• javier castillo esteban
raskolnikov
-
  • País: -
 
La CHICA danesaDesde un balcón teñido se vislumbra el origen de una lágrima contenida... Tersos y confusos pómulos dialogan con una voz clara y divinaLa contemplativa vida del pintor en el mismo rincón, diluida entre fiestas de copete y cigarros con boquilla, se desprende y marca sus propios recodos, aferrada a una identidad desconocida e imbuida por una certeza que irrumpe subrepticiamente.Los peces y los barcos que atracan en Copenhage sirven de paleta al director para exhibir el fresco de una sombra que únicamente anhela hallar su horma.Allá, más lejos si cabe, se derrumba la otra cara del matrimonio, la segunda mejilla de un ser cómplice inocente de la ruina y la incomprensión, la frustrada existencia de quien se vacía por henchir los resquicios inhabitados de los demás.Entretanto , los retratos de alguien que no conoce su piel se desvanecen tiernos y tranquilos durante el sueño reparador de unas manos asidas con gracilidad a la almohada. Ser artista pasó a un segundo plano, un esbozo reducido a la dedicación auténtica y sin fisurasEl escenario muta con una facilidad detrás de los pilares de una sociedad estigmatizada por talentos histriónicos y acaudalados. De bigotes y levitas, de creencias desechadas y de sueños casi palpables. Los residuos de la Belle Époque abren paso a un surrealismo en ciernes, un optimismo camuflado de apariencia y metal.Pero la muerte no cesa y en su camino pedregoso recoge los cuerpos que yacen en las acequias, solos, incorruptiblemente desamparados y con el único abrigo de saber que algo o alguien más vital y sincero que nuestra almidonada chaqueta bulle dentro de nosotros.La estética ha muerto en manos del lirismo, las voces exhaladas se distorsionan hasta cobrar sentido con el singular fin de concernir la unión de dos almas. Nace igual que perece el valor descorazonado, mas en esta ocasión la balanza ha decantado su figura vacilante hacia un mundo pleno y completo.Lili ha vencido a la vida
Escapa el ratoncito ante el silbido de las púas plastificadas. La vieja blande el viento en busca de un roedor precavido. Las dos brillantes cápsulas rodeadas de pelo escudriñan la inútil tarea cuando la silueta reaparece como un resorte al final de cada hilo invisible. Negra, más aún que la noche, de tibia permanencia y agotada espera continúa haciendo lo que mejor sabe y peor recuerda.El hombre simula una sonrisa, vuelve sobre sus pasos, pero no quieres perderlo de nuevo. Recortas la distancia y consigues abrir fácilmente la puerta que hasta hace un momento estaba atrancada. Hojas que no cesan de vibrar en círculos. La casa también es negra y el camino describe meandros que sortean sauces comidos por la hiedra. La puerta está abierta, no así la tuya que después del portazo ha sido cerrada desde dentro. La vieja sujeta las cortinas para apremiarte, te giras y encaras el vacío extendido más allá del umbral. Se oye  musitar al ratoncito, un chillido lánguido, cada vez más lejano. Los contornos de la oscuridad adoptan formas familiares cuando la puerta se voltea.
Cuenta el romance a través del pasado, detenido y con ganas de no acabar. Durante semanas, las personas que por allí paraban, le preguntaban por el lugar donde se habían fotografiado las calles empedradas o aquellas vidrieras mediterráneas.  Respuestas prolijas en un ejercicio por no olvidar y cristalizar el recuerdo.La última de estas imágenes en blanco y negro esgrime la sombra de un amor. Detrás, la ventana anega de luz una habitación que, por lo demás, parece dialogar con el silencio.  Los hombros caídos y la mirada más allá del revuelo de las hojas me permiten seguir esa linea invisible que crece hasta el cielo como raíz húmeda y fértil. El marco también es blanco y matiza su profundidad en contraste con una oscuridad que no suena a nada. Sólo el viento, sin instrumentos ni cuerdas , escurridizo e insolente en su llamada, sostiene la observación.
MARCO
Autor: javier castillo esteban  377 Lecturas
Las llamas amplían el cerco. El secuestro no anda lejos. Uno de estos cae solo, de lado, esgrimiendo su corteza seca.  Ahora el cielo adopta un tono incierto, ni vivo ni neutro, tampoco muerto.Hebra tras hebra se desgarra la última cuerda que conduce al otro lado.   Algunos pasos tímidos y vacilantes de los curiosos con pies sin recorrido. ora adelante ora atrás. Más savia en señal lacrimosa  Cuatro cerillas desprendidas expelen su última risotada antes de terminar y yacer para siempre. Alguien las encuentra, siguen allí aún después ennegrecer. - !Han sido ellos!Haciendo un esfuerzo, en la gran distancia que marcan los lindes de la hacienda, se pueden oler las huellas de la tiranía.  Clemencia que da paso a la lluvia, extraña en la cara, contaminada de humo en sus partículas, tiznan la piel de aquel rostro que, a pesar de todo, la agradece como hizo siempre. Las montañas se cierran en un espejismo de eternidad. Mañana amanecerá de luto. Las cenizas flotan de un gris artificioso y consentido.
INCENDIO
Autor: javier castillo esteban  429 Lecturas
Procesión Desprovista de solemnidad, igual que un desgarro, recupera su bandeo la virgen a cada flanco. Aupada por decenas de costaleros se siente dubitativa, más sola que nunca.   Y llora, impía,  derramando litros de agua salada sobre los embriagados, incluso encima de quienes caen en la cuenta de que es ella, a la vuelta de una esquina. El llanto silencioso cobra más fuerza en el pecho de éstos.   Otro descanso invisible que da pie a trompetas, tambores y bombos. Mi corazón tiembla al son de una mujer que me mira de noche, tras un reflejo. Sonríe, rezuma una descripción inexacta.   Ya se detiene la carroza frente a una iglesia que al contrario que sus coetáneas no muere inadvertida. La ciudad despide sus aromas entre estandartes y chaquetas almidonadas. Vivas a la Virgen, a la madre de Dios.   La evocación, lejos de concluir, retumba victoriosa en ese hueco lleno de zarzas dedicado a no olvidar. Todos respiran aliviados y emprenden otra peregrinación más intrincada y compleja. Ella ha desaparecido, yo también.
PROCESION
Autor: javier castillo esteban  417 Lecturas
Leo a un autor y después miro al cuadro. Allí , lo que parecen dos rosas de tono anaranjado,  se mantiene estático. No vuelo ni vibro como yo quisiera, como lo siente el autor .Vuelvo a mirar mientras escribo , tan rápido que ahora mismo no recuerdo la imagen , solo sé que está allí. Quizá hablar de intuición suene presuntuoso, pero aquí estoy escribiendo de nuevo y otra vez cada renglón da sentido al anterior . Literatura y conciencia alcanzan los niveles de tu propio yo . Ahora ya lo tengo , no veo las rosas ni el marco , se desvanecen conmigo en una habitación parecida a cualquier otra. Única
El cuadro
Autor: javier castillo esteban  429 Lecturas
Agazapado,  en su lugar respira versos sin que nadie escuche el dolor de su pecho. Más solo de lo que el siempre pensó. Con el portátil había encendido lo que hoy parece una pantalla de despecho. Lágrimas indecorosas, nostalgia desgastada. Dejados atrás, más allá, pasado y presente irrumpen con sus renglones cargados de furia, atiborrados de desatino. Oportunidad malograda, o no. Quizá una brizna de inspiración que va y que viene al ritmo de un faro de destellos. Así, una lámpara de lava, hipnotiza más a quien los escribe que a quien lo lee.  Hija de la literatura ,parte de la misma ,cuyo germen destila impía los pulsos de la creación. El sol, la luna y los astros.. ¿ qué significan sin este último punto suspensivo? ¿ Son acaso, por sí solos, fruto del desvarío que nada creyó entender?
EN-SAYO
Autor: javier castillo esteban  643 Lecturas
Acherito: Un Oasis despierto dentro del Pirineo El mítico lago aragonés sigue intacto, presumiendo de su inmortalidad, a pesar de nuestra concurrencia     Seis de la mañana o 06.00 am, según la credibilidad de cada cual o la legitimidad de sus ojeras. El alba huele a humedad o es ésta, quizá, la que inspira un día presto a la aventura. El sol aún no ha salido, pero ya poco queda de una noche que agoniza en su duermevela. Será la emoción de un espacio que sueña con rocas y nubes lentas, de latidos lejanos y escondidos detrás de cada sendero, que suben y bajan hasta la cúspide, donde llegas mecido entre resuellos para constatar que allí el ruido todavía no se ha hecho eco.   Pero estoy despierto, de hecho, estamos los dos. Mi compañero, escudero de más grandes hazañas que este conato de montañismo, me recoge tarde, haciendo acopio de las buenas costumbres. “Ya lo siento, pero se me ha hecho tarde”, comenta con esa mirada inquisitiva en ademán de averiguar si ha colado una vez más. – Arranca, le espeto simulando cierto enfado. La carretera se torna progresivamente sinuosa al tiempo que el coche sufre los primeros embates del terreno. Entretanto, subimos un poco más, donde la altura hace gala de sus condiciones, volviendo la vegetación un bien escaso, prácticamente hirsuto sobre las enormes paredes que suben hacia el cielo azul, límpido por definición. Por fin, detenemos el coche, no sin antes reparar en todos aquellos caminantes que han acampado cerca del rumor del río. Algunos calientan café, y otros, los más recalcitrantes, obvian el desayuno en pos de recoger los restos de la jarana de anoche.   “¿Preparado? Esta es una de las más duras, pero es agradecida por sus vistas”, comenta sarcásticamente mi socio en la ascensión antes de comenzar. La respuesta, sin embargo, viene más adelante, después de las primeras e inocentes zancadas que conducen al constante jadeo. Una hora repleta de sed, hambre y rozaduras. Aunque también los hay que, como yo, han venido con zapatillas deportivas y no botas, por lo que el trayecto se hace más ameno al cumplirse ese consuelo que es mal de muchos.     “Detrás de Acherito sólo hay niebla”   El término de mi sudor coincide con una senda desprovista de inclinación que discurre paralela a los grandes riscos que dominan el resto de las montañas vecinas. Me detengo y escudriño lo que parece una enorme sima. Ante mi detenida contemplación, otro montañero interviene: “Detrás de Acherito sólo hay niebla”. “Pero siempre quedará La Mesa”, sonríe y concluye soñador, con la mirada igual de perdida que la mía. La Mesa, acortada por su apellido de tres Reyes, se erige en lontananza como faro receptor entre los dos picos, sirviendo de frontera con Huesca.  Incluso pareciera decirnos algo más desde el otro lado, pero tampoco tengo esa certeza ahora que la niebla pugna por elevarse.   Una vez huido de mi ensimismamiento toma la palabra la suntuosa oquedad reminiscente, pues hubo una fecha marcada y rusiente en la historia en que el mar cubría todas esas montañas de las que ahora únicamente algunos glaciares como Acherito quedan de inexcusables testigos. Pronto, el chapoteo de los valientes nadadores se mezcla caprichosamente con el vaivén arrullador que regala el mediodía y el reverberante lago. Es hora de comer.
