperada por oler su rastro, y mecerte en encuentros polvorientos   Bendices sus pasos  sin réplica expositores del destello cegador Agachados, ocultos tras la niebla de disputas Que avecinan colofones terribles y sinceros   Venas dilatadas en presencia de su piel Que atraen los latidos implacables Credos esculpidos invocando el músculo rusiente de la memoria Se funden en la piel hundida disimulando el dolor Infligido por el  nombre más glorioso y deseado   Tu que conservas la calidez de los días más fríos Te atreves a contemplar la esperanzada travesía Desde caminos pedregosos y remotos Vislumbrando Los muros escarpados de la dicha   Cada vez más cerca Hacedora del plausible sino Poseedora del silencio Se halla el sol estruendoso Que has de buscar sin demora Hasta secar la última gota de tu exagerado pómulo
  El peatón contento   Antes era de otra forma, y la parte consciente lo dejaba en evidencia, desmoronando con estrépito los proyectos, a merced de las risas del público cruel   Iba a conseguirlo, aunque dudó inopinadamente en la recta final, tenía fe. La prueba fue a las 8 de la mañana, y después salió a desayunar como ningún otro día. Dos tostadas con mermelada, y un café volcánico. Miró al camarero señalando dos caracolas enredadas, camufladas debajo de un croissant, tras una vitrina con vaho. Infinito desayuno, que quiso ser el prefacio del éxito esperado, sin embargo y a pesar de su seguridad, el estómago atiborrado despachaba los vacíos que cavaba el temor.   A las nueve de la mañana salía de la cafetería del instituto.   La tensión aprisionada entre el esternón y los pulmones esparcía el aire viciado, y los goznes de la respiración se apagaban conforme se difuminaba el paisaje. Cuando abrió los ojos, las hirsutas barbas lo miraban en la altura.   El chofer lloraba de rabia, mientras el cuerpo inerte, con una sonrisa radiante y los ojos vidriosos clavados en la multitud, parecía agradecer el caluroso aplauso
Alumbramiento… En la vega perdida, como nunca nos miran Los ojos bien abiertos del vigía Lloro… Sincero y convencido De miedo y de estupor ante el mundo inadvertido Inocencia… De  rodillas costrosas que reflejan su energía Enmarcando las heridas de una vida bien vivida Altivez Maldita y sin cura, pretende los secretos De una edad que no es la suya Sueños… Que arrullados por el viento vencen la desgana Pintando corazones con el color de la mañana Vaivén de hojas cimbreadas… Que rosadas son sus raíces y verdes las montañas Enarbolando soles , venciendo a las canas Vejez  y pensamiento… Conquistan un lugar para el invierno Que descansa taciturno entre los llantos del silencio Muerte… Que escudriña nuestro cuerpo vencido y harapiento Dibujando una sonrisa que rescate los comienzos Soledad… Allí complacida se sienta a esperar Cansada de sus rejas ha decidido volar
UNA VIDA
Autor: javier castillo esteban  529 Lecturas
    Desde tu pelo hasta mi pelo Existe una distancia peligrosa Recortada alegremente hacia la espesura, Tan gruesa como insondable, madre de emociones Oblicuas y llanas, despiertas y escondidas Que se retuercen y abrazan tu piel, a fin de conocerse Expandiendo sus tejidos, encubriendo nubes sin sentido Soy tú y soy yo, cada uno de los dos Y dentro del muro que circunda nuestros claros Como dementes y extraños nos amamos Discurriendo entre fenómenos cotidianos, Impregnados de savia y de corteza seca. Hechos al fin de un pedazo de tierra y otro de aire Un suspiro tenaz que arremete y se despide Cuando todavía arden en la orilla Las ascuas malditas que dejó el viaje.
Eché una ojeada y la vi rodar sin control, arrastrando las primeras hojas de noviembre. El otoño había llegado tarde y no era costumbre, por ello los castañeros se asaban bajo sus tejadillos metálicos contemplando impertérritos a los paseantes. Para el resto era invisible, sin embargo a mi me sorprendió en el momento más astuto y atento de aquellos días, y podía apreciar el titilante sonido metálico y los pliegues cegadores que describía al circular. Una gigantesca moneda de una sola cara atravesaba calles y  pasos de cebra, cediendo el equilibrio al viento, exhibiendo la corona pero no el importe de su valor. Creí que ése, sin duda, sería el motivo de su paso inadvertido. Al llegar al cruce de m. con j. aminoró la carrera hasta detenerse apostada sobre los contenedores de una callejuela donde los restaurantes despachaban la basura. Llegué con la lengua fuera, presto a volcarme en la entrevista, cuando la inquietud centelleó delante y detrás de la imaginación más romántica y perfecta. Era demasiado tarde para echarme atrás, y ni siquiera la enorme visión de su diámetro consiguió disuadirme. La calle sombría envolvía su silueta dorada y los ecos del día morían a mi espalda, solos nos quedamos ella y yo. Le pregunté quién era exactamente y de donde venía, puesto que nunca antes había visto una moneda de única cara. Me respondió que esa era la manera de distraer a las masas y vivir tranquila rodando y conquistando en sus viajes  el aire embriagador  preñado de inesperados encuentros. También quise interesarme por su familia, si es que había recorrido medio mundo por visitarlos, y ella me contestó que el hecho de que buscara lo inesperado desmontaba la pregunta acerca de sus parientes. Me lamenté por mi torpeza y de repente me sentí profundamente triste y frustrado, entonces la moneda interrumpió mis lamentos, para orientarme hacia el origen.   Señaló el cielo, y en ese instante decenas de diminutos cuerpos dorados brillaron levemente sobre la tierra, planeando como hojas arrancados de un cuento. No era difícil de suponer que nadie más que yo presenciaba el espectáculo, y por ello mi última pregunta fue dirigida en este sentido.  -La respuesta es tuya, en esta acera y en el paso de cebra, en las ventanas de curiosos que ahora te graban hablando solo. Sin embargo, yo he salido de tu bolsillo, y te has preocupado por mi tamaño, más que por la pequeñez de las personas a mi lado. Has conocido mis colmillos, y aunque el oro nos camufle, cada uno de nosotros está destinado a elaborar su atención para evitar que mueran como otros lobos. Disfruta ahora de esta lluvia que parece eterna, mañana el cielo estará nublado.  
LA MONEDA
Autor: javier castillo esteban  394 Lecturas
  Doy la tarde a todas aquellas personas que significan para mí lo que la pluma a las buenas historias. Sobre todo, y en particular, a las musas que revolotean convirtiéndose en el sostén y la inspiración cuando la desgana vence al ingenio, y escribir resulta tan tedioso de no haber nada que aportar. El hecho, es que esta vez lo hay, y empezaré, a título de privilegio, encumbrando a las razones diarias que se revierten en regalos inefables con el único fin de avanzar  y prosperar dentro de este jardín espinoso y bello al mismo tiempo. Trataré por tanto de relatar la pequeña y dulce historia sucedida hace unos días: El camino que conducía al promontorio evitaba vislumbrar las escasas esperanzas de volver a verla Ella descansaba, a la sazón, en las tierras flotantes sobre el pueblo, un rincón estable y  anegado de maravillas naturales. Grandes palmeras rodeaban el enorme recinto ubicado sobre la cantera que explotaba los escasos recursos hídricos del valle, tornándolo aún más prohibido e inalcanzable Los llamaban los Andinos, dado su origen meridional. La claridad de su voz y sus sonrosadas mejillas eran de la misma intensidad que el brillo de su poder, y ello fuera seguramente la raíz de las envidias que vagaban sin temor.La gente los tenía por una raza maldita, fruto de las diferencias lógicas de la tierra y los modales, entre la burguesía y unas bestias atoradas en tradiciones arcaicas, pero el quiste de la felicidad  en sus rostros suponía la mayor de las pesadumbres.  Mara era la hija pequeña y el color de la mañana, el período transitorio que discurre desde el nacimiento del sol, al frescor de la ribera estival del arroyo. Madre me reñía por estar como un lobo merodeando con la misión de encontrar su piel estampada en los alrededores.
