• Guillermo Capece
GuillermoO
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  • País: Argentina
 
 Sólo amándote me lleno de instinto.Con tu canto armo paisajes,catedrales suaves, gente sin miedo;y entonces,todos los silencios mueren.Mueren cuando tu canto viaja entre los muros de mi cuarto.Y no hay más soledad. Sólo el equilibrio de tus ojos celestes. GuillermoO Direc.Nac.del Derecho de autor   
Subyugan como el cansancio de los puertosestas despedidas, estos reencuentros,estas formas violáceas de la muerte. Si no fuera asíen el jardín de tu frentehabría palomas bebiendo. GuillermoO Direc.NAc. del Derecho de autor 
Palomas bebiendo
Autor: Guillermo Capece  360 Lecturas
Viví una vida alrededor de tus ojos cuando los más hermosos pájaros que transitaron los fiordos de Noruega, los extraños gorriones que violaban los altos castillos de New York cayeron devorándose las alas igual que nosotros pobres que nos comimos nuestro amor. Quedaba la tierra removida en los cementerios de la espera, las estatuas en las que nos habíamos reflejado los olores fuertes y dulces de nuestros cuerpos como holocausto a la causa eterna de un amor en la que afirmábamos nuestra vida. Pero tus ojos tus ojos no fueron inhumados por ninguna mano vengativa. Tus ojos está conmigo y yo lo sé: toda una vida cercándolos fue poco. GuillermoO Direc.Nac. del Derecho de autor    
Nuestro amor
Autor: Guillermo Capece  348 Lecturas
 Abro la puerta de mi casa, pero no hay puerta ni siquiera casa. Sí, un camino de tierra hacia la nada. Vengo a besar a mis animales del delirio. Para después seguir huyendo. Golpeo la puerta. Grito para que me abran. Pero no hay puerta; no hay nadie, ni siquiera el viento moviendo las ramas de un árbol invisible. Se oye una canción. Sólo es el alma de los desposeídos que llora.¿A dónde ir? Soy un hombre extraviado que se hace amigo de su exilio. Él conoce todos los momentos del extraño parque donde yo jugaba en ceremonias desaparecidas. Me acompañan ahora los colores del cercano campo. Iré allí, y me entregaré liviano a algún verdor que invite  a mi corazón para que dance.  Y la puerta de mi casa se abrirá sin duda como el ala de una paloma que llama.   GuillermoO  Direc.Nac.del Derecho de autor 
   La suave brisa me convierte en pájaro. La hora de la tarde ayuda a pensar que estoy soñando, y que cerca de mi tumba, los cazadores, en duermevela, colocados alrededor del vino, cantan. Cazadores y pájaro, lo mismo. El dibujo gris de mi ventana habla a mi memoria como si yo fuera un pájaro que sueña.   GuillermoO  Direc.NAc.del Derecho de autor   
Ver pasar
Autor: Guillermo Capece  407 Lecturas
 En ese cruce mágico entre la noche y el albami corazón en duda tembló frente a tu recuerdo. Pero ahora converso con la espera:ojos que miraron mi voz muy cerca a mis dos ojosdijeron adiós en el tenue instante en que una noche tibia nos nombraba. Entonces cayó el corazón buscando su destino, y el horizonte de un beso se pronunció en la tiniebla débil del recuerdo que mi memoria resguarda. G.C.        
