• Diego Andres Poveda González
Diego Poveda
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  • País: Colombia
 
                                Copyright – Todos los derechos reservados No se admiten copias o adaptaciones de ningún tipo de esta historia. Cap. 0 | Explicación y Prologo La necesidad cada vez se hace más inevitable, ella nos absorbe hasta quedar sin aliento, sin respiro. Los suspiros son su máxima expresión, el cansancio que aborda nuestros seres. Tal vez sea el desaliento o como humildemente llaman "flojera", pero puede ser falta de expresión, ese objeto que nos falta para poder dar en símbolo todo lo que sentimos, esa parte externa de libro abierto que siempre mostramos, ese número de página que nunca queremos mostrar, tal vez eso sea la soledad. El simple hecho de contar una historia para mí, un simple servidor amante de la música y la lectura fantástica, paranormal y amorosa, puede que sea mi "lugar de desahogo" junto a lo que es tocar mi instrumento musical favorito con todas las ganas y toda la energía. La historia que estoy a punto de revelarles he estado pensándola durante un año y un poco más, siempre la contaba a medias cada vez que me la preguntaban, siempre dudaba en decirla, siempre contemplaba el pensamiento que rondaba por la mente para poder darla a conocer; pero nunca podía contarla como debía ser. Esta no es la excepción; aunque será la más cercana versión a la real, esta historia se llenará de personajes paranormales que alguna vez alcancé a percibir con el oído, los personajes puede que sean únicos, como puede que ya los hayan oído. Prepárense, porque la tragedia... está por comenzar. La verdad no sé porque nací así, lo importante es que tengo que comer para sobrevivir. Comer para sobrevivir. Mi padre me lo enseñó. Solo tengo que terminar mi cena... Tengo una manera especial de quitarla... me gusta mucho. Primero tengo que quitar la piel que tiene, que asco, enserio... no me gusta la piel, pienso que es grasa. Pero no era tan exigente, aprovechaba que hacía eso para beber un poco, atrapar a esta persona sí que me daba sed. Después iba directo a los órganos, era normal que estuvieran un poco secos, pero como ya no tenía sed era mejor continuar antes de que me pillaran, como a mi papá. Espera no... Odio comer intestinos, mejor pasemos al hígado, el estómago, el corazón: pero primero quitemos los nervios, nada raro, es feo tener venas como pelos en la sopa.  Las extremidades hasta el final, ya que los músculos eran la mejor parte, menos los pies y las manos, eran mucho hueso y poca carne.  ¿Y la cabeza? Bueno, era como el postre de gelatina que los humanos comen cuando terminan el almuerzo. ¿Humanos? No... Yo no soy un humano... yo soy un caníbal. Tengo que cuidarme más, no me pueden descubrir, me matarán. Un ruido está viniendo desde afuera. Debería salir del pasillo, igual ya acabé la cena. David como siempre estaba como loco.       Cap. 1 | La vi Pisaba cada charco que me encontraba en el camino. Cada pisotón y cada gota de agua que saltaba a mi pantalón era una forma de violencia más pequeña que la que acababa de sentir. Los hechos que habían sucedido anteriormente, y peor, por mi autoría. Suelo ser calmado cuando no me hacen nada, pero la necesidad me hace ir a lugares que no quiero, y hacer acciones que no debo. Mientras cada acumulamiento pequeño de agua sentía mi pequeño e inevitable poder, compartía el momento con mi sombra nocturna creada por las luces urbanas y un amigo, que hablaba menos que la sombra. Él, era mi camarada desde antes que ocurriera mi accidente, desde antes que todo se fuera al retrete. — Oye, pero cuidado te mojas los zapatos... — dijo David, el mocoso. — No me digas que hacer. — Yo y mi indiferencia después de haber hecho algo malo, como lo que acababa de suceder, podría aumentar. Mis sentimientos eran fríos y a la vez serenos, buenos y al mismo tiempo inentendibles. Podía ser bipolar y nadie se daría cuenta de mi desasosiego. La única manera de librarme del pensamiento maligno que rondaba por mi cabeza, era comer algo, de nuevo, yo tenía una dieta muy estricta... en realidad muy estricta. A veces lamentaba mi condición era pésima, no la soportaba pero tenía que vivir con ella. — No es por molestarte Juanjo, pero es que siempre estás así en las noches — David era algo así como mi "confidente" - muchas veces te noto de mal humor y lo único que haces es ir a lamentarte en tu casa. — A veces es la única manera de librarme de mi propia prisión... — Cualquier cosa que sea... no es para tanto. — Es que lo que me pasa no es "cosa"... Ese camino fue eterno y peligroso para David. Mi autocontrol llegaba al límite y no podía controlarme más. — David, cuidado en la calle... — Eso me dice siempre, que duerma, mejor... — Es enserio, no querrá que... — No tranquilo, sé defenderme solo... En la ciudad, muchos asesinatos habían estado a suelto, eran humanos que habían desarrollado por una bacteria, pensamientos de canibalismo, de hambre por carne humana. Yo siempre cuidaba a mis amigos, en especial a David, era el que me acompañaba a todos lados... no podía dejarlo solo.... — Esta bien... yo lo acompaño. El miedo rondaba por mi mente, pero no por mi situación, sino por la de David, era un amigo demasiado bueno para que a esta hora, pasase lo que no quiero... — ¡Vaya!... deje los nervios, Juanjo... que me asusta a mí... — Por favor, fue mi idea acompañarlo, agradezca! — Gracias y de nada. — ¿¡De nada!? — David era famoso por hacerme enojar, cosa que nadie puede hacerlo. Continúe con los charcos, era mi "casi-hobbie" favorito de camino a casa. El sonido de estos, empezó a disfrazar unos gritos provenientes de una calle más arriba que la de David, así que como mi interés siempre está por arriba de mi inteligencia, decidí ir a ver.  El sentimiento que me brotó de la piel fue inmediato, transpiré al instante, casi se me da por gritar; pero era algo normal, algo que inclusive yo hacía. Lo que ella estaba haciendo en ese momento, era algo que yo no tenía la capacidad de hacer. Me miró, sus pupilas se insertaron en mi rostro, me identificó, no pude sostener el cuestionamiento que tenía. — ¿¡Porque estás haciendo esto aquí!?... ¿¡No sabes que alguien te puede cachar!? — Que cada uno de nosotros se interese por nuestra defensa — dijo la chica, que sin miedo se levantó y se acercó hacia mi hombro, a susurrarme en el oído —Tu hueles.... algo... — se quedó callada por unos cuantos segundos, si me atrevo a resaltarlos aunque no los contaba, fueron tres. — Delicioso, magnifico; ¿acaso yo pued....? ¿¡AH!? — Exclamó asombrada, dándose cuenta que yo era uno de los suyos.... — Ahora veo porqué al verme no tuviste miedo. Apreciando su desnudez, ella siguió con lo suyo unos minutos más mientras yo simplemente la miraba, yo estaba sediento y no tenía hambre, pero ella al parecer no había comido una persona desde hace ya varios meses. Cap. 2 | La maldita tentación Apreciando su desnudez, ella siguió con lo suyo unos minutos más mientras yo simplemente la miraba, era como amor a primera vista y al mismo tiempo no correspondido; yo estaba sediento y no tenía hambre pero ella al parecer no había tenido la oportunidad de comer una persona desde hace varios meses. Ella al parecer estaba incomoda, y lo admito, es demasiado tedioso que alguien te viera mientras comes, volvía totalmente normal a la cena. Así que ella dio una reverencia, y se alejó entre las sombras, sin dejar a un lado un beso en la mejilla.  Yo al estar impactado de ver a una comedora divertida (la llamé así porque dejó prácticamente servida la comida, dejó todo, solo comió una pequeña parte). Me dio repugnancia ver la escena, es bueno que tú la veas porque tú la hiciste, ver la de otro... a veces da asco. El camino húmedo e infectado de pequeñas masas de agua volvía a hacer su trabajo: ser pisoteadas. La escena me impactó tanto que hice a un lado los charcos, que tal vez se sintieron solos por mi indiferencia. El camino fue largo e insípido, fue interminable. Seguía pensando en esa chica, que ni su nombre me dio a conocer. Al abrir la puerta ahí estaba mi madre. — ¿No crees que no es una hora muy tarde como para llegar, joven? — Estaba acompañando a David, mamá. — Eso no te lo crees ni tú. Estabas comiendo, ¿cierto? — Estas cerca, iba a hacerlo pero no. — Sabes que tan seguido no se puede hacer... — Si, ¡ya!, ¿vas a comenzar de nuevo? — Lo haré las veces que sea necesario, lo pasará lo mismo que con tu padre, Juan — Yo no soy como él, por favor, no me compares. Mi padre tenía su propia fama. Fue uno de los caníbales más fuertes hace unos años, pero no pudo con las masas de la Justicia. Él estaba comiendo, nada nuevo, pero era parecido a la comedora divertida, dejaba prácticamente el plato servido... Las evidencias que encontraron la policía y las huellas obvias que había dejado fueron suficientes para hallarlo y matarlo. No quería ser como mi padre, él no tenía amigos, por el contrario, siempre encontraba uno y aprovechaba la oportunidad para traicionarlo. — Tienes que saber que eres lo único que tengo — dijo mi madre con una lágrima — me dolió lo de tu padre, pero en nuestra vida... es lo único que se puede hacer. — Vale, a la próxima estaré temprano ¿de acuerdo? — y sin esperar respuesta subí a mi habitación, que como siempre, estaba desordenada. Hice a un lado la ropa tendida en la cama y me acosté, me puse unos audífonos y comencé a escuchar Chelsea Grin, mi banda favorita. Me hizo transportarme en el universo de la tentación e hizo que prácticamente perdiera el sentido del tiempo. Literalmente. Cuando creí que apenas cerré los ojos y seguía la misma canción, estaba creyéndome mi mentira, ya era mañana, la lista de reproducción había dado la vuelta y ya tenía que ir al colegio. Me duché y me vestí, mi ramera de Pierce The Veil unos jeans y unos zapatos negros. Al parecer iba tarde y salí corriendo a mi estudio. Iba tan rápido que ni siquiera veía quien pasaba ni las calles al pasar. Y, para mal, la lista de reproducción se había acabado; saqué mi celular, oprimí en el icono de la música y PUM! choqué con alguien, que, al parecer, no vio que iba corriendo y mirando el celular. — Vaya — dije — Mi celular ahora es blando. ¡CARAJO! ¡fijo se dañó!... Aunque, espera, es imposible que sea una bola de masa - y apretaba tal cosa que ahora tenía en la mano en lugar de mi celular. — PER.... — dijo la persona que había caído conmigo... — Espera... ¿¡QUÉ!? — VERTIDO! — y recibí una cachetada. Era una chica, y lo peor ¡de mi clase! y ¡le estaba apretando su seno!. No puede ser, es una de las cosas más vergonzosas que me han pasado. — ¡Espera! No fue mi intención... discúlpame por favor! — ¿Acaso solo venías a chocar y a tocarme? ¡PERVERTIDO! — No espera es que... - No digas nada, violador. — ¡JODER! Que no fui yo.... bueno, sí, pero... — Quiero una explicación y una disculpa — ¿Explicación y disculpa? — ¿acaso esa chica me conocía?, almenos yo no la había visto, aunque, yo nunca me hablo con nadie, solo con David. — Sí, no desayuné, quiero un café y un bizcocho. — Vamos tard... — ¡CAFE Y BIZCOCHO! — Bueno ya... ya. Nos dirigimos a la cafetería, y me di cuenta que enserio estaba en mi clase, y se llama Alejandra. La chica era linda, pero no tanto. Nos dimos una merienda, y nos dirigimos al salón, yo entré con ella. — Buenas noches señores, ¿su permiso? — el profesor de trigonometría era algo modesto y a todo le hallaba problema — Desde cuando aquí hay permisos — dije. Todo el mundo tiró una carcajada y se calló al instante, las clases saboteadas son de las que no le gustan al profesor — Juan José Silva, se retira del salón por favor. — Profe no es para tanto. — Contaré hasta 3... — Profe no hice nada — 1...— y comenzó a contar — ¿No cree que estoy un poco grande para eso? — 2... Y salí del salón. Me coloqué mis audífonos y volví a la cafetería; pedí un café. — ¿Profesor de trigonometría? — dijo la señora del café. — JE — reí levemente — Sí — contesté. Puede que le dé las gracias al profesor, justo cuando iba a beber el primer sorbo de mi delicioso café, volví a tener los pelos de punta, otra vez la sensación de asombro. Sí, ella estaba ahí, la comedora divertida estaba de nuevo ahí, ante mí. Bueno, en realidad no "ante mí" estaba a unos metros en otra mesa cerca al café, tomándose un vaso de malteada. Ella "sin ton ni son" me vio y me guiñó el ojo. ¡VAYA! no puede ser... ¿será que se acordó de mí, el que le arruinó la cena?. Se alejó con su acompañante, un chico de 11avo grado. Entonces saqué mi conclusión, y tenía 2 hipótesis: La primera era que ella podía estudiar aquí y no la había visto, la otra era que solo fuera amiga o más que amiga que el chico que acompañaba. Sonó el timbre de cambio de clase, entonces vi que Alejandra se acercaba, lo que me pareció raro, ella no se podía considerar "amiga mía" — El profe de trigo estaba encabronado contigo — dijo Aleja — No es novedad — le contesté — Después de que te fuiste se la pasó dando cátedra de la mala educación — No es novedad — repetí — Bueno ya, entonces ¿me vas a ayudar en la tarea? — ¿Y tú quién eres? — No sea así, fuiste el que me toco, pervertido — ¿Acaso eso me convierte en un deudor? — Para mí si — AAAAAAAAAGHHH. Vale. — Bueno, será en tu casa, en la mía no hay nadie. — En la mía tampoco — rezongué — creo que no podrá ser hoy — Estas llaves no dicen lo mismo — dijo mientras sacaba mis llaves de su propio bolsillo. — Espera ¿¡QUE!?  — Eres fácil de robar. — AAAAAAAAAAAAAAGH. Entonces tomé mi bolso y abandoné el café junto a Alejandra. No había tema de conversación para poder llegar a mi casa hablando algo, entonces dejé que el paisaje hablara solo. — Me da mucho miedo esta ciudad y más de noche — dijo Aleja — Es lo más tranquilo que hay - le contesté — Y menos en la noche, los asesinatos puede que sea lo que más me preocupa — Con tal de que no salgas sola, no vale nada el resto — Entonces en este momento eres algo así como mi protector — JE — dije sonriendo un poco — Algo así... Llegamos a la puerta de mi casa, que estaba algo descuidada, mi mamá no estaba, supongo que desordenada también. — Dame las llaves — le dije a Aleja — Tendrás que quitármelas — ¿¡QUE!? — Lo que oíste — Dame las llaves — repetí — Dije que tendrás que quitármelas — dijo teniendo esa cara de ángel travieso — Vale — hice un movimiento rápido y traté de quitárselas, era rápida y no se las quité — ¡DAMELAS! — decía y decía una y otra vez y no quería facilitármelas. — AAAAAAAAGH! DAMELAS YA! — con un movimiento rápido se las quité, suspiré. — ¡JA! ¡QUE FACIL! — con ellas abrí la puerta y como era lógico, estaba desordenada la sala. — Perdona el desorden — le dije — Digamos que mi habitación es algo parecido — y sonrió — Emmm bueno y la tarea la hacemos aquí o la hac... — Eso no importa. — Dijiste que querías hacer la tarea — Dije que eso no importaba — Entonces, ¿qué quieres hacer? — Yo... tengo qu... Sí, hagamos la tarea — dijo mientras miraba al suelo, un poco nerviosa. Ordenamos la mesa de mala gana, todo lo que había sobre ella: platos, vasos, sobras del desayuno... todo fue a caer al piso, sobre el mantel, que usé como bolsa y como magia todo quedó limpio. Esa estrategia me la enseñó mi padre cuando estaba pequeño, era muy flojo. — ¿Cuantos puntos son de la tarea? — Emmm Juanjo — dijo ella, solo amigos míos usaban mi apodo. — ¿Si? — Yo quería decirte que... — Emmm sí, la tarea está algo larga... — Yo he estado en tu clase porque.... — Vas a estudiar lo mismo que yo, supongo. — No emm... la verdad es que... me gustas — dijo ella sonrojada y se acostó en mi hombro — créeme que si he estado en esa clase es solo para verte, aunque a veces no vayas y no prestes atención, solo tomé como excusa el accidente cuando caímos para pasar algo de tiempo contigo y conocerte algo — estaba a punto de hacer regar una lagrima — Pero tu... ¿no tienes novio? — Sí, y lo quiero, pero no tanto como a ti — ella intento explicarme — tan solo quiero que me digas algo... tú que pien... — Lamento decirte que no puedo hacerlo — interrumpí su discurso — últimamente tengo cosas que hacer que no puedo dejarlas, y no tengo tiempo para relaciones. — Solo quería saber que pensabas — dijo ella llorando mientras seguía abrazada de mí — tal vez por eso no vas a clase a veces — S—sí — estaba tenso, mi sistema nervioso estaba a punto de estallar, sabía que no podía estar tan cerca de una persona, mis instintos son algo raros. Yo estaba sudando en parte, estaba nervioso, no haya que hacer — Necesito qu... — y la aparté de mi lado — además ya tengo a alguien — dije yo acordándome de la comedora divertida. — No sabía que tenías a alguien — dijo ella mientras se limpiaba el lagrimal  — En realidad no, digamos que es en plan, solo me gusta... — Y ¿quién es? — dijo ella en tono algo molesto — Aún no sé cómo se llama — ¿Estas inventando cierto? ¿Cómo es posible que alguien te guste y no sepas su nombre? — Es verdad, créeme — Te creo algo. ¿Sabes? eso era todo lo que iba a decirt... — Tranquila, emmm, y lo lamento. — Solo era decirlo y quitarme el peso de encima... — Si necesitas ayuda puedes volver... ¿vale? — esta oración pude lamentarla al decirla.... — G—Gracias Juanjo, ¿nos vemos mañana? — abrió la puerta — Vale — le dije —Vale — y cerró la puerta violentamente Al cerrar la puerta yo caí de rodillas. Las ganas de volver a comer aumentaban, al parecer era hereditario, yo estaba nervioso y a la vez arrepentido, ¿cómo no pude aprovechar esa oportunidad? mi cena estaba servida en plata. Yo solo tenía ganas de romper algo, yo estaba totalmente alterado. Mis pupilas estaban dilatadas, podía notarlo por el espejo que estaba tras la puerta, y me encontraba prácticamente con los ojos completamente negros. Nunca me había sentido así, puede que sea el sentimiento de proteger el que me haya detenido.     Cap. 3 | Encuentro Fortuito Al cerrar la puerta yo caí de rodillas. Las ganas de poder volver a comer aumentaban, al parecer lo había heredado de mi padre, estaba totalmente nervioso y a la vez arrepentido, ¿cómo no pude aprovechar esa magnífica oportunidad? mi cena estaba servida en bandeja de plata. Yo solo tenía ganas de coger algo, tirarlo contra el piso y romperlo. Estaba totalmente alterado y mis pupilas dilatadas, mis ojos prácticamente estaban negros. Nunca me había sentido así, creo que debió ser el sentimiento de proteger el que me haya detenido. Proteger, resguardar. Era lo que me diferenciaba de mi padre y me mi madre, caníbales que solo comían por placer y no por obligación. Yo lo hacía porque me tocaba, los nutrientes que me brindaban eran los necesarios para poder vivir.  — Juanjo ¿qué te pasa? — dijo mi madre, que entro corriendo por la puerta y vio que estaba en el suelo — Y-yo — dije titubeando — ¿De nuevo? — dijo refiriéndose a mi hambre.  — Y-yo... yo tengo qu... — y no tenía más arma defensora que mi mano sufriendo mis mordidas. — Juanjo cálmate, por favor — decía mi madre que lo único que hacía era brotar lagrimas — T-tengo qu... — y salí por la puerta — ¡JUAN JOSE! ¡JUAN JOSE! — dijo mi madre gritando por la puerta Yo y mi chaqueta éramos los que rondaban en ese momento por la calle, comenzó a llover muy fuerte cuando abandoné el pórtico de mi casa. No podía creer que las ganas, la excitación me hayan hecho hacerle eso a mi madre, ella era la única compañía hogareña que tenía, ni siquiera David se ganaba ese crédito. Mi vida siempre se destacó bajo la lluvia, era prácticamente de día y no podía comer, decidí dar un paseo por los alrededores, terminar de conocer la ciudad. Se podía decir que la ciudad estaba dibujada en la palma de mi mano, solo por querer comer te sabes más de un camino y atajo, te sabes todos los pasadizos y todos los callejones. Y así pasó, yo pasé por cada uno de los lugares más secretos de la ciudad, pasaba a a veces por los lugares donde a veces comía. — ¿Tú otra vez? — dijo una voz detrás de mí. — Supongo que ya me has visto por aquí — dije sin voltear — En realidad aquí y en otros lugares ¿me sigues? Al momento de voltearme, era ella... era la comedora divertida, ¡ERA ELLA! ¿me seguía? — Otra vez tú... lo mismo me pregunto. — Al parecer vas al mismo instituto que yo. Y ahí es cuando mi primera hipótesis se convierte en realidad: "la comedora divertida estudiaba en mi colegio y yo no la había visto" — Nunca te había visto... ¿me puedes decir tu nombre? — Recordé lo que me dijo Aleja, que ni siquiera me sabía su nombre. — Soy Lu, Lu y ya. — Soy Juan, pero me puedes decir Juanjo — ella era la primera persona que apenas conocía y le podía dar el permiso de llamarme así, lo que hace el amor. En ese momento llega Marcos, lo reconocí al instante, era un chico de 11vo grado, ahí me di cuenta que él era quien la acompañaba en la mañana. — A ver, a ver, a ver... ¿qué sucede aquí? — Nada aún — dije en tono retador — ¿Dices que nada y estás al lado de mi chica, en un callejón donde nadie puede veros? — Vaya, que observador. — Es como si me estuvieras diciendo con el pantalón abajo y con mi chica desnuda "No estoy haciéndole nada" ¿No crees que sería un poco raro? — ¿Quieres que me baje el pantalón o algo parecido? — dije casi riéndome  — Vas a pagar por lo que dijiste — y el lazó un puño  — Muy lento — dije esquivando el puño y dándole una patada en la espalda, haciendo caer a Marcos — ¡VAS A PAGAR SILVA! — dijo el levantándose y tirando una patada directa hacia la cara — Esta vez no podrá ser — dije yo deteniendo la patada con mi brazo  — Algo bueno — decía Lu de manera arrogante — podría ser mejor — ¿¡QUE!? — y le dirigí la mirada — Distraído — dijo Marcos mientras me lanzaba un puño a la espalda, que me dejó caer solo al suelo — Eso es lo que eres, un distraído, un perdedor — con un tono desafiante y casi gritando me dirigía la palabra — No eres más que una escoria que acaba de llegar a mi lista negra — y me escupió. — No puedes decir eso de mi cuando tu eres lo mismo — dije mientras levantaba la cabeza y lo miraba — Tú no eres más que alguien que no sabe lo que son los demás — mientras utilizaba mis manos sobre mis rodillas para poder levantarme rápidamente — Ven, que aquí te espero — abrí las manos de manera desafiante mientras estaba sangrando mi labio inferior. — ¡MALDITO! — Se dirigió corriendo mientras yo seguía con los brazos abiertos — ¡NADIE SE METE CONMIGO! Tiré una sonrisa mientras él se acercaba — NO PUEDES... — y le lancé un puño en el pómulo — ...DECIR... — le di un rodillazo en su estómago, haciendo que vomitara sangre — ...NADA... — en ese momento lo cogí del cuello de su camisa y lo miré a los ojos — ... DE NADIE.... — puse mi mano en forma de puño y cogí impulso, llevándolo hacia atrás — ...SI NO SABES... — mi mano se tornó en forma de cristal, pero rojizo, era puntudo — ...DE NADIE... — y le clavé mi cristal—puño en su cara, dejándole un hueco prácticamente en la mitad de su cara. Lu no hacía nada más que mirar, yo tampoco sabía lo que pasaba, ¿qué le había pasado a mi mano? ¿Por qué se deformó? hice a un lado todas esas preguntas, miré mi mano que retornaba a la normalidad mientras ella solo estaba observando de manera sorpresiva.   Es enserio, ¿qué me pasaba? estaba prácticamente desorientado, dejé el callejón, me fui corriendo con mi chaqueta, que tenía un gorro. Mi vida había tornado media vuelta cuando vi mi deformación.   Cap. 3.5 | Encuentro Fortuito Narra Lu Si bien sucedió eso anoche, no dejaba de pensar en Juanjo, que me encontró cuando menos lo esperaba. Así que fui con Marcos esa noche que estaba de luto, su amigo había muerto, y yo me lo había comido, anoche. Su tono de voz era bajo y desafiante, al parecer la muerte de su amigo no era otra razón para estar molesto. Marcos se podía considerar como el siguiente de mis trabajos. Mis amigos cercanos me consideraban una glotona. No lo niego, puede que sea la razón por la cual no encuentro muchos trabajos últimamente. Sí, como ha de pensar casi todos mis amigos, toda mi comida puede que sea pretratada; yo primero trato de ganarme su confianza y después cuando no hay nada que esa persona pueda hacer contra mí, es cuando mi encantadora sonrisa deja de estar camuflada dejando ver mis dientes que se preparan a saborear mi presa. — ¿Quieres algo? — Dice Marcos que se acaba de sentar — el café puede que cierre... — Emmm, veamos... — miré hacia la cafetería y estaba Juanjo, que ignoré por un instante, ya que no estaba viendo, solo viendo su celular — quiero un muffin y un café, con leche. — ¡MESERA! — Grita Marcos — ¡RAPIDO! — Deja que se tome su tiempo — solo lo decía porque le estaba sirviendo el café a Juanjo en la barra de café — tenemos el tiempo  Tomé el momento preciso para poder tomar la oportunidad de ver a Juanjo y lanzarle un guiño, él estaba un poco sorprendido, es como si nunca me hubiese visto. Su expresión facial hizo que alejara un labio del otro demostrando una expresión de asombro.  — La mesera sí que se toma su tiempo — dice Marcos desesperado — vamos a perder la reservación en el restaurant — Espera, ¿reservación? — Sí, no te invité porque sé que me dirías que no. — Touché. ¿A qué hora es? — A la 1. — Pero si son las 12:45... — ¿¡QUE HACEMOS ESPERANDO!? — y se levantó de la mesa de manera rápida. Yo hice que el tomara la calma y dándole la mano hice que lentamente tomara el taxi. Todas esas expresiones de cariño que le daba a Marcos eran una mentira, yo aún no conocía a alguien de verdad, tal vez solo Juanjo me atraía, pero no más. Si bien es decir la verdad, entonces he hecho esto con 5 personas incluyendo a Marcos y a una amiga que se lo merecía. Tomamos el taxi, esperamos a que diera su recorrido, casi me duermo en el taxi, estaba durmiendo accidentalmente en el hombro de Marcos... asco. Entramos al restaurant, era muy elegante, tenía manteles de blanco puro, los platos estaban en su lugar, todos los comensales estaban rígidos y siguiendo las normas para un buen comportamiento en la mesa... y yo estaba normal, creo que Marcos debió almenos decirme, para ir preparada para decirle que no. — Siéntate — dijo él mientras ponía la silla acomodada para sentarme  — Gracias  — Esperemos que traigan la cena, creo que te gustará — dijo él emocionado... — Ah... qué bueno — yo lo decía indiferente, ya que era glotona pero en otros aspectos. — Disfruta — mientras ponían la cena en un plato enorme y una comida en cantidades menormente moderadas, dijo Marcos — Creo que no... — No te entiendo... — Tengo una dieta. — H-Hump, no sabía — dijo el un poco molesto. Entonces dejé la mesa para ir al tocador, creo que era el momento preciso para poder terminar a Marcos, poder terminar todo ese aguante con alguien que me parecía repugnante en persona, pero era fácil, era sencillo de tratar y de convencer. Creo que no podía controlar mi hambre. — Creo que mejor nos vamos — Marcos avisaba tras la puerta — No demoro... solo lápiz y ya. Cuando abrí la puerta el me agarró de la mano y me arrastró por todo el restaurant, literalmente. Se le notaba molesto, y como no estarlo: debió haber preparado este almuerzo por varios días, y todo lo arruiné. Solo tenía algo de lástima, pero era poca. Y era mal momento para salir, estaba lloviendo, el lugar estaba tan encerrado y nosotros tan apartados del exterior que no alcanzábamos a percibir la torrencial tormenta que estaba pasando. — ¿Que me falta? — Marcos se dirigió a mi — ¿Que hace falta para que te fijes en mí? — N-no sé. — ¿Sabes? esta invitación estuve planeándola hace mucho tiempo  — Lo pude notar por tu cara — dije mientras el reía levemente — ¿Por qué eres así conmigo? ¿Porque estás conmigo? — E-emm.... — yo dudaba en decirle algo, que no sabía que expresar. — Algo ha escampado, podemos salir — dijo él mientras abría la sombrilla. — Vale — y me cogí de gancho a él. Paseamos un poco por la ciudad y un helado me compró e hice caer accidentalmente, me dio el de él. Esa era mi cualidad y no quería tenerla, creo que cuando conozco a un chico, y hablo con él, nos empieza un lazo de amistad irrompible, a menos que lo rompas con mis dientes. La sombrilla no aguantó el viento y se fue por un callejón, yo corrí por ella, aunque fuera de Marcos, justo en la mitad el pasillo, la sombrilla paró y ahí estaba Juanjo, con una chaqueta. — ¿Tu otra vez? — le dije a Juanjo — Supongo que ya me has visto por aquí — me dijo sin voltearse — Aquí y en otros lugares ¿me sigues? — él se volteó y su mirada se tornó de manera expresivamente sorprendida. — Otra vez tú, lo mismo me pregunto. — Al parecer vas al mismo instituto que yo — Nunca te había visto, ¿me puedes decir tu nombre? — Soy Lu... — y temí decirle mi apellido — Lu y ya. — Soy Juan, pero puedes decirme Juanjo — me lo aclaró En ese momento llegó Marcos, que al parecer estaba desesperado e impaciente por esos 50 segundos que me aparté de él. — A ver, a ver, a ver,... ¿qué sucede aquí? — dijo molesto Marcos. — Nada aún — dijo Juanjo — ¿Dices que estás al lado de mi chica... en un callejón solos donde nadie puede veros? — Vaya, pero que observador — dijo Juanjo casi riéndose. Las actitudes de los dos eran desafiantes, Juanjo tenía las de ganar, era un caníbal, tenía más agilidad que Marcos, o al menos hasta donde sé... — Es como si me estuvieras diciendo con el pantalón abajo y mi chica desnuda "No le estoy haciendo nada" ¿no le parece extraño? — ¿Quieres que me baje el pantalón o algo parecido? — Vas a pagar por lo que dijiste — dijo Marcos lanzándole un puño directo a Juanjo. Mi preocupación aumentaba, estaban dañando mi cena. El movimiento rápido de Juanjo hizo que parara el puño, seguidamente Marcos lanzó una patada que también receptó Juanjo. — Algo bueno, podría ser mejor — le dije a Juanjo algo arrogante, no me gustaba que alguien más tratara mi cena. — ¿¡QUE!? — dijo Juanjo antes de recibir un puño por la espalda procedente de Marcos. — Eso es lo que eres, un distraído, un perdedor — decía Marcos dirigiéndose a Juanjo — solo eres una escoria que llega a mi lista negra — y escupió a Juanjo Juanjo se levantó ayudado por su pierna y su brazo, y dijo: — Ven, aquí te espero — abrió los brazos como esperándolo. Marcos no se hizo de rogar y corrió hacia él y le lanzó un puño que alcanzó a esquivar y decepcionar Juanjo, que estaba sangrando. — NO PUEDES DECIR NADA DE NADIE SI NO SABES DE NADIE — Juanjo con las fuerzas que le restaban, le dio un puño en el pómulo, un rodillazo en el estómago, lo cogió del cuello y ocurrió algo sorprendente: Juanjo tuvo la capacidad de convertir su brazo en un arma, se convirtió en un cristal rojizo puntudo, que era algo parecido a un techo colgadizo en las mazmorras de hielo en los videojuegos. Seguidamente le clavó su brazo en el rostro, dejándolo prácticamente muerto. Juanjo decidió irse corriendo, su expresión denotaba que estaba raro, al igual que en la mañana. Creo que yo no denotaba tanto mis sentimientos en el momento, admito que estaba sorprendida, admito que nunca había visto a un caníbal cambiar una parte de su cuerpo a voluntad para poder facilitar su cena, era algo rarísimo. — Ahora ya no me sirves — le dije al cadáver de Marcos, que estaba desangrándose en el piso y no tenía ningún rastro de imagen facial. Pasé mi mano sobre su cara, y probé la sangre que estaba brotando de su rostro — Igual estabas muy salado, me hubieras empalagado. Me devolví por el callejón en busca de Juanjo, del que ahora sería mi caníbal favorito. Cap. 4 | La realidad Es enserio ¿qué me pasaba? estaba prácticamente desorientado, dejé el callejón, me fui corriendo con mi chaqueta, que tenía gorro. Mi vida había tomado media vuelta cuando vi mi deformación. Un suceso que había tomado fuerza solo, tal vez fue por la rabia y vi eso en mi brazo... sí, eso debe ser. Mi brazo tornó a la normalidad, me sentía confundido... yo soy un caníbal, pero ¿esto era normal? ¿a caníbales como yo les pasaba lo mismo? No sabía a quién buscar ayuda, era mi pensar y mi razón. — Increíble — decía alguien frente mío — No es increíble, puede que sea lo peor que me ha pasado en la vida — ¿Dices que mi vida también es un asco? — ¿Qué quieres dec... Ah? — y levanté la mirada viendo a un adulto, ya tenía sus años; lo sorprendente es que esa persona también tenía la capacidad de cambiar su brazo a voluntad. Pero en él había algo raro, solo podía cambiar los dedos de sus manos. — No eres el único — dijo retornándolo a la normalidad  — No le noto lo increíble, debe ser una tortura no ser normal — Es más normal de lo que crees — se dio la vuelta e hizo una señal de que lo siguiera — Quieres decir que hay más personas tratando de entender lo que les pasa? — En realidad ya lo deben hacer, sígueme No sabía quién era pero de que podía brindarme ayuda, con lo desorientado que estaba puede que de final a la tortura de otra manera, si es que no puedo salir. El señor hizo que lo siguiera por unas calles, su casa era grande y se notaba que tenía mucho dinero, la fachada de la casa era color terracota, la puerta muy grande y las ventanas estaban tapadas con cortinas oscuras. — Aquí puedes venir cada cuan tengas una duda — dijo con los ojos fijos — En realidad solo tengo una... — ¿La del brazo? — ¿También lo vio? — Cualquiera pudo verlo Llegamos hasta una habitación grande y llena de libros, tenía muchos muebles y había una pipa en la mesa, él alcanzó un libro grande con portada verde y un triángulo con punta hacia abajo. — Éste libro lo escribí yo — dijo el anciano — Vale, ¿y? ... — Aquí pueden estar las respuestas a tus preguntas, por tu actitud creo que te gustaría saber qu.... — Ve al grano viejo — era demasiado flojo como para leerme el libro, solo quería saber lo que me pasaba — Toma asiento, traeré un café. El sofá era esquinero: grande, verde y viejo El ambiente se notaba pesado, era la casa de un caníbal, y al parecer millonario. En la mesa se podían ver libros de fantasía, más que todo libros de García Márquez y Paulina Aguilar. — Ten, lo preparé especial y cargado — Gracias — al probar el café me acordé de Lu, era delicioso y dulce. — Mira, veo que eres muy directo, así que te explicaré de una vez... eres uno de los diez. — ¿Uno de los diez? — Cada quince años nacen diez caníbales capaces de crear asombrosas cosas con sus manos, tú eres una excepción maravillosa. — Me han llamado excepción. — Bueno. Yo era uno de los diez hace quince años, pero no pudimos lograr lo que teníamos que hacer para entonces, y tu padre también fue uno de esos, pero con su glotonería fue uno de los contras de la misión. — ¿Una misión? — La infección del canibalismo fue vista desde hace menos de un siglo, noventa años para ser exactos. El virus hizo que diez familias fueran infectadas con uno especial, como el tuyo y el mío. Tu padre tenía la capacidad de controlar su mano como lo hago yo, pero tú puedes controlar tu brazo entero. El virus fue creado por las personas perversas de este mundo, pero por una buena causa. El mundo ha estado aterrorizado por una plaga que se ve desde el siglo V hasta hoy, y pasa cada quince años: una bestia despierta de entre el desierto a comer todo lo que encuentra durante diez años, esa bestia es aterradora, gigante y tiene aspecto taurino. Por mi generación se ha hablado de una mutación, también hecha por los mismos que crearon este virus que poseemos, toro—humano maligna solo hecha para destruir y comer. — ¿Y qué película es esa? — dije yo, le creía muy poco — Mira Juan — dijo el anciano, no sabía porque tenía mi nombre, al parecer conocía a mi padre — puede que en este momento no me creas nada, pero es la verdad. Fuiste creado para salvar el mundo de ti mismo, prácticamente; esa es la función de nosotros los caníbales, por eso somos tantos, de solo diez familias ahora somos miles en todo el mundo; el gobierno siempre estuvo aliado de tales mentes para poder dar fin al otro invento. Solo sé que el destino ya te advirtió a través de mí, que esta generación, la tuya, junto a los otros 9, son los que vencerán a la bestia. — Hasta que eso suceda pienso evadirme de eso — No podrás evitar el destino, Juan. — Manché mi propio destino, naciendo. — Eres el primero que controla el brazo, si no eres tú... no será nadie. Los otros 9 deben de estar por enterarse de igual manera, hasta que eso ocurra... debes esperar a la bestia. Admito que la historia del anciano me pareció muy rara, debe ser un caníbal que perdió la cabeza. Aunque sus argumentos eran bastante correctos, creo que todo era mentira. Además, si todo lo que dijo hubiera sido verdad ¿porque no los había visto? se supone que mi ciudad es donde más caníbales hay en todo el mundo, proclamada la más peligrosa. Cuando salí de la casa del anciano ya se podía ver la luz del sol pero poco, eran más o menos las 5 de la tarde, mejor me iba a casa, este día había sido muy raro. Tomé mi celular e inicié la lista de reproducción ya con mis audífonos puestos. Seguí mi camino hasta mi casa, media ciudad al norte, camino largo.  Lo que más nostalgia me daba de ver la ciudad a esa hora es ver a los niños regresando a su casa con sus amigos, yo nunca en mi vida había hecho eso, aprendí a vivir solo en cualquier lugar. Mi madre nunca me dejó ir a la primaria, me tocó estudiar con ella prácticamente toda mi infancia sin salir de casa, no tenía amigos. Esos niños corriendo hacia sus casas porque habían tenido un lindo día en el colegio, tristeza absoluta para mí y por mí. Tomé las llaves de la puerta y la abrí, al parecer mi madre se había ido: el hambre. Subí a mi habitación y comencé a investigar por la DeepWeb sobre lo que me dijo el anciano, y como no encontraba nada, era un secreto muy bien guardado o era una bazofia, tomé como segura la opción dos. Comencé a practicar mi voluntad para poder convertir mi brazo en cristal de nuevo... y era raro: ¡PODIA CONTROLARLO PERFECTAMENTE! pero admito que eso me daba cansancio.    Este día se puede considerar como el más raro de toda mi vida. Desperdicié mi cena, maté a una persona y no para comérmela, y un anciano me contó una buena historia. Sí que fue raro. Cap. 5 | Sádica Bestia Mi madre llegó a las horas de la madrugada con un saco enorme, o almenos la sombra mostraba eso, no me sorprendía pero tampoco me causaba curiosidad, papá lo hacía. Pero notaba un poco de nostalgia en ella los últimos días, no era la misma de siempre, puede que el hambre y la cena no fueran buena combinación. Para los caníbales su cena es lo más importante de su vida en el momento que están disfrutándola, es la que les proporciona los nutrientes necesarios para poder sobrevivir. Nosotros podíamos comer comida normal, claro que sí: pero es como obligarle a un diabético a comer cucharadas de azúcar, es peligroso para él.  — Hola mamá, ¿ocurre algo? — Dije mientras bajaba las escaleras — ¿Mamá? — Tú eres el primero — dijo un anciano en mi cocina — eres uno de los diez. — ¿Usted también con esa historia? — Aunque, para esta vez, ya pensaba que era un poco real — Es imposible qu... — y ahí fue cuando vi a la criatura de esa voz, era algo parecido a un minotauro, era el mismo tipo de criatura que el hombre anciano millonario me había dicho. — Acabaré contigo antes de que los diez interrumpan mi tiempo — dijo señalándome — Lo dudo — e hice que mi brazo se deformara de nuevo  — Los locos me dijeron que llegaría el momento de que alguien tuviera ese tipo de deformidad, pero que mal que tenga que matarlo aquí — dijo mirándome fijamente a los ojos y refiriéndose a los científicos que lo crearon — Hagas lo que hagas, si tan fuerte dices que soy, entonces no podrás salir de aquí — La mente de ustedes los caníbales el igual que la de un humano, tienen sentimientos. Solo son unas infecciones. Son enfermos — hizo caer el saco que llevaba en el hombro, como noté en la sombra — tu madre te hubiera detenido — ¿M-ma... ¡MAMÁ!? — la escena fue horrible: mi madre fue asesinada por la bestia — ¡MAMÁ! ¡NO PUEDES MORIR AQUÍ! ¡MENOS POR ESO! — Si, me encontré a esa enferma mientras estaba comiendo. Lo que decía el anciano millonario era cierto, era la hora de la verdad: me tocaba enfrentarlo solo. Yo estaba con lágrimas en el rostro manchándome los pómulos, mis sentimientos y mi corazón estaban rotos. Si mi papá no estuvo ahí para mí, si lo estuvo mi madre, como todas, igual que las humanas, ellas son las mejores personas contigo; pero ella estaba ahí, dentro de un saco, su cabeza era lo único que denotaba, estaba casi separada de su cuello. Estaba muerta y no podía hacer nada. — V-V-¡VAS A PAGAR! — le dije a la bestia mientras corría hacia el ya con mi brazo ya deformado, no sirvió de nada. El cuerpo de tal cosa era muy fuerte y no logré hacerle daño. Y para peor, parte de mi brazo se rompió. — ¿¡Ah!? ¡NO! — recibí una patada del contrario, dejándome desangrado de la nariz — Si no fueras tan debilucho no hubiera tenido piedad — dijo la bestia con su voz gruesa — por ahora te dejaré vivir. ¡ME IMAGINO EL RESTO DE LOS DIEZ! ¡SI ESTE ES EL MAS FUERTE ¡¿COMO SERAN LOS DEMAS?!, será la década más sencilla de mi vida. De aquí no recuerdo más que ver mi brazo medio roto y a mi madre desangrando del cuello, yo quedé inconsciente por más o menos unas tres horas. Pero esto no se quedaba atrás, debía buscar al hombre millonario de antes, ir a su casa y buscar en el libro la solución de este problema. Puede que no sea el más fuerte en este momento... pero si mis cálculos no fallan: la bestia está libre hace un año, porque yo tengo dieciséis, es decir que yo tengo exactamente nueve años para romper la maldición mundial de la bestia. Cuando desperté ya se puede decir que era mañana. Lo primero que hice fue quitarme mi ropa desangrada, tomarme un baño y ponerme presentable para entrar a la casa. De nuevo tuve que pasar media ciudad en la mañana, no asistí al colegio: nada raro. Llegué agotado a la puerta de la casa — Hola don... — no me sabía el nombre del anciano — Carlos, llámame Carlos. Y Hola Juan. — Algo ocurrió anoche respecto a lo que usted me dijo. — Pasa, y espérame donde estuvimos la última vez... — ¿En su biblioteca? — En realidad es mi cuarto de lectura, pasa. La casa seguía con su ambiente pesado al igual que ayer en la tarde. Al parecer don Carlos vivía solo y tenía la poca curiosidad de preguntarle qué es de su vida, si tenía familia, etc. Me dirigí al salón de lectura del don. — Que disfrutes el café de hoy — dijo mientras pasaba la puerta — Será lo primero que tomaré — y era verdad, la rapidez hizo que no pudiera desayunar. — don Carlos ¿usted vive solo, cierto? — Sí, desde hace 3 años. — Puedo saber... — Porque mi esposa murió, y mi hijo se fue a vivir con sus tíos. Ellos son caníbales al igual que yo. Mi hijo debe ser otro de los nueve restantes, y le dije que si le pasaba algo raro, que volviera a casa que tendría algo que decirle... supongo que lo olvidó porque se lo dije desde entonces, tiene 15 años. — Entiendo... — Y bien... ¿A qué se debe tu visita? — Ayer murió mi madre. — Oh, lo lamento, Juan. — Eso no fue lo único — dije mientras me limpiaba una lagrima — mi madre venía en un saco que una bestia llevaba en su hombro. Esa cosa mató a mi mamá mientras comía. Tenía aspecto taurino. — ¡ERA ÉL! — dijo Don Carlos sorprendido — te ha encontrado...  Me di cuenta que todo era una realidad, ese anciano decía toda la verdad. Ahora solo soy un experimento del gobierno que quiere que mate a su primer error, eso merece un aplauso. — Eso pensé que diría don...  — Nunca había hecho contacto directo con uno de los diez...  — Creo que era por lo que él dijo, que yo era el primero que podía controlar el brazo. — Ahora tendrás que esperar a mi hijo y a los otros ocho para poder completar la misión... si no me equivoco quedan diez años  — Quedan nueve... porque tengo dieciséis. — Lo importante es que hay que vencer a Radamantis, y eso hasta que cumplas los veinticinco. — ¿Radamantis? ¿Veinticinco? — Radamantis es el nombre que los primeros científicos le dieron al experimento, que es la bestia que viste. Nuestra bacteria que nos hace ser caníbales se llama Sarpedón. Hasta que cumplas veinticinco porque Radamantis desaparece cada década. — ¿Porque cada década? — El experimento fue creado con inteligencia propia, el comer personas fue el que hizo que perdiera el control, es muy glotón. — ¿Dónde está tu hijo ahora? — Viviendo con sus tíos, como te dije. No sé en qué estado estará, solo sé que esta con mi hermana. Ahora todo estaba completamente claro: los diez éramos la generación 10. Teníamos que acabar con un experimento antecesor al proyecto del Sarpedón, que es la bacteria creada para infectar de canibalismo a humanos; terminar con la bestia Radamantis. — Una cosa más... ¿Por qué mi padre murió a manos de la policía? — Porque tú naciste y Radamantis ya no estaba... era algo lógico que lo conocieran y si veían que estaba cometiendo algo malo... lo matarían. Hay tiempos en los que Radamantis puede comer y no están los 10 completos, así que es mejor detenerlo poco a poco cada uno, con nuestra habilidad, porque es mejor pararlo por momentos que dejarlo hacer lo que quiera. — ¿Quiere decir que mi poder no está al máximo? — A los 15 años los caníbales elegidos empiezan a desarrollar su poder, por sentimientos guardados yo descubrí el mío: era una presa que no quería dejarse comer, y eso me molestaba, entonces ahí descubrí que mi mano podía deformarse, pronto después podía controlar medio brazo, pero me era complicado.  Algo sabía, mi cruzada genocida contra Radamantis, comenzaba aquí.   Cap. 6 |… La cena está lista Después de oír a don Carlos y saber que decía la verdad, algo tenía claro: la venganza contra Radamantis había comenzado, ya y aquí. Abandoné la habitación y posteriormente la casa por la gran puerta. Los detalles del anciano fueron muy claros: si veo a Radamantis será mejor pararlo que tratar de vencerlo, solo podía derrotarlo con ayuda de los otros nueve, que quien sabe dónde estarían. Volví a la escena del crimen: mi casa... a practicar un poco más mi control con el brazo. Algo que no me cabe en la cabeza y que se me olvidó resaltar es: Si se me dañó el brazo ¿Porque no estaba fracturado? ¿Porque estaba de nuevo bien? Tal vez fue el momento que hizo que viera mi brazo mal. Defórmate, no te deformes, defórmate, no te deformes. Era lo que hacía con mi brazo a cada rato arriba en mi habitación mientras escuchaba Upon This Dawning. Fuerte como un castillo y puro como el viento, así era mi brazo y así decía la canción, que fue parada por una llamada de un desconocido: — ¿Juanjo? — Dijo David, era él al teléfono — No fue a clase hoy y hubo examen. — Creo que dejaré de estudiar — dije refutando — ¿¡QUE!? — Sorprendido David — ¿¡Y que serás en la vida, entonces!? — Supongo que venderé helados — dije mientras seguía jugando con la deformación de mi brazo — Ahora mismo voy para allá y le pego un puño por idiota. — ¡NO! — me acordé que no había recogido el desastre de anoche. Para los caníbales era normal ver un cadáver, así que el de mi mamá no me hizo mucho efecto, además de que ya sabía que moriría. Debía arreglar todo rápido, o adelantarme a David y que me golpeara en la calle. Así fue, yo con rapidez me puse el pantalón y corrí hasta la puerta. Pasó media hora y se me hizo raro, David vivía solo a 5 minutos, por eso me iba a apurar para arreglar todo. No esperé más y fui hasta la casa de él, que era prácticamente cerca.  Abrí la puerta y la escena que estaba ahí me era impactante. Era otro caníbal, ya se estaba comiendo a David, fue cuestión de 20 minutos para que lo matara. — ¡HIJO DE... — transforme mi brazo —...****!  — ¿¡Ah!? — exclamó el caníbal  Yo repetidas veces le inserté mi brazo a ese maldito, una y otra vez, mucha sangre estaba regada, tenía que sumarse la que ya estaba regada, proveniente de David. Otra vez, en el cuello, en la cara, en los brazos, en el tórax, ese maldito se volvió una esponja absorbente a mis golpes.  Mi sentimiento de canibalismo se activó. Puede que sea raro comerme a alguien de los míos, pero a ese maldito lo tengo que acabar hasta que no quede más. El sabor era horrible, por eso solo comíamos humanos puros. La carne, el cuero, los órganos... todo era horrible. El sabor solo fueron los primeros segundos, después me adapté a ese fétido olor... podía comer tranquilamente, hasta el último bocado, es como si ese nunca hubiera existido. Vi a mi amigo tirado allí, y una ambulancia y policías venían en camino. No tuve más intensión que irme. La policía rodeaba el lugar y los enfermeros sacaban el cadáver de David. Vengué su muerte, justo cuando no quería vengar la muerte. Perdí a mi amigo, es el primero que se va, aunque no tenga muchos... Esa es la realidad de un caníbal, no te puedes encariñar con ningún humano puro... tarde o temprano, morirán.     Cap. 7 | Faltan 9 años y ya somos 3 Perdí a un amigo, es el primero que se va, aunque no tenga muchos... Esa es la realidad de un caníbal, no te puedes encariñar con ningún humano puro... tarde o temprano, morirán. La dieta de un caníbal era tan buena en nutrientes que nos permitían vivir el doble que una persona normal, vivíamos de a 150 a 160 años, y eso era normal; no digo que todos éramos caníbales, sino como se ha mantenido oculto, nos podían comparar con una persona completamente sana. Las experiencias vividas en los últimos días siempre me daban algo para hablar conmigo, subía a la habitación y el "Buenas tardes" de mi madre ya no estaba, el "Adiós sra. Silva" de David tampoco se volvería a oír; se podía decir que era la peor época de mi vida. Perder a mi padre no me afectó tanto, como me he dado cuenta, él fue uno de los diez, nunca estuvo conmigo y era glotón, le importaba más su desgraciada vida que su propio hijo, que estaba creciendo en la realidad de los diez caníbales. En la penumbra de mi habitación habitaba el desorden, no tenía nada más que arreglarlo, el hambre no habitaba en mi interior y no tenía nada más que hacer. Era el momento de caer en una crisis emocional... pero me acorde de ella: de Lu, creo que podía ir mañana al colegio a hablar con ella, pero solo a eso. No quería asistir más a clase, era ilógico tener que irme en unos meses para empezar con la búsqueda de Radamantis y seguir estudiando, mejor pongo la pereza a trabajar desde ya. La noche fue larga, todas lo eran desde que conocí a Lu. Recuerdo bien lo que soñé ese día: Lu, estaba vestida de novia, estaba completamente hermosa, sus ojos estaban de color miel y su cabello rubio no daba más de que hablar. Ella estaba entrando en el altar, yo estaba vestido de blanco y ella también, justo cuando íbamos a dar el sí, desperté. Era una señal, debía dar el sí en la vida real o me arrepentiré para siempre. Al momento de decir el sí estaba decidido: yo iba al colegio a decirle lo que sentía por ella. Me puse lo más elegante posible: para que acomodará con el momento. El lugar estaba lleno, yo vestía una camisa negra con un leñador y unos jeans, admito que no era elegante, pero era lo máximo que tenía. Ella estaba caminando hacia la salida ¿tan temprano? ¿Qué hora era? ¿¡LAS 12:45!? Claro, ya era la hora de salir. Ella iba con su amiga; vaya... ¿otra víctima? ... No, Lu solo tenía como víctimas a sus amigos lejanos, la amistad que tenía con ella era increíble... además, Val era un poco especial, tenía ese toque como de no dejar ir a cualquiera así como así, sus sentimientos hacia sus amigos, se le notaba en los ojos, no se rompían fácilmente. Un chico de mi clase, Alex, era su novio en el momento. A Alex no le gustaban mucho las relaciones, era extranjero y tenía brackets, era cachetón. Iba a mi lado pero no conmigo, iba hacia ellas.  Era mi última oportunidad, para mí, no es que era el último día, sino que tal vez no tendría otra vez la valentía para lograrlo. Fui tras Lu, ella estaba caminando mostrando su espalda, iba con un libro, que me gustaba, Paulina Aguilar: nada mal. Me paré frente a ella en fracción de segundos y le robé un beso: nada del otro mundo, ese beso no fue largo, solo fue un rose, a la esquina de su labio, donde se le marcaba la sonrisa. La ví por un segundo y salí a correr, era raro ¿¡Como pude hacer eso!? Pude haberla invitado a algún lugar pero no tenía imaginación, solo fue espontaneidad. Ella corrió tras de mi junto con Val y Alex, su expresión estuvo conmigo: — ¡A la próxima me lo das bien! — será que yo le gustaba — Si al mero! Al fin! Te estabas tardando, era obvio que ella gustaba de vos — dijo Alex  — Mi plan no era ese, además ni siquiera se lo di bien. — Yo lamenté no poder darle bien el beso. Fui hacia casa desalentado, no era mi misión pero algo pude recolectar. Ese mismo día ella estaba ya en mi mente y no podía salir. Creo que en la cárcel de mi imaginación estaba ella como prisionera. La mañana más cursi y más corta de mi vida. Me acosté en mi cama, mamá no estaba, que nostalgia. Tomé el teléfono: el segundo entre cada sonido del teléfono se me hizo eterno, Alex me había dado el número de Val antes de irse, como era su amiga, podía saber muchas mas cosas de ella. — ¿Aló? — dijo una voz femenina en el teléfono — Hola ¿Val? — Si ¿quién es? — Soy Juanjo, el de la mañana — Tú eres el chico que le gusta a Lu — E—emm... sí. — wow, increble, ella si gustaba de mí, genial... podía saberlo y ya, sentirme feliz. — Su número es el siguiente: 6485*** — Wow gracias... emm... — no pude decir más porque la línea se cortó. — No deberías estar hablando con ella — dijo alguien tras de mí — Estoy buscando... espera ¿qué? — volteé la cabeza algo parecido a la chica del exorcista, pero rápidamente. — Lu... no es sorpresa — me di cuenta que era ella. — Creo que te ahorré el dinero de la factura del teléfono... ¿cómo es eso que has estado hablando con mi tío? — ¿Tu tío? — Carlos Meinsmann, vive a media ciudad de aquí  — Ah, Don Carlos... fue uno de los diez, y yo también lo soy.... — explicándole, porque ella también era caníbal. — ¿Uno de los diez? entonces... ¿eres capaz de... — y su mano se tornó cristal, era color lila, su mano se tornó un cristal lila... ella también era una de las diez. — I-Increíble...  — Tú no eres el único raro — y su bello cuerpo se estampo sobre mí, cayendo como si fuera desmayada, pero de adrede, sobre mi ser que estaba postrado en la cama boca arriba — así que... ¿vamos a estar juntos contra la bestia? — ella ya tenía planeado todo, era tan bella e irreal, podría bañarla en oro y adorarla todo el día.  — S-supongo — mis nervios estaban al tope pero no tenía hambre, tenerla a mi lado, era un sentimiento sin comparación. — Deja los nervios, Juanjo, vamos a dar una vuelta. Era viernes y la tarde era soleada, con la luz su cabello se tornaba aún más rubio y sus ojos aún más claros. No era detallista, pero lo que hace el amor... 16 de abril, no olvidaré esa fecha nunca.     Cap. 7.5 | 16 de Abril Narra Lu La mañana era cálida. ¿Debo decirle o no debo decirle? Me había levantado con la incógnita, Val ya tenía novio, Alex, y solo estaba con él. Solo recordaba a Juanjo ese día, y no pude encontrarlo en la entrada. Val siempre me acompañaba a casa, era mi amiga desde hace ya unos meses y se había ganado mi confianza; no me la comería por ahora.  Toda la mañana fue completamente aburrida, se suponía que Juanjo estaría en el café como siempre, pero no estaba. Extrañaba su mirada perdida que atravesaba por mi campo visual y hacía el instante hermoso, lo admito y aunque parezca obvio: Él me gustaba. Todo pareció cambiar al mediodía, ya nos íbamos a ir Val y yo, y admito que un poco desanimada, ella trataba de subirme el ánimo, pero no podía, tenía que ver a Juanjo. Llevaba mis carpetas abrazadas y estaba un poco nerviosa, ¿y si en realidad le había pasado algo?, estaba pensándolo ¿y si como dijo mi tío: Radamantis volvió a su casa? Mi tío me explico la aventura de Juanjo y su madre, lo lamentaba mucho, puede que no sea sociable pero se nota que le faltaba algo, y perder a su mamá, puede que ahora le falte todo. Pero los brazos se me erizaron cuando, por mi espalda, venía Juanjo; que no noté su presencia, es verdad, pero hasta que él hizo eso: la acción más espontanea que pudo haber hecho en ese momento, puede ser la única cosa que me podía poner mejor... Juanjo me robó un beso. Hubiera deseado que el beso fuera largo y duradero, pero no lo fue. Su timidez le ganó y no logró darme algo más cercano a la esquina de mi labio. Él se fue corriendo. Traté de seguirle hasta la parte de afuera del instituto, pero era rápido y no pude decirle algo más que un pequeño grito. — ¡A la próxima me lo das bien! ¿Enserio? ¿Enserio eso se me ocurrió? ¿Porque no dije algo como: "¡Nos vemos mañana!"? Que estúpida me sentí. Val sorprendida no dio algo más que un salto de alegría, ella ya lo había notado y se lo había dicho: Juanjo me gustaba.  — Ya se estaba tardando ¿no? — E-emm — yo estaba impactada, no sabía que había pasado En realidad yo no estaba segura de lo que había pasado... ¿Juanjo gustaba de mí también? Un amor entre caníbales, y más aún, yo sabía que él era otro de los diez, ¿Podríamos mantener una relación así?  Él ya se había ido con Alex, al parecer vivían cerca, pero no se hablaban. Yo todavía recordaba ese rose de labios, ese impacto a mi pecho, ese momento inesperado. Pero peor aún, lo recordaba a él. Y lo que es aún peor, es que no sabía ni donde vivía. Llegué a casa y abrí la puerta, estaba sola en mi casa. Me acosté en mi cama y lo único que hacía era volver y volver a pensar en ese momento. Lo que más anhelaba era tenerlo definitivamente a mi lado, y que me besará bien: hay que admitirlo, si lo iba a hacer, lo hizo mal. La almohada era la que escuchaba mis pensamientos en voz alta. Si hay cosa sobre la faz de la tierra que sepa todo lo que yo, es mi almohada.  Encendí mi estéreo y por suerte mía estaba sonando mi banda favorita: Slipknot. Me sabía sus canciones al derecho y al revés, en inglés y en español.  Tal vez esa tarde fue la que la música me hizo cambiar de parecer, su letra decía: Si haz de lograr algo Hazlo por ti, que se pudran los demás Estaba decidida, iba a ir a casa de Juanjo. Iba a ir así él no viniera. Debía lograr las cosas por mí. Llamé a Val para que me diera el número de Alex y me dijera donde vivía Juanjo. — Hola, ¿Val? — ¡Amiga!, ¿tienes algo que hacer ahorita? — Estudiar para el parcial de mañana — fruncí el ceño. — Ah vale, y ¿qué pasó? — sonó con un tono de curiosidad, tal vez quería saber si había hablado con Juanjo, o él conmigo. — En realidad necesito el número de Alex... — dije dudosa — Ok, es 628**** — Vale, gracias Val, ¿mañana a qué horas? — Cuando quieras, chao! te cuidas — y colgó —Bye Marqué el número rápidamente, entre más temprano, mejor. — Hola ¿Alex? — Si ¿quién? — ¿Dónde vive Juanjo? hablas con Lu... — Emm... Calle 204 #40-116 — ¿Y cómo la sabes tan bien? — ¿Qué haces llamando para preguntarla? — Cierto, bye — y colgué Estaba decidido, iba a ir por Juanjo Iba a ir por él. Y porque yo quería. Porque yo lo quería. Llegué al pórtico de la casa, era algo descuidada, pero tenía su toque. La puerta estaba abierta, todo normal para alguien tan descuidado de darle a su chica un beso solo en la esquina del labio. La puerta sonó dando como desocultada mi presencia, la cual no notó Juanjo cuando entraba. Al parecer la habitación estaba arriba. Subí las escaleras, no había notado que había mucho polvo ¿No tenía tiempo o qué? Muy flojo el chico. — Hola ¿Val? — dijo Juanjo con un teléfono en la mano. Creo que estaba hablando con ella. Agh, si hubiera esperado 15 minutos, el tiempo que había tardado en llegar, la iniciativa hubiera sido de él. Molesta me podía encontrar. — Soy Juanjo, el de la mañana... Emm... Si — él balbuceaba por el teléfono, era claro, estaba hablando con ella sobre mí, y el mi presencia no había notado. La basé del teléfono estaba en su mesita de noche a solo unos pasos de mí, y descolgué el teléfono. — No deberías estar hablando con ella — le dije, quería que la iniciativa fuera mía, no de él. Soy de las chicas que les gusta dar el primer paso, pero no me gustaría que él fuera de esos chicos que se dejan manejar. — Estoy buscand... espera ¿qué? ... Lu, no es sorpresa... — dijo con una pequeña sonrisa. — Creo que te he ahorrado la factura del teléfono ¿Como que has hablado con mi tío? — quería recordarle la conversación que tuvo con él, quería decirle que era una de las diez, pero también quería decirle que estaba enamorada de él. — ¿Tu tío? — Carlos Meinsmann, vive a media ciudad de aquí — resolviéndole la duda, le dije. — Ah, Don Carlos, fue uno de los diez, yo también lo soy... — lo logré, se acordó — ¿Uno de los diez? entonces... ¿eres capaz de... — y lo primero que hice fue demostrarle que era una, que íbamos a estar juntos hasta en la misión de vida que teníamos. Mi mano se tornó cristal color lila. — I-Increíble — él estaba con la boca abierta, sin duda sorprendido. — Tú no eres el único raro — y fue cuando quise caer sobre él, sentir su presencia y su calor, los latidos de su corazón: se le notaba nervioso. Él estaba boca arriba y yo estaba posada sobre su pecho. — Así que... ¿vamos a pelear contra la bestia? —S-supongo — se le notaba nervioso. Era eso o yo no lo dejaba respirar... ó ambas. — Deja los nervios — le dije — vamos a dar una vuelta. Él se levantó de la cama y me ayudó a levantar, claro, ¿cómo no iba a ser caballero? si no lo era se puede ir de una buena vez. No fue una tarde de locos, era la tarde de nosotros, los locos.  Me acompañó hasta casa, hasta la puerta, yo vivía en un edificio, pero no tenía que subir mucho. Yo iba a subir cuando él me tomó de la cintura... definitivamente había logrado todo lo que me proponía hoy: Él pudo tomar la iniciativa, le dije que era una de las diez, y por fin me besó bien.   Cap. 8 | Faltan 9 años y ya somos 3 Mi madre no tuvo funeral. Ya era consiente de mi destino. Era alguien que no tenía más futuro en la vida que morir aplastado por un experimento antiguo. Soy un experimento antiguo que trata de vencer a otro. Durante muchos años Radamantis estaba suelto y nadie podía derrotarlo, ¿qué me hace pensar que si lo haré yo? Es prácticamente imposible, todavía tengo dieciséis.  Y para variar, debo esperar que los otros 8 lentos descubran su potencial, la bestia podía estar suelta y ellos todavía no sabían que debían derrotarlo junto a mí y a Lu... Ah, Lu, esa tarde fue magnifica, sin dudar. Ella pidió que la acompañara a su casa y pensé que ese si era el momento para darle el beso que en la mañana no pude dar, esta vez si fue bien. La noche se estaba convirtiendo un poco aburrida, volvía de casa de Lu hacía la mía, no vivía lejos, pero el camino cansaba, mientras caminaba con mis audífonos puestos no hice más que refugiarme un poco del sol. No tenía hambre, suficiente tuve con los pensamientos: fueron bloqueados por un grito a unas calles de donde estaba, eran iguales que cuando ví por primera vez a Lu mientras comía... ella no podía ser, prácticamente llegó a su casa y no hay otro camino que seguir. Es un poco ilógico lo que a la gente le pasa: primero, no estás enterado de nada porque no te metes en esos asuntos, después te metes en aquella cosa y ya todo el mundo lo hace. La calle estaba manchada por un camino de sangre, sin duda era uno de los míos y los gritos de alguien suplicando no ser comido. ¿Así es como reacciona la sociedad ante un caos? ¿Creando otro caos?  Fue suficiente crear a Radamantis y todavía crean el virus, que afectó a mucha gente, también se reproduce. Recuerdo bien el rostro de esa persona al final del callejón: tenía el cabello considerablemente largo, usaba gafas de color rojo oscuro y su estatura se podía decir que era alta. Algo peculiar que logré notar en tal fue que su mano también se deformaba, vaya forma de encontrar a otro de los diez. — ¿Quién eres? — dije yo, interrumpiéndole la cena e inconvenientemente hice que se enojara conmigo. Ya lo he dicho, la comida es lo mejor que hay para un caníbal, pero que alguien más te vea puede que resulte algo mórbido. — Eso no importa — dijo mientras se limpiaba el resto de sangre que colgaba de su quijada — ¿Y tú eres... un tipo de daña-cenas?  — ¿Que sucede con tu mano? — dije preguntándole sobre su deformación — ¿Ahora quién te crees? ¿Mi viejo? Vete si no quieres una paliza — él siguió con lo suyo, yo traté de no acercarme mucho y no oler el cadáver. Sabía que don Carlos era una especie de recolector: era el que nos unía a todos para que fuéramos y matáramos a Radamantis en su propio refugio, era una tarea de un lustro de entrenamiento y solo se podía hacer un día o una semana clave, justo antes del regreso de Radamantis a su cueva.  Según don Carlos, Radamantis tiene un refugio para descansar por una década, pero él tiene un tipo de "sueño de invierno" durante quince años. Claro, ahora todo cuadra, por eso cada quince años nacen de nuevo los diez. Me dirigía a la casa del Don, para mencionarle lo que había pasado en tal calle, él podría saber algo, o decirme algo para traerlo hacia él. Sí, ya no me dirigía a mi casa, ahora tenía que ir media ciudad hacia la casa de fachada millonaria. Toqué la puerta y Don Carlos al parecer no estaba, pero por un pequeño empujón se logró forzar la cerradura para pasar por el interior del pasillo hacia el cuarto de lectura. Encontré el libro que él tanto leía y que dijo que resolvería mis dudas... se llamaba Sarpedón, al igual que el virus. Pasé las páginas rápidamente, unas quinientas de dos mil que habían, porque la imagen que vi me impactó: era una deformación de brazo completo. Yo pensaba hasta ahora que había sido el primero pero no fue así. "Las deformaciones se pueden clasificar en dos: Completas y Supercompletas. Las completas son las más vistas en los caníbales, la deformación de la mano se ve desde la punta de los dedos hasta las muñecas; Las supercompletas son las más raras y hasta ahora solo se han encontrado 2 casos a lo largo de la historia." Entonces yo era el tercero, la tercera es la vencida "y cada uno tiene su propia habilidad dependiendo del color que este exponga. El virus del Sarpedón fue creado para que, mientras se encuentra en una batalla contra Radamantis, todos puedan ayudar... (...) ... Los colores morados sirven como curación. Tienen una alta gama del Sarpedón, lo que hace que las heridas puedan sanarse rápidamente; a lo largo de la historia se han visto 3 casos, escasos de caníbales con tal color. Los colores verdosos y amarillentos de las deformaciones sirven para hacer ataques a distancia, tienen la capacidad de crear pequeños restos de deformación a base de Sarpedón, son venenosos y pueden lanzarse a voluntad, como un arma de fuego; a lo largo de la historia, son los más vistos. Los colores oscuros como el rojo, el azul o el negro son para atacar directamente a la bestia: la cantidad de Sarpedón que contienen es alta y al mismo tiempo, una alta probabilidad de hacerle más daño a Radamantis. Son los más vulnerables y tienen una alta probabilidad de ser atacados directamente y al mismo tiempo, si no han de cuidarse, morir rápidamente a manos de la bestia" Entonces saqué mi propia conclusión: el equipo perfecto de esta generación la teníamos nosotros: solo con tener la deformación y el color de la de Lu, se podía decir que esta generación ira una de las mejores. Si lográbamos tener otra morada, cinco verdosos y otros dos oscuros, podíamos decir que será pan comido, pero no nos podemos confiar. Mi plan fue frustrado mientras lo pensaba, el sonido chirriante de la puerta de la entrada me hizo buscar un escondite rápidamente, ¿que decía don Carlos si me veía entrar sin permiso? No, mejor me quedo sentado haciendo que leo el libro.  Lo que sentí en ese momento no fue algo expresivo, fue algo mental: el chico que estaba en el callejón llegaba con don Carlos, me di cuenta de algo: Él era su hijo. — Hola Juan — dijo don Carlos — Don Carlos... ¿él es? — como si no me hubiera dado cuenta de lo obvio — Él es mi hijo, Daniel — lo señaló presentándolo — Hola Juanjo — y tornó su brazo de color oscuro igual que el mío.  Mi plan del equipo perfecto seguía a la perfección. Solo faltaba otro oscuro y esperar otra de los mismos colores que Lu. Ya era de noche, Daniel se ofreció a acompañarme a casa, lo dejé, y si empezaba a llover, igual podía quedarse, en mi casa solo estaba yo. — ¿Enserio crees la realidad de lo que pasa? — La verdad todavía no logro entender unas cosas, pero ya lo acepté — respondiendo la pregunta de Daniel — Creo que fue por eso que mi papá nunca me contó sobre esto, quería que me descubriera a mí mismo. — Fue un momento de rabia y quería soltar toda mi furia, contra un estúpido. — Que casu... — él no pudo terminar la oración cuando apareció un caníbal que lo cogió de las piernas, que mal por ese imbécil, digo por el caníbal, moriría de una manera fea. Daniel deformó su mano y usó el suelo para quedarse quieto y liberarse del caníbal, no era más que otro infectado, ese era su destino después de todo. Se levantó y le quitó la cabeza de un zarpazo, la fuente de sangre que salía del cuello por la ruptura de la arteria mayor, era grande, pero para nosotros normal.  — Ojalá así de fácil fuera contra Radamantis — expresó Daniel     Cap. 9 | Cita con el destino Daniel estaba nervioso, preocupado. Se le notaba en la cara. En su expresión. Si me atrevo a decirlo, creo que no le gusta comer. Si me atrevo a decir lo que estoy pensando, diría que él come porque su mente le obliga, que mata para sobrevivir. Fue una larga noche, porque casi no dormí. En el poco tiempo que concilié el sueño, tuve una pesadilla. La pesadilla que me puede cambiar toda la vida, todo el destino y todo el pensamiento. Esa noche la imaginación me dio vuelta. Había una sombra, una sombra... y me perseguía por todos lados. Esa sombra me siguió hasta el final del camino, hasta donde había una muy alta pared, esa sombra misteriosa que habitaba en mi mente, tenía una foto, se notaba que en la foto había mucha gente, puede que sea mía, o de alguien más. El caso fue que encendió en fuego la foto, quemándola lentamente. Después la sombra se acercaba a mí y yo trataba de escapar. Me fue n vano, la sombra me apuñalaba por la espalda, me rompía una que otra vertebra, me dejaba en el suelo, inmóvil. Era muy real hasta que el conocimiento volvió a mí, y pude despertar. Sabía que el día en el que habitaba la madrugada no sería bueno. Quería ir al colegio, tal vez Lu estaba en el café, como siempre.  Me dirigí a desayunar, nada balanceado: había una lata de atún, un frasco de mermelada de mora... Admito que yo usaba mi deformación para defenderme, pero la verdad es que tanto la lata como el frasco estaban muy duros de abrir, la utilicé para abrir los frascos, NORMAL. Pan con mermelada, ni siquiera sé porque abrí el atún pero no lo podía desperdiciar. Me puse los audífonos y comencé a escuchar de lo que más me gusta: Whitechapel. Un camino demasiado fuerte pero para nada parecido a la música: era soleado. No quise entrar al salón, vaya tema, tenía Química; solo quería estar en la cafetería esperando a Lu. Ahora que lo pienso debí ir a su casa primero, tal vez estuvo ahí, además era temprano aún. No llegó, vaya mañana larga, me dejó prácticamente plantado, aunque no fuera una cita. No más, ahora la única compañía que tenía era Don Carlos, podía ir a beber un café a su casa y que me siga contando, tal vez anécdotas de sus tiempos como miembro de los diez. No da más, mejor me iba apurando, sería un día largo. Sería mejor no recordar la pesadilla. Tenía un mal presentimiento. De esos que la gente tiene cuando enseguida la sucede algo. Otra vez la puerta de la casa estaba abierta, no la cerraba, tal vez era ley del Don. Seguí el pasillo y ví a Lu, estaba llorando, quise preguntarle qué pasaba, pero sus ojos color miel no me dejaron. Esos ojos que estaban tirando lágrimas al suelo de madera. - Juan, Bienvenido, a la próxima tocas el timbre - dijo don Carlos con unas tazas de té, estaba atrás mío. Yo ni sabía que el timbre existía. - Tengo entendido que sales con la chica. - S-sí - lo dije dudando, si ella le dijo eso, la podía considerar como mi novia. No, considerar no, ella era mi novia, esa tarde no fue de goce. - Bien - sin dudarlo, y después de asentir la cabeza, don Carlos transformó su brazo completamente en cristal negro. Él tenía una superdeformación. Igual que mi brazo. No puedo recordar más allá del golpe que me alcanzó a dar en la cabeza. No puedo recordar más allá. Me apuñalaron la espalda. Pude recuperar el conocimiento, el golpe no fue certero. Don Carlos si era uno de los diez, al igual que Lu y yo. Eso no quiere decir que no tenga que obedecer al gobierno. Los creadores del Sarpedón se querían llevar a Lu. Su cristal lila fue expuesto, era única. - ¡NO PUEDEN! - corrí hacia ellos - ¡JUANJO! - gritaba Lu. - ¡LU! ¡NO SE LA PUEDEN LLEVAR! - en ese momento don Carlos me detuvo, ¿estaba con ellos? - Juan, Lu es única y lo sabes, pero tienen que revisarla. - ¡NO! - Juan, cálmate, ella vendrá. - ¡NO! ¡Ni siquiera sé dónde estará! - me liberé de la cárcel que tenía el anciano sobre mí. - ¡MALDITOS! - mi golpe no fue efectivo, los científicos estaban preparados para esto. - ¡JUAN! ¡JUAN! - Lu no hacía más que llorar, y gritar - ¡USTEDES NO ME PUEDEN LLEVAR!  - ¡LU! - le alcancé a tomar la mano, no la halé, sé que podía hacerle daño - No pueden llevart... - no pude terminar la frase cuando mi brazo fue cortado en la mitad, haciendo que Lu se librara de mí, y en caso, se la pudieran llevar. - ¡JUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAANJOOOOO! - gritaba ella, yo ya no podía hacer nada, estaba inmóvil. Mi brazo estaba en dos pedazos. Mi corazón estaba roto. Definitivamente, lo que no te mata, te hace desear estar muerto.             Cap. 10 | Amnistía Yo le alcancé a tomar la mano a Lu, pero después ví como uno de los escoltas cortaban mi brazo a la mitad, haciendo que ella se separara de mí, haciendo que se la pudieran llevar. Se han llevado a Lu. No la volveré a ver. Hay que aceptarlo, ella no vendrá, es única. Si no me mató, me hizo desear estar muerto. — Juan, volverá — decía don Carlos, mientras yo estaba acostado en el suelo. — ¡TU SABES QUE ELLA NO LO HARÁ! — Han dicho que solo la revisarán, verás, los colores de ella... — Son únicos... — le terminé la oración —...Su color es lila, prácticamente morado. Su cantidad de Sarpedón tiene habilidades curativas... — ¿Y tú como lo sabes? — Antes de que llegaran, leí tu libro... — Ellos solo tratarán de encontrar porque son únicos, la ciencia ha avanzado bastante, solo tratarán de clonar su sistema celular... Solo por si esta generación no prospera. — ¿No prosperar? ¿Tanta fe le tienes a tu hijo? ¿¡SABES, ANCIANO!? Te haré ver a vos a todas las malditas personas que se equivocan, nuestra generación es la elegida. Vas a ver — con lágrimas en los ojos, me dirigí al anciano — ¡VAS A VER QUE HAREMOS MAS QUE TU Y TUS DEBILES COMPAÑEROS! Abandoné la habitación y posteriormente, la casa. Salí por la puerta chirriante que estaba abierta, los rastros de sangre eran notarios, habían lastimado a Lu y también me habían lastimado a mí. Ví como la camioneta se iba por el horizonte. Corrí hacia ella, lo más rápido posible, aunque yo fuera lento. No quería que Lu se fuera, corrí por todas las calles gritando su nombre: ¡LU! ¡LU! . Gritos que me afectaron la garganta para el motivo de que la camioneta no paró. Lu se fue. Lu no volverá. Tengo hambre. Tengo que comer, mi apetito no está saciado. Que delicioso olor irradia de unas calles de aquí... bajo en grasa, mucha carne, perfecto para mi gusto. Olía como si fuera la primera vez que iba a comer. Delicioso. Vaya, nada raro, tenía que seguir a esa persona. Tenía que seguirla a ella. Esa persona era mujer, tenía que seguirla de incognito, esperar mi mejor oportunidad, atraparla y disfrutar. Las calles estaban infestadas de personas y malos olores, solo denotaba su figura y su cabello. Negro. Era negro. Su cabello era negro. Estaba muy oscuro. La tarde se contrastó de manera oscura, le dio una pista de su destino. Seguía caminando, entre una y otra persona: más olores, fétidos. Camino tras camino, calle tras calle, ella seguía en su ruta, al parecer diaria. Cruzaba las calles sin mirar, todo estaba calculado. Oportunidad vista: ella iba sola por el pasillo hacia su casa... — ¿Eres nueva aquí?  — Y tú eres... — dudando y un poco apurada, dijo. — Digo, pareces perdida... — En realidad no, vivo aquí mismo... — no terminó la oración — Yo te he dicho que estás perdida — y hablé junto a su oído, mientras deformaba mi brazo. Mi brazo traspasó su tórax, sería más fácil comérmela así. — No puedes morir tan rápido, estás muy guapa...  — H-Hump... S-sabbía... — balbuceó — Q-q-que...  — Que hables y que estés nerviosa estimula mi apetito — de su estómago salía una gran cantidad de sangre, yo aún no había sacado mi brazo. — Q-que... t-te-termin-na-r-rí-ría... a-así — como si viera el futuro, ella dijo. — No hables tonterías... — saqué mi brazo, causando una grave hemorragia. — H-Hump — y cayó al suelo  — ¿Tan rápido? Vaya, ya me habías empezado a gustar... — dije, hablando solo. Primero, quitar la cantidad de piel, no me gustaba... Después, beber un poco... En tercer lugar, como ya estaba abierto el tórax, directo al estómago, seguido del hígado, el páncreas. Mi hambre disminuía. Las ganas disminuían. Los deseos de venganza aumentaban. Odio los intestinos, subamos al corazón, solo retiramos el exceso de nervios... Hay que dejar lo mejor para el final, la carne, los músculos, muchos tienen grasa, estos tenían la cantidad perfecta, no quería engordar mucho. Los músculos se denotaban muy duros, como si fuera directo de las costillas. Raro, carne rara, me gusta. Retiro las manos y los pies, asco.  Soy un caníbal muy reservado y muy estricto. Los brazos, tenían la cantidad perfecta de musculo y grasa, estaban un poco salados como me gustan. Sin hablar de las piernas, aunque tuvieran más grasa y más nervios, no le tomé atención, estaban deliciosas. Carne dura. Odio la carne dura, pero el sabor hizo que dejara de pensar en eso. Ví el cadáver, bueno... lo que restaba. Los restos que no me gustan, la chica estaba ahí, vivió lo que le restaba de vida en su casa, y ahí terminó. Fui muy considerado, almenos no la tendrían que buscar. Cena en la tarde, raro... Las sirenas de la policía. Alguien la había llamado, alguien me vio, de suerte tenía la chaqueta puesta con todo y gorro. Tenía que huir, la pared no era tan alta, pude saltarla fácilmente, escapé.  Las sirenas seguían sonando y me llegaron a alcanzar mientras corría hacia mi casa. Que estúpido, todo el mundo sabe que si te siguen el último lugar a ir es tu casa, te pillan y seguirán ahí. Menos mal logré captarlo antes, me dirigí a los callejones de siempre. Que nervioso estaba, nunca me había pasado ¿Terminaría igual que mi padre? Estaba comiendo y la ley lo mató, por estar de glotón. Pasaron 5 minutos hasta que las sirenas dejaron de sonar, y pude volver a casa. Tuve que quitarme la chaqueta y dejarla ahí. Nadie más podría llegar, solo yo conocía el lugar, la dejé en una bolsa que encontré por ahí, la puse en el suelo y me dirigí a casa. Estaba casi lejos, el cansancio no me dejaba caminar.  El pórtico, mi casa: por fin estaba ahí, mejor. Justo en el tapete de entrada estaba una caja, no tenía ningún tipo de presentación. Ví dentro: era el libro de Don Carlos, al parecer lo dejó aquí. Admito que me gustaba leer, pero era muy flojo. Este si me lo iba a leer, me gusta saber más sobre mi miserable vida. "Un caníbal es el producto de un virus... (...)  ... Anatomía de un caníbal: Completamente igual que la de un ser humano promedio, igual cantidad de huesos. Solo una particularidad. El virus hace que los músculos se vuelvan más fuertes y multipliquen, esto hace que los caníbales sean más fuertes y por ende, sus víctimas puedan caer más rápido..." "Músculos fuertes" No comí una persona... ... comí un caníbal     Cap. 11 | Cuarta aparición "Carne dura" No había comido una persona... ...me comí un caníbal. No sé si esto me afecta en algo, o afecta a mi organismo... pero me siento bastante bien. Bueno, en realidad no me siento bien, puede que Lu haya aparecido en mi vida solo unos días atrás, pero fue amor a primera vista.  