 EL TRAJEAlmidonado y correcto, hecho a ti. Y el sastre, escudriñador, como siempre en en esas ocasiones. Lucías negro, de pupila a pupila, con la misma intensidad. Engreído, creyéndote alguien delante de tu madre. Ella intentaba maquillar el surco hollado por las lágrimas. Harta en años de esperar aquel momento tras una mezcla de ilusión descolorida Por sus antiguos, los de antes, de los que ya no se recordaba sino el latente resuello de los últimos díasLuego las mangas, que más tarde habría que recortar, colgaban en deseo por la blanquísima novia  
EL TRAJE
Autor: javier castillo esteban  587 Lecturas
Hoy es miércoles,  El ecuador de la semana Una más bajo el imperio de la moratoria, los atrasos y las cifras de fantasía  Nada que nada en el exterior    Marcos estridentes al choque  que contienen un cuarto encerrado  y silencian hasta los subtítulos  Que mueren en pantalla como las promesas del político Perorando al son de lo que otros escriben Nos dice Será largo  No tanto como nuestro brazo, que se alarga hacia el pomo  En busca de una negativa inmisericorde  Más allá sólo las escaleras  Algo cuya lejanía entre nuestra imaginación y..¿quién o qué? Es nuestro presidente, aunque parezca lo contrario Pero está ahí Y es que así lo llaman, sin conocerlo Covid Mecido al calor de ignominiosas mentiras Las que no conocemos y dan sentido A redes salvadoras de nuestro claustro Después del secuestro de guantes y mascarillas Solo están ellas  Mirando de soslayo, retorciendo su cuello hasta que te pierdes Algunos dicen que no se escuchan ladridos  Otros los ven después de que los poseyeran sus dueños También bolsas de plástico condenadas todos los días, a cada hora Víctimas de manos trémulas y ansiosas Se rompen, por fín, esparciendo sus interior, llorando de alegría  
VIRUS
Autor: javier castillo esteban  459 Lecturas
Esta es la historia de una estrella de mar buena y perezosa en la misma proporción. Sus brazos granulados buscaban siempre la manera de aferrarse, obstinados, a cualquier roca para que su madre no tirara de ella  cuando llegaba el momento de acometer con las faenas de la cueva.Dormía prácticamente todas  las horas de la noche y algunas del día y  el resto del tiempo lo dedicaba a engullir peces multicolores que  no  destacaban por su astucia a la hora de zafarse de su perseguidora. La tranquilidad imperaba en su pequeña república gobernada por algas y moluscos varios, que vivían en armonía con el resto de las especias marinas. Tenía una frágil salud, sin embargo había sobrevivido gracias a la magia, que convertía en recursos y alimentos todo los que sus brazos acariciaban con su suave tacto,  duplicaba la existencia de objetos animados e inanes. Había sido protegida y conservada para la supervivencia y el desarrollo de la comunidad, pues estaba escrito por un cangrejo en la piedra más grande de la república un texto  tallado a pinza, indescifrable, que desvelaba el misterio de un poder inimaginable, sin lindes.Vivía sola con su madre, pues su familia milenaria compuesta por más de 200 hermanos, primos, tíos, padres… repartidos por el océano, había sido prácticamente esquilmada junto con la mayor parte de los demás equinodermos merced a una moda, hoy trasnochada, de los visitantes que con consistía en darnos caza con afilados y relucientes arpones  para degustar nuestras suculentas carnes en braseros y grandes pucheros. La situación  se volvió insostenible y  catastrófica y se encomendó como requerimiento  a los tiburones, avezados cazadores, la vital misión de salvaguardar  la república y ahuyentar a posibles intrusos, extranjeros de su patria.Se cosechó una gran victoria que aguantó incorruptible tres días, durante los cuales se recuperó la paz y el sosiego. Se ornamentó a los hogares coralinos con enormes y soberbias caracolas que evocaban el transitar del agua salada el  melifluo canto eterno de las sirenas, hechizando a todo ser vivo que quedaba prendado con su mirar… Los caballitos retozaban jubilosos, pues nunca antes habían sido tan felicesImplacables en otro tiempo en su  cometido,  los escualos mostraron su  flaqueza y cedieron apáticos ante tan largas horas de ardua tarea la de vigilar. Olvidaron sus quehaceres y durmieron por largas semanas, menos cuando comían,que aletargados, tragaban el suficiente plancton y regresaban al  apacible sueñoLos visitantes, iinsaciables, idearon un habitáculo aparentemente  infranqueable, una especie de prisión con barrotes de acero, donde  pudieran escurrir sus extremidades en el interior para cuando los tiburones exhibieran sus incisivos, ávidos de una carne más blanda que las estrellas.Su sorpresa fue encontrarse un ejército de tiburones, algunos dormidos, los menos sonámbulos y la sencilla tarea de arrasar con bancos de atunes muy apreciados después del fervor de las estrellas. Al igual que su inteligencia, los visitantes se mostraban también inagotables en voracidad. Una voracidad que nunca más se volvería a ver en la república, ni en el marLos tiburones fueron desterrados de la república y considerados non gratos,  debido a la  negligencia y su holgazanería.  A partir de entonces se les habría de temer y ellos corresponderían con la indiferencia de considerarse los primeros habitantes de agua salada, prescindiendo de cualquier camaradería con el resto de las especies. La estrellita observaba con mirada luctuosa como se marchitaba todo lo que en su día vio crecer a su alrededor, como el brillo de sus ojos se tornaba mate, sin detalle. como lo  creado con  el esfuerzo y sacrificio  de millones de siglos , se destruía con la misma intensidad. Decidió por tanto poner un fin al  infinito, ofreciendo su tesoro escondido  como desagravio. La única herramienta capaz de mitigar el dolor y aliviar las penalidades del corazón que afectaban de igual manera a los animales de la república como a los visitantes. Pretendía suprimir el apetito y la maldad sólo por ver  de conseguir el eterno descanso de su pueblo. Por ver una sonrisa en lo más recóndito del coral, incandescente, imperecederaOfrecer su cuerpo, en apariencia esponjoso aunque duro a la mandíbula de los visitantes, pero con el poder suficiente que acabaría por saciar el apetito  y el anhelo de los visitantes. El jeroglífico que ella misma mandó garabatear al cangrejo para siempre encontrarse segura en su morada. La inmortalidadMientras en la superficie, a 10 km  al norte, un barco escupía sus últimos quejidos, agonizante, antes de ser devorado por las fauces del piélagoUna mancha oscura traspasó la primera y superficial telaraña coralina y fusionó su color negro y viscoso con el agua de cristal ahogando en un silencio a toda la población submarina.Pocos años después del desastre un marinero encontraría el fósil de la estrellita  en una playa desierta y siendo fiel a la correspondencia  que mantenía con su amada y a la costumbre de enviarse recuerdos de cada lugar sobre los que sus pies posaran, facturó una postal a Bruselas sellando en un instante la inmortalidad de su amor
He perdido a alguien .No era la persona con la que te das de bruces en la plaza mayor, que cruzas dos escarceos nocturnos y cuatro copas malparidas que desembocan en conversaciones vulgares con un visos de verborrea y realidad absurda Era alguien  y algo, siendo una relación curtida y alicatada por los incontables otoños. Una conexión desprendida y fraternal al mismo tiempo, donde sobraban las palabras y bastaban los hechos.Simplemente eras tú   Hablo en pasado, pues no queda de ese amigo sino una enfermedad brutal, sin meta, que ha arrasado hasta con los rescoldos de un ayer. La cadencia de los días se repite siendo el más bueno de estos, sórdido Su corta edad consigue acrecentar la compasión de los hombres, que temerosos se acercan a él, fingiendo un falso interés. Rechazar a cada instante la caridad ofrecida a espuertas consciente de vivir en un mundo impío y verdaderamente interesado por el chismorreo, me parece una postura sabia.   Deambula un fantasma errante siendo mártir de un mundo loco y atormentado. Avezado reo a los grilletes como estampado lúgubre de su imagen, donde sus desvaríos son perros fieles de su viaje, donde la dirección de sus ojos se ha extraviado y no advierte las lindes de la desesperación   Descansa ahora para coger más fuerzas, las necesarias para querer a quien te quiere. Buscando entre los estantes sucios de mi conciencia y de lo que queda, desde lo más hondo, puedo aseverar que te quiero   Hace tiempo que me siento acosado por un sueño   Sueño con vivir después de la tormenta, sueño con que allá a lo lejos, quizá, exista una gran linterna que me ciegue y me devuelva a ti, y tú vuelvas a mí, que solo haya sido una pesadilla dentro del estribillo onírico, que tuerza este camino para que  regreses con nosotros, con los vivos dementes, que no estamos enrejados y que se nos convida a ser libres    Sueño despierto y dormido con mariposas de enormes y fastuosas alas anaranjadas volando sobre nuestras cabezas, que descubriendo sus entrañas nos demuestre que la fe, si bien tarde, solo es mensajera de buenos presagios.   Dedicado sinceramente a tí, uno de mis mejores amigos y una referencia a lo largo de mi vida, Te extraño 
tu
Autor: javier castillo esteban  529 Lecturas
 He tropezadoes posible que estés aquí?el rincón anegado de polvo y serrín? Donde ayer maté al sol por flirtear con la Auroraes posible que el tiempo nos haya borrado la sonrisa? que me haya olvidado de aprender a  olvidar? miedo a recoger mis desvaríos del mismo alféizar que ayer sucumbió al atardecer?temor de verme vestido por no ridiculizar mi cuerpo desnudo?Por no conceder la caricia eterna del viento que arrulla al mar?quedarán otoños para refugiarme en su sombra? Será el quebranto de mi voz la esclavitud de mis versos cuando anochece? Por qué formular preguntas dentro de una misma pregunta? Si es verdad que existe esa gran pregunta, quién pregunta?Tendrá sentido realmente lo que pienso y plasmo? o es que estoy plasmando sin pensar con sentido?Seguir y no frenar en esta dificil empresa que nos halla feneciendo días tras día, trago tras trago sinsabor tras sin saborCobertura de largo carmesí dibujado en tus labios de carne rojiza me estremece el pensamiento y me nubla en efímero recorrido el espinazo.¿ Nos ha roido los huesos el resentimiento o es esta humedad la que degrada mis huesos y me hace sollozar?¿ sigo vivo? o es que vivo habiendo muerto?estoy recordando que ayer escribí bajo el sepulcro de lo que ha quedado de mi pluma?  y si no hay pluma? por que escribir cuando ya está escrito el anuncio de mis versos? por qué adelantarme a lo que ya he alcanzado, incluso sobrepasado? por qué? por cuánto tiempo seguiré enterrado en los resquicios de tu olor ? Por qué encarcelarme para siempre? Por quñe seguir describiendo lo que por ti yo siento? Por qué me he casado con la ausencia?
temo
Autor: javier castillo esteban  408 Lecturas
  La lluvia   1- Llegué a V. a media tarde, sobre las 6, antes de la tormenta, y llamé a Sandra para que viniese a recogerme a la estación. Por M no pasaba el tren, así que tenía que apearme en V. que distaba unos 5 Km. de mi destino El andén se encontraba desierto, a excepción del maquinista que hablaba por su teléfono móvil. Iba a meterme a la cafetería, estaba hambriento, pero la conversación del maquinista subió de tono y llamó mi atención.   -Te dije que no te movieras de casa, zorra inmunda, no me interesa lo más mínimo, y deja de escribir majaderías, no necesito que hablen más de mi. El hombre colgó el teléfono. Cuando levantó la vista del suelo  nuestras pupilas se cruzaron, e inmediatamente cogí mi bolsa en ademán de retirada. De reojo observaba su mirada torva clavada en mis pasos, fue un alivio oír el chasquido de la puerta de cristal cerrarse a mi espalda.   La camarera,  espantaba las moscas de las vitrinas que exhibían mugrientos platos con tortillas de todas las clases, todas ellas conservando un repugnante tono anaranjado. Me dio un repaso incontenible y seguidamente me preguntó si había venido a mirar o a consumir.  Su displicencia me resulto acogedora, acostumbrado al carácter rudo de aquellas tierras, sin embargo y tras una profunda batalla, terminabas por ganarte su espantosa confianza, resquebrajada en algún momento desconocido.   Pedí café y me senté a esperar a Sandra mientras hojeaba el periódico no menos mugriento y repleto de grasa. El café, pese a hervir, no era malo, esperé a que entibiase agitando la cucharilla con intención de acelerar el proceso. La puerta se abrió y el maquinista desde  el umbral de la puerta lanzó una socarrona sonrisa a la camarera y desapareció.     2     En lugar de llorar, pinto, el mejor remedio para este paisaje, precipitado al abandono, un homenaje que no encierra más respuestas. Ayer y hoy luce el sol, pero las nubes permanecen sigilosas, fingiendo su posición estática cuando las miras. Te saben concentrado en ellas, y detienen el paso majestuosas sirviendo a su estudio, difuminándose y borboteando con el atropello de demasiadas atenciones.   Qué refrescante es la mañana, abierta al claro bicolor, despertando los planes y las dudas de quienes madrugan.       Entro y salgo de casa para comprar el pan y los bizcochos, y antes de regresar paso por casa de la Paca, una hacendosa mujer que rozará los ochenta años, se preocupa de mantener el enorme caserón ruinoso, y de ser, al mismo tiempo, la heroína sin nombre que alarga la vida del Jose, custodiado por la firme enfermedad que deshace la memoria.   Saludo a José y él me responde con una risita infantil, acrecentando la miserable conmiseración, nacida de la desgracia, cuando únicamente queda eso, pena, y la respuesta es pena ante la pena.   Después de escribir, ahogada, Marta salió a la calle a fumar, abrió la cajetilla y cogió un cigarro con la boca, lo encendió, dedicándose a observar cómo se consumía la papelina prensada, una existencia crepitante, real, y probablemente menos nociva que su vida   Mientras, los mirlos cruzaban el cielo en densas bandadas que parecían no tener fin, Cayó la lluvia en M. y el humo se apagó, la noche se acercaba y pelo de Marta se confundía con la oscuridad.       