Marin
Publicado en Apr 18, 2013
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El hombre contempló la imagen de su reflejo en el espejo y entendió que había vuelto. Afuera su mujer con ese histrionismo patético interpretaba su papel de   esposa intentando conversar animadamente con su madre que lejos de escucharle, se concentraba en el pasar del tiempo antes de volver a encontrarse con los ojos de su hijo, que quedaron fijos y sin brillo hace ya casi dos años siendo esto el motivo de su internación. Al lado de ambas mujeres y apoyando su gruesa contextura contra la pared, y en cuyo semblante se dejaba entrever un dejo abatido, Bernard su hermano mayor cavilaba nervioso por enfrentarle nuevamente. En las raíces de su ser- luego de la tarde aquella - había crecido en todo éste tiempo el sentimiento de culpabilidad expandiéndose como una enredadera por las paredes de su conciencia, a tal punto que ya estaba inseguro de distinguir la realidad.
Mientras se contemplaba frente al espejo, se preguntó - ¿Salí realmente de la depresión como dice el acta que firmó el doctor B., o simplemente desperté para hacerme cargo de mi vida? ¿Quizás Bernard tenía razón? De algún modo siempre la tuvo, debido a ese carácter espantosamente paciente que me irritaba desde que éramos niños. Recuerdo la vez que rompí la foto de su novia y la dejé hecha añicos sobre su cama. Quería que gritara, llorara, me maldijera hasta incluso llegara a golpearme como lo intentara papá más de alguna vez. Nada de eso ocurrió, al ver pasar los minutos (de su llegada a casa) me asomé en su habitación para ver que sucedía…entonces con su voz pastosa – mientras sostenía entre sus manos los restos de la foto que tanto quería – me preguntó ¿y?, ¿y qué? contesté - ¿te hizo bien? ¿Valió la pena? El silencio se expandió ante mío como una enorme ola que me hizo presa y como un bulto de deshecho me arrojó a la orilla de la mediocridad de la misma forma que alguien aleja de si un mosquito. Me sentí miserable y terminé llorando sin consuelo a mis escasos trece años, mientras mi hermano en su habitación intentaba unir los trozos de la foto destruida. Al día siguiente cuando salió rumbo a la universidad, pegué como pude la fotografía y volví a colocarla en el marco en su velador (conservándose así por muchos años) Desde entonces me he llevado repitiendo aquel instante, como si mi vida consistiera en romper todo lo que está cerca mío y luego ir tratando de pegar todo lo que destruyo con mi manera de ser y lo peor es que nadie osa castigarme, todos adoptan esa actitud de lástima que tanto daño me ha hecho, hasta el punto de llegar a atentar contra mi propia vida. Lo único que han logrado con ello es que aumente en mi interior cada vez con mayor ahínco ese terrible sentimiento que me agobia desde la infancia. Puedo ver al salir los ojos de mi madre bañados de lástima, así como los de Clara, que me trata más como un hijo que su esposo. Hasta en Bernard (a pesar que era el único que me conocía y que me trataba diferente) sé que habrá nacido ese sentimiento, más, luego de esa discusión que desencadenó mi tragedia. Nadie, absolutamente nadie, ni los médicos, ni mis familiares se han dado cuenta que mi hermano sólo trataba de ayudarme, no es su culpa el que yo sea frágil, eternamente protegido, no me dejaron caer en la vida y ahora no sé si pueda salir al mundo nuevamente. Me aterra reenfrentarme a mi miserable existencia, nadie imagina lo que he descubierto entre estas albas paredes, en éste silencio que desgarra la conciencia hasta del más miserable, estos pasillos limpios, vacíos por donde solía pasear por las noches como sonámbulo, mientras las enfermeras dormían en las salas abrigadas con esas frazadas azules, las mismas que en más de una ocasión me sirvieron de abrigo cuando yacía dormido en las escaleras o en un rincón del baño. No se puede vivir huyendo de uno mismo toda la vida, ahora lo entiendo, en estos eternos meses donde me fui reencontrando conmigo mismo, donde me fui reconociendo en cada enfermo, tanto como en los familiares que venían y lloraban y por los que aprendí a llorar, tanto como a llorar por mí.
