• Orlando José Biassi
Nito Biassi
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  • País: Argentina
 
Hay cárceles construidascon gruesos muros de piedrasy grandes alamedas.Con duros barrotes de acero.Con guardia armados,armados con armas de muerte.En su interior se paseanfiguras altaneras, arrogantesque han perdido el lenguaje cotidianopara hablar un nuevo lenguaje.Figuras cuyas sombrasse acurrucan en un rincóntemblorosas, asustadas, anhelantes. Hay cárceles construidascon calles y veredas,con árboles y perros que mueven la cola,con gruesos muros de corrupcióny grandes miserias.Con duros barrotes de pobreza.Con guardias armados,armados con armas de indiferencia.En ellas se paseantristes figuras harapientas,con el cuerpo doblado por el hambrecon la cabeza gachay el espíritu lleno de tristeza.Tanta tristeza que aún convirtiéndoseen altaneras y arrogantes,sus sombras se acurrucanen un rincón temblorosas, asustadasanhelantes.Entre ésta cárcel y aquellaentre aquella y éstano veo diferenciasninguna diferencia.
Cárceles
Autor: Orlando José Biassi  848 Lecturas
Muy buscada poco alcanzada. Muy pedida siempre despedida.   Muy aclamada, muchas veces venerada. Muy rogada ... siempre destruida.
La Paz
Autor: Orlando José Biassi  840 Lecturas
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Te regalo una sonrisa, para la mañana temprano, con olor a desayuno y canto de pájaros. Te regalo una sonrisa con mis dientes torcidos, con la alegría de mi alma que quiere cantar con la tuya. Te regalo una sonrisa, la sonrisa, la que se ve en mi ojos, que brillan, que titilan, y que quieren compartir toda su alegria con su amada , su amiga del alma.
Una sonrisa
Autor: Orlando José Biassi  824 Lecturas
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El otro
Autor: Orlando José Biassi  788 Lecturas
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Ausencias
Autor: Orlando José Biassi  786 Lecturas
Nacieron en Salta, una en cuna de plata, la otra en una cama hecha de paja, la primera se llama Elizabeth y sus padres tenían estancia, la segunda Mabel y sus padres vivían en un rancho por los cerros. El destino las unió cuando el padre de la primera, le ofreció dinero a los de la segunda para que su hija trabaje en su casa, por techo, comida y educación; así fue que Mabel fue Niña de guarda o de Compañía. Vivían prácticamente juntas, Elizabeth veía en Mabel a una amiguita de juegos que vivía con ella, en la habitación del fondo de la casa; para Mabel,  Elizabeth era la hija del patrón, aunque ésta no la entendía cuando así la llamaba. El Padre le había dado la orden: Ud. me cuida la niña que no le pase nada, le dijo cuando empezó la primaria, orden que amplió cuando empezó la secundaria: Que ningún mozo se haga el vivo y me le haga perder el virgo. Si alguno la busca Ud. la defiende o les saca Ud. las ganas. Y le empezó a dar a Mabel anticonceptivos, además para no dejarla preñada, como le decía cuando todos dormían y él se le metía en la cama. Elizabeth empezó a sospechar que algo andaba mal con su amiga, ya no jugaba como antes, ni se ponían a leer poesía bajo la sombra de los cerezos, ni se tomaban de la mano y caminaban por la plantación. Terminando el secundario, Elizabeth le encontró a Mabel un libro sobre el Che, y se lo pidió, ella le prestó ese y uno sobre los pueblos originarios en la Argentina. Era noviembre, las dos habían terminado el secundario, las dos eran amigas más allá de lo que ellas mismas creían, en una tarde bajo un manzano Mabel le contó todo sobre su padre y como ella llegó a la casa. A Elizabeth se le llenaron los ojos de lágrimas, y le dijo no te preocupes, ahora nos vamos a Córdoba a estudiar las dos, pero tu padre no quiere dijo Mabel, tu padre nos quiere separar, prepará tus ropas, que yo preparo las mías y nos vamos, le dijo. Elizabeth fue al estudio del padre, desde la calle se escucharon los gritos de ambos discutiendo. Hace dos años ya que viven en Córdoba, Mabel estudia la Licenciatura en Trabajo Social, Elizabeth Psicología; estaban las dos tomando mate, cuando Elizabeth le leyó el concepto de resiliencia, Mabel la escuchó y le dijo: o sea ¿que yo soy resiliente?  No, le dijo Elizabeth vos no, yo lo soy, ya que salí de una familia de oligarcas y explotadores y ahora sé, que la gente no vale por lo que tiene sino por lo que es y que ninguno es más que otro. Que de nada vale la igualdad de oportunidades sino hay oportunidad de igualdad, y eso lo aprendí de vos. Lo que el padre de Elizabeth no sabía es que Mabel cumplió su orden y más, ella no sólo le cuidó la virginidad, sino que la acicaló, la besó, la tomó entre sus dedos y la guardó para siempre en su corazón.
Palabras, palabras, palabras.Tanta palabras dichas,tantas palabras por decir,tantas palabras que se dicen.Y discursos serios que defienden,discursos serios que atacan,discursos serios que nada.Palabras, palabras, palabras.Y conferencias serias que explican,conferencias serias que complican,conferencias serias que nada.Palabras, palabras, palabras.Y charlas de café que discuten,charlas de café que ríen,charlas de café que nada.Palabras, palabras, palabras.Tanta palabras dichas,tantas palabras por decir,tantas palabras que se dicen.Tantas palabras y ninguna sirvió.Nada valieron, nada explicaron,frente a ese niño pequeño,que en una calle de Basoralloraba desconsoladamentede hambre, de sed, de miedo,de soledad por su padresque ya no estaban.Y palabras, palabras, palabrasque de nada sirven,que nada valenfrente a un solo hecho,a una sola lágrima.Y Palabras, palabras, palabras.
Palabras
Autor: Orlando José Biassi  762 Lecturas
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Duerme, duerme pequeña esperanza, que afuera hay gente mala que en ti quiere tomar venganza de las cosas que le pasan. Duerme, duerme, criatura de mis sueños, arrullate en la música de una zamba, que te describe, que te canta. no dejes que ruidos disonantes te despierten antes del alba. Duerme, duerme, futuro anhelado, refugiate en el mundo onírico, ya llegará el momento en el que los reglamentos funcionarios te den luz a la vida y no, como ahora, a la muerte. Duerme, Duerme, mi esperanza.
Resistiré en la esperanza,hasta que la tierra a mis piessea tan vieja que casi no haya árboles,que por los ríos no corra aguay que una sola palomapor los aires quede volando.Resistiré en la esperanza,hasta que los vientos huracanadosdesgarren mi carne en jirones como bandera,desgranen mis huesos como tierra fértil,como lluvia mi sangre llene los ríosy una paloma por el cielovuele buscando su nido.Resistiré en la esperanzahasta que mis pies sean raíz,mis piernas tronco de árboly copa repleta de verdes hojassean mi cuerpo y mis brazos,para que la paloma, en esas ramas, de tanta búsqueda repose sus alas.Resistiré en la esperanza,porque lo único que nos queda es resistir,resistir a la orden de matar,resistir al ruido de las armas.Resistir, resistir, resistir,hasta que la paloma, perdida y desamparada,pueda encontrar en la tierra su hogar
Su rostro en tus ojos,tus pupilas llenas de ella.Su corazón en el tuyo,tu alma en su corazón.Mujer - Mujer,despiertan en el alientode un beso apasionado.Entremezclando los sonidosen el lenguaje sin palabrasde la adoración.Cuando el amor se hace olvido,cuando el amor se hace perdónno hay barreras, no hay límites,sólo queda el deseo salvajede su cuerpo en tu cuerpotu cuerpo en el suyo,amalgamados,para culminar en el sublime instante,en que todo se hace luzy de tu alma y la suyabrota un Arco Iris redentor,llenando de luz la vida,llenando las almas de sol.Fui confidente de ese sublime momentopor la dicha del tiempo,por la esperanza de los sueños.Amigas, hermanas, amantes,gracias por llenar mi alma de color.