SE HA IDO     El viento se ha escabullido Blandiéndole a él Recreándose en vaticinar su destino Del color de que derrama la miel   Igual de juntos transitan Creyéndose infalible y ella queriéndose llevar Sus manos casi se alían Aun con las dudas de si llegar   Yo los miro sin pensar en otra cosa Pues son la fuerza de un arroyo embriagador Nubes que pesan como una losa Mejillas rojas de candor   El viento alardea formando ráfagas Blandiéndole a ella, Mientras el tallo cimbrea y la luz se apaga Se ha borrado su huella
SE HA IDO
Autor: javier castillo esteban  360 Lecturas
Plagio era ver su espalda a través de una cerradura, colmarse de deleite encumbrando la cima de sus piernas infinitas. Sin embargo, adivinar su intimidad sin haberla manoseado ni esculpido en demenciales propósitos, era morir de enfermedad despiadada, hablar de algo tan prosaico como remoto. Plagio, seguro y obstinado, quiso pintar sus ojos sin las pistas de sus constreñidas cejas, arrebatar sus ignotos encantos dando por hecho que flotaban sobre la superficie de lo cierto. Plagio no conocía la verdad de un cuerpo virgen y desprendido de miradas, pues era él la nota común y quebradiza que emplean algunos hombres que sufren de torpeza para obtener la belleza inalcanzable. La mujer sintió en ese momento un escalofrío. La crisis y los celos que la escudriñaban se ocultaron tras el rostro del silencio perturbador. Trémula toda, igual que el trofeo de oro tambaleante que está punto de estallar en mil pedazos, soltó una estruendosa risotada, casi inhumana.     La cortina empapada de sangre seca se movía sin hacer ningún ruido. Afuera las luces de la noche y el revoloteo de algún pájaro agazapado eran los únicos testigos de un crimen que no se iba a resolver. El cuerpo grácil y tranquilo yacía con las manos sobre su sexo. Cuando llegaron, el inspector y el forense, encontraron idénticas pruebas a los casos previos. Tres horas después el viento crecía en intensidad y mecía la ventana con violencia. El frenético balanceo convirtió las ventanas en trocitos de cristal, que se esparcieron por la habitación. Cada uno de estos fragmentos reverberaba de manera distinta, pues los intentos desesperados de la luna por demostrar su inocencia se habían esfumado.
MARGINAL
Autor: javier castillo esteban  418 Lecturas
 Lágrimas huidizas marcan la incredulidad de la tardeCaminos desdeñados que llevan a ninguna parte, Acuden al nostálgico cadalso de martillazos sobre la sien, Cuando  El silencio penosamente ofrece combate Evocando unas manos espesas forjadas de hiel Los olivos aún verdean cuando la noche adusta se cierneProtegiendo su color de la inacabado rumor agrietadoY ésta, prendada del olor aceitoso que expiden sus huestes de maderaDe astillas apuntadas hacia el cielo  estrelladoRetrasa su llegada, víctima de una ilusión traicionera  En un pazo descansa el pastor y su perro, Debatido lenguaje entre gañidos y cariciasDe muerte advenediza, y vencidos guerrerosCuando  El viento sopla arrastrando las hojas Recreando la vida alrededor de los senderos Allí yace el cuerpo del animal, descuidadamente soloMientras la pala cava sin dilación su lecho, Bajo la atenta mirada del chamizo destartaladoAtiborrándolo de tierra seca y guijarros de otro tiempoY más abajo, dónde el último ladrido invisible se hace ecoAún Brilla la estampa de su eterno cabello almidonado.
Me dolía la cabeza de tanto pensar en el asunto, aunque no era eso lo que no más me irritaba, sino la interminable diatriba de mi padre sobre los malavenidos consejos que rodaban de lado a lado entre dos amigos en la misma situación. Qué pensaría el sol de aquella tarde despejada sobre nosotros… Lo más probable es que fuéramos de risa bajo el armazón de un Seat destartalado… Cuando se calló, me quedé contemplando el campo, las enormes extensiones de trigo que lindaban con el badajo de promontorios redondeados, envolviéndolos en tonos dorados hasta que la noche volviera a buscarlos. Esta imagen me llenó de serenidad y me recompuse ligeramente, el sueño se apoderó de mí antes de poder escuchar el siguiente sermón.   Después de aquello no recuerdo nada más, casi con toda seguridad. Me encontré delante de una valla en mitad de una gruta mientras algo parecido a un tejón me miraba de reojo. Pese a lo grotesco no tenía ni fuerzas de asustarme. Estaba encerrado. Sobre la plataforma carcelaria un cristal puntiagudo en virtud de lanza lo amenazaba frenéticamente. Mis pupilas seguían el hipnótico caminar de aquel ser extraño y silencioso rodear el habitáculo, pues al final de cada paseo señalaba con su pezuña el principio de una trocha… Cuando me dispuse a recortar el camino, gritó algo ininteligible, parecía una advertencia a juzgar por su alteración. Seguí, y a medida que avanzaba ramas de gran tallo y hojas muy verdosas me golpeaban en la cara una tras otra, no dejándome atisbar el metro siguiente. El silencio tenía delicados tonos imperceptibles que hundían al cuerpo en un estado húmedo e inquietante. Ya poco quedaba de el sol radiante, pues su esfera se había desecho paulatinamente entre  la exuberante telaraña tejida por la naturaleza.   El sendero era prácticamente lineal y terminaba en un recodo seco. Un hedor insoportable provenía de debajo de varias maderos superpuestos en forma de cruz .Sin detenerme a pensar sobre mi situación retiré con cuidado la cruz y escarbé sobre la tierra, que se elevaba creando un aura polvorienta sobre mí. De repente el suelo cedió en ese punto y caí de bruces contra una chapa metálica. Un escalofrío me recorrió la espalda, era el coche de papá. Me deslicé rápidamente del techo, pero los cristales se habían tornado opacos y no podía discernir nada del interior. Dudé si abrir la puerta, me temblaba todo el cuerpo. Cuando me decidí posé la mano sobre la manilla del conductor, sentía mi sangre congelarse por segundos, me faltaba aire. Instintivamente alcé mis ojos por encima del marco de la puerta… El tejón me miró sonriendo con sus pezuñas incrustadas en el volante. 