Todos estábamos ciegos y ahora que lo sé, debo fingir que yo también lo estoy.
Por estos pasillos he visto deambular los macabros miedos de los pacientes, esos seres fantasmales cuyas figuras repugnantes se pasean a la vista de todos con sus rostros maquiavélicos y sus negros ropajes roídos y harapientos, dejando tras sus pasos el hedor a miseria impregnado en los muros y pasillos y es por eso que los enfermos gritan de espanto (y entonces nos aplican inyecciones para calmarnos) como debe ser, no hay que hacer escándalos…”no hay nadie, es sólo tu imaginación, ésos seres horribles que describes no existen” me decía la siquiatra y entonces cuando buscaba que alguien me creyera y le contaba a mamá, se ponía a llorar y exclamaba ¡Pobre hijo mío, todo es culpa de Bernard!...para entonces mi hermano no venía a verme (todos le culparon de mi estado) A veces cuando trababa conversación con Matilde la gorda de la habitación 13 que sufre de esquizofrenia, siempre me decía que Bernard era él que más me quería, y para entonces yo repetía lo que escuchaba de mis seres queridos y le recriminaba estar equivocada que él me odiaba, que seguro estaba feliz de que estuviera internado. Matilde me acariciaba el pelo (le encantaba hacerlo y a mi me gustaba que lo hiciera, además que era la única a quien se lo permitía) mientras miraba a la ventana que daba al jardín (por alguna razón, que nunca llegué a entender ella siempre que decía algo cuerdo miraba hacia el jardín, como si en él hubiera alguien que le indicara lo que debía decir) ahora que lo pienso debe haber sido así, quizá su ángel guardián. Hablando de ángeles guardianes, acá conocí al mío, se llama Marión, una pequeña de trece años que murió de cáncer hace años incluso antes que naciera mi padre. Solía aparecérseme en los paseos nocturnos y cuando le preguntaba como una niña podía ser mi ángel, sonreía con una sonrisa contagiosa y levantaba los hombros y decía ¡No lo sé! pregúntale a Dios! – pero él no me contesta cada vez que le hablo… quizás no sabes escuchar… ¿cómo que no sé escuchar, acaso no te escucho a ti? Eso es diferente, porque yo soy tu ángel, pero ¿vienes de arriba no? o sea que si logro escucharte a ti, con mayor razón debiera escucharle a él…yo creo que se hace el tonto, por que sabe que se equivocó, ¡Ah si! ¿Y en que se equivocó se puede saber? ¡Claro que se equivocó! Al mandarme una enana de trece años como ángel, dime que acaso eso no es un disparate, y tú ¿Por qué crees que es un disparate que yo sea tu ángel? para que lo sepas, soy bastante madura, recuerda que debí vivir con el cáncer, quizá no viví tanto años como tú, pero si fueron suficientes para aprender el sentido de la vida. ¡Ah no! aparte de ser una petulante enana ahora me vas a dar clases de filosofía ¡esto es demasiado!…aunque no lo creas, puedo darte clases de muchas más cosas….A ver señorita filósofa dígame que puede enseñarme usted, (Esa fue mi primera clase) nunca dudes de un ángel, por joven que te parezca. Lo cierto es que aquella pequeña desde ese día fue más que mi ángel. Cuando me contaba con toda naturalidad como se le fue cayendo su pelito y le quedaban mechones en su peine, como las cejas fueron desapareciendo cambiándole su carita, como intentaba soportar los dolores por las noches para que sus padres pudiesen dormir mientras pasaba en vela contemplando la luna, o como se alegraba al ver a su hermanito jugar a la pelota y correr por el patio, en tanto debía permanecer en cama mirándole desde la ventana de su dormitorio ubicada en el segundo piso, la misma de donde se lanzó una tarde en que los dolores y la angustia acumulada se le hicieron insoportables, consiguiendo en vez de acabar con su existencia sólo fracturarse ambas piernas. Ese verano, debió conformarse con continuar postrada en cama, y de tan sólo escuchar a su hermanito jugar y reír en el jardín con su padre los fines de semana (ya no podía asomarse a la ventana), y de sobrellevar las picazones en sus piernas que le quedaron velludas cuando le sacaron el yeso.