Mujer-Mujer
Autor: Orlando José Biassi  723 Lecturas
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Hermano, quememos las navesque nos quieren regresar al pasado,el mañana es la puertade la vida o de la muerte:abrirla es caminar;nuestra esperanza son los sueñosdel amor que al final nos espera.Hermano, abrigemos en nuestra feel deseo de los pobre,para que el abrigar se convierta en cuidary el cuidar en dar.Hermano, caminemos,el mañana no nos espera,el mañana quiere nacer;y nacerá  en cada pasoen cada puerta abierta
En una aldea que incluía a todas las aldeas, en la región del Medio cerca del Oriente, se destacaban dos casitas cuyos fondos eran colindantes. Una pertenecía a un descendiente de Abraham, la otra a un seguidor de Mahoma. No se destacaban por su belleza, que lo eran, ni por su armonía de construcción, se destacaban porque la medianera que servía de límite era una frontera de guerra.             Cualquier excusa era buena para pelear, que el perro del palestino cruzó la empalizada y orino el huerto del judío, que los perros del judío comieron las aves del palestino, que uno le cortaba el agua al otro, que el otro le ponía petardos en la puerta de la casa, y así por siempre.             Algunos vecinos de la aldea ya estaban cansados, de tanto ruido, de tanto humo, de tanta pelea que además no entendían y veían sin sentido. Por eso se reunieron y le encargaron al vecino más próximo que fuera a hablarles, que ellos lo respaldarían. Y así sucedió, fueron a hablarles encabezado por ese vecino que al llegar a la puerta llamó primero al Judío e hizo llamar al Palestino y les dijo:   - Porque no van a ver al maestro de Petra, quizás él en su sabiduría pueda resolver vuestro problema y así todos podremos descansar de una buena vez.               Como ambos vieran que toda la aldea se había reunido para apoyar el pedido, asintieron, prepararon sus cosas y partieron. El Judío iba adelante, con pasos enérgicos, el Palestino lo seguía con recelo. Hasta que llegaron a Petra, recorrieron la ciudad santa y perdida, hasta que de una cueva vieron que surgía un resplandor, entraron, primero el descendiente de David, después el adorador del Profeta, cuando estaban llegando al final de la cueva, vieron una fogata y sentado frente a ella un anciano con los ojos cerrados y larga barba blanca que caía sobre su pecho dividida en dos.             El anciano abrió los ojos los miro y les hizo seña de que se acercaran.             El Judío se acerco le saludo y le contó el problema que los había hecho llegarse hasta allí, el maestro escuchó. Habló el Palestino y el Maestro escuchó. Cuando terminaron de acusarse mutuamente, el Maestro hizo un largo silencio y luego dirigiéndose al Israelí le preguntó   - ¿Qué eres tú?             Con asombro y orgullo le respondió. - Yo, yo soy judío - Bien, dijo el Maestro             Y volviendo la vista al otro le preguntó - ¿Qué eres tú?             Con orgullo respondió - Yo, yo soy Palestino             Bien, dijo el Maestro, ahora id los dos y pensad, Tú, señalando al Israelí, piensa como Jehová creó el Universo y Tú, mirando al Palestino, como Ala creó todo lo que existe. Al decir Ala el Palestino murmuró: Santo es su nombre.   - Ahora id, y volved mañana.               Al otro día entraron, el Maestro volvió a preguntar y se repitieron las respuestas, y el Maestro les volvía a decir: Id y meditad.             Al cuarto día el Palestino cansado le preguntó   - Pero. ¿Qué tenemos que meditar? - Meditad sobre la creación, dijo el Maestro               Ambos se retiraron.             El quinto día se repitió igual             Al sexto día el judío le pregunto.   - Pero, ¿Qué debemos meditar sobre la creación? - Meditad como os crearon.             Ambos se retiraron.             Al séptimo día entraron cabizbajos, se pararon adelante del Maestro, que repitió  las preguntas, primero al Hebreo.   - ¿Qué eres tú?             Hubo un silencio y respondió - Soy humano - Bien, dijo el Maestro. Y tú, ¿qué eres? Le preguntó al Palestino.             Este suspiró y respondió - Soy humano - Bien, habéis encontrado un punto en común, ahora está en Uds. recorrer el camino de ser humanos, es un camino duro lleno de obstáculos, obstáculos que sólo podrán superar si actúan en armonía y unión, no hay premios, no hay recompensas, por lo menos no para Uds.,  si para vuestros hijos y los hijos de estos, pero al final del camino estaréis tan unidos que nada podrá destruirlos,  con tanta fuerza que nada podrá doblegarlos.             O bien podéis seguir los caminos que han recorrido hasta ahora, separados y dirigidos por intereses ajenos, a los cuales les conviene que Uds. no estén unidos para poder seguir haciendo sus negocios, este camino está lleno de halagos y triunfos, pero al final tiene el sabor de la derrota y os encontraréis dominados y destruidos, viendo como los que les indicaban desde afuera, festejan y brindan con las riquezas que Uds. tontamente le han ido dando durante las batallas. En Uds. está la elección. Ahora idos en Paz.               El Maestro vio como se alejaban se dio vuelta me miró y pregunto. - Oiga, ¿Ud. cree que con un cuentito se cambia algo?             Lo mire, suspire y dije - Soy humano, Maestro, soy humano.
Entrecerró los ojos, la habitación estaba fría y en silencio, miró a su costado y se dio cuenta que estaba solo, tremendamente solo. Recordó el robusto cuerpo de su mujer, ya no estaba, hacía ocho largos meses que se había marchado, esa enfermedad que se la llevó tan rápido, tan de golpe dejándolo con esa angustia, con ese dolor. Abrió los ojos, miró su pieza, los muebles, los cuadros, las fotos ¿Cómo fue que llegó a éste lugar? hacía tanto tiempo que había salido de su Siria querida, su patria. Cerró sus ojos y el recuerdo del viaje en el barco se agolpó en su memoria. Ese barco que lo llevaba tan lejos de su lugar. Los barcos son lentos, pero rápidos cuando nos alejan de los seres queridos, y ese barco lo trajo al confín del mundo. Las olas, el incesante movimiento y cuando el viaje se estaba por terminar, el miedo a que todo haya sido en vano, el miedo al no poder entrar a este país. El capitán reunió a toda la gente y les comunicó que sólo iban a permitir entrar al país a matrimonios, nada de solteros, solo familias ya formadas. La angustia se apoderó de todos,  familias enteras iban ser separadas, tenían que casar a los miembros que eran solteros, el matrimonio era la única solución; el capitán podía casar, tenía la autoridad.  Una familia pensó en él como candidato para su hija, aunque no estaban convencidos, eran una familia pudiente y ella, era niña aún. Dudaban en entregarla a un desconocido, dudaron tanto que decidieron arriesgarse y se arriesgaron y nada pasó. Llegaron al puerto de Buenos Aires y se separaron, él vio a esa niña, que iba a ser su mujer perderse en la distancia y en el tiempo. Cerró los ojos, cuanto tiempo había pasado, mucho, desde esa vez él,  con los pocos pesos,  había comprado un campito por la zona de Media Naranja, al noroeste de Córdoba, pero le faltaba plata para hacerlo producir, tenía que trabajar en la zona, de peón, de changarín. Abrió los ojos, y miro las fotos, ahí estaba ella en una foto, y la recordó joven, la recordó con su eterna energía, con su corpachón, con su bondad, la recordó en su juventud y alegría; y su mirada vago en el tiempo y llegó a las calles de San Francisco del Chañar  esas calles que lo veían pasar lenta y cansinamente, y recordó ese paisaje agreste del norte de Córdoba, de estas tierras que lo cobijaron cuando decidió emigrar de su oriente medio, de estas tierras que  le traían el recuerdo de sus tierras allende los mares, tan lejos, que sus ojos se llenaban de distancias, océanos y arena. Triste recuerdo cuando se estaba solo. Cerró los ojos y la vio en su mente, ella estaba parada frente a la puerta de su casa, sólo su presencia en esa casa de gente acomodada le sacaban de sus ojos tanta tristeza,  le hacían olvidar tanto trabajo. Ella que lo miraba con ojos de enamorada cuando pasaba frente a su casa, que le hacía girar la cabeza cuando ya había pasado la cuadra. Nunca se imaginó que ella le iba hablar, a él, ni más ni menos que a él, al Turco, al changarín que vivía hoy pero mañana ya no se sabía, ¿cómo la chica de una de las familias más acomodadas de San Francisco del Chañar le iba a hablar?. Pero esos ojos de enamorada cada vez que pasaba por la casa. ¿Se acordaba ella que en el barco casi fue su esposa? ¿Se acordaba ella de ese barco y que casi los casan para poder entrar al país? Y ella que lo saludaba y el que le habló. Y eran cierto nomás esos ojos de enamorada, y también era cierto del amor que se tenían. Y abrió sus ojos, y se acordó de la familia de ella, de la guerra que le hicieron, por que el era pobre, a pesar de su campo, por ahora improductivo, pero como le decían los padres de ella, ¡la tierra sola no se come! Y las visitas a escondidas y el pasar por la casa, y charlar disimuladamente y la decisión de ella. Y esa reunión en la casa con toda la familia presente.  La familia que preguntaba, ¿Cómo iba a mantener a su hija? Y el ofreciendo su terreno, como garantía. Cuanto tiempo tuvo que esperar para que pudieran estar juntos, un año, doce largos meses, hasta que por fin se casaron. Y fueron a vivir a su chacra de Media Naranja, si hasta el nombre, era para el amor, vivía en Media Naranja con su media naranja, y fueron felices a pesar de la pobreza, y se amaron y tuvieron hijos, tres maravillas de hijos. Giró la cabeza y miró la foto, sacada en el paredón del dique de Cruz del Eje, ella y él a su lado, casi no se lo ve, tan robusta tan grande, como grande era su corazón e inmensa su bondad. Por Dios como la extrañaba. Si todo el mundo la quería y preguntaban por ella. Ja, como esa vez que vino doña Catalina, y entró buscándolos, entró porque la casa como su corazón siempre estaba abierto, y entrando a la pieza, se saludaron y le preguntó por él,  ja, estaba al lado y ni lo vio. Tan grandota era. O cuando en la intimidad empezaban a jugar y ella lo terminaba alzando en los brazos, como si no pesará nada. Cerró los ojos, una lágrima se empezó a escapar, tanto dolor, tanta tristeza, tanta soledad. Suspiro pensando en ella. Y deseo que el tiempo terminará, deseo que todo se acabará o simplemente deseó estar con ella Sintió un rumor como de ropa rozando, abrió lentamente los ojos y ahí estaba ella, sentada en el sillón, mirándolo con esos ojos de enamorada. Cerró los ojos y suspiró pensando: “la veo en todas partes”. Abrió los ojos dudando  si esa imagen aún permanecería, y estaba, seguía allí. Sí,  ella estaba allí mirándolo con esos ojos de enamorada, como la primera vez, como siempre. Quiso hablar y no pudo, ella se puso un dedo sobre sus labios, pidiéndole que no hable y se levantó despacio,  se acercó y tomándole la mano se sentó en la cama a su lado. Se miraron largamente, hasta que ella lo tomó rodeándolo con sus brazos y lo alzó de la cama. Lo sostuvo.  Había adelgazado, y sí, los ocho meses sin levantarse de la cama. Ella acerco la boca a su oído y le susurro: “Ahora si, amor, para siempre juntos”. Y los dos se marcharon de la habitación.
