TERROR EN EL CINE
Publicado en Mar 30, 2013
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Esta es la historia de cinco amigos: Alex, de 18 años; Carol, de 16; Arturo de 17; Toño de 18 y Pilar de 17. Viven en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad, donde, según ellos, nunca pasa nada.
   Cierto día se empezó a correr el rumor de que en el nuevo cine espantaban, los muchachos cansados de no hacer nada, se reunieron una tarde, en una fonda.
   —¿Ya escucharon lo que dice la gente? –preguntó Pilar con voz baja.
   —¿Que al fin te vas a ir de este pueblo? –dijo Toño con una gran sonrisa
   —No, tonto –respondió Pilar– Que en el cine espantan.
   —¿Y…? –preguntó Arturo.
   —Pues se me ocurrió que fuéramos a ver si es cierto.
   —No, yo no le entro –exclamó Carol– a mi me da mucho miedo.
   —Para eso estoy yo –dijo Toño– para protegerte –y la abrazó.
   Arturo se les quedó mirando
   —Pues yo si le entró –exclamó Alex levantándose de la mesa.
   —Ese es mi novio –gritó Pilar.
   —Shhh… –dijeron los demás, indicándole a Alex que se sentara.
   —Entonces que, ¿vamos? –preguntó Pilar.
   Los chavos dijeron que si, pero Carol no estaba muy convencida.
   —Nos vemos mañana aquí, a las 6 –dijo Arturo.
   Al día siguiente todos se reunieron a excepción de una persona.
   —¿Dónde está Carol? –preguntó Arturo.
   —Le hablé hace rato y me dijo que ya venía para acá –respondió Toño.
   Esperaron más de una hora, sentados en una banca, y Carol nunca apareció.
   —Ya van a dar las 8 –dijo Alex– y tu novia no aparece –le dijo a Toño.
   —No es posible que se tarde tanto si vive aquí a la vuelta –comento Pilar impaciente.    
   —Porque no vamos a buscarla –sugirió Arturo levantándose.
   Los demás lo siguieron y al llegar a la casa de Carol, una señora les abrió la puerta; era la mamá de la jovencita.
   —Buenas noches, señora, ¿está Carol? –preguntó Toño.
   —¡Oh! Toño, que gusto –exclamó la señora– Pasen –y cerró la puerta– Enseguida la llamó, no ha querido salir. ¡¡Carol, te buscan tus amigos!! –gritó.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       
   Pero ella nunca bajó.
   —No sé qué le pasa a esta niña, jamás se había portado así –dijo la señora.
   —¿Podemos subir? –preguntó Arturo.
   —Tal vez la podamos convencer –agregó Pilar.
   —Sí, claro –aceptó la señora.
   Los cuatro subieron en busca de su amiga.
   —Carol, ¿podemos pasar? Somos nosotros –dijo Alex tocando la puerta.
   Pero Carol no respondió, sólo se oyeron ruidos extraños. Alex abrió la puerta, pero no había nadie en el cuarto.
   —A lo mejor está en el baño –dijo Pilar abriendo la puerta; sin embargo el baño estaba vacío.
   —Carol, por favor sal –dijo Toño.
   —Búsquenla bien –ordenó Alex– Su mamá dice que no ha salido.
   Buscaron debajo de la cama, detrás de las cortinas; hasta que Pilar abrió la puerta del armario.
   —¡Ayyyy! –se escuchó por toda la habitación.
   Los hombres se acercaron al armario.
   —¿Qué haces ahí? –preguntó Alex viendo que Carol se encontraba ahí dentro.
   —Ya les dije que me da miedo y no quiero ir –contestó mientras salía.
   —Y tú, ¿por qué gritaste? –le preguntó Arturo a Pilar.
   —Es que me asustó, no creí encontrarla ahí.
  Pasaban de las 8:30 y entre todos trataban de convencer a Carol que los fantasmas no existían, pero, entonces, Carol no entendía por qué querían ir al cine.
   —Sólo vemos una película y nos regresamos –respondió Alex guiñando un ojo a los demás.
   —Y si mejor vamos mañana temprano –dijo Carol inquieta.
   —Es que mañana no puedo –dijeron a coro.
   Eran más de las nueve cuando la lograron convencer.
   —Está bien, solo me visto. Así que esperen a fuera –corrió a los muchachos, pero Pilar se quedó con ella, poco después bajaron y se fueron mientras la señora les decía:
   —Se van con cuidado. No regresen tarde. ¡Toño, te encargo a Carol!
   Caminaban hacia el cine, tendrían que ver la última función. Toño y Carol iban de la mano. Casi llegaban cuando Toño le comento:
   —Te veías muy tierna con tu pijama rosa –Carol se sonrojó un poco ya que, a pesar de llevar algún tiempo de novios ninguno se había dejado ver en ropa de noche.
   El cine era nuevo y sólo contaba con una sala; lo construyeron los padres de  los cinco jóvenes que ahora se adentraban a una muy escalofriante aventura; claro ellos solo fueron los arquitectos.