                            "perdoname Majo", de un grafiti en un murode mi barrio, en Buenos Aires.                                G.C.  Majo, perdóname: la sombra de una rosa no es la rosa. (Me voy retirando, Majo:en las inmediaciones de mi alma un pájaro devora su altura.) ¿En qué año nací, Majo?¿Hace un año? ¿Acaso un mes?Soy un ciego que abre el libro de su alma en plena oscuridad.Contempla tú como nunca mi destino.Abárcame, hasta que se levante mi pereza y vuelva a serel valiente caminante que te esperaba,el corazón en mi pecho levemente en marcha:"bienvenida, Majo". No me compares con el aire ni con el final de un cuento nunca leído a la luz del sol en plena noche,porque aire y luz son partes del universo,y yo estoy -hace apenas dos minutos-más allá de todo cosmos,viendo con ojos de ciegomi cuerpo untado con aceites chinos para huír del poderoso olor a la muerte. (Labio de la muerte, aléjate.) Así y todo, cuando apague este poema no sé qué quedará de tí.De mí, te dije que lloré sobre mis pies con mis ojos de viejohace sólo dos minutos. La vida es esto: un bodegón desierto donde hasta el vino es ausente,un corto tiempo que pasa entre caricias duras.El decapitado amor.  Tú estuviste más allá, junto a los árboles que barrían mi montón de estigmas.Conoces la forma de decir adiós, un sábado en la pequeña tarde en que llovía. Yo conozco la zeta,última letra con la que escribozálvenme. G.c.  este es un poema que tiene algunos años, y no es autobiografico; lo encontre, me siguio gustando, y sin saber si lo habia publicado o no (creo que no), lo subo para que lo lean.                        
                             "perdoname Majo", de un grafiti                      en una pared de mi barrio, (Buenos Aires.)                                                        Guillermo                                                        Majo, perdóname: la sombra de una rosa no es la rosa.(Me voy alejando, Majo.En las inmediaciones de mi alma un pájaro devora su altura.)¿En qué año nací, Majo? ¿Hace un año? ¿Acaso un mes?Soy un ciego en algún punto del paraíso.Contempla tú como nunca mi destino.Abárcame, hasta que se levante mi oscuridad y vuelva a ser el absurdo caminante que te esperaba, el corazón en mi pecho levemente en marcha:"bienvenida, Majo." No me compares con el aire, ni con el final de un cuento nunca leídoa la luz del sol en plena noche,porque aire y sol son partes del universo,y yo estoy -hace apenas unos minutos- más allá de todo cosmos,viendo con ojos de ciegomi cuerpo untado con aceites chinos para alejar el poderoso olor de la muerte. (Labio de la muerte, aléjate.) Así y todo, cuando apague este poema no sé qué quedará de tí. De mí, te dije que lloré sobre mis pies con mis ojos de viejohace sólo unos minutos.La vida es esto: un bodegón desierto donde hasta el vino es ausente,un corto tiempo que pasa entre caricias duras.El decapitado amor.Tú estuviste más allá, junto a los árboles que barrían mi montón de estigmas.Conoces la forma de decir adiós, un sábado en la pequeña tarde en que llovía. Yo conozco la zeta,última letra con la que escribozálvenme. G.C.                                                      
Arma blanca
Autor: Guillermo Capece  534 Lecturas
 Ata tu red al gotear de la lluvia;mira que el viento sabe de venganzas y es tarde, todos los trenes se retiran y pronto lanzarán su bruma. Antes de marzo deberás atar tu red para el refugio en la distancia,y citarte con tu alma,a beber la emoción de la selva solitaria.El mapa de pequeñas hormigas hurgando las heridas te dirá que las tristezas son entregas fugaces.Queda la vida. Yo sé que un solo gesto tuyo recorre la mañana,y que mañana tu boca estará libre de silencios,atravesada de luz,humedecida por inevitables azules,besada por la boca que tu quieras.  G.C. 
