• Guillermo Capece
GuillermoO
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  • País: Argentina
 
Hay algo de agua en tus ojos,y en tu sexo algo de nutria salvaje. Ahora baila con mi alma,y yo los miraré a los dos;yo, viajero, quedaré quietoviendo en un charco caer un poco de lluvia,como un eremita extraño que deja caer su pena. Nada existe,ni es cierto.Ni tú, ni mi alma, ni la pequeña lluviaque desordena con alas pesadasel perdón que puse una tarde entre tus templadas manos.Qué habrá después de tus manos?Qué habrá después de la lluvia?Qué habrá después de tí mismo y de tu sexo transgresor de nutria salvaje?   
Transcurren los días,y los datos recogidos se asemejan a envíos de la noche.Tiñen el corazón de hiel.Quién acude a tu llamado?Hombre o mujer, quién?Esa música reincidentete aturde como un sismo.Nada de lo que quieras oír sera dicho.La sombra quedará para tu sangre,profeta de ti mismo.Vestido de caballo de humo fino-relinchos o cánticos antiguos-buscas ese lugar,ese tiempo,donde dormir parado. No absuelves a la muerte,a tus padres atados a los paños fríosde la muerte;y tú llevándoles flores que no son floressino números, y rostros y reclamos.Te absuelves tú sólobuscando revancha para tu vida.Sin embargo huyes con los brazos vencidos;y sueñas con poseer el viejo sueño aquél,inútilmente vestido de caballo de humo fino.Y ya sólo esperasuna voz, para urdir las palabrasque darán comienzo a tu eco; una voz que te acerque sólo a un abrazo,que dé significado al cielo ardiente que con sus alas te abarca.    
Autobiografía
Autor: Guillermo Capece  342 Lecturas
Alma,tu boca se hace luz en mi boca.Tu sonrisa se parece a un territorio que late,surcado por navíos de madera.Suena el vello suave de tus brazoscomo una canción voladora,y tus audaces deseos no son más que plegarias.Por tu sombra camina el oriente,y una azucena anunciada traza el dibujo de tu lengua.Alma. Y acaso por amartebusco un silencio olvidado.  
Alma
Autor: Guillermo Capece  345 Lecturas
Me oprime esta vasta espera.Habla de mi condenación y de un dominio.Del hastío por el que cursan las plantas, los licores,las gratas miradas. Y de un terror:el destello de sentirme dividido, mezclado entre cenizas;un momento pequeño en que avisoro la muerte. 
Mi madre comía tierra.Metía en su boca oscuros terrones,y los deglutía.Lo he dicho. Luego volvía a masticary nos daba en la boca disuelta en su saliva,a mi hermanita y a mí, una pasta imposible, que tan prontotragábamos como vomitábamos.  Nos dejaba en una cama sin sábanasy se iba.Nos levantábamos;íbamos hacia donde estaban nuestros vómitosy jugábamos con ellos.Hacíamos círculos con una pajitaen el charquito. (Nuestro juguete,nuestro pobre juguete.) Vendía su cuerpo en la calle,ella, nuestra madre.Pero estaba enferma, sucia y era fea.No volvía a casa por la noche,aunque en su paseo no encontrara a nadie. Mi hermanita y yotampoco encontramos a nadie... 
tu disfraz blancocelebrado entre piedraspude tocarlobuscar tu historia en éldeseándote pero al tercer díala lluvia  en silencio  fuela forma muy precisa de tu muerte 
Telón
Autor: Guillermo Capece  355 Lecturas
Revisa mis ojos:algo se mueve dentro de ellos en enmarañada trama.Me siento separado de la tierra,con fuego en las pupilas.Acabo de matar a un hombre.No sé que designio me guió,pero hubo una luz trágica en mi puño,una pasión insatisfecha,una pluma de ave tocando el fondo de mi garganta;como oír voces desatadas hechas para uno-atributos de poseído-bailando sobre palabras dolientes.Oye,revisa mis ojos.Qué idioma debo hablar sino el de mis entrañas.Maté a un hombre. A Sebastián.No me arrepiento.Aquí está la sangre ineludible, el duro pozo.Fue una tropilla de angustias acosándome el pecho(tan investido de tiempo,de terror de hombre solo),y un momento pequeño en que apreté el gatillohasta la fiereza inflexible de la bala.Maté a un hombre.Mira ahora mi cuerpo lánguido, sangrante,lejos de algún paraíso.Mira ahora caer la nieve sobre mis ojos. Me llamo Sebastián y mis ojos llorarán para siempre.   