Nunca imaginó que Marión pudiera haber sufrido tanto en sus cortos trece años, volvió a recordar el episodio de la foto, y se dio cuenta que su llanto era tan sólo el de un niño malcriado. Trataba entonces de recordar episodios desgarradores para decir que él había sufrido pues también había intentado suicidarse, pero todo lo que venía a su mente parecía inocuo ante lo vivido por Marión, ese pequeño y magnánimo angelito que le hacía compañía en sus paseos nocturnos. Desde entonces se convirtió en un paciente ideal para las enfermeras pues dormía casi todo el día,  incluso a veces debía ser despertado para las comidas.
Fue sorprendido en sus paseos nocturnos solamente dos veces y en ambas arguyó que iba al baño. Las veces que Matilde accedió a sus invitaciones clandestinas, Marión no se presentó, por lo que decidió no invitarla, además se ponía demasiado inquieta, incluso una vez optó por dejarla abandonada cuando le vinieron sus crisis de gritos y llantos, dejando a las enfermeras que se hicieran cargo de la gorda. Ahora que vuelve el recuerdo a su memoria, piensa que fue cobarde por no quedarse con Matilde, y huir, una vez más…después de todo “huir” es lo que mejor se hacer- se dijo arrepentido en su habitación. No ha sido fácil reconocerlo, siempre fue más fácil echarle la culpa al resto. Constantemente fui motivo de discusión entre mis padres…”¡Vas a criar una niñita, en vez de un hombre, mira a Bernard! - Gritaba mi padre furioso-”… ¡Tú siempre haciendo comparaciones, no vez que el niño es más débil, deberías ser más conciente! contestaba mi madre, mientras yo me protegía entre sus faldas… ¡Ay mamá como me hizo daño tu sobreprotección! pero no te culpo, yo debí darme cuenta en algún momento que eso no estaba bien. Sin duda Bernard, soportó muchas injusticias a causa de ello. Quisiera entender por qué dos personas buenas como eran mis padres, pudieron haberme hecho tanto daño sin quererlo. Mi padre debió imponer su postura ante mi crianza en vez de apartarse y sentirse luego con el derecho de echarle toda la culpa a mi madre. Ahora que lo pienso – mi padre también fue un cobarde a su manera, ¿Acaso no tenemos todos algo cobarde?  ¿No hace la mayoría lo que los demás dicen? ya sea porque es lo que se estila, por el que dirán, o porque es lo que todos esperan de uno. Si supieran lo que pesa aquello. Recuerdo a mi padre en la mesa los domingos, decidiendo como un todopoderoso el destino de cada uno, con esa potestad de los reyes medievales o los señores feudales de las familias adineradas. Y pensar que le llamaron maricón a mi amigo Fidel por irse de la casa a estudiar ballet al extranjero, y ahora me doy cuenta que mi amigo tenía más cojones que todos aquellos que le criticaban. Fidel, como me gustaría tener tus agallas para enfrentarme al mundo y decirle ¡que se vayan todos a la mierda y que me dejen libre!  
El hombre contempló la imagen de su reflejo en el espejo y empezó a jugar imaginándose como hubiese sido su destino de haber nacido mujer. Seguramente hubiese tenido esa personalidad insegura que le caracterizaba pero en vez de recibir críticas lo más probable es que todos le protegerían justificándole por su condición de fémina. Intentó cerrar los ojos para figurarse como hubiesen sido sus rasgos, imaginó que su rostro sería fino, sus ojos claros quizás y su tez blanca, ello sumado a su carácter irresoluto le hubieran dado un aire de desprotección y candidez que seguramente hubiese enloquecido a los hombres.