Primero fue el grito, un aullido lastimero de dolor, después el silencio de la noche sin luna. Cómo penetrar en él sin perturbar la profundidad del espacio creado; caminé vacilante como tratando de adivinar el próximo paso el próximo crujido, el nuevo olor. No se puede ser sol cuando se busca la luna. Entrecerré los ojos, respiré profundo, una imagen surgió, luego otra y otra, el espacio se fue poblando de imágenes etéreas, de todas ellas tenía que formar una, síntesis y contenido, figura y sentido; y la luna salió y después fue sol. Tomé la lapicera Un nuevo poema surgió
Simplemente desnúdate, quiero con mi vista descubrir las palabras secretas de tu cuerpo.   Simplemente desnúdate, que en mis dedos tengo los códigos para descifrar los enigmas de tu piel.   Simplemente desnúdate, como quieras, rápido o lento, no me interesa, simplemente desnúdate.   Simplemente quieta quédate, no te muevas, yo no me muevo, no hables, yo me callo.   Simplemente quieta quédate, tengo hambre de tus senos, tengo sed del cáliz bajo tu vientre.   Simplemente quieta quédate, mi cuerpo esta dentro del tuyo, abrígame, que para siempre te abrigaré.   Simplemente desnúdate, simplemente quieta quédate, y seamos un cuerpo de dos.
¿Cómo relatar nuestro primer encuentro? Si apenas tenía catorce años, todo un inexperto. Había ido de visita al pueblo de mi tía abuela, cuando la necesidad del cuerpo, del conocimiento, venció a la prudencia, a la moral y la cautela. Me encaminé a los suburbios del pueblo, pueblo chico, donde todos se saludan, donde todos se conocen, hasta los que no se frecuentan. Iba caminando receloso, con temor, sintiendo las miradas, mientras me saludaban sonriendo, y sin volver mi vista atrás, sentía el cuchicheo y el gesto de reprobación de todos los que se cruzaban,  como un  dedo acusador, que decían a viva voz, ¡ese es! ¡el sacrílego, el profanador! Yo en sí, no sabía bien que iba hacer, pero sentía la emoción del que lo hace por primera vez, del que va debutar. Caminé las  veinte cuadras que separaban al pueblo de la ruta, y me puse a caminar por la banquina, lleno de alegría divisé el bar, al lado de la estación, donde paraban los camioneros. Quería llevarme el mundo por delante, y me quedé en el mostrador. Mujeres, si las hubo, fue en otro tiempo, en otra hora, otra vida, después me enteré que estaban trabajando en las rutas. Pero de ahí no me iba a ir sin debutar, aunque sea en algo. Miré los parroquianos que me miraban divertidos, miré al que estaba a mi lado, tenía un vaso de vino. En ese momento otro se paró a mi lado y un sodeado pidió. Lo miré al que atendía, y simulando una voz serena, “Para mí que sea lo mismo”. “Blanco o Tinto” inquirió, y ahí tomé una decisión para el resto de la vida. “Tinto”. Fui con la intención de hacerlo con una mujer de color, no me iba a salir de la línea de mi primera intención. Llegó el hombre, tenía un vaso a la mitad con un líquido negro, me lo puso al frente junto a un sifón con soda. Lo miré, miré al del lado, el otro llenó su vaso con el sifón; observé mi vaso y pensé: “Vamos a ver que tal quedás solo”. lo probé, no sabía del gusto del beso de una mujer, pero en ese momento creí que así debía ser, un gusto dulce me recorrió los labios y el paladar; dulce y fresco a la vez, sin ser pastoso, suave y terso. Degusté mi primer sorbo de vino, como si fuera un Pinot extra añejo. Cuando di el segundo sorbo, de Pinot pasó a vino de mesa, y para el tercero, sólo la soda hizo que pasara el tragadero. El cuarto, el quinto y los demás, fueron sin recuerdos, lo único, las piernas se me aflojaron un poco, o sea un  terrible mareo. Cuando salí caminando despacio, como meditando cada paso, el aire fresco de la ruta, más que despejarme, me aturdió. Miré las cosas que tenían como un brillo nuevo, todo era color, bajé caminando despacio hacia el pueblo. No había debutado como hubiera deseado, después lo logré, pero en cierta forma debuté, debuté con mi primer vaso de vino que,  aunque no fue de lo mejor, me abrió camino a un mundo de sabor.
Hoy leí en un cuaderno escrito con tu letra: Aniversario 23/08/05, y sentí como una corriente que me vació de mi alma y  mi corazón. No se si fueron absorbidos, o que ellos querían escaparse para volar raudamente contigo. Nunca creí que el extrañar pueda producir tanto dolor. Nunca creí que mi alma se transformara en un mar de lágrimas que ni mil llantos pueden vaciar, y sin embargo aquí estoy, sentado en una corriente de tiempo viendo escaparse a mi alma y mi corazón que te buscan y te buscarán hasta su último aliento.
Una noche de pesadilla,donde el sueño se transforma en dolor,donde los ojos se muevenmirando hacia el interior,agitaba mis brazos revolviendo sábanas,agitaba mi mente buscando respuestas.Como un torbellino mi alma se elevóy me vi en la cama, agitado mi cuerpo.Mi cuerpo que en el sueño se transformó.Pájaro de grandes alasque volaba en un cielo de utopías,con un gran sol y una enorme luna,y volaba con la línea divisoria del día y la nocheen la medianía de mi cuerpo,como un deleite de mis anhelosmi ala derecha en la oscuridad,mi ala izquierda brillando en la luz.Fui torbellino,  fui deseoy sin saber a donde irmi vuelo se dirigió al mar azul.Vi una aleta, vi una cola enorme,era una ballena,vi sus grandes ojos negros,escuché su canto, llamando,vi también al barco ballenero,los ojos de los pescadoresque anhelaban la presa,los ojos de la ballenallenos de incomprensión,Ojos negros,de golpe una explosión,ojo rojo con un dedo de metal,y el canto de llanto,y mi graznido de impotencia. los ojos ansiosos de los pescadores,los ojos muertos de la ballena,y en esos ojos opacosvi unos niños, siempre más sabios,con lágrimas en los ojos,eran los hijos de los ballenerosque lloraban por la última ballena que moría,por el hambre que debían esperar,y los ojos de los niños,los ojos de los pescadores,los ojos de la ballena,mis ojos,los ojos de la muerte.Mi alma escapó del horror de la impotencia,y volvió al cielo,pero no era un cieloera un río,un río negro de basura,con orillas donde vagaban figuras humanasbuscando una gota de agua pura,con gargantas secas,donde los que podían conseguir aguala vendían,y los que podían comprarla pagabancon su alma.Y vi ojos resecos,cuencas vacíasdonde antes había ojos,ojos opacos,los ojos de la muerte,y con un graznido de dolor me alejé.El cielo volvió a ser cieloy respiré el aire purode la noche día,pero el cielo,se hizo techo,y vi una camadonde una persona yacía,personas de blancopedían cosas que no podían conseguiry la persona que yacía respiraba entrecortadoy las personas de blanco gritaban,y en sus ojos vi impotencia,y en sus ojos vi dolor,y la respiración se cortó,los ojos se opacaron antes que los cubriera la sabana blanca.Los ojos se llenaron de bronca,los ojos de los médicos, mis ojos,los ojos de muerte.Busqué una ventana por donde escapary salí al cielo celeste y negro,y miré hacía abajo y vi un desierto,una gran selva,una construcción,era un hospital,y arrastrándose hacía la puertauna niña,su cuerpo dejaba ver los huesos pequeños,sus ojos pedían ayuda sin hablar,un buitre se posó a su costado,lo único que tenía que hacer eraesperar.Un fotógrafo salió del hospital,nada podía hacersólo fotografiar el horror.De pronto recordéuna foto premiada,¿acaso se puede premiar la muerte?y vi los ojos de la niña y grazné de impotencia, de dolory desee no ser ave de rapiña de dura carne,ser ave de blanca y blanda carnepara que ella clave sus dientecitosy calme su hambre.Pero no pudo ser.Y los ojos de la niñael ojo de la cámara,los ojos del fotógrafolos del jurado,mis ojos impotentes,los ojos del buitre que espera,los ojos de la muerte,los ojos de la muerte.Me elevé violentamentehacia el cieloceleste y negrotan fuerte era mi aletearque me elevaba sin noción de altura,tan fuerte era mi aletear,que mi ala izquierda se unióa mi ala derechay todas las plumas armonizaron.Elevé mis ojos,y todo mi horizonte se vio cubiertopor unos grandes ojos,profundamente bellos,que lloraban,que gemían de pena,y comprendí.Eran los ojos de Diosque lloraban, llorabanpor tantas muertes,tantas muertes que se hubieran podido evitar,y los ojos de Dios, los ojos de la ballena,los ojos de los niños,los ojos de los hombres,los ojos de la muerte.