EL BANQUETE   H. salió de la casa en donde todos estaban en silencio. Para él, sin embargo, salir y pasear por la el campo era objeto de inquietud y desasosiego. Conforme más se alejaba del calor el ruido se hacía más insoportable. Era la estridencia de esas voces las que punzaban su sien como ladridos embotados.   … Hacía un momento se había dirigido a los allí presentes en un deje petulante, perorando sobre el dadaísmo y su influencia en la irrisoria obra de la que hacía gala. El único fin de esa intrusión entre gente a la que no conocía era conquistar el apetito de una mujer de cabello negro y ojos hundidos. Ella le observaba con imperturbable atención mientras la escasez de recursos discurría por el sendero de la mentira y el bochorno ajeno. Ella siguió mirándolo aun cuando terminó de graznar las últimas insolencias. Estaba prendada del impostor. El asado acalló los rumores que circundaban la gran mesa. H. se arrebujó en el asiento que había ocupado y se escurría, sin darse cuenta, escudriñando a sus gráciles falanges desenfundar un interminable cigarrillo de la cajetilla metálica. No tenía el valor de mirarla a los ojos, de ser así habría sofocado el fuego que enarbolaba su pensamiento. El fantasma cobraba sustancia delante de él y era capaz de describir su silueta con los ojos apretados con vehemencia. De pronto, un escalofrío recorrió su cuello, desdibujando los rostros que habían presenciado la escena y confiriéndoles una temible lividez. Nadie parecía ser quien era, solo un atisbo de cualquier recuerdo respondía a los cuerpos hieráticos que se habían quedado suspendidos en el tiempo. La mujer de ojos hundidos tenía los pómulos más acusados y una lágrima de deslizaba por los vertiginosos surcos que éstos aparcaban hasta su afilada nariz. La lágrima finalmente cayó sobre el parqué. Entretanto el cigarrillo se consumía implacable haciendo crepitar las hojas secas de un tabaco perfectamente prensado. H. se levantó en una actitud de arrojo inusitada en él y retiró el cigarrillo, que estaba a punto de expirar, de los diminutos labios de la mujer. Sintió que debía abandonar el lugar lo antes posible.   … Al llegar a un promontorio se volvió y contempló la casa a lo lejos. Las paredes, blancas al principio, estaban adquiriendo una tonalidad indefinible desde su posición y la hierba parecía haber marcado distancia con respecto a la casa. Alrededor de ésta el terreno se hundía formando una zanja sin aparente final. La cicatriz que H. tenía en la palma de su mano comenzó a dilatarse al tiempo que los latidos se intensificaban incontroladamente. Comenzó a temblar y a respirar con dificultad, hasta que la visión se tornó amorfa, y perdió el conocimiento   Cuando despertó, la tarde estaba cayendo y asido a la gruesa raíz de un roble que allí crecía elevó sus ojos a la altura de la casa. Un nutrido grupo de hombres enlutados velaban el cuerpo de alguien. H. se agachó y se acercó lentamente. A escasos centímetros del vallado, por una rendija de la falsa enredadera se podía presenciar el cuadro. La mujer muerta todavía lloraba. Aquellos hombres buscaban al responsable de su asesinato.
Era vasto y concurrido. Un camino agujereaba los recovecos del recinto bajo cuyo cabellera verde el mundo hedía primavera.No era motivo para detenerse, pues las gramíneas sedimentadas en la ribera del camino empedrado remontaban un vuelo suave y amenazante para mis pupilas. Seguí recto, desoyendo los consejos del mapa atajante,hasta donde pude anunciar la cuesta que bajaba para volver a subir. Más lejos de allí el alféizar y la jaula desvencijada imitaban tintineantes el ritmo de la tarde, aunque no quedara sino un trecho vertido en trámite. Tres árboles más, y el gris sustituiría a la tierra artificialmente húmeda. Último escoyo, el colmo del camino, unos ilusorios zapatazos con los que abandonar el cielo límpido . La mujer ,con la espalda recostada sobre la hierba y los pies arañando la corteza de un castaño enfermo devuelve su altiva mirada a la bicicleta de radios quietos. Lleva puestas las medias de rejilla que siempre quiso exhibir a escondidas mientras simula leer el libro que sostiene con índice y pulgar, pese a mirar al infinito de frente, dispuesta a colisionar consigo. Planea su deseo, aún con la esperanza de que pueda ser refrenado, ella juega sin que él lo sepa, estira su pierna apuntando a la copa, cae una falda en desuso,la hojas se mueven con una racha de viento. Ambos sonríen y lloran, humos y bocinas retoman su día. 
PortoEl xilófono emite un sonido perturbador, inquieta a cada paso. La calle termina abruptamente, como casi todas las del lugar. Tiendas cerradas y restaurantes sin ideas. Las ventanas no transmiten nada de su interior: persianas desvencijadas y cristales emborronados.Algunos edificios despiden decadencia, otros la fingen como reclamo turístico. El tiempo se ha detenido, aquí y en otras ciudades de inconfundible signo barroco . Voces , muy bajitas, en forma de murales desconchados. También suntuosos mosaicos con grandilocuentes escenas. Arte rezumando arte. Las bicis sortean, entre botes, a un tráfico avezado al asfalto empedrado.La música sigue sonando, las luces se ciernen sobre el rímel descolorido de algún bohemio arrepentido.Un verso, otro verso, la oscuridad inspira soledad, ganas de comerse a la ciudad, de apagar las bombillas insolentes que penden todavía.
O Porto
Autor: javier castillo esteban  443 Lecturas
-Tú padre y yo estamos muy disgustados- Aquellas palabras surgían de lo más hondo, tocando la aldaba de emociones que prefería no despertar. La mañana siguiente amaneció en silencio. Únicamente el color blanco, que anegaba la habitación, me condujo a días atrás, con mi perro en posición inquisidora ante los pájaros que se aventuraban a picotear las avellanas desperdigadas por el suelo.  Me desperecé. Debía disculparme, pues un nuevo curso truncado en la universidad no era motivo para perder la dignidad. Afuera las ramas se hollaban bajo la altiva mirada de los grajos. ¿Me miraban a mí? Bajé las escaleras no sin antes asegurarme de que el pasamano seguía en exacta posición a la de ayer. La puerta de la cocina estaba cerrada. Dentro, el murmullo de mis padres, ambos compartiendo idéntica dinámica, palabras en apariencia difusas  que convergían en lo cotidiano. Podía escuchar las cucharillas removiendo el café. Pensé en aquel mejunje marrón, hastiado de removerse a diario en la misma dirección y custodiado por esas tazas ovaladas de grueso fondo a modo de muros carcelarios. El hecho de contemplar cómo su destino, al igual que el mío, continuaba imperturbable a pesar de los años me desesperanzaba sobremanera. Abrí la puerta.– ¡Buenos días!- No me contestaron, incluso fingieron no reparar en mi presencia.- Siento lo de ayer, no me gusta discutir con vosotros- Nada, ni siquiera la sonrisa socarrona que asomaba en las veces que me creía con la razón y claudicaba. ¡He dicho que lo siento ¡¿Por qué  se afanaban en echar por tierra cualquier conato de disculpa? Un instante después, mi padre: -  Iré en breve al mercado, a estas horas todavía no se habrá abarrotado. Mi madre asintió y siguió dando otra calada al cigarro, más profunda de lo que yo hubiera imaginado, mientras leía una revista de moda. Se levantó mi padre de la silla y me sorteó de una manera extraña, casi como si su cuerpo tuviera la capacidad de traspasar explícitamente el mío. Mi madre se pasó el dedo por la lengua y saltó a otra página. Estaba furioso, incontenible, al punto  que di un puñetazo sobre la mesa resquebrajando parte del cristal de que la cubría. – Mi madre se sobresaltó y desparramó el café. El líquido cobró entonces una apariencia de fealdad, de cuadro ignominioso pintado en una superficie imposible.- ¡Fran, algo le ha pasado a la mesa!, gritó mi madre. Mi padre regresó con un rostro de sorpresa y terror. -¿Qué ha pasado?- No lo sé, estaba leyendo cuando de repente el cristal se ha partido. – Qué extraño, llamaré a la agencia de seguros y  vendrán a cambiarlo, voy a buscar el teléfono. En ese momento  experimenté una sensación más que real acerca de mi inmaterialidad. El café se deslizaba entre el margen que ofrecía la madera blanca y el panel de cristal formando una clara línea divisoria. Me obsesionaba su movimiento que avanzaba inexorablemente entre nosotros. El timbre sonó y mi madre dejó la revista del lado anverso. -¿Quién es?-  Una voz desde fuera: -Señora estamos buscando su hijo- La conversación se celebraba sin contacto visual. – Lo siento, pero nuestro hijo hace tiempo que ya no vive aquí- No nos consta otra dirección- Nosotros tampoco tenemos constancia de su domicilio, creo que cerca de aquí, aunque tampoco sé si allí sabrán su paradero.- Allí, ¿Dónde?- Mi madre preguntó contrariada:-¿Quiénes sois?- No contestaron desde fuera. - ¡Fran!, preguntan por nuestro hijo. Mi padre no respondió. - ¿Dónde te has metido? Pasaron varios segundos hasta que mi padre salió del garaje. –He oído lo que hablabais, no quería aparecer para aportar lo mismo que tú. – Igual eran sus amigos. – No lo creo, ellos ya saben que no vive aquí. – ¿Y por qué preguntan?- ¡Estoy aquí, joder!, alzando todo lo que pude mi voz- Mis padres se quedaron impertérritos el uno frente al otro. –La próxima vez saldré yo a advertirles de que aquí no vive nuestro hijo, finalizó mi padre. El corazón me latía con fuerza, notaba el bombeo incesante en mi sien. Mi madre volvió a la cocina y siguió leyendo la revista.- ¡Mamá, soy yo!- El café se había tornado en una costra oscura sobre el suelo de baldosa, una mancha familiar muy reconocible. Se escucharon los primeros motores de la mañana. Los coches cruzaban la calle, uno tras otro. Anhelaba mi perdón, tenía derecho a reclamarlo. Por primera vez derramé una lágrima, tan fina como la arena, delante de mi madre. Nunca había llorado delante de ella. Y ahora, solo, comprendía mi sufrimiento, yermo e inválido, mientras mi madre recogía el desayuno. 
