• Esteban Valenzuela Harrington
Esteban
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  • País: Chile
 
Mientras manejaba no dejaba de pensar en su descontrol cada vez más reiterativo, las cosas con Michelle se estaban complicando por su culpa y aunque pedía perdón, volvía a cometerlos. Se le vino a la mente, las advertencias de sus amigos sobre su relación “no lo vas a soportar, es demasiado bonita y tú eres muy inseguro” – le comentaron en más de una oportunidad, incluso Antonia su ex, se lo advirtió y cómo siempre no quiso escuchar. Ese cálido mediodía de domingo estaba ideal para haber almorzado en un fino restaurante, pero una vez más, sus estúpidas escenas celópatas terminaban por arruinarlo. Circulaba por las calles ofuscado sin dirección, esperando se pasara la rabia acumulada, la desazón de ser el responsable de su malograda relación lo atormentaba, más, cuando todo terminaba en llantos. Eso lo desencajaba por completo, sentía que todo su ser se desintegraba en mil pedazos y quedaba todo resquebrajado. En más de una ocasión su hermano mayor, le instó a ver un psicólogo para tratar sus inseguridades y ataques de violencia, no seas exagerado, no es para tanto - respondía de tanto en tanto y daba por terminada la conversación, ante la frustración de sus familiares y amigos. A varias cuadras de ahí, un padre sentado en una mesa ubicada en las afueras de un local de comida rápida prestaba la atención a su celular, mientras su hijo de tan sólo ocho años disfrutaba comiendo papas fritas junto al resto de la chatarra. En esos momentos un hombre indigente de unos sesenta y cinco años, andrajoso y desdeñado se acercó al padre, y tan pronto le dirigió unas palabras, éste sin mirarle extendió su brazo y agitó su mano haciendo un gesto de rechazo para que se retirara. El anciano quiso explicarle que no venía a pedirle nada, sólo deseaba hablarle; eso le provocó aún más molestia y con tono desagradable alzando la voz solicitó a unos de los camareros lo sacara de ahí. El muchacho alto, luego de escuchar las quejas del cliente, inclinó su cabeza y tomando suavemente del brazo al anciano a quien conocía de tiempo, le invitó a retirarse. El hombre no opuso resistencia alguna, se acercó a su oído y musitó - sólo quería darle un consejo. Joaquín, palmoteó su espalda de modo cariñoso y ante de despedirse lo abrazó y le besó la nuca, pasando su mano por su cabellera canosa, ante la atenta mirada del cliente. Extrañado por la benevolencia del joven, le hizo un gesto para que le explicara lo sucedido, excusándose le indicó que don Mateo, como era conocido en el barrio, era un hombre en situación de calle, muy noble y educado que no se había acercado a pedirle nada, sólo había querido darle un consejo, en ese momento exclamó exaltado ¿Un consejo a mí? ¿Quién se ha imaginado ese hombrecillo? Está claro que no tiene idea de quien soy yo, y al parecer usted tampoco jovencito, levantó aún más la voz y pidió hablar con el dueño. Su reacción altanera, y la prepotencia de su trato, llamó la atención del resto de los comensales del local (que no debían ser más de ocho, por el horario) como de los aledaños. Incluso el conductor de un auto que circulaba por esa calle, en ese momento, bajó la velocidad, curioso por la inusual situación. Dos ancianos que habían salido de paseo se sentaron en una banca cercana, a tomar palco para observar el desenlace, una joven en tenida deportiva que paseaba a su mascota cruzó una mirada de repudio contra él, mientras se soltaba los audífonos para escuchar mejor sus alegatos; hasta un ciclista frenó en seco, dispuesto a tomar acción. En eso, un hombre gordo en jeans y camisa, con una sonrisa apretada en su rostro, salió del local directo a la mesa del suceso, extendió su mano presentándose, y con un palmoteo en el hombro le hacia una seña al muchacho que (con el rostro rojizo de vergüenza) se retiraba ante la mirada de sus compañeros, colegas y curiosos por doquier. El gerente prestó suma atención al cliente indispuesto, quién sintiéndose el centro de atención, exageraba con ademanes lo sucedido, mientras el gordo escuchaba silente. En un momento, cómo buscando una salida, hizo llamar a Joaquín, para que contara que quería don Mateo (el gerente lo conocía de años, y sabía que no podía ser nada grave) algo confuso y aún descompuesto – señaló- sólo quería aconsejar al señor que prestara más atención a su hijo que a su celular, que era domingo, un día especial para pasar en familia, y que él lo había observado y ni siquiera le había preguntado si estaba rico lo que comía o estaba contento… no alcanzó a terminar la frase, cuando el hombre se paró de su asiento esta vez más disgustado, al tiempo que lanzaba carcajadas, llevándose una mano al pecho, pregonando todo tipo de insultos contra aquel indigente (don Mateo) y el joven camarero. En ese instante, Roberto tomó el celular para llamar a Michelle. El tono de llamada sonaba en su cerebro con más intensidad y al no recibir respuesta, fue encendiendo de nuevo su ánimo. Las ideas obsesivas empezaron a dominar su mente enfermiza ¿Por qué no me contesta? ¿Dónde estará? ¡Contéstame mierda! Gritaba, fuera de sí, al tiempo que seguía marcando, cada vez, más descontrolado. La situación en el local se había salido totalmente de control, la paz del domingo aquel se había perdido abruptamente, y por más esfuerzo que el gerente hacía por pedirle se calmara, éste no ayudaba en nada. Una pareja de jóvenes que estaba en otra mesa quiso intervenir, tratando que los ánimos se apaciguaran, el descontrol del padre iba in crescendo, uno de los camareros tomó el celular, para grabar la situación. Justo en ese momento, a Roberto se le resbalaba el celular de sus manos y al tratar de asirlo, perdió el control de su auto, embistiendo contra los presentes. Cuando quiso reaccionar, fue demasiado tarde. Los gritos de consternación aumentaron al ver las pequeñas zapatillas del niño bajo las ruedas del vehículo, ¡Lo