3 -         -Juro  que no aguanto más ¡ -         -Paca, hija mía tranquilízate, qué te sucede? -         -Lo he dejado sentado con la llave por fuera, y el muy condenado ha llamado al Tato, que no se lo ocurre otra cosa que buscar el manojo de nuestra casa. -         -Pero ha regresado ya a casa verdad? -         -Claro Padre, después de llamar a Pedro que tenía el coche aparcado frente al bar, oxidado de no moverlo por lo que parece… lo hemos encontrado en la orilla del río echando agua por la boca. -         -Cuando me acuesto cierro los párpados rápidamente, y antes de sumirme en sueños. deseo con todas mis fuerzas que ésa se la última noche, no despertar jamás -         -No digas eso, Dios no te ha abandonado y tú tampoco deberías volverle la espalda, gracias a ÉL tu ánimo sigue en pie, solamente el cuerpo traiciona y la duda, instalada desde que nacemos, hace tambalear nuestra fe -         -Dios no existe padre, cómo puedo dar las gracias a una mano invisiblemente impía? Cómo asimilar el  abandono que no ha materializado ni su compañía? -         -Paca, creo que deberías venir con José, contagiarnos de su sentir para aprender de esos caminos tan ignominiosos por los que transitas, evitar las espinas y empuñar el tallo -         -Tengo miedo Padre, y no es el miedo a morirme como todos esos hipócritas que descubren cuando viejos su vocación cristiana, la muerte no me preocupa demasiado, eso me aliviaría.        Hay veces que lo miro y en sus ojos vacíos no reconozco nada, más bien el mal encarnando el alma de lo que fue, y lo peor de todo es que el sufrimiento sigue gozando de su sabor sin apetito,   (La Paca comenzaba a temblar, y el cura miraba sus manos, que tenían leves rasguños en las falanges)    -No concibes a Dios, pero me estás hablando del alma. Paca creo que…  -Déjese de creencias padre, toque mi cara.        -Pero…  - Toque mi cara… (Sus dientes repiquetean hasta que  finalmente el cura posó su dedo índice sobre la mejilla de la Paca) -¿Se ha dado cuenta? -De qué me tengo que dar cuenta hija? -Mi piel esta seca, no hay lágrimas que humedezcan mis mejillas, están tan cuarteadas como el campo -Perdona hija, pero no entiendo lo que me quieres decir -¡No me vuelva a llamar hija, no soy su hija! ¿Le ha quedado claro? Algún día yo seré quién esté dentro de ese confesionario…, y estaré limpia, porque me habré perdonado a mí misma, el más sincero y único perdón   (En ese momento la Paca se acercó despacio a la rejilla y con la cara visiblemente descompuesta aguardó hasta que el cura se dispuso a despacharla)         -Padre, he matado a José.     4-   A las 7 sonó el pitido del encargado y salió el tren de vuelta. Me pareció el transcurso de un día, en aquel bar de paso, no pasaba nadie, y el espectáculo se cernía sobre mi, entorno a los parroquianos. Hacía escasos meses que habían hecho una bifurcación en dos pueblos anteriores que se dirigían a la capital, quedando la estación de V. como punto final del trayecto, por lo que si tenemos en cuenta la población de M. y V. se convertía en un lujo de estación para los fantasmas.   Sandra me recibió como casi siempre, lisonjas por aquí y por allá su voz meliflua derritiéndose en piropos y en preguntas sobre mi viaje, yo le respondí lacónicamente puesto que mi cabeza seguía en el maquinista y en la conversación, así como en  la extraña muestra de complicidad con la camarera de la cafetería.   Quién sería la mujer a la que hablaba de esa manera? No era mi intención irrumpir en los detalles, empero, el asco subió por mi estómago y lo odiaba desde entonces, el pensamiento se había tornado obsesivo, como un alfiler giratorio en mi sien       El golf de Sandra daba botecitos y el agua en el asfalto se asemejaba a las ondas de la corriente el río en primavera y no a una carretera nacional.       -cuál fue la última vez que viniste por aquí’- me preguntó Sandra. -(salí de mi ensimismamiento y respondí) -No lo recuerdo pero hacía mejor tiempo que ahora desde luego, el calor era asfixiante Por cierto, ¿no crees que vas un poco deprisa? - ¡Venga ya, no seas cascarrabias! (No podía soportar ese adjetivo, entre otras cosas porque era así como me dirigía a mi padre y a sus intenciones de encauzar mi vida cuando hacía justamente lo contrario) - Lo digo por la “carretera” - M. tiene un clima muy seco, hace frío, pero tiene la ventaja de que no llueve casi nunca… (Torcía el gesto mientras lo decía) - Ríete a gusto, por mi no te cortes, total, soy un cascarrabias… - Eres un caso tío (prorrumpiendo en una risotada incontenible)       (Adoraba esa risa, tan pura y llana, tan cotidiana y exenta de remilgos) -Me gusta la lluvia…   5-       La lluvia era fina pero abundante, formando un telón gris que ocultaba el pueblo en su planicie. UN cartel blanco y rectangular señalaba la entrada. La torre sobresalía al final de las casas, imponente desde el cerro, gobernando la construcción de ladrillo y adobe extendida a sus cimientos. Las cigüeñas emigraron al sur en busca del calor perdido    Sin duda se me antojan El verano y el invierno una estación, separados por la tibieza, por los falsos amigos bajo la acicalada sombra del mediodía. Aquí en este terruño no se recuerda el pasado y viven con los brazos del futuro, flacuchos y desguarecidos.   Tal es el caso de Pedro, el alguacil que aspira a su despacho en la capital de provincia con los méritos de un pueblo donde no ocurre nada extraordinario.   ¿Será por este motivo que atiborra sus sentidos con los hielos derretidos?                       6-   La noticia elevada como el polvo, sin dejar huella, había  regado el áspero cielo, susurrando cada  detalle de la confesión  y en segundo lugar disipándose hasta flotar invisible con las brumas. A nadie le importaba ya José ni sus pecados cometidos o por cometer.  La Paca no cambió sus hábitos en absoluto, iba a la iglesia, compraba lo necesario para cenar, pues comía en el club de los jubilados, y  dejaba preparada la frugal cena para dedicarse a la casa y posteriormente a los chismes. Se sentía liberada, volvía a sonreír, pero una cosa era olvidar y otra perdonar.   ….   Pedro recordaba a Jose con claridad, siendo hombre y no una planta Recordaba el vetusto laboratorio que servía para hervir la uva y producir cientos de litros para el año venidero. La pequeña prensa estriada de hierro y la bomba artesana filtraban de zaborras y fango el clarete y el tinto, en medio de vítores y brindis por la buena cosecha, un lugar que apestaba a vino y a una felicidad de cristal. Aquel viejo diablo pasó media vida atormentando a su mujer y a sus hijos a base de correazos y la otra media sumido en su agujero digiriendo una frustración palpitante debajo de los racimos.   Al llegar al cruce, Pedro aminoró la velocidad del Patrol,  sin separar sus ojos vidriosos de la enjuta figura de la Paca. Lo hacía detrás de las casas paralelas, que no levantaban más de dos plantas, entre uno de los pasillos que distinguía las propiedades. La Paca fingió no verlo, mas sufría el escozor socavando su espalda   El mismo itinerario todos los días, circunvalando el perímetro del pueblo, yendo al bar de esquinas a beberse tres o cuatro vinos, y regresando a la vigilancia. En sus manos dibujada la clarividencia de su objetivo, el ocaso de las dudas que se evaporaban al desenmascarar a la asesina, extirpando la rutina de sus gestos ligados a la deplorable indiferencia de los buitres.     ….    Los brotes han remitido, Crisa me convence de que poco a poco iré reduciendo la medicación y los episodios no serán tan frecuentes, o eso me dice ella… no he vuelto a ver sangre a mi alrededor.       7--   M. se había conservado inalterable en mi mente, ladrillos y más ladrillos, un pueblo esencialmente marrón de casas bajas, salvo por el conato de urbanización chic sumado a un presuntuoso polideportivo en la zona este. Vestigios de una evolución perdida incapaz de progresar con sus recursos agrícolas e industriales, se sentía acomplejada de ser mayor   Sandra estaba cansada,  el día anterior llegó de madrugada de Barcelona prácticamente sin dormir, así que le insistí para que se echara un rato mientras daba un paseo, fusionándome con el entorno, aprendiendo el significado de esos tejados desamparados que cobijaban  sucios misterios tras las cortinas de papel, sombras grotescamente reflejadas escuchando los únicos pasos que por allí retumbaban.   La lluvia había cesado   Subí la cuesta que cortaba la carretera principal hasta alcanzar la plaza de las cuatro esquinas, en cuyo centro pavimentado, sentados en un banco, dos viejos desarticularon su conversación al verme aparecer. Detrás, en una de las jambas del bar, se apoyaba, el dueño del local, con los brazos cruzados y un palillo en la boca.  Los saludé y seguí mi trayecto en dirección a la iglesia que se encontraba en lo más alto. No fue hasta después de avanzar 20 metros cuando oí que retomaban las palabras, esta vez en clave de cuchicheo. –Qué poca prisa se han dado- grité sin darme la vuelta – interrumpiendo su regocijo. No pude evitar pensar repentinamente en las razones que me llevaron a regresar a M. ahora me culpaba por ello y por el diletante destino que removía los campos a fin de hallar la misma tierra   En estas reflexiones me embarullaba, cuando me topé nuevamente, a los pies de la suntuosa torre solitaria, estampada sobre el cielo gris. Su cúpula triangular apuntaba con gallardía a las nubes, en representación de su poder   Las cigüeñas habían emigrado en esa época del año, y los nidos junto a las campanas esparcían las ramitas inservibles impregnadas del pertinaz crotoreo, inmortal en los oídos de quien lo había escuchado en alguna ocasión.   Rodeé la construcción, admirando los surcos embelesadores del tiempo y la guerra, cuando oí un ruido metálico detrás de la iglesia,  parecido al de una tapa o un objeto circular. De repente el bamboleo se disipó violentamente y un golpe seco levantó el vuelo de un grupo de palomas que salieron disparadas en todas direcciones, inundando las calles colindantes. Me venció la curiosidad sobre el incipiente temor, y alargué mis pasos, dando zancadas silenciosas pegado a la pared, basculando hasta la siguiente esquina.   Un hombre corpulento metía en la parte trasera de su coche un saco con dimensiones  de mujer adulta, exhibiendo bajo la tela diversas protuberancias sospechosas, Se daba prisa, por lo que no reparó en el flanco desde el que era testigo, probablemente, de un crimen. Era un coche patrulla, pues tenía una franja anaranjada que cruzaba el lateral de la misma, y que rezaba “servicios auxiliares” en la parte de arriba una faro tintado de cristal oscuro me dio a entender que se trataba de la policía local.               En M. como en otros pueblos de la zona, la policía local se encargaba de hacer las diligencias, pasando los asuntos de mayor gravedad a la guardia civil.  El agente, sin embargo iba vestido de paisano y ahora sí redoblaba la vigilancia, percatándose de no ser objeto de fisgones. La tarde caía con desdén en compañía de ladridos lejanos, acomodé mi posición, a expensas de presenciar el siguiente movimiento. Cuando se aseguró de no ser visto subió al vehículo, encendió un cigarrillo y salió quitando el freno de mano, con el motor apagado, sirviéndose de la cuesta abajo Ninguna luz se encendió aquella tarde en las ventanas curiosas de M.       8-   Se rumorea que fue un accidente, otros hablan sin tapujos y gratuitamente de asesinato… la verdad que no lo sé, lo único claro es que el daño más grande se ejecuta en el espacio más reducido, donde no hay hueco para tanta rencilla y menos para los impulsos reprimidos. Conviven puerta con puerta, más les separan muros infranqueables que si no muy grandes, destaca en última instancia el alambre de espino sobre la cúspide. La Paca está libre y feliz, el juicio no se ha celebrado todavía, pero casi todos los días cámaras y abogados deambulan por M. buscando trabajo, como si de las piedras pudieran arrojar a Jose a la vida.     Era casi de noche y oí jaleo fuera, me asomé a la ventana y vi a la Paca discutir airadamente con Pedro, él la mandó callar en repetidas ocasiones y finalmente le dio un bofetón. Ella quedó estupefacta, inmóvil, sin atreverse a levantar la maltrecha mejilla a su agresor, luego se la llevó del brazo a la vuelta del parque, apartándola del paso de los escasos coches que circulaban,   No me permitían salir de casa pasadas las ocho, el corazón me latía arañando los pulmones, rabioso y engrilletado. Abrí la puerta de la habitación, Crisa se había dormido con un programa basura, demasiada decencia… Me aproximé a la puerta y con sumo cuidado le di dos vueltas a la llave, Crisa seguía inconsciente con los párpados trémulos, visiblemente turbada por alguna pesadilla. Durante unos segundos titubeé en el umbral de la puerta, el rellano estaba oscuro y frío. Bajé las escaleras y miré a través del cristal traslúcido del portal   Afuera se apreciaban sombras en movimiento, poco después desaparecieron y un sonido de motor, acompañó el chirrido apagado de ruedas a la carrera   Absorta con las primeras farolas encendidas de la calle, escapé.   Desde mi casa veía la torre enrojecida, igual que si se estuviera librando una inabarcable batalla por conquistarla, y en las nieblas de mi espesa imaginación, flotando sobre éstas, un suceso horrible, visos de gritos y reclamos de la muerte.     Evité la cuesta de las cuatros esquinas, guiándome por  las huellas de barro que había dejado el coche de Pedro. Sorteé el casco antiguo y la fortaleza que circundaba las últimas casas y las protegía del viento premonitorio del invierno.   A lo lejos, el silencio se había interpuesto entre mi perseguidor y yo, apremié el paso hasta alcanzar los aledaños del campanario aún cuando la espadaña pretendía ofrecer su arco sombreado sin luz. Las voces provenían de la parte trasera de la iglesia, si uno mantiene la cuesta principal como referencia para visitarla.   