                                  Con besos y palabras                                  Su boca siguió el rumbo de sus ojos                                                                   Paul Eluarddesata la boca de los pecesadolescente  mueve tus iluminados rocespara que las cuerdascon las que anudaste los ocasosadolescentesiembren el relato de tus caricias dí que amaste a una espadaa un tren ociosoa una ventana abierta donde la arena castigaa una soga anudada a un grito antiquísimopor las vías rueda un trenque no lleva a ninguna parte el paisaje siempre es el mismo:esa cara soledad impiadosay los bellos rostros desaparecidos y aparecidosen tus sueños adolescente dí que en el planeta aguahas de miraraquellos amados y últimos ojos (cuánto tiempo  esperastepara deshacerte de tu pequeño pasado) en una mano llevas auras de coloresy en la otra extrañas avesque hablan de la ausencia del vueloadolescentemira en la calle sus adoquines ardientesy sumérgete en el ahora que las mañanas te ofrecen.                                                                               
adolescente
Autor: Guillermo Capece  370 Lecturas
Deja que el viento te cubra con mi sonrisa,o de otro, es igual;pero que a la pasión se sume siempre tu cuello complaciente,y que unas manos lúbricasacaricien el cuerpo elegidoen un juego fuerte y armoniosohasta que llegues a mis brazos...y que no necesite untar con celos tu figuraen el preludio de una noche tibia en que tres cuerposse juntan y se aman,hasta llegar a ese cruce mágico entre la noche y el alba. 
Largamente,como si hubiera sobre la tierra una mujer obscura,que permaneciera vestida de dulce sentido,guardando su cuerpo para sus ensoñaciones,dotada como un animal de algún rumor distante,largamentehe pensado en ella.Sombría, recorre mi memoria,en un gran bosque donde se pierde deletrando flores.Maderas nutrientes son sus largos brazos;yo la he visto llorar en su red.Tan silenciosamente,tan largamenteme he mirado en ella.  
Una vez, un día
Autor: Guillermo Capece  289 Lecturas
Quién provee el misterio que el invierno traeen aquella gastada pareddonde un nombre se borra con el tiempo.Así como quien compra flores en puestos provincianos,de la mano de alguien que ha partido,se busca un sol,identidad,algún rincón para arrojar la muerte. 
Identidad
Autor: Guillermo Capece  311 Lecturas
La tardecita cubre de marrón intenso los muebles de la casa.Mi alma en paz regresa en puntillas.La muy tonta se había ido a pasear sus penas al zoo.Y allí, entre jirafas y rinocerontes,vió de pronto un pájaro suavey se enamoró de él.Qué tonta , qué tonta eres, le digo.Acaso no sabes que los pájaros, sobre todo los de dulce plumaje son aviesos ladrones de amor,y que no lo devuelven?  
Cuento
Autor: Guillermo Capece  322 Lecturas
                           Así es la edad de hierro en la garganta. Ya                          todo es incomprensible. Sin embargo,                          amas aún cuando has perdido.                                              Antonio Gamoneda (español, contemp.)   en un puro vaivén nuestras aguas se estrechan(agua de enamorado la míay la tuya pequeña luz que el amanecer apaga) si en mi pena te embarcasrecuérdamelosi mi dolor es muchodime que duerma pero no te vayassin antes de haber olvidado el camino. 
El camino
Autor: Guillermo Capece  311 Lecturas
                          Amé todas las pérdidas.                          Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.                                                      Antonio Gamoneda (español, contemp.) Ahora sólo vive en las cartasesos minúsculos solesque fueron alguna vezpasos en mi alma Qué haré yo con tantas cartas?cada una obtuvo su respuestapero lo que no se respondees tu olvido.     
