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Lu_Literaria
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  • País: Argentina
 
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La oscuridad de Pedro
Autor: Luciana  474 Lecturas
Ya está, me cansé. Me cansé de que rompan el corazón y que después parezca no importarle a nadie. Me harte de ser el hazmerreír de los que me rodean. Me voy allá donde nadie me conoce, en el medio del campo, a disfrutar y dejar de estar pendiente de si sonará el teléfono, si volveré a verlo, si su “nos hablamos, te llamo…” serán por una vez verdad. Siempre me imagine casada y con unos cuantos hijos y cada vez que me ponía a salir con alguien era la misma historia…yo terminaba enamoradísima y él nada.   Y asi con mi ilusión encerrada en una valija bajo llave llegue a la Terminal y pedí un pasaje de ida a Calamuchita. Subí al micro. Con mi cabeza apoyada en la ventanilla, la mirada vacía y los ojos húmedos, dejaba atrás ese pasado que tanto me hirió para encontrarme con mi verdadero yo, esa persona que perdí cuando me enamoré por primera vez, para hallar esas ganas de vivir que hacia tanto tiempo había perdido. Compré una cabaña en una de las sierras, estaba rodeada de practicamente nada, sólo pasto, tierra y arboles.   Me dediqué a hacer mermeladas, me puse un puestito afuera de mi casa, puse llamativos carteles en las rutas. Me iba bastante bien, mejor de lo que imaginaba. En plena temporada se llenaba de turistas y hasta llegué a quedarme sin productos ya que también tenía pedidos de los almacenes del pueblo. Ya aquellas historias de amor fracasadas formaban parte de mi pasado, por fin pude encontrar lo que buscaba y no había ningún hombre involucrado.   Una mañana haciendo el reparto de productos y de volantes me di cuenta de que necesitaba una mano, ya no podía hacer todo sola, asi que puse un aviso en el periódico local: “Se necesita persona para realizar dulces, empaquetar y/o reparto. Presentarse en Paseo de la Montaña y Ruta 10.”   Una semana y sin postulantes, parecía que nadie necesitaba trabajo. También había colocado un cartel sobre el mostrador de la tienda, en verdad necesitaba a alguien. Hasta que un día un turista llego al puesto, compró un par de mermeladas y me preguntó sobre el aviso; era algo alto, de pelo castaño y ojos color chocolate, tenía una mirada cautivadora… normalmente le habría coqueteado pero ya no lo necesitaba, me había desilusionado de los hombres. Así que lo tomé a prueba, mientras empaquetábamos o cortábamos la fruta nos contábamos nuestras historias. Él me contó que había estado en pareja muchos años y que le propuso casamiento pero ella no aceptó, no estaba lista, por lo que Baltasar decidió marcharse y alejarse de todo y encontró este lugar que le pareció salido de un sueño. También me dijo que se había recibido de abogado y que renuncio a su firma para vivir acá.   Baltasar pasó el período de prueba, en realidad nadie más que él se había presentado. Tres meses más tarde, el verano estaba en pleno esplendor, los rayos de sol penetraban por la ventana llenando el ambiente de un calor casi sofocante; con un ventilador de pie que me daba apenas un poco de aire fresco pude pasar un poco la tarde pero ya cuando no pude soportar más decidí dejar de cortar las frutas y por lo menos tirarme un poco de agua en la cara. Fui hasta el baño, me quité la blusa y abrí el agua fría,  me refresqué, luego con los ojos cerrados tanteé la toalla pero no la encontré donde tenía que estar, entonces busqué la que siempre colgaba adentro de la ducha, abrí la cortina, tomé el toallón y me sequé la cara, finalmente abrí los ojos y pude divisar a Baltasar con solo una toalla alrededor de su cintura. Ambos nos miramos fijo, olvidé que no llevaba blusa, sólo se me escapó un “hola…”, él me respondió con lo mismo, hubo un extenso silencio. A los minutos reaccioné de la situación con un “¿Qué hacés acá?”, me respondió que sintió mucho calor y se tomó el atrevimiento de darse una ducha, me pidió disculpas una y mil veces, yo continuaba sin taparme. Sacudí mi cabeza como despertándome de un sueño, me tapé rápidamente y salí.   ¡Dios mío! Si logré escaparme de esto… ¿por qué me siguen? No puedo volver a enamorarme, me niego rotundamente a sentir algo por él, pero creo que ya es tarde… ¡No! ¡No! ¡Basta Alissa! Es solo una relación laboral, nada más que eso. Pasa que debes estar confundida, si, eso debe ser… confusión por estar tanto tiempo con él. Ya está.   Baltasar salió, tomó su mochila, sus mejillas estaban enrojecidas, aunque no lo pude mirar directo a los ojos, me dijo “hasta mañana” y se fue.   Al otro día todo fue muy distinto, ya no hablábamos tanto como antes, sólo cosas del trabajo, a veces lo sorprendía mirándome fijo.   Todos los días me repetía a mi misma: “No te enamores, ya sufriste demasiado”, pero en mi mente seguía proyectándose una y otra vez sus ojos clavados en los míos y su cuerpo perfecto cuando lo sorprendí en la ducha.   Una mañana a lo lejos lo vi desde la ventana caminar con paso firme y mirada profunda. Tocó la puerta, normalmente pasaba sin tocar. Abrí. Acercó tan rápido su cuerpo al mío en un abrazo que no pude atinar a correrme. Luego se alejó un poco, puso sus manos en mi nuca, me arrimó a él y me besó. Durante dos gloriosos minutos me dejé llevar, hasta que recordé las razones por las que estaba en aquel lugar… me alejé. - Me prometí a mi misma no caer de nuevo. Disculpame pero no puedo. Me fui hasta la habitación y cerré la puerta. Todo lo que había construido en este tiempo se desmoronó tan rapido, en solo un segundo mi vida volvió a ser lo que era antes de llegar acá. Escuché una puerta cerrarse, Baltasar se había ido… ¿Acaso había desperdiciado mi ultima oportunidad de ser feliz junto a otra persona?... ¿Cuán estúpida podía ser como para dejarlo escapar?... Quizá nunca más lo vuelva a ver, quizá tiré una vida de felicidad a la basura por un capricho y por unas cuantas veces que me rompieron el corazón. No, no puedo dejarlo ir, tengo que alcanzarlo…   Salí decidida a buscarlo, a decirle que me equivoqué, que quiero estar con él, tomé las llaves de la camioneta pero antes de llegar a la puerta lo encontré sentado en uno de los sillones con la cabeza entre sus manos. Me senté a su lado, levanté su cabeza y le acaricié el rostro. Nos miramos fijamente como aquella vez en el baño.   Tanto que me costó deshacerme del amor por un hombre, ahora me siento más plena; será por unos días, por unos meses… pero nada se compara a este sentimiento de ser felíz con otro, de sentirte completa abrazando a alguien. Seré plenamente feliz por un tiempo, pero por lo menos lo seré.
Una nueva vida
Autor: Luciana  774 Lecturas

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