• patricia amorin
PatriciaWasington
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  • País: Uruguay
 
Voy avanzando  por la vida y siento que estoy caminando por una cuerda floja sobre un abismo. Dudó de mí, dudó de lo que soy y dudó aún más de hacia dónde voy ¿Lograré llegar? ¿Debo seguir o debo dar la vuelta? ¿Y si caigo al abismo? Al preguntarme esto último no puedo evitar mirar abajo y siento miedo, la sola idea me provoca pánico, no hay nadie a mi alrededor para tenderme una mano. Las dudas me atormentan y las personas que transitan a mis costados son como un fuerte viento que con millones de dudas tratan de derribarme ¡Pero hay algo peor! Una voz que sale de mi propia cabeza y que me dice << déjate de tonterías, nunca lo alcanzaras>>. La cuerda se mueve, el corazón se me acelera y mi miedo crece, las dudas se han convertido en un gran gigante, las piernas comienzan a temblarme tanto que casi son incapaces de sujetarme. Entonces llega a mi mente el destino, fue el destino quien quiso que estuviera allí, muevo un pie, muevo el otro, falta un trecho demasiado largo. Ya estoy sobre la cuerda, ya comencé a caminar y es difícil pero debo seguir avanzando por que por suerte o por desgracia el destino existe...Sí,  todos absolutamente todos  estamos destinados a dos cosas: a morir y  a ser uno mismo y sin importar cuanto me revele esto es lo que soy, así me hizo el destino. Las piernas dejan de temblarme pues finalmente me decido, falta, falta mucho pero ¡no es momento de pensar en lo que falta! ¡Es tiempo de avanzar! Debo seguir, no debo detenerme, debo llegar al otro lado, no por mí, no por el destino si no porque no les voy a dar el gusto de verme caer…
Sobre la cuerda
Autor: patricia amorin  1148 Lecturas
¿Qué harías…? ¿Qué pasaría si te dijeran que aquello que tanto deseas se encuentra detrás de una puerta…? La oportunidad de responderlo le llego esa misma noche, era tan fácil como abrir aquella puerta de madera y tomarlo… En circunstancias normales hubiera abierto la puerta sin pensarlo y lo hubiera tomado, le había dado su palabra  pero… ¿podía confiar en un hombre que tanto se jactaba de odiarlo? ¿No sería otra de sus trampas?     Contuvo la respiración y se giró  sobre los talones para observar la sombría figura que se hallaba recostada contra la pared. Aquellos ojos negros y maliciosos que llevaban tiempo torturándolo destellaron ansiosos en la oscuridad. La noche cubría gran parte de su rostro sin embargo no necesitaba verlo para saber que sonreía, por desgracia llevaban muchos años viviendo bajo el mismo techo, no podía ponerse a llorar, lamentarse y decir que la situación lo tomaba desprevenido, ambos se conocían muy bien, ambos  conocían cada trapo sucio, cada gota de sangre derramada sobre la alfombra por el otro. –– ¡No juegues conmigo! ––Exigió con un vano intento de parecer sereno, de pronto se dio cuenta de que tenía la boca reseca, una gota resbaló por su frente, tal vez de sudor, tal vez de sangre. –– ¡Abre la puerta de una vez!––Espetó ignorando por completo sus palabras, el metal del arma resplandeció en la oscuridad. Así era ese infeliz, amaba arrastrar a las victimas hasta el límite de su cordura ¿Cuál sería su límite? ¿Cuánto tardearía en llegar a allí?    ¿Qué se proponía con todo eso? Sabía que aquel maldito seguía sonriendo, que disfrutaba con verlo desesperado, que se divertía con el innegable temor que lo estaba dominando ¿Solo jugaba con el antes de desecharlo como solía hacer con el resto?  Lo miró fijamente, expresándole todo su despreció ¿Qué más daba? ¿Acaso le quedaban más alternativas? Tal vez era hora de que él le sonriera a la muerte. Entonces cruzó  por su mente aquella absurda idea ¿Si realmente…? No resultaba muy disparatado aferrarse a la idea de que por primera vez ese miserable decía la verdad, después de todo aun en momentos oscuros como aquel donde todo está a punto de terminar la esperanza parece cobrar  sentido. Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de normalizar el bombeó agitado de su corazón, y luego siguiendo un repentino impulso se volvió a la puerta y sin pensarlo dos veces giró el pestillo, esta se abrió dando un leve chirrido y entonces… ¿Qué encontrarías del otro lado…?