Aquel amor
Autor: Guillermo Capece  337 Lecturas
Su llamado de ceniza vuelve cada noche a la mitad de mi cuerpo desconocido. Baila con el viento hasta oír sus informes: una clamorosa oración en la boca de los árboles. Allí está ella, seduciendo.   (En el camino brillaba su pequeño gato gris.) 
Me deleitaba con el último espacio de la noche mientras amanecía.Entonces yo buscaba miradas, sabor a párpados.Era una larga espera, de años.Porque en la noche yo cantaba a los árboles,a las lucecitas,a las flores de súbito nacidas.Solía hundirme en melodía y humos, buscando el amor. Y en cambio te encontré a tí,que eres amado. Ahora soy quien recibe caricias que fugan hacia la nada, el que corre con su angosto perro hacia los pasillos de los soles finos.Algunas pocas abejas libadorasme empujan entre sueños hirientes y sublimes.   Pero siento que a mi alrededor, perversamente,el tiempo agoniza.  
En cambio
Autor: Guillermo Capece  349 Lecturas
Mujerque estas en otro mundo cualquieracon tus carpetas tus peces de coloresa cada instantetus ovejas pastanárboles de gran alturadesnuda como una nubemiras correr mi ausenciamujerpan de maízcaña dulceviolínviolínmano fresca y entregamujercolor perdidosiempremujeralba sobre el albahumo de las azoteasflores del domingoy nieve.   
Mujer
Autor: Guillermo Capece  308 Lecturas
Me asomo al puerto y me abarca como una sonrisa. Quiero dejar silencios en lo pródigo de las naves fondeadas, mientras el río titila. Te asombras de que nadie venga a salvarte; y los gatos cercanos señalan el largo camino hacia Éfeso. Sin embargo los amantes cavilan bajo la luna: tal vez un gran perdón, y ninguna, ninguna pregunta.   
Me amas,y sientes al cielo como una gran luz que tiembla.Todo rencor se desvanece, y tu rostro solitario se refleja.Me amas, dices.Desiertas tus manos cubren hogueras de múltiples espantos,vastos mundos cayéndose al vacío,ojos por donde se perdieron ilusiones, inquietudes e infranqueables deseos.Me amas, y vives en el instantáneo soplo, en el imprevisto momento de perder.
Esclavo,encadenado al cobre,abstemio y ciego para el vino,ni con un lazo de miel te herí,ni mis soldados te hirieron.Sólo fue una batalla desgarrada en el coral de los sueños de la pequeña mano mágica del olvido.   
Ese pájaro que en septiembre envolvía dulzura en su plumaje,el enhiesto árbol en que se cobijaba, ese trino armonioso y esas plumas azules que a cada momentoparecían alas dispuestas a volar hacia mi alma,ya no están.Serán azules todavía.Pero el trino se volvió seco.Las hojas se cayeron.Yo me cansé de preguntar.El invierno se poseyó de mí. Es una historia vieja:cantaban los niños entonces,hace millones de años;y yo admiraba ese trino envolvente cuyas notas sonaban como catedrales envueltas en caricias.El pájaro giraba alrededor de mi bolsillo roto,y las migas de pan eran las que él quería.También le daba nueces a comer,pero él deseaba las cáscaras como barquitos,para navegar lejos hasta Londres o Pekín.Y comía las flores que adornaban la mesa.Había un perro infinito que permanecía quieto junto a él.Navegaba solo en un espacio abiertoque era el cuarto donde yo yacía.Pero esto fue hace millones de años.Ahora me cansé de hacer preguntas.Y no hallé certeza alguna.Hasta dudé de que el pájaro existiera.Su trino quiza era un fantasma enrarecido. Ahora hay silencio y silencio sobre el puente que nos unía,y al que los dos, seguramente, habíamos inventado.     
Tus ojoscelestemente me miran.Daría mi agua, mi luna,mi pan, por tenerlos en el espacio de mi pechocada día.Pero sólo hoy acuden como ráfaga que detiene el tiempo.¿Me mirarán otra vez celestementeo sólo hoy están cantando ? 
