Las formas del viento
esculpen maravillas en las hojas.
Mueven las àspas rústicas del molino
hace un eco en los tridentes y en los pastizales.
Se difunden entre ortogonalidades y paralelismos.
Las formas del viento
borran las comillas de las páginas
y arrastra los acentos de las conversaciones.
Hace chapotear al agua en sus fontanas.
El viento es una vocal voraz y veloz.
Pincha la cara mustia de los ancianos gélidos.
Pasa con desdén entre los estertores de los hospitales.
Enfría panes y roscas recién horneados.
El viento puede arrancar un pozo en su fiereza
o ser soplo suave sobre una frente airosa.
Nadie conoce su origen ni destino.
Tumba los duraznos y suelta las almendras.
Levanta las faldas de las monjas y arroja los harapos.
Sus crines son de un azabache cristalino.
Hala los barcos y sacude las cabelleras.
Sube lateral por oblongas colinas.
Es realmente fatigoso caminar contra él
y en los desiertos levanta tormentas inclementes.
Los beduínos lo miran con desesperanza.
El viento es viril y a veces, maternal.
Canta en la bóveda de los siglos
y es una interrogación para mi entendimiento.
Al viento siempre lo oigo golpear mis ventanas
y por más que abro los ojos no lo veo:
Es transparencia que puede ser furor.
Dicen que todavía intimida a los piratas
que habitan en los libros de cuentos infantiles.