• Esteban Valenzuela Harrington
Esteban
-
  • País: Chile
 
Reviso cada detalle, su peinado, su vestido, el maquillaje, todo debía ser perfecto. Los preparativos para recibirlos estaban coordinados, las sillas dispuestas correctamente, a un rincón las cosas que se servirían. No consentiría ningún tipo de crítica. Revisó los últimos detalles. Se asomó a la ventana y comprobó que los primeros autos  estaban estacionándose. La noche era agradable, entre las nubes se apreciaba la luna sonriente, el patio se encontraba iluminado, entonces se recostó satisfecha. Poco a poco fueron llegando. El comentario general entre los asistentes fue lo bonita que lucía en el lecho de su muerte.
Dos monedas en el bolsillo, me separan de la decencia. Busco entre los chóferes aquel que tenga la bondad en su rostro, para rogarle me ayude a llegar a casa. Gasté mis últimos recursos en la búsqueda de trabajo y me voy sin una respuesta. Me esperan mis retoños, seguramente ávidos de hambre y siento en mi estómago los golpes de la cesantía. Una señora me mira inquieta, llevo mucho tiempo en el paradero y ya parezco sospechoso; la entiendo, las cosas están difíciles hoy en día. ¿Tan malo será mi aspecto? Y pensar que hasta unos meses atrás era persona.   Unos muchachos lo empujaron, para subir a una micro que estaba detenida. Cuando ésta partió, no sólo llevaba a los jóvenes, sino también, lo último de dignidad que le quedaba a aquel hombre.  
Dos cajas de leche conversaban en la góndola del supermercado. Una de ellas era tremendamente presuntuosa y le comentaba a la otra que estaba contenta con estar en un local del barrio alto, al menos iba a ser bebida por gente de bien. La otra en tanto, no le prestaba atención a tan simples conjeturas. Vino una mujer las tomó a las dos y las echó al carro. Cuando ingresó a la cocina la mujer tomó una y se la regaló a su nana. Esta última la guardo en su cartera, y en la tarde salió de regreso a casa, viajó en un bus y llegó a una población donde en una mediagua estaba su madre cuidando a su hija recién nacida. Calentó al fuego un poco de leche y se la dio, ella y su nenita durmieron contentas. La otra fue abierta al día siguiente para el almuerzo. La cajita presuntuosa esperaba lucir su sabor en tan refinados paladares, pero fue utilizaba para hacer puré. Al cabo de una semana, se descompuso y fue tirada. La metieron en una bolsa negra, y luego lanzada al interior de un camión recolector. Cuando fue descargada entre una cantidad enorme de basura, rodó hasta quedar al lado justamente de la otra cajita. Esta última sonriente –le dijo- mira donde nos vinimos a encontrar.
Julián Domínguez, había llegado al cargo de Jefe de personal hacía apenas dos meses. Debido a eso el contratar a la nueva secretaria de gerencia, era para él todo un desafío, eran muchas las cosas que se jugaban. Se quedó en su escritorio a la hora de almorzar y comenzó su elección. Indudablemente que seleccionó los curriculum de las jóvenes más llamativas. Luego, para no dejarse llevar tan sólo por las apariencias, empezó a separarlas por su competencia. A medida que pasaban las horas, la selección, se le hacía, más y más difícil. Debía esa semana entrevistar a la seleccionada  para enviarla de inmediato al sicólogo, de ese modo a la llegada de don Javier, la elegida estaría en su puesto de trabajo. Eran tantas sus dudas, que decidió continuar unas horas más, al término de la jornada.   