mató, lo mató! ¡Gritaban todos! la desesperación fue total, algunos comenzaron a golpear los vidrios de su puerta tratándolo de asesino, el padre conmocionó y lanzó un llanto desgarrador ¡¡¡¡NOOOOOO!!!!, ¡Mi hijo, desgraciado, lo mataste! Roberto, no entendía lo que sucedía, trataba de balbucear disculpas, pero las palabras no le salían, ¿Qué había hecho? ¿A quién había matado? Comenzó a sudar, la desesperación de la gente golpeando los vidrios furiosos, le provocaban tal pánico que no se atrevía a salir del auto, mientras al otro lado de la línea Michelle – que había contestado la décima llamada- preguntaba asustada ¿Qué está pasando amor? ¿Qué hiciste? ¡¡¡Lo maté, lo maté!!! decía en estado de shock ¿A quién mataste? preguntaba alterada, sin lograr entender…En eso el joven que grabó todo con el celular, empezó a gritar ¡Levanten el auto, levanten el auto! Nadie entendía nada ¿Qué dices? - preguntó uno de ellos ¡Háganlo de una vez, háganme caso! - gritaba desesperado. Todos intentaron moverlo, Roberto entró en pánico, estaba asustadísimo, Michelle lloraba desconsolada en el teléfono. Hacían sus máximos esfuerzos por levantar el pesado vehículo, hasta el par de ancianos se habían unido al grupo, conmocionados por el accidente. La pareja de jóvenes daba las indicaciones a viva voz ¡A la una, a las dos a las tres, Ahora! ¡empujen! Roberto en el interior del coche, sólo pensaba en arrancar, pero, con el cinturón enganchado no podía ¡me van a linchar, me van a linchar! Se decía aterrado, mientras hacía todo tipo de movimientos con tal de zafarse de tan macabra situación. Finalmente, el auto fue volcado. Quedaron pasmados por lo que vieron, el padre los separó, lanzándose desesperado a tomar a su hijo en brazos, mientras no podía contener más el lamento, varios lo abrazaron y lloraban con él. Fue Joaquín, el más joven de los camareros quien se preocupó del cuerpo de don Mateo. Por la ventana de la puerta trasera, Roberto lograba salir y huir del lugar, mientras en el interior de su vehículo, la voz de Michelle se perdía en la bulla de aquella mañana. El padre no dejaba de sollozar sosteniendo en los brazos a su hijo. El gerente del local y Joaquín abrazaban a aquel anciano (que todas las mañanas pasaba pidiendo un pancito para tomar desayuno) y que yacía inerte. El sol del mediodía trataba con sus rayos de dar consuelo a los que lloraban a don Mateo, mientras, en la vereda el padre no dejaba de llorar, agradecido del anciano que salvó la vida de su hijo.                                                                   ******  
La mayoría de las personas se anda lamentando por la situación del país, de la pandemia, de la famosa “normalidad” o la “inseguridad” y se me viene a la memoria la visión de un hámster encerrado en su jaula, a quien sacaron su rueda donde solía caminar o correr (sin avanzar) y que sólo anhela la vuelvan a colocar para subirse en ella, en vez de pensar en la libertad de escapar de la jaula. El ser humano ha estado tan dormido, tan atrofiado como ser, aplastado por las grandes familias que dominan el mundo, que casi ha perdido la capacidad de pensar, de volver a plantearse cosas profundas, como ser ¿A que vinimos? ¿De donde vinimos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué estamos vivos?, en fin. Esas preguntas hoy, más bien parecen sacadas del guion de una trama de teatro del absurdo. Estamos tan empobrecidos espiritualmente que sólo anhelamos volver a ser los esclavos laborales, volver a endeudarnos, volver a trabajar bajo un horario con exigencias lapidarias de jefes, que nos estrujan hasta más no dar, porque ellos así cumplen con metas y objetivos de otros como si el único objetivo a que vinimos fuera comprar y acumular esto y aquello. Así, se burlan de cada uno de nosotros, mostrándonos la fantasía del poder económico, mientras más tienen, más pobres espiritualmente hablando son. Pero tienen el poder de manejarnos, de hacernos creer que ese es el camino, y lo peor es el costo que piden para ello, que estemos dispuestos a sacrificar lo más preciado que tiene cada uno, y que es la dignidad, la grandeza espiritual (que no se compra ni se vende) ese sentido de la vida que fue la llave para nacer. Sí, somos dignos de la felicidad, de mantenernos con esa integridad y entereza que nos llevó a ser capaces de alcanzar el éxito entre más de 250 millones de rivales (promedio de espermios en una eyaculación), pero hemos perdido la brújula, por andar corriendo tras la zanahoria. No es de mi interés, analizar de donde salió el COVID -19, si es real o no, si fue fabricado en laboratorios o no, sólo me detengo a ver su efecto. Ha sido una tremenda oportunidad para replantearnos, donde estamos parados, ver como los medioambientalistas tenían razón cuando decían que estábamos matando el planeta, como hemos destruido el hábitat de tantas especies, como hemos perdido la capacidad de comunicarnos, más que con caritas y abreviaturas. Por eso, los invito a que le den otra mirada a éste maravilloso colapso mundial, miren la naturaleza, mírense interiormente que clase de persona son realmente. Desde que tengo uso de razón, me planteaba ¿qué pasaría si el día que vivía fuera el último? y no con un afán masoquista o depresivo, todo lo contrario, mi mirada era en el sentido ¿Qué fue lo que le entregué al mundo, que dejé para la posteridad, valió la pena que yo hubiera vivido, a quien ayudé, a quien enseñé, de quien aprendí, a quien amé, quienes me amaron? y puedo decirles que mi único propósito de la vida, es disfrutarla y ser feliz, porque la felicidad no es un instante, es una forma de vida. Por eso, deja de lamentarte, y aprovecha esta oportunidad, para que te detengas a pensar, para que vuelvas a sentir, a disfrutar de las cosas simples, a mirar al otro, a valorar la fidelidad de tu mascota, y que el único sentido de la vida, fue que vinimos a ser felices. Un abrazo lleno de energía positiva, y ¡¡¡ya córtala de lamentarte!!!    