Cuando los abrió nuevamente descubrió que definitivamente era una mujer, pero una mujer de color, miró sus enormes pechos que apenas eran contenidos por el traje rojo ajustado que le apretujaba el cuerpo macizo de su conjetura, estaba frente a un espejo (al parecer arreglándose el peinado) no salía del asombro de la escena cuando una mujer con tono golpeado le ordenaba a gritos que se apurara, ¡los clientes esperaban! … entendió que aquello no se trataba precisamente de una reunión de negocios, y que todas esas luces y el ambiente seguramente correspondían a un cabaret o burdel de segunda categoría. Seguía mirándose atónito frente al espejo (este objeto cotidiano se estaba convirtiendo en una especie de pesadilla en su vida, no recordaba haber pasado tanto tiempo mirándose frente a uno, ni aún en su juventud) ¿Acaso estaba viviendo una especie de regresión? La mujer insistía con ese tono imperativo conque suelen dirigirse los que tienen el control. Lo único que no había cambiado era su mirada, los mismos ojos que dejaban entrever esa inseguridad, ese miedo a vivir, esa preocupación constante de estar siempre atento para hacer las cosas bien ¿Quiénes serían sus clientes? ¿Cómo debería comportarse? Aún en otra vida, si acaso era lo que estaba pasando seguía siendo un hombre (quiero decir mujer) inseguro, ¿Por qué siempre la inseguridad le acompañaba? Cómo la vez que la Matilde, le llevó al baño de mujeres y le pidió que se bañaran juntos, aún con ella, que siempre la miraba en menos fue incapaz de demostrarse por una vez seguro. Matilde con ese cuerpo gordinflón y lleno de pliegues y curvas que no despertaban pasión alguna a la vista, fue capaz de seducirle, fue quien llevó las riendas en ese baño de lujuria, la forma en que pedía ser tocada, acariciada, le hacía saber quien gobernaba la escena, él como siempre hacía lo que pedían, sin atreverse a salirse del libreto, para no equivocarse, esa maldita necesidad de no equivocarse, aún cuando le decía con voz melosa, soy toda tuya, aprovéchate de mi, hazme lo que quieras, fue incapaz de actuar espontáneamente. Ni siquiera los voluptuosos pechos de la gorda, fueron suficiente atractivo para que perdiera la compostura y se comporta instintivamente. A pesar que luego de que Matilde pregonara a los siete vientos la loca aventura que vivieron en las duchas y que más de una enfermera se permitió algo más que una insinuación, hicieron que cambiara algo en él, se sintió perseguido y evitaba quedar solo con mujer alguna, incluso con Clara, la había dejado de ver como su mujer.
Los gritos de ¡Apúrate negra! le volvieron en si, se incorporó y al ver su talle en el espejo, algo cambió en él (digo ella, de veras que ahora es mujer), todo en ella expelía  sensualidad, sin duda que atraía a los hombres, pensó que era el momento de dejarse llevar. Más, al correr la cortina del privado quedó atónita al reencontrarse con su padre y él mismo cuando era sólo un mocoso. ¿Qué tal? Exclamó la encargada del local, no les dije que le traería a una diosa. Él (digo ella, bueno ustedes entienden) no hallaba como salir de tal situación, sus clientes eran su padre y él mismo, esto era una pesadilla. En un acto desesperado y totalmente impensado le pidió a ambos que se bajaran los pantalones para que mostraran lo que traían bajo, argumentando que ella necesitaba una buena herramienta para encamarse. Sabía que él mismo sería incapaz de desnudarse frente a todos, por lo que pensó que la idea de la negra (o bien del mismo como mujer) había sido la mejor, aunque no sabía como actuaría su padre en una situación así, intuyó que tampoco lo haría. La mujer autoritaria que minutos antes le mandoneara  a su gusto estaba tan atónita con la solicitud de la pantera (ese era su nombre artístico) que tampoco fue capaz de decir nada. Fue su padre, quien quebró el hielo, diciendo que era su hijo quien necesitaba del servicio, lo cual agudizó el miedo del muchacho. La negra ante el espanto del joven, llevó su mano a sus entrepiernas para palpar su aparato, pero éste se hallaba recogido cual caracol – eso no es suficiente para la pantera, exclamó con seguridad y salió del privado moviendo exageradamente sus caderas.