 “¡Esto es realmente la Vida misma!” volvió súbitamente los ojos hacia su amada: ¡estaba muerta! Edgar Alan Poe     La plaza principal estaba en plena actividad, los vendedores ambulantes ofrecían su mercadería a los gritos, corría el año 1887, Córdoba quería dejar de ser aldea para ser ciudad. Una mujer con el rostro demacrado y vestida de luto, apresuraba la marcha para entrar a la Catedral, con pasos firmes se acercó al confesionario, se persignó y se puso de rodillas, (se sintió un siseo). El sacerdote habló con voz calma -Dime tus pecados, hija mía. -Padre, he pecado, he asesinado a un hombre. -Pero... hija... como...  que dices... - Sí... he asesinado a un hombre... mi esposo - Pero...             El sacerdote respiró profundamente y poniendo su mente en claro, dijo -Bien hija, cuéntame             Hubo un largo silencio, después -Todo comenzó hace diez años, cuando mi padre, abatido por deudas de un mal negocio, perdió todo su capital, en ese momento, para continuar trabajando pidió una fuerte suma de dinero a un usurero. Pero los negocios continuaron mal y la deuda se acrecentó, hasta tal punto que se hizo incobrable, entonces el usurero, le propuso a mi padre, saldarle toda la deuda si le entregaba su hija como esposa, mi padre al principio dudó. El usurero era una persona por demás desagradable, feo; amen de avariento y déspota. Pero los negocios seguían mal, y las deudas se acumulaban, la única salvación era el casamiento, y así se efectuó la promesa de casamiento y el compromiso se anunció a la sociedad, el casamiento se iba a realizar en la próxima primavera. Todo ese tiempo, fue como un purgatorio que en vez de ser sala de espera al paraíso, era del infierno que me esperaba. Con la excusa de que no se hiciera pública la deuda de mi padre, la boda fue modesta y humilde, casi nadie de la sociedad fue invitado, salvo los familiares íntimos (amen de que nadie en la sociedad lo frecuentaba). Vivíamos en su casa, solos sin ningún tipo de servidumbre, ya que no le parecía adecuado alimentar más bocas de las que correspondían. Mi padre me decía que esperara, que tratara de permanecer impoluta, que mantuviera el celibato,  que en algún momento sus negocios iban a mejorar y lo podría repudiar, pero era imposible no cumplir con mis deberes y una noche para evitar el repudio y que todo se volviera un desastre, tuve que ceder y así durante algún tiempo se consumaba, como nocturnos rituales paganos, que en vez de ser altares del amor, eran mesa de sacrificio donde se lo mataba. Egoísta en todo, también en esos menesteres lo era, una vez que él concluía con lo suyo, se hacía a un lado y dormía profundamente, dejándome envuelta en vergüenza,  dolor e ignorancia. De esa manera las cosas de la naturaleza se sucedieron y, lo que tenía que suceder, sucedió,  quedé encinta, dando a luz a una hermosa niña. Eso lo llenó de ira, ya que él esperaba un varón para poder continuar con la estirpe y la honra de su apellido, prácticamente la crié sola, sin nana y sin él. Era tal su fastidio, que en lugar de hacerle un retrato, por algún pintor de fama, como se estila, una tarde trajo un retrato, quizás cambiado por alguna deuda, un retrato de una hermosa joven que ya se vislumbraba mujer, del estilo de las viñetas, consistía en la cabeza y los hombros, cortada a la altura de los senos, en él había algo de mágico e irreal, era hermoso pero, no era el retrato de mi hija. Al ver mi cara de enojo, él dijo en tono de disculpa, que era un cuadro de un famoso pintor europeo, que había estado un largo tiempo en un castillo de los Apeninos, por lo menos eso le  comentó el antiguo dueño, el retrato estaba enmarcado en forma oval, dorado y con filigranas en arabesco y lo colgó en el cuarto de la pequeña. Lo que el no sabía que ese cuadro estaba sellando su destino de vida y muerte. Una tarde limpiando la pieza de mi pequeña, descolgué el cuadro, para limpiarlo por atrás, estaba recubierto por una tela, que se veía que había sido colocada a posteriori del cuadro, tomé un trapito y se lo pase para sacarle la tierra, cuando siento que en centro del cuadro había algo oculto, saqué los clavitos y aparecieron una hojas, en ella se contaba la historia del retrato oval, como si éste fuera parte de algún catalogo de museo, ya que la explicación tenía un número. Era la historia del cuadro y de la joven, en el se narraba como la joven había sido desposada por el autor del cuadro, que como dijo él en su excusa, era un famoso pintor europeo, pero éste tenía como primera esposa a su arte. La joven sufría terriblemente ya que tenía que competir con pinceles, telas en fin, con el arte; lo que ella no se dio cuenta es que no se puede competir contra la locura, y ese era el estado del pintor, y al querer competir, fue arrastrada por ella. Se narraba también que el pintor decidió hacerle un retrato a su amada, gran tiempo tardo y la bella joven se fue consumiendo a medida que el cuadro iba surgiendo, hasta que una vez concluido, el cuadro tenía toda la belleza radiante de la joven, pero ésta yacía muerta. La explicación más coherente sería que por los pocos cuidados que la joven tenía mientras posaba como modelo, la llevó a la muerte pero, yo sé que no fue eso, lo que mató a la joven fue su marido, la mato por su loco amor, era tal la locura de amor que le tenía a su arte en primer lugar y tal el loco amor que le tenía a su amada, que quiso unir los dos ¿Por qué? Porque para él lo único real era su arte, lo único que existía eran sus cuadros, y la joven no era tal, entonces decidió transportarla a su mundo, al mundo del arte. Por esa causa el cuadro irradiaba esa magia, ese espíritu, era el espíritu de la joven. A partir de ese descubrimiento, es que empecé a elaborar mi plan para acabar con mi sufrimiento y mis pesares, matar a mi esposo de la misma forma. Para realizarlo tenía que armarme de mucha paciencia, ya que el plan era en etapas, la primera etapa, era que yo aprendiera pintura, pero para eso sabiendo que era imposible que él me pagará algún profesor, necesitaba de una etapa previa en la que debía ahorrar, para pagarme el profesor, tres años demoré juntando centavos por centavos, le podía haber pedido plata a mi padre, pero en ésta locura solo yo quería estar involucrada. Una vez que tuve reunida la plata completa del curso de arte, tenía que encontrar una excusa para ausentarme por un par de horas de la casa y una amiga fue mi cómplice, ella inventó unas reuniones de lectura en su casa y se lo comunicó a mi esposo, que como no tenía que poner un céntimo, estuvo de acuerdo. Así fue que poco a poco comencé a dominar el arte de la pintura y el arte de los retratos, cada día lo hacía mejor, y cada día el odio me movilizaba y me movilizaba más y más, odiaba con callada sumisión a mis pinceles, mis retratos y a mi profesor con la misma intensidad que odiaba a mi esposo, cada día con mayor intensidad y era ese odio el que me daba la fuerza suficiente para continuar con mi plan. Una vez que concluí con el curso, empecé a pintar retratos en mi casa, eran pequeños retratos, fue cuando le dije a mi esposo que,  mi padre me había regalado una caja de oleos, una cantidad indeterminada de telas y pequeños lienzos como para hacer retratos. Él quedó encantado con los primeros retratos de gente desconocida , estaba tan admirado por lo que el creía mi instinto natural para la pintura que, y allí casi fracasa mi plan, insistía en que pintará a mi hija, que sería hermoso tener un retrato de ella. Tanto insistió que acepté, pintaría primero el de mi hija. Temerosa de que algo le sucediera, hacía como que lo pintaba, pero en sí no lo hacía, él que en realidad lo pintaba era mi maestro de pintura que me cobró unas pocas monedas por él, una vez terminado el retrato de mi hija, descolgué el de la joven y lo puse en su pieza y a la  de la joven en el escritorio de mi marido, dejando un lugar para su futuro retrato, que a idea de él debía ser oval para que no desentonará. Por fin empecé a pintar su retrato. Estaba llegando al final de mi plan, estaba asesinando a mi esposo, y así fue, aunque en algunos momentos pensé en el fracaso, ya que no se lo veía para nada desmejorado, es más estaba saludable y cada vez más molesto y enojado por mi demora, y con el hecho de que no dejarlo ver como avanzaba la pintura, ya que terminadas las sesiones yo tapaba la tela para que no la viera, y me justificaba diciendo que era de mal gusto mirar un cuadro no terminado y que quería hacerlo perfecto para perpetuidad de nuestro amor. Y lo logré, al final cuando di el último retoque, dije ya está, él se levantó de la silla, miró el cuadro que hasta ahora no había visto, dio un grito de horror y cayo muerto. Los médicos diagnosticaron que se le paró el corazón, pero sé que yo lo maté.             El sacerdote que había permanecido en silencio habló - Hija, tu no lo mataste, como bien dijeron lo médicos fue una muerte natural con la coincidencia que eso ocurrió cuando terminaste el cuadro. - No Padre, Ud. dice eso porque no vio el retrato, el odio que encierra esa pintura, es tan grande que no se lo puede ver directamente, hace mal, daña. - Bien dices, odio, según tu explicación el pintor amaba a su esposa, pero tú lo odiabas a tu esposo, como explicas eso. - Porque en éste caso el amor y el odio son la dos caras de una misma moneda, la moneda de la locura, que fue lo que mató a ambos y lo que hace que a pesar de ser distintos, ya que uno irradia luz, magia, vida y el otro irradia oscuridad, terror y muerte, en su esencia el terror y la locura están presentes en los dos retratos ovales.
Para los que el hambrelos hace doblar de dolor,y la única esperanzaes la caridadlas lágrimas que caen, caen en el mar.Para aquel que salvaba vidas,de corazón al corazón,y cuando el dolor y la impotencia lo superó,con una bala destrozósu corazón ya aniquilado.Las lágrimas que caen, caen en el mar.Para la estúpida situaciónde los grandes que necesitan,enemigos para existir y aliados para subsistir¿Cuándo no haya aliados,porque todos se han vuelto enemigos?¿Cuándo no haya enemigos,porque todos han sido destruidos?¿Los grandes se van a autodestruir?Las lágrimas que caen, caen en el mar.Para aquel cuya angustia y dolorle hizo buscar la salidaen el ojo de una cámaray lo único que encontrófue el caño hueco de un arma.Las lágrimas que caen, caen en el mar.Para los que esperan que la justiciacambie la gasa transparente que cubre su ojospor una cinta oscura y negra;cambie su túnica repleta de bolsillospor una lisa sin lugares para ocultar.Las lágrimas que caen, caen en el mar.Pero algún día, de tantas lágrimasel mar se desbordaráy las aguas saldrán de su causelimpiando la superficie de la tierrade tanta mugre, de tanta maldad,de tanto odio, de tanta crueldadPorque las lagrimas que caen,caen y rebalsarán  el mar.
¿Cuántas fantasías pueblan tu mente?Sumergida en la nada que te rodeatus ojos que sin mirar,  contemplan;tus gestos, equívocos en el exterior,trazan el plano exacto de tus pensamientos.Tus deseos (bañados en la inconcienciade abstraerse de los ruidos, palabras y presencias)vuelan, juegan, se elevan y existen.¿Cuántos fantasmas pueblan tu mente?Pequeños duendes que con cantos dulceshacen que tus ojos caminen por tu interior,recorriendo la senda de tu imaginación.Creas, creaste y crearás mundos de ilusión,paisajes donde nunca se pone el sol,cielos azules donde hay  siempre dos lunas llenas,engalanadas de reinas y bordeadas de estrellas.Donde lo malo no existe y todo lo bueno es posible.¿Cuántos fantasmas pueblan tu mente?Esperando alertas, el instante, el segundo,para abrir la puerta de tu mente,estrellas fugaces que te sublimany que te dibujan sonrisas de ensueño;por un instante, un segundo, un momento...hasta que un ruido, una sensación, un movimientoy como burbujas con que los niños juegan,un plop te trae a la realidad.¿Cuántas fantasías pueblan tu mente?¿Cuántas veces deseaste que fueran realidad?
