• Lena-chan (Tetsuhiro)
Mori
Jugar con las palabras; intentar liberar tu alma... tomar fuerzas para seguir viviendo. Por que una letra sin sinceridad y entrega, es una simple existencia vacia.
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  • País: -
 
DÍA PRIMERO Es Lunes, el sol ardiente se levanta ante mi imposibilidad de mirarlo de frente; me duele la cabeza y tengo la sensación de haber perdido algo, supongo, estoy borracho. Mi cama esta completamente destruida y solo tengo una bermuda como ropa, tengo frío pero no quiero moverme para tomar las sabanas beige que casi tocan el suelo. No recuerdo nada, y sé que es preferible no recordar… ¡valla! Olvide que se sentía estar así. -¡levántate! – grita mi compañero de habitación. Traté de relegar que vivía a treinta kilómetros de la cuidad, en un escuela de varones sin mas compañía que un joven talentoso con poca imaginación - ¿Dónde estuviste anoche? No siempre te saldrán bien tus juegos, ya lo sabes… -No es un juego – contesto con un hilo de voz, me siento triste y no entiendo porque. Noto que mi cuerpo esta pegajoso y mi ropa tirada en el suelo esta  completamente destruida, pero aún no me quiero mover, pienso, trato de recordar pero… ¿Qué ha pasado? – Zenón, ¿a que hora llegue? -No sé – contesta – tres, cuatro de la mañana; un hombre te trajo diciendo que habías chocado con su auto ¿por eso tu ropa esta así, cierto? – Su mirada me intriga, lleva una esperanza vacía ante esa explicación y la confronta sin éxito con mi contemplación dudosa - ¿cierto? - repite - Es tarde, llegaras tarde a clase… yo… yo dormiré un poco más. No insiste, lo observo caminar a través  la habitación; su  ropa es perfecta, sus pantalones grises cabalmente planchados acentúan su delgada figura, haciéndole parecer frágil su camisa blanca permanece intacta al tiempo y la suciedad, su cabello castaño comienza a crecer mas de lo debido pero aun así, le acentúa su envidiable rostro. A veces lo odio. Me mira de reojo antes de cerrar la puerta de la habitación de un solo golpe, casi inmediatamente la asegura con llave, él sabe que alguien podría buscarme, pero ¿para qué? Maldito sol, tan resplandeciente, tan feliz, quisiera apagarlo, apagarlo para que deje de herir mis ojos, mi mente, pero tengo pereza, es demasiado esfuerzo; en cierto momento intente cerrar la cortina pero no puedo, fue Zenón, lo hizo a propósito para que asista a clases. Lo odio. Estoy delirando ya pienso cosas sin sentido, hablo con el aire y bufo vida, cuando realmente ella se burla de mí. ¿Qué hago? Tal vez debería tratar de recordar. ¿Qué sentido tiene eso? -¡espera! – me grito a mi mismo levantándome de golpe de la cama - ¿un hombre me trajo? no puede ser –llevo mi mano a la boca, como aquellas mujeres recatadas al darse cuenta de que han cometido una indiscreción, mi corazón comienza a palpitar rápidamente, furioso, agresivo, demandante - ¿podrá ser que… ¡No! No puede ser reviso desesperadamente mi ropa, el espejo que esta a un costado de mi cama, permite que me vea de cuerpo completo. Estoy hecho un asco, estoy morado ¡morado! Ja… mi cuello está lleno de chupetones, mi cuerpo parece golpeado, pálido pero, no me duele, ese hombre ¿me habrá hecho algo? -Es imposible – respondo – imposible, es una estupidez. -¿Qué es una estupidez? – pregunta Zenón, sonriendo travieso. Odio cuando hace eso, cree parecer hermoso. Vuelve la mirada hacia mi dirigiéndome un termo lleno de café, no sentí el miedo en su mirada hasta que el café derramo al suelo, pasmado en desconcierto - ¿Qué te ha pasado, Ichiro? Estás todo…   Sus palabras se detienen en seco. Hay algo, algo malo en mí que no he podido observar. ¿Qué pasa? Noto mi propio miedo reflejado en intensos estremecimientos pávidos, danzando ante mi ignorancia mano a mano con mi suplica; suplico por que pronuncie una palabra, que me explique que cuide de mi. No entiendo nada, el miedo se apodera de mis extremidades y un disparo obscuro convertido en presentimiento abalanza sobre mi; caigo al suelo. -¿te duele? – Zenón hinca a lado mío y comienza a tocar mi espalda