Pobre pequeño lobo indefenso, te arrancamos de tu naturaleza para echarte en nuestros brazos, arrebatándote la gallardía y convertiéndote en un regalo, en un juguete.

Y luego, te tiramos a las calles creyendo que sobrevivirías.

Te arrancamos, como arrancamos a los árboles de su tierra, y te trajimos a la jungla de las ciudades donde la crueldad y la resaca abundan.

Ahora, con las patas rotas al igual que tu alma, te condenamos a no dar más hijos a este mundo, donde los que sobramos somos los humanos.