El deseo
Autor: Guillermo Capece  522 Lecturas
 La obscuridad de la nochenos lleva a atenuaciones de la verdad. Sin embargo,también dicta el curso de lo querido. Cómo saber quién está del otro lado,bajo el signo capital,esa barranca agreste con su paja muda. Tal vez la visión de una rosano sea la rosa,sino el deseo indeleble hacia la rosa. G.C.Direc.Nac.del Derecho de autor 
 Hay instantes en que reconozco mi instinto, y vuelo sobre el tiempo:pesadillas de un demente arropándose en el miedo. Así, lo viajes  son refugios para medir la sangre,o días en que se esparce el hastío flotando en parcelas del alma. Sin embargo percibo los designios:esa mano hechizando al hombre que se miró en su espejo,la mesa  abandonada por el arrebato de la enajenación del hambre,y el cuerpo destrozado para que la vida reconozca su propio límite. Cuando lo líquido de mi piel escapa,el pálido inventario al que acudo en sitios como éste,me enardece,porque suena un humo triste entre los dedos,y fatigosamente lloro repitiendo frases ajenas, sin destino ni perduración. Con los rastros de mi última sonrisa me concedo la tentación de ser otro. G.C.    
  Mi sombra se pasea mirando la noche que tiembla bajo la mirada de los ojos de miel de los muertos. Son bravuras extremas de ella que, como la evolución de un  trompo, definitivamente fenece. Leo en las palmas de mis manos el sabor de las nubes cuando lloran en invierno. Es un llanto nostálgico que se abre cuando muero, porque mis plegarias extranjeras no alcanzan al cielo, y mi corazón se enfría. Entoncesquiero destruírme pues los lagos de mis ojos desbordan en la soledad que yo me doy,y que mi sombra aprueba.  Ella podría defenderme, pero se queda quieta, mi sombra. Una aviesa paloma construye su nido en mi boca. Yo no lo apruebo, pero no hago nada por salvarme. Entonces, pronto, acude la muerte,tenaz, cenagosa. Impávido, casi soñando,yo la recibo como un niño.  G.C.Direc.Nac.del Derecho de autor 
  no sé tu nombrepero tu mirada tiene la presenciade aquellos sentires presentes como un ramo de confesionesentro y salgo de mis penas de sur a norte modula la brisael latido de mi confinado centro todo se aquietamientras el teclado del pianose disuelvey de tus dedos desconocidosbrota un escondido vértigo y eres tú que me llamas G.C.      
Piano
Autor: Guillermo Capece  828 Lecturas
                                     Soy el que comienza a no existir                                    y el que solloza todavía.                                                          Antonio Gamoneda (español, contemporáneo) Para descansar, mi corazóndeja de latir de a ratos.pienso, mido su locura, le reprocho.entoncesvuelven los golpes asustadosa mi pecho. De un largo descanso interminable he de morir un día. G.C.                                        
Confesión
Autor: Guillermo Capece  515 Lecturas
 Desapareció,como la noche frente al alba,mientras yo esperaba todavía su frente librehacia la conquista de lo nuevo;sus brazos de alucinado buzo de mar en el mar,en el esfumado huracán de los días y ahora, en el agudo espectro de la espera.Se fue con silenciosa voz valiente;hermoso, como una mariposa caliente entre los dedos,oliendo aun a mis últimos abrazos,se fue, diciendo un adiós anónimo;se fue quien yo alzaba en los penosos días de lluviahacia la fuente mágica del deseo. Estaré donde él está.Iré hacia algún puerto con mi contraído rostro,conducido por la idea obsesiva del miedo. Quedan entre sus manos los pájaros ocultos de nuestro primer encuentro. G.C.    .
Desapareció
Autor: Guillermo Capece  592 Lecturas
                                           Para Maria del Rosario, Maria Vallejo, Elvia González, Battaglia, Gustavo Adolfo,               Enrique González Matas, Eduardo Fabio Asís.   En mi boca nocturna el amargo deseoporque caen los abrazos,y tu amor se hace pobre, habitante de mundos.Tu amor¿sabrá que la ciudad  vendrá por mí con sus temibles huestes?¿que desapareceré entre las constelaciones sin tu deseo? de quién eres, desolado?de quién?acaso de la furia?de la fuga?del silente frío de todos los inviernos?del retumbo del aullido y la piel de nieve de todas las bocas de los lobos? Siento el amor esperándome, irrenunciable. Pero no serás tú, y yo no pido mucho:apenas unos párpados en vuelo,una flor que huela al tiempo que nos queda,una fiesta transparente,un lenguaje encontrado en la mañana aquellaen que tomaste mi abrazoy dormimos ciegamentehasta salvarnos. G.C.