   Nadie, absolutamente nadie, y cuando digo nadie, no exagero en lo más mínimo. Hombres, mujeres, jóvenes, niños y adultos mayores (sobretodo un par de ancianos que se encontraban frente a la puerta, y de manera singular el más torpe de los dos, que casi dejo caer su placa al abrir tanto la boca) nadie, como ya les decía, quedó indiferente a su presencia apenas abordó el vagón. No sabría precisarles que llamó su atención, sólo puedo decirles que todo en ella era estrafalario, desde el tinte de su pelo (que resaltaba aún más la palidez de su piel) sin dejar de lado el excesivo maquillaje, o el volumen de sus pechos que parecían desbordarse del escote insinuante, o la insignificante falda de cuero negro que parecía pintada a las curvas de su cuerpo voluminoso. Tampoco, podría descartar las medías de encaje negro que cubrían sus regordetas piernas, o su abrigo de piel de leopardo, en fin, era todo. Pareció disfrutar las miradas lascivas de algunos hombres, a pesar de abrigar en sus ojos cierto dejo de desprecio por el género. Esa actitud, cambió por completo en el instante en que sus ojos se posaron en mí (no estoy presumiendo por ello, sólo quiero ser lo bastante claro con ustedes, para que entiendan como realmente se fueron dando las cosas) Una extraña mueca, se dibujó en sus labios pintados de un púrpura brillante, antes de que se encaminara hacía mi (preciso esto, y no digo en dirección a donde yo me encontraba, pues me hallaba en un sector totalmente aislado del resto) Todo el mundo se mostraba pendiente de cada uno de sus movimientos (caminaba cual modelo sobre la pasarela) las miradas iban y venían, todos expectantes. Pensé en ese momento para mis adentros nunca más vuelvo a ocupar uno de estos asientos solitarios, como si de algún modo todo se hubiese tratado del asiento que ocupé. Las risas y miradas de toda esa gente, me tenían inquieto (soy del tipo de hombre acostumbrado a pasar desapercibido) pero debo confesarles que nada se comparaba con la presencia de esa mujer voluptuosa masticando un chicle de modo obsceno, acercándose cual gatubela (no precisamente la de Batman, hago la aclaración, para evitar, malos entendidos) Me sentía como una pequeña rata atrapada en un rincón sin más suerte que ser cazada. Cuando la mujer estuvo enfrente mío, abrió el abrigo con su mano y la apoyó en su cadera, al tiempo que decía Raquel es mi nombre, de seguro no te suena, porque supongo que nunca te enteraste de como me llamaba. Yo la miraba atento con cara de no entender nada, pero preferí quedarme silente. Tú y tus amigos, siempre se refirieron a mi como “la gorda, la gorda del barrio”. En ese momento, mis mejillas ardían, atemorizado aún más por las miradas de todos, sentí un incrementó en el ardor de mi rostro. Sentía ahogo, las pulsaciones aceleradas, parecía que los cuellos de los pasajeros se estiraban como avestruces y sus rostros con expresiones inquisidoras se me venían encima, como queriendo todos de algún modo interrogarme. Afortunadamente, se produjo una parada del tren subterráneo, eso disipó la atención en algo. Sin mediar, exclamó a viva voz “Sabías que siempre estuve enamorada de ti “– lanzando después una grosera risotada, que se pudo escuchar incluso en otros vagones. Ese era su momento, había logrado ser el centro de atención, hasta vi a más de alguno, sacarse los audífonos para enterarse de la escenita que montaba la mujer. Complacida, y consciente de la situación, comenzó a hablar, dirigiéndose a su público expectante “me creerían que este hombre fue durante toda mi adolescencia el hombre de mi vida” (al referirse a mí, me señaló con su dedo índice, provocando que me sintiera como cuál acusado en el estrado) … pero ¿qué creen ustedes que pasó? – inquirió- con tono dramático. Como toda celebre actriz guardó silencio dirigiendo su mirada a los espectadores, aumentando el suspenso, gozando al ver que como su audiencia se apresuraba a sacar todo tipo de conjeturas. Miradas amenazantes llovían de todos lados, ajusticiándome por lo que supuestamente le hice a la gorda (aún cuando ella no había dicho nada) …Después de ese mutismo mofletudo que me pareció una eternidad, exclamó – ¡me rechazó por ser gorda! – . Todo tipo de comentarios se me vinieron encima, incluso hubo un par de mujeres intentando golpearme, ¡Maldito, maldito! Me gritaban, al tiempo que me lanzaban manotazos. Yo me cubría el rostro con el antebrazo, en tanto, unos adolescentes sacaban su celular para grabar, por otro lado, un hombre miraba como disculpándose por no hacer nada, otros se reían comentando la situación. En esos momentos sólo atiné a pedir permiso para bajarme en la estación siguiente, antes que las cosas empeoraran. Lo que no estaba en mi cálculo es que la gorda me siguiera, y como no lograra darme alcance, hizo que los guardias de seguridad me detuvieran. Luego de acusarme de hacerle tocaciones y frotar mi miembro en su trasero. Fui llevado esposado a una sala sin que