Duda (tus ojos)
Autor: Guillermo Capece  317 Lecturas
Sé en que adversidad,en qué tiempo,dentro de cuál misteriose encadena tu alma. Vano es pensar que te debes a otros,o que tus plantas no pisaronlo que el amor frecuenta. Miro las estrellas,la esperanzada nube tras lo rojo,y recuerdo mi encuentro entre tus ojos y los míos:los labios pudorosos temblando;tu entrega a lo ignorado. Ahora que te vas en lo impalpable de la noche,deja que la noche se deshoje,que gire en espiral hasta que el alba grite,y ven,hagamos un pacto:ni tu me conocesni yo te conozco. Por un momento tengamos silencio,y viajemos a algún país donde las plantas canten,y abreven licores junto a las garzas blancas. Y entonces..., no escuches esa música que suena con engaño;no te vayas aún,acuéstate conmigo.     
Ven. Atrévete a cruzar el río que sacude, y trae contigo las cuentas de agua de colores de cercaníacon las que jugábamos al alba.Ponte el hábito de humo que lucías echadoen el follaje del bosque en la lluvia. Yo elijo octubre para que vengas, porque en octubre estarán las mariposas maduras para obsequiarte,y el aire las atrapará,y hará con ellas una sola palabra,hasta que en mis ojos siga cayendo la avidez del instinto,y se hayan limpiado o no de sus maravillosas visiones. Ven, bajo la lluvia que nadie percibe,pero tú sí, porque la lluvia te conoce como alguien que ha sabido todos sus secretos. Cumple entonces con el cometido.Saca ese cuchillo de las doce,y con dulzura pero con impiedad,clávalo allí,donde mis audacias fueron múltiples,donde tengo más dolor que corazón,y despliega mi cuerpo en el momento más anónimo del amor.   
Modos prohibidos
Autor: Guillermo Capece  351 Lecturas
Percibió la forma de las estrellas.Vió la cara de los astros.Un pez envuelto en dura batallahabló con él en ceremonias lujosas.Juntos decidieron la muerte de la Reina.Fueron por ella,y decretaron tres días de duelodespués de que la colgaran de un árbol del cementeriopara que estuviera cerca de la muerte.Orinaron juntos mientras reían.Luego el pez debió regresar a su río.Y a él lo acompañó un sabor a piedra.Un dolor en el cuerpo y en los dedos.Cada mañana,cuando pensaba en su madre,colgada de un árbol,muerta.         
Aventura
Autor: Guillermo Capece  402 Lecturas
El viejo pescador que hay en mírecoge lunas en las terrazas más iluminadas por la cruel pobreza. El abrazo llega demasiado tarde,cuando dicen que vendrán a salvarme,como si los espacios fueran voces de colmenas, desvaríos de una plegaria. Yo buscaba un punto de apoyo recostado en la celebración,un curioso golpear sobre los fuegos hasta saber que allí estaban. Pero nadie volverá de la distancia:todo será otra vez la súbita emboscada del comienzo.    
Sobre grandes sentidos: mi olfato, mi vista, mi tacto, descansa este amor por tu cuerpo. Tu cuerpo tiene invisibles obscenidades,marcas de lucha de amor,grandeza y dolor de peregrinaciones. Yo lo sostuve fundido en los límites de los grandes astros donde te movías en la noche.Era el umbral para despertar los aleteos del deseo,como lentas aves bravas en busca del estío. Yo amaba tu gozosa imagen que provenía de un vuelo humano,de una fiebre con tiempo envuelto,saliendo de un reino habitado por la hierba.Hirviente en frutos suspendidos en paraísos inabordables,obscuro,como si tu boca pudiera inclinarse hacia la muerte,nacido entre duras raíces insomnes, debajo de la niebla y sobre ella...,dónde colocarás los conciertos de música serenaenterrados en la senda por las que el tiempo vierte su equipaje. Ahora mi pecho yace sobre alucinaciones:un amanecer de madera, el naufragio narrado por la piel de algún hechicero. Acaso viva entre sueños a los que es imposible ponerles nombres,porque se derrumban, cuando alguien se acerca, me contiene,y es como un toque vacío.    