Mi boca nocturna
Autor: Guillermo Capece  876 Lecturas
  Me importa saber si más allá de tus brazoscrece un pájaro sin alas.Si la nieve y lo extraño  de tu beso, desnudo y seco,son  muestras de un mundo que se quema a mediodía. Me importa saber si tu voz gira preguntas al silencio,o es una flauta precavida que grita sólo en el resplandor del sol poniente,o arde en un gran ofrecimiento para que el mar la llevehacia algún lugar donde los sueños se rescatan. Para dejar de amar me encerraré en un círculo violento, en una mañana espesa de colores pronunciados,en un árbol en el que cada siete días alguien inscriba tu nombre,y quizás cante.  Necesito saber en qué lugar habita el tiempo arrasado de los inocentes de la tierra. G.C. 
 Alma:tu boca se hace luz en mi boca.Tu sonrisa se parece a un territorio cubierto de hojas verdes.Suena el vello suave de tus brazos como una canción voladora,y tus adudaces deseos no son más que plegarias.Por tu sombra camina un potro transparente con su vestimenta de alondra,y el resplandor de una azucena presurosa traza el dibujo de tu lengua.Alma.  Y acaso por reconocertesoy un pájaro inmóvil,y nazco para dejarte olvidada. G.C. 
Alma (editado)
Autor: Guillermo Capece  536 Lecturas
  El armonioso paso de la noche une silencios.Un cuerpo espera quieto,mientras que en las paredesuna multitud de sombras dibujael canto de los solos.Alguien está por morir en ese cuarto.Alquien que no quiere abrigo ni socorro.Nadie vio nunca tanta oscuridad,ni estuvo antes tan ciegopara descifrar los penosos documentos de la muerte.El transitado cuerpo pide con su mirada;pero a su alrededorun temblor callado la recogey pasa. G.C. 
                                                                 A Beba I Ella tenía un plato de sal como una bolsa de trigo donde se buscaba. Tres veces había golpeado en la tormenta como una forma de predecir la muerte. Ella no creía en la libertad ni en los profundos designios del instinto. Cayeron entonces las caricias alquiladas en viejas kermeses de coloresdonde las visitas teñían su pelo de aire y agua consumida.  Una tarde,con remordimientos vestidos de locura, cuyo definitivo corredor estaba hecho de la evasión insomne de la muerta. II A la hora en que callósiete pares de nutrias lamieron su cadáver,y una rosa mantuvo con ella una pasión:el corazón del agua doliente barría para siempre las últimas preguntas. G.C. 
La suicida
Autor: Guillermo Capece  633 Lecturas
 Regresa a ese mar que te contuvocomo capítulo mínimo de una noche.Invocaremos las más sagradas piedras,aquellas que se deshacen sobre los sueños que tuvimos.Regresa, regresa.Aunque yo sepa que lo que ha cursado su destinono vuelve,regresa. Dame un sueño,una luz para poder mirartedesde los atardeceres, que es tu color cuando se disuelve y agrega todo el tiempo en que estuvimos juntos.Estoy loco de ausencia,esa  voz que ignoramos desde siempre; regresa. Te espero con la música que olas inventaron  desesperadamente, hasta inscribirse en tu piel:un caracol quemándose en la cintura de un marvertiginoso y antiguo. G.C.  
