Benjamn
Publicado en Mar 27, 2013
Compartíamos el almuerzo. La comida sabrosa y sencilla que preparó Naná, una botella del vino que el abuelo, obtenía de sus vides y trajo de la bodega, sucia de tierra y telarañas.
Un estrépito interrumpió la charla. Las rústicas puertas de madera se abrieron y frente a nosotros, el rostro desencajado de Benjamín, con el pelo sobre la frente, tenso y desprolijo, quedó mirándonos en silencio. El bocado sin masticar, se atoró en mi garganta. En su mano derecha, el facón manchado de una sustancia oscura que goteaba sobre el piso de tierra. -Ya lo hice- Le oímos decir con voz extraña. –No es lo que querían?. El silencio nos permitió escuchar con claridad sus palabras. La comida se enfriaba en los platos pero a nadie le importaba. -Ella dormía, continuó en voz baja y monótona,- parecía soñar. Pero en su sueño, nadie le decía lo que iba a pasarle. Un sollozo estremeció su cuerpo. -Ojalá hubiera echado a correr. Ojalá se hubiera salvado!. Ojalá… porque yo no tendría esta angustia que me atormenta! Me acerqué, con algo de desconfiaza. De una persona descontrolada como Benjamín puede esperarse cualquier cosa. Conseguí sacar el facón de su mano. No opuso resistencia y se dejó llevar. Mientras se aseaba, aproveché para lavar la cuchilla, pegoteada de sangre oscura. Al rato volvió presentable y eligió sentarse a mi lado. Le ofrecí unas chuletas que Naná acababa de cocinar. Las rechazó horrorizado: Jamás volveré a probar carne! Jamás cometeré otro cerdicidio! Lo juro!! Entonces busqué algo de fruta que comió pausado y sumido en sus pensamientos.
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