El toque vacío
Autor: Guillermo Capece  326 Lecturas
Suelo escuchar las débiles sensaciones de los pájaros,los tumultuosos átomos recorriendo espacios vacíos,y el ruido de la tierra cuando se desvanece ante la ilusión de una tarde cualquiera.Existo para ver lágrimas en el interior de un río ardiendo en el final de unos ojos.Sólo obtuve la exigua sonrisa de un niño invocando al hastío.Solamente una flor nacida del silencio en alguna conspiración nocturna abrió apenas mi paso. Sí, la vida tiene dolorosos avatares:mel y miedo por mitades hasta desolarse ella misma en una miradaque yo descubro por ser el más oculto de los hombres.También en la luz que me abandona cuando trazo un poemaque es pérdida como mi lejana sangre.Y en la soledad, ese pecado impalpable que nos hace trocar en alucinacioneslas viejas fotografías que repasamos en nuestra memoria.Lo que una vez vivió, ahora es polvo. Viento infeliz entre cenizas.
Poema II
Autor: Guillermo Capece  1022 Lecturas
Detrás de mi garganta un destello juega a morirse.Lo busco, y es corvatura de páramo; lo mantengo entre mis dedos.A veces me sorprende porque mi llamado es su llamado,y entre los dos imaginamos un bálsamo para la siesta.Pero lo definitivo rueda al pie de los recuerdos que todavía protegen.Entonces sobrevivo cuando imagino bañado por rocío aquello que alguna vez fue:la luz que perdura en melancolía al oír pasos ajenos que recuerdan otros pasos;el enfrentarme con manifiestos, dudas, sobresaltos, que amenguan mis labios en el azar de un beso.Si yo fuera otra vez el que recorrió las espinas y sus sombras,enmancipando los colores de la lluvia,el que viendo morirse el fuego entregó su violenta mano a los dioses para su devoración;el que existió sobre brillantes relámpagos y los apagó para la locura del amor.Pero se acerca el remoto mar transformado en vegetaciones inventadas por la suerte.Solamente mi asombro me conduce al inefable juego del olvido:el tiempo o la resignación me llaman.  
Hay instantes en que reconozco mi instinto,y vuelo sobre el tiempo, pesadillas de un demente arropándose en el miedo. Así los viajes son refugios para medir la sangre,o días en que se esparce el hastío flotando en parcelas imperfectas del alma. Sin embargo percibo los primeros designios:esa mano hechizando al hombre que miró su espejo,la mesa abandonada por el arrebato de la enajenación del hambre,y el cuerpo destrozado, para que la victoria reconozca su propio límite. Cuando lo líquido de mi piel escapa, el pálido inventario al que acudo en sitios como éste,me enardece,porque suena un humo triste entre los dedos,y fatigosamente lloro, como repitiendo frases ajenas, sin destino ni perduración.  Con los rastros de mi última sonrisa me concedo la tentación de ser otro.                                                                       (Texto editado)    
Poema IV
Autor: Guillermo Capece  338 Lecturas
Sólo amándote me lleno de instinto.Con tu canto yo armo paisajes,catedrales suaves, gente sin miedo;y entonces,todos los silencios mueren.Mueren cuando tu canto viaja entre los muros de mi cuarto.Y no hay más soledad. Solo el equilibrio de tus ojos celestes.  
El lobo me convoca con voces amarillas,  y es grato sentir el miedo provocado por sus párpados en vuelo. Sus fauces son la pasión que aguardan mis abrazos. Es el amor esperándome, irrenunciable; pero yo no pido mucho: sólo el retumbo de su aullido secreto y su piel pintada de nieve. Todo es gélido menos la boca del lobo.   
 Vivo enbarcándome entre lobos.  Mi rostro copiado me acecha.  Yo fui el que corrió sin remedio traficando miserias.  Dos minutos de cielo solamente.  Lo demás fue un pan zurcido para que alcanzara.   
Lobos I I I
Autor: Guillermo Capece  342 Lecturas
              IYo te alcé, te saludé,salvándote.Tú me dejaste apenas luzpara moverme por la tierra.Me negaste tres veces.Nunca fui capaz de decírtelo. Afuera siguió el tiempo.              IIAhora,borrar el signo,borrar la pena.Que alguien se apiade de lo que no fui,de lo que no hice. Podría tocar el deseo de tus ojos.Con vino suave, la caricia.Debajo de mi cuerpo, las garras. La presencia de lo pasadoabunda aún en mi pecho.  