Regresa a ese mar
Autor: Guillermo Capece  535 Lecturas
   Yo,el que duerme por tus ojos,el que corre por las eternas piernas que le prestas,el que recita sólo las estrofas aquellas aprendidas en remotos momentos:ese romance que tuvimos con el preciso vino azul;yo,porque tus manos están hechas de leyenda,vengo a tu sombra y digo:no lloraré;la fiesta ha terminado.Nada vale la pena  si estás tan lejos y perdido,tiritando,bajo los capiteles de la nocheo en los arcos claros de la mañana. Dame la libertad.La necesito.Para construírte cerca de mí he de buscar la tierra más desierta.El mar más temeroso es un niño sobre sus olas altas,y todos los misterios del mundo son más ciertoscuando tu presencia llama. Quiero estar cerca de tíy a la vez lejano. (Te amo, tadavía.) Un definitivo recuerdo nos sostiene. G.C.Direc. Nac.del Derecho de autor 
IElegimos estar sobre las voces de un tigre. Un puerto final buscando interrogar las redes.Tanto dolor y tantos pensamientos para no poder oírnos.Te salvó una voz entre pajonales y miseria.Me busca una luna como  taberna roja.Una pregunta hecha silencio. IIDe todos estos inefables actos,y también de esta huella perseguida,no ha quedado más que un repartrirme entre arenas.Tocando bocas errabundas entraré a profesar mi miseria.Acaso un colosal pedido de auxilio sea como una tormenta que no termine. G.C. 
Dos poemas dos
Autor: Guillermo Capece  504 Lecturas
  Para tu paladar de gato de angora he cazado los peces más finos,y frutos de nombres extraños hicieron fiesta en tu boca. Para tu boca preparé los besos más antiguos que se hicieron nuevos en tu arte de besar. En tus pies he calzado flores griegas que dedicados enanos fabricaron con extrema dulzura. Licores libres han pasado por tu garganta en noches navideñas. Para tí los mismos enanos tradujeron los versos más hermosos de Horacio, y tú lo celebraste. Mi sexo enamoró tu sexo en largas sesiones donde tu cuerpo fulgíaentre cardúmenes en el nido de algún mar. Alguna profecía mal iluminada me avisó que te ibas a hundir  en el pecho de las rocas amarillas en un ascender y descender de montañas. Ahora,alas, en una tarde,me llevarán silente donde lavas tu traje de espumas infinitas. G.C. 
 En la intensidad del sueño algo se pierde.Es el último recuerdo que tuvimos del día,el entusiasmo de un magnífico instante,los grandes ojos tibios donde reflejamos nuestras dudas;quizás el ruego de piedad  para que la ciudad no caiga sobre nosotros.El sueño mueve su hilo pendular,y  el recuerdo final escapa:esa vaga historia de nosotrosy de los otros,la repetida historia de la infamiay del amor; quizá la historia que hablaba de infinitos,y sólo fue un puñado de salbajo la lluvia.Tantos inacabables nombres,y detrás de nuestras espaldastantas hojas caídassin otra explicación que el otoño.Tantas estrofas que quedaron sin decir.El sueño duerme.Algo que jamás podremos recoger,queda, en algún rincón del jardín, detenido.  G.C.Direc.Nac.del derecho de autor   
Un puñado de sal
Autor: Guillermo Capece  598 Lecturas
Los días pasaban por sus ojos cuando miraba el mar,y dejaba que el mar lo cubriera como una sonrisa,y en un juego armonioso, mis manos,serenas y libresacariciaban su rostro. Su cuello y mis labios, y llanto para mañana:ya no estaráya no estará. Pido que yo no necesite de su cuerpo teñido de sublime verde como sus ojos...,ni su vida, donde él fue guardando una tarde entre las tardes lo que escribió-inmóvil como una piedra en su destino-"Te dejo los restos de mi amor. Viajo hacia un acaso incierto.Pero es para siempre.No me busques. Sólo en las sales del mar." G.C.Direc.Nac.del Derecho de autor 
   Dejo transcurrir mis noches entre locos que buscan su pasadocomo quien sostiene un molino de piedra azotado por el viento. El miedo grita mientras se agota entre los labios, y envejece. No somos dioses. No somos dioses. Apenas hombres que dudan al amar, y las preguntas caen como palabras que pasan cumpliendo plazos, escondidas en el desencanto de pertenecer a un idioma extraño. Sé que el deseo contribuye a la muerte: como abrir un juego de espejosy encontrar la imagen del viento, o los ruidos de las porcelanas al subir al cielo en la extraña luz que despiden las manzanas cuando son partidas. La lluvia amanece y es el aniversario de la última gota que cae.  G.C.