   Al llegar al cine Pilar pidió cinco boletos para la última función; el empleado les avisó que tenían que salir en cuanto terminara la película ya que si no lo hacían nunca más verían la luz del sol.
   —Sólo nos quieren asustar –dijo Alex.
   Los muchachos vieron por caso dos horas una película aburridísima, por lo que Carol se durmió como a la mitad. Cuando terminó ni siquiera se tomaron la molestia de despertar a Carol porque su plan era pasar la noche ahí. De repente, para que Carol no se enojara con ellos, Pilar gritó:
   —¡No podemos salir, ya cerraron el cine!
   Entonces Carol se despertó muy asustada y se abrazó a Toño.
   —Tiene que haber una salida; no podemos pasar la noche aquí –dijo.
   —Son más de las 12, los empleados ya se fueron –dijo Alex– Nos tendremos que quedar aquí hasta mañana.
   —Tenemos que salir de aquí, yo no me quiero quedar –exclamó Carol levantándose.
   —¿A dónde vas? –Le preguntó Arturo– Debemos permanecer juntos.
   —Voy a buscar una salida –respondió con temor mientras se acercaba a las escaleras.
   Toño se paró primero y la siguió, después lo siguieron Pilar, Arturo y Alex. Mientras bajaban las escaleras Carol oyó un ruido.
   —Oyeron eso –dijo parándose en seco, haciendo que los que la seguían chocaran como en una carambola.
   —No te pares así de repente, Carol –refunfuñó Arturo.
   —No –respondió Pilar– yo no oí nada
   —Son tus nervios –dijo Alex y siguieron caminando.
   Sin embargo el ruido se hacía cada vez más fuerte, tanto que paralizó a todos.
   —Parece que son pasos –murmuró Toño.
   La sala estaba muy oscura; sólo se alcanzaban a distinguir algunas siluetas a lo lejos. Rápidamente los muchachos se fueron a esconder detrás del mostrador que habían encontrado en su camino, nunca se dieron cuenta de que ya habían salido de la sala hasta que lo encontraron; Carol estaba a punto de llorar.
  Entonces los pasos se detuvieron y escucharon una voz:
   —Salgan de donde quiera que estén, ustedes pagaran por sus padres –y se alcanzó a escuchar un rifle que se cargaba lejos de ellos.
   Los muchachos estaban temblando de miedo, aunque no entendían lo que les había dicho esa persona que no podían ver. Alex se asomó y alcanzó a distinguir la silueta de un hombre que se estaba preparando para disparar.
   —Hay que salir de aquí –gritó Alex– esto ya no me está gustando.
   —A la cuenta de tres corremos, pero no se separen –dijo Toño.
  1… 2… 3… contaron los chavos y corrieron, pero Alex, quien había quedado al último, se tropezó y aquel hombre disparó matándolo al instante.
   —¡Noooo, Alex! –gritó Pilar.
   Ella quiso regresar para salvarlo, pero sus amigos no se lo permitieron y todos continuaron corriendo.
   —¡Ja, ja, ja! –Rió aquel hombre– Rayos se me acabaron las balas.
   Más tarde los chavos se dieron cuenta que habían llegado a bodega, eran ya como las 3 de la mañana; Pilar estaba inconsolable, Carol rezaba por que todo fuera una terrible pesadilla, mientras Arturo buscaba un apagador para ver donde se encontraban.
   —¡Aquí está! –exclamó y pudieron observar aquel lugar.
   No era una bodega como tal, había artefactos viejos del siglo antepasado, pero lo más sobresaliente era una armadura de plata que sostenía un hacha. Pilar estaba histérica, no podía creer que Alex estuviera muerto; deseaba no haber ido para que nada hubiera pasado. Con lágrimas en los ojos observaba el anillo que días antes le había regalado Alex. Se lo quitó para observarlo más de cerca y se le resbalo de la mano, Arturo le dijo que tuviera cuidado, cuando se agachó a recoger el anillo, el hacha, que era sostenida por la armadura cayó sobre ella, decapitándola. Carol gritó y la sangre salpicó a los muchachos. La cabeza de Pilar rodó hasta chocar con una silla mientras que su cuerpo caía inerte en el piso, sobre el charco de sangre.
   —¡Ayyyyy! –Gritaba Carol muy asustada al tiempo que se tapaba la cara con sus manos– ¡Ayyyyy!
   Mientras Toño y Arturo trataban de abrir la puerta que se había atorado. Poco después la lograron abrir y salieron corriendo, Carol había quedado traumada, veía sangre por todas partes, estaba aterrada y no paraba de llorar. Minutos después se calmó un poco. El hombre había desaparecido y como tenían hambre tomaron algunos dulces y refrescos del mostrador. El cuerpo de Alex continuaba allí por lo que se fueron a la sala, a sentarse en las butacas más altas.