LA PUERTA...
Autor: patricia amorin  740 Lecturas
— ¡No se puede tener todo lo que se desea! ¡Acéptalo de una buena vez!—Me gritó mi representante, inmediatamente cerró la puerta con tanta furia que todos los empleados se enteraron de que era hora de escapar. Por respuesta tomé el florero de la mesa de luz y lo reventé contra la puerta, después me arroje a la cama y grite contra la almohada, grite con todas mis fuerzas hasta que quede sin aire en mis pulmones. Él no me entendía, era incapaz pues él no se pasaba días enteros practicando, golpeándose, sudando, cayendo y volviendo a levantarse. Él solo se quedaba allí esperando el resultado para llevar su tajada. La rabia, la frustración y la impotencia se apoderaron de mí, presa de la ira me levanté de la cama y comencé a tirar todas y cada una de las cosas de la habitación.  <<De sesenta personas saliste segunda, debes de sentirte orgullosa>> me dicen, sin embargo eso es solo un absurdo consuelo, nadie quiere un segundo puesto ¡Siendo sinceros todos amamos el sabor de la gloria!   ¿Qué era lo que había hecho mal? ¿Qué? ¡Nada! ¡Absolutamente nada había hecho mal! ¡Por lo tanto yo era quien merecía ese trofeo, yo y solo yo! ¿Entonces por qué lo tenía otra? Tal vez no era lo suficientemente buena ¿Por qué no era tan buena? Tal vez debía de retirarme, sería mejor no presentarme que obtener un maldito segundo puesto. De repente miré alrededor y caí en la cuenta de que ya no quedaba nada para destruir, había tirado, roto y pisoteado cuanta cosa encontré al paso, desde la cama hasta la última de las pinturas evaluadas en dólares.  Entonces me di cuenta de que era hora de crear, de dar vida donde solo existía caos. Suspiré, busque en el relajo los artefactos requeridos y después me apoderé del pincel y empecé a pintar. Pinté con la fuerza y la pasión de la ira, ni siquiera era consciente de lo que hacía, solo daba pinceladas a diestra y siniestra guiada por el destino del azar, sabía que sin importar el resultado sería una obra de arte. Cuando concluí realmente me sentía mucho mejor, la rabia, la frustración y la impotencia habían desaparecido, realmente me había liberado y finalmente lograba distinguir las cosas con claridad. Yo no podía retirarme, igual que los gatos a los que tanto adoraba yo caigo de pie pues nadie es capaz de abandonar voluntariamente lo que ama. Además bien dicen que el único fracasado es el que se da por vencido. Al mirar la hora caí en la cuenta de que había perdido mucho tiempo, el año siguiente a la misma hora tenía otro campeonato y debía de estar entrenando para él. Creo que empiezo a comprender porque mi representante y  los que me rodeaban siempre dicen que soy obsesiva.      
TRAS EL CAOS
Autor: patricia amorin  718 Lecturas
Sé que el tiempo a paso lento o rápido lo acaba todo: riquezas, fama, casas, castillos e incluso a las personas…por eso hoy me pusé a pensar en todas y cada una de las cosas que le pediré al tiempo.Solo le pido al tiempo que me deje viajar a un hermoso bosque donde pueda disfrutar de un río… pero si no me da la posibilidad cada invierno le pediré otro verano para tumbarme bajo la sombra de un árbol a mirar el cielo y para correr por el pasto como si todavía fuera una niña, y cada verano le pediré otro invierno para poder danzar bajo la lluvia.Solo le pido al tiempo poder seguir tocando mi guitarra… pero si se niega le pediré entonces que su música nunca deje de sonar dentro de mi corazón.Solo le pido al tiempo que nunca se impregne  de odio mi corazón… pero si esto ocurre que me dé  la fuerza para volverlo a limpiar.Sé que el tiempo trae necesidades por eso le pido que me dé el valor necesario para derrotarlas y que nunca me falten las maravillosas ganas de ayudar al necesitado.Solo le pido al tiempo que nunca vuelva a pelear con nadie… pero si sucede que me dé la posibilidad de aprender de ello y de cada cosa en la vida aunque mi cabello ya este completamente blanco.Le pido al tiempo que jamás pierda mis amigos… pero si es su decisión que ocurra le pediré que me dé la capacidad de hacer nuevos amigos.Solo deseó que le de sesenta años más de vida a mi abuelo… pero si considera que nadie debe vivir tanto cada domingo le pediré que nos regale un nuevo domingo para que el relate una vez más su infancia y podamos reír juntos.Solo le pido que pueda conservar el último regalo que me dió mi padre antes de fallecer… pero si no puedo hacerlo le pido que pueda tener presente a mi padre en cada paso que doy.Solo le pido al tiempo que pueda pasar cada día de la vida de mi madre y de mi hermano con ellos… pero si se niega a esto que al menos me dé la posibilidad de acompañarlos con el pensamiento cada día de mi vida, recordando las cosas compartidas.Solo le pido al tiempo que pase lo que pase inmortalice la sonrisa en mi rostro… pero sino le pido que después de cada tormenta en mi corazón me dé la capacidad de volver a sonreír aunque ya no tenga dientes.Solo le pido eso… pero si todo eso le parece tan ambicioso que lo considerá imposible entonces solo le pediré que me dé la locura necesaria para intentarlo.
