Si la vida de verdad fuera un culebrn
Publicado en May 09, 2013
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En la televisión la palabra fin, resaltada con letras estampadas en flores, marcaba la conclusión de la telenovela que por más de tres meses mantuvo en vilo a propios y extraños. El final era el mismo de siempre: Cenicienta se casa con el príncipe azul y los malos reciben castigos brutales, por agua, fuego, aire o tierra, o de plano les dan su merecido en la cárcel y si el susodicho maloso fue violador o algo por estilo, ya puede irse despidiendo de la integridad y moral de su trasero. Toda esta reflexión me lleva a pensar cómo sería la vida si se pareciera realmente a los culebrones, qué clase de historias se detonarían a partir de hechos en apariencia inocuos, por ejemplo: aquella leyenda urbana que le contaban a mi prima sus hermanos mayores, para hacerla llorar, que sus papás la habían encontrado en la basura en una cajita de zapatos cuando era bebé, nos llevaría al siguiente episodio que sería: mi prima buscando desesperadamente a sus padres y un día éstos la encuentran y resulta que…. ¡son millonarios! Y pues ya sabrán, mi prima que parecía un ratón escuálido, de repente es llevada a las mejores tiendas de la Quinta Avenida, luego al estilista, luego al gimnasio y de repente surge la belleza muuuy escondida y descubre a la modelo que todas llevamos en nuestro interior. Finalmente se casa y disfruta sus millones al lado de tremendo muñeco que no habla ni canta, pero qué bien se encuera.
 
Ya en esas andanzas, también resultaría cierta otra manoseada leyenda que le he escuchado a muchas familias, incluida la mía, que descendemos de terratenientes acaudalados del merito norte, pero por alguna razón las familias se separaron y el marcador quedó: familiares del norte-millonarios, familiares de la capital-jodidos y rejodidos. Pero qué creen, un día las familias se encuentran y los ricos comparten su riqueza, estatus y bienestar con los pobres (ajá) claro no sin antes pasar por agua, jabón y tiendas de diseñador a los parientes menesterosos.                     
Hay de mitos a mitos y ya poniéndonos más profundos éste sería el tema para una telenovela mística: las vidas pasadas, conozco una gran cantidad de historias de gente que de variadas formas ha buscado enterarse de sus vidas anteriores (por medio de las cartas, la lectura del agua, el café, el aura, la hipnosis o sugestión colectiva) y resulta que conozco como a diez princesas mayas, otros diez reyes de la antigua Europa, dos emperadores romanos, y otras tantas sacerdotisas, consejeros reales y hasta un ¡Papa! Será que en el Manual del adivino se establece lo siguiente: “Si quiere cautivar a su clientela, dígales que fueron importantes, no vaya a salirles con que eran Perico perro o Juan de los palotes”.  Yo de lo más que me alcancé a enterar, cuando traté de indagar en mis vidas previas, es que era un camionero gordo, inmenso como una mole, allá por los años sesenta, que bebía como irlandés en el día de San Patricio, pero era gringou y cuando iba al baño con trabajos alcanzaba a limpiarme el culo. Eso sí, era el amo del camino. ¡Qué decepción! y yo que pensé que era Jim Morrison encarnada.
Mención aparte merecen las historias donde las protagonistas pese a vivir hundidas en la miseria, siempre están maquilladas para la ocasión, el estilo de pordiosera totalmente Palacio, es algo que muchas quisiéramos emular. Qué bonito sería salir por la mañana en chanclas y con las peores garras encima y que el amor de tu vida te esté esperando junto al contenedor de basura, en su deportivo importado, con gafas de diseñador y los cuadritos del abdomen marcándose sobre la playera ceñida delatando un cuerpo espectacular. Qué más da para él que estés chimuela, jorobada, que no sepas articular una frase decente porque tu vocabulario sólo sea  “Oiga siñor”, o “Gracias siñor”, aún por encima de estas minucias él sabrá encontrar en ti, en un tiempo récord, a la mujer refinada, súper culta, elegante, bellísima, hábil para los negocios y de paso con algún abolengo recóndito. Porque si la vida fuera como los culebrones, hombres y mujeres no tendríamos la necesidad de esforzarnos para mantener nuestras relaciones de pareja saludables, al fin y al cabo no hay problema que no se arregle con la feliz llegada de un hijo. Tampoco hablaríamos de inconvenientes sociales como el maltrato familiar, las codependencias, las adicciones, pues siempre habría un lugar “buena onda” ya sea centro de apoyo u organismo no gubernamental que vendría con su varita mágica a curarnos el cuerpo y el alma, todo esto en medio de risas, canciones y gente bonita. El aborto no sería tema de discusión, ni siquiera se mencionaría pues cada vez que surgiera un embarazo no deseado éste llegaría a su fin por medio de una desafortunada caída o percance que libraría a la mujer en cuestión del problema sin tener que mancharse las manos y por supuesto la dejaría tan limpia, pura y virgen como al principio, para casarse con el amor de su vida, de blanco y en una iglesia llena de flores. 
Una de las mejores cosas que traería el que la vida fuera como las telenovelas es que ninguna mujer tendría motivos para reprocharle a su novio o esposo haber tenido sexo con otra, nadie en sus cabales dudaría de que el pobrecito cayó en la tentación porque estaba drogado y no sabía lo que hacía, la culpa sería de aquella endemoniada que lo sedujo con sus malas artes. Pero lo mejor de todo es que el asunto de la diversidad sexual dejaría de ser incómodo porque el esquema moral de las telenovelas es muy claro y sin margen a confusiones: la chica buena no debe meterse a la cama con nadie, mas que el galán de la historia y si por alguna razón lo hace es porque la engañaron (pecó por amor), la obligaron o la violentaron. La mala se divierte más, ella puede acostarse con todos los que quiera y exhibir su derecho a cepillarse a medio país porque es nefasta y zorrona, lo cual la hace desechable. Al homosexual le está permitido insinuar que lo es, además de loquear, pero que no se le ocurra traspasar los muros de su estética, no, no, él que se dedique a pintar pelos y a consolar a la dama joven, que para eso y sólo para eso existe en la historia, nada de querer hacer valer sus derechos y andar levantando la voz.
Sin ánimo de discursos moralistas, no busco denostar a quienes gustan de estas historias, pero como ejercicio de interés o, dicho con sinceridad, si no se tiene algo mejor que hacer, sería bueno analizar cuántos de nuestros preceptos de vida se moldearon bajo estos esquemas y para que vean mi buena voluntad, les confieso que durante mucho tiempo mis relaciones personales estuvieron marcadas por un dramatismo absurdo y azotado, igualito que en las telenovelas, luego empecé a leer filosofía, poesía y después toda clase de literatura, apagué la tele y mi visión de cuatro por cuatro se convirtió en vista panorámica.
                                                                                 
                                                                                 
                                                                                                                                         
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Foto del autor Laura Vegocco
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Descripción

Una reflexin que pretende ser divertida, sobre lo que pasara si la vida realmente fuera como en las telenovelas.

Palabras Clave: Culebrn telenovela estereotipos esquemas tradiciones atavismos

Categoría: Artculos

Subcategoría: Entretenimiento



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