Algo raro estaba dando vueltas en mi sistema circulatorio, estaba mareado ¿Será por cometes ese acto? Si hubiese sabido que hacía mal como comer comida rancia, mejor lo dejaba a un lado... Pero si no es natural, entonces ¿Porque me atrajo su olor? Era una encrucijada, estaba confundido por lo que había pasado aquella tarde. Ha pasado una semana desde que Lu se fue y no sé nada de ella... Tuve que decirle a Val y a Alex que estaba de viaje, no podían saber que ella era una caníbal, se irían por el miedo o seguro se alejarían lentamente sin que ella se diera cuenta: eso le dañaría los sentimientos. El libro seguía en mi poder, había un sinfín de conclusiones que saqué, de quien soy... como por ejemplo: Radamantis tiene células individuales, eso quiere decir que por más que lo ataques, nunca parará... algo parecido a un robot. Radamantis tenía un punto débil que ni siquiera los creadores saben que es, que en todas las misiones tampoco se habían dado cuenta. Soy el tercer caso de un caníbal que puede deformar su brazo: Primero fue un caníbal con su brazo verdoso, después fue don Carlos, ahora yo. Lu era la más rara, solo se conocían tres casos a lo largo de la historia... así que era la cuarta. Por eso se la llevaron, querían saber de qué se trataba. Me hubiera gustado conocer a la madre o al padre de Lu en ese momento, pero cuando iba a su casa nadie estaba... Algo se me estaba olvidando... Claro, la chaqueta. Era mi chaqueta favorita, tenía que ir por ella. Durante una semana no ví el sol, solo la tv y escuchar música. En la casa había suficiente comida, cereales, galletas, huevos... Algo que pudiera merendar y llenarme: igual ni me hacía efecto nutritivo. Ese callejón era mi lugar desde que era pequeño, cuando mis padres peleaban, yo iba y me tranquilizaba, desde pequeño escuché la misma música... se la enseñé a David y le gustó. Tal vez por eso sus padres decían que era una mala influencia. Tenían razón. David, a veces lo extraño. No me arrepiento de matar a uno de los míos. Vaya el callejón tiene rastros de sangre... ¿Y la chaqueta? La bolsa estaba aquí ayer. Una sombra. La sombra se dirigía por la sombra del callejón hacia el interior. — ¡Hey! — grité y la sombra se espantó — ¡Devuélveme la chaqueta!  Era una chica, vaya pequeño problema... literal, le pongo 1.55m de estatura. Algo sé y era veloz. Esa chaqueta tenía su historia, tengo que recuperarla!... Corrí hacia ella, lo único que me quedaba por hacer. Por mi suerte ella tropezó y cayó, pude recuperar la chaqueta. Me dio un poco de lastima por ella, así que traté de ayudarla a levantar. Ella no quiso aceptar mi ayuda. Estaba herida de la pierna, pero no era mucho. Ella solo estaba esperando a que yo me fuera para levantarse, estaba avergonzada.  Decidí abandonar la escena, después de todo solo venía por lo que era mío. Algo ocurría tras de mi cuando tomé la curva del callejón, comenzó a brillar algo. Era la chica, tenía su mano sobre su herida y se estaba curando. Irradiaba una luz violeta.  Una luz violeta. Curándose. ¡ERA UNA CANIBAL! ¡CLARO! — ¿Oye... ¡sabes que estás haciendo!? — H-hump... perdón, pero estaba haciendo algo... — escondió su mano — No puedes decir que debí tocar la puerta, porque no hay puerta — le dije y ella soltó una sonrisa, que raro, ese chiste sí que fue malo. — E-emm... no debí... no sabía que era tuya...  — Eso no importa, ¿quién eres? — No puedo decírtelo... La relación que estaba entre nosotros se podía notar, ella también se dio cuenta que era uno de los suyos. — Tranquila, ¿Que tienes en el brazo? — Emm... no es nada, puedo hacerlo desde pequeña... — ¿Desde pequeña? ¡CHICA, ERES UNA JOYA! ¿Cómo te llamas? — Soy... s-soy... — estaba nerviosa. — ¿Si? — Ese es el problema. — No comprendo... — No sé quién soy... apenas salí hoy de un orfanato donde me tenían desde bebé... me escapé porque solo tenía una amiga... la conocí igual que tú, pero la herida era ella y yo la curé... hace unos días ella fue adoptada y quedé sola, sin nadie... todos me molestan porque me la paso sentada en la roca en la parte de afuera del parque. — Ah vale... ¿Te puedo decir Gabriella? — Suena bien. — Bien... ¿dices que no tienes donde quedarte? — le pregunté a la niña, le pongo 13 años, aunque ya era muy grande para decirle niña — S-sí. — Puedes quedarte en mi casa... con mucho gusto — le ofrecí — pero antes debemos ir a donde un amigo... se llama Carlos y sabe mucho de ti. — G-gracias... ¿y tú eres? — preguntó ella, con más confianza — Uy! Perdóname, te ofrecí mi casa y no me he presentado. Soy Juan José Silva, tu nuevo amigo... y compañero. Pronto entenderás. — V-vale... — ella no dejaba su timidez. — Pero primero... ¿no tienes algo de hambre? — No... Acabo de comer — vaya chica, 13 años y comiendo... a su edad mi mamá todavía me traía de sus sobras. Fuimos caminando hasta la casa de Don Carlos, donde estaba Daniel también... abrí la puerta y él ya estaba ahí. — Don Carlos, le presento a Gabriella... o bueno, yo le digo así. — Buenos días... ¿que sucede? — Juan me trajo aquí porque me encontró... no sé demás. — Puedes decirme Juanjo — le dije a Gabriella. — V-vale. — ¿Que pasa Juan? — Gabi, enséñale — le dije a la chica para que le mostrara su mano al anciano. Su mano se tornó cristal violeta, era más vivo que el de Lu, quien sabe. — ¡VAYA! ¡ERES UNA JOYA! — Ya me lo había dicho Juanjo... pero no entiendo por qué. — Mira, cuando los primeros científicos... — Don Carlos la abrazó de los hombros con un solo brazo y la acompañó a sentarse en la sala de lectura, él le explicaría todo. — Don... ¿ella se quedará aquí? — No tengo problema, que se quede — Una cosa más... — ¿Si? — preguntó el anciano. — Que no se la lleven — le dije Carlos y lo miré con un tono de odio, por lo de Lu. — Esta vez no. Ya tienen a Lu, no necesitan a esta chica... — dudó — Gabriella, ¿cierto? — Supongo — dijo la chica. Me despedí de todos y abandoné la habitación.  ¿Será que mi equipo perfecto ya estaba armándose?   Cap. 12 | Sigla Extraño a Lu. Creo que se me notaba la tristeza. Tanto, que ahora escuchaba PXNDX más de lo normal. Me levantaba y no tenía apetito. Hace varias semanas que no tengo apetito. Alguien tocaba a la puerta: no sé quién es, ya no podía ser David, o mi mamá cuando se le olvidaban las llaves, o Lu porque puede que me venga a visitar. Era Gabriella... — Eres la persona más estúpida que conozco — dijo ella cuando yo abrí la puerta. — Hola, creo. — Buenos días, hoy será un día muy pero muuuuuuuy ocupado. — Pues yo no tengo nada que hacer... — Sí que sí, mira el desorden, tenemos que arreglar esta casa. — ¿Y tú eres...? — Don Carlos me dijo que te ayudara, al parecer te afectó mucho que esa chica se fuera. — Lu, se llama Lu. — Lu...? — Lu... — es verdad, no me sabía su apellido: cuando se presentó ella dijo "Lu y ya" — eso no importa, además ¿arreglar qué? — La casa. — JAJAJAJAJAJÁ, pues buena suerte tú, yo iré al parque. — No iremos al parque hasta que arregles tu casa. — Bueno, "mamá" Sin dudar, ella entro y empezó por el segundo piso, con la habitación de mi madre, no movió nada, solo pasó la escoba. Mientras yo arreglaba mi habitación... o bueno, lo que parecía tal cueva. Todo estaba usado, wacala, mejor a la basura, la ropa me sobra y además no uso tanta. — ¿Basura? Esto va para los chicos del orfanato — dijo Gabriella. — Emm... — seguí con lo mío. Ropa, basura, restos de cajas de la pizza que pedí las últimas semanas, las botellas de kola que me la pasé tomando con la pizza, los sobres de los... bueno, un resto. — ¿Y abajo qué? ¿Se va a limpiar solo? — dijo Gabriella en su tono infantil, pero fuerte y también es muy tierna. — QUIETA DOÑA SILVA — le dije, me estaba hartando, pero de una manera muy tierna. La parte de abajo sí que estaba fea, bueno... ya no estaba la bolsa grande, solo decidimos quitar la puerta, pintar... también quitamos las gavetas de la cocina que estaban destruidas, mandamos a la mierda el comedor, aunque ya estuviera destruido. Esa noche con la bestia fue horrible, además de las muertes de los últimos días. Esa sería mi misión en la vida: vengarlos a todos. Tenía más mentalidad de vengarlos que de salvar al resto. Tenía deseos de venganza. Wow, pensando se me fue el tiempo ¿Ya se arregló todo? Sí... no estaba reluciente, pero tenía su toque limpio. — Bueno, ya podemos ir al parque. — Lo decía para evitarte — le dije a ella — Entonces iremos al parque. — ¿Perdón? — Iremos al parque... — era posesiva y tenía autoridad, y como era tan pero taaaaan tierna, no se le podía decir que no. — Bueno... vale, ¿porque no invitamos a Daniel? debe de estar aburrido también. Tomamos el teléfono de mi casa: recibo no pago. La vecina debe de tener un teléfono: no estaba. — Aggh, vale, vamos hasta donde él, cerca hay un parque más grande que el de acá. Media ciudad caminando, a Gabi se la veía demasiado feliz, estar lejos de sus amigos tal vez no le afectaba. Espera, ella está aquí porque su única amiga la dejó. Teníamos algo en común después de todo. Media ciudad caminando y el sol me afectaba los ojos. Gabi usaba anteojos, y eran opacos, entonces nada que hacer, ella si corría y saltaba por cada calle y por cada pequeño hueco en el pavimento de la ciudad. Listo, la puerta chirriante estaba delante nuestro. Tocamos el timbre: esta vez no se me olvidó que el timbre existía. — Hola chicos ¿necesitan a Carlos? — se refería a su propio padre por el nombre. — No, venimos a buscarte, si quieres ir con nosotros... — Ah... vale, creo... — tomó las llaves y gritó hacia la nada — ¡VUELVO AL RATO! En realidad el parque no estaba demasiado lejos, solo a dos o tres calles. De una vez llegamos, estaba un poco vacío, para ser un parque tan grande, solo habían 3 chicos y con Gabi serían 4. Ella saltaba y corría, tras las ruedas, subía por las rocas, se aburría e iba a el tobogán, después a la balanza, por último al columpio. Ella hacía ese recorrido una y otra vez, definitivamente le hacía falta jugar un poco. — ¿Sabes? de pequeño nunca pude hacer esto... — dijo Daniel — ¿Eh? — Mis tíos me obligaban a estar en casa y estudiar algebra todo el día. Con suerte me dejaban en el PC y jugaba World of Warcraft.  — Yo soy un Troll Monje — Hablo enserio, además de que solo eran tíos, si hacía algo mal me golpeaban, no podré olvidar ese maltrato que tenían conmigo... — Y curo rapidísimo — le dije, como desviando el tema y haciéndolo reír levemente. La risa de él se vio instruida por el grito de Gabi. — ¡CHICOOOOOOOOOOOOOOOS! — ¿Ahora qué? Eran Gabi y estaba siendo atrapada por un ladrón, llevaba un pasamontañas de color negro, se denotaban las letras BMX. — ¡Vamos! — sin más Daniel se dirigió a él Justo ahí me di cuenta de que no era normal, mi sentido me estaba haciendo detectar algo peculiar. Como si fuera una madre que estaba por perder a su bebé. Sin duda, era un caníbal el que la atacaba. No dejé que escapara, aunque fuese día, saqué el brazo deformado y lo ataqué, salté y en el aire puse toda mi fuerza hacia lo pies, para caer rápidamente. Le hice una que otra fisura en la pierna, nada grave... Devolvió el ataque, yo me protegí con mi brazo, él solo tenía como arma su mano normal. Sacó un cuchillo, y me sacó una parte del cristal que irradiaba de mi extremidad... Decidí atacar esta vez a su brazo, para poder ir directamente a su tórax, pero nada pasó. Creo que recibió una señal, tuvo que salir corriendo cojeando. Observó hacia atrás, como tratando de recordar mi rostro. — ¿Estás bien? — le dijo Daniel, mientras tenía a Gabriella en los brazos. — Supongo... menos mal estaban ahí... él me ha estado observando hace unos meses... — ¿Entonces ya lo conoces? — le dije. — También trató de adoptarme, pero tenía una corazonada que no me dejaba ir con él, y siempre rechazaba. — Esto no es normal... Aguarda, tenemos una pista, el gorro. — El gorro, el gorro debe significar algo... — dije yo — Por favor, solo es el nombre de un deporte extremo... — ¿Y quién dice eso? era un caníbal, todo se puede saber de eso... — Creo en Juanjo, tal vez signifique algo... Pero yo no sabía nada... …El que sabía era Don Carlos.   Cap. 12.5 | Encierro Narra Lu Encerrada en paredes blancas. Después de lo que había pasado en casa de Don Carlos y lo que me ha dicho, no vuelvo a creer en nadie. Ni en mi padre, ni en mi madre... ellos ni siquiera me contaron que existía esta mierda de ser elegida o algo así. Ellos entraban cada vez que querían, me sentaban en una silla y se ponían a hacerme muestras, una tras otra, me inyectaban para tranquilizarme y después me sacaban sangre... No voy a olvidar lo que hizo el estúpido de Carlos y lo que trató de hacer Juanjo para que no me llevaran. Juanjo... lo extraño... Recuerdo que Carlos intentó dejarlo inconsciente, pero él no duró tanto... él despertó por mí, tal vez tarde, pero lo hizo... Recuerdo que los que me tienen encerrada le quitaron el brazo, literalmente, solo dañaron su deformación. Sabía que estaría bien, quiero que esté bien... Esos que me trajeron hasta aquí vendada, con las manos amarradas... ¿Cuál era su función?  ¿Torturarme? Si esa era, la cumplieron muy bien... había uno que estaba haciendo de las suyas... me sentaba en una silla obligada y cada 60 segundos me quitaba un dedo del pie... Cada vez que abrían la puerta deseaba que fuera alguien por una muestra... pero muchas veces era el con sus tijeras para arbustos. Me quitaba 3 dedos al día. Para no desmayarme me hacía contar hasta 60. — U-un-uno.... d-d-dos... t-t-tr-tres... Como latigazos. No sabía si era de día o de noche, había ventanas polarizadas y no podía ver hacia el otro lado... Y la camisa de fuerza no me dejaba abrir la puerta que sin logro alguno sabía que estaba cerrada. Solo mi organismo con el poder del sueño me hacía ver que era día o que era noche... pero igual era muy dormilona, entonces no sabía si era tarde o mañana... Algo sé y ellos ya se habían dado cuenta que acabo de despertar, sin demorar tocaron la puerta para abrirla, por los diez mil cerrojos que habían. — Lu, hora del examen diario... — No entiendo porque tantos exámenes si no estoy enferma... — Solo por ser precavidos... — No quiero, ¡NO QUIERO! — No es que no quieras, es que te toca. — dijo el doc, con un tapabocas. Después entraron otros dos doctores con dos redes.  Me atraparon, no hay de otra, toca dejarse hacer exámenes, si es así puede que me dejen ir rápido. — AUCH! Doc, esta vez sí se rompió la vena, ¿cierto? — Eso te pasa por estar de nerviosa... ahorita viene el Sec. — ¡NO! — y le dirigí una patada hacia el pómulo, al parecer lo corté con una uña. — ¡QUIERO HABLAR CON MI MADRE! — Hablarás con tú madre. — ¡Y QUE SEA AHORA! — ¡Te callas! — y me golpeó el pómulo a mi también — ¡Aquí no mandas tú, princesita! — Hizo una pausa y suspiró — ¡Pronto te irás y de nosotros no sabrás nada, entiende! — ¡MI MADRE O CAUSO ESTRAGOS! No alcanzó a decir más cuando abandonó la habitación y no podía decir nada. Me siento sola aquí, es claro... como no estarlo. Almenos tenía los recuerdos intactos. — Hola ¿puedo pasar? — dijo una chica que aprovechó la puerta abierta para entrar — Si te dijera que no ¿cómo te detendría? — Sé por lo que estás pasando, pero no el dolor que sientes... — ¿L-lo que me pasa? — ni siquiera yo sabía — Sí, ¿no sabes? — En realidad me trajeron de obligada... — Mira, ¿ves ese brazo? sí tu derecho... espera, te soltaré. — G-gracias... — la primera persona amable en este lugar... se le notaba algo triste por sus lagrimales llenos, puede que ella haya sido lo mismo... Por la ropa se puede decir que la señora trabajaba aquí, y hace rato, porque la tela estaba rasgada — Tu brazo derecho... quiero que lo veas... transfórmalo... — B-bueno... — y lo hice, como ella me dijo. — Es lila ¿ves? Eso quiere decir que puedes curar a otras caníbales rápidamente... esa es la función de ustedes... curar. — Dime algo que no sepa... — Puedes morir. — ¿¡QUE!? — Hace más o menos 17 años, yo tenía una sobrina igual que tú, también era una con una cualidad como la tuya... el vicio de estos señores de aquí es demasiado, quieren hacer más personas como tú y así poder vencer a la bestia fácilmente... creen que teniendo a dos como tú en el mismo equipo pueden lograrlo y evitarlo para siempre... — ¿Y tú sobrina? — Por la cantidad de exámenes que le hicieron durante semanas y la tortura que le llevaban a ver la velocidad de curación, ella murió. — Lo lamento mucho... pero, ¿entonces qué haces aquí? — Se supone que cada 15 a 20 años traen a una chica como tú aquí para revisarla, y yo trabajaba aquí, como siempre. Trabajo aquí hace 20 años inspeccionando cada célula y aprendiendo de ustedes. Desde que ví a mi sobrina sufrir, dije que la siguiente que tuviera en mis manos... no sufriría como ella. — G-gracias... supongo. — Soltemos esta camisa de fuerza y... — el nudo sí que estaba duro de soltar, pero nada del otro mundo que no se pudiera solucionar — Ya está, ahora corramos. — ¿Estas diciéndome que escapemos cuando ni siquiera sé dónde estoy? — Sí, pero la diferencia es que... yo sí sé dónde estamos. — ¿Y bien? — Estamos en Alaska, a prácticamente medio continente de tu casa. — ¿¡ALASKA DICES!? — Ni para tanto, prácticamente en el polo. — ¿Y porque no hay frío aquí? — Vaya mente, es claro, el termostato maneja la temperatura aquí. — Ah, claro... como no lo pensé. — No dudes mucho, tranquila, por aquí. — Vale Corrimos durante mas o menos un minuto, cuando estábamos justo al frente de la salida por atrás del edificio. Si tanto duramos corriendo, solo por un pasillo, creo que el edificio puede ser muy grande. — Cerrado — dijo preocupada la señora... espera, ¿señora? tengo que preguntarle su nombre — No hay de otra, toca por la otra salida de emergencia, en el sótano hay una. — Vale, ¡rápido! — le dije, y mientras corríamos retomé la conversación — Perdona, ¿me dices tu nombre? Ella paró inmediatamente y en tono serio y deslizando su mano por el bolsillo y llevándola hacia adelante como saludo de presentación dijo: — Mucho gusto, Gloria. — Gloria ¿ah? Gracias por ayudarme a salir de aquí, pero no mucho tiempo debemos quedarnos paradas ¿no? — Verdad, ¡rápido! Corrimos hasta el sótano, era raro porque no había nadie en todo el camino, y ¿porque ha de haber? era el polo, nadie quiere estar acá. — ¿Porque no hay nadie? — dije mientras corría, un poco fatigada — El edificio es enorme, pero solo están como 5 personas, y están en su merienda diaria. El 90% de todo el edificio son laboratorios. — Claro... Al cruzar por una esquina del gran pasillo, nos topamos con el Sec. El Sec. era la persona que me torturaba, tenía un aspecto robusto y horrible, portaba siempre las tijeras para arbustos. — Corre niña ¡CORRE! — ¿Que pasará contigo? — Conmigo nada, contigo todo ¡corre! Salí de ahí en medio segundo, no podía soportar la idea de que Gloria se metiera en problemas, así que me escondí en la esquina a oír la conversación. — Sec. Pensé que estabas... espera Sec ¿qué haces? ¡NO! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! — y sonó un disparo El grito de Gloria impactó el lugar, sin duda alguna le había hecho daño — Es la primera vez que te veo haciendo esto, la última también: por eso me aseguré de que no estuvieras viva para contarlo — la voz gruesa del Sec se dirigió a Gloria. Esperé que los pasos se desvelaran para poder ayudar a Gloria. — ¿¡Que te dije!? ¡LARGO! — No sin ti, por favor, dime como te ayudo! — y observé la herida, era grave y estaba justo en el pecho, era un tiro matador. — ¡ME AYUDAS LARGANDOTE DE AQUÍ! ¡TE MATARÁN! — ¡HUIREMOS JUNTAS! — no le pregunté, al parecer ya había leído de esto en los libros de mi tío, solo tengo que deformar el brazo, acercarlo a la herida y... curará al instante ¿Qué pasa? ¿Porque no cura? — Yo no soy como tú, y ella era mi sobrina, más no mi hija... — Entonces no eres... — paré porque suspiró por última vez la señora Gloria murió en mis brazos... ... mi heroína. Otra vez los pasos venían del fondo del pasillo, y esta vez... venían por mí.   Cap. 13 | Doble problema Gabi se alcanzó a raspar la rodilla cuando ocurrió el accidente... — ¿No te duele? — Para nada... — su brazo se tornó violeta, irradiaba una luz increíble y cegadora,  la pequeña hemorragia sanó en cinco segundos. — Nunca había visto a alguien curarse... — le dije a Daniel — Y no es nada del otro mundo... — respondió él — Tenemos que ir a decirle esto a tu papá ¿no? — dijo ella — Dudo que tengamos muchas pistas aquí... — dijo Daniel — No he de dudar... ¡podemos seguirlo! — Gabriella respondió — No inventes, ni siquiera sabemos a dónde fue. — le dije a Gabriella, podía ser infantil pero hasta ese límite dudaba que pudiera llegar. — ¡QUE SI!, ¡SIGANME! — ella comenzó a correr por la calle a lo largo de ella, y no nos esperó, estaba segura que ella podía sola — ¡ESPERA! — dijo Daniel y la siguió, ella era muy rápida,  la calle estaba sola. — ¡NO ME JODAN! — dije y también los seguí. La calle tenía las alcantarillas llenas de basura, con razón se podía denotar el olor fétido. Daniel también logró resbalarse con una bolsa ¡FUÉ ÉPICO! Ojalá hubiera podido tomarle una foto a la caída o un video, ¡FAMOSO AL INSTANTE! "Pendejo se cae" Titulo innovador, fijo 4 millones de visitas en 5 minutos. — No fue nada, tranquilos — él dijo mintiendo para que Gabriella parara, pero no lo logró, el Ketchup hacia simular la sangre de su brazo. — No te funcionó, JAH — le dije y le ayudé a levantar — ¡ALMENOS ESPERANOS! ¿NO? — grité a Gabriella que ya estaba a media calle de ventaja Ella iba a voltear la calle cuando se detuvo a la mitad, a la vuelta del pasillo, sin dudar fue algo apocalíptico lo que vio, porque sin dudar dos veces ella salió corriendo hacia nuestra dirección. Otra vez eran caníbales, sin dudar habitaban este lugar desolado. Todos tenían camisas y gorras, hasta zapatos estampados con un logo que decía "BMX" — ¡CHICOS....! — gritó Gabi — ¡RÁPIDO! — dijimos los dos en coro, mientras ella venía. Alcanzó a caer, los que venían atrás de ella sin duda eran caníbales en busca. ¿Pero porque ella? ¿Acaso no era obvio? Claro: morada, curación... DAH. — Levanta a Gabi... yo me encargo del resto — le dije mientras mi brazo entraba en deformación... Daniel no quiso pelear y quedó con Gabriella tras el bote de basura que estaba casi como a diez metros, se conformaron observando. — Hora de... — mi brazo era rojo oscuro casi vinotinto, y tenía esta vez un concepto especial, por esta oportunidad una especie de humo negro salía de él. ¿Porqué...? Igual... corrí hacia ellos. No me podía confiar... primera patada por parte de la casa, caí y rodé por dos segundos. —…MATAR! — terminando la oración que había comenzado. El visitante tiene ahora la oportunidad, esquiva los objetos que los otros le lanzan, una y otra. Soy capaz de acercarme a uno de ellos y tomarlo por el cuello. No decido hablarle mucho ni él a mí, creo que ya era suficiente con que viera mis pupilas totalmente dilatadas, podía notarlo mediante sus ojos, que me servían de espejos. Y me sirvieron mucho, atrás mío había otro, apunto de golpearme con una silla. Utilicé el cuerpo que tenía en mi poder para que le diera a él y no a mí. "AAAGH" fue la expresión de uno de ellos. Uno más, ahora eran 3 los que me atacaban, no utilicé mucho el brazo, en realidad, quería divertirme. El tercero pudo alcanzarme a golpear la pierna, dejándome casi cojo. Pero eso no me detuvo: mientras se acercaba utilicé mi brazo como estaca... Retrocedió y una muy terrible hemorragia irradiaba de su estómago, pero no duró mucho, podía curarse... ¿Curarse? ¿Cómo es posible que un caníbal se cure y no haya nadie al lado suyo? ¿Un tipo de curación a distancia? Ví a los alrededores, nada sobre el edificio ni en las ventanas, ¿Porque? , creó que me distraje un poco, ya que ellos aprovecharon para atacarme entre 3. — No te metas con BMX — me dijo uno de ellos Al parecer eran una organización. Con su pie oprimieron mi cabeza, definitivamente este era mi punto, no debí dejarme llevar por la codicia al divertirme... Solo me queda que... Con todas mis fuerzas, con todas las que tenía, traté de que el brazo se levantara, pero no lo logré, lo tenían en forma de llave contra mí... — No se metan... ¡CONMIGO! — me levanté con ayuda del otro brazo. Se supone que la deformación afecta solo un brazo... porque los dos?  No sirvió de nada, Daniel abandonó su escondite, dejo a Gabriella sola, pero protegida, estaba escondida entre una manta que estaba dentro del bote. — ¡QUIETOS! — y traspasó su brazo dentro de uno de los que estaban ahí. Yo, como era de esperar... — Déjame esto a mí... — le dije. El decidió volver lentamente a su lugar, con Gabriella, en cualquier momento podía volver otro y llevársela, como era el principio... — Que comience su apocalipsis... — les dije a ambos... Utilicé los dos brazos, mientras estaba en el suelo, uno de ellos se había conseguido un par de tubos largos y un poco delgados para empezarme a torturar, y los utilizaron de armas.  Zas! el primer golpe, lo pude parar con mi brazo. Segundo golpe, directo al estómago, dos segundos tratando de recuperar el aliento, caí en una rodilla. Tercer golpe, nada que no pueda parar con el otro brazo. El contraria hacia fuerza hacia abajo, con mi otro brazo pude hacerle una gran fisura en el de él, para que soltara "el arma". Se alejó unos pasos el siguiente, pero por el dolor pude romperle la nuca, directo a la arteria mayor, muerte al instante. Siguiente: nada que hacer con mayor esfuerzo, sorprendido estaba de ver mi condición. Se arrodilló y sin más pidió una muerte rápida con su actitud. Simplemente le di una patada, el volteó y le perdoné la vida. — Y dile a tu líder, ¡que lo mataré también! Corrió y al parecer tenía ya práctica, no resbaló con la alcantarilla ebria de agua. — ¿¡QUE SUCEDE CON ESTA CIUDAD!? — gritó Gabriella al ver que el atacante alejó. — Tenemos que contarle a tu papá — señalando a Daniel, sigo con los brazos deformados. — Primero deja de apuntarme así — dijo él — Ah, perdona — el control que le tenía a esto ya era sencillo, nada del otro mundo. — Volvamos a casa Juanjo — dijeron los dos en coro. — Vale, ¿tu papá estaba cuando nos fuimos? — Como siempre leyendo y escribiendo en la biblioteca... — Querrás decir sala de lectura — le dije a Daniel — En realidad no, también hay biblioteca. Era el colmo, casa por fuera se ve normal, solo muy pedigree, pero por dentro entonces es enorme. Listo, volver a la casa, la calle solo tenía una mancha pequeña de sangre y un cadáver sucio, nada que el acueducto no pudiera lavar. La puerta estaba abierta como siempre... llegamos rápido porque la casa estaba cerca. — Primero tocar el timbre... — dijo Gabriella — Pero si esta abiert... — ¡TIMBRE! Don se puede preocupar... — Pero es un canib... — ¡SE PUEDE PREOCUPAR! La levanté porque era demasiado baja para alcanzarlo, lo tocó un millar de veces, casi quema al pobre aparato. — Carlos, algo acaba de pasar... — Díganme — Hay una organización de caníbales llamada BMX, pero no sabemos que significa... — dijo Gabriella — Y se curan solos, ni siquiera tienen deformación, ¡ni se les ve el color morado! — dije yo — Y Juanjo puede controlar los dos brazos — dijo Daniel.  — Espera... — dijo don Carlos — repíteme lo de los brazos...   Cap. 14 | Llamadas a larga distancia La puerta millonaria siempre estaba abierta, llegamos rápido a la casa porque simplemente estaba como a una cuadra o dos...  — Primero tocar el timbre — dijo Gabriella — Pero ya está abiert... — dije — ¡DON CARLOS SE PUEDE PREOCUPAR!  — Pero es un canib... — ¡SE PUEDE PREOCUPAR! — y como era muy baja como para tocar el timbre, yo la levanté... pobre aparato, prácticamente estaba dañado de tantos usos en medio segundo. — Carlos, algo acaba de pasar — dijo Daniel — Díganme — respondiendo, don Carlos — Hay una organización de caníbales llamada BMX, pero no sabemos que significa... — dijo Gabriella — Y se curan solos, pero no tienen deformados los brazos ¡Ni siquiera se les nota el color morado! — casi gritando le dije — Y Juanjo puede deformar los dos brazos... — terminó Daniel. — Espera... repíteme lo de los brazos.... — Como oíste Carlos, puede deformar los dos — Eso es imposible... — y sentándose con las manos en la cabeza don Carlos se puso a pensar — Yo tampoco sé cómo logré hacer eso don... — ¿Haz comido últimamente?  — Hace unos días nada más — ¿Nada extraño? — Pues... — pensándolo bien, como que mejor no les decía — Lo sabía... ¿no sentiste carne dura? — ¿que era él... ¿adivino? — Algo así... — ¿Pero no te la comiste toda verdad?  — ¿Y que con eso? Yo puedo comer lo que quiera  — Esto no agrada Juan, ¿Enserio? Todos los caníbales saben que no se pueden comer entre ellos! — Pero ya qué, ahora tenemos esta habilidad, deberían hacer lo mismo... tal vez así podemos vencer más rápido a la bestia. — Tú no entiendes ¿cierto? — preguntó Daniel — ¿Entender qué? — Comernos entre nosotros es lo mismo que beber cianuro, en pocas palabras... — Entiendo... — dije yo, cabeza abajo  — Juan... te envenenaste tú solo — Ya qué, no lo sabía — dije sin quitar los ojos del suelo — No te queda mucho... Juan — ¿Cuánto exactamente don? — Yo tampoco sé... ¡PERO COMO TIENES EL MALDITO LIBRO Y NO LO LEES! — No busquemos culpables... — Eso dicen todos siempre, Juan... — Gabriella tomó la conversación — Pero si algo sé, es que mi generación es la más poderosa que hay.... mírenme a mí, solo ojeé el libro del que hablan, y se supone que yo debí encontrar mis poderes dentro de dos años... solo tengo trece... — Debe de tener razón... — dijo Daniel — eso significa que debemos buscar a los otros rápido — Igual... — dije yo — están regados por todo el mundo... — Sí pero tenemos una alternativa muy útil   — ¿Cuál? — dijimos Gabriella, Carlos y yo en coro — Vamos Carlos, tu generación, se supone que los conoces a todos... es más, hasta creo que conoces a la mamá de Gabriella... — Mi mamá está muerta — Bueno, almenos te tenemos a ti, necesitamos a los otros seis, y esos son hijos o nietos de los amigos de Carlos — dijo Daniel — No había pensado en eso  — ¿Qué esperas viejo? ¡Haz algo! — De inmediato — abandonó la habitación y nos dejó a los 3. En la sala de lectura habitaba el silencio, mi cabeza seguía mirando el suelo, el suelo estaba frío, debía ser por el aire o porque yo estaba con fiebre por la tensión que me brindaban tanto Daniel como Gabi, Daniel tratando de mirarme de reojo y Gabi con su silencio lo decía todo... además ¿Será que ahora confiaban en mi? Yo creo que ellos sabían que no se podía comer carne dura, pero yo no, hasta lo notaba un poco más apetitoso, pero no me atraía del todo, seguía prefiriendo la normal, por otro lado ya no me miraban de la misma manera, pensaban que en cualquier momento los podía atacar, ahora me veían como el malo de la historia.  — Juanjo... ¿qué pasó con Lu? — Verás ella... — Se la llevaron y ya — dijo Daniel terminando mi oración — No sabemos dónde está, pero apuesto que don Carlos sí — añadí información — El fue quien llamó a esos tipos para que se la llevaran — ¿Cuáles tipos? — Los mismos que hicieron el virus para volvernos así, pensé que el viejo ya te lo había dicho — Sí, pero quería saber de Lu... si hubiera llegado yo primero... nadie estuviera sufriendo ¿Verdad? — No digas eso, eres parte crucial de este invento Sin embargo, ella no aceptó la presión y decidió irse a la habitación que el anciano le había dado para ella, hubiese sido el colmo no poder dársela, eran como diez mil habitaciones de las cuales solo habitaba cinco ó seis. — Ni trates de seguirla, tiene que aprender de esto un poco más... — dijo Daniel Yo no traté de hacer nada, Don Carlos estaba ocupado, Gabi molesta y Daniel ya había tomado un libro para leer, estaba incomodo, decidí volver a mi casa, tomé un taxi. El taxi más largo de mi vida. Ví el reloj, para variar. Y me di cuenta que los relojes mienten... claro. No es lo mismo una hora sin ella, que una hora con ella. La zozobra habitaba mis sentimientos y mi mente en tal momento de bajarme del taxi, en realidad, todos los sentimientos de intranquilidad e inquietud me estaban comiendo por dentro. Tenía una corazonada. De las mismas de cuando Lu se fue... o mejor dicho, se la llevaron. La puerta limpia, entrar y no ver desorden, obra de las manos juiciosas de Gabi... todo lo que hicimos a la mañana... que terminó con un mediodía que podía tirar por el retrete. No podía pensar más allá de la cuenta, solo hice que pasara el tiempo rápido con unas canciones: sin duda alguna Chelsea Grin, esperando una llamada, aunque supiera que nunca llamarían.   Los pelos se me pusieron de punta, no sabía que decir ni que pensar, sentí a alguien, deforme ambos brazos y estaba listo para lo que ocurriera, ¿venía de la ventana? No, estaba cerrada, ¿Venía del closet? No... Debió ser mi imaginación, o tal vez la canción me hizo imaginarlo... — Juanjo... — una voz tras de mí     Cap. 15 | Un segundo se convirtió en una hora La canción estaba en tan alto volumen, que sentí la presencia de alguien, deformé ambos brazos, ya se me facilitaba pero como era nuevo, cansaba. Estaba listo para lo que ocurriera... ¿Venía de la ventana? Para nada, estaba cerrada... ¿Venía del closet? No, qué raro... fue la canción que me hizo imaginarlo... — Juanjo... — una voz tras de mí, era cálida y acogedora, muy familiar. No me dejé llevar, por el sentimiento profundo de el miedo y la preocupación, mis ojos negros se volvieron otra vez, y brazo por poco toca a la chica que estaba, ahora, frente a mis ojos... — Juanj... — y cayó, al parecer cansada, se le veía golpeada, era Lu... ¿Escapó o Llegó? No lo sé... — No le hagas nada, debes de darle algo de tomar, se le pasará — Era un chico tras la puerta de mi habitación — Y tú eres...  — Eso no importa ahora, importa la chica... cuando despierte que ella misma te explique   El consejo del extraño me dio un poco más de confianza y, por suerte, había una botella de agua fría que siempre tengo en la habitación, era un misterio de porqué siempre se mantenía fría; ella bebió desde la botella sin ningún problema, al parecer solo estaba muy cansada... — Juan... el chico, el extraño... —  "Éso" no importa ahora... —  ¿Perdón? —  decía él ofendido — Lo que importa es que debemos llevarte con don Carlos... — Solo estoy algo cansada Juan... — dijo ella —  Al que tienes que llevar es a él... tiene un poder extraordinario... lo conocí en donde me tenían encerrada — ¿Te tenían encerrada? ¡COMO SE ATREVEN!  — Déjame acostarme un rato aquí, da igual, hasta mis padres sabían que me iban a llevar, no me advirtieron y a esta hora deben estar en la playa divirtiéndose en sus vacaciones... — Vale — y ella cayó dormida, yo la tenía entre brazos y la puse en la cama de forma delicada... Ella era delicada y hermosa, aunque estuviese un poco golpeada, era única, irradiaba con luz propia. Su sonrisa llena mi alma y mi ser. Sonrisa que dibuja en mis labios una felicidad eterna y completa. — Ya deja de verla y vámonos... —  dijo el chico que, desde hace unos minutos, estaba mirando la escena — ella dijo que había mucho que hacer... — Primero dime quien eres... —  dije con mis brazos en la espalda, esperando cualquier movimiento inoportuno del contrario  — Soy Raúl, vivía en México y mis padres tenían un alto rango en el gobierno... — Pero si tú eres un caníbal... entonces...? — Sí, mis padres gobiernan el país de esa manera, y no los han descubierto para nada. Tengo 19 años y descubrí que lo era porque mi abuelo lo fue, y mi padre no quiso entrar a tal batalla, pero ahora que él me ha dejado que me torturen por varios años... decidí venir a acompañarlos... — ¿Dices que tienes 19...? Eres el mayor hasta ahora — Digamos que algo así... — La persona que nos está vigilando por ahora vive a media ciudad de aquí, primero lo llamaré diciéndole que estás aquí... Él se sentó en una silla que estaba al lado de la cama, viendo a mi chica... sabía que no me podía confiar y fui rápido por el teléfono inalámbrico. Cuando volví, pude notar su preocupación, pero a la vez su misma sombra hacia denotar sus emociones... se le veía vacío y sin un propósito, como el resto del grupo... pero él, al parecer, no tenía ni idea de quien era. Marqué el número... 63185** — ¿Hola? Don Carlos... Lu está viva... ¿Escapar? ... como diga... ah, otra cosa: trajo a alguien... listo... ¿Llevar ropa?... ¿Para cuantos días?... ¿Vivir allí?.... Vale, como diga Sir. —  bromeando al final — ¿Qué dijo? —  Lu, con sus pocos alientos — Dijo que ahora viviríamos con él, en su casa, porque ya estamos la mitad, la otra mitad al parecer ya la tiene el gobierno... en unos días saldremos de viaje. — ¿Salir de viaje? ¿ A dónde? —  dijo el Raúl — No lo sé, preguntarle a él será...  — ¡NO QUIERO IR ALLÍ OTRA VEZ! — Raúl, gritando —  ¡ES ENFERMO LO QUE HACEN, TE GOLPEAN HASTA MÁS NO PODER, Y LO PEOR ES QUE SE DIVIERTEN! — sus gritos llegaron al tope de descontrolarlo y poder ver su mano ya deformada, era verdosa pero más amarilla... la deformación le llegaba hasta el codo... vaya forma, nunca había visto eso así. La deformación de Daniel le llegaba hasta la mitad de ese.  — Tranquilízate un poco — dijo Lu —  no volveremos allí ni obligados, esta vez Juanjo estará con nosotros... ¿cierto? — S-sí — respondiendo a Lu — Tomaremos un taxi, para ahorrar tiempo, pero primero iremos a tu casa, Lu... recoger tu ropa y tus cosas, viviremos con don Carlos... — ¿Y yo qué? No tengo nada desde hace como tres años... — Raúl, insistiendo — Mi papá era muy moderno, puedes usar lo de él, es como de tu taya, en la habitación de al lado: la grande... Raúl abandonó la habitación dejándonos a ambos: Lu y yo... solos. — ¿Sabes?... estaba muy preocupado por ti... te extrañaba mucho... pequeña... — Juan, yo... no dejé de pensar en ti tampoco...  — No sé ni lo que siento por ti... — dije yo — pero si es algo, y lo siento así, creo que... — Crees que...? — No sé, estoy confundido, nunca lo había sentido... — ¿Sabes? Yo tampoco... — ¿Enserio...? — la duda nos afectaba a ambos, mis manos estaban recostadas en la cama, pero a la vez muy cerca de su estómago, mi rostro tocaba el aire que exhalaba en ese momento.  —  Yo... yo — sin más ni menos, la tensión hizo que yo no pudiera hacer más ni más... la besé... fue intenso y romántico. Fueron cinco segundos convertidos en eternidad. Fue único y el único tan apasionado. Creo que desde ahora, no verla, me enferma. —  Listo... ¿Ya podemos irnos? —  dijo Raúl, que por medio segundo observó el momento, otra vez. — Deja tú, vámonos entonces... — Lu, diciéndolo un poco molesta. Lu no podía sanarse ahora, estaba cansada. La llevé en brazos hasta que entramos al taxi, Raúl iba adelante y yo con Lu atrás. Era completamente tierna. Es completamente tierna. Es bella hasta cuando duerme. Las ganas desenfrenadas de arreglarle el flequillo cuando le molestaba la nariz. Un pequeño beso en la frente. — Juan... cuando venía para acá — balbuceado un poco — conseguí esto para ti... no es mucho, pero tiene todos mis sentimientos. — Sacó algo del bolsillo, que tenía en la larga toga blanca que usaba: al parecer con eso vestían en ese lugar horrendo, porque Raúl también usaba esas ropas, una manilla delgada hecha con hilos rojos. — ¿Has oído de los hilos rojos del destino? Yo también tengo la mía en mi tobillo, y por eso están en forma de manilla y todos juntos... porque desde hoy... no quiero que te separes de mí — Te amo... pequeña... — dije yo, con una pequeña lagrima saliendo de la esquina de mi ojo, sin duda, muy emotivo encuentro me dio con sus palabras y sus suspiros repentinos por el cansancio. Sonó una explosión.   Cap. 15.5 | 3 de Julio El Sec. había vuelto, al parecer escuchó la voz. No pude salvar a Gloria, que en el suelo seguía desangrando. Yo tampoco podía hacer mucho, ya que ella no era una caníbal, solo se dedicaba a estudiarlos. Una sombra al lado mío, era el Sec. Me tomó del cuello y me dijo: — Tomaste la decisión equivocada. — Sin duda alguna no estaba furioso, simplemente que el jefe, el Doc., si lo estaría. Me golpeó contra la pared repetidas veces, hasta que esta quedó manchada de sangre, y mucha. La escena que presencié mientras este me llevaba, fue horrible, sangre por todos lados, Gloria acostada en el suelo sin ningún tipo de señal de vida, y la pared llena de manchas de rojo vivo. Me llevó hasta la mitad del pasillo, donde había una puerta con un símbolo: "CAUTION". Las paredes estaban igualmente, pero oscuras y se podía sentir la humedad al máximo. — ¡Sácame de aquí! — le gritaba al Sec, sin duda, estaba molesta y mis lágrimas llegaban a tocar el suelo. — Primero planearé como dejar que sufras — dijo él — Sin duda será divertido — y cerró la puerta, con una risa de intermedio ¿Ahora qué voy a hacer? Hay estacas en una parte de la habitación ¿¡Ah!? ¡ES UN CADAVER! ¡POBRE!  Espera... moriré aquí.... El pobre estaba clavado por estacas, al parecer fueron insertadas para que no se movieran. Me dejé caer de rodillas, este era mi final, estas podrían ser mis últimas palabras... Agh, no puedo aguantar la rabia, podía irme pero decidí ayudar a alguien que, aunque lo merecía, no podía ayudar, y además ya me lo había advertido. — ¿Tan rápido se rinde alguien con ese potencial? — Dijo alguien entre las sombras — No te asustes, siempre pasa. — Yo solo quiero salir de aq... ¿¡QUE!? — abrí los ojos, limpié mis lágrimas y no alcancé a gritar... la velocidad del individuo que colgaba de las estacas en la pared era impresionante, se las quitó todas, las cuatro que tenía clavadas en los brazos y en las piernas, con fuerza, suficiente para dejarme callada, conveniente que me tapara la boca, para no evitar problemas  — Callada eres mejor, ahora cúrame y salgamos de aquí. — No puede ser... se supone que... — En el camino te explicaré, ahora ¡RÁPIDO! Deformé mi mano y curé al chico, salimos por la puerta que el mismo rompió con su fuerza, todavía no sabía de qué se trataba esto... pero si tenía la oportunidad de salir de aquí otra vez, no la podía desperdiciar. Cuando volví a pasar por ahí, yo no fui la única que vio la escena que dejó el Sec. a mitad del pasillo... también lo hizo él, pero este si se pudo llevar el cadáver a sus brazos.  — Buen trabajo, Gloria — le susurró y corrió hacia afuera Las sirenas del edificio empezaron a sonar y un sinfín de disparos surgió tras nosotros, el chico era rápido y alcanzó a esconderse tras un coche, que no podía tardar en convertirse en una bomba. Estaba unos metros tras él, sin duda esta organización ahora no nos quería ver vivos.  — La dejaremos aquí y después nos iremos — dijo él — Los disparos no nos dejarán seguir de esta manera...  — Que negativa — transformó su mano en cristal amarillo verdoso — déjamelo a mí  La precisión de su ojo era casi perfecta, logró dar al blanco en solo cinco segundos, sin duda alguna, era un caníbal, y era como lo decía Juanjo. — Ahora si ¡CORRE!  — ¡Sí!  A medio kilómetro se podía ver una camioneta, él sin duda utilizó su ventaja, y rompió el vidrio delantero para poder entrar y sentarse a conducir, tirando el cadáver a un lado.   Condujo por lo menos cinco minutos esperando una carretera o un lugar de ayuda, y rompió el silencio. —Ahora sí... ¿qué dudas tienes? — Suenas como si lo supieras todo. — Años allí no se consiguen solos — Está bien... primero ¿quién eres? — Soy Raúl, soy hijo de un gobernador en México, y uno de los diez — Porque estabas allí, ¿por qué si no eres como yo? — En realidad sí, pero mi papá me entregó porque yo no era como mi abuelo, color rojizo en la mano, y me llevaron. Las estacas estaban clavadas porque estaban experimentando contigo y conmigo a la vez, me inyectaban tu sangre y por eso no desfallecía. — ¿Tan crueles son? — No es el máximo. — Debemos ir a decirle a don Carlos. — ¿Ir hasta tu país? Ni loco, tenemos que ir directo a la central de entrenamiento — ¿Qué quieres decir con eso? — Tienes mucho que aprender todavía — No me importa, tenemos que ir, no nos costará nada.  — Primero iremos unos kilómetros más, conozco a alguien que nos venderá los boletos hacia Colombia, por ahora, solo queda esperar, aunque él es rápido. Me quedé dormida las próximas dos o tres horas, mientras él llegaba al aeropuerto. Me levantó y me llevó de brazos, tuvimos que ir escondidos en el avión en donde guardan los equipajes, fue muy incómodo. El viaje fue largo y muy silencioso, por lo menos 6 horas de vuelo en los que me la pasé mirando al techo, imaginándome cosas que me gustaría que me pasaran. Por fin, debíamos ser sigilosos, para que nadie nos pudiera encontrar, a la salida del aeropuerto Olaya Herrera estaría el conocido de Raúl que nos podía llevar directo a la casa de Juanjo. El cansancio me invadía y casi no podía caminar. No teníamos ni un peso para poder comprar algo de beber. Dormí todo el trayecto, estaba muy cansada, solo podía observar el paisaje y sentir el aire en mi rostro, golpeando con fuerza. Sin duda alguna, Juanjo estará muy feliz al verme otra vez, y yo estaría doblemente feliz. Entramos a su casa, estaba abierta la puerta, nada raro para alguien tan despistado. Por suerte, él estaba allí, en su habitación: — Juanjo... — No pude ni decirle un "Hola”, ya cuando llegué, me caí y no pude recuperar el conocimiento.  El único rastro de suyo era el de sus brazos apoyados en mí, dándome un apretón. — Tenemos que llevarlo con Don Carlos, tiene un poder increíble, lo conocí donde me tenían encerrada.  No tenía alientos para decir nada más, el me acostó en su cama a que descansara. Minutos eternos. — ¿Sabes? estaba muy preocupado por tí... te extrañaba mucho, pequeña... — dijo Juanjo, apoyado en la cama con un brazo y podía sentir su aire en mi frente. — Juan, yo... no dejé de pensar en ti tampoco — Estoy tan confundido, no sé ni lo que siento por ti... — ¿Sabes? Yo tampoco...Yo... — no pude terminar de hablarle, porque él me dio un beso, sin duda, uno de los más largos que me han dado. Era apasionado, era quiebra-almas. Tanto así, que no pude sostenerme más, y caí dormida. Me levantó en sus brazos. Al parecer estábamos subiendo en un taxi. Era mi oportunidad. Mientras estaba distraída en el auto, había unos hilos rojos, decidí hacerle una pequeña manilla a él, y me hice una a mí. — Juan... — balbuceé — sé que no es mucho, pero toma... ¿conoces los hilos rojos del destino? por eso están hechos manilla, porque no quiero que te separes de mí. Tengo una en mi tobillo, y tienen todos mis sentimientos — Te amo, pequeña.... — la recibió y le salió una pequeña lagrima, de esas que no se sostienen por más que lo intentes. No pudimos contener la emoción. Tampoco el desespero, sonó una explosión, proveniente de la parte de atrás del taxi.  El taxi volcó, dio una vuelta o dos. Raúl y Juan estaban heridos, debía ayudarlos. Pero estaba cansada, no podía hacer mucho. El taxista seguía consciente y los ayudó. ¿De esto se trataba todo? Nosotros no somos buenos con los humanos normales... pero ellos sin dudar, ayudan a todos. Paradigma mental atrapaba mi mente. Pero de igual manera... solo somos un experimento fallido ¿No? Teníamos una misión y no se nos daba el tiempo de poder disfrutar lo que en verdad queríamos, como los normales. El taxista me ayudó a meterlos en otro taxi, a unos metros al frente, llevando heridos. Solo éramos los tres — Por favor, siga mis indicaciones, llévenos a... cinco cuadras adelante, por favor — Ustedes están muy graves, vayamos al hospital — ¡Usted no intervenga! — le dije al taxista — ¡Lléveme a donde le digo, por favor!  Cinco cuadras adelante, y dos a la derecha. Casa de Don Carlos. Daniel salió preocupado — ¿¡Que pasó!? — Solo fue un accidente, nada grave Daniel ayudó a Raúl a caminar, por suerte ambos todavía tenían un poco de conocimiento, yo ayudé a Juan.  Los dos en una habitación, decidí dormir en la de al lado, estaba decorada de una manera muy dulce, era algo morado y con muchos muñequitos, era para una niña... qué raro ¿Don Carlos tenía hijas? Solo pude dormir unos segundos, cuando el grito me levantó — ¿¡COMO ASI QUE SOLO SOMOS NUEVE!?     Cap. 16 | Parcial, pero exhaustivo — ¿¡COMO ASI QUE SOLO SOMOS NUEVE!? — Gritó Gabriella, preocupada. — No es muy seguro, pero aquí estamos cinco, y allá solo hay cuatro, eso quiere decir que hay uno que no ha descubierto su potencial... Y al parecer no conozco al quinto — dijo don Carlos — ¿Cuál es tu nombre? — Soy Raúl y tengo 19 años, señor — ¿¡DIECINUEVE!? ¡ESTO ES MALO, MUY MALO! — No entiendo ¿Más malas noticias? — Dime qué edad tienes, Juan...¿Dieciséis cierto? y se suponía que eras el mayor. Y si fueses el mayor, quiere decir que faltaban nueve años para la fuga de Radamantis. Mis ojos se abrieron del asombro. Todo estaba claro: Radamantis ya llevaba cuatro años en la tierra, no uno. También quiere decir que fue causante de los estragos en otros países, y este podía ser uno de los últimos. — Eso quiere decir que... — supuso Daniel — Solo nos restan seis años en realidad... — Y no estamos seguros si el restante es muy pequeño o es muy grande — se percató Gabriella — Tiene razón — dijo Lu, que estaba durmiendo pero, por el ruido, se debió levantar, estaba oyendo todo desde el comienzo — Lo que debemos hacer es ir a donde los otros cuatro y empezar lo que debieron hacer desde que me fui. Se le notaba muy seria, sin duda alguna, el viaje la había cambiado mucho, el descansar ya le había puesto una meta en su mente, después del cansancio.  No tuvimos de otra, teníamos que acceder, no teníamos mucho tiempo. — Y sin duda, el entrenamiento es muy largo, como un año o dos... — ¿¡Qué!? — Sí, tienen que hacerles exámenes sin fin, entrenar en batalla, simulacros, sin duda alguna, algo que los cansará mucho y los dejará sin aliento. Deberán elegir un capitán en el campo, todo tendrá que ser muy exacto en realidad. La batalla estaba cerca. Yo estaba muy nervioso, pero a la vez no tenía de nada de qué preocuparme. El equipo que planeé que sería el mejor, estaba  prácticamente completo. Solo espero que allá haya otro como Daniel y yo, y otros tres como Raúl. Así sí que sería fácil. En realidad, solo nos quedaban seis años de diez ¿Que podría salir mal? Si están las chicas, podemos lograrlo e intentarlo varias veces. Pan comido. Pero al mismo tiempo, al finalizar y ya tener todo visto de que nos iríamos, sin duda que sería difícil, ya que sabía que moriría, tal vez no hoy ni durante la batalla... pero comí un caníbal y puede que sea "mi castigo" Debía morir. — Hablamos mañana, tengo un poco de sueño — Les dije a los asistentes. — Espera Juan, iré contigo hoy... — dijo Lu, sin duda me vendría bien su compañía. Si algo fue lo que me dañó, fue la falta y la ausencia de Lu, me enfermaba... Ya se ha convertido en parte crucial de mi salud. Esperé a que ella se cambiara, sin duda, se había preparado mucho para el reencuentro, aunque yo solo quisiera dormir un rato. Se me quitaba al verla, era una estrella sin duda. Salimos por la gran puerta y sin más dijo: — Deja los nervios Juanjo... vayamos a dar una vuelta — lo mismo que dijo el día que le robé el beso hace más o menos tres meses. ¿Que se podía decir? ¿Éramos pareja? Ni yo lo sabía, tampoco se lo había pedido, ella tampoco. Pero teníamos la conexión, sin pensarlo. Como ella lo decía, el hilo rojo del destino. La tarde, admito estaba un poco gris, como me gustaba, pero no como que gustaría que estuviera con ella. Ninguna vuelta, fuimos directo a mi casa. — ¿A dónde vamos? — dijo Lu. — A mi casa, estoy un poco cansado, puedes quedarte ¿No? Después de todo tus padres no están. — Sí, pero debí traer pijama, ¿no crees? — Ni yo uso pijama, pequeña — ¿Pequeña? ¿Te burlas de mi estatura? — Y se puso en puntas con una mirada retadora, pero infantil. Era gracioso y muy pero muuuuuy  tierno. No pude aguantar la ternura de su mirada así que la puse en mi espalda, como una bebé. — Pensé que estabas cansado — dijo ella — Pero quiero dormir y ya  Entre risas y risas llegamos a mi casa. — Una puerta pequeña para una chica pequeña — y le cedí el paso — Algún día me vengaré de esto, usaré tacones y me burlaré de ti — dijo ella mirando hacia otro lado, como indiferente, pero burlona. Subimos a la habitación que antes ocupaba mi mamá, era una cama doble y un tv enorme en la pared.  — ¿Y dónde dormiré yo? — dijo ella — ¿Al lado mío? — Almenos dame algo que ponerme para dormir... — Vamos a ver... — busqué en el closet — ¿Qué te parece esto? — era un buso que usé cuando iba en octavo grado, a su medida. — Creo que estará bien... iré a cambiarme... — Es solo un buso, podré voltearme... — ¡PERO NO MIRES! Si me descubría, seguro se iría, mejor le hago caso. — ¡LISTO! — Se levantó en la cama, de pie, sobre mi... — ¡CABUM! — y... me sacó el aire de un golpe de ternura. Estiré mi brazo para que lo usara de almohada. Me abstuve de prender la TV. — ¿Estás listo para irte mañana... Juan? — En realidad.... tengo miedo. — Eres el más fuerte que conozco de nosotros... ¿ya te vas a rendir? — No es eso... es que... — mis palabras no pudieron salir, si le digo que comí un caníbal... seguro que también se iría. Tengo que esperar lo peor... y ya. — Ya sabes, una bestia enorme tratando de matarnos... — mentí — Tranquilo amor, nada que no se pueda lograr juntos... ¿Amor? La cerecita sobre el pastel. Ya estoy feliz… Mis nervios se fueron. Ya estoy tranquilo. Ya estoy preparado.      