La imagen en el espejo era la mía, aunque mis ojos no la veían, hacía más de quince minutos que estaba renegando con el nudo de la corbata, crueles intentos de ser elegante cuando no se lo es, y peor aún cuando uno deja volar su mente, ¿qué estaba por hacer? ¿Cómo llegué a ser testigo de un casamiento?. Quizás porque fui el único que presencio la totalidad de los hechos inverosímiles, y hasta con un toque de irrealidad. Parecía que la existencia se hubiera sumergido en un cuento borgiano, donde los sucesos van más allá de ellos mismos, como en un laberinto formado por espejos, la realidad se refleja infinitas veces. No obstante, lo acaecido se acercó más a la realidad de un Lovecraft, de ese mundo donde la medicina muestra su lado oscuro, el lado detrás del límite de la muerte. ¿Cuánto horror puede haber en la muerte?.  Cruzar el límite fue el tema de Lovecraft, pero más que la muerte, fue el retorno de la muerte. Los hechos fueron de ese tenor, y aquí mi mente se confunde en los eventos, no están claros, porque tampoco son claras las circunstancias que le dieron inicio, ni las respuestas que se dieron. ¿Cuándo estamos muertos? ¿Cuándo nuestro cerebro, ese mecanismo de proteínas, enzimas, y cargas bioélectricas cesa en sus funciones? Entonces, ¿cuando estamos vivos?, ¿Cuándo comienza en sus funciones?. ¿Sólo somos eso, un complejo bioquímico y bioeléctrico, un enjambre de procesos neuroeléctricos con transmisiones de igual forma que una computadora? ¿O somos más?  Tantas preguntas para tan poco entendimiento, parece que estamos encerrados en una gran esfera, cuyos límites no nos son permitidos conocer. Los hechos,  esa sucesión de actos que parecen inconexos, sin relación, ¿pueden dar la respuesta? No lo sé, los he repasado en mi mente una y otra vez, desde el sublime encanto de lo mágico, desde lo que me es permitido entender. Todo comenzó hace aproximadamente seis meses, con un amigo antropólogo que en ese momento estaba en Africa, nos encontrábamos todas las noches, vía internet, para charlar en una sala de chat, para no perder el contacto, y contarle las novedades de su tierra, tan lejana en ese momento. Habrá sido el destino, si es que existe un destino, pero algunas de las noches en que mi actividad no me permitía entrar, Horacio, mi amigo, igualmente entraba y, en esos momentos fue que conoció a Ludmila. Noches posteriores me permitieron conocerla, conocimiento virtual, conocimiento de la palabra escrita, palabra que se hace espejo del pensamiento. ¿Cómo podemos conocer a alguien a través de sus palabras escritas en una pantalla? O es que conocemos meros fantasmas, que nuestra imaginación da un toque de persona. El chat, nuevo vínculo entre personas que se sienten solas o no, pero que buscan y exploran una nueva forma de realizar un viejo rito, el de conocerse, el de encontrarse. Fueron esos encuentros, entre comentarios de la realidad, entre chistes y charlas de café,  sin café compartido, que intuía que algo se estaba gestando, y del cual iba a ser testigo.             Los encuentros con Horacio seguían su curso, pero cada vez con mayor participación de Ludmila, Ludmila y su encantadora forma de ser, sus palabras justas y precisas  con un toque de inocencia, frescura y desenfado, parecía más niña que mujer, quizás, y digo quizás, también me sentí tentado a darle a esas mágicas palabras escritas, un cuerpo y una mente a mi imagen de ideal,  y enamorarme de ella, pero, era sabido que sólo podía ser testigo.             Los hechos se fueron dando entre confesiones de Horacio con Ludmila, de Ludmila con Horacio, confesiones que Horacio me contaba, y en sus palabras me estaba dando cuenta que él ya le había dado un cuerpo y una mente, se había enamorado. Platón sonríe desde su topos hiper uranos, el amor como él lo soñó encontró campo en el chat, pues que es éste sino el amor platónico en su esencia pura, un amor sin cuerpos, sin contactos, amor puro entre palabras escritas.             Pero todo amor que se precie de tal, tiene que crecer, (desdibuja tu sonrisa viejo Platón) y para crecer tiene que pasar a ser de contacto, dar el paso al conocimiento real, al de los cuerpos.             Entre ellos se habían dado todos los pasos, según Horacio (si es que hay una regla escrita para enamorarse por chat) y se conocían más allá de ese mundo de sobrenombres usados para poder dialogar, sobrenombre que muchos sólo usan para esa ocasión, ya se habían permitido entrar al mundo cotidiano, más allá del mundo del chat, o mejor dicho, mas acá del mundo del chat, habían dado el paso al conocimiento de su cotidianeidad y valga la coincidencia, los dos usaban sus verdaderos nombres, no había falsos nombres, ni escondrijo. Ella era Ludmila, él era Horacio.             Compartieron sus mundos, el mundo del Antropólogo, el mundo de Horacio. El mundo de la ayuda a los que necesitan, el mundo de la trabajadora social, el mundo de Ludmila. Pero había algo que ella no sabía, que quedaba dentro de la esfera de la intimidad de los amigos, que Horacio me había encargado que fuera sus ojos y que diera ese paso, de conocerla físicamente. Me había dado la tarea de entrar al mundo real de Ludmila, al mundo que ella le había mostrado, o por lo menos eso creíamos.             Y acá haré un alto, para hacer las preguntas que me vengo haciendo desde ese momento, ¿Me tendría que haber negado? ¿Tendría que haber puesto las excusas de que era a él quien Ludmila quería conocer y no a mí? ¿Que era una falta de respeto? Pero no lo hice, y los acontecimientos ya estaban escritos, Lovecraft escribía su nuevo cuento, mirándonos.             Los datos de Horacio eran precisos, tenía todo lo que hacía falta para poder conocerla, en un primer instante sin que ella se diera cuenta, espiándola groseramente en su mundo cotidiano. Pero algo no resultó, días y días pasé en la puerta de su casa y no la veía, no salía, no se mostraba. No estaba en el trabajo y no estaba en su casa, sin embargo existía, todas las noches los contactos se repetían y, aunque Horacio insistía, los datos eran los mismos, y la vigía se repetía dando los mismos resultados, nada.             Con el tiempo, sin decirle a Horacio, hice una averiguación que me sorprendió, entre en distintos horarios al chat y Ludmila estaba siempre, obvió pensé, no sale porque está continuamente en el chat, pero no podía ser, ella hablaba de trabajo, o sea que en algún momento tenía que salir y nadie puede estar conectado siempre, es una locura.             Entonces decidí decirle a Horacio que haría un conocimiento directo, que me presentaría y le diría a Ludmila quien era, que las cosas ocultas siempre salen mal, y que era mejor así, le pareció justo el argumento, me tendría que haber quedado callado, pero era más fuerte las ganas de develar el misterio, ya que eso era para mi Ludmila, un misterio. Quede con Horacio que iba a ir al día siguiente, a la tarde. Nunca los sucesos fueron tan asombrosos ni tan misteriosos. Golpeé en la puerta de esa casa que por fuera conocía tan bien y me atendió una mujer mayor, que ya había visto que entraba y salía; le pregunté por Ludmila y le expliqué que la conocía de Internet que charlábamos seguido por chat y todo lo necesario para demostrar mi conocimiento sobre ella. La mujer me miró con asombro y miedo, me preguntó si era una broma de mal gusto. Entonces  en mi estupor le pregunte si allí no vivía esa persona, a lo que ella insistió que me vaya con mi broma o llamaría a la policía. Fue mi insistencia y algunos datos que Horacio me había dado que hicieron que la mujer me dejara entrar y me mostrará lo que hasta ahora es el misterio más grande de mi vida. Mientras entrábamos me contó, que allí vivía una persona que se llamaba Ludmila con esas características, que ella era la madre, pero que no podía ser la misma, ya que hace ocho meses aproximadamente por una afección hepática, entró en estado de coma, y que estaba desde hace unos seis meses en la casa con todo lo necesario para sobrevivir, diciendo esto último, entramos a una habitación donde en una cama una mujer estaba completamente cubierta de cables y tubos, parecía más una sala de terapia intensiva que una habitación en una casa de familia. No, no podía ser Ludmila, era evidente, esa pobre mujer con todos esos tubos y cables conectados a su cuerpo no podía ser ella, le pedí disculpas a la mujer y diciéndole que debía ser un error producto de una serie de coincidencia que se concatenaron y llevaron a ese tremendo error, me fui con una gran angustia. ¿ Qué le decía a Horacio? ¿Cómo le explicaba que la mujer que él amaba, era toda una mentira, que había tomado los datos de otra persona para hacer el engaño?. Decidí ser frontal, decírselo sin vueltas, ser lo más duro posible para poder romper el encantamiento. Y así fue, le conté todo lo que vi, y le conté todo lo que la mujer me había contado. Cruel destino del Chat, no poder estar al lado de la persona para ofrecerle el consuelo del hombro para que pueda llorar, porque sé que lloró y,  paso como en todo los casos a la incredulidad, me insistía que no podía ser, que era otra Ludmila, que nos equivocamos, que ella no mentía, y me dijo, para mi asombro, que tenía una foto de ella que le había mandado en esos días para que pudiera tener un recuerdo de ella. Se la pedí de inmediato, y accedió, me llegó la foto, no podía de la impaciencia para poder verla, y para mi asombro, la Ludmila de la foto era la misma mujer que estaba en la cama en esa casa, más rozagante, más fresca, pero era la misma. Le dije que era ella pero que no podía ser, que debía ser una amiga que estando completamente loca y había adoptado la personalidad de Ludmila. En ese instante nos dimos cuenta que ella se había conectado, entonces ante la angustia de mi amigo, la increpe duramente, que quién era, que ya sabíamos que no era Ludmila, que  nos dijera quién era. El diálogo fue muy duro, ella insistiendo que era Ludmila, yo negándolo, hasta que ella se salió de la sala y mi amigo también, claramente enojado conmigo. No podía pensar en otra cosa, mis días se había hecho un gran vacío, por un lado por la perdida de mi amigo, por otro, el misterio, ¿quién era Ludmila?. Mentía era evidente. Pero ¿por qué insistía?.  