• Jose Luis Aguilar Sanchez
Luis Sanchez
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 La tranquila y tibia mañana en que Don Francisco había fallecido, contrasto mucho con los últimos momentos que presenció, atiborrado de enfermedades y de alcohol, incompleto pues había perdido un dedo de su mano derecha en un incidente con un arma, sus últimos estertores estuvieron repletos en igual medida de corajes y dolor, con este gesto definitivo dejo este mundo, siendo este tal vez, más un acto piadoso que una tragedia. Esa misma mañana la familia de Esteban despertaba tranquilamente sin conocer aún el reciente deceso.-Dime, ¿Estás seguro de querer ir?-Eh?, Si, si… no hay problema -Contesto Esteban, algo adormilado en sus pensamientos, mientras se dirigía en auto con su padre, al funeral de su abuelo.-Entonces… ¿De que murió? -Pregunto Esteban-No lo sé, hace mucho que no eh sabido nada de él, aunque tenía de todo, la verdad yo creía que ya hacía tiempo que había fallecido. –Replico a Esteban con desinterés.- Y ¿Quién vivía con él? O ¿Quién lo cuidaba?-¡Con él nadie!, aunque a lo mejor le ayudaban sus hermanos, quién sabe, además siempre se le dio bien ahuyentar a todos y aun si no lo hizo a propósito, de todas formas se quedó solo. Aun con eso, yo diría que tuvo suerte, de todas formas él no fue ningún santo, te digo esto porqué bueno, yo sé que tú nunca lo conociste. Pero dime, de verdad ¿Estás seguro de querer ir?-Sí, te digo que sí… ¿Hasta dónde vamos?-Pues donde vivió, ya reconocerás ese abandonado lugar cuando lleguemos.Comenzaba el atardecer, cuando en una calle sin pavimentar el auto se detuvo, al ver por la ventana Esteban noto que al frente de una casa, que más bien parecía estar en obra negra, unos borrachos bebían a fuera del portón y al ver el moño negro que laureaba perfectamente esa humilde morada, era fácil suponer que habían llegado.Con paso lento avanzaron hacia la entrada por ese camino de terracería, esquivando a los amigos de jolgorio del difunto, que les ofrecían un trago de licor barato, entraron y ambos se quedaron unos segundos observando aquella escena que se presentaba ante ellos. En el zaguán, al frente de una docena de sillas alquiladas, mal puestas sobre la tierra dispareja, se encontraba sobre el carro mortuorio el respectivo ataúd. De madera clara y barnizada, típicamente decorada en los costados con molduras de metal, rodeado en la base por varios jarrones de arreglos florales que tenían: Nubes, Crisantemos, Alcatraces, Lirios entre otras flores. Había además, una cera en cada esquina, colocadas sobre candeleros altos por donde escurrían la parafina de las veladoras, el ataúd tenía además una pequeña placa, que notó más tarde Esteban al acercarse a despedirse del difunto, en donde se alcanzaba a leer el nombre y tiempo que vivió, resumido en una línea entre dos fechas. Era extraño estar ahí de pie, frente a tantos elementos que no se podían dejar de observar, además, la tapa superior del ataúd estaba levantada, Esteban estaba tan abstraído observando, que le fue imposible disimular su curiosidad y no notó cuando comenzó a enderezar pausadamente el cuello y a levantar levemente las cejas queriendo asomarse o ver a través de la madera, en eso estaba cuando se sobresaltó al oír que le decían.-Ve a sentarte allá y espérame.-¿Cómo? ¿A dónde vas?-Tengo que ir a ver a los hermanos del difunto, es seguro que van a querer que pague algode esto. No tardo mucho, ve, corre.Sentado en una esquina de la de segunda hilera Esteban observaba la razón de queestuvieran ahí. Podría decirse que era su segundo encuentro con un muerto, aunque elprimero no fue también una persona, sino un perro suyo, pero a ese si le lloro. Comenzó asentir el calor de las velas, que se hacían notar cada vez más en contraste con el frio de lanoche, así como también el olor del humo de copal quemándose en el carbón delsahumerio, contrastaba a su vez con un olor picante a orines, proveniente de una letrinaque estaba a unos escasos metros.Divagando con estas cosas en mente, pensó en las velas y en el frio que se sentían en lasposadas de diciembre y al mismo tiempo pensó en el olor a copal que predomina en todoslados en día de muertos.