Solo espero...
Autor: patricia amorin  650 Lecturas
No pude evitar sonreír al mirar las manchas de "sangre" sobre la mesa, la había matado y no voy a negarlo lo estaba disfrutando,  sé que suena cruel pero lo estaba disfrutando. Sí, disfrutaba su muerte pero disfrutaba aún más imaginando la cara de horror que pondría mi familia al verla, ya podía escuchar los gritos desesperados de todos.¿Por qué lo hice? La verdad es que es inútil justificarme, no tengo un motivo,  todo fue espontaneo, la vi y se me ocurrió que sería gracioso que alguien hallara su cuerpo,  claro, no planeaba manchar la mesa pero me deje llevar por mis instintos y en vez de guiar a mi victima para otro lugar la golpeé allí mismo ¿Qué tal si sospechaba algo y lograba escapar? No podía arriesgarme.La golpeé con fuerza, con furia, y no me contente con hacerlo una vez ¡No! Al ver que seguía con vida volví a golpearla, no paso mucho tiempo antes de que dejara de moverse.El placer que sentí al ver su cadaver fue indescriptible, pude deshacerme del  cuerpo pero no me contente con eso, como ya dije antes deseaba ver las caras de horror que pondrían al encontrarla, de manera que únicamente la moví para darle un toque teatral.La escena del crimen es igual a una obra de arte para una asesina como yo, todo debe estar en su lugar sino perdería el impacto. Deseché las pruebas rápidamente y como no había testigos subí  al cuarto y traté de pensar en cualquier otra cosa, el corazón me palpitaba con fuerza, estaba muy ansiosa y un poco nerviosa, era la típica emoción del crimen, la adrenalina que te arrastra de nuevo.Sabía la hora a la que llegarían de manera que lo único que restaba por hacer era salir por la ventana diez minutos antes, dirigirme a la puerta de entrada y fingir que venía de la casa de una amiga.¡Hasta yo me asombró de mi astucia! Vería el cadáver al mismo tiempo que todos y fingiría no saber nada, juraría no haber sido, juraría estar horrorizada y todos me creerían ¿Quién podría desconfiar de la tímida y dulce Meg? ¡Nadie! Aquel era el crimen perfecto…Pero mi plan se fue por la borda, los gritos que llegaron desde el comedor  me anunciaron que por desgracia llegaron antes de lo previsto, me quede helada mientras la verdadera asesina corría hasta la habitación, temblando de pies a cabeza  intenté cerrar la puerta pero ya era tarde, no lo conseguí y ella pudo entrar sin dificultades.Daba miedo con  su rostro impregnado de furia, sus ojos destellando de ira y sus puños apretados.  —¡¡ ¿QUÉ HACE ESA CUCARACHA SOBRE LA MESA?!! —Grito dos segundos antes de poner fin a la asesina que había en mí. 