La diagonal trazada entre mi posición y la suya me permitió ver como Pedro golpeaba a la cabeza de la Paca con un tapacubos que no pertenecía al coche. La Paca tenía una mordaza en la boca y no podía haber emitido ningún gemido, ahora el cuerpo yacía boca abajo, con una brecha sangrante en la cabeza, mientras pedro preparaba algo en el interior del maletero.   No puedo describir la humillación que sentí, agazapada de rabia y vergüenza, de no tener el valor necesario para acudir en auxilio de la Paca, tan irremediablemente frágil.   En ese momento la cabeza empezó a martillearme y mis piernas perdieron el equilibrio cayendo de rodillas sobre el suelo. Antes de perder el conocimiento, pude reconocer a un hombre alto y joven presenciar la misma escena, en tanto su figura se difuminaba y se hacía más nítida hasta desaparecer     9-   He tenido un sueño extraño doctor, demasiadas imágenes por ordenar,  no entiendo bien su significado. -         Inténtalo, lo que recuerdes, puede ser interesante, -         Bueno, había una chica que parece estar atrapada en una casa como esta, quiero decir interna… Quiere olvidar y poco a poco está mejorando, lo cual asemejo claramente a mi estado actual. Asimismo tiene el papel de narradora, o por lo menos se entiende que es la persona que más tiempo lleva viviendo en el pueblo,       -         ¿De qué ha de mejorar, Pedro? -         Oye voces o ve cosas, no lo sé con certeza, pero ha distorsionado la realidad. Se ha producido un crimen que yo no tolero, y me vengo, ella es mi delatora al contemplar mi asesinato -         ¿Eres tú un asesino Pedro? -         Yo no soy ningún asesino!, solo le cuento el sueño que he tenido -         Tranquilo Pedro, me refería a eso precisamente, un asesino en tu sueño… -         Ah, supongo que sí, no entiendo por qué he de ser el verdugo en mis sueños -         Verdaderamente los sueños escapan en muchas ocasiones a nuestra comprensión, pero siempre nos dejan señales que hemos de seguir para interpretarlos correctamente, y no en una única dirección. -         Entiendo. -         Me has dicho que también había un pueblo… -         Sí -         ¿Cómo se llama ese pueblo, lo recuerdas? -         No lo sé, siempre lo mencionan por su inicial , M. creo -         ¿M. dices? -         Sí, eso creo -         Discúlpame Pedro tengo que atender una visita que llega ahora, ¿te importa que sigamos en 5 minutos? -         Vale, le esperaré aquí   El policía se quitó la bata al salir de la celda de aislamiento y llamó a Pérez que lo esperaba tomando café   - ¿cómo ha ido? -Sigue pensando que él la ha matado,  no tendremos ningún problema en el juicio,  demuestra sensatez en las declaraciones y  una coherencia relativa en los hechos, habla del mismo sueño todas las noches, sin embargo cree no haber estado nunca aquí. Piensa, o sabe mejor dicho, que todo forma parte del bucle  interminable que lo acosa cada noche, y para colmo cree que soy yo, y yo su médico. Resultará bastante evidente el estado de sus facultades mentales  cuando pase por el banquillo, y por extensión la goma borradora de aquella tarde.   - Eso es fantástico - dijo Pérez- la vieja al arroyo y el loco al hoyo (prorrumpiendo en una risa histriónica, en un arrebato escandaloso) -¡Silencio, inútil!, no vayas a mandar todo a la mierda, hablaré con Sandra, y cerraremos el caso. La pobre ya ha tenido que aguantar bastante… (Mientras dijo esto la sonrisa se dibujó en su cara)   La placa que llevaba escondida en el bolsillo de la camisa, reverberó en el pasillo al caer al suelo. Era la misma placa que RENFE, disponía entre todos sus empleados Pérez la recogió rápidamente mirando a un lado y a otro   Pedro lo miró con nerviosismo, en ese instante la enfermera de planta los  vio y fue a llamar al guardia de seguridad. – ¡eh vosotros, no podéis estar aquí!-   A las diez de la noche  Pedro y Pérez salieron del hospital bajo la confusa mirada de nuestro protagonista detrás de los barrotes de acero. Había empezado a llover en M
Continúen con el arte y la promoción de la palabra en Antiextractosliterarios en Facebook, un espacio libre al servicio de los amantes de la literatura, divulguen arte y conocimiento 
  Queda todo el mundo invitado, añadiros y formemos un bastión literario en esta red social:https://www.facebook.com/groups/420926104758359/  
AGUACERO     02 de febrero Quiero cambiar. Lo he decidido al ver a un tipo esperpéntico en la solapa de un best seller. Me parto de risa con estos libros basados en personajes cotidianos y sonrientes, que quieren decir: “Es fácil, pero no todo el mundo vale”. Seguramente por este motivo y por su repugnante peinado, he ideado algo parecido a un diario, intentando detallar los pormenores de un personaje que no difiere de alguien cotidiano. Supongo que es más “fácil” reconocernos en vidas mediocres que sorben café en presentaciones, que en epopeyas escandalosas. Creo en verdad que sería mucho más estimulante y provechosa una entrevista entre borrachos que exudara la gloria y las bajezas del escritor, las nubes y los claros de una oda al ingenio, porque realmente no todo el mundo vale… En cualquier caso, no creo en mi mediocridad pero sí en el día a día, y también en el día siguiente, espantosamente parecido al anterior. Ahora, sin embargo, nace de mis entrañas un pájaro con las garras afiladas transportando un bulto viscoso que hará estallar nuestra aflicción de un momento a otro. Se detiene en lo alto y mira de soslayo a las cabezas que caminan sin par, solitarios viandantes del bucle.  03 de febrero He soñado algo realmente extraño. Un payaso era proyectado hacia el cielo con su prominente nariz brillando, marcaba una dirección constante, sin perder altura,  hasta perderse en la oscuridad. El público se ha quedado absorto con las palmas de sus manos (izquierdas y derechas) por encima de las cejas, como un tejadillo para la luz de las estrellas. Al poco rato ha descendido y se ha quedado clavado en la tierra mientras padre, madre, hermanos y el resto de la caterva circense tiraba de sus piernas. La situación era ridículamente graciosa, y recalco lo de extraña por las miradas inquisitivas puestas en mi nariz, que paulatinamente se hacía más grande a medida que el cuerpo del payaso era extraído de la tierra. 04 de febrero Intentaré no cenar demasiado, me desvelo empapado en mitad de la noche, retorcido  por la pantagruélica cita con la comida de táper. Bien sabe mi estómago que no es fácil empresa, ya que la ansiedad de estos últimos días me lleva a comerme a mí mismo con tal de no pensar y regocijarme en el dolor. He dejado a mi novia y después de unos días de aparente sosiego y espíritu limpio, me cago en mi decisión precipitada y tardía. Tengo cierta afición en prolongar una situación tediosa, y acto seguido romper la relación por la vía rápida, de cuajo, como corta el cuchillo la mantequilla dura y apelmazada, como si el tiempo transcurrido hubiera sido un segundo respecto a la estepa de nuestra existencia. Ahora le echo de menos más que antes y tengo una fijación enfermiza por tener sexo sin alma, raciones de carne dispuestas a la penetración sin resquemor, gemidos distinguidos entre la maraña de remedios silenciosos sobre hogares muertos. Ella me hace jurarle que habrá más cosas, sesiones de cine insoportable y alguna que otra cena tensa por no saber de qué despachar. Me engaño a mi mismo, y con ello le hago un daño invisible, que cercena los escasos hilos que nos unen. En el fondo me da lástima la conclusión de este capítulo, ya que Sandra ha sido el contrapunto al resto de noviazgos que he tenido, un contrapunto quizá demasiado polarizado. 07 de febrero El fin de semana ha sido magnífico, un día de vacaciones dilapidado en la cama y dos días de voluntariado en casa merced al vacío creciente que ha dejado la separación. Ha nevado y sin embargo el manto blanco no hace sino evocar la sensación de cristal opaco que delimita el bienestar de la amargura. Los copos han cesado su aterrizaje masivo tejiendo una enorme telaraña que expande una vista hiriente del horizonte, simulando los montes nevados baluartes de nuestra prisión. Leo un poco del extranjero de Camus, mientras mis párpados se cierran con el desabrido destino de su protagonista en mente, las imparables fuerzas del destino que nos conducen a parajes inhóspitos, paraísos terrenales sin esperanza. …El mismo día… Trabajo, trabajo y más trabajo… Llego  a la oficina y veo esa montaña de papeles acechándome, entonces me imagino a un leñador canadiense que a hurtadillas y por puro hedonismo aniquila árboles sin tregua, mientras ríe  como un descosido. Después se enciende un pitillo, aun cuando su pecho oscila violentamente, me mira y me guiña un ojo, mi cuerpo tiembla en una mezcla de rabia y profunda melancolía. Este sentimiento persiste al abrir el correo y un tono agudo, parecido a un timbre recorre los pabellones de mi oreja límpida y solícita, presta a escuchar las majaderías de decenas de cazurros. En sí mi puesto no me disgusta, es cómodo y no requiere una comprensión excesiva de las diversas áreas. Al principio por supuesto estaba que echaba humo, me salió un sarpullido por toda la cara y vivía el resto de mi tiempo libre acordándome de tal contrato, y de una gestión a medias. He aprendido a desconectar tanto dentro como fuera de mi labor administrativa, ahora solo me dedico a escribir cosas que mi cerebro distorsiona a menudo, relatos, poesía y excreciones como ésta. Escribo en una web autodefinida como un espacio de expresión literaria, un lugar para compartir tus escritos y recibir asimismo críticas y elogios. Me siento orgulloso de haber creado una pequeña secta de fans de mi obra, al igual que una serie de amantes en silencio que admito que no me escriben gracias a la pintoresca envidia que pulula por allí. No os llaméis a engaño, tampoco creo que lo que escriba sea ni mucho menos de calidad, pero desde luego no es peor que la mierda que escupen algunos mequetrefes. No abundo ya en fallos de estilo ni gramaticales, incluso ortográficos, sino de monerías sin sentido, más dignas de facebook que de un aspirante a escritor. Quizá me esté metiendo en un jardín ajeno, como un perro con los ojos inyectados en sangre, pero jamás toleraría cosas así: “él me ha escrito, y jo, no parece muy inteligente, pero tiene un culo… Ahora me está mirando y sus ojos brillan como los míos, pero espera, cómo sé que mis ojos brillan?, acaso estoy llorando… ¡oh, creo que lo amo!” Sería podridamente condescendiente si dijera que tengo que relamer el vómito de las comisuras para no romper en un reguero de los garbanzos de ayer. Voy a ser razonable y empático lo prometo, haré el esfuerzo por entender a la gilipollas que escribe esto, y únicamente le escribiré “es horrible” en el espacio para las valoraciones. 8 de febrero Copio una entrada que he leído recientemente en facebook: “ETA ha matado a casi un millar de personas si contamos las víctimas mortales y las colaterales. Colateral es una palabra violada en este caso y sin música. En muchos recodos no lejos de P. se ha matado en nombre de la libertad y la lucha de un pueblo oprimido, y cuando se ha hecho el “jurado popular” ha fallado en contra de las víctimas. Se ha argumentado: “algo habrá hecho”. Detesto la frase, pues no puede ser más gratuita y comodona, tan aposentada en los divanes de la indiferencia y tan al margen de la realidad. Anhelamos ser ciegos con tal de no fragmentar la belleza incólume de la ignorancia, alimentando miserablemente castillos sobre nubes jabonosas. … Algo me hace pensar en Víctor irremediablemente Víctor es alguien vacío, formado de números y de información, mobiliario inútil y desvencijado que ocupa parte del espacio reservado al pensamiento y a la reflexión. Las personas que lo conocen  rehuyen de su compañía. Lo creen pueril y homosexual, aunque esta segunda faceta de su personalidad subyace del primer calificativo, ya que prefieren reírse detrás de su conciencia a manifestarle que es un maricón. Sin embargo, pese a su vacuidad, me parece un tio fenomenal, y creo más bien que la apariencia de pánfilo que transmite se reduce a una ingenuidad vital que lo mantiene erguido. Alguien bien distinto es Carlos, el cabronazo de mi mejor amigo, obsesionado con cambiar el rumbo de su vida, despabilarse y no vivir de acuerdo a los demás, tener un criterio propio en las tareas más básicas. Lo miro mientras no calla y su flequillo años 60 ondea al viento. Cómo le gusta a Carlos graznar de las carencias de casa! Me troncho de la frialdad con la que busca gresca en cualquier ocasión, ya sea con Víctor o conmigo, haciendo de sus peroratas la pluma que nos cosquillea hasta enzarzarnos en la violencia de los silencios, en esa tensión que supura lentamente los estragos de la impotencia. Entonces  pienso en la bonita y frenética imagen de mi puño devastando su cabeza. Luego han de llegar las disculpas y las muecas santurronas, el tímido reconocimiento de la culpa y el sincero y cálido abrazo.  Así somos, unos bichos orondos y aventajados, del mismo brillo de la lata de garbanzos deglutidos, los hermanos exangües e inseparables que se rajan la cara con el viento aterrador de P. No me perdonaría añadir una palabra más sobre Víctor puesto que ni mi desarrollo personal ha fructificado en sus raíces ni soy capaz de catapultar conclusiones tan agudas y detenidas como las de Carlos. Yo más bien  lo encuadraría dentro del sinfín de entes pragmáticos que bucean en el fango diario, un funcionario del estado mayor, casado, con dos hijos y una fulana cerca de los cincuenta que le ayude a superar los baches  9 de febrero “Algo habrá hecho”, odio reconocer tópicos, pero ahora me doy cuenta de la huida de sandalias partidas de Egipto, del efecto aciago de los individuos sin pasión, y de la repulsa de los hombres hacia los que vulgarizan nuestras vidas Mis padres me preguntan por Sandra, no sé muy bien qué decirles, ni qué decirme a mí mismo. Estaré engañándome con esta pantomima, pero lo cierto es que el polvo que hemos echado hoy no ha tenido desperdicio. Realmente habíamos quedado para eso, le he recogido a la altura de de la calle C. con T. y le he invitado cortésmente a subir a la oficina para que me enseñara la nueva falda de tubo negra que se había comprado en una tienda asquerosa. En defensa de este concurrido tugurio diré que ofrece unas mujeres igual de cachondas que estrafalarias y eso me excita sobremanera. Ha bajado a por condones y se ha quedado el cambio, algo que no es de extrañar a estas alturas. Al llamar a la puerta, tenía una erección que incluso me sonrojaba. Desde la sala de reuniones he visto una persiana que descendía como una serpiente hasta la maceta del alféizar, dejándola entornada. De no haber trabajado varios años en el centro y en concreto en ese viejo edificio, habría sido más espontáneo y menos paranoico, pero finalmente he decidido arrastrarla hasta el baño. Su  redondo culo blanco asomaba debajo de la falda al tiempo que apoyaba su mano izquierda sobre el gotelé de la pared, me penetraba ella más que yo, así que toda mi atención se prestaba al movimiento pendular de su cadera. Sentado en la taza del váter, con el rostro agonizante, observaba la luz mortecina de media tarde a través del cristal translúcido que da al patio. Un dolor punzante en la sien  vaticinaba los segundos mortales en que a duras penas nos subiéramos los pantalones y nos enfrentáramos al pasado. 