Un dolor que se localizaba en mi cabeza. Su forma, la de un yelmo que no sé si ha tocado la razón. Ni médicos ni consultas entienden por qué. Se lo contaba a ellos sin otra intención que la remisión, aunque únicamente fuera trabajando. No funciona. Entonces hablo con Clara. Finge dormir debajo de la manta, donde cobija no solo su cuerpo, también su pena. - Deberías cuidarteDemasiado tarde- Lo séEl cielo se abría obturando su imagen igual que un vórtice. Alcé las manos desde la azotea e intenté abrazar aquel remolino que se dirigía a otro lugar más oscuro, ni cerca ni lejos de allí.En ese momento sonó un portazo y despejé mis pensamientos. En postura recta me estreché fuertemente la cabeza . Seguía allí, pero no parecía la misma.
SENSACION
Autor: javier castillo esteban  348 Lecturas
Un cielo límpido se nutre de la luz que proyectan los ladrillos .  Toma una forma inexacta ante quien lo mire, de cerca o de lejos. Allí dos ojos sortean la pantalla para mirarme de soslayo. También aprendí de él a observar , así escribo rápido, más de lo que debería.  En ese momento alguien se acerca con su intención por delante.  Sigue tecleando mientras su  pensamiento castiga letras a ordenador.  Hacia el final de la calle se puede contemplar el destello que emite el acero. La madre, siempre con piedad, aprende más de lo que hiciera  por parirlo. - !Escóndete Paco! - arguye la mujer aterrada. Él se ríe sin quererlo, como ríen quienes no entienden de preguntas. Saca su mano de la chaqueta y emula con la última falange el torcimiento de su disparoLos pasos se encaminan, aciagos, al destino de la pareja. Proyectiles de venganza y un eco interminable en el giro del tamborCeño a ceño, ojo contra ojoPum !Un retal ensangrentado sobresale del bolsillo trasero de su pantalón-Yo estuve allí- El ordenador en silencio. Yo, también
CRIMEN
Autor: javier castillo esteban  355 Lecturas
- me tengo que ir Eso fue lo que dijo después de que el centelleo imantara aquellos cuerpos tendidos sobre el césped.Entrelazaron sus manos y juraron pasar el verano juntos.Los caminos hasta la presa, los guijarros esculpiendo el río- que a esas horas no presumía de corriente-Las idas y venidas por una rampa maldecida  a la hora de la siesta.Ella era su primer contacto con el pudor .De repente espabiló con un “ come que se enfría”Preguntaba al abuelo día sí, día también, acerca de su infancia . Sonreía, pero no decía más. Era suficiente .Tenía un mostacho estricto, igual que su carácter. - Cómete la fruta y lávate los dientesY mis ojos abiertos de par en par creyeron en volverla a ver una vez más- No vengas tarde La esquina de la casa de gitanos , Pascual , su boina y sus sempiternas arrugasLa huerta y la finca de la CheloAllí por fin , las escaleras blancas y su rostro que, desde abajo , encarnaba los atributos de una mujer.- Mis padres han preguntado por “ el capitán “- Está bien. Me ha hecho unas alubias con chorizoNo entendí nada de esa carcajada . Me sentía idiotaEntonces bajó, despacio, y antes de pudiera él echarse atrás , lo apartó con su dedo índice y empuñó el manillar- Vamos al río, hace calor .
1 “De mi pueblo son las cerezas”, dicen. Y también las miradas como lanzas. Mi pueblo no tiene un aspecto diferente al mundo, pero la asfixia es mayor, casi material. Enclavado entre un río caudaloso y su afluente, destaca su campanario sobre el resto de abominables construcciones Aquel verano, como todos los demás, jugábamos a no vernos en un embrollo de calles, que subían y bajaban, que huían despavoridas. ¿ A dónde iban con esa premura si allí, arriba o abajo, nada esperaba? Quizá una ráfaga de viento encabritado, o el calor aplastante de aquel verano, apostado hasta en la sombra. Nada más. En ocasiones me escuchaba y me compadecía de esas cuestas susurradas por viejos de los de bastón y sus chismes incombustibles, también por sus rencillas vestidas de fanfarroneo.  Los niños, empujados por sus abuelos, y éstos por los retorcidos propósitos de sus hijos, salían como un rayo a casa de la "Patro" o del "Peje" para anunciar al forastero. En mi pueblo, si no vives durante las cuatro estaciones del año, eres "forastero". "Forastero" significa un estatus diferente, ni bueno ni malo, simplemente otro estado de cosas y personas.    2Existe todavía en lo alto de mi pueblo una iglesia de ladrillo marrón, sin espadaña, pero de grandes tañidos . La casa de la familia se sitúa a dos palmos del templo, a su cobijo. " Tolón, tolón" , así, formando una tediosa onomatopeya, algunos nos desvelábamos de noche, a cada hora.  Hasta hace poco ese sonido hubiera sido nostalgia, amor, familia, cariño... ahora me taladra la sien.La sacristía tiene una entrada exterior, como queriendo no ser vista, pero yo la veía muy bien. La relación de mi abuelo con el cura también la veía yo bien, sin extrañeza, aunque escondido. Mi abuelo siempre tuvo buen trato con la iglesia y todo lo concerniente a la institución, sin embargo decía que “la calderilla p´al cura". Una calderilla que traducida en monedas de cobre ganadas al parchís. Esa forma despectiva de referirse al párroco y sus acólitos entroncaba con las ganas de llevar la contraria al más pintado, incluso los que pensaban como él y tenían idénticas creencias.  Mi abuela lo reprendía a veces, las menos, cuando soltaba perlas contumaces. " Tú qué sabrás, si en la radio no paran de decir que es bueno", refiriéndose a un venerado delantero centro que tenía la selección española de fútbol. Para mi abuelo era un "mierda seca", solo en palabras, claro, mientras éstas sirvieran para promover desasosiego.  Y ella de mirada torva y él sonriendo, por fuera y por dentro. 3 El 23 de agosto me llamó mi prima. Noté su voz alicaída, cansada. - ¿ Te pasa algo?, dije cortando sus últimas palabras. Ella se mantuvo en silencio durante unos segundos. - No , no. Todo bien... hemos quedado en el cruce todos los primos. ¿ A qué hora llegarás?- Todavía no lo sé, depende de Charo . Viene desde Madrid en tren - Vale, llámame cuando llegues y voy a buscarte.- Un beso, Belén. Mi prima nunca ha sido especialmente risueña, pero sí alegre y distendida, por lo menos para nuestras conversaciones y también, creo, para lo cotidiano.  La quiero, aunque creo que no se lo diré jamás. 4Dieron las 5 en la estación. Las traviesas vibraron y la suspensión chirrió implorando una revisión temprana. Ahí estaba.Cuando Charo pisó el último peldaño el andén se había vaciado de abrazos, sonrisas y ojos crisolados.