   —¿Por qué? –Preguntó Carol– ¿Por qué está pasando esto? ¿Por qué nosotros tenemos que pagar por nuestros padres?
   —El señor está completamente loco –respondió Arturo– No creo que nuestros papás le hayan hecho algún daño.
   —En lugar de estar aquí sentados –interrumpió Toño– deberíamos buscar la salida, sino acabaremos como Alex y Pilar.
   —Bien dicho, muchacho –dijo aquel señor apareciéndose en la pantalla.
   Toño, Carol y Arturo se pararon precipitadamente y corrieron.
   —¡Podrán correr, pero no podrán esconderse! –Exclamó– ¡Ja, ja, ja! –y desapareció de la pantalla.
   —¡Un teléfono! –gritó Arturo– creo que vi uno allá atrás por la entrada, podemos llamar a la policía –y así lo hicieron.
   Sin embargo, la policía pensó que se trataba de una broma por lo que llamaron a la casa de cada uno de los muchachos. Los padres preocupadísimos, dijeron que los muchachos habían ido al cine y que no habían regresado.
  Estaba a punto de amanecer, los chavos se encontraban desesperados pues no había ninguna salida y la policía no les había hecho caso.
   —¡Maldita policía! –Exclamó Toño– ¡¿Qué vamos a hacer?!
   —Pensaron que era una broma –comentó Arturo con cierto tono de frustración.
   —Y eso que les contamos todo –añadió Carol decepcionada.
   —Debemos mantenernos escondidos hasta que lleguen los trabajadores –dijo Arturo.
   —Si –dijeron a coro Toño y Carol.
   Los chavos se iban a esconder detrás de un sofá que estaba a la entrada, pero no se dieron cuenta que aquel loco había colocado una trampa, Toño pasó sin verla ni pisarla; quien le seguía era Carol y estuvo a punto de pisarla, pero Arturo que si alcanzo a verla se aventó para que la joven no saliera lastimada. Cuando reaccionaron, Arturo se encontraba colgando del techo con la cuerda en su cuello.
   —¡Arturo, nooo! –gritó Carol refugiándose en Toño.
   Entonces apareció el señor con un nuevo rifle y se burló de ellos pues ya no tenían hacia donde correr.
En ese momento, una patrulla, con un conductor loco, rompió una de las paredes del cine, arrollando al señor. Los muchachos salieron corriendo hacia la calle donde había dos patrullas más y los padres de los cinco muchachos. Carol corrió y se abrazó a sus padres; mientras que los padres de Toño lo abrazaban a él. Las otras tres parejas esperaban a que sus hijos salieran, pero su espera fue en vano. El policía que tiró la pared capturó al señor y lo metió a una de las patrullas que se encontraban afuera, desde adentro bajó el cristal y gritó:
   —¡Todo iba bien, sólo me faltaron dos!
   La madre de Arturo que ya había visto el cuerpo de su hijo colgando, pues aun no lo bajaban, le preguntó llorando:
   —¿Por qué lo hizo? ¿Usted no tiene hijos?
   —Lo hice para vengarme, señora, de su esposo y de los otros cuatro –respondió serio y sin vacilar– Sus esposos –dirigiéndose a las señoras– mataron a mis padres sin tocarse el corazón. Ellos vivían aquí antes de que construyeran el cine y murieron de frío y de tristeza porque les quitaron lo único que tenían.
   —Pero nosotros sólo éramos los arquitectos –interrumpió el padre de Carol– además cuando nosotros revisamos el lugar no había nadie.
   —Y usted, ¿dónde estaba cuando se construyó el cine? –preguntó el papá de Alex.
   —Yo… estaba de viaje –y la patrulla arrancó.
   El capitán de la policía cercó el lugar para que no pasaran los chismosos. Minutos después llegaron tres ambulancias, sin embargo ya era demasiado tarde: Pilar, Alex y Arturo salieron completamente cubiertos con mantas blancas. Las madres de estos jóvenes lloraban por la pérdida de sus hijos.
   —Tiene que pagar por lo que hizo –exclamó la mamá de Pilar.
   Un año después, los sobrevivientes al asesinato en el cine (Toño y Carol), veían, tranquilamente, una película en la televisión, en la casa de Toño; mientras que en la cárcel:
   —¡¡Cuidado!! Un reo se escapó –gritaron.
   —Esta va por mí y juró que no quedará nadie.
 
FIN
 
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Foto del autor Alejandra Jessaid Vargas Santiago
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Descripción

Alex, Carol, Arturo, Too y Pilar viven en un pequeo pueblo donde nunca pasa nada...

Palabras Clave: pueblo terror cine medianoche miedo amigos

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio


Creditos: Alejandra Jessaid


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