Qué me ofreces mujer para quedarme, 
porque yo no tengo nada para darte.
Tu piel perdió el calor para abrasarme…
ya no me quedan más ansias de besarte.
 
No encuentro en la oscuridad el camino de tu cama
porque nuestros cuerpos han perdido su sincronía,
si yo voy como en un torrente, tú... te meces en la calma,
y si dices ¡más!, yo sólo puedo ofrecerte compañía.
 
Qué me tienes mujer de mis mejores años, para darme
y compartirlo en estos mis postreros pasos por la vida.
¿Ternura? ¿Compasión?, qué más ofreces para quedarme,
dímelo ya, por qué demoras más nuestra despedida.
 
Si mañana cuando estemos viviendo en lejanía
compartiremos lo único que sigue siendo nuestro,
los recuerdos apasionados de aquellos hermosos días
en que todo lo aprendíamos juntos y sin maestro.
 
¡Me alejo porque me queda casi nada para darte!
Me apena, porque es tan poco lo que sobra para ofrecerte.
Tampoco tienes mucho para dar, por eso terminas por callarte
y me ofreces silente una cita allá en el reino de la muerte.
 
Mujer, que triste nuestro destino compartido
que al final nos obliga a separarnos,
nos alcanzó la vida para tantas cosas
que nos ha sobrado tiempo para olvidarnos.