El camino que separa el trabajo de mi casa acude a los sentidosSe viste el atardecer de pinceladas naranjas y escurridizas, el final de la jornada Son primero los edificios de los 70 , muy altos, aquellos que dejo atrás sin mirar de reojoLa ciudad  escupe maneras que se cruzan alrededor del inmenso parquePaseantes aliviados caminan en direcciones opuestas  Hierba que inunda de un verde muy oscuro los fosos de la murallasEn su día supe de historia y del siglo en que se erigieron , toscas e impávidas  Más allá, a través del puente, la  piedra liquenada engulle a las hormigasOtras prefieren el itinerario más largo, el que les aleja inútilmente Pero las hojas se bandean con las primeras horas de la noche El viento aúlla
EL PASEO
Autor: javier castillo esteban  501 Lecturas
CÁNDIDOPero la sorpresa que me esperaba al llegar a Móstoles Central me inquietó aún más. Losdestellos azules se proyectaban en la fachada del museo, desdibujando la ondulantebandera de Madrid y su comunidad. -Estrellas ensangrentadas, comentó el inspector girando hacia mí su inquisitiva mirada.Fumaba sin parar.En la maqueta del patio, mis iniciales garabateadas a cada flanco se confundían con lainscripción del autor.- ¿No hay arma homicida?, pregunté fingiendo entereza.- No lo sé, dímelo tú.Las pupilas del inspector se bandearon con violencia, esperando una intervención que,lejos de promover, evité a toda cosa.- Según este informe, dos vecinos llamaron en diferentes intervalos al escuchar disparos.- Sigue leyendo.Repasé para los dos: “...uno de los cuales advirtió a un coche patrulla de la PolicíaNacional, que estaba aparcado sobre la acera”Se deleitó con la última calada.Las puertas del furgón se abrieron inmisericordes. Lo siguiente que recuerdo es el olor atriclorometano por la mañana.
CÁNDIDO
Autor: javier castillo esteban  518 Lecturas
DESPERTARLa noche se cierne, y el olor a tierra húmeda penetra en el interior. Confuso y aturdido, nuestro protagonista busca a tientas sus gafas sin resultado. El exiguo  habitáculo no ofrece margen al movimiento y sus piernas, inertes, no responden. Se halla atrapado en seis paredes que cierran un cubo perfecto, dos bombillas expanden una luz mortecina sobre los escasos  metros cuadrados de madera vieja revestida de la desgastada pintura ocre. La fobia a los espacios reducidos  hacen de sus latidos  bombas, su respiración se torna infernal, mientras implora el final del delirio Una mano temblorosa rastrea el suelo hasta que finalmente encuentra sus gafas y se despoja por un momento de sus nervios. Un inciso de  deliciosa calma ahuyenta momentáneamente el terror. El pensamiento es más fluido e intenta reconstruir la situación-... (sueño) Su memoria resulta borrada parcialmente a corto plazo. Vagamente y no sin dificultad, recuerda que es un ser humano. La ausencia de garras y de vello diluye la idea de ser un animal enjaulado, esa sensación le provoca sosiego. Ataviado con una camiseta ajada y unos vaqueros descoloridos, siente la necesidad de desnudarse. La piel suave y sensible parece derretirse  mus susceptible a la  asfixiante temperatura del lugar, el sudor se hace una constante en su frente.-... (Mente)¿Qué es? Frunce el ceño, comienzan a arremolinarse frases como púas, en su mente la niebla no permite discernir lo que es falso de lo real, palabras inconexas, aparentemente sin sentido obligan a nuestro protagonista abandonar la inútil tarea. El tiempo se ha convertido en una quimera, una barca a la deriva. Su móvil ha dejado de contar las horas, sólo muestra una pantalla de 3 pulgadas negra. No dice más.Le llama la atención el contoneo de un escarabajo de rutilantes tonalidades, viste su cuerpo un abdomen dorado, y una cabeza verde . No dedica más tiempo observando al insecto.Decide moverse merced a la desaparición del hormigueo que atenazaba sus piernas.Buscar el camino se hace un objetivo prioritario y sin excusas. Afuera el viento ruge sus lamentos y  arrastra en su frenesí todo tipo de objetos  contra el cubo, quebrando la madera en uno de sus costados.  Francisco, guiándose por impulso  asesta un golpe seco y certero con su puño derecho, creando una hendidura que permite  adivinar el exterior. La imperiosa urgencia por escapar  transforma sus manos en  agudos punzones que consiguen ensanchar la grieta. Sangrante y resollando,precipita su cuerpo a la noche, dejando la prisión habitada por un escarabajo.                                                         2                                                                                       ...                                                                                  IDENTIDAD-... (Recuerdo)Recuerdo  el último día en la oficina. Una pila de papeles amontonados en mi mesa abrazando el polvo. Recuerdo enviar un correo muy importanteRecuerdo la última  insípida calada apostado en la pared de mi despachoRecuerdo mirar por el cristal y ver una señora acariciando a su perro. El animal había correspondido con grandes lametazos a su  bondadosa ama. Recuerdo salir a la calle y escuchar el estruendo de una mañana  en la ciudad, la vorágine de la cotidianidad, el vertiginoso ritmo del mundo                                                                          LA NOCHE -... (Silencio)Un vasto campo en derredor, tan solo iluminado por  un manto de diminutas estrellas lideradas por la luna. en contraste con la vegetación reinante, pequeños cerros y promontorios rematan un paisaje por lo demás llano.  Cuando era niño otorgaba un nombre a cada una de ellas,  formando constelaciones en sus ensoñaciones infantiles. Ahora las miraba más que observarlas y no las percibía con el mismo brillo que antaño.No hay atisbo de civilización, hasta donde llega su mirada se extiende un paisaje inhóspito.Piensa en sus padres:Está solo,  recrea sus rostros queriendo besarlos, abrazando sus abrazos, entregándose a la ilusión, hasta que sus espectrales cuerpos se desvanecen como si de un espejismo se tratase, deshaciéndose en el resplandor de la noche.Camina dando cortos y vacilantes pasos sin saber a donde le conducen, desconcertado. El terreno es arcilloso ,  grandes grietas lo surcan formando trochas entre matorrales bajos y quejigos. La dirección que ha tomado dibuja círculos que confluyen en el punto de partida, restos del cubo esparcidos por el suelo hacen de la idea una certeza, un bucle. Abrumado por el trasiego, posa su espalda sobre un risco que sobresale de la tierra quebrada, dando tregua al descontrol y a sus fantasias duerme largas horas utilizando un puñado de hojas secas a modo de almohadaAl despertar Sumido en el silencio, se regocija con la fragancia que mana de la oscuridad de la noche.Cierra los ojos transportándose a casaA unos cien metros vislumbra un riachuelo, se escucha el rumor quedo de sus aguas. Despertado por una incipiente  sed camina sobre sus pasos ,retumbando las pisadas en las sienes.Coloca  sus manos bajo una sinuosa cascada formada por dos grandes rocas. Bebe con avidez, calmando paulatinamente la sequedad de su boca.La luna reverbera en el agua confiriéndole el color de una navaja plateada recién afilada.sus anhelos por encontrar vestigios de vida, hace que