10 de febrero Busco algo que turbe esta paz, un asesinato o un demente quemando el bosque, un móvil capaz de despertarme de este letargo que me está consumiendo. Si sigo un segundo más en casa dormiré, pero no de cansancio sino del vertiginoso debilitamiento de los músculos. No vivo mal en casa, mis padres me quieren y me cuidan, me protegen al punto de convertirme en idiota. No les culpo en cualquier caso, mi carácter es bastante proclive a dejarme rodear por los brazos de la comprensión y el afecto prolongado sin límites, un infinito espacio al gozo. Mis amigos convienen en que debería independizarme y sacarme las castañas del fuego, y no discrepo en absoluto, quizá de esta manera comenzase a evolucionar, encontrando el ajetreo necesario para respirar sin agujeros.  Ahora estoy ahorrando y posiblemente la astucia del metal y el papel con su inherente sabiduría consigan levitar mi culo del sofá para dedicarme a escribir, el motor de mi existencia y lo mejor que sé hacer. Escribiría sobre Sígor, un loco vecino amigo mío que viajó a las antípodas para encontrar a la mujer de su vida, alguna melenuda que casara con sus ideales, otra desviada sin escrúpulos que destrozara su esternón a fin de arrancarle  los pulmones y comérselos. Él entiende así el amor, corresponde a las mujeres con su autodestructivo corazón que ama más que reflexiona, vuelca su ser a otro ser que ingiera la delicadeza de sus “cuidados”. Su casa, enclavada en el frontón del pueblo, dista unos 200 metros de la mía y compartimos casi todos los placeres que pueden demandar dos jóvenes de 26 años. Juntos vamos a alentar al equipo de casa, asimilamos el fútbol como otra demanda ineludible de la materia, bebemos cual animales y discurrimos con el café postrero acerca de las cazas nocturnas de mujeres con el badajo blindado. Fútbol y sexo, sexo y fútbol, sumas que no alteran el producto, una consecuencia ávida de las causas que lo crían. A veces pienso que las mujeres lo son todo para él, un constante flujo de movimientos desordenados para un cerebro con TDA. Trabajador y buena gente, residuo de las ensoñaciones de viajar y regresar, el bendito estímulo que justifica la insoportable paz reinante. 12 de febrero Me he comprado una bici de carretera para dejar de pensar en ella. Cuánto sufro sin su inadvertida presencia… Ha suplicado entre lágrimas que no quiere más sexo sin lugar para otras cosas, necesita ese grado de afecto ocupado en paliar el goteo incesante sobre sus pómulos. Me duele a mí también no poder ofrecer lo que ella quiere, pero desde ayer siento el deseo de seguir concretando citas, saboreando la práctica del presente. No pido empezar desde 0, sería horrible tener que asistir al derrocamiento de mi fe y mi alegría, solo apurar las horas que restan con ella, estirar el dulce esbozo de su sonrisa, tendiendo un puente hasta la mía. Tumbado en la cama he evocado el color amoratado de sus manos, presas del duro invierno, mis manos envolvían el perentorio efecto de la delicadeza, sutil y despiadada, vocalizando las diferencias de mi piel frente a la suya. 13 de febrero He rodado más de 60 Km. montado en la trotona, así la he llamado. Creía morirme a los 20 minutos, frustrado por mi nefasta condición física, pero sin duda los constructores de esta preciosidad se acordaron de los catetos con pretensiones de subir puertos, y por alguna extraña razón a los 14 Km. la rueda devoraba el asfalto. Con todo, algo debió de  escapar al entendimiento de las almas compasivas, pues a los 20 km el plato más grande ya no engranaba, y las piernas pataleaban al aire en los descensos más acusados. He seguido la ruta hacia el pirineo sin detenerme un instante, la blancura anegaba los campos confiriéndoles una asistencia espectral, mientras un cielo límpido hacía florecer las coronas a lo lejos, cuesta arriba, cuesta abajo mi cabeza se ladeaba acompasando la postura encorvada de mi espalda.  En el promontorio de U.V he parado a descansar y a echar un trago en vano, pues la fuente estaba congelada y no tenía ni un euro en el bolsillo, eran las doce y el sol se acercaba sin ruido reverberando sobre la nieve incólume. Una tablilla descansaba sobre el cartel que despide el pueblo, escoltada por un exuberante ramo de claveles blancos y amarillos, el grabado rezaba: Nuestro patrón de personalidad, por lo menos el mío, nada lo derrumba, solo Dios. Este renglón y el frescor de la mañana me han llevado a terrenos hollados por las creencias, de la mano de seres que deambulan por el mundo con la estrella, tan brillante y liviana, que quiebra su existir en el lugar más tranquilo y anhelado. Qué grato sería ahogarse en las profundidades de la literatura, del mismo modo que el ciclista pereció en aquella curva que tantas veces lo había engatusando con la gracilidad y el embrujo de su serpenteo. Confundimos dicha y destino, y aunque creo en el valor intrínseco de cada término, no se me ocurriría desligarlos. Dicha tiene una connotación positiva, y lo asumimos como tal, pero el destino lo empleamos libremente para hacer consecuencia de nuestros actos, si algo se da de fábula es un destino bueno, si algo cae de bruces, es mi destino el que me conduce a este aciago final.  Así, el ciclista prefirió los ríos de sangre que la cama de diamantes, y el destino fue la dicha que se tornó en su destino. ¿Fue un destino bueno, fue un destino malo? Lo desconozco y no soy quién para juzgar a un cadáver, pero lo que sí está claro es que fue su destino, y una piedra sepulta ahora sus vivencias, echando un cerrojo a la verdad que lo condujo a rodar en libertad. En todo caso, ¡qué  difusa es la línea que manejamos para justificar el peso de la  balanza o la dirección de la pelota que, o bien cruza la red, o anida timorata en nuestro campo…! Se terminaba la carretera hasta donde podía distinguir, pues las señales azules indicaban el paso por la autovía. Es curioso porque recibía pitadas de algún que otro coche y me ha parecido realmente increíble el afán que tiene la gente en N. con las bicicletas, se conoce que Induráin perdura en el recuerdo de muchos, entre los que me incluyo. Llegando a P. las piernas me empezaban a flaquear y mi garganta árida comenzaba a suplicar agua, cuando un aldeano con su camisa de manga corta desabrochada, pantalón de pana y zapatillas de felpa, se ha presentado haciendo ostensibles aspavientos con su manita y exhibiendo su voz fina y aterciopelada. En pocas palabras me ha informado que la autovía era para los coches, o eso he deducido porque al hombre le restaban tres dientes amarillos y hablaba más con el pulmón que con la boca. Rápidamente he levantado la bici y la he tirado al otro lado de la valla, el hombre estirando sus dos manzanas me ofrecía su calor desde el suelo, me he santiguado antes, y  así, me he lanzado encima del bárbaro fundiéndonos en un tétrico abrazo.  Me miraba con unos ojos henchidos de vicio aceitoso, rezumaban los poros del pecho amor a cero grados, y antes de que me invitase a visitar su choza junto a la autovía me he largado despavorido pedaleando a con todas mis fuerzas. Ya en la distancia el grito de “guapo” retumbaba en mis sienes y apretaba con violencia los dientes por no girarme y meterle el manillar por el culo. Me sentía ultrajado y me compadecía de las pobres ovejas que por allí pacen a escondidas del degenerado. 19 de febrero Sirven las escuelas para desamueblarnos la cabeza, sino fundamenten las dificultades en decidir, en el sufrimiento padecido al salir de la burbuja… Supuestamente es el impulso para incentivar la postura reflexiva de directrices y el conocimiento. Sin duda nos apremian, pero siempre de la mano, recibiendo un apretón al patinar de medio lado. Así nuestro cerebro asocia rápidamente para qué servimos y para lo que somos unos auténticos zoquetes.  Gracias a esta inestimable ayuda estudiamos carreras soporíferas y tremendamente útiles que confieren el pragmatismo y las ganas de ser un señor anticipado, otro vulgar hombretón que respeta los pasos de cebra y se queja de sus suegros en el trayecto a la casa de éstos, donde el tonto del culo de suegro soltará los rigurosos exabruptos por llegar tarde a comer, o cuestionará la mala educación del hijo trasto. Será que mis pensamientos sabiamente han escapado del fluido de las relaciones duraderas y comprometidas, será Sandra y sus circunstancias las que me atemorizaban cada noche creyéndome en una balsa existencial, en un transitar sin marejada, abatido por la lucidez del confort y de la podredumbre que resquebraja el dominio del crecimiento. Será, será… arremolinadas en esta sarta de pensamientos aparecen unas letras de otro siglo, no recuerdo de quien: Será que mi vida se la traga este momento y que desespero buscándolo para no soñar más, empapado de realidad y de tormento, de caricias extraviadas. Mi rumbo peregrino algún ladrón me lo ha robado , por eso me enredo a menudo en los zurcidos de otro tiempo, asido a la sonrisa eterna que blandía por las calles el señor de barlovento. 20 de febrero He pasado varios días fuera, Carlos se las ingenió para remolcarme y pasearme como un guiñapo por el pirineo. Insistió en que fuera a esquiar con él, tratando de envolverme con sus capciosos argumentos acerca de los innumerables beneficios de este deporte. Al principio, cabezón y orgulloso como yo sólo sé, me negué puesto que aún me dolían las hostias de cuando era un crío y al jefe de estudios del colegio se le ocurrió la magnífica idea de llevarnos al pirineo a desarrollar la faceta comunicativa entre los alumnos. Yo ya tenía 12 años, mis amigos y mi equipo de balonmano, no necesitaba romperme los dientes para demostrar a mis padres que, además de estúpido, era sociable . Tampoco entendí el hecho de llevar bolsas de basura a casa de la visita al punto limpio con motivo de estimular el reciclaje entre los nuestros en vez de usarlas para recoger las mierdas de mi perro. ¿Alguien se ha parado a pensar en la actitud de los policías multones si nuestros perros nos recogieran las mierdas al cagar con una bolsita de plástico?  No creo que premiasen a los perros por su civismo sino más bien nos sacudirían un porrazo merced al escandalazo. Entonces, ¿qué es civismo? ¿Es que nadie vela por la impudicia de los perros? En fin, supongo que este es otro asunto del que nadie me ha sabido dar respuesta, ni siquiera mi profesor de ciencias que me plantó un 0 atlético, pero ahora no viene al caso… Llevamos su coche para eludir la simpatía de la provincia limítrofe hacia el equipo de P., ( en la última ocasión me rompieron la luna trasera gracias al tamaño de la pegatina). Verdaderamente es más sensato así y menos excitante, últimamente mido mi integridad con el mismo rasero que mi demencia, y quizá sea el primer punto susceptible de cambio, el paso para distorsionar la pesadumbre del confort. 25 de febrero Las primeras señales de la primavera dejan huella, el despertar es más claro y el ocaso más postrero, el sol comienza a brillar con fuerza y las nubes aglutinan los rayos retenidos para abrirse paso. La inestabilidad propia de esta época me azota los sentidos, haciéndome más partícipe de lo que escribo y medito. Confío en estos papeles, de la misma manera que siempre me lo recuerda Carlos, él siempre me provoca intencionadamente para que continúe con el trabajo forzoso de la obra,  para evitar que el sueño flote en agua de borrajas y se plasme definitivamente en su forma final, ausente de remilgos y prefacios. Las opiniones de quienes mejor nos conocen no son siempre, o más bien nunca, plato de gusto, pero no por ello dejan de contener el arraigo más objetivo de un mismo, depuradas sentencias que desligan la mancha del agua radiante.  Los padres aportan por otro lado el apoyo y la duda inherente, con el aviso constante del éxito efímero, convocándonos a una nueva sesión de nuestros arrebatos pasados y despojándonos de pájaros tan bellos y ufanos como irreales.  También yo aporto al respecto la sumisión inmerecida de la edad temprana, correspondiendo con “tenéis razón”… Pero en esta ocasión será diferente, invertiré, malgastaré y me consumiré, apurando el valor que conciba mi reino estomacal sobre los restos, me nutriré de los deseos profundamente sedimentados y probaré el placer de convertirme en la mirada que devora a mujeres bien alimentadas, a culos despampanantes y a protuberancias desconocidas, esta vez me ahogaré en los recodos de lo incierto a fin de extasiarme, sólo extasiarme.           RODERO
Una vez...Hoy he visto a un niño sonreír detrás del televisor. Un rostro rubicundo que rezumaba serenidad.En ese cuadro, con el celo propio de la inocencia, El Niño atusaba el pelo lacio del perro. Este animal, de piel negruzca y orejas gachas, respondía al tacto con lametazos interminables, reptando con su amor a cuestas sobre una piel incólume.Los ojos de aquel ser insignificante brillaban en la impenetrable oscuridad de su color.El tiempo había fagocitado la bondad y la ternura , tornando los párpados persianas echadas. ¿ Quedaba algo de aquel niño ?