De vueltas frente al aparador por primera vez encontró que sus ojos brillaban de un modo distinto, ahora era un pantera aguerrida, deseada y temida por los hombres. Se sentía inquieta como una fiera enjaulada, fue entonces que por primera vez dejó que las cosas fluyeran, se atrevió a desafiar al destino. Se dirigió al salón en busca de una presa, busco entre las mesas a su victima. Notó entonces a flor de piel, las miradas lascivas de los espectadores y con actitud desafiante, señaló con el índice a un hombre corpulento que se incorporó entre vítores y aplausos de sus compañeros de juerga, ¡Te tocó con la pantera compadre, pobre de ti! El tipo hacía ademanes de galán, pero a metros de distancia ella sentía su miedo, estaba familiarizado con aquel hedor. En la pieza actuó como una experta, dejó que la negra que llevaba dentro actuara, fue raro sentirse hembra, se comparaba con Clara su mujer, o Matilde y se daba cuenta que ninguna bramaba como ella, él hombre era sólo un muñeco que sucumbía ante su desenfreno, lo utilizó a sus anchas hasta dejarlo exhausto, y se quedó dormida. Al despertar una hora más tarde ya no estaba, el dinero sobre el velador le recordó su oficio.
Cerró los ojos esperando volver a encontrarse frente al espejo. Se quedó dormido.
El hombre contempló la imagen de su reflejo en el espejo y entendió que había vuelto.
Llamó a la recepción y solicitó ciertos utensilios. La muchacha que le llevó las cosas fue interrogada por su madre y su mujer antes de entrar.
Tras largo rato, en que la conversación con la nuera se había gastado y que los paseos de Bernard a buscar café se hacían interminables, se escuchó desde la habitación que estaba listo para partir. Los impacientes familiares se incorporaron y quedaron boquiabiertos ante el espectáculo.
De inmediato, Clara su mujer salió corriendo por el pasillo pidiendo auxilio de un médico para que viniera de inmediato a la habitación. Su madre no salía del shock (con su mano izquierda tomándose el pecho, como si le faltara el aire) Bernard no sabía si sonreír o ponerse a llorar. En tanto su hermano parado desnudo sobre la cama le animaba a que viniera a darle un abrazo.
El doctor B., cambió su dictamen de alta, y mandó a las enfermeras que atendieran al paciente quitándole el betún de su cuerpo. Nadie entendía el cambio de actitud del paciente de cubrirse el cuerpo de betún negro y hacerse llamar “Pantera la diosa de la noche”.
Los sedantes al principio y las horas de terapia, no parecían hacer efecto en él, constantemente buscaba algo conque disfrazarse de mujer (como la pantera) Una de esas noches apareció Marión en el pasillo. ¿Qué haces aquí? Vine a verte, últimamente se habla mucho de ti, por acá… y que dicen…dicen que descubriste que eres gay, y que esa era tu locura, que tu madre y tu mujer terminaron trastornadas con tu cambio y que ya nadie viene a verte. No entienden es que quiero sentirme completo como cuando fui una negra prostituta llamada la pantera. No necesitas disfrazarte de mujer para encontrar la seguridad en ti. Quiero ser como ella, poderosa, tener el control, hacer que me respeten. La esencia de la pantera es la misma que llevas dentro, sólo que no te permites activarla. ¿Qué dices? ¿Cómo pretendes que siendo yo, tenga esa fuerza interior que vi en los ojos de la pantera? Nunca creí que podía existir ese brillo de poder, de sentirse completo por dentro y si tengo que ser mujer para sentirlo, pues maldita sea, lo seré. Pero, no te das cuenta que eres hombre. ¡Lo vez! ese es quizás otro error de Dios…él no se equivoca, créeme…está bien, pero cómo logro sentir ese poder interior que sentí, siendo la pantera.