analice  el agua con detenimiento aguzando sus sentidos en vano.Evoca las largas tardes con su padre en el gran río esperando que mordiera el cebo alguna de las carpas que merodeaban sin rumbo el agua dulcesueños de otro tiempo  le mantienen ligado a una vida inerte, yerma. LA TIERRADesde su posición, en lontananza se fusionan cielo y tierra, formando un horizonte difuso. La certeza de la realidad le hace sentir un terrible frío que contrae su piel, intenta mitigarlo manteniéndose absorto en su pasado, en sus recuerdos, en los recuerdos de otros recuerdos, en ese recóndito refugio decorado con begonias y exuberantes rosalesSin  referencia ni orientación decide poner sus pies camino al norte, sorteando a su paso los pequeños obstáculos del terreno. Recorre tantos kilómetros que la distancia  se hace insondable, el paisaje no cambia de muda y su ánimo comienza a languidecer pensando que morirá allí, en medio de ninguna parte, devorado por el silencio ANIMALESSobresaltado por unos débiles rugidos gira su cuerpo 180 grados distinguiendo unos brillantes ojos  rasgados en la maleza, su corazón vuelve a emitir graves plapitaciones como lo hiciera en la prisión y su cuerpo pétreo queda inmóvil ante la fija mirada escrutadora del animal 
despertar
Autor: javier castillo esteban  642 Lecturas
Sin duda ni complejos dedico estas líneas a María Vallejo, hacedora de textos y poeta.Palabra sincera y agradecida ,regresas cada día en charlas vespertinas enalteciendo a tus cofrades Reina y mártir del verso En tu imagen invisible distingo el talento de tu sino Céfiro desfigurado levantas ahora un viento huracanado que recoge tu corazón y lo estampa contra el papel sangrante como la plumaExudando certezasAhogado en este pozo de narcosis y letras
Eres mi mayor y más deliciosa perversión  para ti: M.V reina del verso 
Frase
Autor: javier castillo esteban  362 Lecturas
(         ) 
Silencio
Autor: javier castillo esteban  390 Lecturas
Y tu cuerpo  recto, enfrascado en la eterna dulzura incorruptible. Contempla el mundo derrumbarse Henchido De cataratas infinitas que engendrane fluidos subterráneos mientras,  impacientes evocamos  cada ligero renglón que describe tus designiosY en la ausencia de tu voz, Esperando tu voluntad nos postramos dedicados a sentir la vacuidad previa al contacto de las almas ,recogiendo  retazos  desperdigados de una espiral con nombre de universo
Sentí que volaba, que nada me haría daño. No necesitaba dormir porque el tiempo que transcurría en estado de coma, lo perdía en imaginarme contigo, cogidos de la mano, elevándonos más allá de donde podíamos tener fe. La prueba de un amor que era tan obvio como las ganas de besarnos, pero tan tímido que hacía gracia. La suavidad de tus labios no fue comparable a cualquier otro contacto con lo divino. Así, los caminos inciertos que nos encontraron fueron siempre resultado de nuestros deseos latentes, por tanto libres y no condicionados a tener que fingir.
Por un motivo que solo sabía él, ya no era más que una pantalla encendida. Afuera el sol se agotaba entre nubes dejando entrevista pesadez y densidad. Habíamos llegado cansados, extenuados, libres de trabajo y dispuestos a morir. Éramos hijos del desprecio, ánimos recortados, sonrisas frágiles, un montón de sentimientos enterrados, clavados al suelo. La grapadora esgrimía una boca peligrosa, amenazante, como si esperase el hilo de un viento para cerrarse para siempre y estrangular la vida.
 “De un cielo más gris que claro cayeron las palabras,Como empujadas por las escalerasEn ese leve instante se oyó el alarido impronunciable de una de éstas.Me recorrió un escalofrío al temblar el sueloCreí estar vivo pero había muerto junto a ellaSu música envolvía cada esquina escondidaLas partituras en mil pedazos echaron a volar tan tristes como siempre”
1“De mi pueblo son las cerezas”, dicen. Y también las miradas como lanzas. Mipueblo no tiene un aspecto diferente al mundo, pero la asfixia es mayor, casimaterial. Enclavado entre un río caudaloso y su afluente, destaca su campanariosobre el resto de abominables construcciones. De feo es muy real.Aquel verano, como todos los demás, jugábamos a no vernos en un embrollo decalles, que subían y bajaban, que huían despavoridas. ¿A dónde iban con esapremura si allí, arriba o abajo, nada esperaba? Quizá una ráfaga de vientoencabritado, o el calor aplastante de aquel verano, apostado hasta en la sombra.Nada más.En ocasiones me escuchaba y me compadecía de esas cuestas susurradas porviejos de los de bastón y sus chismes incombustibles, también por sus rencillasvestidas de fanfarroneo. Los niños, empujados por sus abuelos, y éstos por losretorcidos propósitos de sus hijos, salían como un rayo a casa de la «Patro» odel «Peje» para anunciar al forastero. En mi pueblo, si no vives durante lascuatro estaciones del año, eres «forastero». «Forastero» significa un estatusdiferente, ni bueno ni malo, simplemente otro estado de cosas y personas.2Se erige todavía en lo alto de mi pueblo una iglesia de ladrillo marrón, sinespadaña, pero de grandes tañidos. La casa de la familia se situaba a dos palmosdel templo, a su cobijo. » Tolón, tolón», así, formando una tediosaonomatopeya, algunos nos desvelábamos de noche, a cada hora. Hasta hacepoco ese sonido hubiera sido nostalgia, amor, familia, cariño… ahora me taladrala sien.La sacristía tiene una entrada exterior, como queriendo no ser vista, pero yo laveía muy bien. La relación de mi abuelo con el cura también la veía yo bien, sinextrañeza, aunque escondido. Mi abuelo siempre tuvo buen trato con la iglesia ytodo lo concerniente a la institución, sin embargo decía que “la calderilla p´alcura». Una calderilla que se traducía en monedas de cobre ganadas al parchís.Esa forma despectiva de referirse al párroco y sus acólitos entroncaba con lasganas de llevar la contraria al más pintado, incluso los que pensaban como él ytenían idénticas creencias.Mi abuela lo reprendía a veces, las menos, cuando soltaba esas perlascontumaces. » Tú qué sabrás, si en la radio no paran de decir que es bueno»,refiriéndose a un venerado delantero centro que tenía la selección. Para miabuelo era un «mierda seca», solo en palabras, claro, mientras éstas sirvieranpara promover desasosiego. Y ella de mirada torva y él sonriendo, por fuera ypor dentro.3El 23 de agosto me llamó mi prima. Noté su voz alicaída, cansada. – ¿Te pasaalgo?, dije cortando sus últimas palabras.Ella se mantuvo en silencio durante unos segundos.– No, no. Todo bien… hemos quedado en el cruce todos los primos. ¿A qué horallegarás?– Todavía no lo sé, depende de Charo. Viene desde Madrid en tren– Vale, llámame cuando llegues y voy a buscarte.– Un beso, Belén.Mi prima nunca ha sido especialmente risueña, pero sí alegre y distendida, concarácter, por lo menos para nuestras conversaciones y también, creo, para locotidiano. La quiero, aunque creo que no se lo diré jamás.4Dieron las 5 en la estación. Las traviesas vibraron y la suspensión chirrióimplorando una revisión temprana. Ahí estaba.Cuando Charo pisó el último peldaño el andén se había vaciado de abrazos,sonrisas y ojos crisolados.Besos, de los de siempre, quizá con algo más de empeño- ¿Cómo estás, cariño?