UNA VEZ
Autor: javier castillo esteban  436 Lecturas
 Debía morir. Lo supe cuando T. me habló de aquel cura del demonio. No lo había pensado antes, pero su enfermedad quizá fue emisora del perentorio efecto de la venganza. Una misiva con la savia suficiente para ver las cosas de otro modo. Quizá fuera injusto juzgarlo por algo que nosotros mismos habíamos esculpido con la paciencia y el tiento adecuado, de idéntica pasta a la obsesión con las sotanas y púlpitos. Qué imagen debí de ofrecer a una mujer a la que me había entregado conscientemente y ahora detestaba. Sería la excusa perfecta para echarme en cara la intencionada cruzada por enamorarme sin cautela, por no respetar su sello y por ahogarla en una cárcel sin letrero.Aquel hombre grotescamente estirado, de pelo ralo y mostacho alineado, nos casó a pesar y por encima del hastío y de los celos. Me había otorgado la fe y la disposición de una procedencia cristiana aun cuando su corazón intuía a la oxidada goleta. Casó también a mis padres y a algún tío que no llegué a conocer. La vida en Costra fluía entre la cotidianidad de aceras y bares sujetos a prescripción. Solo el sol costeño, de inmensa fuerza y de lienzo poético cobraba sentido de cuando en cuando, si se era capaz de detener el estrépito de los pensamientos. Pero esa empresa ya no crecía en mi jardín de falsas promesas, lo que de verdad brotaba era el fervoroso anhelo de la victoria sobre los cánones de las hermosas balaustradas del Conde, la luz de romances precoces y reales aposentada sobre el presente.El cura subía y bajaba atornillando los adoquines al suelo, aparentemente tranquilo, pero maquinando un nuevo casamiento, un nefasto alumbramiento que de mí había hecho creer en el crimen. Tampoco levitaba ni soñaba con salvar a pobres ingenuos, pero de hecho mi propia ingenuidad me dolía, y ello debía de ser, no sé, la razón, mi razón.T. aún tuvo fuerzas para mirarme inquisitivamente, como queriendo adivinar la rabia y la frustración, rebosantescontenedoras de desasosiego. Lo cierto es que así fue en un primer momento, pero ya me sentía tranquilo, decidido y con una tarea de nombres y apellidos catapultadainequívocamente a los no flaquean al relatarlo.Vivía escondido en su ermita, que no era suya, pero de laque hacía gala en otro éxito de propiedad, esta vez no carnal. Por las noches cerraba el pórtico y se encaminaba con gesto adusto al portal destartalado anejo al edifico. Allí pasaban dos horas donde la luz de la claraboya dibujaba extraños reflejos en el cielo de Costra. Después, volvía sobre sus pasos y mantenía una cháchara aborrecible acerca de las desgracias vecinales anunciadas por el discreto campanario. El templo era su casa y también su tumba. Una mañana desperté temprano con la vaga intención de pasear, ya no me sorprendía mirar a la izquierda y ver las sábanas vencidas hacia el otro costado, incluso era una sensación de lo más agradable. ¿Quién era realmente T.? Se presentaba igual que un pasadizo, tedioso y absurdo, de una irreal inflexión y de la misma partida a la vuelta de esaroca inmaterial. Un pasadizo inabarcable, un carácter impreciso, de aristas que marcan otra silueta torcida hacia otra silueta llana y otra idénticamente torcida. ¿Sería ése final del pasadizo una sucesión de capítulos tortuosamente familiares?Miré por la ventana y vi a T. flanquear las primeras casas. Eran mamotretos blancos de paredes desconchadas, en cuyos chaflanes ondeaban jirones de goma ocultando los umbrales de moradas estridentemente silenciosas. En algunas de estas guaridas, se erigían pequeñas hornacinas de vírgenes que rezaban al mar y a pescadores engullidos por sus propias redes. El mar lucía inquietante aquella mañana. Perdí la pista de T. en cuestión de segundos, ensimismado como estaba, en otras cavilaciones. Sospechaba que, después de todo, era otro desgraciado el que andaba detrás de ella esperando arramplar a las quimeras de sus caballos, mas las quimeras son ilusiones, montañas suaves y redondeadas que se desvanecen al contacto de su piel. Por ello dejé que el cráter creciera sin demora en un denodado esfuerzo por aliviar la imagen de sus ojos. El mero hecho de escudriñarlos de cerca o en la distancia me encogía el corazón y mermaba mi carácter.Salí de casa y caminé durante un rato. Ni rastro de ella. Tampoco me importaba demasiado, o eso suponía, aunque sentí curiosidad por adivinar su nuevo itinerario. Se clavaban las miradas de los perros en mí, como si fuera yo el desdichado que merodea en busca de un bocado y anduviera exhibiendo cada una de mis costillas hacia manos más generosas. La ermita dominaba Costra y se podía apreciar su aspecto macilento desde cualquier punto del pueblo. El alcalde pensó que esta no revisada versión de una obra de épocase proclamaría vencedora en un concurso por dejar boquiabierto a críticos y foráneos con gusto, a místicos y a los que buscan lo castizo en olores rancios. Una versión que, por otro lado, ni los arquitectos de la decrepitud podrían soportar Los ladrillos parecían codearse por mantener el equilibrio, pues el paso del tiempo y la humedad los empujaba a una carrera por sortear el abismo y no convertirse en polvo. Era verano, y las cigüeñas crotoraban espasmódicamente en dirección a su próxima migración. Me dirigí a los aledaños de la ermita y la contemplé desde sus cimientos, agachado, midiendo la altura a la que pretendieron consagrarla. Las campanas comenzaban a voltearse mostrando su badajo, emitiendo una sinfonía de inverosímiles tañidos, una nueva eucaristía en manos del impostor. No podía faltar.El cura ofrecía la misa matutina a viejas y desconsolados que asían con fuerza rosarios de metal. Cuando llegó la hora de postrarse sobre aquellas tablas almohadilladas, alzó la vista. Yo me había quedado de pie, quería intimidar a los siguientes versículos escupidos mil veces por su lengua viperina. Vaciló un instante ante mi insumisa posición, pero continuó leyendo con voz quebradiza y entrecortada. Carraspeó varias veces e imprimió un ritmo más rápido en pos de terminar cuanto antes. Yo seguía erguido mientras los feligreses se sentaban y levantaban maquinalmente. Me miraban recelosos, rehuyendo mis ojos al responderles de soslayo. Eran conscientes de la premura del cura, y me culpaban de manera tácita por ello.¿Y si T. se había escondido en la ermita? La idea me produjo un sudor denso y frío. Me sequé la frente y miré mi mano. No reconocía mi propia languidez, el brillo de las gotitas se bifurcaba entre mis dedos trémulos.El anillo de esposo me oprimía y empecé a removerlofrenéticamente de izquierda a derecha para aliviarme. El monaguillo se encaminaba a mi altura con paso ligero, entretanto las monedas repiqueteaban alborozadas en la cesta de mimbre que mecía distraídamente. Antes de llegar a mi banco tiré con fuerza y extraje el anillo, aprisionándolo en mi mano derecha. La huella amoratadamostraba una certeza más cruel que liberadora. Abrí la mano y dejé que resbalase el anillo de mi palma a la cesta.El monaguillo no supo cómo reaccionar, se quedó varios segundos prendado de la reverberación del gravado. No se atrevió, o no quiso, juzgar el cuadro que su cabeza había materializado en ese instante, solo asintió y no separó sus ojos del suelo.Al dejar la cesta sobre el mantel que cubría la mesa, el rostro del cura se agravó y creí que sus pómulos se desnivelaron unos centímetros. Tragó saliva y continuó como bien pudo.Los perdones, los avisos y las bendiciones se relevaron con prontitud y nos despidió abruptamente: - Podéis iros- Guardó la paz para sí y la desazón para los pocos que nos habíamos congregado. Permanecí inmutable, aislado de los cuchicheos que flotaban en espiral a mi alrededor y de los cuales asumía estoicamente mi responsabilidad. El cura se apresuró hacia la sacristía sin reparar en que yo seguía allí, esperando, no sé muy bien a qué, dado que las dudas y el remordimiento que me habían traicionado enlos últimos años se propagaban igual que un cáncer arremetiendo contra las pocas células vivas que luchaban, incontrolables y desnortadas, contra su sino irremediable.¿Y si T. la esperaba allí, en la sacristía, aguardando a que las últimas tablillas de la ermita cesaran de rechinar bajo mi peso? ¿Cuándo se había tornado la frivolidad de mis actos en infundir temor a los demás?La puerta de la sacristía quedó entreabierta y sospeché que las dos víboras pretendían allanarme las respuestas, para quizá apiadarme de sus frágiles corazones, desleír la rabia. Era tarde. Mi cuerpo se hallaba disgregado de mi mente, agujereaba las últimas esperanzas de evadir decisiones precipitadas. Subí al altar y abrí la alhacena dorada que guardaba la copa con posos de vino. Era una copa extraña y deforme. La empuñe con fuerza por el único espacio libre entre las ondulaciones que describía su tallo y la base. De un portazo abrí la pesada puerta. Allí estaban los dos, cuerpo a cuerpo, enfrentados y cogidos de la mano. No dijeron nada, yo tampoco. Empecé a temblar y solté la copa, estallando muy lejos de me mis oídos.¿Quién era yo? ¿Acaso lo sabía? Sentí una impotencia terrible, ganas de llorar, ganas de cuestionarles mi presencia allí, o simplemente escuchar por última vez queera un espejo de sus vidas, un espejo que tenían miedo de mirar. Repentinamente la volví a amar, quería lanzarme a sus brazos, besarla, adorarla, tocar su piel despacio. Solo ella, incólume, sin amonestaciones, sin las manos ajenas que la apretaban casi con misericordia. Sin embargo era incapaz de regresar... Entonces la volví a odiar, a lastimarme, a odiarme más, sin preocupaciones, obstinado con el pasadizo, con volver a casa.Perdí la vista progresivamente, y el control de mis piernas. Solo recuerdo a dos figuras abalanzándose sobre mí, rodeando invisiblemente mi cuello…Desperté en mi cama, las sábanas seguían recluidas hacia el otro costado y las ventanas estaban abiertas de par en par. Del alféizar se bamboleaban, atajadas por las bisagras del marco, las líneas de una carta más extensa. Las leí:Ya no estoy contigo, pero no dudo que seguirás dentro de mí, acusándome no solo a mí, sino a todos los que han intentado quererte. Me has vendido al amor igual que ahora me vendo a él sin remedio. Me ha cuidado sin herirme, sin reservas y sin nada a cambio. Entiéndelo, por favor, no te acerques a nosotros. Espero un hijo suyo.::::Un barco de chipirones vencía la marejada cuando varios tripulantes avistaron, a voz en grito, un cuerpo ataviado con sotana. Se aproximaron a escasos metros y voltearon entre varios de ellos el cadáver. El rostro, lívido y descompuesto, mantenía una sonrisa desencajada, y sus ojos sugerían pestañear. En su regazo, un bebé deporcelana emulaba estar jubiloso. Los descubridores, aterrados, no supieron qué contar al atracar
Igual que siempre sigues aquíDe alguna y más maneras interpretandoY yo, empecinado, vuelvo a escribir para tiEn busca de recodo que dobla para hacerse más extrañoNo más halagos, rodeada de gracias y más graciasNo te mueras porque yo te hallo aun cuando hago mal y de mirada pueril te pido perdón con ansiasCóseme contigo pues el mejor de tus zurcidos me quisoJunto a este verso, junto a tus besos
-  ( bla )- ( bla ) (Blue)- ( bla ) ( bla ) ( bla )- ¿ No crees ?- (.               .) 
TerrorCon una mano, de infundado respeto, me dijo ven.Yo la seguí, malcreída de mí. Y a mí , de nuevo, eso de saberme tan astuta... qué felicidad tan aparenteAún así apreté una vez más los dientes, horadados , de huecos invisibles que dejó el amor de los primeros tiempos . Quién era, yo no sé, de tanto mirarme arrugada, transida, sumida en la irrealidad. Esa era y soy yo, pese a todo. Tan lejos de mí, cerca de tí.
Resucitar
Autor: javier castillo esteban  446 Lecturas
Dos enormes ojos verdes me escudriñaban desde la distancia, cautivos de mi vientre terso y lechosoPrimero fue solo un gesto de incredulidad, luego, el espanto se apoderó de cada uno de sus poros Incapaz de evidenciar mi aspecto humano, urgía buscar refugio.La escoba me perseguía a lo ancho del garaje, afanosa por asestarme un zurriagazo. Quise gritar, pero mi voz, inaudible para mamá, se quebró antes de partir.Por suerte, unos cuantos leños apilados en la esquina, me brindaron la última esperanza, despedacé la corteza de uno de estos y escribí:Soy Laura, la lagartija
-Qué calor tan horrible!- voceó el oso frente al zoológico. Su pelaje  lacio y deshabituado al clima de Barcelona, se caía a mechones Regresaba a su segunda residencia tras varios años con la esperanza de encontrar allí a Rosario, su cuidadora. dejando atrás Canadá, y sus abruptos estanques helados, debajo  de los cuales buceaba el menú del día   La recepción  se encontraba desierta, así que aprovechó el oso para sortear el torno, levantando primero una pata y luego la otra, concentrado en no caer de bruces. Avanzó pocos metros jadeante, y se tendió sobre el banco más cercano haciéndolo crujir, El ejercicio, con el que no tenía cita, y la fatiga del vuelo dieron paso a una profunda somnolencia que culminó en la cerrazón de sus peludos párpados   Cuando despertó, su corazón salió arrojado con violencia ante la impresión que le produjo la imagen. El caimán que observaba fijamente el sueño del oso, dio un respingo y cayó sobre sus escamas, echando a rodar su gorra blanca. Visiblemente cabreado se incorporó rápidamente y pidió explicaciones al oso, arguyendo que no había comprado su ticket. El oso desconcertado pagó el ticket y advirtió un cartel con el mapa del zoológico. Pero  no hallaba el sector de sus congéneres los nombres de los sectores habían cambiado e incluso los espectáculos eran otros, Preguntó al caimán por las cuevas, en el tiempo que el reptil blandió sus ojos a la altura de la panza del oso y con gesto altivo giró la cabeza dirección al  norte siguiendo el puente que cruzaba la extensión de  pinos En mitad de la caminata los vítores surgieron de la espesura y un humillo denso con aroma a tierra seca ,se elevaba esbozando figuras casi transparentes sobre el  cielo inmaculado La barahúnda removió las tripas del oso en la mixtura de emociones, quien a pesar del miedo, alojó tímidamente la cabeza en el bosque conducido por la estela de humo. A medida que la vegetación mermaba se podía vislumbrar el exterior marcando el final del sendero, Varias ramas llenas de savia separaban su hocico de la enorme explanada, y desde su escondite podía ver un nutrido grupo de avestruces que hablaban entre ellas, intercambiando frases indescifrables - los animales han tomado el zoológico- pensó Sobre sus  rasuradas cabezas, pendidas de una polea, tres guardianes que el oso reconoció enseguida; la flameante hoguera extendía el esplendor y Rosario  amordazada, en medio de los dos hombres presos, sacudía su cuerpo con violencia, pretendiendo inútilmente propulsar el balanceo. El oso, desesperado y  con una rabia incontenible, irrumpió con la intención de liberar a los humanos, ignorante de su plan, sin saber que su piel había sido tan codiciada durante su ausencia, se hundió en una zanja camuflada, desapareciendo su sombra, los animales volvieron a sus fosas .y La recepción y las tiendas de souvenirs retomaron la actividad.