La mujer a la que tanto odiaba lo había cuidado, alimentado y vestido desde que era pequeño. Esa mujer a la que tanto detestaba cada mañana se levantaba temprano para preparar el desayuno y después marcharse a trabajar. No soportaba a esa mujer porque en lugar de hablarle de alcohol y mujeres le hablaba de libros y estudios, porque era demasiado pesada, tan pesada que lo rezongaba si no tendía la cama o si sacaba malas notas. Detestaba a esa mujer porque constantemente le pedía un poco de ayuda en las tareas de la casa y porque si bien le compraba ropa nunca le daba la más cara ya que siempre priorizaba las cuentas.      Siempre miraba con rabias a esa ridícula mujer que lo aturdía con consejos innecesarios y que pese a decepcionarse de él jamás dejaba de llamarlo hijo, y conforme pasaban los años los motivos para no soportarla iban aumentando, sobre todo cuando por alguna razón le prohibía salir.  —Ya no te soporto más, me voy de la casa­­—le dijo finalmente cuando cumplió veinte años. —No puedo obligarte, si eso es lo que queres adelante—fue lo que le contesto la mujer. No se dejó conmover ni por las canas, ni las arrugas, ni los ojos tristes de esa mujer, tampoco por las lágrimas que le resbalaban en el rostro ¡estaba decidido! Aquel día abandonó aquella miserable casa a la cual nunca consideró su hogar. Durante los tres años que siguieron se dedicó a lo que valía la pena: a divertirse. Cada noche salía con sus amigos o con mujeres y bebía, y por el día se compraba ropa tan cara como siempre había deseado, y se olvidó por completo de la mujer a la que tanto odiaba. Sin embargo a cada instante su mundo de frivolidad empezaba a despedazarse hasta que un día se dio cuenta de lo falso que eran sus amigos y las mujeres con las que solía encontrarse, se dio cuenta del mal que le hacía la bebida y del gran esfuerzo que se requería para pagar cada prenda que usaba. Lo que durante años considero importante de golpe carecía de sentido y tuvo plena consciencia de que aunque vestía lo más caro no valía absolutamente nada, y fue entonces cuando le volvió a la cabeza la mujer que tanto odiaba. Finalmente comprendía el significado de amor, familia y sacrificio, y tuvo claro lo mucho que amaba a esa mujer. Ese día se decidió a verla sin falta e inmediatamente fue a su encuentro, durante todo el trayecto no dejó de pensar en lo que le diría. Le pediría perdón, reconocería que fue un idiota y que deseaba volver a la casa. También le comentaría que retomaría los estudios y la ayudaría a pagar las cuentas y en todo lo que precisara, la valoraría y sobre todo cada día le diría lo que nunca le dijo: que era su madre y la amaba. Estaba completamente seguro de que lo perdonaría, siempre lo había hecho ¿por qué esta vez sería la excepción? Al pisar la pequeña y vieja casa estaba muy nervioso, hacía años que no la veía y sin lugar a dudas su partida debía de haberla devastado. Sin embargo las cosas no salieron como el planifico, después de estar un rato allí los ojos se le llenaron de lágrimas cuando cayó en la realidad, jamás le pediría perdón, ni le diría que fue un estúpido, tampoco le comentaría que retomaría los estudios ni la ayudaría en lo que necesitara y lo que más le dolía, lo que le pesaría eternamente en el alma nunca, jamás, tendría la oportunidad de decirle que la amaba. Sin lugar a dudas su madre lo hubiera perdonado pero la vida no, él había desperdiciado el tiempo y ahora era la vida la que no se conmovía con sus lágrimas pues la mujer a la que durante años se empeñó en odiar había fallecido.             
LA MUJER QUE ODIO
Autor: patricia amorin  615 Lecturas
Me percaté de su presencia justo cuando me giré dispuesta a marcharme, él estaba a tan solo unas mesas de distancia en aquel pequeño bar. En ese momento la vida decidió jugarnos una mala pasada y nuestras miradas se encontraron. Me quedé petrificada, contemplando con mi mejor cara de idiota al dueño de aquellos ojos café. ¿Era aquel hombre el mismo chico que tanto me había hecho reír y llorar?  Claro que era él. Su cabello antes castaño oscuro, ahora se tornaba negro, tenía la piel ligeramente más bronceada, sus hombros se habían ensanchado y sus brazos se habían puesto fornidos, además estaba mucho más alto. En el rostro expresaba el cansancio de la vida como adulto y debía de estarse preguntando lo mismo que yo, puesto que él también se me había quedado mirándome con su mejor cara de idiota.  