-No sé a quién se le haya ocurrido usarlo para estas ocasiones, pero no pudo elegir mejoraroma, sin que te des cuenta te sientes nostálgico después de un rato. -Pensó Estebaninhalando cada vez que el viento acercaba la nube de blanco humo a su cara.-Pero… por más que quiera, ni con todo el copal del mundo lograría sentir pena por esetriste difunto y parezco no ser el único, tan solo esos borrachos siguen allá afuerahaciendo fiesta, gritando y riendo, en vez de estar aquí y bueno… tal vez solo están porcostumbre, se ve que no saben hacer otra cosa, pasan los días bebiendo, muere alguien ynuevamente se alcoholizan, que más iban a hacer.Pero… ¿Y los tíos-abuelos? Los hermanos del difunto que están allá inmóviles, lo comúnseria que estuviesen llorando o estremecidos pero… no es así, están solo allá, retrancadosen la pared con rostros calmos y más bien aburridos, con los ojos descansando sobre elataúd frente a ellos pero que realmente no ven, parece que lo ven pero es obvio que otrasimágenes son las que pasan frente a sus ojos. Ni siquiera se sientan aquí.¿Y qué hay de mi papá? Que en las contadas veces en que lo escuche hablar del abuelo,siempre lo describía de forma despectiva y lo relacionaba con el alcohol, a mí,directamente nunca me dijo nada de él, y por alguna razón yo tampoco quise saber,simplemente asumí que era algo por lo que no debía preguntar, era un sutil acuerdoimplícito.Entonces ¿Por qué tantas molestias? Ese bello ataúd, esas flores y todo el serviciofunerario completo, ¿Será que querían compensar tantos años de abandono a su hermanocon este último gesto?, quizá, aunque más bien, tal vez solo pensaron que esto era lológico, ellos igual que yo, simplemente asumieron que así era o deberían ser las cosas.Ahora que estoy aquí, contemplando esto, me pregunto cómo será no estar vivo. En ciertosentido, creo que es cierta la frase de que uno se mantiene vivo en los recuerdosaunque…en este caso solo debe haber por mucho cuatro o cinco personas que loconocieron, sin duda cada uno conoció a un Don Francisco distinto.Quizá un Don Francisco joven, mal padre, que siempre creyó tener la razón.Quizá un Don Francisco altanero y molesto, que siempre estaba ebrio.Quizá también un Don Francisco un tanto borroso y con una mano siempre en la botella.¡Ah! y también un Don Francisco echo de pedazos, de conversaciones y suposiciones, aun sin un rostro claro, pues aún no lo eh visto. No recuerdo quien, pero me habían dicho que me parecía a él, de joven, pero más alto.Cuando sea mi turno, espero que la diferencia no solo sea de unos cuentos centímetros en la madera. Ahora, realmente tengo curiosidad por verlo.-Esto pasaba por su mente cuando despertó de su ensimismamiento al sentir a su padre sentarse a su lado.-¡Nada pueden hacer bien! Dicen que esperemos otros veinte minutos, porque se le hizo tarde a las que van a hacer el rosario, ¡A la chingada!, ¡Si en cinco minutos no llegan nos largamos! -Dijo el padre de Esteban irritado por la espera.-Sí, está bien.Sin oportunidad de reducir el tiempo dictado, a los pocos segundos se escuchó la voz reseca y temblorosa de dos mujeres ancianas que se anunciaron diciendo.