• Orlando Pineda
Orlando Pineda
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  • País: Venezuela
 
Sentado en el pensamiento de estar sentado observando una terraza que mostraba una fría tarde de Noviembre, un momento de una gran pesadez corporal y pensamientos vagantes, recordé el rostro lloroso de una mujer perdidamente enamorada, una amiga muy cercana que con su rostro me enseñó la realidad. No tanto por la pregunta que me hizo, sino por la propia percepción que tuve. ¿Dónde están mis sentimientos?, ¿Dónde están mis emociones? Pero las acciones de mi sentido común se ahogaron en el televisor, y una vez más se ha ignorado la realidad. Sentado, en trance avanzado, quizá de aquellos que producen daños cerebrales, quizá recordando que los dolores de alma matan el cerebro.   Sentado donde siempre pienso, imaginándomela dormir, y sintiendo una gran nostalgia del pasado. Bebiendo una miseria de vodka a palo seco, solo para entenderme un poquito mejor. Quedándome en estado de zombie, escuchando el eterno zumbido de mi obsesión de una imagen que se fue de mi realidad hace días. ¿Es acaso aburrimiento a la realidad? Es posible. Por eso urgé en mis recuerdos, y un momento muy especial llegó a mi mente. Aquellos días donde estaba ahogado de trabajo, y ella en pleno amor ahogada de la desesperación por una ausencia que al día de hoy considero absurda. Cada palabra suya, hoy, me hacen odiar el vodka, y en cierto modo, me hacen odiar estar aquí.   Aquellos días de fantasías, donde yo era viento, y ella era mar. Días de una voz hermosa y soberbia, de una imagen perfecta y de caminar sin rumbo. Días de malas notas y de pocos saludos, días de loca perdición, y de amor sin ningún tipo de termómetro. Días sin discernimiento, completamente desbocado en el mundo, pensando solo en las palabras que quería decirle. Odio no sentirme así sinceramente, especialmente cuando el escribirle ya es un acto de una complejidad incomprensible, y digo esto para no terminar en pesimismo, pues siempre en la profundidad de mi propia mirada, no puedo rechazar el sentimiento de querer seguir haciendo lo irremediable.   ¿Qué tan pegado me he quedado a una idea de amor? ¿Será cierto que me he vuelto tan masoquista a los golpes del amor, al igual que los golpes de la vida, o solo busco llamar la atención? No lo sé, solo entiendo que mis propias palabras me critican, y yo pensando sobre mí una vez más, donde todo termina en el torbellino de mi cabeza, dando vueltas de imágenes frente a otras imágenes burdas y sin nada de sal. Con el nudo en el estómago, prensado en la almohada mis últimas noches, tan vacío de hechos y de palabras convincentes, sentado, en la incomodidad de sentirse arrimado y sin tener una diminuta idea de lo que es la dignidad, sentado, irritado, atado en músicas, controlado y sin nada de ánimo, sentado, rodeándome de un significado ridículo, delirando amores más viejos aún, sentado, con rodillas dolorosas, con uñas mordidas y sin ninguna convicción. Sin sentido de pornografía ni palabras zonzas, hoy soy la propia la muerte. Un hombre que tiene una danza diferente, y que la sociedad no comprende, pero tan común como un bombillo. Esas contradicciones de mis ojos, que no quieren armonizarse con mis oídos, aún siendo tan perfectos, o quizá más ciegos como ningún otro.  Sin idea de celos y apretar un gatillo, y un futuro que no existe aún. Un cigarro y un beso, o el puñal que no llega, y si he de llegar, no hay perdón. ¡Ni las palabras de amor me salvan de mi mismo! Correr y correr de la arena al mar para solo ahogarme de sed! No se puede escribir tu nombre en la arena Mayara, porque tú misma la has de borrar. No se puede escribir una novela sobre la arena, no se puede escribir mis sentimientos sobre la arena, porque tarde o temprano, me lo borrarás, y el maldito sabor salado llenando todo mi cuerpo de angustia.   El mar no perdona en lo profundo, mucho movimiento y mucha sed, sentado, teniendo peleas conmigo en cómo escribir a la inexpresión misma, como si fuera un buen poeta. Un profundo respiro y un engañoso alivio. Pervertido,  muy lejos de España, extremadamente alejado de cualquier cárcel, y yo, en pleno vigor de mi delirio, yo, tan loco por tener lo imposible, yo, lleno de sabiduría irritante, yo, con un dolor que solo soporto con alcohol y drogas, yo, tan lleno de silencios indeseados e imágenes olvidables, yo, con el ego que me emprende, y apretándome los cojones, sentado, yo, no soy el soñador intrépido.   He escrito y he escrito, y de lo que escribo solo tengo amargos sabores. Tanto hacer mover mis dedos sobre teclados para terminar en la maldita arena sin ningún nombre.  No es justo perder esos momentos cuando estabas hundida en tus propias emociones y sentimientos, y yo en lo lejos viendo todos tus rostros, porque si faltó alguno, mi locura lo fabricó forzosamente. No es justo perder lo que sé que es perfecto. No es justo escuchar el no maldito infinitamente, y que ese no sea más infinito que el amor que sentiste.  Después de eso, sentado, ahora sin ninguna alma que me ilustre hacia dónde dirigir el sentimiento empotrado como roca en mi ser, borracho, como todos estos últimos días que he vivido, solo puedo entender que no se puede soñar, solo esperar el milagro, o convertirme en Dios.
Autorretrato Nro 9
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