Allí estábamos, contemplándonos como dos tontos sin saber qué hacer ¿Es qué ninguno pensaba decir nada? Las palabras no salían y de todas formas qué podíamos decirnos. La última vez que lo había visto había sido en un aula, diez años atrás. Recordaba ese día muy bien: Era verano y él llevaba la túnica blanca por arriba de una remera del mismo color y una bermuda jean. Nos hallábamos iniciando cuarto año de secundaria y él todavía mantenía las facciones de un niño. Por entonces me ponía colorada y quedaba muda o tartamudeaba cada vez que se me acercaba, a pesar de lo cual él encontraba la manera de que compartiéramos actividades, y yo adoraba estar a su lado. Durante la secundaria mi cabello era más corto que el del resto de las chicas y muy rebelde, por lo que siempre lo llevaba atado, y a pesar de que en verano se nos permitía llevar short, yo solía usar jean, pues me sentía más cómoda con las piernas cubierta, y ese día no había sido la excepción. Fue un día normal en la escuela: se me acercó con la excusa de pedirme una lapicera, aunque el compañero que se sentaba delante de él tenía tres, y yo me puse colorada y tartamudee mientras se la prestaba. Luego el profesor de teatro nos puso a trabajar juntos. No sabía que mis padres decidirían mudarse y mucho menos que aquel viernes sería la última vez que lo vería, si lo hubiera sabido quizá me habría animado confesarle la verdad que llevaba guardando desde el día que nos conocimos.  Ahora el cabello me pasaba los hombros y, aunque se hallaba más rebelde que en mis tiempos de secundaria, lo llevaba suelto sin ningún complejo. A diferencia de él yo no había crecido nada, por lo que seguía siendo la misma enana. Tenía puesto un vestido floreado que me marcaba la cintura y que dejaba al descubierto mis piernas, una cartera y zapatos a juego; un look sencillo, pero bonito.  Pasaron los segundos más eternos de toda mi vida y sus ojos se iluminaron. Sonrió y casi sin darme cuenta yo le devolví la sonrisa. Los recuerdos se mezclaron con la realidad. Las mariposas en mi interior se encendieron y bailaron como si el tiempo jamás hubiera transcurrido y todavía estuviéramos en el aula, jugando a que no nos gustábamos, disimulando por miedo a que el otro no sintiera lo mismo cuando en el fondo ambos sabíamos que deseábamos tomarnos de la mano y besarnos. Lo nuestro fue un amor infantil, inocente, un amor como el de todos los de la secundaria: condenado a fracasar, con la diferencia de que nunca llegó a concretarse, tal vez por eso bastó una sonrisa para que entendiéramos que el amor continuaba dentro de nosotros. Incentivado por mi actitud rodeó la mesa y acortó la distancia que nos separaba con la misma energía con la que siempre se acercaba a mí, con esa que me hacía sentir que yo era su sol. Me pasé un mechón de pelo por detrás de la oreja y contuve la respiración mientras se acercaba ¡Estábamos juntos! ¡Otra vez Mati y yo estábamos juntos! —¿Quién es? ¿Un viejo amigo? —Preguntó Christian, mi novio y cruzó un brazo por arriba de mi hombro.La realidad me aplastó y me sentí un poco culpable. Ya no era una adolescente, si no una mujer y tenía responsabilidades. Clavé la vista en el suelo y evité responder.Mathias entendió la situación y se detuvo en seco. Sus ojos pasaron de mí a Christian y luego volvieron a posarse en mí. La sonrisa se le apagó. Lo siguiente ocurrió demasiado rápido: No sé de donde salió una chica muy guapa y se colgó en su brazo, estaba embarazada.                                                                    —¿Podemos irnos? —Le pregunté a mi novio, con un hilo de voz.  Él no era tonto, se dio cuenta de que algo pasaba y dudó un momento si debía retirarse o no. Me liberé de su brazo y casi corrí fuera del lugar en busca del auto. Christian se apresuró a seguirme; pero lo ignoré. Sabía que no era su culpa y que estaba preocupado por mí, sin embargo, no deseaba verlo. El pecho me dolía y tenía el estómago revuelto, lo único que quería era llegar a casa y hundirme en la cama a llorar. Era muy estúpido pensar que después de tanto tiempo Mathias no había continuado con su vida. Tendría que haber sospechado que tenía pareja y sobre todo haber recordado que yo tenía novio.  ¡¿Qué clase de broma cruel nos jugaba el destino que juntaba nuestros caminos cuando ya no teníamos lugar en la vida del otro?! ¡Y qué tonta era! ¿Cómo podía ponerme tan mal un encuentro con un chico que no veía hace años y con el que jamás había tenido nada?Solo quedaba desearle suerte. Por mi parte lloraría hasta quedar dormida y luego todo regresaría a la normalidad. Mathias volvería a ser un recuerdo, el fantasma de amor que nunca había llegado a concretarse. Era demasiado tarde para nosotros, ahora cada cual tenía su vida. Nuestros caminos se habían separado hacía mucho tiempo.
Recuerdos
Autor: patricia amorin  193 Lecturas

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