Querida, Infinita la niebla que me cubre la vista en tu camino y me impide avanzar. Densa, húmeda, casi sólida. Lleno de esperanza, es lo cálido del tacto que me ayuda a recordarte, lo que te da y me da alma. Es la profundidad del sonido de los ríos lo que trae a hoy la intensidad de tus caricias, de tus besos y tu cariño. Lo natural te identifica, lo verde de las hojas húmedas que hoy me pactan, lo frío del rocío que escalofríos me produce, el olor único de las germamias víctimas de la luz de la luna, la infinidad de su distancia y la tímida presencia de tus aureolas, desordenada y obediente. Como rosa pero entre espinos, como dulce el vino que me embriaga, como suave el frío del lecho que hoy me toma. Un árbol que de la soledad me protegía, que me invitaba a sentarme en su sombra, que tomaba mi mano y me guiaba en la profunda senda mojada de la lluvia cuando el invierno asomaba. Hoy te recuerdo como ningún otro día, porque de este día no pasará el siguiente en el que de tu fruta no pueda comer, que de tu miel no pueda endulzar el café de mis ojos y que de tu perfume persona no me haré. Porque aunque decisión se haya tomado y el tiempo haya pasado, como el primer día yo te tengo en mi mente y de otra forma ahora debo verte. Tuve que encontrar otra manera de quererte, de la cual varias veces ya me arrepentí y que de ahora en adelante chance de esto no puedo tener. Espero que de tu alma el mismo destino de un mártir a la dirección hayas de tomar, que de los filósofos y los doctores, y el mundo sus vueltas dará hasta que mi lecho el calor de mi cuerpo no tome. Allí te veré, tal cual de mi vida hasta hoy no pude; y te veré de lejos, porque sé que hasta el soy de hoy recordarme no pudiste, y olvidarme, preferiste.
No fui cobarde, fue miedo. I  El manto blanco le quemaba los pies aunque los tuviera cubiertos. Por fortuna de a poco la superficie era más cálida, homogénea y firme. Abrió la puerta y era cálido, una chimenea al fondo, varias personas y emoción. Un saludo de abrazo, un abrigo al suelo y un vaso de chocolate hacia sus manos. ¿Qué tal va? Hasta ahora bien, de no ser por la molestia que genera su presencia. Le juraba que si no fuera por ella, él no estaría ahí. Que mal trato, ¿De verdad le trata así? Mira tu rostro, está completamente encerrado entre una mano que no te merece. ¿Debería intervenir? Lo más probable es que podría salir lastimado. De a poco los minutos se iban contando y la paciencia disminuyendo. Que montón de ruido hay en mi cabeza, y que montón de incoherencias están sucediendo ahora mismo. Él se pone en el medio y por azar, un leve tropiezo. Es una oportunidad única, y la impulsividad llama a cometer la atrocidad. No la dejo pasar, es algo que podría arreglar las cosas completamente, ¿No? No volverá a verle, ni ella volver a sufrir. Al igual que en la primera oportunidad, llevado por un acto de sobrevalor, el cuerpo ganó a la mente, y no se controló. Tres caras en la sala, y dos de esas eran nuevas, y una sin querer. Lamentablemente, un error no forzado, pero esta vez no había TieBreak. El set acabó antes por la fortuna de uno. Míralo, de verdad lo hizo. Esta vez, el límite no existió. Él estaba acostumbrado a huir, porque veía en la huida su escape de la derrota. Cuando la derrota no existe, no tiene la necesidad de huir. Ella lo mira y mira su acto, en el suelo, sobre un gran telón rojo que cada vez más se expandía y dejaba los mejores actores pasar sobre él. Por lo general ante las cámaras, si es la primera vez, aturde, lastima, ciega. En esta oportunidad, no sé por qué ella decidió quedarse. Se le veía incómoda, pero aliviada. Se habían librado de una manera eficaz de un gran problema. De igual forma sí, no hay que quitarle el factor adyacente al asunto, la consecuencia: un acto vil y sinvergüenza. ¿Él debería pagar por su impulso, o recoger el telón de la obra hecha ya? ¿Qué tan buenos pueden llegar a ser para ocultar lo evidente? Lleva años en ese son. Él lleva años ocultando sus sentimientos y acciones, ha desaparecido del mundo, pero ahora, con esto, está en su lente. Tienen razón los demás al final, si existía el límite y si se podía romper. Pero ante tal oportunidad ¿Alguien más abría dudado? Quería sentir nada y eso sintió, nada. Ahora él y ella están a salvos del tercero, pero, ¿y las consecuencias? Uno por uno fueron llegando los actores a la escena, pisaban el telón y llegaron a una conclusión en común “¿Esta obra acaso será un accidente del escritor?” Todo daba a que sí. Se entiende que el escritor es el culpable de los sucesos y en él pueden parecer accidentes, pero el escritor generó el accidente, él es el verdadero culpable.  II Él está tranquilo, sabe que ella está bien y su actuación será recordada de una buena forma por ella. Al final eso es lo que importa. No importa cuántos espectadores estuvieron, si ella estuvo y se siente bien, todo está bien. Los demás espectadores solo quisieron ver el desastre de la obra final, y juzgar bajo lo que ya se había presentado. Especular sobre el futuro del actor, apreciar la escena resultante y juzgar la obra sin haberla visto. El único capaz de hablar de las 3 cosas eran ella, él y el telón, que siempre presente estuvo. El telón se levanta, dice lo sucedido y se va. El actor no se ve afectado por su obra, por fin acabó. No se siente nada. El sol se llevó la sombra. ¿Qué hora es?
En tus ojos tengo luz de luna. La luna que deseo. La luna que anhelo. Es bastante curioso cómo se pasa el tiempo de lento cuando decido seguir el pequeño trazo de la línea que te define la quijada. Es bastante curioso como la curva de tus mejillas termina en la parábola invertida de la esquina de tu ojo. Llevo el pincel con tal cuidado para que todo quede perfecto. Voy haciendo líneas delgadas y del color más oscuro posible, te voy haciendo de a uno cada cabello. Voy contando cada uno de tus hilos de seda. Me pierdo entre la inmensidad y entre la cantidad. Está algo largo para tu gusto. No importa, a mí me gusta mucho así. Voy a tratar de asemejarme un poco más a lo que de verdad eres. Lamento si no queda tan bien, lo que pasa es que nunca fui bueno dibujando. La forma de tu cara obedece la proporción áurea. 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 31. A veces me parece tan complicado seguir la línea, a veces me parece tan complicado terminar. Yo quiero terminar de dibujarte. Tengo algo de sueño. No quiero equivocarme con nada. La hipérbola me quedó algo extraña, pero eso es lo que me encanta, que no necesito seguir corrigiendo, estoy copiando exactamente lo que veo. Me gusta lo que veo. Las líneas finas son tu definición. El lápiz tiene que tener constamente la punta fina o no me servirá si quiero dibujar lo que quiero ver. Siempre cuando te dibujo en mi mente tengo que cerrar los ojos e imaginar que estas a mi frente. Lo malo de imaginarte así es que cobras vida y me imagino cosas. Lo malo de imaginarte así es que te acercas y me acercas a tu pecho. Lo malo de imaginarte así es que puedo escuchar cada uno de tus latidos. Lo lamento si me pierdo entre las líneas, es que me distraes mucho también. Lo lamento si me pierdo entre tus ojos, es que me distraes mucho también. Lo lamento si me pierdo entre tu pelo, es que me distraes mucho también. Vivo cada noche dibujándote en mi mente, y cada día borro partes, para hacerlas de nuevo cada día y así tener una excusa más para pensarte mañana.
Querida, Mi rostro, se entristece cuando no estás Y mis oídos se arrugan al no poderte divisar. A lo lejos, mis ojos se humedecen si no te ríes Y mi boca se curva hacia abajo, junto con los hoyuelos de mis mejillas. Mi nariz se inunda y me prohíbe respirar Y mi mente un muro construye. Es tu presencia la que revoluciona contra ello, y me libera, Quien por obra y gracia, me quita las cadenas y me deja pasar Por el camino de tu luz, y de tu corazón. Oh, bella, déjame adentrarme en tu ser, y definirme amar, Déjame ser yo más allá de mí mismo a través de ti, Déjame aparcar mi barca en tu orilla, Déjame cuadrar los alerones en el cielo de tus ojos, en el blanco de tu cielo, en el cielo de tu ser, Déjame presionar el acelerador en la calle recta y vacía, Déjame remar a corriente y hundirme entre tu pecho, Déjame escuchar a los ríos entre tus venas encallar en la playa de tu celo. Procuraré establecer contacto con tu superficie y abducirte tu deseo, Procuraré volar entre tus selvas, y encontrarte perdida entre las hojas de tus células, Procuraré aterrizar en el mar hecho en tu ombligo, y navegar profundamente por el océano compuesto, Procuraré cerrar la vía entre Santander y Bolívar, Procuraré abrir el puente para que pase el crucero, Procuraré que de la estampa pegado quede el sobre, o al revés como era. Y recitaré los versos que prometimos escuchar, Recitaré palabras conocidas, y escucharé las tuyas nuevas, Recitaré las coplas de los antiguos bambucos, Y traeré a ti la presencia del paraíso que por mucho me ocultaste. Amén y amén.
No se puede extrañar la imagen que no se conoce.  I La imagen del espejo lo veía fijamente y lo invocaba a hacer lo que debía. La mente estaba lista para lo que podría pasar pero no se sabía cómo hacer. El destino era el único que sabía lo que el hombre podía lograr aquella noche de viernes lluviosa. La ciudad estaba transitada, los autos se veían andar sin ninguna prisa por el asfalto, que no pretendía ser más que la línea delgada que podía llevarlo a él hacia su casualidad. Linda casualidad. No la conocía, pero a la vez sabía más de ella que la mayoría. En lo poco que habían compartido, se dio cuenta que era una parte de él que quería conocer, para poder conocerse a él mismo. El humo se hacía subir y lo hacía soñar, trataba de hacerlo dormir. Se sabía que podía hacer más en sueños que en propia persona. No tenía pensado por dónde empezar, pero debía seguir. La llegada lo conmocionó, porque no creía haber llegado tan lejos, la timidez que lo llenaba hacía que pensara que todo acabaría como lo que ya había hecho antes. Él no estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero de algo estaba seguro: estaba sintiendo algo nuevo. Para un hombre como él, aunque haya sido a corta edad, cayó sumergido en un pensamiento que no podía explicar. Habían noches en las que miraba al cielo, y se preguntaba: “¿Ya lo he vivido todo?”. Todo lo que había intentado después de su primera muerte lo hacía sollozar, no por recordar su oda a la nostalgia, sino porque no podía llegar a sentir algo nuevo. Aun así, él estaba ahí por algo y solo algo, por fin podía sentir algo nuevo. ¿Qué era? No sabía, por algo ha de ser nuevo. Al tiempo le tiene pavor, como quisiera valor. Minutos que parecían siglos. Ve por la ventana de la izquierda que se aproxima una fuerte ola, pero las aguas que se contenían en ella tenían tonalidades verdes, llegaba a ver un azul y un color negro en el fondo de la ola. Una sonrisa. No quería ahogarse, pero no quería ahogarse en sus gritos, ni olvidar esa imagen. Era una obra de arte. Y estaba seguro que era arte, ya que ella no se consideraba bonita. Pero de eso se trata, el arte no es que sea bonito, solo debe hacerte sentir algo. La ola chocó fuerte contra él que quedó inmóvil. Se intercambian las sonrisas. Entra en descontrol, sus palabras se le pierden. De fondo sonaba una linda melodía, parecía violín. Ella no lograba escucharla, pues el pensamiento de él todavía no le ha dicho. El pensamiento de él no lograba convencerlo de lo que debía hacer. Muchas historias pasan por él y su mente. Las sonrisas y las palabras se intercambian. En el cielo la luna y las estrellas parecían estar a favor de lo que estaba sucediendo esa noche. No se sabe lo que ella estaba pensando. Estaba callada, parecía desinteresada. Las manos de Morfeo estaban tocando la cara de ella. La cara de ella. Infinita inspiración.Pasó toda la noche con ella, dentro de un carrusel. Un carrusel tanto en vida como en mente. Un carrusel que lo hacía marear para bien. Sabía que en sus cabales no podía hacer nada. Lo ha alcanzado la edad. Lo que podría pasar en el futuro solo estaba en su imaginación, es más, el futuro no es más que una palabra en una oración. No es un lugar que habitará. El reloj marcaba que ya no había lugar para dejar habitar un pensamiento más. Afuera había luces verdes, azuladas, claras. Tal como aquella ola que chocó contra él y aún estaba ahí. No estaba seguro si podía hacer algo, jamás quizá. No tenía nada en su mente, no sabía qué hacer. No sabía qué hacer. ¿Regresará? No quería darle una razón. Él jura que nada puede hacer, y efectivamente no hace nada. Se rinde. Si hubiera estado listo, habría hecho algo. Su cuerpo actuó por él. Jura que no iba a hacerlo, pero quería hacerlo. Sucede y termina. Nadie sabe lo que acaba de pasar. Él la mira a ella. Ahí es cuando él le toca la boca a ella, pasa su mano por aquella delicada piel de la cual estaba orgulloso de conocer. Las manos de él se hunden en el pelo de ella, y sigue viendo ese delicado mar que dejó su ola y chocó con él. Las palabras aquí sobran, pero ya se sabe cuáles son, por lo que nunca fueron dichas. Esta situación lo está enloqueciendo. Está viendo lo que él quiere ver, se oye en su pecho. Cierra sus ojos y empieza a imaginar todo lo que quiere ver. La ola pinta sus ojos. Se hunde en la ola. Al final, lo que en un comienzo no sabía cómo hacer, lo había logrado, pero no sabía cómo. Ahí es cuando abre los ojos y se da cuenta que todo lo que deseaba, por algo que no quiere explicar, divinidad, destino, casualidad, no se puede saber, coincide exactamente con ella. Ver su cara y sentir su fragilidad. La ola renace y se vuelve más grande. Se acerca con él con tal violencia que le agrada. Ella lo llena de flores y de peces. Se incumplió la regla de no tocar.¿Regresará? Eso quiere él. IIÉl hunde la cabeza entre las manos. Recuerda que solo tiene en su mente una foto de ella. Poco a poco se va y se llena de arrepentimiento porque el destino le acabó el momento, aquel momento que hizo recobrase su vida, aquel momento que sacó todo su sentimiento y haciendo que ignorara todo pensamiento posterior. Mira al cielo, fijamente, ve las estrellas, ve cada una de ellas, le ve forma a las estrellas. Brillan con toda intensidad, ojalá sea su cielo. Al corazón de él nunca se le va a olvidar aquella imagen de ola chocándole. Pierde dirección hacia su dirección. Debería poner más atención a lo que está viendo por el vidrio de su espejo y su retrovisor. El pasado no le ofrecía nada más, el futuro no conoce que será, más sin embargo el presente es realidad. Abre la puerta, no sabe lo que acaba de pasar, ha de ser porque no cree lo que acaba de pasar. Para él, todo se ha convertido en algo intangible, toda su vida se convierte en una carta de amor lacerante. Se da cuenta que no quiere volver a sentir nada de lo que sintió, aunque su vida tratase de recuperar lo que una vez sintió, porque llegaron cosas nuevas, y esa es su lección, darse cuenta que no ha vivido nada. Él sabe que se merece toda esta tribulación mental. Ya cambió. No se sabe lo que ella está pensando.Esto no pasa en el mundo real.Él no quiere interferir en lo que ella esté pensando. Está confundido. Se hace todo muy oscuro. Está perdido de mil maneras. ¿Su mente lo está engañando? Hay palabras en la punta de la lengua. Están atrapadas. Son palabras sinceras. Cuando él pensaba en ella, se quemaba su entorno, sonaba como trueno, parecía un terremoto. Armonía cabal. Ella era ideal. Desataba pasiones. Era especial. ¿Qué podía perder? Un corazón, probablemente, igual eso se pierde al final, pero al morir. El tiempo es breve. ¿Por qué todo parece tan difícil? Él piensa que no le agrada ni siquiera al propio Dios, ese Dios que creó esa ola de tonalidades verdes y azules, ese mar que no podía pasar más allá de él, que era tan grueso y tan puro que no se podía ver a través de él. ¿Por qué se puso en mi camino? Las preguntas invaden su mente y contiene signos de interrogación. ¿No era muy rápido? Le tenía cierto gusto al escándalo que producía su mente al pensar tanto. Se perdían las preguntas porque más aparecían. Se ha cansado del silencio. Él no recuerda ningún momento en el que se sintió libre de su suma timidez. A este punto ya le cuesta recordar todo lo que le había pasado ya que sus preguntas le nublaban la mente. Ella lo hacía frágil de nuevo. Nada en este mundo es más hermoso que lo que nos hace frágiles. Él no sabe lo que ella está pensando. Ella.Todo el lugar se está habitando de fantasmas. Esos fantasmas que le están hablando a su oído. Se escucha de fondo el agua tal concha de mar. Todo el lugar está nublado y presente de seres que le recuerdan lo que está pensando. No hay lugar para nada más. Ella debería tomarlo muy personal, ya que prácticamente él le hizo una escultura en su mente, todo para honrar su figura. No hace caso a las palabras que le hacen daño.Él quisiera saber la versión de ella, no le importa si le hace daño. Nada de eso le hace daño. ¿Se puede extrañar la imagen que no se conoce?¿Será que él está en un abismo de lo que pudo haber sido y no va a ser? Le gustaría que nada fuera a blanco y negro, ojalá él pudiera divisar los colores, poder estar claro. ¿Cómo podría él estar claro si no puede desvanecer las dudas de su mente? ¿Qué se tiene claro? Lo único que tiene claro es que tiene paciencia, tiene la fuerza completa. ¿Por qué no la demuestra? Lo único que estoy convencido que tiene es ilusión. Se ilusiona. Es aquella ilusión que le da vida a la esperanza, la esperanza que le da paciencia que lo hace ilusionar y convierte todo en un ciclo que lo mantiene expectante a que ella pueda leerlo, escucharlo, sentirlo. Está convencido de que está ilusionado. Es por lo que todo el universo tiene que pasar, el cambio. No entiende nada. La metamorfosis de lo que está sintiendo. Pasó de no creer que podía volver a sentir algo pero chocó con una ola azulada y verdosa, pura, bella ola que lo trajo de nuevo a creer. No entiende esto. Este calor le está molestando las vías respiratorias. Aun así, todo lo que está pensando no lo cambia por nada. No lo cambia por nada porque está contra él, cosa que no había hecho hace mucho tiempo. No lo cambia por nada porque ella hizo que empezara a pensar así. Lo tiene en jaque. ¿Ella no entiende nada?Parecía sacado todo de un libro de ficción.Él la sueña a veces.
Admito que ya me lo esperaba, no era normal la forma como correspondías a mi llamado durante tu ausencia. Sentía que de alguna forma algo estaba mal, sin saber que al mismo tiempo todo estaba mal. De igual forma, pensaba que las cosas podían seguir tomando un curso normal, donde se podía construir algo muy bonito a tu lado y donde pudiéramos poder correspondernos con felicidad. No me pareció normal cuando subiste para irte, parecía como que no querías, como si ya todo estuviera planeado. No sé por qué me pareció así en algún momento. Aproveché cada uno de los segundos sin apartarme porque yo tampoco quería, pero sabía que debía respetar las muchas decisiones que habías tomado. Incluso te ayudé a empacar, de alguna forma estaba cavando mi propia tumba. Pero no me arrepiento en ningún momento de los gestos que pude demostrar, porque era algo que me nacía demostrar, que sintieras de alguna forma el apoyo que podía brindarte en cualquier momento. Calculé las letras de cada palabra de cada oración: *Prometí* Prometí ser sincero y prometí ser franco. Prometí ser leal, prometí ser fiel. Prometí aceptar, prometí respetar. Prometí escuchar, prometí leer, prometí espacio. Prometí que iba a actuar con caudaleza. Prometí que iba a dejar que mi corazón decidiera. Prometí decidí actuar con inteligencia. Prometí en dar la pauta y encontré mi fallo. Prometí en cuidarte y quererte. Prometí que iba a decirte la verdad. Prometí que iba a sentir. Prometí hacer las cosas bien. Prometí desde el comienzo que quería darme la oportunidad, y que te quería porque de alguna forma me habías aceptado. Prometí que iba a hacer todo en orden. Y eso quise hacer, y eso traté de hacer y ojalá lo hubiera hecho bien. Prometí tantas cosas que si pude y otras que no, pero me quedo con las cosas que si pude cumplir. Prometí en realidad que no escribiría esto, pero siento que me falta algo por decir. Prometí que… Prometí que no sería egoísta. Prometí que no iba a dejar que mi egoísmo no me dejara decidir sobre el bienestar. Prometí que iba a cuidar nuestros corazones. Prometí que dejaría de hacer chistes malos. Y por sobre todo, prometí quererme. Creo que todo esto va más inclinado a que me sienta y te sientas bien, de disfrutar cada momento y de disfrutar cada espacio. ¡Y vaya que lo disfruté! Sin dudas es algo que llevaré en la piel toda la vida. Cada uno de los espacios que pude compartir fueron excepcionales, únicos, lindos y mágicos. Y creo que me voy a quedar con eso. En realidad, ¡me quedaré con todo! Risas, llantos, coros, abrazos, besos, choques, mordidas, que me tomaras la mano, la guía y la perseverancia. El aguante, las noches, los nervios, el temblar, las frentes, los mentones, las salidas, las canciones y cuantas cosas estén por agregar en la lista. La caja de recuerdos, la camisa, las medias, los chocolates de pistacho porque te gusta el pistacho, los zapatos bajo la cama, las películas que no entendí y las que vi por la mitad porque no podíamos verlas completas. Prometí que no iba a demostrarlo y fallé. En la mañana de hoy muy temprano me preguntaron que me pasaba y me hundí en llanto porque me di cuenta que había fallado, pero no solo eso sino que también tuve que explicar qué me pasaba, porque siempre soy muy sincero. Fue ahí donde pude dar pistas y me hicieron darme cuenta de la verdad. Sé que pude haber sido más gentil, un poco más sutil. Prometí que no llovería en mis ojos y también fallé. Supongo que en tus palabras buscas cariño y de alguna forma no lastimar, pero es mediante eso que me dan cachitos de esperanza. De alguna forma pensé que podía arreglarlo y ahora me doy cuenta que no, que en realidad ya la decisión estaba tomada. Lo que pasa es que me gusta mucho el verbo aferrar y más si se trata de memorias. Prometí, pero lo olvidé. Y eso es lo que me está pasando. Creo que por dentro de la esperanza, hay ilusión. Y por eso me estaba costando tanto entender la situación. Me quedé sin aliento y sin voz. En estas situaciones creo que todos queremos protegernos y es por eso que estaba rechazando la idea que me planteaste al comienzo, nuestra conversación parecía una partida de ajedrez, parecía que fuéramos una vela que se quemaba de ambas puntas. Prometí ser tu hospital. ¿Recuerdas la frase: _“No quiero ser tu nosocomio, más si tu hospital”_ ? creo que recordarla me ayudó mucho ahora para entenderlo. Porque en realidad sí me gustaría ser tu hospital, no un nosocomio en donde tengas que ir por ir, sino un lugar en donde te pueda recibir como huésped, y eso es lo que siempre he querido ser para ti. Prometí entender. Y la verdad si me costó, pero entendí. La noche del 21 de Abril, cuando salió la canción, tenía un presentimiento ¡y te lo dije durante todo el día! Quería que escucharas conmigo la nueva canción de mi artista favorito, de alguna forma iba a ser muy importante para nosotros. Al comienzo, al igual que con la canción que salió un mes antes, quería que fuera de mí para ti. Ese momento de fragilidad nunca lo olvidaré y lo llevaré siempre en mi piel. Con la primera canción, quería que vieras de alguna forma que estaba aceptándote y que apreciaba que tú me aceptaras. _“Mi isla en medio de este mar"_ . Al igual que esta, pensé que la nueva iba a ser también de esa forma. Recuerdo muy bien que dijiste, que sentías que en realidad esa canción debería ser de ti para mí. ¡ME COSTÓ DEMASIADO ENTENDERLO! Y es hasta ahora que le veo forma a esa frase que me dijiste. De alguna forma, con todo lo que me has dicho estos días, crees que yo pude ser el milagro y tú el diluvio, que tu cristal se pudo romper en solo un segundo, que te comportaste como la dinamita, y que me dices gracias por todo ese mal que pude hacer humo. Que una ciudad no se construye en segundos y que necesitas tiempo para poder construirla. Que tal vez veo en ti una estrella fugaz. No, nada de fugaz, eres una estrella radiante, y así como las estrellas, en algún momento se les acaba la energía, pero todo eso lo hacen para poder renacer, hacer una gran supernova y ser aún más grandes. Prometí, y eso es todo. Prometí entenderlo, y ya lo estoy logrando.  *Traté* Tratar es uno de mis verbos favoritos. Porque creo que siempre tratamos de alguna forma, logramos o no, pero tratamos. El único fracaso, en realidad es no tratar. Traté, eso quiere decir que no fracasé. O tal vez sí, un poco. Traté de darte todo lo que estaba en mi poder. Que de alguna forma vieras mi apoyo, que de alguna forma esto fuera suficiente, pero creo que no es así. Traté de enderezar lo que estaba al revés, y pienso que de intentarlo pude algo lograr. Porque de alguna forma, aunque veía caer algunas cosas, podía pensar en recogerlas y arreglarlas. En algún momento pensé que podría arreglarlo todo, por eso esperaba una de tus señales, aunque fuera incorrecta o no llegara nunca. Supongo que querías el café, y lo que hice fué comprar el azul. Traté con el tiempo, pero sí que es difícil. Supongo fué algo fugaz, pero qué fugaz se sintió todo. Sé que no puede ser normal crear algo tan rápido, pero qué bien que se sentía y que siento. Supongo que, a sangre fría, perdí. Traté de no pedirte que vuelvas. Y no lo haré. Porque estos días he podido darme cuenta que no te necesito aquí conmigo para poder quererte, que no quiero que te estreses, que no quiero ser algo en lo que tengas que pensar, porque de alguna forma, tal vez, eso sea una carga para ti y no quiero ser eso. Traté de rezar. Pero sin ti, omití el amén. Traté de ser booleano. Supongo que no todos son así, pero quería que asintieras con la cabeza si los planes habían cambiado o que negaras si la unión se había quedado. Me costó tanto entender todo, me costó tanto dejar de lado la esperanza, me costó tanto dejar el egoísmo, me costó y ya lo estoy terminando de pagar. Ya entendí, aunque no quisiera tu mano soltar, debo respetar cada espacio de tu ser, y si eso incluye tener que aceptar el tiempo que nos separa, estaré dispuesto si de eso se trata tu bienestar. Traté de hacerlo largo, pero fue exprés. Traté, pero no soy perfecto. Y por sobre todo, trataré de hacerte ver que tú estás, para ti, por sobre todo, justo como te dije el primer día. Traté, y eso es todo. Traté de entenderlo, y ya lo estoy logrando.  *Ojalá* Ojalá mi ausencia mate tus demonios. Esta mañana hablando me dí cuenta que a los problemas le llaman demonios. Entonces ahí te recordé, y no especialmente por algo malo, sino por tus palabras. Entonces me dí cuenta que uno de los platos rotos es mi ausencia, que aunque me duela, tengo que aceptar. Ojalá no hubiera sido así. Pero ya, dejaste las cuentas claras, la cuestión está cerrada. Me sentiré mejor mañana. Ojalá fuera mañana. Ojalá recuerdes que nuestros fracasos solo los contamos con un dedo. Ojalá se tuviera el poder, y no temer a las reglas romper. Ojalá estar al nivel. Ojalá que mi cantar te haya hecho sentir muy especial. Ojalá aceptes mi perdón por tantas cosas que ni realicé. Ojalá puedas recordarme un poco mejor. Ojalá que, si no soy yo, tu papá acepte al siguiente. Que cuando intimen, llene más tu corazón y que no sea un pendejo como yo. Ojalá recuerdes que por este tiempo, lo fuiste todo, mi isla en medio de este mar. Ojalá pudieras guardarme un tiempo el lugar. Ojalá, si tu urge, invócame. Ojalá recuerdes que en mí puedes encontrar el apoyo que quieras, incondicionalmente. Ojalá sí, y eso es todo. Ya lo logré. *Te quiero* Te quiero (mucho). Mereces las cosas más bonitas del mundo.