En eso apareció, Matilde por el pasillo y Marión desapareció.
¿Cómo estas? Le pregunto a mi amigo, no al que se cree mujer y que se hace llamar la pantera la diosa del amor – recalcó la gorda que lo abrazó de la cintura encaminándolo hacia su habitación. Se dejó llevar (como si el acto que le llevasen fuese siempre su destino) Cuando abrieron la puerta de su habitación, vino a su memoria la escena en que era la pantera con su cliente, esforzó su mente tratando de retener las imágenes y comenzó a besar a Matilde (que representaba el papel del hombre) de vez en cuando abría los ojos y veía que seguía siendo él y que Matilde sucumbía bajo suyo. De pronto quiso dejarse llevar como hombre, escuchó los quejidos de fémina que afloraban de los labios de la gorda, y se olvidó de su gordura y comenzó a amarle de verdad, esos brazos regordetes que le apretujaban fueron despertando la pasión en él, lo comparó con Clara y se dio cuenta que nunca había sentido un verdadero orgasmo, volvió a concentrarse en Matilde y fluyeron las palabras, los gemidos, los caricias descontroladas, los besos, la pantera interior despertaba a cada instante, se dejó llevar y se olvidó de la gordura de Matilde, la deseaba como hembra y no se detuvo hasta saciar su instinto.
La mañana los encontró abrazados. La gorda se colocó el camisón y se despidió con un bezo en la mejilla, estuviste genial pantera le susurró al oído, antes de retirarse de la habitación.
Por algún tiempo se convirtió en el amante de la gorda y de más de una enfermera que quería conocer al pantera como comenzó a ser llamado en el internado. La doble vida parecía ser la respuesta a su búsqueda, de día jugaba a ser el paciente que fingía ser la diosa y por las noches se convertía en el hombre poderoso que deseo ser toda su vida. No podía desconocer que fueron los comentarios de la gorda esquizofrénica los que bastaron para levantar su fama y de paso su autoestima. Cierta noche que iba a cumplir con su papel de macho con una interna nueva, le detuvo la presencia de Marión. ¡Tú de nuevo! ¿Por qué siempre apareces en el momento más inoportuno? Ah sí, y ¿se puede saber por que soy inoportuna ahora? Pensé que los ángeles lo sabían todo ¿no se supone que ustedes pueden ver más allá que nosotros?...cierto… ¿entonces para que preguntas? debes tener claro que interrumpes, no ves que no tengo tiempo para ti, alguien me espera impaciente…Y ahora que dices de Dios ¿Ya no le juzgas? ¿Debería? No lo crees tu mismo, llevando esta vida de aparente locura a expensa de tu familia. ¡Que dices! Ellos me prefieren acá…te equivocas vengo de visitar a tu madre y sólo quiere morir, ya no soporta en su mente las palabras de tu padre” ¡Vas a criar una niñita, en vez de un hombre…! no la dejan en paz, piensa que tal vez fue su sobreprotección la que llevó a que ahora te creas mujer…las palabras de Marión se introdujeron en su interior como una daga lacerante que hizo que saliera expulsado un grito de dolor acumulado todos estos años…de pronto la figura de Marión crecía ante él haciéndole sentir  miserable como siquiera imaginó. Como en un telón de cine, vio la figura de su madre consumiéndose en el lecho de su habitación. Sus piernas se doblaron como si fueran de papel y cayó al suelo, donde comenzó a gritar ayúdame Marión, ayúdame alargando una de sus manos para asirse de ella, que le contemplaba desde una altura sobre el piso.