  Ni las trescientas noches que se sucedieronen las que estuve pegadoa la sombra de tu amor,borrarán de mi memoria esa calle recorrida tantas veces,nada más que para ver, suplicante,tus bellos ojos húmedoscon el ansia de aquellas tardes ardientes. G:C.  
         Por los ojos escribo en la ciudad de los labios,cuando se evocan los placeres, y tu beso..., como magnífico instante.En la ciudad de los labios amé tus brazos heridos, y sólo por tu estancia entre las flores que derrochaban melancolías,quedaba rezagado el murmullo del hambriento. Yo tenía necesidad de tanto. Por eso había comprado para tí las cuatro lágrimas que derramé en la siesta,un mantel de nácar que tenía plantado un árbol por los duendes cuyas raíces ocupaban el mundo.(Yo tenía necesidad de esa música.)Y compré una casa a orillas de mi corazón invisible,que no fue habitadasino por la desesperación de nuestra sed. De momento comemos del plato de nuestra hambre,y la caricia que fue cúspide,ahora es la opaca sensación de nuestro cansado amor. G.C. 
Decepción
Autor: Guillermo Capece  532 Lecturas
 Emiliano, ovillado bajo mi abrazo,como si fuera un gato,duerme.De pronto una cucaracha surca su espalda.Pero no es una cucaracha,son mis dedos que lo acarician.Emiliano sueña. Ese sueño opresor: va a dejarme, me lo ha dicho.Nunca más tendré un gato al cual acariciar.En la dura noche espero un maullido que nunca llega.  Marzo es el mes más oscuro,pienso.   G.C.         
Gato
Autor: Guillermo Capece  513 Lecturas
Territorio de pájarosmi memoriase acerca a tu vigilia. Caballos de colores amplios,los recuerdos,cancelan otros ojos. Quizás haya sido un magoquien me habló de típor vez primera, pues no fue el loboal que llegué a alimentarcon el polvo azul rescatado de tu cuerpo. Viajo al paísdonde las caricias son pedazos de memorias. Me detengo en el puente de mis manos, escribo sinsabores,y el olvido  -mi salvación-diluye algo de la sombra de mis días. Pero yosólo máscaras:cuando saco una salta la otra,y otra, y otra,hasta que por fin,sólo huesos. G.C. 
Es la madrugada.Alrededor, mixtura de aires.Tus ojos recuerdan viejos textos de sabiduría. No recuerdo haber amado así. Me  acerco y sopla el viento un arcano suave.Tu voz queda rezagada frente a tu cuerpo que se ofrecey espera. Afuera, los poseedores del dolor murmuran letanías.Vagos milagros en toneles de vidrio esperan la palidez que adquieren los enfermos tras su muerte.No recuerdo haber amado así. Desnudo palabras atadas a tu cuello,aquellas que no dijiste.Cavo trincheras en mi cuerpoybrota una alianza entre el vértigo y tu nombrecuando solitario te siento partir. Ahora iré en busca de apóstoles que den al corazón razonesde mi yo deshabitado, sin anuncios.Doblo mi corazón sobre mi mano.Manejo nubes, las lluvias y los llantos.Cae sobre los adoquines un viento noble y triste.Unos perros ladran.Yo camino hacia el apenas. G.C. 
  qué hay detràs de lo que hay ni un mueble ni una luna ni una causa. sí, un túnel telefónico: voz a voz sólo tu boca cierta. G.C.  