-¡Buenas noches!... –A lo cual nadie respondió.A excepción de los ebrios, todos tomaron asiento para comenzar el velorio, usando solo siete de las doce sillas pues nadie más de había presentado a la ocasión. Persignándose tal y como había aprendido cuando tomaba catecismo, haciendo la señal de la cruz con pulgar e indicé, Esteban comenzó a repetir junto a los demás las oraciones que las ancianas recitaban de memoria.Los repetitivos e intercalados Ave María y Dios te salve eran suficientes para poner en trance a cualquiera, a pesar de saber las oraciones Esteban no creía que estas prácticas algún día le fueran a otorgar después de su muerte, una eternidad de nubes, ropas blancas, arpas y un trabajo perpetuo de alabando a su creador, mucho menos creía en eso que solían decirle cuando preguntaba -¿Qué se hace estando en el cielo? -y la respuesta era -”Estar en gracia de dios” -sea lo que eso signifique. A pesar de esto, lo hacía porqué creía que en algo debía ayudar a las personas en duelo, ver a familiares y amigos congregados alrededor de lo que en otro tiempo fue una persona, irónicamente esas oraciones daban más paz a los vivos que a los muertos, aunque en este caso no le parecía que alguien necesitara consuelo.Una vez terminaron, las ancianas recogieron su pago y se marcharon más rápido de lo que entraron, esta vez sin decir nada.-Bien ya fue todo, vámonos.-Entonces… ¿No nos vamos a despedir? –pregunto esteban-Agh…! –Suspiro –La verdad prefiero terminar aquí, pero si tú quieres ir, pues te espero haya afuera.-Sí, te alcanzo en un momento.Despacio y con paso firme Esteban se dirigió al ataúd, conforme se iba acercando comenzó a notar la piel morena y reseca de su difunto abuelo. Parado de un lado del ataúd, se estremeció al notar el evidente parecido que tenían, pese a los años de diferencia y al desgaste que estos dejaron en su rostro había una similitud innegable. Finalmente pudo poner un rostro a quien antes estaba echo solo de palabras e ideas y le asustaba lo mucho que ese rostro, por momentos, en el cumulo de ideas, se confundía con el suyo. Si algo de coherente encontró al verlo, fue que lo habían vestido de la forma en que en otro tiempo lo hubiese encontrado bebiendo frente a su casa, hubiera sido una afrenta ponerle un traje elegante, cuando en vida no conoció mejores ropas que esas. Tenía puesta una camisa de vestir de manga larga, a cuadros, color azul cielo, algo desgastada y fajada en el pantalón, alcanzo a ver que llevaba un cinturón de cuero café claro, con una hebilla vaquera, tal vez fuera por esa similitud recién descubierta que le causó mucha tristeza ver lo delgado que estaba, incluso el ataúd parecía quedarle grande, un escalofrió le recorrió el cuerpo cuando observó también, sus 9 delgados dedos intercalados entre si reposando sobre su delgado pecho, le faltaba el dedo indicé de la mano derecha, pese a que por esas manos ya no circulaba sangre, aún se le veían claramente las venas en el dorso de las muñecas.Al ver su rostro, lo primero que resaltaba era la calva franciscana que se formaba por su falta de cabello dejando ver una amplia frente, el poco que conservaba a los costados era aún negro, pero opaco; tenía una piel morena y delgada, todavía requemada por el sol, con varias marcas de golpes viejos en el rostro; en el mentón y debajo de las mejillas se le notaba una barba mal rasurada, donde se asomaban algunas canas; la nariz, un poco desviada, tal vez de nacimiento o de tanto caerse de borracho. Pese a todo esto lo que más le impacto eran los ojos, resguardados por unos parpados que a leguas se notaban cansados, pero que por primera vez descansarían, en la comisura de los ojos se le notaban unas arrugas, que se habría puesto cuando entreabriera los ojos mirando al cielo, cuando hubiese sido víctima de algún dolor o cuando hubiese sonreído, pero que olvido quitarse antes de morir. Eran los parpados de un anciano, cansados de todo y de todos, aunque más tarde dedujo Esteban con tristeza, por las fechas en la placa, tan solo tuviera 56 años.

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