Los días se sucedieron, no entraba más a chatear, sé que mi amigo y Ludmila seguían, porque la vez que entré los vi, y ni me hablaron. Todo iba a quedar así,   hasta que en una revista de computación leí un artículo en el cual hacían una comparación entre el cerebro humano y el funcionamiento de las computadoras, y allí en ese instante se me ocurrió la explicación más loca e irreal pero, como decía Sherlock Holmes, si descartamos todas las hipótesis contrastándolas, la que queda por más inverosímil que fuera tiene que ser la verdadera. La Ludmila del chat era la Ludmila que estaba en esa cama en estado de coma, tenía que encontrar algunas piezas que me faltaban. De inmediato me fui a la casa de Ludmila, hablé con la madre y le pregunté si la computadora que había visto, estaba conectada con alguna otra computadora, la madre me explicó que sí, esa computadora que regulaba todo el sistema que mantenía con vida a Ludmila, estaba conectada por medio de un satélite a la computadora de la Clínica donde la habían atendido a Ludmila y desde allí monitoreaban todas las funciones de Ludmila, sin tener que venir a visitarla, salvo cuando entraba en crisis. Dios, pensé, ¿cuántos misterios hay todavía en la mente humana? Sí, esa Ludmila era la Ludmila del Chat, era ella. ¿Cómo es posible? ¿En que parte de ese cerebro que creemos descompuesto se ha refugiado Ludmila y de allí con su sistema bioeléctrico se conectó a la computadora buscando la única salida que le permitía vivir, aunque sea virtualmente? ¿Cómo pudo su mente encontrar ese refugio, inventarse todo un mundo real para poder sobrevivir? Y, la pregunta más importante  ¿ella podría volver?, ¿Se le podría decir, sin que se enloquezca, sin que pierda la razón por completo, sin que muera? Lovecraft, afilaba el lápiz. No le dije nada a la madre, me hubiera creído completamente loco, pero esa noche, entré al chat e insistiendo logré que Horacio me leyera, le expliqué mi teoría, le insistí con mi teoría, le supliqué mi teoría, hasta que cansado me dijo que si era cierto, de que servía, si esa Ludmila era la misma que estaba en ese momento en el Chat, de que le servía si estaba en coma, que dejará las cosas tal cual eran, que por lo menos así, la tenía todas las noches, y que no lo molestara que Ludmila le estaba hablando. Le contesté que había una posibilidad de que volviera, de que la tuviera viva, y que era lo mejor para ella, que ese fantasma tenía que cesar. Tuvimos una larga discusión, por un lado porque seguía hablando con Ludmila, por otro porque yo insistía. Hasta que recordé algo que me dijo la madre, si seguía un tiempo así, iban a autorizar a los médicos para que antes que se deterioren los órganos, donarlos,  para que otros vivan la vida que ella no puede vivir, se lo dije, crudamente y cruelmente, me escuchó, se disculpó con Ludmila pero tenía que irse y nos fuimos a otro lugar para chatear tranquilos, salí previo insultos de Ludmila que sospechaba que era por mi culpa. Una vez en el otro sitio, le expliqué mi plan de ir a la casa de Ludmila, con una Notebook y explicarle, en forma que no sea tan cruda, lo que pasaba y que tenía que buscar el camino para salir de allí, de buscar el regreso, pero que tenía que estar él, tenía que venir a la Argentina y hacer el encuentro, ya que si Ludmila había vivido solamente la realidad de ese mundo virtual, tenía que ser a él a quien viera en el momento que despertará y entrará al mundo real, a lo que me preguntó ¿Y si no despierta y se niega a salir? ¿Y si despierta y no me reconoce? ¿Y si muere? Le contesté lo único que podía decirle, esos son los riesgos que tenemos que correr. Aceptó, me pidió un tiempo para hacer los tramites, pedir la licencia y en el próximo vuelo, vendría, mi labor sería explicarle la teoría a la familia de Ludmila y autorizarnos a que lo hagamos. Fue más fácil explicarle a la familia mi teoría de lo que había pensado, ya que llegué en el momento en que estaba un médico de la clínica con un Ingeniero en Sistema, que era el encargado de mantener funcionando las redes de computadoras con el sistema de la clínica y para mi mayor fortuna habían detectado una actividad inusual, más allá de los registros que la computadora hace normalmente, se había detectado que de esa computadora se entraba a una página de chat y estaban, en cierta forma averiguando si alguien más estaba usando esa maquina que no sea para otra actividad que el monitoreo. Los familiares respondieron con indignación, le decían que como podían pensar que iban a poner en riesgo la vida de su hija, usando el sistema que la mantiene viva para jugar, a lo que el Ingeniero respondió que no eran ellos los que pensaban, sino que el mismo sistema registra la actividad, y dentro de la actividad registrada, se detectó que desde esa maquina se entraba a páginas de chat. La discusión seguía creciendo no sólo en tono sino en volumen, entonces decidí intervenir, ya que había permanecido como espectador, y dije, disculpen pero ambos tienen razón, me miraron con cara de asombro y con cara de decir ¿y éste quién es?, ambos tienen razón repetí, la maquina a sido usada para entrar al chat, pero no fue nadie de la familia. Hubo un pequeño silencio, a lo que el Ingeniero dijo, entonces Ud. es el que entra. No, además es imposible, porque si se entra por la maquina, es la tercera vez que estoy en esta casa, lo que la señora confirmó. Entonces quién entra, preguntó el médico, Ella,  dije señalándola a Ludmila. Convencer a la familia fue fácil, al médico, un parto, pero lo logré, con el argumento final de que no se pierde nada con intentarlo, además hice que entráramos al chat con la Notebook del Ingeniero y allí estaba Ludmila hablando con otras personas, le dije al médico que le hiciera preguntas, como que conocía una persona que conocía una chica Ludmila que era Trabajadora Social, etc.,  y confirmamos los datos. A todo esto, el Ingeniero hizo que en la central chequearan el uso de la computadora de Ludmila y confirmo que estaba conectada pero no solo a la computadora del sistema médico, sino que se desviaba, como había mostrado con anterioridad, hacia una computadora de la clínica con Internet y que ésta, estaba en una página de chat, la página donde estabamos nosotros. Lo hice salir al médico del chat, por las dudas, y le explique mi plan a él y a la familia, les conté de Horacio (acá haré una pausa, algo que nunca le dije a Horacio, la madre me contó de un Juan Carlos, que estaban saliendo, pero que después de lo ocurrido la fue a ver un par de veces y nunca más)y que con él nos pusimos de acuerdo para que en cierta forma hacer lo que hicimos recién, conectarnos con ella y, conducirla poco a poco, para que salga del escondite de su mente, después de muchos cabildeos el médico acepto con la condición de que los dos estuvieran en el momento, mejor pensé, así habría más control.             Horacio me mando un mail que confirmaba su llegada dos días después de la reunión con la familia y el médico, les llame por teléfono a la familia y está quedó en confirmar la fecha de reunión al médico de la clínica.             El día de la reunión se concretó llegamos con Horacio a la casa de Ludmila, parece que le impresionó a la madre, claro, Horacio mide un metro noventa, tiene ojos verdes, barba oscura, un intelectual en el cuerpo de Stallone. Entramos con Horacio y estaba el médico con un enfermero y el Ingeniero, en total eran entre ocho o nueve personas, demasiado, pensaba,  si Ludmila reacciona se puede asustar.             Horacio conectó la maquina pero Ludmila no estaba, la buscamos hasta que el médico se dio cuenta que se estaba haciendo la revisión de rutina del estado de Ludmila, por lo tanto no podía conectarse, ya que todo el sistema estaba ocupado en realizarlo. Teníamos que esperar a que terminará. ¿Qué estaría pensando en esos momentos Ludmila? ¿Dormiría,  sería una especie de descanso para su mente?. Horacio permaneció lo mismo conectado.             En un momento dado Ludmila entró en la sala, y se pusieron a charlar con Horacio en privado, le preguntó porque había entrado a esa hora, y Horacio le dijo que era porque la extrañaba mucho, el diálogo divagó por unos quince minutos. A todo esto el médico monitoreaba sus funciones con el enfermero de forma manual. En ese momento Horacio derivó el diálogo hacia un posible encuentro y que si en realidad ello lo quería conocer, le respondió con inusitado entusiasmo, a lo que Horacio le dijo que él también, pero que le daba nervios el pensarlo. Bueno, le dijo ella, pero no hay que preocuparse, total tenía todo el viaje desde Africa para ir haciéndose la idea. En ese instante Horacio se jugó el todo por el todo, le dijo que ya no estaba en Africa, que estaba en Buenos Aires. Hubo un silencio del lado de Ludmila. El médico anunció que se la había subido la presión arterial. Ludmila le preguntó por que no le había dicho nada, porque le ocultó eso. Es una sorpresa dijo Horacio, describime  tu casa, le largo a boca de jarro, decime como es el lugar de donde chateas, Ludmila le describió la habitación donde estabamos. ¿Estás sola? Sí, le dijo, ¿cuánto hace que estás sola? Le pregunto, no te parece raro que siempre estés sola, que no esté tu mamá, ni nadie de tu familia, no hubo respuesta. La presión arterial sigue subiendo, esta en límite, dame algo para compensar, le dijo al enfermero. Lovecraft deliraba con un final apoteótico.             Si es raro, dijo al final Ludmila. Claro que es raro, le escribió Horacio es raro, porque vos no estás ahí, todo lo que ves es un entorno virtual que creaste para protegerte de tu enfermedad, que ¿estoy enferma? dijo Ludmila, y vos ¿cómo sabés? Horacio demoró un poco pero al final escribió, porque estoy en tu habitación, con una Notebook, mirándote. Un gran silencio del lado de Ludmila. La tensión se normaliza, digo el médico, siga, siga que va bien. Estoy esperando que vuelvas a este mundo, el real. Los dos lo sabemos, como sabemos que te amo,  que te estoy esperando. Está compitiendo, gritó el médico de alegría, hay que sacarle el respirador, siga,  siga escribiendo le digo a Horacio.             Y Horacio siguió divagando que la  esperaba, que la necesitaba, divago por quince minutos sin  respuesta,  hasta que un fuerte suspiro se sintió en la pieza... - NITO, NITO, que té pasa loco,  deja de volar, y termina de arreglarte que por lo menos a mi casamiento quiero llegar puntual. Me grito Ludmila para sacarme de mis pensamientos. - Esta bien no grités, que no me puedo hacer el nudo de la corbata. Le dije - Todavía estás con eso, dame inútil, que te lo hago yo.             Agarró la corbata y me hizo el nudo. - ¿Qué té pasa? Me preguntó suavemente mientras acomodaba la corbata en mi cuello, tenés los ojos con lagrimas. - Estaba acordándome de todo y sabes que - ¿Qué? - Estoy contento, le cagamos el final del cuento a Lovecraft. - ¿El qué?. . . Que loco que sos . . .  debe ser por eso que te quiero, me dio un beso en la mejilla y agregó,  vamos que Horacio nos espera. - Sí, vamos                                                  Fin  Dedicado a Ludmila, la que conozco, mi amiga del Chat con la cual charlamos y nos entretenemos y a la Ludmila, la que no conozco, la que tuvo una enfermedad hepática entró en coma y salió de él. A las dos, de la unión de sus historias, es que se inspiró este cuento.