Se encontraba en esa tarea, ya cansado, entonces decidió prepararse un café. De vuelta, halló uno de los curriculum tirado en el suelo. Lo recogió para colocarlo en el grupo de los no seleccionados, cuando escuchó una voz que le decía “dame una oportunidad”, miró en dirección a la puerta por si alguien había llegado, pero aparte del guardia, no había nadie más en la compañía. Lo colocó en el montón y nuevamente la voz volvió a hablarle. Se quedó quieto, tratando de agudizar sus sentidos. De pronto, la vocecilla dijo “aquí, aquí abajo, mírame por favor”; Julián no podía dar crédito de donde provenía esa vocecilla, “por favor, necesito este trabajo, no por mí, sino por mi pequeñita”. La foto de la mujer era la que hablaba. Julián acercó el papel hacia él, pero era sólo eso una foto pegada a un curriculum más. Bebió el café de un trago y decidió retirarse a casa; mañana estaría más repuesto y con la cabeza más despejada para tomar una decisión. Antes de dormir, prendió la televisión, los comerciales y nada interesante hizo que se fuera adormilando. De pronto, la voz de la mujer volvió a pedirle “Dame una oportunidad”. Julián se despabiló de un salto y se quedó mirando la televisión, la imagen de la mujer que había visto en la fotografía  estaba en la pantalla, pero nuevamente muda. Decidió apagarla.   “Soñó que iba en el metro atestado de gente como todos los días; leía el periódico. En eso, escuchó una voz femenina pidiendo la dejasen pasar en forma autoritaria, los pasajeros abrieron paso, y entre la muchedumbre apareció la mujer que venía en dirección a Julián con una pequeña en los brazos. ¡Es tu culpa!, le gritaba, ¡es tu culpa Julián!, murió anoche, me quedé esperando tu llamado, no pude comprarle su medicina, ¡te das cuenta lo que hiciste!, ¿Por qué no me diste esa oportunidad, si te lo rogué por ella? ¿Por qué Julián?....él se quedó paralizado por la situación. Las puertas del vagón se abrieron, la gente se iba bajando dándole miradas de reproche. Ella seguía frente a él, había tanta amargura en su rostro, sus ojos ya no tenían más lágrimas que derramar. En la pequeña, se veía una expresión de dolor. Despertó agitado, se bañó. Era más temprano de lo que acostumbraba levantarse. Se duchó por largo rato, trataba de entender lo que estaba pasando. Camino al metro se detuvo en las escaleras, inquieto porque hubiese sido un sueño premonitorio. Luego, se dijo a si mismo que eso era consecuencia del stress y que nada podía pasarle. Fue así. Nada ocurrió en el metro, eso le tranquilizó. Al llegar a su oficina, la inquietud se hizo presa de él, al no encontrar el curriculum. Revisó entre todos sus papeles, incluso retó a su secretaria, por el extravío de aquel documento.   Se retiró más temprano, inquieto, por la imagen de aquella mujer que no se iba de su mente. Tomó el metro, anduvo vagando por las diferentes líneas, esperando toparse con ella. Ya tarde, y rendido por el ajetreo, se bajaba en su estación, cuando una manito pequeña le rozó sus dedos, al mirar hacia abajo, vio a la niña del sueño ingresando al vagón de la mano de su madre. No reaccionó de inmediato, y cuando corrió, las puertas se cerraron en sus narices; las golpeó desesperado, el guardia le pidió se retirase. La niña en brazo le hacía señas, la madre se giró para ver a quien, y entonces sus miradas se encontraron; dibujaba en su rostro la misma angustia que él había visto en el sueño. La niña estaba bien, aún era tiempo, podía ayudarla, quería hacerlo. El vagón se perdió por el túnel.    Volvió desconsolado a su departamento. Se acomodó en el sillón y encendió la televisión. Las noticias de siempre desfilaban frente a sus ojos. En eso, un despacho en directo, le dejó la sangre helada. Se escuchó lo siguiente “....hace pocos instantes una mujer se quitó la vida junto a su pequeña, se desconoce bien las causa de su decisión, no portaba documentación, solamente un sobre y en su interior su curriculum, con el que se puede establecer que el nombre de la occisa correspondía a María de los Angeles........, el sobre tenía sólo el nombre de Julián.... ”   Al día siguiente, en la oficina, la secretaria de él, comentaba con otra – imagínate niña, si era tan joven, quien iba a pensar que se iba a quitar la vida, fue anoche, salió en las noticias, cuando mi madre me avisó no podía creerlo, como me iba a imaginar que Julián se quitaría la vida. Dice que dejó una nota a una tal María de los Angeles........        
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