Lo más doloroso es sentir que eres insuficiente. No hay forma de explicarlo con claridad, pero hay días en que los pasos parecen tropiezos y los triunfos fracasos. Por más que trates de avanzar te das cuenta de que nadie estará ahí cuando realmente quieres expresarlo y aquí estas, dejando que tus mejillas actúen como un pequeño estero, esperando una mano, un gesto. Estos no llegan, por muy mínimo que se quieran, y te desgastas día a día viendo como si están para los demás, para esos mismos que crees están para ti, entendiendo que todos los momentos y esfuerzos no sirvieron de nada, queriendo que te miren como antes. Es tu culpa pensar que podrías lograr algo diferente, ser alguien diferente. Pero te ignoraron como cualquier ser inerte, como alguien que el tiempo cura y olvida. La rabia e inseguridad se acumulan y por más que trates de ocultarlo, volverán, siempre lo han hecho y nuevamente lloverá en tu interior. No hay forma de que sea diferente, si todas las personas que te sonríen te ocultan algo. Por muy cercanas que las creas no aportan lo que realmente esperas de ellas, cada quien con su propia conveniencia, opinión y desagrado. Ahora duele el pecho y quizás algún día estas 250 palabras escritas se transformen en una sonrisa para dedicarla a quien suelte el amarre que hay en tus pies, soltando el desánimo, y te lleve fuera de la tormenta, donde lo mejor de ti nazca, viva y se quede.