Detrás de aquel mago de pacotilla se escondía un hombre horrible, o por lo menos eso me parecía. Se jactaba de no practicar la magia obligados a creer en el  conocimiento como venta de sus Barajas. Sí nos agenciábamos una de ellas al módico precio de 10 chapas, seriamos los mayores ilusionistas. Me sonó ridículamente pobre, un hombre sin convicción en la  virtud vendia sus productos al mejor postor.  Abandone mi parada y en el siguiente paso dos puestos de chorizos enfrentados en nula disposición de venta se miraban de vez en cuando y se sonreían bajando en ese mismo instante las Pupilas al móvil.  El último establecimiento lo regentaba un gordo sin corazón que vendía cuchillos con un micrófono en la boca y asentia igual que el reloj de cuerda las cuestiones de potenciales compradores con tal de no ser turbado de manera innecesaria- explicación concisa y atiende bien porque lo demás será patraña _rDesencantado con la visita, pensé que no difería gran cosa el mercadillo del centro comercial, por lo que salí rápidamente del tumulto con la idea de comprarme unos pantalones Justo antes de entrar oí un fuerte golpe proveniente del contenedor próximo a la entrada. me acerqué  despacio mientras el traqueteo se hacía constante y abrí  subitemte la tapa. Un espejo en el fondo mostraba el cielo azul y las nubes rizadas obviando mi silueta .En su lugar los ojos del mago  se morían de la risa 
Se encontraron  en ese mismo instante, y no distaba mucho el lugar de su ilusión.Los muebles estaban en el mismo sitio recogiendo el polvo de la memoria impregnado en las paredes. La mesita de noche cojeaba ahora de una pata y las copas eran verdes como el vidrioLa cogió de la mano y supo que nada de lo que formaba parte del pasado se traducía en su media sonrisa.Ella absorta en su mirada, quiso adivinar los años, contando las pequeñas betas sanguinolentas que crecían desde su pupila hasta refugiarse en los párpadosEl cartel del edificio fronterizo se iluminó dejando entrar una luz blanquecina en la habitación y los dos cuerpos imantados por el alboroto se echaron a la calle.Pasearon durante largo rato, dándose de bruces con un restaurante cochambroso e intimo. El camarero sirvió las cartas encuadernadas y abiertas por cada esquina  que pugnaba con la grasa que comenzaba a penetrar el papel.Una vez sentados fueron cautos de no elegir nada que recordase otro tiempo, limitados a cenarse con cumplidos mientras el vino se hacía de rogarLa madrugada se rehizo en sus secretos y las palabras puntiagudas crearon ecos sin respuesta, cruzaron la carretera y cogieron un taxi que les llevara directos a la cama, donde sus cuerpos se encargaron de cerciorarse lo mucho que se habían echado de menosAmaneció temprano, lo suficiente para ser consciente de que ella lo había abandonado, encendió un cigarro y exhaló el humo lentamente, asimilando el sueño que acababa de partir y que ahora lo azechaba de reojo.
Ilusión
Autor: javier castillo esteban  371 Lecturas
Vino y letras (hablando con la botella)¿Eres tú?Lo confieso, porque regresas incandescente En esta noche de enero Mientras recorro borrachoLos lugares pulidosCitándome con la eternidad Que acude por mi almaCon lisonjas y caricias Ansiosa por rendirKilómetros de estrellas orbitando sobre nosotrosDos locosAmiga mía, ¿no eres consciente de que el amorProfesado por mí, no tiene lindes ¿¿No hallas cobijo en esta tierra cuarteadaAun cuando las miserias lucen sin orden Custodiando anhelos desperdigados?Es por ello que no entiendes la verdad ni las excusasY que más dará...Si no existimos ni ahora ni nuncaY las sombras huyen ya de las calaveras indefensasQue prestan su imagen a la mañana
Vi pasar dos nubes que corrían siguiéndose de cerca, acrecentando la sensación de soledad frente al cielo negro y descubierto., la noche se cerraba, sometida a las invariables posturas de las ramitas que eran azotadas con violencia por el viento.Mi teléfono me servía de farol para hallar el rumor del riachuelo que oía desde hace un rato A las doce lo encontré, fluyendo a tramos entre musgo y troncos carcomidos de humedad, subiendo y escondiéndose en las pozas. De rodillas bebí hasta llenarme de su sabor y reconocí en el reflejo de cristal la sombra del pueblecito que yacía dormido. El valle comenzaba en abrupta actitud y se nivelaba en sus faldas amortiguando el descenso, cuidándome de no enredarme en la maleza Un cartel desvencijado marcaba los lindes de la aldea., "CAVERNA (un pueblo mágico)"La calle principal estaba desierta y las últimas luces de los ventanucos se apagaban a mi paso, sabedores de noticias. El silencio me envolvió en un cisma insoportable entre  realidad y la ficción, retorciendo las casas sobre sus cimientos, desligando el curso de la calles, escupiéndome al inicio del pueblo. Estaba de nuevo frente al cartel que se aferraba sobre un poste, rezando por no caer. "CAVERNA (un pueblo mágico... y maldito)"La calle se iluminó de repente y la música de carrusel giraba en mi cabeza al ritmo que los edificios permutaban su posición La calle principal se había desfigurado en un enorme bloque de hormigón solitario.Dos perros desnutridos custodiaban el muro ladrando su agonía, y clavaban sus esferas famélicas en mi cuerpo.El de la izquierda consiguió romper su cadena a base de embestidas mientras el otro lo miraba perplejo, las patas eran invisibles a cada zancada, y quedando escasos metros para darme caza la bestia salió rebotada. Tirado en el suelo, emitía sus últimas convulsiones y la espuma salía a borbotones de sus fauces.El muro tapaba prácticamente la luna y crecía y mermaba avasallándome con su poder. Hipnotizado penetré por segunda vez en el campo eléctrico sin sentir nada, avancé lentamente bajo la sarnosa mirada del perro El ruido cesó y un punto de luz se incrustó en el cielo pugnando por ser partícipe del día siguiente. La cortina de la noche quedó tendida a mis pies y el sol despuntaba con fuerza.Caverna se había volatilizado...Días después  congregué a mis amigos en un bar  para relatarles el fin de semana y lo sucedido en Caverna. Por supuesto nadie me creyó, y me trataron como a un chiflado. no habían oído hablar de Caverna, pero aún recuerdo la misma mirada del perro en los ojos del camarero y la foto que estaba girada contra la pared, ocultando el muro.
En el bar de fausto espaldas resquebrajadas descansan, será por ello que Crimen se despereza con gusto bajo el tintineo de los hielos. Es una tarde aciaga como las demás, pero el nacimiento del ocaso provoca el efecto rejuvenecedor de la sed, recorriendo hondas pupilas dilatadas ,mientras  la vista  experimenta las nubes que ofrece su costumbre bebedora La atmósfera no dista demasiado de la muerte prematura y sólo resquicios de barro convocan sensaciones vivas y maleables en un suelo eternamente pisado . Los impulsos del silencio despiertan y permiten que el asesinato se produzca lejos del bar y de los rostros abotargados  Entre tanto ,sobrevuela la pasión febril de las citas inaccedidas por el techo del bar, que  viste de un rojo encarnizado la imagen.Primero el hormigueo debajo de la piel, cuando la sangre fluye forzosamente, y  segundos más tarde, los colmillos brotan engendrando sanguíneas raíces   Los esclavos, abrumados por la llamada del rey, amanecen desnudos formando un ejército de chupasangres empedernidos listos para la caza La ciudad transita oscura en sus propios latidos y la luna amarilla cierra las avenidas, en cuyas aceras habita la prensa, con sus hojas desperdigadas y mojadas de noticias atrasadas.
Las letras, tan inquietas como estaban, anhelaban escapar de la prisión de tapas duras. Cuando el lector abrió la celda se sumieron en un reclamo inaudible de libertad. El lector disuadido por el papel  cientos de veces repetido, abandonó una vez más su distracción, ignorante de la agonía literaria Esa  noche cuchicheaban unas con otras urdiendo un último plan en pos de convencer a su salvador A la mañana siguiente, despertó temprano y despabilado por una fuerza desconocida, preparó un inmenso cuenco de café que derramó por la camisa fruto de la impaciencia. La lectura acuciante de aquel libro lo mantuvo en trance hasta que decidió abrir la primera página y sumergirse en el cuento.   Nunca antes le habían causado semejante impresión los renglones que leyó sin compasión de una sentada. Quedó atrapado por el embrujo que revestía las palabras extranjeras, recostándolo sobre el diván. Sin más lugar para el análisis de su embeleso, reclutó a las personas de responsabilidad de la editorial, exhortando su publicación inmediata, una joya que iba a circundar el planeta   Entre tanto las letras exultantes guardaban silencio, con las extremidades de su cuerpo puntiagudas y sonrientes, en armonía con la música del exterior, visionando una lámina muy fina de ilusión.   El día concluyó con una acalorada discusión entre el lector y los editores, reticentes a la publicación y exposición de la obra, esgrimiendo su escasa validez como instrumento comercial … Hormigas negras diminutas lloraron largas lágrimas de tinta, emborronando pasado presente y futuro, Después del estallido, resquicios del fluido formaron una costra irrompible , desde donde  hoy aún podemos contemplar la luna y los puntos perdidos en la infinita espiral reivindicando su hogar .
  Cuando Pelayo dejó de mirar la botella, la noche se había hecho eco en la costa de Cudillero, el valle terminaba puntiagudo esculpiendo las casas blancas sobre el rompeolasVarios minutos siguió ensimismado escuchando el ir y venir de la espuma mientras la yola se acercaba lentamente a la orilla .Colocó escrupulosamente el amarre,dejando la red de peces sumergida, y echó su saca al hombroEl olor a marisco había despertado el apetito de nuestro protagonista que advirtió el murmullo y las luces de la taberna más próximaLas grandes jornadas bullían de la boca de los pescadores más primerizos en contraste con el silencio de la piel curtida  y la mirada perdida de Pedro, el propietario de la tabernaUna cata de sidra  secundaba dos medias raciones de pulpo y lacón que ofrecía la carta.Entre plato y plato, Pelayo descorchó aquella botella achatada extrayendo con cuidado el  papel garabateado:  Amado Pedro, Te he soñado todo el tiempo y en cualquier lugar y de tanto suponerte no me hace falta acariciar los hoyuelos de tu sonrisaYa no me queda sino reclamar tus deudas al mar, donde quiera que te haya mecido la marea. Candela     TITULO: LA BOTELLANOMBRE: JAVIER CASTILLO ESTEBAN DOMCILIO: PASEO SANTXIKI Nº 8931192 MUTILVA ALTANAVARRA   
Han regresado, hirientes confidentes de mi almaCon ellos he zurcido el vestíbulo improvisado de nuestro encuentroRetrato fulgurante y alado que esperábamos despiertosHe vuelto a escuchar el rumor de sus oídos, sempiternos guardianes de mi pluma Paralizada por la canícula y el retiroY ahora, después de charlar, sabiéndome  polizonte de sus viajes exóticos Sobrevolando los páramos ignotosDonde ayer era hoy, he descubierto el reclamo cristalinoProyectado en la naturaleza viva y armoniosaYa no me siento en soledad...Hallado entre vuestro tronco poderoso que brota del magmaY Arrebuja  mi cuerpo, petrificando el olor de la protuberancia, Escondiendo los senos en las reverberantes olas saladas. Que conforman mi disparatada imaginación.Y me devuelven a mi pasión encerrada
CatarsisNo me complacían los trucos facilones de ese miserable rendido a la adulación, desmoronándose sin saberlo, y por eso, salí aquella noche sin dirección lejos del local abarrotado de luces y hondas bocas, de misterios fingidos. Mi pasos eran ecos de una noche maldita, esforzada en ser lo que no era, y yo sin embargo mi nariz  rastreaba los resquicios de la autenticidad perdida. Doblé la esquina y di frente a unos pandilleros que ejecutaban su sombra sobre el estampado refulgente  de la ciudad, en posición amenazadora. Sus siluetas no me resultaron extrañas puesto que los abrigos tres cuartos enfundaban a la mayor parte de los borrosos caminantes en esos días. Los cuellos giraron a izquierda y derecha cuchicheando opiniones referentes a mí. Después un largo silencio,y la corpulenta imagen de un hombre errabundo emergido de la niebla con los pantalones raídos y la camisa desgarrada. Dos pasos por delante del grupo, comenzó a farfullar un soliloquio incompresible acerca de la aurora y de un final inminente, apuntándome con su dedo índice. Lo respeté sin interrumpirle hasta que mis articulaciones dejaron de recibir la señal de mi cerebro engrilletado al espectáculo.El sol nacía Vestido de adelfas Cubierto de calima Responso de la vidaEfímera despedidaLa luz cegadora se tornó rosa y gris hasta desvanecerse en una profundidad insondable, desprendida de las luces omnipresentes . Solo el cielo huérfano de estrellas acogiendo mi pequeñez en su exorbitante silencio., y en lontananza las islas que restaban por ser devoradas, que como la tierra emitían los destellos de un faro en medio de la nada.