Ludmila
Autor: Orlando José Biassi  563 Lecturas
                        No hay más rosas                         cubriendo tu lecho;                         el tiempo echó vientos                         que se fueron llevando los pétalos,                         dejando las espinas de la rutina.                         La insistente búsqueda de caricias                         y, como un loco martilleo, las ansias del corazón,                         gastaron a todas las ramas                         dejando pequeñas astillas                         de ese hermoso árbol que fue el amor.                         Hasta que un día,                         cansada de deseos incumplidos,                         hastiada de sueños no satisfechos,                         con el plumero de la ira                         limpiaste todo, nada quedó.                         No hay más rosas                         cubriendo tu lecho,                         sentada en el borde de la madurez                         ves la cama triste y vacía                         y con ojos opacos sin sueño,                         lentamente te acuestas a dormir.
Ven pura y serena a recorrer conmigo las distancias en el tiempo, ven, pues ya es tarde, la rosa esta marchita y no hay tiempo de espera, el río ha dejado de fluir. Ven pues compañera, hagamos a la flor y con sus pétalos las paredes de nuestro hogar; hagamos que los pájaros muertos vuelvan a cantar, y que el mundo vuelva a creer; hagamos la inocencia de la risa de un niño. Ven, pues, compañera,  y transformemos nuestra fe en amor y paz
Dunas grises me rodean,dunas de personas, miles.Un desierto de multitudes,el sol golpea fuerte en mi cabeza,hasta que en el horizonte asoman tus palabras, tus palabras que dibujan un oasis;tus palabras que dibujan manantialescon flores de colores,con escaleras que abren puertasy que cierran miedos.En la embriaguez de mis esperanzasme acerco y te alejas,me alejo y te acercas.Como un juego sutil de deseosy de cuerpos anhelantes.Hasta que me acercotanto a tus palabras,que nada más veo.Hasta que me acercotanto a tus palabras,que sólo queda tinta.Hasta que me acerco tantoque el oasis es un cartón pintadoy las flores de colorespierden sus pétalos de plástico.Nada es, nada fue, nada será.¿Qué son los espejismos?¿Ilusiones creadas por el mundo que nos rodea?¿Qué son los espejismos?¿Nuestros anhelosreflejados en el espejo de la realidad?Nada es, nada fue, nada será.Solo un espejismo, solo eso,Nada más
Dunas
Autor: Orlando José Biassi  545 Lecturas
El tiempo transcurrido va andando en bici, y tu amor va caminando por un andamio, haciendo equilibrio entre la luz y la sombra. Equilibrista no bajes la vista  puedes caerte al no ver por tanta oscuridad. y vago por una letra que no dice nada y sigo cantando: ¡Aleluya, Aleluya! Pero, ¿Dónde está Dios? Está pegando carteles de la nueva promoción: "Una vida eterna, por una mortal sin pecados" "Vaya a la Casa de Dios, la oferta es limitada." "Atención por nuevos cupos en el cielo. Atención por la instalación de nuevas nubes en sector preferencial se abre esta oferta." Pobre Dios no sabe que ya nadie se preocupa y que el nuevo Dios se llama Dólar . Ahora ya es tarde, quiero volar                      quiero volar quizás mañana pero hoy llueve, y la lluvia moja mi pelo; y todo rima aunque no haya un sentido. Eso no importa, el sentido se perdió en algún zaguán con el primer beso. Dame tu mejilla, dame tu alma. Quizás haya alguna luz que me pueda decir: ¿Qué hora es?¿Qué día es? Y sin embargo, no puedo, no puedo escribir, y la muerte anda de blanco porque la vida anda de negro; y sin embargo no existo. Sigo corriendo sigo corriendo, quizás algún día las luces queden encendidas frente al espejo de una montaña tan blanca, tan blanca, que sólo el pollo la podrá ver. Vean que blancura Dirá él – pero la gente sólo verá su alma negra. Nadie lo entenderá. Y su muerte ya no podrá ser retenida en el canto de algún pájaro, en el amanecer quieto de una mañana de abril. Y sólo me quedan cuatro palabras que ya no están escritas, pues de tanto escribirlas la pluma gastó las letras y la tempestad mojó la tinta; no existen, se diluyeron; Vida – Muerte. Infinito – Dios. Que realidades oscuras, incomprensibles para el hombre. ¿Qué realidad?        Realidad. Ya no te encuentro ¿Dónde estás? Muy cerca, pero no me busques, quizás la noche sepa. La abstracción del problema, quizás Dios no exista, quizás la muerte sea ilusión. quizás todo es vida. Pero Dios y la muerte se entienden en una sonrisa; y la vida y el infinito se pelean a oscuras. Trato de entender ¿Qué he hecho con tanto amor? ¿Qué he hecho?                                Nada Y vuelvo a empezar ... equilibrista deja ya tu alma no mires                          cuidado                                               te caes. Y cierro los ojos, otro mortal cruza con Dios el nuevo camino ¿Dónde está? ¿Dónde? ¿Dónde?
Nací en los sesentaentre senos desnudosde mujeres liberadasque proclamaban el amor librecon el dulce aroma de Maria Juana.Aborreciendo las injusticiasentre a los setenta,con el puño izquierdo cerrado,con bronca jovenquería vencer enemigos viejos;pero amigos que se fueronpara nunca saber donde estány amigos que se quedaron,cambiando los idealespor dolares en el mercadome hicieron comprenderque la verdadera revoluciónno es cambiar el mundosino que el mundo no te cambie.En los ochenta me quisieron comprarcomo a un electrodoméstico mástodo se compra, todo.Deme dos.Pero de tanto comprarNadie sabía que hacerEl mundo estaba compradoy había que venderlo.Los noventa nos vende el mundo entre mailingmarketing y servicios.Todo bien envueltoen un pakenging de lujo.Y aquí estoy entrandoal nuvo mileniotratando de encontrar lo más simple y sencillo,sin perder los viejos ideales,un buen amigopara compartir sueñospara compartir un buen vinojunto a la mujer amada
Generación X
Autor: Orlando José Biassi  513 Lecturas
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Sigo tus pasos, hombre, que defendiste la vida aún con tu propia vida. Que sentías cualquier injusticia en cualquier lugar de la tierra, como si tu carne fuera herida. Sigo tus pasos, hombre, aunque no piso tus huellas, no es el mismo tiempo no son los mismos caminos, aunque el suelo es el mismo, latino. Sigo tus pasos, hombre, en tus ideas y en tu espíritu, en tu fuerza y tu voluntad. Sigo tus pasos, compañero “Che” Guevara.
Soy un pájaro herido, que intentó volar en el cielo de tus pupilas, y se quedó varado en la playa de tus ojos; contemplando ese azul, como contempló  una puesta de sol en las playas de la isla de Pascua; al Arco Iris que juega en los corales de la gran barrera australiana; al turquesa de los atolones en la Polinesia. Y como en un Aleph, en tu pupila, las infinitas bellezas se mostraban una tras otra, y  sólo las podía imaginar desde la ribera de tus ojos. Soy un pájaro herido que no debe  volar en el cielo de tus pupilas, que no puede respirar en tu espíritu, y que trata de adivinar desde la costa de tu alma, la  profundidad de tu ser.