Desierto
Autor: Guillermo Capece  1063 Lecturas
                                    Para Carol,para Marité, para daih,para Annita Feuemberg, para Fabio, para Inocencio, para Hoz, para Miguel C.                                                                                                                                                                                                                       ......"me gustan las mariposas y los perros..."En las suaves noches de luna nocturna,él no buscaba estrellas en el mar,sino mariposas,perros blancos.Caminaba, y cerraba la boca para que las ramas del bosque no lo dañaran....Sobre la sombra de un árbol, echado,inquieto sobre el color de la luna,veía volar los hijos de los pájarosy entonces cantaba....Así cómo se llamaba no recuerdo;recuerdo sí que en sus manos atrapaba el transcurrir del tiempo,y que me ofrecía la ralladura de un limón para que comiéramos....Cuanto lo amé tampoco recuerdo;recuerdo sí que pasábamos nuestras tardessubidos a un castillo de portal pesado y armaduras de cobre,y que las nubes brunas volaban en nuestro entorno exclamando oracionesque cautivaban el amor tranquilo que nos dábamos....Murió una tarde en que se apagaron los peces del estero.Miles de mariposas lo alzaron entre peonías,y se asombró cuando yo le llevédos perros blancos que había robado,y que acompañaron, perezosos, su cortejo. 
Camina corazón antiguo,la belleza del sol ya es opaca.Candados a mi corazón,y en mi sexo pulseras vanidosas,pues sólo el contacto con su bocalo amontona como si fuera un ave brava.También sus ojos  -porque con solo escuchar sus ojos lo sé-,y sus anheladas manos donde han habido dudas y naufragios,harán, que esta noche,mi cumpleaños canteal amigo que ha venido a desearme.    
Eras extranjero en la tierra.Tu boca bordada por otra raza de costumbres parecidas a las alucinaciones,de iguales y posibles mentiras,de charcos como estrellas breves...;porque ser de otra raza es como parir marginadamente, o resoplar la costa de los mares sin respuesta.Tu bocaera la encrucijada a la que iban a recalar los fanáticos traídos por desembarcos inútiles,los animales del viento manchados por espumas polvorientas,pero también las canciones girando por la libertad del espacio. Tu boca era yo,que sabía las l eyendas del abandono y la ira,que era todas las montañas,y las semillas abrazadas a un lugar imaginario, que soñaba con llanto de fragmentaciones y de ecos;tu boca, era yo,pidiéndote soñar ese viejo idioma desconocido,ver tu lengua para llegar a la obscuridad de un país donde todas las depredaciones eran posibles;tu boca, yo, salíamos al encuentro de nuestra noche nataldividida por un cortejo de escombros. Ahorabaila solo. Yo contemplo en mi espejo de piedra mi mano que zambulle,reuniendo escarabajos antiguos para nuestra cena,desnudos los dos como jóvenes hambrientos. Pero busca ya tu platoy tu destino. Busca tu rumbo. Nunca más tomaré mi vino junto a un sueño.      
Hay algo de agua en tus ojos,y en tu sexo algo de nutria salvaje. Ahora baila con mi alma, y yo los miraré a los dos;yo, viajero, quedaré quietoviendo en un charco caer un poco de lluvia,como un eremita extraño que deja correr su pena.  Nada existe, ni es cierto.Ni tú, ni mi alma, ni la pequeña lluviaque desordena con pesadas alasel perdón que puse una tarde entre tus manos.  
No veo más que a un niño callando su nombre,mientras la ciudad grita en lo inesperado de la noche. Cuando todos queman hojas a sus piesel niño florece dentro de la lluvia.  La locura de ser otro se agiganta cuando estoy solo. 
Islas
Autor: Guillermo Capece  356 Lecturas
                                    A Alejandra PizarnikPara mis animales de la nocheescribo una canción profundaésta que ahora grito destempladamente;ahora,nunca lo he dicho antes,quiero alejarme llevado por el agua,por el sabor suave de las manzanas gigantes,por gigantes que me protejan de los sabores suavespartir de mí mismo,del ruido de mis sueños. No es un deseo esquivo:pertenece a mi sangre.    
Canción profunda
Autor: Guillermo Capece  645 Lecturas

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