se me concediera el principio de la duda (a la espera de la llegada de la policía) La mujer, pidió nos dejaran a solas por un instante (ante la mirada desconcertante de los guardias) no se preocupen, con las esposas no podrá hacerme nada, sólo quiero que sepa un par de cosas, antes de que se lo lleven preso. Se sentó frente a mi, en actitud desafiante. No sabes lo que he soñado este momento, maldito, destruiste mi adolescencia…quise interrumpirla, pero no me dejó…no quiero que digas nada -agregó agresiva- yéndoseme encima como una pantera herida, sólo quiero que pagues por lo que me hiciste (hice un gesto con las manos de que me estaba acusando) y eso más la molestó. Acaso no sabes lo que dijiste de mí, la noche del 29 de septiembre del maldito 2001- levantó la voz- haciendo todo tipo de ademanes con sus manos y brazos regordetes (en cualquier momento esta mujer me golpea, pensaba) Yo en cambio lo puedo recordar como si fuera ayer -repuso - al tiempo que su tremenda humanidad se incorporaba en un gesto teatral como si fuera a declamar un verso. Con la mirada pérdida en un punto imaginario y una voz fría – continuó- La casa de la Javi, sábado por la noche, su cumpleaños, la excusa perfecta para verte. Para entonces pensaba, que la Javi era mi mejor amiga (hizo un gesto con sus ojos y boca, como diciéndose estúpida) por ser la única a quien había confesado estar enamorada de ti. Esa noche prometió darme una cita intima contigo. Una lágrima empezó a asomar en sus ojos, bajó la vista, respiró largo y profundo, y cuando quiso continuar, la voz comenzó a sonar quebrajada…Dijo que debía esperar en ropa interior en su dormitorio, ella se encargaría de que tú fueras ahí, y que todo lo que después pasara dependía única y exclusivamente de lo que yo quisiera. Esperé en la habitación nerviosa, dudosa de hacer lo que me pedía, no estaba segura de cómo reaccionarías, pero me alentó diciéndome “es un hombre, y al final a todos los hombres se les para con una mujer desnuda enfrente” … no sentí que fuera el mejor aliciente, pero al menos me reconfortaba la idea que mi primera vez fuera contigo. Recuerdo que incluso saqué un perfume a mi madre, quería impresionarte. Además, llevaba ropa interior de encaje, una que me había comprado meses antes y que no había usado. Todo lo hacía pensando en ti, eras el hombre de mis sueños, te soñaba a menudo. Por eso, había aceptado la propuesta. Nunca supe lo que pasó esa noche en el living de esa casa, por eso te pido si te queda un poco de hombría, me lo digas todo ahora, sin evitar nada, ya no hay nada que me pueda hacer daño. Tragué saliva, le miré a los ojos y me sentí miserable, por primera vez, veía sus enormes ojos pardos y me olvidé de su gordura. No quería contarle lo que realmente pasó, no creía tener la suficiente hombría para seguir. Le pedí un poco más de tiempo, que me hablara más que fue lo que vivió esa noche…Desde el segundo piso, escuchaba las risas de todos, los gritos de los hombres vociferando ¡en pelota, en pelota! pensé que de algún modo se referían a mí, comencé a desvestirme con pudor, nunca lo había hecho antes, pero todo era por ti y para ti. Me quedé en ropa interior y me senté en la cama inquieta, no sabía si tenderme, o esperarte de pie. Apagaba y prendía la luz del velador, nerviosa. La habitación de la Javi, me parecía intimidante. Hubiese preferido que fuera en mi habitación pensaba – pero sabía que tú no me visitarías, aunque te lo rogara. Impaciente miraba hacia la puerta, esperando que tú entraras. Te imaginaba con una rosa en los labios, para mi, diciéndome cosas bellas (no pudo continuar y soltó el llanto) … por favor, continua, supliqué … ¿para que quieres que siga? ¡Acaso no te basta! -reclamó airada. Sabes muy bien el final de la historia ¿para que deseas humillarme más? Te juro que no sé el final, por eso te pido que sigas, debo entender… ¡sabes muy bien lo que hiciste esa noche! -me recriminó, incorporándose sobre la mesa que nos separaba. No es necesario que yo te lo deba decir…pareció gritarme enfurecida. No estoy tan cierto en este momento – respondí, intimidado por su agresividad descontrolada por momentos. Sentía frío -continuó- no sabía si era porque estaba semidesnuda o por los nervios, caminé hacia la puerta y la abrí. Al no verte comencé a bajar en puntillas las escaleras, supongo ahora que nadie se acordó que yo estaba en casa esa noche, lo digo por la escena que vi, en el living… ¿qué fue lo que viste? -pregunté intrigado. Vi a la Sole, Amanda y Sandra, en ropa interior bailando para ti. No quise seguir mirando, me sentí una tonta, entonces algo pasó y es lo que quiero que me digas ahora, sólo me quedaron esas malditas palabras que pronunciaste, malditas y tormentosas palabras que atravesaron mi corazón como filosas dagas esa noche y todas las siguientes de mis dieciocho años. No imaginas, lo que me destrozaron como niña, no puedo decir mujer porque no lo era. Nunca lo entendí, lo dijiste