catarsis
Autor: javier castillo esteban  380 Lecturas
Vena de poeta bañada de madrugadaQue con fuerza se dilata cuando piensa en ellaEntre  la esperanza y desazón de sentirse extrañosEmbarullan sin sentido un pasado extinguidoMas Nada rescatan de la niebla agotadora Que ha expandido tanto sus gotitasQue perdida está su esencia enamoradaLuces sin luz de un recuerdo consumidoApagado por el tiempo y la distanciaSilenciado de inapelables circunstanciasde almas que orillean nuestro cuerpoAnhelantes todavía del sabor de esa miradaVoz sobre tu voz Temblorosa y marchita al comprobar que no eres míaPues no se erige rey mitigador de rencorescapaz de enmendarlosY así arribo al sinfín de esos adiosesApurando olores renacidosEn los que zarcean el viento y el olvido
1     La lluvia, inmortal desde el invierno, había cesado…   En los días previos a sus vacaciones, Pedro ultimaba precipitadamente las prendas odiosas que habían dejado sus compañeros de trabajo. Esperaba ansioso a que dieran las dos, después de aguantar una abúlica reunión con obedientes clientes y proyectos incompetentes A las once de la mañana, recibió la inesperada visita de un agente comercial con el que todavía no actuaban. Presentó su ficha a expensas de recibir la acogida del gerente, pero , incapaz de demostrar simpatía por la intempestiva cita, lo despachó en sendas capeas argumentando el tiempo limitado para otros asuntos inopinadamente relevantes. Lo hizo de tal forma que no ocasionó el malestar de su interlocutor, pero dejando muy claro que ese no era el día propicio para vender humo El contraataque no resultó ser un revulsivo ya que no podía quitarse de la cabeza los 15  tediosos correos pendientes de respuesta. Tres llamadas más y alguna interrupción ramplona de su compañera fueron el colofón de la jornada que agonizaba entre el calor y las seis paredes del primero derecha.    Aquel día de agosto era extrañamente parecido a los demás, perturbado únicamente por las farolas escondidas detrás de carteles anunciadores de las fiestas. Los rostros descompuestos y las camisas abiertas de los yuppies conformaban un cuadro perfecto que abandonar cuanto antes, la ciudad respiraba un agotamiento insoportable. Finalizó abruptamente el pavimento y antes de cruzar la carretera, Pedro se giró y contempló por última vez la avenida central que no lo volvería a atrapar jamás.   Llegó a casa y aún  con tiempo de sacar del frigorífico los restos del día anterior, cayó rendido sobre la mesa de la cocina, atiborrada de papeles escritos a máquina. Un sueño profundo capturó la imagen de las noches insomnes con una novela que no concluía como debiera                                                                  2            El viento batió violentamente una de las ventanas de la casa, causando un estruendo infernal Pedro dio un respingo, y en la posición de alerta en la que se encontraba, advirtió el plato de macarrones boca a bajo y el tenedor hincado en el codo, dejando su huella estriada como prueba de la  dedicación.   Eran las seis de la tarde, e interrumpiendo aquel clamor prolongado en su pecho, el sonido inescrutable de unas alas, acompañado de sendos graznidos reverberó en la habitación. El revoloteo provenía de la terraza, y Pedro presa de un temor infundado, se acercó lentamente, desechando la postergación de cualquier sueño.   A menudo los gorriones formaban nidos junto a las antenas de la azotea, pero aquel  reclamo era totalmente inédito en los oídos de nuestro protagonista, pues poseía un eco penetrante que helaba la sangre La gigantesca sombra se desperezó, proyectando sus enormes alas sobre el ladrillo El movimiento de sus articulaciones se tornaba más recalcitrante cuanto menos distancia restaba entre los dos seres. Estaba decidido, y empuñando la escoba, que descansaba en una de las jamabas de la puerta acristalada, abrió súbitamente la puerta, girando su cuerpo hacia el animal.   Pedro quedó inmóvil, atenazado ante la lógica burlesca, y es que el origen de tan lúgubre aparición se dilucidó en una cría de estornino multicolor que piaba ahora con dulzura, mientras movía espasmódicamente su cola. Hubo un momento que el pájaro quedó de perfil al hombre mirándolo con miedosa profundidad, desde la negrura de su inocencia  
Era un hombre deforme o un animal lo que gañía desde un ojo rasgado sobre la tela gris. Casi sin quererlo el gentío congregado lo miraba de soslayo haciendo ímprobos esfuerzos por no concentrarse en aquella aterradora visión de ellos mismos. Anhelaban la delicadeza, el afán de un mundo exterior cristalizado donde solo se reflejara la suave revisión de la bondad Pero el ojo, siempre vigía congelaba sus aspiraciones oníricas y humeantes. No conocían los párpados ni la piel depuradora  que ocultase la profundidad atezada de la criatura. -vaya una patochada!( espetó con displicencia la mujer barría el umbral de su cueva) El hombre más rico de preguntó: -¿ cuánto vale, chico? - No está a la venta señor -( Parsimoniosamente extrajo de la faltriquera de colores un fajo de billetes en blanco y negro)- Ofrezco quinientos por la bestia - le repito que no está a la venta, - Será terco el señorito bergante! - No se da cuenta señor, que intenta comprar su alma ( el murmullo cesó de repente y las cabezas apuntaron al muchacho que descansaba los codos sobre sus muslos) - ¿ cómo has dicho? Saltó el mas gallardo de los allí presentes - Observen detenidamente su rostro, prácticamente humano, pero distorsionado por la mancha que todos, ( no parecían comprender la perorata preparada para el espectáculo) -Abran bien los ojos –( entonces el dueño de la barraca tiró con una hilo del esparto, descubriendo un espejo rectangular a la luz del sol decadente
  Allí donde el río desciende plateado, el silencio empuñó su grito por primera vez, tentando a la sutileza a penetrar en la profusión de lo prohibido, enarbolando la voz queda de corazones engrilletados. , reclamando  manos llenas de espesura y  rendidas a la materia   Ya se han sucedido la niebla y la luna desde que Gabriela y María tradujeron los guiños en cuerpos precipitados al hedonismo manoseado, a la dulce tarea de destripar el llanto entre zarzas y meandros. Trombones trasnochadores, capturando amagos y besos lacerantes, que arrancaron la visión de los demonios estridentes, hundiéndose en  la piel atezada y en esos senos embrujadores de arrebato,    Deponentes  de aquel romance , los zapateros no pudieron retener su embeleso,y ondeando las aguas frías del invierno, tornaron el liquido en un magma cobrizo de fósil destino,    Cinco años después a la visita de los caminantes por trochas y angostos senderos, se conforma la frondosidad de los castaños, que rezuman  la ternura afincada en remotas riberas, y de cuando en cuando se escucha el aspersor de su fragancia mutiladora, descabezando los capullos, que de tan frágiles al suspiro, se prestan a flotar como ascuas en la noche.
  Lágrimas destiladas marcan el horizonte de la tarde, crédula y rojiza. Caminos sin dueño que llevan a ninguna parte, Martillazos nostálgicos sobre la sien, Que penosamente combate la caza del renombrado silencio Evocando la dulzura de la miel   Los olivos aún verdean cuando la noche adusta se cierne Protegiendo su color de la oscuridad cegadora Y ésta, prendada del olor aceitoso que expiden sus huestes de madera De astillas apuntadas hacia el cielo  estrellado Retrasa su llegada, víctima de una ilusión traicionera   En un pazo descansa el pastor y su perro, Debatido lenguaje entre gañidos y caricias De muerte advenediza, y vencidos guerreros Cuando  El viento sopla arrastrando las hojas Formando remolinos de vida alrededor de las lomas     Allí yace el cuerpo del animal, descuidadamente solo Entre tanto la pala cava sin dilación su lecho, Bajo la atenta mirada de los grillos Llenándolo de tierra seca y guijarros mordisqueados Y abajo, dónde el último ladrido invisible se hace eco Brilla la estampa de su eterno cabello halado.
        Intentaré ser lo más claro posible aunque no es fácil. Todo comenzó con saludos y palabrería de rigor ante unos amigos que a veces creía desconocidos y otras mis hermanos. Por aquellos días los nombres de los bares no permitían encariñarse con ninguno y las calles atiborradas de humedad morían entre la exuberancia del silencio. Yo comenté:   -Si un tío se lanza al vacío y se estrella contra tu coche lo cubrirá el seguro?, me refería al coche por supuesto, después de tres en años en el sector, había aprendido no muchas cosas, pero sí que el suicidio estaba excluido en todo caso de las condiciones particulares de los seguros de vida.   ( cara de exorbitante perplejidad de mi amigo)- qué pregunta es esa..? Realmente su respuesta iba más allá, intuía pos supuesto que alguna conexión de mi cerebro no tenía puente con otras, y que era un perfecto sádico. Sin embargo nada más lejos de la realidad, era una duda que pensaba resolver al llegar a la oficina, o quizá no…   Despedí a mi pareja, que por cierto, iba conmigo cuando llegué al bar en cuestión, donde los camareros no se molestaron en preguntar si estábamos hambrientos, sedientos, o las dos. Tampoco era mi idea de domingo, así que propuse dar un paseo bajo la fina lluvia que blandía la ciudad. Un viejo amigo de la madre de Rosa( mi pareja) la recogió y la llevó en el coche a casa, nos dimos dos tiernos y efímeros besos y nos dijimos adiós. El coche negro camuflado con la noche salió reptando y se introdujo en el contingente que formaban las rostros adustos de regreso a sus realidades, y al hastío de una vida bien vivida   Adoraba esos paseos nocturnos de conversaciones surtidas de existencia y ajenas a  la viscosa  palabra “crisis” de moda entre los intelectuales y gerifaltes de la nueva Europa La generación perdida, eso era seguro, y dentro de esa maseta, sedimentados en la capa primaria, nos encontrábamos los seres más auténticos y despreciables, aquellos de los que nadie hablaba en facebook ni compartían sus publicaciones   No cabía nuestro ego , en un  reducto demasiado exiguo para tanto refrito de individualidad, y el hecho de negarnos la ascensión  al pedestal de la estupidez fue nuestra suerte o nuestra desgracia… .                     2       Al llegar al cruce de Baiona con Sancho el Fuerte, nos detuvimos antes de ser arrollados por una ambulancia, y siguiendo su estela alcanzamos las reverberantes luces rojas y azules en los edificios de ladrillo. Presos incurables del chismorreo, aunque yo lo disimulaba con cierta pericia, nos acercamos al lugar del incidente, en cuya acera se arremolinaban los puntuales curiosos que alzaban sus cuellos hasta el segundo piso.   Ambulancia, policía y bomberos.   Yo me temía lo peor, a pesar de que I. con un fingido criterio tranquilizador expuso la serie de potenciales motivos de la congregación de instituciones, siendo uno por uno leves consecuencias de edificios habitados por personas decrépitas.   Sin duda, éramos unos actores de renombre, jugando a ser héroes con distintos poderes que completaban el círculo intraspasable. Dentro de ese mismo círculo cada uno creía ser consciente de su poder, netamente superior, y confiado de no desatar sospechas de su rayo láser averiado. Nos gustaba sentirnos salvadores de la inocencia y así discurría nuestra verdadera amistad, a veces tropezando por el espinoso sendero, y otras montados sobre la bala silbante del engreimiento.   Reflexiones confundidas con las manos ensangrentadas de la mujer que lloraba con estrépito desde su balcón. Me acerqué a la maraña de cabezas agitadas y descubrí el cuerpo de su marido atravesando la luna delantera de un citroen. I. puso la mano sobre mi hombro disuadiéndome del efecto hipnótico de la sangre, que pendía como una catarata arrastrando cientos de cadáveres.   La policía nos expulsó abruptamente, y emprendimos la marcha hacia el fin de la noche, constatando efectivamente ,que nuestros poderes “terrenales”, nos habían conducido a una grotesca  premonición. Qué culpable me sentía!, incapaz de reaccionar frente a la muerte.     A las doce llamó David, con una familiaridad espantosa, y no se todavía por qué descolgué, pues no tenía fuerzas para sumirme en una conversación normal, llena de cumplidos agotadores. I. mientras tanto caminaba con la cabeza erguida, escuchando atentamente el diálogo cansino, no me miraba a mí pero sí me escuchaba, y clavaba sus pasos rectos como en un marcha militar, evocando a  tambores de guerra solitarios con la piel más que curtida     A las doce y cinco sonó el teléfono de I., y argumentando la llamada de su padre, se escondió detrás de una columna. Estaba muy nervioso y se le cayó el teléfono en dos ocasiones.         -Si bien, en otro momento -Lo dejamos para mañana entonces -Sí,  ya te lo he dicho, estoy vencido  me iré a la cama pronto -Te llamo por la mañana temprano - Puede ser, te avisarán -Que me avisarán de qué? -Adios David -Oye te noto raro, todo bien? (… silencio) -Si quieres ya sabes… para lo que haga falta… -Lo sé -Estás bien seguro?  Me estás asustando. Ese que habla de fondo es Héctor? (…sollozos incontenibles) - Qué te pasa tio!? Dime dónde estás -Héctor está muerto..!
el suceso
Autor: javier castillo esteban  412 Lecturas
Una belleza sublime que recorría los hondos pecados cometidos Extrañaba su olor después de tanto dispendio nocturno en busca de la pielpor calles desiertas y refugios prohibidos tanta sonrisa amarga repetida en el corazón, acusándome de serme fiel Ante cualquier error, sentirme eternamente con la razón De quedarme solo mirándome de reojo, cuando mi sombra superaba la propia figura Hollaba las esponjosas entrañas de la otra persona,dilatando cada segundo de existencia en vivir para ella, con la satisfacción de escudriñar el brillo espontáneo de su comisura incorruptible exhibiendo dicha   Ya no era un egoista, empuñaba la botella reobsante de ella, devorando el camino con la distancia recortada de ilusión, terrones caducos de ilusión.

Seguir al autor

Sigue los pasos de este autor siendo notificado de todas sus publicaciones.
Lecturas Totales130998
Textos Publicados301
Total de Comentarios recibidos666
Visitas al perfil40935
Amigos72

Seguidores

1 Seguidores
Septiembre 13
   

Amigos

72 amigo(s)
Richard Albacete
Joe
julian pecina
Karen
ROBERTO LUNA
Raquel
juan carlos reyes cruz
Tancor Cial
Viviana H. Mondragón Morales
Joseline Chillogallo
Daniel Florentino López
Natalia
Amanda White
Johan Eduardo
ana reyes
Emme
Micaela
Mia
maria del ...
María Ester Rinaldi
Carlo Biondi
jorge pechi
ViudaNegra
kalutavon
gisela
Oscar Ruano
NELMAR
Silvana Pressacco
MAVAL
MARINO SANTANA ROSARIO
Eduardo Fabio Asis
GAF
Diego Luján Sartori
Sara
Juan Carlos Calderón Pasco
Marìa Vallejo D.-
Kelly Lisbeth Martinez Hernandez
Enrique González Matas
Edgar Tarazona Angel
inocencio rex
José de la Cruz García Mora
Guadalupe Mendoza
German Karel Hanisch
Sandra María Pérez Blázquez
Juan Alvaro Quintero Ramirez  JOMBO
nayareth vega
Artorius
IVONNE RAMIREZ GARCIA
**Leticia Salazar Alba**
esmeralda
LUZMA54- LUZ MARINA VASQUEZ
Azucena
Lucy Reyes
Esmeralda Tabullo
luna austral
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
antonia
estefani
Mariana de Jesús
Liaazhny
Nooemar Hevia
Abraham Arreola
DEMOCLES (Mago de Oz)
Elvia    Gonzalez
José Orero De Julián
Roberto Funes
Getzemaní González
Cande
daniel contardo
un sentimiento
LAHILA ARANDA
ALFREDO MENDIOLA
 
raskolnikov

Información de Contacto

-
-
jcepioxvii@hotmail.com/facebook

Amigos

Las conexiones de raskolnikov

  ralbacete
  Prometeo encadenado
  julianpecina
  Karen RZ
  ROBERTO LUNA
  Racrizu
  juan carlos reyes cruz
  Tancorcial
  anyel
  jhove98
 
<< Inicio < Ant. [1] 2 3 4 5 6 7 8 Próx. > Fin >>