- Bien, algo preocupado.- Tranquilo, no será nada.Friega en la espalda y consuelo. No supe qué decir, solo la miré, agradecido porterminar con esa condena que sostienen las palabras camufladas.El coche no estaba lejos. Conduje lo más deprisa que pude la primera mitad delcamino, sin hablar, aparentemente tranquilo. Paramos antes del peaje a echargasolina.- ¿Quieres conducir un rato?- Sí, dos veces.- Tienes que coger el coche, Charo. Ya verás cómo te arrepientes cuandotengamos que ir a vivir a Vitoria.- Entonces lo cogeré…- Ok, dije. Supe que aquella conversación acabaría con un “cuando lonecesite”. Es curioso cómo el chantaje resulta muy eficaz, usado concautela, contra la cerrazón. Pero el miedo es otra cosa. Algo mucho máspunzante que una dirección opuesta- Bueno, pues ya hemos llegado… ¿Qué tal cariño?, ¿Cansado?- Solo ha sido una hora. Tenía ganas de llegar- ¿Estás seguro?, confirmó Charo.Apreté el acelerador para dejar atrás ese paisaje desolador del sur de Navarra.Promontorios de arcilla que se confundían con la aspiración por reverdecer dealgunas plantas bajas. La nacional constituía un oasis de asfalto, el únicoaliciente que podía asumirse sin bostezar.5Las últimas curvas de la carretera provocaban en mí el efecto de un pájaro antesde estrellarse contra la corteza de un árbol. No quería llegar, quizá un últimodesvío antes de atajar por el puente oxidado, una excusa por dilatar a tiempomis esperanzas.Me miró con ese semblante irremediable, contrato en exclusiva de losenamorados, y acto seguido señaló en diagonal -Están ahí-6Agosto, la canícula de los meses. El sol caía sin consuelo sobre los meandros. Lapresa había comido tanto terreno que el río parecía un arroyo artificial, unacascada con bomba de las que decoran los parques japoneses. Eso sí, el cartel nohabía perdido su encanto. Viejo, blanco, anunciador de atávicas costumbres ysofisticadas puñetas.Malena, Isca, Luis, Cintia, Álvaro y, por supuesto, Belén. Todos ellos mudoscuando aparecí.Intenté mostrarme sereno, incluso con gracia, pero no conseguí que mispalabras fuesen menos fútiles, improvisaciones mal construidas. Desistí y mecentré en Charo, escudo siempre a tiempo. Malena por fin dijo algo- ¡Teníamosganas de verte primo!, luego hablaremos, ahora vamos a probar el vino quehemos traído.7La casa de nuevo, sin evocaciones. Real. La puerta azul, de barrotesdesconchados. Siempre estuvo atrancada y aquel verano también. EmpujóMalena y detrás entraron las tres mujeres. Escaleras de baldosa con puntitosencima conducían a un descansillo que hacía las veces de prismático. Desde allíuna plaza yerma, ladrillos de más casas y una cooperativa de agricultoresabandonada.Luis, Álvaro y yo nos reíamos de cualquier tontada e intentábamos no reparardemasiado ni en sus gestos ni en sus ademanes involuntarios. Estaban tristes.8Finalmente confesaron, todo, ya lo creo que sí. Las nubes se deshicieron enformas extrañas detrás de cada palabra para no obstaculizar la interpretación desu cielo límpido, lleno de verdad. Sensibilidad abyecta, pero inextricablementevibrante, la de palabras malsonantes en mi cabeza. Un abuso, la violación.Nuestro abuelo había manoseado a todas ellas. Y aunque tuve la capacidad deseparar la imagen del objeto, seguía intentando colarse, como una serpiente, laobstinada tarea de dos cejas sibilinas e insatisfechas desparramadas sobre lacarne.9Quise llorar, pero no me salía. Demasiada rabia e impotencia. Salí de la casapara pensar. Para no dar pábulo en el fondo. Hubiera sido muy injusto acapararla atención a pesar de ser quien más necesitara consuelo. Porque no me gustónunca afrontar la realidad más allá de los sobacos de la familia, del clan.Prevalecía la confusión entre dos ríos en apariencia igual de caudalosos.¿Cómo podía un monstruo hacer bocadillos de chorizo frito?Tardes enteras sin yo darme cuenta de que sus manos peludas eranpremonitorias de algo más salvaje.Todo hubiera sido diferente si en vez de pasar por alto que la paga para unos eramayor en algunos casos, o que simplemente no existía en otras manos,denostadas porque sí. Lo consideré algo incluso jocoso cuando me lo contabaBelén cabreada. Dinero, de nuevo, que no fluía sino a través de la familia,sorteándola.10Volví y me despedí de todos ellos. Luis primero, después Álvaro quitando hierroal asunto, como siempre, intentaron disuadirme en balde.Todas ellas de mirada compasiva me entendieron más allá de sentirnos unidosen esa tarde crepuscular. Las mujeres encañonan, sin darse cuenta, pero elgatillo casi siempre les resulta áspero.Nunca lo estuve más. No quería verlos. Significaba aseverar de golpe, ejercitarseen la certeza. Yo estaba bajo de forma.Las manos se despidieron aquí y allá en un acto de languidez inefable. Prontolas vi diluirse entre vastos despojos anaranjados a los que renuncia el sol cuandohuye. La noche había llegado.
Seduce Abre tu ligaTiemblaDe llanto intensoRomance y fantasíaMuy locosHacemos poesíaY ahora, gimeEmbriagaChupa tus palabras AmaSin nada Y nada en el deseoSolo química y tus bragasAtentas y despiertasUn gozo tentadorQue subeY bajaEstallaAgota sus mentirasRecorre tu misterioInyecta su venenoMuere soloDespertando de aquel sueño 
Nace en un rincón De un pueblo cualquieraLa clarividencia de la mañanaSus rayos anunciadoresSu erguida insolenciaAfanosa en la conquistaTira con violencia de las sábanas Y siente compasiónindefectiblementeSobre credos y coloresDe vernos tan chicos Todo es más reveladorAhora que posas tus plantas sobre el sueloY su aspereza termina por espabilarteSiguen allí el alféizar y las mimosas enmacetadasFrescas y llenas de luz Brillando, respirando. 
ALBA
Autor: javier castillo esteban  477 Lecturas
El vuelo   La última vez que se  emitió señal de radio  cruzábamos nubes con forma de almohadas. Los pasajeros estaban dormidos en el avión menos yo que merodeaba de aquí para allá nervioso. Mi compañero de viaje hacia minutos que no respondía  encerrado en el baño, aporree la puerta por última vez y esta  cedió lentamente empujando el cuerpo inerte sobre mis pies. Su rostro pálido me estremeció y un nudo apretaba intensamente mi garganta. Corrí a llamar a las azafatas, pero no había rastro .Repare en dos ancianos cerca mía   Que cogidos de la mano, me miraban sin mirar con los ojos entornados y una sonrisa diabólica, me arrimé tímidamente a ellos y antes de que pudiera preguntar descansaron simultáneamente el mentón contra su pecho.no tenían pulso Cuando levanté la cabeza  un niño de pelo negro de unos 5 años me examinaba desde las primeras filas de asientos, haciéndome un gesto con el dedo para que acudiera a su posición, avancé un ápice cuando huyo disparado hacia la parte delantera del avion, seguí su estela resollando sin perder huella de su camino hasta llegar a la sala de mandos donde la puerta se encontraba entreabierta. El corazón marchaba forzosamente a medida que me acercaba,di un paso más y abrí la puerta.Dos cráneos verdes de sustancia gelatinosa conducían el aparato, delante del cristal una enorme bola roja, de repente sentí un calor sofocante. Mi respiración les sobresalto y cuando viraron las cabezas pude reconocer mi rostro y el de mi compañero.