Querida, Aquí poco funciona la economía: de los viñedos salen uvas, de los arbustos higos y de la tierra recogemos las lechugas y las coles. No existe manera en la que aquí el dinero tenga valor y mi cartera pueda usar. Todo esto te lo recuerdo porque me gustaría que a tu mente volviera aquel día en que tu retrato me robé y en mi cartera lo guardé, para ver tu cara cada que iba a pagar. Me gustaría decir que es una buena práctica pero mis amigos nunca me apoyaron, preferían que mi camino siguiera serio, pero de la luz de tu afecto no puedo tomar sombra. Del afecto que recuerdo, que me dabas en los días y en los horarios al revés. Este afecto que demoraba horas en volver, que la luz del alba no veía pero si la crepuscular, la que consigo trae oscuridad. Este aquel que olvidaste, quiero suponer, o que me quedé esperando. Ya bien sabes que no tengo como vicio el olvidar, y justo para variar tengo el pecado de recordar. De recordarte, tus ojos oscuros que invadían y cegaban, justo como la noche de este claustro, de este lugar. Los lugares como estos te hacen creer que ciego puedes estar, pero es porque luz no hay. Y el mismo efecto tiene el exceso, como el de tu sonrisa, que me atormenta por las noches y me impide dormir. Cada día pienso más en si tu decisión fue la correcta, pero ya muy tarde estoy para averiguar tu respuesta. Muy tarde estoy, en verdad, no para enmendar mi destino, sino para recobrar lo que podía pensar. Sinceramente, sé que ni querrás leerme, ya lo has demostrado, pero creo que quiero seguir pidiendo perdón por mi pecado de recordarte cuando el sol que de tus ojos salía esté asomando.
XV.Distante el camino, el humo del asfalto subiendo por la densidad del tráfico lo guiaba, ensordecido por el ruido de la ambulancia, concentrado en lo que iba a ser, decir o hacer. Lo último que quería era intimidar, porque sabía que con paciencia podría justificar su cobardía. Lo detiene un atril blanco y dos puertas, un ángel prevalece entre ellas y lo deja pasar poniéndose a la altura de sus aureolas. Pero ese no era el destino, sino aquel donde su alma se encontraría. El camino se hace largo pero se siente corto, puesto el ángel le cuenta de que trata su travesía.Y es allí cuando la luz se atenúa, el día pasa dejando toda una noche fría y fluorescente, avisado por palmas que se movían a varios lados y lo ayudaban a pensar subido en cada una de sus ramas. La verdadera excusa para su estado era el frío y un abrigo que no existió, cuando por dentro su cuerpo, anonadado, reaccionaba a las palabras de tal ángel, se hundía en su cabeza y se dejaba enseñar, guiar y preveer, proteger, preservar, amparar, defender, escudar, resguardar, respaldar, apoyar, favorecer, acoger, custodiar, guardar. Números y palabras, palabras y números, y el tiempo pasando.El tiempo pasando donde se trataba que una hora pareciera un minuto y un minuto pareciera una hora. Qué ganas, que ganas de verle a los ojos, verle a los ojos y decirle: “Yo nunca viví una mentira, y tampoco tomé ninguna vida; pero seguramente, he salvado una”. Pero el ángel miraba para otro lado, solo escuchaba, buscaba una casualidad (o destino).Las cabezas subían y bajaban, como una pequeña ave que espera de su madre alimento, como una pequeña ave que ve a su madre con preciado maná, ven al cielo y abren la boca. Pero al contrario que las aves, él conservaba su raciocinio y no se dejaba llevar.El ambiente pesaba, esperando que la noche dejara de ser fría y fluorescente. ¿Cómo es que nadie se dio cuenta que había un ángel a mi lado? Si siempre ahí estuvo, hablando, escuchando y juzgando. La convicción era fuerte, pero necesitaba una prueba. Qué belleza, y el brillo de la luna no le superaba.Vacante y roto, baja la mirada. Por primera vez sus impulsos están a favor y se hunde, se hunde en un mar de sentimientos infinitos. Correspondido, continúa explorando la playa y cada una de sus olas. Oleajes suaves y moderados, donde solo se le mojan los pies. Cual salmón nacido en río migra al océano y nada conoce, vuelve a casa por razón de su vida y su instinto. Hallelujah, y sucedió llegando a la cuarta, a la quinta. Cayendo y subiendo, componiendo letras y palabras. Le trajiste de nuevo a casa. No le veían, pero podía sentir la presencia incluso cuando estaba solo consigo mismo.“¿Todo esto está bien?” se preguntaba. La respuesta, repetidas veces, era sí.  II. La prueba era sencilla, volver al atril con grandes puertas blancas y seguir en su búsqueda de la verdad. Tierna y cálida morada de donde salir era más difícil que entrar.  Al parecer, esto no es más que un laberinto y la salida no la quiero encontrar. Y corre, y se afana, pero encuentra y reacciona. ¿Estar aquí, no me convierte también en un ángel? O tal vez, uno que se cayó y se destrozó en piezas. Oh discordia, llamada a encarar dos seres divinos y a no dejarse llevar por el brillo de sus hijos, sino a crear una forma de que los dos estén de acuerdo. Ángeles cerca, desubicados y confundidos. No son conscientes de que el jardín del Edén solo debe ser uno, y su responsabilidad es dividirlo en dos. Tratando de competir por parte del territorio y uno acepta, cómo han llegado hasta este punto es un misterio, pero están. Él sabe, no sería capaz de la oportunidad de hacerle levantar la mirada al cielo. Y se hunde, se hunde de nuevo probando el oleaje, solo que ahora es más brusco, ¡y con justa razón! ¿Quién se atreve a desafiar tal momento de esa forma y con esos medios? Desafiar al cielo, desafiar al mar, desafiar la vida y desafiar al ángel a comprometerse con su promesa. Y se encuentran, y se miran, y se hunden en las vástigas oportunidades del árbol destino. Inexplorado, sin comprometer, sin ataduras y abierto, y mira los ojos de su congruente una luz, y luego, inmóvil. Recorriendo cada una de las playas, de las olas y del pequeño espacio de arena mojada que queda luego de que se encalla el agua. Ángeles a la distancia, desconcentrados y entretenidos, disfrutando del libre albedrío. Qué difícil fue verle con ese destello de miradas hacia el cielo y hacia mi vista, porque la cabeza debía voltear en pro de saber lo que sentía. Hizo lo mejor posible, no fue mucho, pero era lo que podía hacer. Una vista en falso lo llevaban al abismo y lo que menos quería era dejar este espacio, este lecho de suelo frío y con el manto, profundo pero superficial, poco proporcional a las vistas del ser humano, antropocentrista y ególatra. Mundo sin explorar, encontrado; mundo sin explorar, y creciendo; mundo sin explorar y descubriendo que falta mucho más. Alto el camino, pero sus ojos estaban a la par, en diferentes niveles. Cada uno, boca abajo y boca arriba, contando los segundos. Volteando a tu rostro, volteando a bajar. Pedazo de cielo, se siente como en casa. Se siente el calor de la morada, se siente el calor de los vidrios empapados, se siente que afuera hace frío y de nuevo con la noche fluorescente, esta vez de una fuente conocida. Eran, y fueron. Era la luz y era el camino. Se dieron cuenta de cada una de los caminos inmersos en el laberinto imaginado, cada una de las piezas. Lo sé, lo saben: las piezas encajan porque ya las vieron caer. Playa húmeda y humeante, con intenciones yuxtapuestas, que ponen en movimientos sus almas, que se desintegran a medida que la prueba avanza, comunicándose. La oscuridad era la luz que avivaba el fuego, y no veían un fin. Las piezas encajan, y que culpa, significa que desea. Se vio como las piezas caían, el templo se derrumba, vuelven a juntar las piezas. Qué gran poema nace de este enfrentamiento y que pena valen todas las vueltas, qué bello es encontrar la disonancia. Qué silencio entre supuestos amantes, que fortaleza le dan a la comunicación. Dale también unas alas. XIII. Cuarenta y cuatro mil minutos. Ángeles a la distancia, desorientados y confundidos. Este silencio me tendía a atrofiar cualquier sentido de compasión. Qué pesado me sentía, pero solo porque me di cuenta. ¿Qué hago? Solo tiemblo. En mi cabeza no está sino el sinfín de sucesos desacreditados porque quise, que me desacreditaron sin querer. Como la playa a partir del ocaso y hasta el alba, las olas que navegaban eran altas y densas y no podía controlarlas. Y me ahogaba en pensamientos, también altos y densos, desconcertantes y humillantes. No hables más, les decía; no hables más, les suplicaba. Una sombra tras de mí y cubriendo cada paso que doy, apuntándome con el dedo. Jesús, ¿No vas a decirme algo? Solo te voy a costar, te voy a masticar y me voy a ir, trabajaré para elevarme lo suficiente y derribarme. María, ¿qué susurras? ¿Por qué? Que desafortunado evento fue no poder controlar mis emociones y dejar que el exterior notara que, no era más que un trozo de carne envuelto en una falla. Un trozo de carne envuelto en una falla, recuperado y sin recuperarme, cansado pero tranquilo, pesado pero sin gravedad. Qué gran rosa de pétalos sueltos que se caen con un soplo, que vil ráfaga de suspiros que me hace doler mi pecho, y que vergüenza sentir que ven mi rostro. Qué pena que no supe, qué pena que no pude. Qué mal que no concebí, que mal que no encontré. Y con lo que el tiempo se llevó encontré tu voz, y tu regazo con un alivio, un dolor remediable, un cántico de colibríes en la mañana, un borrador azul para la tinta y que no rasga mi hoja. Playas onduladas donde estuve y donde volvería, envueltas en mis brazos. Cálida mano que se hunde con mi sien. Encontré el centro en esto por ti. Y solo quiero empezar de nuevo, con pasos atrás, quiero lo que quiero. Y tú, trocito de lo divino, viniste a mí. Viniste a mí sin saber, viniste a mí sin entender. Tráeme a mí el espíritu, el hijo y el padre, y dile directamente que mi paciencia y mi fé se acabaron. Tú, trocito de lo divino, qué difícil fue verte en esa luz, que difícil fue verte a la cara incluso sin saber, que difícil fue verte con la luz baja en la noche fluorescente.  Si alguna vez ves a tu creador, míralo a los ojos, míralo a los ojos y perdóname, porque aunque nada fue mentira y ninguna vida tomaste, seguramente salvaste una. Y aunque todo salió mal, en pie permaneceré ante el ángel, sin nada en mi lengua.
y que con el fuego del amorde las cenizas yo me manche 
Por la senda de cerámica, caminando lento mi cuerpo iba. Inundado del humo del incienso, las caras felices ni divisadas alcanzaba. Todos reciben, con sus manos abalanzadas, la fila compuesta por mis futuros colegas. Cantaban el ave maría, en coro, nuestra llegada. La luz del alba nos rebasaba, a tal punto, que los vitrales parecían lámparas. A la punta, el maestro, y a la cola, el destino. Por lo que por años preparamos, una fiesta como ninguna otra; una consagración, una carta, una foto y un anónimo perdón. Entre las caras infinitas buscaba, sin esperar resultados, una familiar. El camino lento preparaba, aumentaba su pendiente en escalares dobles, retrasando mi llegada. Un viento por mis ojos los secaba, unas lágrimas que humedecían eran la excusa necesaria para que lo enrojecido, cuando llegara, demostrara. Si tan solo las hubiera entregado, no estaría solo el día de hoy, nunca tuve el suficiente pudor para al correo llevarlas. Mi mente al presente recordaba, las noches que a cada ser querido dedicaba. Las tardes que a estudiar el santo libro sacrificaba y los caminos que con sabios y sabias concretaba. Al final de tal camino mi maestro me esperaba, y el humo del incienso poco a poco se esparcía dando libre vista a todo público que de la función aguardaba con alegría y esperanza. ¿Acaso yo les pedí venir? ¿Acaso merezco sus aplausos, rezos y alabanzas? No les había pedido nada, en realidad, no me creería capaz. Sus manos sobre mi pusieron como antes del final de Jean-Baptiste Grenouille. Cálidas y frías, repartiendo sus purezas e impurezas cual siervo al holocausto israelita se temía. Estaba impuro, tosco, sucio y engrasado, y en contraste al mismo tiempo feliz, blanco y con la adrenalina rebasada. Me arrodillé ante el pueblo que aunque pequeño me miraba blancos, negros, mestizos, indígenas; niños, niñas, adultos, adolescentes; solteros y casados; obreros, empresarios, cuidadores, granjeros y profesores. Todas las vistas sobre el que por la fila seguía. Lo untaban de aceites, lo rociaban con agua, a la mejilla le pegaban, lo persignaban y la bendición le daban. Y el siguiente, cual novillo al matadero, cual recibo al pagar, cual anciano recibe su pensión, recibía el mismo trato. ¿Acaso yo estaba preparado? Si olvidar no es que sea uno de mis vicios, y los recuerdos eran lo que me mantenía vivo y esperanzado. Al fondo, una cara conocida, mis padres y hermanas, a los únicos que les hice llegar alguna que otra carta porque no podía perder la decencia de poderles contestar sus mensajes y llamadas. En primera fila, veían a cada uno de mis compañeros, amigos y futuros colegas, recibir la responsabilidad de sus vidas y nuestro pueblo, que luego sentados y consagrados el pan comían. El turno mío seguía, y arrodillado me puse. Sobre mí pusieron mano, y de aceites me llenaron. Mi vista de nuevo se nubló por el ruido del incienso, y las figuras cobraban vida. Las figuras de mi mente, que al plano real se convertían. Llegaba la figura blanca, rostro pulcro, virgen, y suave, con sus manos me tocaba, me bendecía y me miraba, de su mano me tomaba y me elevaba, del suelo mis pies se separaban, de mis zapatos los cordones se desataban y caían; desnudo me sentía, mi cabello se teñía de blanco puro como su piel la cual veía. Puso su pulgar, previamente con sangre de un cordero degollado, en mi frente, y con cánticos los ángeles cantaban. Del cielo llovía trigo, y con el aceite de mi cuerpo lo consagraba, lo juntaba y embalsamaba. Mis brazos alzaba, ofreciendo la ofrenda que en el momento justo debía entregar; mi cuerpo se llenó de brillo, y la infinidad del mundo en mis ojos presenciaba. Todo el universo, todo lo hecho y creado, lo desarrollado y lo no explorado. Me sentía diminuto, y la tierra me acompañaba. El dolor de una palmada en mi mejilla era lo que me despertaba, al mundo físico volvía después de una experiencia magnífica. Me levantaba, el pan me alcanzaban y a sentarme iba. Junto con mis compañeros, uno en uno en esa fila yo veía, y luego de un rato con el resto venían. El sermón no faltaba esa mañana de domingo, donde se nos recalcaba la tarea que se nos era entregada. Cuidar del pueblo al que íbamos, cuidar a la gente, cuidar a nuestros amigos, a nuestra nueva familia. Enseñarles el bien de ellos, el bien por ellos y para ellos. El don de amar que estudiábamos, el don de compartir, de enseñar y de preservar. Yo sabía justamente a donde tenía que llegar, un pueblo alejado de la capital, rural y lleno de costumbres. Un citadino, profundamente conectado con lo digital, tenía que convertirse de lleno con la cultura de su nuevo pueblo. Cuando terminó la celebración, el rito, la fiesta, mis parientes se acercaron, orgullosos y felices. Felicitaciones.- al unísono. Podía ver sus caras, con los ojos envueltos en lágrimas, era más la felicidad  que la tristeza porque debía alejarme de ellos, después de décadas a su lado y palabras compartidas. Y que de esta no sea la última vez que de mi felices se ponen, a la vuelta les traeré recuerdos y memorias, historias y regalos.- trataba de poner  en alto mis más sinceras palabras para aliviarles, y que fuera más rápida la forma en  la que acostumbrarnos al nuevo panorama de esta vida que se tomaba. Y llegado el fin, a la fila retomaba, y al encierro  regresaba. Siete días eran los que con pan y agua debía vivir, por respeto a la nueva vida y para acostumbrarme al ayuno que por el resto de esta debía respetar. De mis colegas se  despedían,  de viajes y familias nos íbamos a llenar. Muchos regalos recibían: cartas, comida, un juguete, una foto, un libro,  una mirada, un abrazo, una vida. Del edificio poco a poco nos alejábamos, a pie debíamos llegar. Las  ropas  nos soltábamos, apretadas nos quedaban. Al igual que con el principal camino al inicio del día, este real, a caminar empezábamos. Dos minutos, conversaciones salían de nosotros, algunos extrañados, otros contentos y los demás callados. De la sombra  de una gran casa nos cubríamos y allí nos encerrábamos. Dieciséis literas con cobija y almohada era lo que el claustro nos ofrecía. Cada  uno tomaba su ropa, y en los cajones la guardaba. Estos cajones estaban debajo de la primera cama de cada litera, entonces por dos era compartida. Los zancudos, alborotados por la luz, salían y picaban. Es lo que nos espera.- decía mi colega, el nuevo nombrado presbítero Juan Lucas.- en estos días donde está lloviendo tanto, por lo general salen muchos de estos moscos. Va a tocar traer pomada, porque de la picada no salimos. Lamentablemente, tenía razón, pues el invierno llegaba. Y era este tanto, que después de 60 años de nuevo caer nieve en el  páramo de Sumapaz se veía. Era la época donde más las enfermedades azotaban, que no era sorpresa que de una mala nueva, por sorpresa, me llamaran o escribieran. ¡Apaguen ya la luz!- decía más de uno, puesto que madrugar todos debíamos. Antes de llegar el alba, íbamos directo a la capilla, ofrecíamos el nuevo día y rendíamos nuestras súplicas a familiares y amigos, practicando para que prontamente fuera todo un pueblo. A estas alturas, todos ya teníamos muy claro a qué pueblo nos dirigíamos, algunos en la ciudad se quedaban, otros para lejanos pueblos iban, cerca de las selvas, cerca de los bosques, cerca de las granjas. Otros seguirían colaborando  aquí, en la llegada de nuevos aprendices como cada año. Entonces, acostumbrado ya, yo cuidaba mis cartas, las cuales nunca mandaba y dejaba acumular. Cada que podía, una nueva escribía. Dirigidas, por lo general, a las vidas que tuve y no volveré a tener. Sin menester de querer mandarlas, sabía que antes de querer compartirlas, prefería perderlas, y que de nadie enterarse pudiera. Para guardarlas, tenía un pequeño cofre sin llave, pero con un pequeño truco en la cerradura que solo yo conocía. Este método de seguridad  era el más infalible que encontré y vaya suerte que de un golpe resultó. Siendo así, cansado estaba, prefería dejar para el final de la jornada, esta semana, escribir una nueva carta y dejar pendiente la compra de otro cofre con otro daño, que me pueda asegurar que nadie a mí me hará daño leyendo las cartas que con tanto empeño guardo.
31219 Temblaba al viento de la noche como la última hoja de un árbol moribundo. Estoy dejando que me escuche atentamente mientras camino, y me tenso en varios instantes. Se alcanzaba a ver el final de la avenida, pero era sí mismo. Un loco calmo, cansado de huir, quiere enfrentar lo que va a venir, pero no solo. El agua cumplía su último ciclo y las gotas eran pesadas, gruesas y golpeaban la piel de una manera tan intensa que se enrojecía. Todo se lo llevaba el asfalto. Como me lo temía, pasé de nuevo la noche sin dormir. Sentado toda la noche esperando nada. Sentía su presencia. Blanca piel se acercó, como la noche, como vino llegó a saciar mi sed. Ella suave, tibia y casi etérea. Sentía su mano rozar mi cabello, hacía una guerra y demostraba su miedo en cada roce, ambos teníamos frío esta vez al mismo tiempo. Noche de libertad, de luna hostil. Ambos nos prestábamos los corazones para lo que quisiéramos. No podía dejar que pasara como algo más, quería seguir sintiendo todo lo que estaba pasando, me da paz. No quiero que el momento se nuble. No hay preocupación. Dejo de sentir frio por el calor que me da el corazón por su condición y su palpitar. El clima cambió. Ahora no hace tanto frío, ahora no hace tanto calor. Hace lo que me gusta, no tiene nombre. No es humano, no es algo comparado con el plano físico. ¿La tranquilidad es un estado del clima? Es más poderosa que lo que la memoria me pudo recordar. Es un lugar desconocido pero que me parece muy familiar. Yo he sentido esto antes, pero no tan fuerte. No quiero deshacerme de esta situación, pero no puedo quedarme en este vicio circular. He vuelto a mi hogar, el que es mi lugar. Yo sé quién eres, por eso no quiero acabar. Yo sé quién eres, por eso no quiero mirar hacia arriba. Yo sé quién eres, por eso mi cabeza sigue entre mis piernas y es sostenida fuertemente con las manos en mi rostro. Yo sé quién eres, y es por eso quiero seguir imaginando que solo te veo a los pies. Sobrenatural. No quiero entender ni darle una razón a lo que estoy sintiendo. Tu codo está molestando mi espalda, pero no importa, puede quedarse ahí por más tiempo, puedo aguantar. La seda no se puede comparar con la infinidad de suavidad que me generan tus manos en mi pelo, cuando no solo es superficial, decides hundir tus manos en mi pelo, enredar tus dedos, tratar de encontrar salida, no encontrarla, seguir intentando, encontrarla, buscar de nuevo el laberinto. Es muy divertido cuando me siento menor. Renací del pundonor al sentirte. Puedes pedir cualquier deseo desde ahora. No hay sensación que se le compare, no ahora. Quiero verte, quiero verte ahora. ¿Si eres quien yo he estado queriendo desde que me senté en esta mitad de calle? Por favor. Decido levantar mi cabeza. La luz es muy intensa… ¿Quién eres? ¿No es solo tu collar?. Contento estoy. Es verdad. El corazón es mucho más que esto. Quemé mi entorno completamente de la euforia que llegué a sentir en el instante en que me dí cuenta que todo fue una visión que me quería dar el clima, el mundo, la naturaleza. No necesitas más que controlar los pensamientos inherentes de tu mente, necesitas encontrar el abismo entero.
Recuerdo la última vez que nos vimosLa noche era clara, la luna brillanteEl suelo asfaltado a medias lucía de espejo ante automóviles descuidadosEl calor hojaldrado de un sitio poco ventiladoNunca supe si el café te gustaba con o sin azucar O si te agradó la cena que llegó tardeNo tomaste de la champagne que nos trajeronY desviabas la mirada cada que te veía los ojos Caminabas adelantada, no a mi ladoY te molestabas cuando la puerta no abría para el lado que queríasSi no paraban para cruzar la calle, te atravesabasCuando hacía calor, querías frioY cuando hacía frío, nisiquiera me pensabasSi quería un abrazo, no me lo dabasY nunca me pedias uno para tiSi hablábamos nunca querías terminar la conversaciónCuando dormías, no querías hablarY hace cuánto tiempo no estamos juntosYo no entiendo cómo es que todavía recuerdo cosas que ya descartasteNunca regaste las flores y las dejabas morirNunca alimentaste a nuestro pezPreferías no decirme que lo que cocinaba estaba bienNo contestabas las llamadasPara tí era mejor escuchar la música solaSiempre dejabas la luz del baño encendidaDurabas más de 5 minutos bañándoteMe pedías silencio si yo cantaba en la duchaY querías que respetara tu lado de la cama.Te quedabas dormida, y entre sollozos te volteabasMe abrazabas, y me sentía completo otra vezMe querías besar, sentir y abrazarLo lúgubre hacía color, y tus quejidos me eran tiernosAhora mis te quieros eran respondidosAhora sí querías escuchar mis cuentosAhora si querias que pusiera la canción que nos gustaAhora si no te importaba el calor de la noche, con tal de abrazarnosAhora sí me contabas tu díaY ahora sí me queríasY ahora, me doy cuenta que te reprimesQue de verdad me quieres, pero algo te detieneQue me quieres abrazar, pero te parecerá exageradoQue querrás hacer el amor, pero te parecerá imprudenteQue te gusta escucharnos hablar, y sí es interesanteY te reprimes cuando dices que no, cuando lo que quieres es un síTe reprimes, y te arrepientes cuando caes dormidaTe reprimes, pero no quieresPrefieres el amor que sentimosPrefieres el abrazo que hace faltaPrefieres el beso intenso que nos impulsa al cieloPrefieres el deseo de unas ganas suplidasPrefieres ver conmigo la luz hojaldrada de la mañana atravesando la ventanaPero despiertas, y de nuevo olvido como te gusta el café 
Levemente desato la cuerdaY saco el vinilo del sobreUn poco empolvado, lo soploy entre cada uno de los tímpanosse encuentran mis razones para concretarse.Un sonido a viejo y poco sintonizado,dos sonatas de tormentas, y mil recuerdos entre brazos.Cientos de recuerdos no concretados,e imaginativos imposibles.La canción al residual,combina mis pensamientos llenos de ilusióny poco temperamento relacionadopara el cumplimiento de la meta. Hoy soy tal sobrante en un cociente,el humo negro de un exhosto,las pequeñas migas de pan del desayuno,y la sartén que no lavaste de tu cena al otro día. Ahora no pongo la sangría de dos puntoscomo las cartas que te escribía,y no pongo alarma para prepararte tu café;Ahora sí tiendo mi cama,y no me molesta el gato del vecino. De fondo suena un leve y reposadoaliento de colibrí,que entre el valle de las lunasde tus lunares impregnadosrecuerdo como notas musicales.Un solsticio de silencio,aprovecha la melodíapara recordar que un día te tuve,y no te apetece regresar.  
Vivo esperando el sábado a las dos.Ese día a esa hora puedo descansar, sentarme en el sillón y seguir leyendo el mismo libro viejo que siempre detengo porque me distraigo, o porque dejé algo en la estufa cocinando.Llevo varios meses con el mismo libro, y, siendo sincero, tampoco lo he entendido.Me gustaría volverlo a empezar.Tener que volver a la página cero olvidando todo aquello que pude haber conocido, borrar mi memoria, y encontrarme con nuevas sorpresas.Vivo esperando el domingo a las tres.Con el ardor del sol despertando la siesta de la tarde, recordando que debo ir a colgar la ropa que dejé lavando.Con el olor del almuerzo que, como cada fin de semana, cocino tarde.Y el sonido de los gatos del vecino de arriba que siempre los baña a esa hora, ese día.Vivo esperando diario las nueve.Que me escribas, que me recuerdes.Porque todos los días quiero empezar de cero tu libro, y encontrarme con nuevas sorpresas.Y, que, de ello, al menos prepares y sientas la promesa de siempre estar contigo.Pero no lo ves, no lo sientes.Y por ello, vivo triste.Vivo triste, porque no puedo recuperar todo ello que estoy demostrando. Vivo triste, y esperando. Pero no da frutos lo que hago. ¿Qué más demuestro?Vivo de la noche nada más de las lágrimas que sin querer saco.En la noche, lloro al dormir, no me doy cuenta de ello.Te hablo, acongojo, recibo, acaricio y beso, ¿Por qué en el día no puede ser lo mismo?Vivo esperando que te des cuenta del trato, un cariño, unas palabras y un corazón no es más de lo que saco, no puedo, no tengo, qué quiero, es todo.Recibo de lo más raro, qué aprecio, qué sano.Y en el mar de la almohada se pierde mi llanto, mi vida, mi espera, mi canto.Te quiero, pero qué mas quiero, que me quieras.Vivo esperando que te des cuenta. ¿Vivo? 