con tanto desprecio, que por eso me castré como mujer, nunca más la idea de amar un hombre se anidó en mí, eso no era para una gorda, el amor era sólo para las flacas como la asquerosa Javi y sus amigas. Nunca más me junté con esa maldita perra, ahora entiendo que sólo me utilizó para burlarse y que te eligió a ti, como mi verdugo…Yo no sabía nada de eso -contesté- te juro que recién me entero de lo que pasó…¡Pero sabías que estaba ahí maldita bestia!, sino no hubieras dicho lo que dijiste…si claro, pero también es cierto que estaba borracho, y como un estúpido caí en el juego de la Javi, lo dije realmente sin pensar…(quise pedirle perdón, pero me faltó valor) Sus ojos llorosos y el rimen corrido por las lágrimas, le daban un aspecto lastimoso, que me hacía sentir aún más culpable…casi no podía soportar la presión en mi pecho, trataba de no mirarla, mientras escuchaba sus sollozos. Con una mirada desgarradora, me rogó que le contara el resto. Respiré profundo, como buscando palabras que sonaran lo menos dolorosas posibles, le expliqué que los muchachos y yo estábamos bebidos cuando de pronto la Javi detuvo la música, me tomó de la mano y me dijo que las mujeres me habían elegido como el afortunado de la noche y me sentó en el sillón del living. Entonces les dijo a todos que se ubicaran por los costados, corrió la mesa del centro, colocó una música digna de cabaret, tres de sus amigas comenzaron a bailarme y a sacarse la ropa, mientras yo bebía no se que número de cerveza. Te confieso que, con tanto alcohol en el cuerpo, no estaba reaccionando al show (lo dije sólo por aliviar en algo su pesar) Los muchachos empezaron a avivar las cosas, mientras las chicas iban desvistiéndose…quise detenerme, me acobardaba continuar… sigue- repuso con tono determinante. Su cabeza reposaba sobre sus brazos apostados sobre la mesa, como si estuviera esperando una sentencia terrible. Su figura de mujer resignada, dolida, me obligó a continuar por vergüenza. Bueno – repuse -al tiempo que se me escapaba un resoplido,  la Javi me vendó los ojos y me secreteó algo al oído, y por eso dije lo que tú escuchaste…pero créeme, no tenía idea de lo que me acabas de contar…Eso no tiene importancia ya, contestó aún con la cabeza gacha sobre la mesa,  lo único que vale es que reconoces que lo dijiste, ahora deberás hacerte cargo de lo que me dañaste… levantó su rostro y con una mirada inexpresiva y una voz fantasmal – preguntó - ¿Qué fue lo que te secreteó la Javi?…Apreté los puños, y con voz entrecortada repuse “que una de las presentes se empelotaría para mí, y que debía estar con ella a toda costa”…entiendo, pero ¿tan horrible era para ti, que esa fuera yo? – inquirió…no pude responder nada. Se incorporó como si se hubiese desprendido de una armadura que llevaba encima, resopló una y otra vez, dándome la espalda. Luego me quedó mirando y exclamó con cierto orgullo. ¡Ah! por cierto, ahora soy escort en una boîte del barrio alto, imagínate, los hombres ahora pagan por estar conmigo – una sonrisa socarrona, se dibujó en su rostro pálido. Se limpió las lágrimas con el dorso de su mano regordeta llena de pulseras de fantasía, y antes de llamar al guardia, se dirigió a mi…no te preocupes retiraré los cargos, ya obtuve más de lo que quería. Se arregló la falda que se había recogido aún más. Sostuvo su mirada un instante como queriendo decirme algo, más guardó silencio y desapareció taciturna tras la puerta. A los pocos, minutos entraron los guardias diciéndome con tono seco y cortante, que podía retirarme. La mujer había retirado los cargos. Me incorporé, más hubiese preferido me llevaran preso, me parecía lo más correcto, después de lo que le había hecho en el pasado. Salí al pasillo y el bullicio y sentí que el gentío me atropellaba, pisoteando lo que quedaba de mi ser. Decidí darme por enfermo en la empresa. Caminé varias cuadras sin rumbo, recapitulando lo que acababa de vivir. Nunca imaginé ser el responsable de la vida de Raquel. Las palabras dichas con tanto resentimiento, tanto dolor, le abrieron heridas que dejaron salir la miseria de que estaba recubierto su ser. Al anochecer y llegar al departamento, sintió que su actual pareja le parecía más bien una extraña, alguien con quien estaba por no sentirse solo. No se molestó por saber qué era lo que le pasaba realmente, solo se limitó a conseguirle un médico para que lo viera al día siguiente. Esa noche no pudo conciliar el sueño, volvía a la fiesta de ese sábado una y otra vez, sin poder remediar el momento en que dijo aquellas malditas palabras. Lloró en silencio, sintiéndose cada vez más miserable. Con el paso de los días, la idea de quitarse la vida comenzó a pasearse por su cabeza, “Depresión, por crisis existencial” fue el diagnóstico que figuraba en la licencia que presentó en su trabajo. Poco más de un mes después, le vieron entrar en una boîte, solicitando los servicios de una tal “Lulú (nombre artístico de Raquel) desde entonces es cliente asiduo del local, y pide sólo los servicios de Lulú.                                                                                 *******