baja, empieza a doler. Duele. Duele mucho. Él tiene miedo de tocarme, puedo verlo su rostro pálido, puedo notar que sonríe aun en contra de su voluntad; miedoso me levanta del suelo y me lleva afanadamente a mi cama - ¿Dónde estuviste ayer? Dime, sabes perfectamente que no le diré nada a nadie... – su voz se escucha lejana, dulce, comprensiva, me odio por tener que aceptar esto. Lo necesito. -M-me.. G-gus-stas… -¿Qué? – Pregunta tratando de creer que había imaginado aquello, su mirada me dice que ha comprendido mis palabras, pero su moral y el miedo a la vergüenza es aun más fuerte. ¿Por qué tuve que ceder yo primero? ¡ah! Si, porque lo necesito – Supongo que te duele mucho, Ichiro. Debo llevarte  la enfermería, diremos que ayer por la noche caíste por las escaleras y que no querías molestar a nadie.Esta sonrojado e inmediatamente comienza a temer, mi cuerpo esta herido y sus manos tiemblan al tratar de vestirme para poder cumplir con su plan. Extrañamente estoy feliz, no me importa nada, a pesar de todo. Yo lo odio. Lo odio mucho porque quiero besarlo. Su cabello se mueve ligeramente, de un lado a otro jugueteando con  el nerviosismo de mi compañero, su ternura e fragilidad me hacen pensar que soy un pervertido, un acosador, un peligro… - Déjame – le ordeno al momento en él que intenta quitarme la bermuda - ¿Qué demonios crees que haces? – Es peligroso, muy peligroso, si él me toca no sé que podría llegar a  pasar – ¡suéltame! ¡Suéltame te digo! Sangre, semen, dolor, miedo. -¿Dónde estabas, Ichiro? -No sé, no recuerdo nada – miro su mano derecha, aquella mano que trataba de forzar mi desnudez, ambos miramos asustados la sangre coagulada que se la pegado a sus dedos, su mirada esta llena de miedo, mueve negativamente la cabeza y se aleja de mi. Me odia. - No me digas nada, nunca más – dice sin mirarme, aprieta sus puños con fuerza sin levantarlos ni moverlos, parece maduro y sombrío – tú nunca me has tenido confianza, Ichiro, a pesar de que te he protegido de los demás chicos del  instituto, dices que soy estúpido ¿cierto? ¡No! hable de él a sus espaldas y me arrepiento, no sabía lo que hacía. Me duele, lanzo un gemido agonizante al sentir insistentes y dolorosas picaduras en mí, mí… recto. ¡No!  ¡Eso no!  ¡No! -¡Zenón! – Suplico tomándole desesperado de la tela blanca de su camisa, estoy temblando, mi corazón palpita como nunca lo había hecho, tan fuerte que me duele; tengo la mirada baja igual que mi moral, que mi vergüenza, que mi miedo, recorriendo el camino desde mi alma hasta el suelo- ¡no me dejes! -¿dejarte? – Pregunta inclinando la cabeza para cerciorar su sospecha, comencé a llorar - ¿Por qué habría de dejarte? Si nunca hemos estado juntos, idiota. ¿Qué significa aquello? Levanto mi mirada para poder observar su expresión, si la sinceridad puede observársele a través de los ojos, si se esta burlando de mí. Es la primera vez que observo tan detenidamente sus ojos grises, sus labios rosados; no dimite, no intenta hacer nada simplemente me observa y me invita a observarnos. Volteo la mirada al espejo, él tiene su mano sobre mi mejilla voleándola hacia nuestro reflejo, su otra mano esta manchada de mi sangre y semen, su cabello se rige seductoramente a los míos mientras su mirada esta dirigía a mis labios.       -¿puedes verte? – No, no puedo verme. Porque lo único que quiero observar es su mirada, su sonrisa – Ichiro, ¿puedes vernos? -S-si… - apenas logro pronunciar al ver mi figura, estoy delgado y pálido, parezco enfermo, como aquellos mármoles grises del jardín trasero, no valgo la pena para Zenón, no soy inteligente, ni talentoso,  no tengo amigos. No tengo nada. -¿puedes notar que te trato de proteger? -S-si… -¿Dónde estabas, Ichiro? – vuelve a insistir, ahora su voz es diferente, puedo sentir su aliento sobre mi oreja y su calor ante mi pecho, el sol sigue molestándome. Volteo la mirada a sus ojos grises al ritmo que mi sangre pierde el control ante mis latidos. Zenón no deja de mirarme, su mirada es tan fija  que me causa inseguridad, soy como un niño esperando iracundo el calor maternal.  -¿Quién te hizo esto? ¿Ese hombre? él que te trajo por la madrugada -No, no lo sé, perdóname – estoy llorando como un niño sintiendo un miedo protervo y permanente, me siento sucio al imaginar lo posible y renegar de no poder recordar, tan sucio que podría quemar mi cuerpo como sacrificio por  mis pecados al sol. Zenón ha comenzado a respirar trabajosamente, su mirada sigue fija, como cuando descubrimos algo maravilloso, tengo  una inmensa vergüenza al sentirlo tan cerca y me obligo a creer que no soy suficiente para él. Toma su mano izquierda llevándola a mí cintura, me empuja fuertemente a su pelvis que anuncia el despertar de su virilidad, me siento débil, como si esas sensaciones me obligaran a estar a su completa disposición, dependiente. Estoy atrapado. Su mano derecha me invita un sorbo de él en forma de un consumado y excitante beso, no puedo respirar correctamente pero temo alejarme demasiado para poder no romper con ese momento. Quiero más. Quiero que borre la zozobra de imaginar lo que ha pasado. -T-te quiero -pronuncio ante mi primera oportunidad para recobrar el aliento, la mirada de Zenón es completamente desconocida para mí, esta temblando por mí,  igual que yo tiemblo y ruego por él; sus ojos comprensivos se alegran al igual que la sonrisa sincera que siempre quise que fuera mía, espero su respuesta ansioso al paso que el sol golpea insistentemente mi rostro. -Te amo, Ichiro – contesta abrazándome – por eso quédate conmigo, olvidemos que ha pasado algo, permíteme borrarte las heridas que hay sobre tu piel y sobre tu alma. Déjame permanecer en tu corazón  y vengar tu dolor.   ________________________[Ichiro: Hijo primero, japonés / Zenón: El que vive, griego/ Blake: obscuridad, ingles/Arnau: gobierno, mando, poder, germánico] 
- No importa cuanto lo intentes. Las cosas no van a cambiar con desearlo. Aunque tampoco creo que cambien si haces algo; eres un caso perdido.-Ya sé que soy un asco, soy tu hijo. Esas palabras hieren. ¿Qué puedo hacer?  Sólo soy un joven sin talento aparente. Puedo salir de mi casa y perderme; dejar todo atrás. Buscar un  nuevo camino por mi mismo. Pero soy un cobarde. Me da miedo salir a las calles sin protección alguna, ¡ah! eso se escucho tan miserable... Es la verdad.Puedo embriagarme y pensar en las razones por las que me siento tan miserable. Puedo recordar todos esos momentos en los que intente convertirme en un hombre, aquel que añoraban mis padres. Puedo avergonzarme de mi, como ellos lo han hecho. Yo soy un...Idiota.El camino se torna tan terso y  admisible cuando no tienes un lugar al cual acudir, las miradas de las personas molestan. El camino se cierra.No recuerdo bien como ha empezado todo esto, era un jovenzuelo inocente en aquellas épocas. Quería ser abogado, tener una gran casa, un automovil impresionante. Quería tomar el mundo entre mis manos y saciarme con él. ¡que sueños tan idiotas! Tan solo mirame, en una casa que no tiene ni 7 metros de largo. Escucha, los gritos de unos padres que no se comprenden. ¿que puedo hacer? solo tengo 9 años.Mi vida es una mierda, y lo es aun mas cuando te rindes a esta edad. ¡Se supone que debiese jugar! ¡Que debiese salir a la calle y hacer  tonterias!... estoy aquí, caminando como vagabundo por las calles, imaginando si mi madre esta a salvo o ese animal la ha matado. Si mi hermana esta escuchando los golpes y los gritos. ¡Que hermoso destino! ¡Que hermosa vida se me ha designado! Un padre irresponsable, una madre sumisa... una hermana inocente. Un hijo de mierda. Sería mejor si diese mi vida por ellos. Tal vez ellos se entenderían, así como lo hacen en la TV. Si... eso funcionará. Dalila tendría una madre amorosa, un padre comprensivo... si no funcionara, no importaria mucho. Yo estaria descanzando, porque me estoy cansando y no quiero seguir escuchando los gritos, las sirenas y sentir la sangre. Imaginando una madre viva, y un padre libre... Imaginando que tengo 9 años y que sigo vivo... 
Déjà vu
Autor: Lena-chan (Tetsuhiro)  539 Lecturas
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