El vuelo
Autor: javier castillo esteban  387 Lecturas
Permanecí tumbado y con cadenas varias horasAquella mañana despunto el día con un sol hirientelevante los pies del camastro y excitado, me di cuenta que estaba flotando sobre una manta de humo. Mis piernas trémulas me condujeron a la centro de la plazaSubí a la base y desde allí repare en los buitres  que iban de un punto a otro, buscando el flanco ideal ,presos de la ojeriza Tenían  el tiempo pero apremiaban al  irremisible destino por contemplarme devorado por sus ansiasPrimero fue sólo un gesto, luego una orden. Antes de partir sentí el influjo del caldo hirviendo bajo mi piel, chapoteando en mi llanto solo pude hundirme hasta que mis ojos se anegaron del brebaje .
Que  es esto?- gritó sin oirse  Martín la mañana del 21 Todas  las  palabras de la noche anterior le causaron una profunda herida Marta y él convinieron  no verse y  darse el espacio, ese que crece más por dentro que por fueraMartín recorrió esa noche las calles de Fuenterrabía, explorando razones evidentes que concluían  en  sordos gimoteos. La ciudad era desierto a esas horas y pensó que la mejor opción sería retirarse y hallar descanso a sus secrecionesLos vecinos más trasnochadores cerraban las verdes persianas carcomidas por la humedad del mar, y cuatro pescadores farfullaban el transcurso de la jornada con los vasos vacíos. La  apacible brisa y los relojes que rotulaban el tiempo le causaban desasosiego, por lo que resolvió correr para alcanzar sin demora su destino y abrazarse a la almohada concediéndose a la oscuridad de un cuarto sin ventanasDobló la esquina de San Pedro aminorando  el paso al percatarse que en la otra acera  dos ojos que parecían cuencos amarillos le escudriñabanDe su nervuda mandíbula caía una baba interminable que no quebraba el fino hilo de su gruñido La galopante respiración de la carrera se había transformado en una turbación que envolvía todos los luceros de aquella noche despejada, aguantó el incesante jadeo y avanzó acurrucado , simulando no haber reparado en nada extrañoEl animal inició la marcha al mismo tiempo marcando el ritmo de su visión nocturna La presión de la sangre en su sien era insufrible y despacio comenzó a exhalar el aire que se estaba pudriendo enjaulado en sus pulmonesApenas quedaban 50 metros para llegar al portal, Martín miró atrás y distinguió a la silueta peluda recortar la  distancia. el pájaro revoloteó agazapado en la maraña de un seto desviando ligeramente la atención de su perseguidorAprovecho la ocasión para emprender la huida, y la sombra salió tras él. Llegado al portal no acertaba con las llaves ,  y unos dientes afilados se lanzaron coléricos a su brazo derecho , mientras Martín se defendía a duras penasEn el acto, un silbido alucinante  ejerció de reclamo a la bestia, Y se esfumó  por la callejuela contiguaLa contienda duró una vida en la cabeza de Martín, que descompuesto subió a casa y se metió en la cama apretando con fuerza los párpados sin advertir la herida sangrante en su pielA La mañana siguiente Itziar atrancó la puerta desde fuera  presa del pánicoLas zarpas se hundían en la madera y los incesantes ladridos de su hijo , parecían aullidos
AVERSION
Autor: javier castillo esteban  384 Lecturas
 Te han amputadoTodavía recuerdo cuando era niño cómo solitario dominabas campos de trigo que enrojecían mis pupilasCazábamos saltamontes y los enjaulábamos en botes agujereados para después marchar a tu encuentro,confidente de nuestra infancia , has sostenido estoicamente 100 cabañas sobre tus  ásperas y secas ramasLos años pasaron y poblaron tus alrededores de aparente progreso, confiriéndole al lugar un aspecto superficialmente bello y también menos mágico y seductorSin embargo has resistido a los embates del desarrollo firme desde tu posición, imponiéndote en la altura Hoy el día está nublado y yaces oreando los anillos de tu edad ,porque Algún miserable ha decidido que tu destino le corresponde a los hombresque tu tronco está podrido y debes rejuvenecer, eximiéndose de su crimen,Cómo osan liquidar tu sombra? ¿ quien dará cobijo ahora a las ocas y los gansos que moran en el lago?Acaso no saben que tus hojas están marchitas de tanto llorar nuestra mezquindad,Que han presenciado besos crespusculares y corazones atiborrados de amor y tristeza?Quien va a alimentar la anhelante espera por verte florecer en primavera?He visto emigrar a las ardillas que a su suerte cruzan calzadas sin mirar las ruedas de los coches pasar, sorteando las penurias de su partida, dejando atrás un hogar

Seguir al autor

Sigue los pasos de este autor siendo notificado de todas sus publicaciones.
Lecturas Totales132346
Textos Publicados301
Total de Comentarios recibidos666
Visitas al perfil41355
Amigos72

Seguidores

1 Seguidores
Septiembre 13
   

Amigos

72 amigo(s)
Richard Albacete
Joe
julian pecina
Karen
ROBERTO LUNA
Raquel
juan carlos reyes cruz
Tancor Cial
Viviana H. Mondragón Morales
Joseline Chillogallo
Daniel Florentino López
Natalia
Amanda White
Johan Eduardo
ana reyes
Emme
Micaela
Mia
maria del ...
María Ester Rinaldi
Carlo Biondi
jorge pechi
ViudaNegra
kalutavon
gisela
Oscar Ruano
NELMAR
Silvana Pressacco
MAVAL
MARINO SANTANA ROSARIO
Eduardo Fabio Asis
GAF
Diego Luján Sartori
Sara
Juan Carlos Calderón Pasco
Marìa Vallejo D.-
Kelly Lisbeth Martinez Hernandez
Enrique González Matas
Edgar Tarazona Angel
inocencio rex
José de la Cruz García Mora
Guadalupe Mendoza
German Karel Hanisch
Sandra María Pérez Blázquez
Juan Alvaro Quintero Ramirez  JOMBO
nayareth vega
Artorius
IVONNE RAMIREZ GARCIA
**Leticia Salazar Alba**
esmeralda
LUZMA54- LUZ MARINA VASQUEZ
Azucena
Lucy Reyes
Esmeralda Tabullo
luna austral
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
antonia
estefani
Mariana de Jesús
Liaazhny
Nooemar Hevia
Abraham Arreola
DEMOCLES (Mago de Oz)
Elvia    Gonzalez
José Orero De Julián
Roberto Funes
Getzemaní González
Cande
daniel contardo
un sentimiento
LAHILA ARANDA
ALFREDO MENDIOLA
 
raskolnikov

Información de Contacto

-
-
jcepioxvii@hotmail.com/facebook

Amigos

Las conexiones de raskolnikov

  ralbacete
  Prometeo encadenado
  julianpecina
  Karen RZ
  ROBERTO LUNA
  Racrizu
  juan carlos reyes cruz
  Tancorcial
  anyel
  jhove98
 
<< Inicio < Ant. [1] 2 3 4 5 6 7 8 Próx. > Fin >>