Hacía una semana que la noticia ocupaba las portadas de los principales matutinos de la ciudad. “Horrenda masacre causada por dos inmigrantes haitianos” “No tuvieron piedad con la mujer embarazada ni los adultos mayores que ocupaban los primeros asientos del bus”. Los matinales y los programas faranduleros se deleitaban mostrando las imágenes de los cuerpos ensangrentados de quienes viajaban en el bus aquella fatídica mañana. El hecho aconteció a eso del mediodía. La gente en la calle al consultárseles opinaba que debían matarlos como una forma de escarmiento y ejemplo para el resto de los inmigrantes. Se generalizó la opinión de catalogarlos de delincuentes, todos debían ser exiliados de vuelta a su país de origen. Aquella mañana, la dueña de la pensión, había amenazado a Leroi con echarlo a la calle por el no pago de la habitación que compartía con su primo Renaud. Este último pasaba la mayor parte del día drogado y no tenía trabajo. Se mantenían con los dulces que vendía Leroi en el transporte público. Esa mañana Renaud desesperado por consumir y falto de dinero fue en busca de su primo. Primero empezó a rogarle que sería sólo un préstamo. Leroi sabiendo que no trabajaba, se negó. Había comenzado bien el día, ya tenía casi un tercio del dinero que necesitaba para pagar el cuarto. Trato de explicárselo, pero no entendía de razones. Renaud en un acto desesperado sacó el arma que acostumbraba portar y le amenazó. Leroi salió corriendo entre el gentío y se subió a un bus pensando que lo había perdido. Mientras ofertaba su mercadería miraba de soslayo hacía la puerta trasera esperando que asomara Renaud. Nadie le prestaba atención, estaban inmersos en sus mundos virtuales atrapados por sus celulares o la música que escuchaban con audífonos. Exactamente una cuadra después por la puerta delantera del bus asomó la figura de Renaud. Leroi seguía ofreciendo su mercadería. La angustia y la desesperación ante la indiferencia de los pasajeros llevó en un acto delirante a Renaud a sacar el arma, y descargó la primera carga a esas cabezas gachas e indiferentes a la presencia de Leroi que rogaba compraran sus dulces para poder pagar la habitación… ¡Malditos insensibles! gritó lleno de furia y la primera que levantó la cabeza fue la mujer embarazada quien vio volar los sesos de los ancianos que la antecedían. Los ojos desorbitados y llenos de odios del hombre que disparaba, se toparon con los suyos y fue lo último que vio antes de caer muerta. Renaud no se detuvo ante el pavor y las súplicas del resto de los pasajeros. Recargó su arma, había logrado la atención de aquellos seres plásticos, pero ahora era demasiado tarde.      
Cuando se pierde la dignidad, se pierde todo. Es como dejar caer un jarro de porcelana y ver como se quiebra en mil pedazos, así me sentí, cuando mi madre me echó de la casa por drogadicta. En ese tiempo no lo aceptaba, la odié con toda mi alma y juré vengarme. Una semana después quemé su casa, pero lejos de satisfacer mí odio, fue el inicio de mi fin. No dudó en denunciarme. Me encerraron por cinco años, gracias a que mi abogado apeló a que estaba drogada y no sabía lo que hacía. Desde el estrado vi el odio de mi madre y de mis hermanitos. Escuché la sentencia, mientras en mi mente pedía perdón. La cárcel terminó de cerrar la coraza que cubría mi ser. Llevaba poco más de un año, cuando en la ducha fui abordaba por “la diabla” como la llamaban, me apretó fuerte con sus brazos por detrás, hasta que agoté mis fuerzas intentando soltarme de su cuerpo. Me besó y me recorrió con sus gruesas manos, me sentí aún más sucia. Acepté ser su protegida, sabía que no podía sola a pesar de lo dura que me creía. Logré salir antes, por buena conducta.El día de mi libertad, se abrió la puerta y entró el bullicio de la calle junto con el sol abrazante. Nadie me esperaba. Caminé sin rumbo, me sentía aterrada. Creía llevar un cártel sobre mi espalda, que me delataba como presidaria. Con la llegada de la noche, reaparecieron mis miedos. Logré encontrar refugio en una camioneta abandonada. No sabía que hacer, mi cabeza trabajaba a mil revoluciones, preguntas, dudas, temores, se paseaban aturdiéndome, por fin, pasada la medianoche logré conciliar el sueño. Al amanecer, me encontró un seminarista. Parecía bueno y acepté acompañarlo hasta un convento, no muy lejos de donde me encontró. Las monjas no preguntaron nada, me acogieron sin preguntas. Me sentí protegida. Llevaba tres meses, mi vida había encontrado un sentido. Vivía relajada en ese ambiente, me trataban con cariño y me hacían sentir digna. Creí encontrar el camino de salvación. Entonces, vi a la hermana Angelinna por primera vez. Para entonces, no sabía que se llamaba así. Su rostro pálido, y sus ojos lastimosos me atrajeron de inmediato. Tenía que ser su