Querida, En las mañanas me pierdo entre las nubosas alturas, frías escaleras y la poca visibilidad. El cielo se encuentra a pocos metros de distancia de tu majestuosa figura y el disfrute del momento. Ojalá fuera la misma que la tuya y la mía. Despertar concreta un sueño no cumplido, una mañana lóbrega y la paz no encontrada. Me doy una vuelta por el lugar y no diviso ningún café parecido al de tus ojos, que me ayude a imaginarte. En el monasterio, me dieron la oportunidad de salir pronto, y el pueblo ya sabe que me ausentaré de la misa en los domingos. Aprovecharé para acortar la distancia que nos separa, te llevaré un souvenir y de los dulces que prometí llevar. Ansío profundamente verte como una primera vez, que las piernas no aguanten mi emoción y me hunda en llanto profundo. Que de mis brazos tomen fuerza tu tacto, y enciendas la llama que lejos de ti se apagó. Juntar tus hombros con los míos y que las hebras de cabello del antebrazo se sorprendan. Percibir el olor de las germamias en la noche con la afiliación de tu nombre con mi alma, y de tus labios con los míos. Sentirme a salvo. Que las nebulosas se separen universalmente, sin saber el por qué o el cómo, y ponerle como nuestro encuentro. Falto a mí fe directamente el desarrollo de esta tarea, pero el amor por ti sentido es más que cualquier compromiso adquirido. Yo sé que si trato de explicarlo, dejaré de estar roto y podré concretar mi acuerdo contigo, e ir contigo al cielo, como si fuera la primera vez; para luego despertar, y ante ti confesarme, darte por tu espalda veinte vueltas más que las que tomé para llegar a poder verte. Que aplaudamos en silencio.
Sujeto a mis impulsos, y arrendando afanes, el calor de tu respiración va quitando la luna del planeta, calmando las olas del mar, abriendo los cerrojos de la puerta, secando el óleo de la pintura, quitando los pliegues de la sábana. El reflejo de tus ojos parte de una luz artificial y opaca, deja sobrever tu sentimiento, tu sentir y tu pesar. — ¿Tú me quieres? — me dijiste con voz suave y clara, con duda y recelo al mismo tiempo. — Claro que te quiero, y te quiero muchísimo. — entre medio de un beso en tu frente, en tus mejillas y en tu boca, queriendo complementar con sensaciones físicas el espacio entre las sílabas. — ¿Qué tanto me quieres? Te destacaste siempre por dejarme sin palabras, y al mismo tiempo por sacarme todo lo que en mi interior se siente. La barrera del pensamiento inherente relaciona el interior de la habitación con cosas entendibles, para que pueda hacerme entender con mi metáfora. — ¿Ves esa mesa de ahí? — No veo una mesa, eso es una repisa. — Bueno, está bien, una repisa. ¿Y que hay más allá de la repisa? — No sé, no sé que hay más allá, no logro entender qué quieres decir. — Detrás de la repisa, yo veo la pared. ¿Qué habrá detrás de la pared? — Debe estar la casa de al lado. — ¿Y que hay más allá de la casa de al lado? — Pues, está la calle. — Y más allá debe estar el límite de la ciudad, y al lado está la otra ¿No? — Sí, pero, ¿Me quieres tan poquito? — Y más allá de las ciudades, están los países y continentes; está el mundo entero, otros planetas. El sistema solar, otras galaxias, y demás lugares que no conocemos, ni siquiera hemos visto. ¿Sabes? No sé hasta donde te quiero, porque no he llegado a conocer esos límites de lo que existe, entonces yo te quiero hasta allá. Yo te quiero tanto, que no sé a donde llega, no tiene un límite, no tiene un final. La infinidad del universo es tan inexplicable como lo que por ti siento. De un momento inexplicable y repentino, todo aparece y permanece como lo conocemos, y nuestra historia es igual. Así como la vida posee incalculables procesos de reacción, para llegar a la vida, tú voz reacciona con mi sangre y crea la vida de un nosotros. Con fuerza, delicadeza, se crean realidades. El universo y la vida son injustos, dolorosos, increíbles, maravillosos, difíciles, fáciles, divertidos, aburridos a veces, son tremendamente contradictorios, y tú haces parte de ellos. Quiero caerme, levantarme, luchar, soñar, reír las risas, llorar los llantos, conocernos a nosotros mismos para ser más grandes. Atender a saber que pasará me agobia, pero contigo estoy aprendiendo a no saber que hay más allá, pero atreverme a intentarlo, y seguirlo intentando muchas veces hasta lograrlo. Estar juntos, que ya no estés conmigo. Llorar, regresar a la cama, extrañarte, desear irme contigo, querer, comer, callar, flotar, besar, tocar, probar, invadir el espacio, hablar, cantar, contar, quitar, intentar, fallar, ganar, triunfar, lagrimear, sonar, aplaudir, silenciar, y decirte que yo te quiero más allá de la repisa.
En tu invierno pude crear el calor parecido de la hoguera, podía traer el trigo encostalado al final de la tarde hojaldrada y cubierta entre los azules profundos del cielo con un manto grueso de nieve blanca en el horizonte. En tu invierno, encontraba flores de colores, que te traía a tu aposento y ponías en el florero sin cambiar el agua y quitar las viejas. En el frío de tu invierno era la manta que te cubría el frío de las piernas y que te levantaba con el sonido de la tetera llamando al café hecho, pero que decías que te hacía calambre y al café le faltaba azucar. En tu invierno, te contaba los días para la primavera y la salida de esta casa, de la cual querías irte sin cubrirte, y llenar de llamas la casa, cual fogata. Cuando el frío invierno te quemaba, te cubría entre mis brazos y te daba el calor que tú querías, pero te agobiabas muy rápido. Cuando el invierno te aburrìa, llegaba con mil ideas e historias que contarte, y te gustaba quedarte dormida hasta que eso pasara. Pero era eso, un invierno. El invierno dura tres meses, y necesitas con quién refugiarte. Ya que llegue la primavera, puedes llenar de llamas la casa.Quémala, deja ahí miles de historias, deja en la ceniza el cariño y el afecto que pudimos construir y la oportunidad que se llegó a percibir. Deja que las llamas ayuden a dejar tus tinieblas, deja que sea una buena bienvenida a la primavera.Y llegó tu primavera, y construirás una nueva casa. Llegó tu primavera y será la soda fría quien te refresque y te aleje del calor del que muchas veces te quejaste. Llegó tu primavera, y ya no te quejarás de los calambres que te produce a tus piernas. Con las dulces flores de tu nueva casa podrás llenar y cambiar el agua de tus floreros sin que te parezca que es una pérdida de tiempo. La primavera hará que ya no le haga falta azucar a tu café. Por supuesto que la primavera te hará vivir las historias que no pudiste vivir y solo escuchabas de mi parte. La primavera hará que el gran manto blanco sea un dulce prado verde lleno de espacio que no terminarás de recorrer. En tu primavera encontrarás miles de flores que aceptarás con el mayor de los aprecios, dulces nuevas y sanas, llenas de color y alegría. Total, nunca fuí ese alguien tan importante.
Querida amada mía,Hoy las palabras se escapan de mis labios, ansiosas por encontrar su destino en tu corazón, pero lamentablemente, se quedan prisioneras en el papel que ahora sostengo. La distancia que nos separa se vuelve un cruel recordatorio de lo mucho que te quiero y de cuánto te extraño.En este pueblo envuelto en sombras y conflictos, mis pensamientos vuelan hacia ti, como aves migratorias que buscan refugio en tus brazos. Cada noche, cuando el cielo se viste de estrellas y la luna ilumina mi soledad, mi corazón te nombra en silencio, como una plegaria susurrada al viento.Deseo expresarte cuánto significas para mí, cómo tu presencia en mi vida ilumina incluso los días más oscuros. Eres mi luz en medio de la tempestad, la brújula que me guía en este camino incierto. Cada recuerdo compartido se convierte en un tesoro, guardado celosamente en el cofre de mi alma.Tu ausencia se hace pesada y dolorosa, como un vacío que solo tú puedes llenar. Siento tus palabras en el eco del viento, tus caricias en el susurro de las hojas y tu amor en cada latido de mi corazón. Aunque lejos estés, estás tan cerca como el latir de mi sangre, como el aliento que sostiene mi vida.En este rincón de mundo, donde el dolor y la esperanza conviven en una danza eterna, anhelo poder abrazarte, mirarte a los ojos y perderme en tu mirada. Quisiera decirte al oído cada palabra que mi pluma no ha sido capaz de transmitir, para que entiendas la inmensidad de mi amor por ti.Permíteme romper las barreras del tiempo y el espacio, para que mis palabras viajen a tu encuentro. Que el universo sea testigo de este amor que trasciende fronteras y obstáculos, que no conoce límites ni miedos. Eres mi faro en la tormenta, mi refugio en la oscuridad, y siempre estarás presente en cada pensamiento y latido de mi ser.Te quiero, amada mía, con una intensidad que solo el corazón puede comprender. Anhelo el día en que nuestras manos se encuentren nuevamente y nuestros labios se sellen en un beso lleno de promesas y susurros de eternidad.
Enamorarme de tíera renunciar a mi vista,a mi capacidad para razonar,a la forma en la que te escuchaba,a dejar de molestarme cuando me quedaba esperando,era entender que muchas veces no vas a querer contestar,era soportar altos niveles de cortisol,era buscar dejar de hacer rimas con verbos,era cambiar mi sonrisa por complacerte,era no darte motivos para llorar,era pensar que era lo que iba a decir,era recordarte cuando decías que no querías verme,era verme al espejo sin reflejo de orgullo,era encontrar la palabra prosopagnosia en el diccionario,era traficar caricias a escondidas, era darme cuenta que no te notaba.No te notaba el saludo en la mañana, No te notaba en la caricia por la noche para irnos a dormir,No te notaba a la hora de almorzar,No te notaba en el deseo del buen día,No te notaba amor,No te notaba en mi enamoramiento.Tal vez, no notaba que en realidad, tú no querías de mí, lo que yo quería de ti.
La iglesia estaba llena de fieles, sus voces resonaban en armonía mientras el presbítero Juan José oficiaba la misa. Las palabras sagradas fluían de sus labios con devoción, transmitiendo el mensaje de amor y redención. Pero en su interior, Juan José llevaba una carga pesada, una inquietud que amenazaba con apagar la llama de su fe.Al concluir la ceremonia, Juan José salió del templo, sintiendo el aire fresco acariciar su rostro. Sin embargo, la tranquilidad se desvaneció rápidamente cuando se encontró con un grupo de hombres armados, pertenecientes a la guerrilla del ELN. El miedo se apoderó de su corazón mientras escuchaba sus amenazas y demandas."Presbítero, sabemos quién eres y a quién sirves", dijo el líder del grupo, con voz firme y amenazante. "Nos hemos enterado de tus riquezas y ahora exigimos una parte de los diezmos de tus feligreses como cuota de protección".Juan José se quedó en silencio, sintiendo un nudo en la garganta. Enfrentarse a la violencia y la corrupción no era parte de su vocación, pero ahora se encontraba en medio de una encrucijada. El peso de la responsabilidad caía sobre sus hombros, y las palabras del líder guerrillero resonaban en su mente una y otra vez.Mientras los hombres esperaban su respuesta, Juan José se cuestionaba su elección de vida. ¿Cómo había llegado a este punto? Recordó los años de estudio y preparación, el llamado divino que había sentido en lo más profundo de su ser. Se había consagrado al servicio de Dios y de su comunidad, pero ahora se enfrentaba a un desafío inesperado y aterrador.El presbítero miró a los ojos al líder de la guerrilla y su voz temblorosa pronunció unas palabras: "No puedo acceder a sus demandas. Los diezmos son sagrados y están destinados a ayudar a los más necesitados. No puedo traicionar mi fe ni a mi congregación".El silencio se apoderó del lugar, mientras los guerrilleros intercambiaban miradas incómodas. Juan José sabía que estaba poniendo en peligro su vida, pero también sabía que no podía ceder ante la violencia y la extorsión. Se aferró a su fe y esperó lo que vendría a continuación.Después de un tenso momento, el líder guerrillero soltó una carcajada y dijo: "Eres valiente, presbítero. Pero no sabes en qué te estás metiendo". Los hombres se alejaron lentamente, dejando a Juan José solo en la entrada de la iglesia.El presbítero se quedó allí, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. La experiencia había sido aterradora, pero también había reafirmado su determinación. Sabía que había tomado la decisión correcta al negarse a ceder ante la violencia y la corrupción.En su interior, una lucha interna se desataba. Dudas y miedos lo invadían. Se preguntaba si había sido sabio aceptar el llamado a servir como presbítero en medio de un mundo tan oscuro y lleno de desafíos. La fe que una vez había sido su refugio ahora se enfrentaba a su más grande prueba.Juan José entró de nuevo en la iglesia, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Se dirigió al confesionario y se arrodilló, buscando consuelo y guía en la oración. El silencio del recinto sagrado le brindó un espacio para reflexionar y encontrar fuerzas en su fe."Misericordia, Señor", susurró Juan José con voz temblorosa. "En este momento de oscuridad, te pido que me ilumines y me des la sabiduría para enfrentar los desafíos que se avecinan. Dame la fortaleza para seguir sirviendo a aquellos que más lo necesitan, incluso en medio de la adversidad".Mientras oraba, una sensación de paz comenzó a llenar su ser. Recordó las palabras de Jesús: "No tengas miedo, porque yo estoy contigo siempre, hasta el fin de los tiempos". Esa promesa de amor y protección le brindó consuelo y le recordó que no estaba solo en su lucha.Juan José se levantó del confesionario con determinación renovada. Sabía que enfrentaría grandes desafíos y que su fe sería puesta a prueba una y otra vez. Pero también comprendió que su misión como presbítero iba más allá de las comodidades y las seguridades.Se acercó al altar y encendió una vela, simbolizando la luz de la esperanza que aún brillaba en su corazón. Sabía que su camino no sería fácil, pero estaba dispuesto a enfrentar los peligros y a luchar por lo que era justo y verdadero.A medida que el sol se ponía y la oscuridad envolvía la iglesia, Juan José salió nuevamente al exterior. El cielo estrellado y el aire fresco le recordaban que la creación de Dios estaba llena de belleza y maravilla, incluso en medio de la adversidad.Con paso firme, Juan José se dispuso a enfrentar los desafíos que se le presentaran. Aunque el temor aún persistía en su corazón, se recordó a sí mismo que la fe no era la ausencia de miedo, sino la confianza en que, a través de la gracia divina, podría superar cualquier obstáculo.El capítulo de la vida del presbítero Juan José estaba lejos de terminar. La amenaza de la guerrilla del ELN había dejado una marca en su alma, pero también había fortalecido su determinación de llevar la luz de la fe a aquellos que más lo necesitaban, sin importar las consecuencias.Enfrentaría el nuevo reto que se le presentaba con coraje y esperanza, confiando en que, con la guía de Dios, encontraría el camino hacia la paz y la justicia. Aunque su corazón latía con inquietud, su espíritu ardía con una llama inextinguible que lo impulsaba a seguir adelante.El presbítero Juan José, envuelto en la oscuridad de la noche, se adentró en la incertidumbre del futuro, pero con la determinación de seguir sirviendo a su comunidad y defendiendo sus convicciones.Los días siguientes transcurrieron en un constante vaivén de emociones para Juan José. La sombra de la amenaza guerrillera persistía en su mente, recordándole que su vida estaba en juego. A medida que se acercaba la fecha límite para entregar la cuota de protección, el presbítero se encontraba en una encrucijada moral.Por un lado, sentía el deber de proteger a sus feligreses y preservar los recursos destinados a ayudar a los más necesitados. Por otro lado, el temor a las consecuencias de su negativa lo atormentaba día y noche. ¿Estaba dispuesto a arriesgar su vida y la seguridad de la congregación por mantener su integridad?En medio de su tormento interior, Juan José buscó refugio en la oración y en la sabiduría divina. Pasaba horas en la capilla, buscando respuestas y fortaleza espiritual. Su fe se convirtió en su ancla, brindándole consuelo y esperanza en tiempos de oscuridad.Una tarde, mientras rezaba fervorosamente, una idea comenzó a formarse en su mente. Recordó las palabras de Jesús: "Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Juan José se dio cuenta de que no podía permitir que el miedo y la corrupción socavaran su fe y su misión.Con valentía, el presbítero tomó una decisión. Se dirigiría a la congregación y les explicaría la situación, instándolos a mantenerse firmes en su compromiso de ayudar a los necesitados a través de los diezmos. Les recordaría que la verdadera protección venía de Dios y que juntos podrían superar cualquier adversidad.La siguiente misa fue diferente a todas las anteriores. Juan José se dirigió a los fieles con sinceridad y valentía, compartiendo la amenaza que se cernía sobre ellos y sobre su fe. Explicó la importancia de permanecer unidos y de mantenerse fieles a los principios de solidaridad y justicia que su comunidad representaba.Las palabras del presbítero resonaron en los corazones de los presentes. La congregación se unió en un coro de compromiso y determinación. A pesar del miedo que los acechaba, decidieron no ceder ante la extorsión y continuar apoyando a los más necesitados a través de sus contribuciones.El mensaje de unidad y resistencia llegó a oídos de la guerrilla del ELN. Al enterarse de la valentía de Juan José y de la comunidad que lo respaldaba, decidieron retirarse y buscar otras presas más fáciles. La fe y la unión habían vencido al miedo y la violencia.El presbítero Juan José, ahora más convencido que nunca de su vocación, continuó su labor pastoral con renovado fervor. Su experiencia con la guerrilla había fortalecido su fe y su determinación de luchar por la justicia y la paz, sin importar los desafíos que enfrentara.En los años siguientes, Juan José se convirtió en un símbolo de valentía y esperanza para su comunidad. Su historia se extendió más allá de los límites del pueblo. Las noticias de su valentía y su negativa a ceder ante la corrupción se difundieron por toda la región, inspirando a otros a enfrentar sus propios desafíos con determinación y fe.A medida que su fama crecía, Juan José se convirtió en un referente para aquellos que buscaban un liderazgo comprometido con la justicia y la defensa de los más vulnerables. Personas de diferentes comunidades y credos acudían a él en busca de consejo y apoyo, reconociendo en él a un verdadero guía espiritual.Sin embargo, Juan José siempre recordaba humildemente que su fortaleza provenía de la gracia divina. Mantenía sus raíces firmemente plantadas en la sencillez y en el servicio a los demás. Aunque su vida había sido amenazada y su fe puesta a prueba, había encontrado un nuevo propósito en su vocación como presbítero.El presbítero Juan José continuó su labor incansable, impulsando programas de ayuda y desarrollo para los más necesitados. Estableció alianzas con organizaciones locales e internacionales, buscando recursos y apoyo para proyectos educativos, sanitarios y de promoción social.Pero a pesar de los logros alcanzados, Juan José nunca olvidaba la dura experiencia que había enfrentado. Recordaba constantemente la fragilidad de la paz y la importancia de defender los valores fundamentales de la fe y la justicia. Su compromiso era inquebrantable.Con el tiempo, la amenaza de la guerrilla del ELN se desvaneció, y el presbítero Juan José pudo vivir en relativa tranquilidad. Sin embargo, sabía que la paz era frágil y que nuevos desafíos podrían surgir en cualquier momento. Estaba dispuesto a enfrentarlos con la misma valentía y fe que lo habían llevado hasta allí.El capítulo de la vida del presbítero Juan José se había transformado en una historia de coraje, perseverancia y esperanza. Su determinación para enfrentar la violencia y la corrupción se había convertido en un faro de luz en medio de la oscuridad.Y así, la vida del presbítero Juan José, marcada por la amenaza de la guerrilla del ELN, se convirtió en un testimonio de fe y resistencia. Su legado perduraría en el corazón de aquellos que habían sido tocados por su valentía y por su compromiso con los más vulnerables.
 dentro de la inmensa brisa que te lleva el cabello al orientese va el adiós que nunca me disteun telegrama, cinco palabras y por cada una trecientos pesos en la cuentamiles de palabras inexpresadas por culpa de la noble y poco culpable distancia que nos separauna sonrisa, dos lágrimas y un despido con un abrazo poco existendentro de una razón fundamentadaoxidadas las vías del tren esperando que paseuna nube de polvo acompañando la escena desesperada una llovizna dejando pasar colores de un sol que de a poco se caeun viejo vago borracho en la banca ocupándola todano me puedo ir, pero cuánto quisiera irmemi vida en este instante es una innumerable lista de quisierasquisiera haber sido yo, o quisiera remontar desde la tercera basequisiera haber confiado en tí, y que no se fuera el trenno quería que me abandonaras, quería verte de nuevo al regresarquería portar el escudo que conlleva qué necesito?quería gritar muchísimoquería saltarquería que me vieras por última vez, así como te veo todos los días al irme a trabajarquisiera poder entender qué hicistequisiera poder ser alguien importante en tu vidaquisiera agregar el toque que te faltaquisiera ser lo que faltaquisiera ser más de lo que me faltano podría ofrecer algo que tú quisieras que yo fueraquisiera poder lograr tratar de todoquisiera que todo ello hubiera salido bienquisiera poder entender qué hiciste quisiera poder hundirme en tu pelo y recitar poemas a la sonrisa que cautivaquisiera tomarte del rostro guiando tu deseoquisiera encontrar el cúmulo de tu cuerpoavanzar en el rosado campo de flores entre tu vientrey postergar la vida un instante en el que mueraquisiera sinceramente tomarte de la manoquisiera volver a vertequisiera que me dijeras a qué te sabe el caféque vuelvas a contar conmigo las hojas de las palmasquisiera... quisiera haber sido yo 
En la penumbra de la noche estrellada, mis pensamientos se alzan hacia ti, mi amada. En la vastedad de la distancia, encuentro refugio en las palabras que te susurro en silencio, con la esperanza de que lleguen a tu corazón.Aunque los kilómetros se interpongan entre nosotros, el amor que siento por ti no conoce barreras ni límites. Cada noche, cuando las estrellas pintan el lienzo celestial, mis pensamientos vuelan hacia ti, atravesando mares y montañas, buscando encontrarte en sueños y anhelos compartidos.En las noches de soledad, mi alma se adentra en los recuerdos que hemos creado juntos. Las risas compartidas, los abrazos que han acariciado mi ser, se convierten en una melodía que resuena en mi pecho. Aunque la distancia nos separe, nuestro amor se mantiene fuerte, inquebrantable como un roble en el invierno.Cierro los ojos y puedo sentirte cerca, como un susurro en el viento. El eco de tu risa se funde con el latir de mi corazón, recordándome que, a pesar de la distancia, nuestro amor perdura. Cada latido es una promesa de que nunca te olvidaré, de que nuestro amor es eterno y trasciende el tiempo y el espacio.Anhelo el día en que nuestras manos vuelvan a entrelazarse, en que nuestros labios se encuentren en un beso lleno de pasión. La distancia solo aviva el fuego que arde en mi pecho, alimentando el deseo de estar contigo, de fundirnos en un abrazo que nos envuelva en el calor de nuestro amor.A través de estas palabras, te confieso mi amor sincero, mi amada. Aunque los días parezcan largos y las noches interminables, ten por seguro que mi amor por ti nunca se desvanecerá. Cada día que pasa, mi amor crece más fuerte, alimentado por la esperanza de que pronto estaremos juntos, sin más distancias que nos separen.Hasta entonces, seguiré escribiendo estas palabras en la noche, dejando que el universo sea mi mensajero. Que las estrellas sean testigos de mi amor por ti, y que cada suspiro lleve consigo el anhelo de encontrarte nuevamente. Que la distancia no sea más que un capítulo en nuestra historia, un desafío que enfrentaremos juntos.En cada amanecer, mi corazón te pertenece, mi amada. Que estas palabras lleguen a ti, envueltas en el manto de la noche, y que sientas mi amor a través de ellas. Porque, a pesar de la distancia, siempre serás el faro que ilumina mi camino, la razón por la que mi corazón late con fuerza.Te amo más allá de las estrellas, más allá de los confines del tiempo y el espacio. Eres mi eterna musa, mi razón de ser. Y mientras espero el día en que nos volvamos a abrazar, guardaré tu recuerdo en lo más profundo de mi ser, esperando con anhelo el momento en que estaremos juntos nuevamente.
Tengo una cita a las seis,Después de colgar la llamada ya nervioso estaba.Dijo que mañana podía verla, y de su compañía disfrutar,y al poco tiempo de la conversación cerrar, preparando todo ya estaba.Planché mi ropa, limpié mis zapatos, me bañé y me vestí,pero todavía eran las 10 de la noche del día anterior.Sinceramente no puedo dormir, parece que he cambiado de colchón,del lugar no encuentro sábanas,y del sueño ningún digno postor.Me da sed y me levanto, tomo y me da frío,me arropo y me da calor,y al descubrirme aún no estoy contigo.Tengo una cita a las seis,pero apenas son las dosquisiera que el tiempo pasaray que en el lugar solo faltes tú.Me puse a ver el mapa, calculé el tiempopara poder a tiempo llegar,miré el menú de la comida,y de beber hay champán.El sol en esta época no asoma tan temprano,y a las seis se tarda en esconderconcuerdo que una alarma no ha funcionadopues más temprano yo ya me levanté.Tengo una cita a las seis,y mejor me alisto desde mucho antes,me puse mi ropa planchada, zapatos limpios,me puse colonia y gel para peinar,tomé la ruta más rápida,y espere tu arrivo.Llegaron las seis, y no estabas,llegaron las seis y te llamé,pero la sorpresa que me llevo es que de jornada me equivoqué.Tengo una cita a las seis,y aunque madrugué y lleguéa las seis de la tarde era,y desubicado me quedé.No basto con mi fracaso,hablando contigo me quedé,si hubo cita, pues entonces,y a las 6 te siento otra vez.
— Dime, ¿Qué hago para que me ames?— Solo existir. — Está bien, pero con una condición.— ¿Si?—  Que sea contigo. Porque solo contigo siento que existo, solo contigo siento que vivo, solo contigo respiro profundo y, solo contigo el agua refresca. Solo contigo tiene sentido despertar y,abrir los ojos en la mañana con las ganas de ver algo.Solo contigo hay intención de hacer un rico desayuno, solo contigo vale la pena salir a caminar,solo por ti vale la pena arreglarme bonito,solo contigo vale la pena sentarme en la acera en la tarde para hablarte,solo contigo vale la pena tomar un avión e ir cientos de kilómetros.Por ti el horizonte tiene un color agradable en las alturas,solo tú eres más impresionante que el Taj Mahal.Porque escuchar a ti es mejor que escuchar cualquier canción,porque escucharte es esperar cualquier canción en cualquier momento,porque contigo es mejor empezar a bailar de manera aleatoria una canción aleatoria,porque los bocados son más ricos si son de tu plato.Porque eres la mujer que me quita el sueño y,al mismo tiempo contigo duermo como un bebé.Porque el mar se ve mejor si se refleja en tus ojos.Porque las luces de la noche en la ciudad están más brillantessi estás en su presencia.Entonces, en resumen, solo quiero existir si estás conmigo.— Eso merece ser un texto para recordar.— ¿Y como le pondrías?— Tú eres el poeta.— Y tú mi musa, porque los poemas hablan de ti.— Se puede llamar así, tú mismo lo dijiste.— Está bien, así se llamará. 

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