• Deborah Gomez Archetti
Deborah Gomez Archetti
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  • País: Argentina
 
 Y así han sido los días......recordando a Soledad, quien se ha llevado todo, sí....... todo.He abierto demasiadas puertas, buscado en cajones y marcado cientos de números deteléfono, pero no la he encontrado.Las cruces en el calendario marcan el paso del tiempo, entre colillas amontonadasen el cenicero y botellas de mi añejo whisky vaciadas. Vaciadas como mi alma,que solloza tu adiós,como mis pupilas,que están secas,como mi lengua,que no habla......He intentado atraparte en un cuadro, en una poesía, en una foto. Pero como lospájaros has emprendido vuelo llevándote todo. Tomando en dos palabras todo míser, ese montón de hojas en blanco y esas lapiceras con tinta que no escriben,esos mates sin cebar y las ojeras en el espejo.Sólo me has dejado esas noches entre pañuelos y sabanas revueltas, los minutos eternos,la llamada que no llega, la risa que no asoma, el sexo entre sueños y el ríosin nosotros.Hoy no somos más que ese hueco en el armario, las flores secas, cartas archivadas, lacama vacía.Y así han pasado los días.......con la llegada de mi amante Soledad.
"LOS DÍAS"
Autor: Deborah Gomez Archetti  539 Lecturas
Vientres prominentes, senos que vierten su leche al mundo.Ojos traslucidos,mirada brillante y movediza.Ahí están ellas, nerviosas y agitadas,pendientes del teléfono o del timbre, de unas buenas noches o de un beso. De un rico guiso o una torta perfecta.Dulces y tiernas. Duras y frías.Presentes o ausentes.Adictas o no.Hablan y hablan, cada vez más, de fútbol o ballet, de lengua o matemática.Siempre de ellos, ellos, ellos.¿Quiénes son ellos? El motivo de mi vida, dicen.¿Y ellas? ¿Dónde están ellas? ¿Se perdieron? ¿Se fueron?¿Viajaron? ¿Cuándo volverán?Te parieron. Te alimentaron.Te enamoraste y la odiaste.Creciste y la necesitaste.Envejeciste y ya no estaba.
Ojos insomnes,Cabellos tizón.Dueña de esamística danza,que en cada lunala espera.Aguarda sus pies, dulces y acompasados,forman remolinos enla tierra.Sigilosa como cada noche,donde despierta del olvido para bailar, perderse en el silencio del monte.Las estrellas son testigo, cómplices de ese fuego,que hipnotiza,sumerge en su profundidady promete eternidad,muriendo para renacer.
Ckesu Sisa
Autor: Deborah Gomez Archetti  604 Lecturas
Decías tantas palabrasvacías... carentes de sentido.Se clavaban como puñales en mi frente.La sangre corría, se aguaba en mis lágrimas y caía a mis pies.Dulces latigazos en mi cuerpo.Goce enfermizo, miedo placentero.Todos esos versos cargados de edulcoradas yfinas palabras querecitabas en mi oído.Poemas hechos de mentirasse consumen como hojas quemadas en el fuego.Muerte,Cenizas grises del amor.
Ensoñaciones audaces de futuros imprevistos. Ilusiones vanas de  palabras no dichas. Amaneceres que no encuentran sus ocasos. Espejismos entre las tinieblas. Sombras que quieren nacer a la luz. Máscaras que esconden los rostros. Tú y yo, abismo sin medida.  
Las once y sangra. Era nuestro aniversario. Diez años despertándome a su lado… No lo puedo negar, habíamos caído en la rutina. Para reavivar las llamas de la pasión, como saben decir las “Cosmoboludas”, acordamos encontrarnos a las diez de la noche en la habitación Nº14 del “Lido”, un motel ubicado a las afueras de la ciudad. Íbamos a llegar separados. La idea de jugar a los desconocidos era altamente excitante, a pesar de llevar una década soportando su fétido aliento cada mañana. Decidí sorprenderlo. Vestí mis piernas con finas medias rojas. El portaligas cubría mi sexo y las transparencias del camisolín color carmín dejaban entrever mis senos. Me iba a pintar los labios… Pero no, no lo hice. Sólo coloqué unas gotas de Channel en mi cuello, espalda y la cara interna de mis muslos. El reloj marcaba las 22:20 cuando la puerta se abrió al encuentro. Estupefacto, me levantó tomándome de la cintura y rodeando la suya con mis piernas. Nos devoramos a besos, pero percibí que en el aire flotaba un aroma intruso. Intenté dejarme llevar y entregarme al placer. Mientras me lamía abrí los ojos y lo vi. Estaba allí, de presencia acusatoria, el contorno de unos labios rojizos encarnados en su cuello blanco almidonado por mis manos. No lo pude soportar. El tiempo se detuvo y el ambiente se tornó denso y gélido, pero continúe imitando a caperucita. Entre sus gemidos de placer y los míos cargados de ira, laceré su vientre con el filo de mi navaja dejando salir sus entrañas cual licántropo. Como corresponde, lo cubrí con mi capa roja y me fui. No cumplimos el turno.    

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