amiga. Primero fue en la cocina, donde compartíamos los jueves, luego el jardín, fin de semana por medio, el tiempo que pasábamos juntas. Una tarde, me colé en su habitación, y vi su cuerpo desnudo. Me sentí confundida, me gustaba una mujer. Me desnudé y me metí entre las sábanas. Puse mi mano sobre su boca, con la misma presión que la diabla lo hizo conmigo, entonces me puse sobre ella, y apegue mi pelvis, sentí su resistencia, la misma que puse en mi primer encuentro con la diabla, Ahora era yo la que buscaba poseer,  vi en los ojos de Angelinna el mismo terror que debieron tener los míos, entonces saqué mi mano de su boca, y antes de que intentara gritar la besé con una pasión desenfrenada, pasé de la fuerza a la ternura, recorrí su cuerpo delgado, hasta  lograr que no opusiera más resistencia. Antes del alba, me retiré de su dormitorio sin ser vista. Las dos semanas siguientes no me dirigió palabra, la mayor parte Angelinna se lo pasaba rezando, con el rosario entre sus blancas manos. Sentí que mi vida, tal como mi alma estaban condenadas. Hui del convento, pues no fui capaz de despedirme. La hermana Angelinna, enfermó y la madre superiora ordenó que fueran a buscarme.La encontraron vagando borracha. Le encomendaron el cuidado de Angelinna. Fue su enfermera incondicional durante tres noches seguidas. Cuando despertó Angelinna, sonrió y la atrajo hasta su pecho. Esa noche se amaron sin temor. Planearon huir, dejaría los hábitos y se irían a vivir juntas. Reían y se abrazaban cuando fueron sorprendidas por sor Matilde. Otra vez fue echada a la calle. Sintió que lo último que le quedaba de dignidad, se terminó de quebrar.Pasó de la calle, a la prostitución rápidamente, y se hacía llamar “La Diabla”, tal como aquella que la iniciara. Era la única que comenzó a atender clientas, aparte de los caballeros engominados que la buscaban. Eso la colocó en una categoría que atemorizaba a sus pares y atraía a la clientela. Sus tarifas superaban con creces al resto. Producto de su odio enquistado, se convirtió en una experta sodomita, y su apodo de “La Diabla” trascendió las fronteras a tal punto que decidió poner su propio local nocturno. El que apodó “El rey Satanás”. Las mujeres del pueblo, iniciaron una persecución en su contra, publicando todo tipo de barbaridades en el diario oficial del pueblo, pero lejos de causarle daño a su imagen, la hicieron aún más poderosa. Todo el mundo quería estar con ella, fueron los más ricos, quienes la pusieron en el lugar de diosa, al tratar de hacer exclusivos sus servicios, cada cual ofrecía pagar honorarios elevadísimos. Creía que ese era su destino. A veces durante los servicios, se sentía totalmente poseída y se dejaba llevar, como la vez que descargó su ira, y maltrató a latigazos al juez Durán, quien estuvo dos semanas internado por la gravedad de las heridas provocadas. El propio juez, en su estado de delirio la hizo aún más famosa, y los servicios de sadomasoquismo, eran cada vez más solicitados. A veces, cuando azotaba a uno de sus clientes descargaba su furia contenida, por estar lejos de Angelinna, o por haber sido iniciada en la cárcel por aquella que llevaba ahora su apodo, por no poder dejar de drogarse, de no tener un hogar...Una tarde que llovía torrencialmente, se disponía a cerrar las cortinas de su habitación, cuando vio a un muchacho empapado, intentando guarecerse dentro de un auto. Como un flash se vio retratada en aquel muchacho, cuando salió de la cárcel. Pidió a uno de sus guardias, lo trajese. Era delgado, pequeño y tenía una cara de ángel. Le quitó la ropa mojada con la habilidad acostumbraba. Cuando le observó desnudo, le sobrevinieron ganas de entretenerse con él. Tiritaba, no sabía si era de frío o de nervios. Poco a poco le fue seduciendo. Lo metió en la cama y dejó que experimentara con su cuerpo. Por primera vez, en su vida durmió con un hombre toda la noche. Al amanecer le pidió se fuera. Su ropa estaba aún húmeda, pero eso no le importó. Le pasó plata para que tomara un buen desayuno. Desde entonces, el joven volvía por las noches, y se paraba frente a su ventana, esperando que le invitara a pasar. Al principio fue como un juego. Sin embargo, el joven cada vez se iba poniendo más diestro y fue de a poco despertando a la mujer que llevaba dentro. Se dejó llevar sin saber que estaba cayendo en su propia trampa. El joven ganó fama de galán, era el amante de “La Diabla” y las mujeres le buscaban. Ya no se le veía por las calles. Es más, era común verlo subir y bajar de elegantes autos. Vestía bien, y dormía en elegantes hoteles fuera del pueblo. Dejó de visitarla.