Fue llevado por personal de servicio a su habitación y sedado donde permaneció los tres días siguientes. Al cuarto día solicitó papel y lápiz de carbón y se dedicó a dibujar el rostro de Marión (sabía en el fondo que ya no regresaría) -riendo, llorando, pensando, contemplativa, en fin - de mil formas y pegó los croquis en la pared. Varias veces le sorprendieron hablándole a los dibujos, sin que él hiciera el menor esfuerzo por evitarlo. Bajó de peso hasta el límite de casi en poner en riesgo su vida a pesar que se le administraba suero permanentemente.
Un domingo en que los médicos pensaron que no resistiría llamaron a u madre. La mujer hizo el mayor de sus esfuerzos para acudir a visitarle, y se vistió de luto como lo hiciera por su marido. Sin duda que los medicamentos eran lo único que ha esas alturas le sostenían, había dejado de creer ya en Dios, después de la transformación de su hijo. Cuando le abrieron la puerta de su habitación, no se impresionó al ver el cuerpo famélico que yacía tendido sobre las sábanas. La enfermera de turno, les dejó a solas, pensó que era lo único que podía hacer por aquellos seres patéticos. Algunos de lo escasos rayos de sol que entibiaban la mañana, se posaban en ese momento justo en la mollera del enfermo, dándole un aire de aureola que la madre leyó como un signo de partida, provocándole que no pudiese contener las lágrimas. Madre- no llores – susurró casi sin aliento…estoy en paz mamá, he sido perdonado, puedo partir…Marión me ha ayudado a limpiar mi alma… ¿Marión?, así se llama mi ángel de la guarda, le he pedido que cuide de ti después de mi partida y me ha prometido que estará contigo…mamá quiero pedirte que dejes de sufrir, pues no tienes la culpa, era mi destino, ahora lo entiendo, equivoqué el camino quedándome tras tus faldas, me refugié tanto en ti, que mis alas para volar se atrofiaron y en vez de ser un águila como mi hermano, me conforme con no ser más que el polluelo indefenso que necesitaba constantemente de mamá…tú hiciste lo que te dictaba el corazón, te dedicaste a amarme hasta quedar sin aliento aún a costa de tu propia vida, por eso no puedo más que pedirte perdón, perdóname mamá por haberte hecho sufrir en ésta vida…Marión me cuenta que en la próxima vida serás mi hija para enmendar este sufrimiento…si  he aprendido algo en éste encierro, fue a darme cuenta de todo el amor que me brindaste cada segundo de mi vida, estaré en deuda contigo por muchas vidas…gracias, gracias mamá suspiró estas últimas palabras y cerró los ojos para quedar dormido para siempre.
Horas más tarde la enfermera que tuvo que comunicar el deceso a la administración, insistía en que la madre se retiró de la habitación con el rostro sereno y lleno de luz, la misma que brotaba de la niña que la acompañaba (y que nadie más vio).
Al pié del relato de la joven que insistió en dejarlo por escrito en su informe, el medico tratante del enfermo recalcó que la visión de la enfermera era el resultado de su poca experiencia y como consecuencia del shock de verse enfrentada a la primera muerte de un paciente, recomendando sin más, el archivo del historial.
 
 
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Foto del autor Esteban Valenzuela Harrington
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Descripción

El encierro en la clnica luego de su intento de suicidio, termin por liberarlo espiritualmente

Palabras Clave: ngel

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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Esteban Valenzuela Harrington

Lo siento amigos, les juro que trato de escribir más breve, pero cuando me siento en el computador entro en una vorágine de ideas que me apasiona y salen y salen las palabras como si fueran un vómito que no puedo controlar. Espero que alguien se de el tiempo y lo lea. Un abrazo a todos,

Esteban
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April 18, 2013
 

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busy