Pajaro Herido
Autor: Orlando José Biassi  507 Lecturas
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En la distancia y en el tiempo de tu vientre creciendo, a la mujer con manantiales en sus senos. ¿Cuántos sueños, cuántos miedos? Y la dicha abrió los ojos, con fuerza, con dolor, trajiste una esperanza arropada en la suave piel de una niña. Trajiste un mañana de  sol en los ojos, en los tuyos y en los de ella, trajiste ilusiones, alegrías, pero... también trajiste noches de tormenta viento y tempestad, lágrimas por amores perdidos, dolores por desencuentros.... No te asustes, ya los has vivido, ese es el camino mostrarle que la vida es tiempo y cada momento es un recuerdo y que las lágrimas son para que nos crezcan jardines en el corazón, jardines que nos alegran el alma, como ella, que es la mejor flor de tu jardín
Llovía suavemente, Mara en su casa miraba la lluvia de la media mañana  y se acordó de otra lluvia  de noche en Alejandro cuando les mintió a sus padres,  ella se había ido de la casa diciendo que salía para Río IV a terminar de completar sus estudios. ¿Por qué había hecho eso? Por esa sonrisa tierna e inocente; sí, fue esa sonrisa inocente de muchacho bueno, como cuando lo conoció en el ómnibus. Ella venía cansada de Río IV, era el fin de semana y sólo quería llegar a su casa después de una larga semana de estudio, su mente y todo su cuerpo tenían como meta su pieza y su cama en Canals, llegar y acostarse a dormir.             Subió al ómnibus, miró, había un asiento vació, se sentó y apoyó el libro que llevaba en la mano en su falda, como para tener algo por las dudas no se pudiera dormir,  y cerró los ojos. Como a los diez minutos sintió la voz del muchacho a su lado que le preguntaba señalando el libro. - ¿Leés?             Abrió los ojos pensando en decirle: “No, llevo el libro para disimular que soy intelectual”. Pero vio un muchacho con cara de: “Es la única estupidez que se me ocurrió” y una sonrisa  de nene bueno con unos ojitos tiernos, entonces le contestó que sí, que estudiaba en la Facultad; y agregó. - Me llamó Mara. - Yo Pablo, le dijo él Le contó de su trabajo, de su vida; ella de la facultad, del cansancio, de su Canals. Él de su Carlota; charlaron por casi una hora, cuando él se bajó le entregó su número de teléfono en un papelito, que ella prolijamente dobló y lo puso dentro del cenicerito de la butaca, tirar un papel al piso no estaba bien, y cerrando sus ojos se volvió a dormir.             Seguía lloviendo, Mara se cebó un mate, y se volvió a acordar  de esa noche de lluvia, que en vez de ir a Río IV, cuando el ómnibus pasó por Alejandro, se bajó y se fue derechito a la mueblería, donde Pablo vivía y atendía, golpeó, golpeó y nada y esa lluvia que caía sin piedad.             En un momento pensó que estoy haciendo acá, por qué me bajé, se estaba cansando estaba mojada, y furiosa. Se acordó de ese boliche de La Carlota, estaba sentada con unas amigas cuando sintió una voz que le decía. - Mara, ¿cómo andás? ¿Te acordás de mí?. - No, no te conozco. No sé quien sos.             Era Pablo, que le hizo acordar ese encuentro en el ómnibus dos años y medio atrás, ella hizo un esfuerzo y se acordó, él la invitó a bailar, miró a su costado tratando de que sus amigas la salvaran, pero éstas miraban a un costado haciéndose las desentendidas. No le quedó más remedio que salir a bailar.             Lo miraba bailar y no podía creer que alguien bailara tan mal, se acordó que tenía una mueblería, y claro, “es de madera”. Pablo daba saltitos, parecía una mezcla de canguro con robot por lo duro. Ella nerviosa miraba a los costados y sentía que todas las miradas estaban en ella. No puede bailar tan mal, volvió a pensar. Y haciendo un mohín, le dijo. - Lo siento, estoy cansada, me voy a sentar.             Y se fue a su asiento de nuevo. Pero eso no fue todo. Antes de terminar el baile, un Pablo sonriente se le apareció con una caja de bombones y esa sonrisa de niño bueno, le miró  “que se le va hacer, pensó, esa sonrisa y bombones derriten a cualquiera”. Se fue de madrugada a Canals y volvió a la Carlota, a pasar el día con él, después de eso ya estaba decidida, no sólo iba a pasar el día, también la vida; a pesar de la contra de sus padres.             “Claro pensó mientras volvió a golpear con fuerza el portón de metal, por eso me estoy mojando.” Golpeó de nuevo con fuerza hasta que  apareció un vecino y  le dijo que Pablo se había ido hasta la ruta para ver si podía volver a La Carlota. Volvió corriendo hasta la ruta y lo encontró en una casilla, refugiado, haciendo dedo para volver a su pueblo. Se abrazaron  con ternura y se fueron de nuevo al pueblo, a la mueblería, pero Pablo no se decidía, pensaba en el desorden que había adentro, que no había hecho la cama, que en la cocina estaba todo sucio, con platos con restos de comida.             La lluvia golpeaba los cristales, Mara, le dio otra chupada a la bombilla del mate, la misma lluvia sonrió pensando, “sí, la misma lluvia de aquella noche”, cuando decidida le dijo que estaba en Alejandro, “porque quería, necesitaba vivir con él, que no podía pasar otro día de su vida lejos de él”. Pablo comprendió rompió con su novia y toda una nueva vida comenzó. Al año nació Kevin, y después de un tiempo, Iara, sus dos hijos, que cuando decidieron formalizar iban delante de ellos, llevando los anillos, Kevin serio y vestido como Pablo, Iara rubia y hermosa como mamá. Los cuatro entrando en esa carreta, y los cuatro felices partiendo a la Luna de Miel. “Bueno,  pensó Mara mirando la lluvia en su casa de La Carlota, mejor me pongo a hacer algo y dejo la añoranza”, una voz se escuchó, era Kevin, “Mamá, qué te pasa estás llorando”. Comprendió que unas lagrimitas se le habían escapado. De golpe entró Iara corriendo, “Mamá hay que comprarme las cosas para la escuela”. “Cierto, pensó, hay que hacer las compras para la escuela.”  Kevin empezaba el secundario y Iara primer grado. Sonriendo miró a sus hijos, algún día les contaría de esa noche de lluvia.           
Tú eres la esencia, donde están escondidas las imágenes perdidas de mi vida vacía. Tú eres el amanecer que en la semana sacude mi alma para hacerme crecer. Tú eres el canto, que se hace llanto por mis travesuras. Tú eres el cimiento donde yo asientomi vida futura.
Mamá
Autor: Orlando José Biassi  465 Lecturas
Una vez caminando por la calle Deán Funes, al frente de la cámara de Senadores, había una persona parada, que gesticulaba y  gritaba, me paré para escuchar que era lo que gritaba y si vendía algo, pero no vendía ni estaba actuando, estaba gritando que el tenía un número de Documento y que tenía un documento y con ese documento los había votado y lo tenían que escuchar.             Prácticamente los gritos se confundían con el llanto y la forma típica de hablar del que está un poco borracho, seguí caminando porque nada se podía hacer salvo que los dos termináramos presos por destruir la propiedad pública, cosa que como todos saben está mal,  por lo menos destruirla abiertamente, porque muchos han destruido la mayor propiedad pública, que es el Estado, y en vez de arrestarle le han felicitado.             Pero algo iba hacer, y sentado en un bar, con una birome en la mano, un papel en blanco y una botella de cerveza en la mesa, hice una de las pocas cosas que se puede decir me salen bien, escribir unos versos, éstos versos.   La luz ya alcanza a iluminar toda tu casita, aunque todavía no ha amanecido, pero es tan chica y son tantos entre chicos y mujer hacemos el equipo, once, para jugar el partido al hambre. para lo único que alcanza. Y te vas antes del desayuno, preferís no estar cuando entre todos se reparten ese boyo de pan que tu mujer como Cristo, multiplica vaya saber como. Tomás tus herramientas, la pala de punta, el pico, la pala buchona, cargás las cosas en el bolso y salís para ver si en alguna obra necesitan peón por horas. Pero ya no se trabaja como antes, las changas son cada vez más escasas, y con tanto chiquerío no te quieren tomar, como dice la patronal, el salario familiar vio, además ya nos sos un pibe y no se quieren arriesgar. Haber si te pasa algo y te tenemos que pagar como bueno. Y pasan las obras y pasan los capataces y de tanto rebotar ya te sentís pelota, y de tanto rebotar te sentís inútil. Y cuando ya llega la tarde se te ha  hecho un nudo en la garganta, y no podes ni siquiera respirar, y en el centro cerca de la terminal ves al politiquerito ese que pasó por tu casa prometiéndote que todo iba a cambiar. Iba en un auto que no era el que fue a tu casa, esta vez iba en uno de lujo, y no diste más, para no terminar preso terminaste en el bar pidiendo ese vino por centavos, que disuelve los nudos que te disuelve hasta las tripas. Pero no,  este nudo no lo disolvió era fuerte, eran los chicos y el boyo de pan era tu mujer cada vez más flaca, era tu cuarto-casa, y así como estabas, corazón roto, te paraste frente de la casa de los que prometieron y te pusiste a gritar. Gritastes de tus hijos, de tu flaca mujer, de la falta de trabajo, de la falta de pan, de lo que te prometieron, de lo que no te dan, del hambre, gritaste, gritaste, pero, corazón roto no grités más. Tras esas paredes nadie escucha, sólo hay cerebros cuenta votos, sólo hay mentes de calcular y, a un corazón roto, a un corazón roto hermano, sólo otro corazón lo puede escuchar.
Corazón roto
Autor: Orlando José Biassi  458 Lecturas
¿Si nos hubiéramos encontrado? Los rostros tendrían cara, los fantasmas se harían corpóreos, las palabras escritas serían rumores armoniosos. ¿Si nos hubiéramos encontrado? No serían los mismos el color de los ojos, ni el sonido de la risa, ni el color de las lágrimas, ni los gestos, ni las sombras ¿Si nos hubiéramos encontrado? Todo sería igual, todo sería distinto, espejos de letras dispersas, reflejos de sentimientos entredichos, entrelíneas, entre palabras. ¿Si nos hubiéramos encontrado? El mundo de lo no presente, se hubiera presentado solemne, buscando el  recuerdo del mundo imaginario. O el mundo de lo presente, simplemente, nos hubiera alcanzado ¿Si nos hubiéramos encontrado? ¿Estaría escribiendo esta absurda poesía o estarías en mis brazos? ¿Si nos hubiéramos encontrado?

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