“La Diabla” se sintió traicionada, era su juguete y lo quería de vuelta. Pidió a sus guardias buscaran la joven más bonita y sensual de los alrededores y se la trajeran, costara lo que costara. Una semana más tarde, se presentaron con una joven de cabellos rojos que la encandiló con su belleza. Le ofreció una suma considerable, para que aceptara ser su doncella. La vistió con los vestidos más finos de la época, le dejaba darse baños de espuma, le fue enseñando todos los trucos necesarios con los hombres. Fue apodada la “diablilla”, pero no atendía a nadie. “La Diabla” puso precio a su virginidad, y llegaron hasta príncipes, reyes, y condes a ofrecer sus tributos. Todos eran elegantemente rechazados. La fama de la diabilla, llegó incluso hasta los oídos del Zar Emilio, un don Juan de tomo y lomo quien llegó al punto de pedir su mano, con tal de poseerla.Una tarde, en los jardines de la mansión de “La Diabla”, se presentó su antiguo amante, pero no veía a verla, fue atraído por la fama de su protegida, a quien abordó, usando sus mejores trucos. La diablilla, que estaba estratégicamente entrenada, le rechazó y le dio la espalda. Noche tras noche, durante dos meses, se vieron en los jardines, siendo observados a la distancia por “La Diabla”. Entonces, le encargó dejarse seducir hasta el punto de ofrecerle llevarlo a su habitación. El joven se sentía triunfador, más cuando acostado vio que a la escena se incorporaba la mismísima Diabla. No cabía en sus anchas, se dejó acariciar por ambas mujeres. Pletórico, abrió sus brazos para apoyarlos detrás de su cabeza, dispuesto a contemplar la culminación de su fama. La diabilla era hábil con sus manos, y lo gozaba, vio a “La Diabla” desnuda acercarse ocultando algo tras su espalda. Sus ojos pasaron de la expresión de máximo goce al más profundo terror cuando la mano hábil, dejó ver el azadón con que cortó su miembro, el que saltó lejos. Sangraba, y se retorcía de dolor, mientras las mujeres reían satisfechas. La diabilla, lamía los dedos de “La Diabla” bañados en sangre. El dolor se hacía cada vez más intenso, la sangre fluía a raudales, y un golpe eléctrico se apoderaba de sus brazos, quería gritar, pero prefirió mantenerse digno. La habitación se fue oscureciendo y sus ojos se cerraban entre tinieblas, lo último que alcanzó a escuchar antes de perder el conocimiento fue la risa de ambas.Despertó en el hospital, adolorido, con las pocas fuerzas, levantó las sábanas y vio que al menos los médicos le habían devuelto su dignidad.                                                                                 ******
Desde la altura tenía visual de la habitación. Llevaba años en el mismo sector. Había visto de todo en sus más de 30 años de existencia, desde un nacimiento hasta dos muertes. Nada le asombraba. Aquella mañana, se habían registrado una pareja de extranjeros, dejaron su equipaje a un lado y durmieron hasta tarde. Al amanecer, él decidió tomar un baño. Ella permanecía adormecida aún en cama. El calor de verano se paseaba por la habitación, vomitando su aliento ardiente, haciendo sofocante el ambiente. Lentamente fue empujando las sábanas hasta dejar al descubierto su cuerpo desnudo. De blanca piel, cabellos lacios y figura contorneada, se movía inquieta; sus piernas se movian seductoramente. Con sus manos comenzó a recorrer su figura, hasta perderse en el bajo vientre, en un éxtasis que fue encendiendo los muros que parecían contemplarlo todo. Imaginó que aquello era un preambulo de excitación para el hombre que la acompañaba, pero ella se sumergió en un pantano de placer donde no volvió a salir. Tres días después, el cielo de la habitación del hotel era pintado, y una capa de óleo blanco cerró los ojos para siempre a aquella vieja mancha.     *******  
La mañana me encontró nuevamente en tu habitación, fue la pasión la que me emborrachó. Me vestí en silencio, arrepentido de haber caido otra vez. Tú preparabas el desayuno. Manifesté estar apurado, debía irme luego- asentí. Te mentía, como antes me había mentido a mi mismo. En realidad, no se si te mentía, después de todo, esto nació de una mentira.
Borracho el padre llegaba todas las tardes, después que entraba en su casa, se sentían gritos, golpes, platos rotos, siempre lo mismo. Al amanecer la madre de mi amigo, mostraba las huellas en su rostro y en los ojos de él, se teñia la impotencia. Pasaron los años, y esa tarde el ritual comenzó, pero luego se escuchó el grito de una voz pastosa. Al día siguiente, el rostro de la madre relucía, el padre se quedó en casa y cuando me encontré con mi amigo, pude ver en sus ojos la satisfacción. 
Reviso cada detalle, su peinado, su vestido, el maquillaje, todo debía ser perfecto. Los preparativos para recibirlos estaban coordinados, las sillas dispuestas correctamente, a un rincón las cosas que se servirían. No consentiría ningún tipo de crítica. Revisó los últimos detalles. Se asomó a la ventana y comprobó que los primeros autos  estaban estacionándose. La noche era agradable, entre las nubes se apreciaba la luna sonriente, el patio se encontraba iluminado, entonces se recostó satisfecha. Poco a poco fueron llegando. El comentario general entre los asistentes fue lo bonita que lucía en el lecho de su muerte.
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