a pesar de todo
Autor: Guillermo Capece  487 Lecturas
 Ah, ni tu vida ni tu hermosa muerte,sed de sal y angustiado pensamiento,podrán borrar lo que en el alma siento,más  cercano a mí mismo que tu suerte. Ahora que descansas toda inerte,que lloras sobre el agua y sobre el viento,iré a tí, y con suave movimiento,he de sacarte de ese sueño fuerte. Y te diré despacio y quedamente:no me viste señero, duro, ardiente,a solas con el alma dolorida? Y de repente el corazón vencido,vacío de impiedad y estremecido,ha de volcarse al fondo de tu vida.  G.C. Proximamente, el 25 de octubre de 2014, se cumplirán 76 años de su muerte en Mar del Plata. 
l lagartotomo sol en la tardetú no me escuchas   ausente túyo solo miro recuerdosy me anudo como boa a mi cuelloasombrándome   y pidiéndome socorro(pero en voz baja  para que nadie escuche)y con la fiebre fría de agosto. II lugarescualquier caminomuros para que el amor no se vaya haber tocado tu sexo hasta caérseme las lágrimasy que en las escalas más altas fuera algo que ya no amaba.  brisadas estrellas fueron la unión de los cuerposde los ojosde los labioscomo espaldas despidiendo instantes luegola ruptura de una ciudad a olvidarsey el desiertocon su puñal infinito. G.C. 
 Vivo sin saber que la noche se mueve cada vez que me invadecomo un mar obligado en busca de su orilla. De los nardos, de lo más pesado de la memoria,hasta la parte más indefensa de mi corazón,la noche,con sus cruzas de aves silvestres, levantó el verano,y fue polvo, fascinación de un rito inacabado y antiguo. Pienso en su encierro total hasta que el alba regresa,en su impiedad para con los hombres que muerencuando refleja su reino entre múltiples estrellas,en sus ojos desbaratando mis ojos como dos grandes líneas de fuga.   Ahora,ella baja nocturnamente,y me condena a jugadas tercamente hechas,y a un final impredecible. G.C. 
  Corre lo gris del díala libertad no se viveel parque suma lo infinito a tu penay por cierto no te ha ocurrido nadapero todo pesaporque abandonaste tu corazónentre las hojas torturadasy no quieres volverte avanza este viejo día y hoy tampoco cumpliste con tu deseo de besarlo.  G.C. 
Marzo siempre es nieve,y el espejo retrocede hasta encontrarlos fugaces trenes que vienen desde el río. Los cuerpos se atan a las cuerdas que saltan del pasado.  Una y otra vez hemos cerrado los ojosal furor de las ausencias. Debo hallar un día, una revolución, un cofreque contenga todas las noches en que fuimos capaces de ser felices. G.C. 
Siempre es nieve
Autor: Guillermo Capece  541 Lecturas
una vez tomé ese trencantaban borrachos en la madrugadalos gatos salían de la noche y espiaban el paisajetrac-trac   trac-trac ah  si se quema el amor   si se viene la muerte con su nube tan oscura tienen los trenes la insinuación de las penasrápido ahora en ese tren viaja una lagartija blue(azul o tristeza?)y por las ventanillas el valle respira, y sabe más de los árbolesque lo que ellos dicen de sí mismos.  trac-trac   trac-trac para que el amor no se hundapara que la muerte huya musitando.  trac-trac   trac-trac. G.C. 
Tren
Autor: Guillermo Capece  543 Lecturas
  ciempre kallé pero estoy dispuesto a hablarme: ¿quién es ese relámpago hijo de un relámpago que me acosa? ¿es, su locura sucia, algo que yo amo? debe bajar él para incendiarlo. ahora agotado de ultrajes descanso sobre algunas piedras móviles. espero.   el orden establecido hace hagua. G.C. 
ciempre kallé
Autor: Guillermo Capece  533 Lecturas

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